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Friday, February 28, 2020

Manuel Ballagas vs. “En mi jardín pastan los héroes”, de Heberto Padilla


¿Qué clase de novela ha escrito Heberto Padilla? ¿Una abominablemente reaccionaria y plagada incluso de desviaciones morales, como declaró el poeta en su forzada autoacusación de 1971, o acaso sencillamente una que se limita a reflejar "algunos caracteres y conflictos que sólo surgen en un proceso revolucionario", como dice el novelista en el prólogo de la recién publicada En Mi Jardín Pastan Los Héroes?
   Las interrogantes se desvanecen -en la medida de lo posible- si empezamos por tomar En Mi Jardín… por lo que realmente es: un mero roman á clef cuyo personaje central no es otro que el propio autor de Fuera del Juego enfrentado a sus obsesiones y a su peculiar concepto de la angustia en función de la Historia.
   El mismo Padilla nos presenta su coartada en las primeras páginas del libro, cuando afirma: “Son inconclusos los destinos de cada uno de estos personajes, las situaciones en que están envueltos, porque inconcluso y fragmentario es todo cuando se escribe en una atmósfera política de asfixia… Los libros que se escriben en el socialismo son generalmente imperfectos”.
   Podríamos contentarnos con esta aseveración (que más bien parece una disculpa) si la ficción literaria fuese una simple transposición de la realidad a que alude el discurso. Pero todo intento de recrear la realidad presupone la voluntad de superarla estéticamente, en este caso mediante la palabra, herramienta que Padilla no demuestra ser capaz de dominar en la misma medida que otros novelistas igualmente inmersos en el contexto de una atmósfera política enrarecida por el totalitarismo, mas no por eso truncados en su capacidad creadora e imaginativa.
   No ocurre lo mismo, me temo, con la novela que Heberto padilla sacó clandestinamente en una bolsa de polietinelo. Su posterior revisión, ya en el exilio, no ha agregado a la obra ninguna cualidad que la redima de manera perdurable, ni como mensaje desnudo, ni como texto.
   No resulta difícil adivinar que en el personaje Julio -intelectual caído en desgracia y relegado a un oscuro puesto de traductor- Padilla ha volcado una buena parte de su turbado y a ratos exuberante mundo interior.
   Sin embargo, más que introducir al lector en una galería de literatos asediados por los mecanismos de poder (como muchos suponen), Padilla ha elegido presentarnos todo un compendio de burócratas desencantados cuyo empeño más sostenido parece ser el de llevar a feliz término y entregar puntualmente las traducciones que les han sido encomendadas como penitencia, al tiempo que discuten furiosamente entre sí y hasta con los autores de los libros que traducen, a falta de mejor contrincante.
   En Mi Jardín Pastan Los Héroes carece, además, de una adecuada progresión argumental, privada de la cual, lamentablemente, la novela abandona todo reclamo de credibilidad. En su lugar, el autor se contenta con delinear apresuradamente una abigarrada serie de anécdotas cuya finalidad escapa a todo esfuerzo de nuestra imaginación.
   (…)
   Narradas en un estilo excesivamente llano, casi forense, las situaciones se amontonan unas sobre otras hasta componer un tedioso mosaico que apenas logra transmitir la atmósfera de acoso en que el autor, a todas luces, se proponía introducirnos.
   (…)
   Nada puede excusar la torpeza literaria, ni siquiera el contexto político en que se realiza la escritura, y en tal sentido puede entenderse la novela de Heberto Padilla como un intento fallido de expresar las inquietudes de una época y las obsesiones de un hombre, más alucinado que heroico, mucho menos escritor que protagonista.

(No bastan los héroes. Revista Término, No. 1, otoño 1982)

Tuesday, February 25, 2020

Víctor Manuel Domínguez vs. Samuel Feijóo


“El homófobo zarapico”, como calificó un amigo a Samuel Feijóo por su virulenta crítica contra los homosexuales, en el centenario de su natalicio está siendo homenajeado en toda la isla. El autodidacta intelectual revolucionario ocupa cintillos de revistas culturales y de medios de información nacional.
   Nacido en San Juan de las Yeras, Las Villas, el 31 de Marzo de 1914, el denominado escritor polivalente cubano por su incursión en la narrativa, la poesía, el periodismo, la investigación folklórica, la promoción cultural y la creación de revistas como Islas y Signos, Feijóo fue, sin embargo, un represor.
   Calificado como irreverente, inconforme y apegado a la verdad, el escritor mostró una intransigente homofobia y un extremismo revolucionario, que sentaron pautas entre los argumentos empleados por las autoridades cubanas en su cruzada contra toda persona homosexual en el sector cultural del país.
   El autor de las novelas Juan Quinquín en Pueblo Mocho y Tumbaga, del libro Cuentacuentos (Premio UNEAC), de la compilación poética Ser fiel, y del ensayo El negro en la literatura folklórica cubana, en su artículo “Revolución y vicios”, publicado en el diario El Mundo, el 15 de Abril de 1965, señaló:

   (…) este país virilísimo, con su ejército de hombres, no debe ni puede ser expresado por escritores y artistas homosexuales o seudohomosexuales. Porque ningún homosexual representa la revolución, que es un asunto de varones, de puño y no de plumas, de coraje y no de temblequeras, de entereza y no de intrigas, de valor creador y no de sorpresas merengosas”.

   Estas expresiones homofóbicas, sumadas a las de otros intelectuales y funcionarios en el ejercicio del poder cultural y político en Cuba, fueron piedras de toque para que, en un contexto ideológico convulso donde se fraguaba la creación de un “hombre nuevo”, se persiguiera al homosexual.
   Más adelante, en su artículo de marras, el también autor de Camarada celeste, Polvo que escribe, El movimiento de romances del siglo XIX, la antología Sonetos en Cuba, El sensible zarapico, Teatro cubano, y de la exposición de sus pinturas y dibujos en la muestra Kokoriokos y KakafuaKos, agregó:
   “Y la literatura revolucionaria verdadera no es ni será jamás escrita por sodomitas, eso es un fraude más, una superchería de tan bien empiñados vicios (…) No se trata de perseguir homosexuales, sino de destruir sus posiciones, sus procedimientos, su influencia. Higiene social revolucionaria se llama esto”.
   Seis años después del artículo, en El Primer Congreso de Educación y Cultura (La Habana, 1971), se adoptarían como Ley estas y otras expresiones homofóbicas, y decenas de homosexuales vinculados al arte y la literatura, serían perseguidos y separados de las instituciones culturales cubanas.
   No pocos fueron encarcelados, condenados al exilio, al ostracismo, y a la gran mayoría se les prohibió publicar y salir del país durante décadas. Creadores como José Mario, René Ariza, y los hoy Premio Nacional de Literatura Antón Arrufat, César López, y Reinaldo González, fueron víctimas de la exclusión.
   Como colofón de las opiniones vertidas contra la homosexualidad por Samuel Feijóo, basta con las siguientes:

   “Si perdemos por ello (expulsiones) un conjunto de danzas, nos quedaremos sin el conjunto de danza enfermo. Si perdemos un exquisito de la literatura, más limpio queda el aire”.

   No hay dudas de que el homófobo zarapico, Samuel Feijóo, no pudiera anidar en esta otra revolución y otros vicios, que si bien desmonta su teoría marxista y se hunde en la corrupción, el robo, la indisciplina social y la mentira, al menos, y contra su voluntad, reconoce el libre derecho a la orientación sexual.

(Otra revolución y otros vicios volverían loco a Samuel Feijóo. Cubanet, julio 2014)

Thursday, February 20, 2020

Jorge Fernández Era vs. la Feria Internacional del Libro


La Feria del Libro culmina para mí. Me queda la angustia de no hallar lo buscado, de constatar lo que ya sabía: que está deprimido como nunca el sistema editorial cubano.
   La preocupación mayor es sobre qué presupuestos se logra todavía movilizar a tanta gente hacia el este de la ciudad. Si se mira bien, la mayoría de las personas salen de La Cabaña cargadas de pacotilla, de producciones seudoculturales que entre otros despropósitos no hacen más que incitar a niños y jóvenes a no tomar en sus manos un libro.
   En la Feria Internacional de La Habana usted adquiere desde afiches de ciertos personajillos de la música internacional, hasta —por cinco ceucé— un libro titulado «Atrévete a ser ganador. El secreto de hacer realidad tu sueño», o por dos, para su hijo, un sello metálico que adherirá a su ropa y que reza: «I love porn».
   Luego censuramos libros que despotrican contra fenómenos semejantes y hablan de la nación que debíamos ser y definitivamente no somos.
   Qué pena que el muro de ser el país más culto del planeta nos quede más alto que el que este año se colocó en los jardines del Complejo Morro-Cabaña y retó a escalarlo con guantes, cuerdas, casco protector y un nada módico precio en una moneda que ya no sirve para mucho.

(Tomado de Facebook, febrero 2020)

Tuesday, February 18, 2020

Fermín Gabor vs. Lina de Feria (2)


En la foto del "Granma" de hoy, Lina de Feria está cantando "Abrázame fuerte" tal como la cantaba Marta Strada. Tiene cara de estreñimiento. Cara de esfuerzo y de alivio de haberlo conseguido: ya se lleva a su casa el horrible diploma del Premio Nacional de Literatura. Está ya en el Olimpo patrio.
   Pero es preciso reconocer que le habían hecho una jugada sucia, porque le dedicaron una Feria del Libro sin otorgarle el Premio. La habían tratado como en una tienda cubana de hace décadas: es un solo cupón y si te compras ajustadores, no te toca blúmer.
   Bueno, ya tiene Lina de Feria su ajuar completo. Lina de Feria tiene su premio, Lina de Feria tiene su ídem. ¡Abrácenla fuerte, fuerteeee!
   La entrevista en "Granma" termina como una consulta médica, hablando de problemas respiratorios. Porque una vez ella dijo que no podía respirar fuera de Cuba. Así que la entrevistadora le pregunta por ese problemita de respiración. La ausculta, pregunta por un jipío y la pregunta devuelve a Lina a aquella vez en que sostuvo que arribaba al exilio en busca de libertad, para luego contar que los monstruos del exilio habían querido fastidiarla, la engatusaron de mala manera, quisieron comprarla, pero ella tuvo la entereza de volver a la tierra natal, a la patria. ¡Abrácenla, fuerte, fuerte, fuerte!
   ¿Se acuerdan ustedes del poema aquel de Carilda Oliver Labra sobre un puñado de tierra cubana que su madre se llevara a Miami, mientras que ella, en cambio quería encima toditica la tierra? Carilda Oliver Labra era gandía sexual hasta en el enterramiento.
   Y ahora Lina, igual que Carilda, se pone a mover tierra. Son un par de bulldozers estas poetisas.
   "¿Qué valor tendría estar desterrada, desarraigada, si no te reconocen en tu país?" dice abrazando muy, muy fuerte, su diploma. Y avisa a lectores y no lectores que se siente todavía capaz de congraciarse "con las metáforas, las imágenes, y con la inspiración".
   Por cribar lo digo: Lina de Feria tiene unos pocos poemas excelentes y una tal abundancia de cacharrería inconexa en el resto de su obra que el volumen de sus poemas recogidos podría titularse "Plan Tareco".
   Y es a esa poeta pésima a la que se le ocurre utilizar el verbo "congraciarse" para aludir a su escritura.
   Ah, eso es lo malo de restregarse con ciertos diplomas, que uno termina confundiendo a las musas con el ministro de Cultura o el presidente de la UNEAC. Y no, Lina, con las metáforas y las imágenes y la inspiración no sirve eso de congraciarse. Lo de congraciarse es con los jefes, pero con la poesía no.

(Tomado de Facebook, febrero 2020)

Friday, February 14, 2020

Carlos Ferrera vs. Luis Pavón


Era noviembre de 1968 y los lectores de Verde Olivo se preguntaban quién era Leopoldo Avila. Nadie lo sabía entonces. Hoy se sabe que era Luis Pavón, a veces con la ayuda de José Antonio Portuondo. Sin embargo, la auténtica autoría intelectual de esos textos, bajaba del gobierno comunista cubano, al que el ficticio Leopoldo Ávila convirtió en el único gobierno de la historia en usar un heterónimo.
   Desde las páginas de Verde Olivo, Pavón crucificó la homosexualidad, y con arrogante ignorancia definió a Heberto Padilla, a su mujer la poetisa Belkis Cuza Malé, a Virgilio Piñera y a Cabrera Infante, como “escritores irrelevantes dentro de la narrativa cubana”: Según Pavón, “Cabrera es un tallador de la CIA. Con Severo Sarduy y Adrián García, trazan desde el extranjero el camino de la traición...”
   Luis Pavón hizo también suyo el apotegma de Castro, “Dentro de la revolución: todo; fuera la Revolución nada”, otro de los clamorosos fraudes discursivos del comandante, recortado descaradamente de la máxima de Mussolini: “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”.
   Resumiendo, el posicionamiento público de Luis Pavón al lado de la dictadura y en abierta beligerancia contra la intelectualidad más respetada del país, lo hizo merecedor del puesto más sensible dentro del estamento cultural: Por indicación expresa de Raúl Castro, en 1971 Luis Pavón fue nombrado presidente del Consejo Nacional de Cultura, el Ministerio de Cultura de entonces.
   No hay dudas sobre la identidad del autor de este nombramiento, porque en los días previos a hacerse efectivo, el propio Raúl era recibido por Pavón en su oficina de la revista que dirigía, delante de todo el mundo. “El general utilizaba el despacho de Pavón en Verde Olivo para reunirse con quienes lo asistían en la tarea de espiar a "la ciudad letrada", que en todos los tiempos ha sido una fuente de zozobra para los poderes liberticidas”, cuenta el poeta y periodista Manuel Díaz Martínez, director de la revista “Encuentro de la cultura cubana”, en un artículo publicado en El País.
   También en su “Intrahistoria abreviada del caso Padilla”, Díaz Martínez describe “la época en que Raúl Castro presidía unas reuniones que se celebraban en la oficina de Pavón, en las que, a partir de informes aportados por los cuerpos de seguridad, se seguía el comportamiento político de los escritores y artistas cubanos que vivíamos en la isla”.
   El Pavonato fue pues, la puesta en práctica de los lineamientos de Fidel, de quien Pavón y Quesada fueron ayudantes necesarios y ejecutores serviles. Su primera acción notable, fue el acoso y derribo del ya entonces defenestrado Heberto Padilla. De ahí en adelante, Quesada y Pavón sembraron el terror en la intelectualidad cubana, como nunca antes nadie lo había hecho.

(Tomado de Facebook, febrero 2020)

Monday, February 10, 2020

Antonio José Ponte vs. “Plaza sitiada”, de Norberto Fuentes

Tres años después de la muerte en vuelo del general y presidente panameño Omar Torrijos, Graham Greene publicó las memorias de su amistad: Getting to Know the General. The Story of An Involvement (The Bodley Head, Londres, 1984). Magnicidio o accidente, aquella muerte constituyó un gran golpe para Greene. "¿Cómo podría alguien no querer a este hombre?", tuvo que preguntarse en uno de sus encuentros.
   Conversaban los dos junto a la jaula de un periquito australiano, y Greene le hizo notar que, sin compañía, aquel pájaro no iba a cantar nunca. El general se fue a otra habitación, volvió con un casete, y escucharon entonces el gorjeo de un periquito australiano grabado por él con tal de hacer cantar a su pájaro solitario. Que enseguida se puso a trinar. También Greene soltó su trino: la pregunta de cómo podía existir alguien que no amara a aquel hombre.
   El episodio describe a la perfección la lógica del populismo político. En lugar de otros pájaros en la jaula y que canten a placer, una grabación que haga trinar al pájaro únicamente a un teclazo del jefe.
   El episodio describe a la perfección la lógica del populismo político. En lugar de otros pájaros en la jaula y que canten a placer, una grabación que haga trinar al pájaro únicamente a un teclazo del jefe.
   Otro novelista que trinaba junto a un militar, Gabriel García Márquez, no alcanzó a publicar el libro sobre Fidel Castro que se esperaba de él. No consiguió sobrevivirlo. Su prólogo a Habla Fidel (Mondadori, Madrid, 1988), de Gianni Mina, reveló el hambre de helado del comandante en jefe: "Un domingo sin frenos, después de un almuerzo en forma, se tomó dieciocho bolas de helado".
   En otra ocasión, en medio de uno de vainilla, le regaló una frase para cerrar su prólogo: "Una noche, mientras tomaba en cucharaditas lentas un helado de vainilla, lo vi tan abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, tan lejano de sí mismo, que por un instante me pareció distinto del que había sido siempre. Entonces le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: 'Pararme en una esquina'".
   Norberto Fuentes ha deseado ser Gabriel García Márquez o Graham Greene, no por las virtudes literarias de cualquiera de los dos, sino por esa clase de cercanía. Tomar helado juntos, oír cómo un periquito australiano contestaba a una grabadora, esas y tantas cosas le habría gustado compartir con alguien como Fidel Castro.
   Sin embargo, tropezó con un par de obstáculos insalvables. Porque general y comandante habían elegido a Greene y García Márquez por ser famosos y extranjeros, mientras que él era cubano y poca cosa. De este desencuentro, de este desaire del destino, sale la mayor parte de su literatura. Y, ya que no llegó a interlocutor privilegiado del comandante, se ha puesto a imaginar lo bueno que habría sido sufrir su encarnizada persecución.
   Norberto Fuentes publica un volumen de medio millar de páginas con el fin de restarle importancia al Caso Padilla y convencer a sus lectores de que por esos mismos años existió un Caso Fuentes, mucho más decisivo. Plaza sitiada (Cuarteles de Invierno, Miami, 2018) combate la versión tan extendida de que él sirvió a la policía política en el entorno de Heberto Padilla. Constituye su apuesta para pasar de agente a caso.
   Medio millar de páginas para llenarlas de frases narcisistas y ridículas. Para confundir disidencia con despecho. Para autotitularse único disidente entre los escritores cubanos. Para alardear de haber sido el primero, contra la prohibición oficial, en publicar sus obras en el extranjero. No importa que, unas páginas más adelante, reconozca que tuvo un predecesor: Reinaldo Arenas.
   Otro habría eliminado este alarde en falso, él no. Desde hace varios libros da la impresión de que no revisa lo que escribe. Nada más sobrepasar la extensión del cuento, Norberto Fuentes resulta informe.
   Plaza sitiada cuenta cómo llegó a ser leído por Fidel Castro: "hoy por fin he alcanzado la atención del hombre más grande del siglo XX". Narra la leyenda de su libro de cuentos Condenados de Condado (Casa de las Américas, La Habana, 1968): "Una veintena de comandantes alrededor de una mesa leyendo el libro y debatiéndolo".
   Infla el Premio Casa de las Américas, ganado con aquel libro suyo, hasta equipararlo con el Pulitzer estadounidense. Y se inventa cómplices para su delectación por un centro de torturas: "Villa, como el común de los cubanos llama, de cierto modo cariñosamente, al centro de instrucción de la Seguridad del Estado instalado en lo que fuese Villa Marista, una escuela para varones de los Hermanos Maristas".
   A Norberto Fuentes le gusta más Villa Marista que a Fidel Castro el helado. ¿Cómo no iban a querer los cubanos a Villa Marista si allá adentro hacían cantar a los periquitos sin necesidad de casete?
   En un universo donde el Pulitzer y el Casa de las Américas gozan de pareja importancia, donde el hombre más grande del siglo es un dictador caribeño que lo lee a él, donde el cubano de a pie está encariñado con sus represores, y donde todo un estado mayor se reúne en club de lectura para debatir un libro suyo, claro que Norberto Fuentes puede creerse único disidente o cualquier otro héroe que le pase por la cabeza. ¿Quién va a discutirle el derecho a ser inquilino de su propia imaginación?
   Ni odiado ni amado por el poder hasta el grado que habría necesitado para constituirse en leyenda, en Miami ha terminado por convertirse en un escritor nostálgico del mismo dictador del que huyó. Algo de esa nostalgia suya habrá aplacado en los dos tomos de La autobiografía de Fidel Castro (Destino, Barcelona, 2004 y 2007). Así como lo habrá atormentado comprobar que el objeto de su amor moría lejos, dejándolo solo en el mundo.
   Plaza sitiada tiene toda la pinta de ser un libro autoeditado, pero nadie aguarde queja de su autor por tener que publicarse a sí mismo. Por el contrario: Norberto Fuentes intentará convencernos de que él es tan, pero tan disidente, que tuvo que huir a Miami para publicarse en samizdat. Y, de todos los escritores cubanos, fue sin dudas el primero en hacerlo.

(Norberto Fuentes, cariño a Villa Marista desde Miami. Diario de Cuba, septiembre 2019)

Thursday, February 6, 2020

Juan Abreu vs. Leonardo Padura (5)

Toda persona mínimamente informada de los asuntos cubanos, sabe que para reunirse con un mandatario extranjero todos los participantes en la reunión (incluyendo al mandatario, claro) deben pasar primero por Bartolo Tres Patas, máximo negociador y verdadero jefe de la diplomacia cubana. Y. ¿Alguien cree verdaderamente que el menudo Padura puede alojar la trompa de Bartolo Tres Patas sin sufrir daños físicos y mentales considerables, tal vez irreparables? Yo no lo creo. De ahí mi alarma. Cierto que Padura es algo culón, pero no creo que eso lo salve. Téngase en cuenta que Bartolo mandó al hospital al Papa Francisco todo un mes y a Benedicto XVI mes y medio; Bartolo fue la verdadera causa del retiro inesperado de Benedicto, para que se informen.
   Como todos sabemos yo me paso la vida burlándome de Padura e insultando a Padura por esbirro y por su condición de lameculos castrista. Pero eso no quiere decir que quiera verlo desfondado por Bartolo y hospitalizado e imposibilitado de escribir sus bodrios y de pasear por el mundo su cara de ratón amnésico. Lo cierto es que no le deseo ningún mal al pobre tarado.

(Blog Emanaciones, noviembre 2018)

Monday, February 3, 2020

Gilberto Padilla Cárdenas vs. Antonio Rodríguez Salvador


Pasó con “Un turista en el país del proletariado”, obituario de Roberto Fernández Retamar a la cuenta de Carlos Manuel Álvarez. (“¿Para quién escribe este muchacho?”, se lee en una bochornosa réplica de Antonio Rodríguez Salvador, que bien podría ser un heterónimo de aquel Leopoldo Ávila de la revista Verde Olivo. “Por su lenguaje tabernario podemos conjeturar para quién lo hace”, dice, y minutos después, como quien no quiere la cosa, desliza la palabra “CIA”).

(¿Quién necesita un crítico en una isla desierta? Hypermedia Magazine, agosto 2019)