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Friday, June 1, 2018

Juan Abreu vs. Néstor Díaz de Villegas (2)

No pensaba decir nada más sobre el viaje turístico iniciático del poeta Villegas a Cuba. Pero. Su última crónica. A ver. Según Villegas, el resultado de cincuenta y siete años de dictadura y privaciones en Cuba es que los cubanos han alcanzado una especie de nirvana racial. Y de súbito, ¡epifanía!, Villegas descubre que él también pertenece a esa raza superior. “Ser cubano, como ser murciélago, es una experiencia intransferible, inmodificable, intraducible”. Dice Villegas, ya murciélago. ¡Aleluya! El lugar de nacimiento como arcadia y como piedra filosofal. Acto seguido, Villegas habla con dos seres que farfullan de esa forma ininteligible que caracteriza al Hombre Nuevo Cubano, y Villegas ¡San Lázaro bendito! descubre que aquel ulular simiesco (staccato, para Villegas) es en verdad un lenguaje superior ¡su amado lenguaje tribal! Ha regresado a la semilla, al luminoso corazón patrio y racial.
   Todo un poco nazi… ¿no? Pero deben ser cosas mías.
   Más tarde Villegas atraviesa la ruinosa pero imperial ciudad y llega a la casa de la ¿escritora? Wendy Guerra. Allí se encuentra con una editora catalana (¿de dónde si no?), con un “joven filósofo mexicano”, y con un periodista chileno que, por lo que dice, parece el clásico canalla que va a hozar en la tragedia ajena para sentirse importante. A este sujeto toda la miseria material y moral que lo rodea le parece edificante. Y para él la esclavitud que padecen los cubanos es apenas una “ muy alta restricción en la expresión intelectual”. Mientras el chileno parlotea, Villegas bebe su coñac y medita, y la catalana no se sabe qué hace, tal vez se ha encerrado en una habitación con su perra (una preciosa vizsla) y el joven filósofo mexicano. Todo esto, mientras la criada uniformada de Wendy Guerra sirve a los señores. ¿Le pagarán la seguridad social? Me pregunto, leyendo. Se la follará (sí, digo follará, y qué) el señorito (en este caso la señorita Guerra) como (dicen) hacían los señoritos de la corrupta república. Ya. Preguntas de mal gusto. Pero, ay, necesarias.

(Blog Emanaciones, agosto 2016)

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