En
la página electrónica La Ventana de
Casa de las Américas, en La Habana, aparece una crítica de mi libro La polis literaria (2018), muy
reveladora de la forma en que esa institución cultural rememora su rol
protagónico en la pugna de las izquierdas durante la Guerra Fría
latinoamericana. Los autores de la reseña no cuentan de qué trata el libro y no
objetan sus tesis centrales sino que lo denuestan por sus ausencias
bibliográficas, temáticas o ideológicas. Ausencias que, de manera
grandilocuente, llaman "agujeros negros", y que no sólo limitarían al
libro sino a mi persona, ya que la condición de
"contrarrevolucionario" o "enemigo de la Revolución"
representa, en ese tipo de textos, una degradación moral. Limitaciones
políticas, entiéndase, que según Casa lastran tanto mi trabajo intelectual como
mi vida personal.
Si los autores de la reseña emplearan un
lenguaje y un sentido propios, si no reprodujeran tantas frases que hemos leído
en otras diatribas similares en La
Jiribilla, en la misma Ventana
-aunque ya no se encuentran electrónicamente- o en mi expediente en Ecured,
podría pensarse que el texto es, plenamente, de una persona. Pero como desde la
primera frase ("en su libro más reciente Rafael Rojas continúa su
insistente tarea de calumniar a la Revolución Cubana") hasta la última
("parece más que evidente que el agujero negro por excelencia de Rojas es
el mal uso que suele hacer de su inteligencia para atacar al proceso
revolucionario cubano del país donde naciera"), se repiten las mismas
palabras que desde hace décadas se emplean para caracterizar mi obra en la
isla, debo entender que se trata de un autor colectivo.
Como el anónimo habla orgullosamente en
nombre de "la Revolución" y de su gobierno, no puedo menos que
considerar sus juicios como juicios del Estado cubano, el Ministerio de Cultura
o, específicamente, Casa de las Américas, la institución que edita esto que
llamamos "reseña". Hay, como comprobará cualquier lector de mi libro,
expresiones del editor o editora, que hemos leído, casi textualmente, en
Roberto Fernández Retamar y otros intelectuales oficiales de la isla durante
medio siglo. Defienden el presente y pasado de la política cultural cubana en
bloque, haciendo excepción de un tramo corto de "quinquenio gris", a
principios de los 70, ejecutado, según ellos, por unos cuantos "energúmenos".
(…)
Mi conclusión, después de varias lecturas de
la "reseña" que me dedica La
Ventana de Casa de las Américas, es que los editores de esa institución
todavía no encuentran la mejor manera de narrar su pasado. Hay ahí no sólo
desactualización teórica o intelectual sino incapacidad para reconocer errores,
aunque sea de forma retrospectiva, y una insaciable voluntad de poder, que se
traduce en abiertas contradicciones, cuando no falsedades o equívocos. Quieren
presentarse como plurales y democráticos en el pasado, cuando fueron dogmáticos
e intolerantes, y aparentar armonía ideológica o traiciones casuísticas en el
presente, cuando la memoria y la crítica crecen y se ramifican por las redes
del siglo XXI.
(Casa de las Américas: el relato de las
marionetas. Blog Libros del crepúsculo, septiembre 2018)