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Friday, November 28, 2014

Lunes de Revolución vs. Diario de La Marina

La Decrépita sintió el aliento de sus servidores de siempre, los intelectuales corrompidos del país, y se armó de mucho coraje y no pocos argumentos pseudofilosóficos para atacar al invitado  de Gobierno Revolucionario, Jean Paul Sartre (entiéndase que la Marina hubiera insultado a cualquier invitado del Estado Cubano, aunque fuese el muy reaccionario don Tancredo).  Porque al Gobierno Revolucionario se le ocurre invitar a los hombres que están del lado de las luchas populares y no a las excrecencias de la España franquista, centro ideológico del Diario de la Marina. ¡Qué feliz se hubiera sentido La Marina si el invitado hubiese sido José María Pemán - y el invitador cualquier esbirro del pasado régimen! Pero para su desgracia, el pueblo de Cuba sabe donde están y cómo se llaman sus enemigos.
   Por otra parte, el Diario, que está al servicio de todos los intereses enemigos de la nación, hace el ataque en un lenguaje oscurantista, digno de ilustrar un dibujo de Goya, y que desprende el olor inmundo de la Inquisición Española. No quiere saber ese libelo aristocrático venido a menos, que Cuba por tradición y por revolución es una república democrática donde todas las ideas tienen cabida y donde simplemente no hay audacias intelectuales porque la libertad de pensar y de escribir es absoluta. Tan absoluta que el Diario puede expresarse libremente a pesar de que su voluntad es destruir todo lo cubano.
   Además, ¿cuándo el Diario de la Marina se interesó por los intelectuales cubanos aparte de aquellos que hoy están en el extranjero porque de permanecer en el país tendrían que rendir cuenta al pueblo? ¡Basta! Porque nos parece innecesario establecer un diálogo con una ramera tan vieja y, desde luego, menos respetuosa que la pieza de Sartre.

(Sartre y La Marina, Lunes de Revolución, No. 48, febrero 1960. Visto en: La Habana Elegante, segunda época)

Thursday, November 27, 2014

Carlos Wotzkow vs. Raúl Rivero

Rivero sabe que en Cuba tuvo la suerte de un descubridor en tierra de indios analfabetos. Allá descubrió el poeta oportunista su filón de oro. Léase jabitas con botellas y componendas editoriales, y puestos claves, y control generacional de intelectuales, y manejo de la información, y publicaciones de alcance, y premios inmerecidos, y decisiones para publicar, y reconocimientos comprados, (todo esto ligado al dinero sucio de tus jefes en la nomenclatura), y autorización y atribución de viajes literarios y esto, más los banquetes y saqueos conocidos en la UNEAC. Ahora, lo quiere repetir en el exilio, pues sabe que posee la habilidad de caer en el momento oportuno, de componer a tiritas una historia que el exilio no se tomará el trabajo de investigar.

(La tristeza de Raúl Rivero, Revista Guaracabuya, 2006)

Wednesday, November 26, 2014

Juan Abreu vs. Leonardo Padura (2)

Lo más lógico del mundo es que le hayan dado el Premio Nacional de Literatura a un Padura. Siempre se lo dan a un Padura. Nunca a un escritor. Siempre a un lameculos faldero que salta por el aro según lo estipulado.
   Lo más despreciable del Premio Nacional de Literatura de Cuba no es quién lo otorga, es quien lo acepta.
   ¿Tiene que ver algo este premio con la literatura? Nada. Es otra ceremonia entre amo y esclavo en la que el amo le da una palmadita en la espalda al esclavo y el esclavo tiembla agradecido y deja escapar un ladridito trémulo.

(Blog Emanaciones)

Tuesday, November 25, 2014

Alejandro Armengol sobre José Martí

En la literatura de la Isla no existe una figura similar a Shakespeare, Dante o Cervantes, que permita de forma fácil echar a un lado los rivales. Desde el punto de vista literario, Martí establece un paradigma difícil de imitar, por el valor de su escritura, pero no podemos considerarlo una referencia indiscutible. Si lo analizamos a partir de la narrativa, esta es limitada y menor. Su teatro es pobre y su poesía enfrenta la competencia de Heredia y Casal. Es en los ensayos, críticas, crónicas, artículos, discursos y conferencias —así como en su extraordinario Diario de Campaña— donde alcanza su definición mayor. No se trata de rebajar a Martí, sino de separar la valoración de su obra literaria del peso ideológico. Tampoco la ideología martiana puede ser tomada como una guía a seguir, libre de altibajos.
   Si bien el pensamiento martiano y su práctica revolucionaria están marcados por los ideales democráticos, el desinterés y el rechazo al caudillismo, hay en su exaltación al heroísmo, y en su concepción simplista del indígena y el “hombre natural”, una tendencia romántica —del culto al héroe luego convertido en raíz torcida del fascismo— que incluso puede resultar peligrosa, cuando de ella se apropian, como ha ocurrido innumerables veces, demagogos y populistas. El mesianismo martiano y su romanticismo político pueden resultar funestos. Su sobrevaloración del campo frente a la ciudad y el culto a la pobreza son conceptos arcaicos.

(Más allá del nacionalismo histórico y literario, Cubaencuentro, enero de 2013)

Monday, November 24, 2014

Jesús Díaz sobre El Caimán Barbudo

No es raro, entonces, que nuestro grupo constituyera una pequeña piedra de escándalo. Tampoco lo es que en aquella época, hace más de 34 años, yo polemizara con la narradora Ana María Simo, de las Ediciones El Puente, donde se agrupaba otro sector de la generación literaria a la que pertenezco. El Puente había publicado un buen libro de relatos de la propia Ana María, y también poemarios de Nancy Morejón y Miguel Barnet, entre otros autores, y era en cierto sentido lógico que chocáramos por motivos de autoafirmación y celos literarios. No obstante, recuerdo con desagrado mi participación en aquella polémica, que tuvo lugar en La Gaceta de la uneac. No porque haya sido más o menos agresivo con otros escritores, sino porque en mi requisitoria mezclé política y literatura e hice mal en ello; lo reconozco y pido excusas a Ana María Simo y a los otros autores que pudieron haberse sentido agraviados por mí en aquel entonces. No obstante, y como es sabido, la historia es el territorio ideal de las paradojas; así, Raúl Rivero, fundador de El Caimán Barbudo y autor de algunos de los más deliciosos epitafios producidos en el seno de nuestro grupo, es hoy por hoy el más importante periodista independiente y uno de los más profundos poetas de Cuba, por lo que la dictadura lo hostiga hasta el delirio, mientras que Miguel Barnet, uno de los autores emblemáticos de El Puente, actúa como tambor mayor de Castro.

(El fin de otra ilusión, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, 2000)

Friday, November 21, 2014

Roberto González Echevarría sobre Carpentier ensayista

Carpentier no fue un gran ensayista. El ensayo es un género dúctil, fluido, que parte de un yo cuya situación e interioridad están en juego, y que dialoga con el lector. En efecto, su origen en el siglo XVI —en Montaigne— no es otro que el diálogo clásico, de donde proviene el tono conversacional de los interlocutores, uno de los cuales, por separado, se convertirá en el ensayista. Por su henchida erudición, y por el hábito del periodismo practicado desde el extranjero, en que suministraba información al lector cubano, la prosa de Carpentier resulta demasiado recargada de datos y carece de un sujeto que se le revele al lector con intimidad, ni mucho menos de igual a igual y dispuesto a conversar con él. A esto se añade una retórica anticuada de la que raras veces pudo despojarse Carpentier, cuyo más chocante giro es una molesta segunda persona del plural —un vosotros— que suena cursi (picúo) entre cubanos. Los «pensad» o «imaginad» de Carpentier, siempre en imperativo, sólo se escuchan entre nosotros en el idioma litúrgico del himno nacional («corred, os contempla, no temáis, escuchad»). Hay también repetidos engolamientos en que se transparenta el francés («Pero he aquí que», mais voici que). Como periodista Carpentier tenía buen ojo para lo raro, lo nuevo, sobre todo en materia de arte, inclusive el popular, y no hay duda de que dejó algunos ensayos notables, como «La ciudad de las columnas» o «Martí y Francia», y el hermoso libro La música en Cuba (1946), pero no fue éste su mejor género. En el contexto cubano no supera como ensayista a Mañach, a Marinello o a Lezama, y en el latinoamericano no puede compararse con Mariátegui, Reyes, Henríquez Ureña, Borges, Martínez Estrada o Paz.

(Versiones y perversiones de Carpentier, Encuentro de la cultura cubana, No. 14, 1999)

Thursday, November 20, 2014

Fabio Murrieta vs. “El pie de mi padre”, de Zoé Valdés

Sus personajes han perdido fuerza. El retrato inicial de la mujer cubana, me atrevería a decir que su preferido, ha quedado desdibujado apresado en historias similares. Siempre fue una visión muy particular de la mujer cubana, pero al final creo que se ha ido hasta diluyendo ese perfil de la figura femenina.
   El lirismo de su obra primera (recuérdese Sangre azul, por ejemplo), ha terminado por convertirse en algo así como el antilirismo, y por tanto nos obliga a una lectura forzosamente prosaica de su literatura.
   La insistencia en la complejidad de las relaciones paternales y en su recuerdo y evocación ha hecho fácil el trauma sicológico familiar, y hasta se ha perdido un poco la vocación erótica que emanaba de la frustración que había en los personajes y en sus últimas novelas. De la frustración como posiblemente el gran tema presente en la obra de Zoé.
   Teniendo en cuenta que Zoé logró edificar con mérito, como lo han hecho otros muchos escritores cubanos, una supuesta realidad cubana, enfrentándola a la realidad cubana, El pie de mi padre no aporta nada a esta confrontación y sin embargo sí atenta contra ese sistema dialógico y estilísticamente muy personal que había conseguido.

(Revista Hispano Cubana, No. 13, 2002)

Wednesday, November 19, 2014

Manuel Díaz Martínez sobre el premio UNEAC 1968

Una mañana, avanzadas las labores del concurso y cuando ya nadie ignoraba que el candidato más fuerte al premio era Fuera del juego, el poeta Roberto Branly me visitó en el despacho que como redactor jefe de La Gaceta de Cuba yo ocupaba en la UNEAC. Venía alarmado: acababa de verse con el teniente Luis Pavón, director de la revista Verde Olivo, de las Fuerzas Armadas, y este oficial, que estaba directamente a las órdenes de Raúl Castro, le había comentado “confidencialmente” que si se le daba el premio al libro de Padilla, considerado contrarrevolucionario por “ellos”, iba a haber graves problemas. Entre Branly y yo existía una amistad entrañable, bien conocida por Pavón, y no me cupo duda de que éste había utilizado a mi amigo para trasmitirme, sin que lo pareciera, un mensaje que era toda una amenaza.
   No me di por enterado. En la reunión que el jurado celebró al concluir la lectura de los libros que concursaban sostuve que Fuera del juego era crítico pero no contrarrevolucionario –más bien revolucionario por crítico– y que merecía el premio por su sobresaliente calidad literaria. Los otros miembros del jurado eran de igual opinión. No hubo cabildeo de Cohen, como presumió Nicolás Guillén y ha dicho Lisandro Otero. Nadie tuvo que convencer a nadie de nada: la coincidencia entre nosotros fue tal desde el primer momento, en lo que a ese libro se refiere, que no se produjo debate.
   Sí hubo cabildeo, en cambio, por parte de la UNEAC para que no le diéramos el premio a Padilla. Guillén visitó a Lezama e intentó persuadirlo. David Chericián, por cuyo libro apostaba la UNEAC como alternativa al de Padilla, fue enviado por Guillén a casa de José Zacarías Tallet para que persuadiese al viejo poeta izquierdista de lo negativo que sería para la revolución que se premiara Fuera del juego. La noche del mismo día en que Chericián lo visitó –esa noche se velaba en la funeraria de la calle Zapata el cadáver del joven escritor Javier de Varona, castigado por disidente y cuyo suicidio, según la versión policíaca, se debió a frustraciones sexuales–, Tallet me dijo que fue tanta la indignación que le produjo la visita de Chericián, que después de echar a éste de su casa telefoneó a Guillén y lo increpó por pretender coaccionarlo. El poeta y cuentista Félix Pita Rodríguez, que era el presidente de la Sección de Literatura de la UNEAC, me aconsejó que desistiera de votar a Padilla. Ignoro si a Cohen y a Calvo también los presionaron. Supongo que no, por ser extranjeros.
   En vista de que me resistía a servir de cuña contra Padilla (que no era servir de cuña contra un amigo, sino contra mis convicciones), el partido decidió sacarme del jurado y poner en mi lugar a alguien que cumpliera esa misión y quizás lograra, a última hora, inclinar la balanza en contra de Fuera del juego.
(…)
   Uno o dos días antes de la fecha fijada para la reunión en que el jurado acordaría el premio y firmaría el acta, Nicolás Guillén me hizo ir a su despacho. Me pidió –su voz y su semblante denotaban una crispada contrariedad– que no asistiera a la reunión. “No vaya, enférmese”, me dijo. Le pregunté por qué y me respondió que le hiciera caso, que me lo rogaba en nombre de la vieja amistad que nos unía. Ante mi insistencia en preguntar, añadió, impaciente: “Díaz Martínez, si usted se empeña en asistir a la reunión, la policía podría impedírselo”.
   En vista de que Guillén no quería o no podía ser explícito, decidí acercarme a la sede del comité central del partido para que me despejaran el enigma. Allí me recibió una funcionaria que trabajaba con Armando Hart en la Secretaría de Organización del PCC. Esta mujer de raza árida, en un aséptico saloncito refrigerado del Palacio de la Revolución en el que nos acompañaba un taquígrafo, me espetó nada más verme que sobre mí pesaba una sanción “ideológico-educativa” que me impedía ejercer de jurado. Le recordé que la sanción no decía nada de certámenes literarios ni hacía ninguna referencia a la cultura, y que en esos momentos ni siquiera era firme puesto que yo la había apelado y aún no se conocía el dictamen del buró político. Fue inútil: ella, cual esfinge electrónica, me repitió el cassette que le habían encajado y selló nuestro desencuentro fijando esta conclusión: “La sanción le prohíbe a usted ejercer cargos ejecutivos, y votar en un jurado es un acto ejecutivo”. Pensé que tomar un café con leche también es un acto ejecutivo, pero en fin... Abrumado por tan ardua cuanto alevosa aporía, mas no vencido, solicité contrito que constara en acta mi desacuerdo, y al instante, incontinente, calé el chapeo, requerí la espalda, miré al soslayo, fuime y no hubo nada. Nada más allí.
   Aquella misma tarde le conté a Guillén mi aciaga visita al comité central. El poeta se enojó conmigo: temía que esa visita complicara las cosas y la interpretó como una prueba de que yo no confiaba en él.
   Ya yo no formaba parte del jurado de poesía de la UNEAC. Para sustituirme, el partido designó al socorrido profesor José Antonio Portuondo, que era el eterno facultativo de guardia. Me lo imaginaba sentado junto al teléfono las veinticuatro horas del día, pendiente de que lo llamaran para inaugurar un congreso, clausurar un simposio, despedir un duelo, presentar un libro, entonar un panegírico o hacer en la UNEAC alguna chapuza de ésas que Guillén, con más pudor y temeroso de la historia, esquivaba cuando podía. Pepe Portuondo, pues, asistió en mi lugar al coctel que Guillén, a la caída de la tarde de un fresco sábado de octubre, ofreció en su espacioso apartamento habanero a los jurados de los Premios UNEAC de ese año. Alrededor de las diez de la noche de aquel día sonó en mi teléfono la voz de Lezama con su inconfundible entonación asmática: “Joven, campanas de gloria suenan: usted ha sido repuesto en el jurado”. Lezama había asistido al coctel de Guillén y oyó cuando Carlos Rafael Rodríguez, vicepresidente del Consejo de Estado, se lo comunicaba a éste luego de recibir una llamada telefónica. Minutos después de Lezama, Guillén me telefoneaba para darme la noticia con carácter oficial. Mi respuesta fue pedirle que me recibiera al día siguiente, domingo, en su casa.
   El domingo en la mañana le estaba diciendo yo a Guillén en su piso del edificio Someillán que no permitía que se me tratara como a un recluta: entre, salga, suba, baje... “No, Nicolás –recuerdo que le dije–, le ruego que trasmita a Armando Hart mi decisión de no regresar al jurado mientras no sea respondida mi apelación contra la condena que el partido me ha impuesto”. Y le dije más: “Me apena que a usted, que es un gran poeta universalmente reconocido, unos burócratas que olvidaremos pronto le estén dando encargos de correveidile”. Guillén dio un respingo: “¡Yo no soy un correveidile!” “Por eso mismo además de apenarme me indigna”, le respondí.
(…)
   Después de la firma del acta y del Voto Razonado que añadimos –redactado por Lezama y por mí–, la ejecutiva de la UNEAC convocó a los integrantes de los jurados a una asamblea para explicarles los problemas que habían surgido en el Premio de Poesía con Fuera del juego y en el de Teatro con la obra de Antón Arrufat Los siete contra Tebas, que también fue tachada de contrarrevolucionaria. La asamblea no fue presidida por Nicolás Guillén –siguiendo el consejo que me había dado a mí, el poeta se enfermó–, sino por el suplente de oficio José Antonio Portuondo. A Félix Pita Rodríguez, de gustos afrancesados, en el casting le tocó el papel de fiscal como Fouquet-Tinville. En una alferecía jacobina, Pita “aclaró” lo que, según el libreto que le dieron, estaba ocurriendo: “el problema, compañeras y compañeros, es que existe ‘una conspiración de intelectuales contra la revolución’”.

(El caso Padilla: crimen y castigo. Encuentro de la cultura cubana, Nos. 4/5, 1997)

Tuesday, November 18, 2014

Reinaldo Arenas vs. José Rodríguez Feo

Antes de la Revolución en Cuba, Virgilio también había llevado una vida sexual intensa; tenía una casa en Guanabo y frecuentaba el prostíbulo de hombres que tenía José Rodríguez Feo en el pueblo de Guanabo. Era un prostíbulo en el que hombres fornidos trabajaban como cantineros y, a la vez, realizaban otras actividades, según las peticiones del consumidor. Allí también trabajó Tomasito La Goyesca.
   Rodríguez Feo pertenecía a una familia adinerada que se había marchado a Estados Unidos al triunfo de la Revolución. El entregó sus propiedades a la Revolución y se quedó allí, tal vez pensando que iba a ser considerado como un personaje importante. En realidad, se convirtió en un informante de la Seguridad del Estado, en un policía de la cultura, con un pequeño apartamento junto a Virgilio. Rodríguez Feo, mediocre y envilecido, cuando Virgilio cayó en desgracia le negó la palabra y ni siquiera asistió a sus funerales.
   El balcón de la casa de Rodríguez Feo y el de Virgilio era común. Dicen que una vez había varias personas en la casa de Rodríguez Feo, y Virgilio salió a tender algo al balcón; alguien preguntó si ése era Virgilio Piñera y Rodríguez Feo respondió: “No; ése fue Virgilio Piñera”. Por eso, no acudió a sus funerales; porque, una vez que Piñera cayó en desgracia con el régimen de Castro, había muerto para él.

(Antes que anochezca. Tusquets, 1992)

Monday, November 17, 2014

Félix Sánchez sobre la declaración de la UNEAC durante el Pavongate

Esa política de informar y no informar, de creer que si se dice una verdad se extiende el problema, de que la "masa" no tiene derecho a la información clara, me huele a brochazos de blanco y negro corridos hasta el siglo XXI, metidos en el paisaje actual. Que la gente reciba una nube gris en lugar de una información, que al final el pueblo se diga "oye, pasó algo grande, no sé qué será pero parece que fue algo con los artistas", es un acto de irresponsabilidad informativa.
   La UNEAC, por su prestigio, por lo que significa, es un modelo, sus pasos son señales de la salud intelectual, sus actos tienen una carga educativa. Los periodistas cubanos tendrán en este documento un ejemplo de lo que no se debe hacer, de lo que es sacrificar la profundidad en aras de "lo enérgico", de cómo hacer malabares para no ofender ni a Dios ni al Diablo. Y claro, como es un documento infeliz, lo utilizará el enemigo. La UNEAC habla de un problema, pero es que los mensajes que se habían cursado hasta ese momento contenían más problemas que el error del ICRT. ¿Cuál es la posición de la UNEAC al respecto?

(correo publicado, 2007)

Friday, November 14, 2014

Francisco Morán vs. Ambrosio Fornet

La lectura de Fornet del llamado Quinquenio Gris es sólo un instante parentético entre la década de los 60 que, afirma, se caracterizó por "su colorido y su dinámica interna", por un "relativo equilibrio" y "el consenso en que se había basado la política cultural" y 1976, año en que se anunció la creación del Ministerio de Cultura, y la designación de Armando Hart para ocupar su dirección. Es en ese momento, exactamente, que Fornet tiene una revelación: "Tuve la impresión de que rápidamente se restablecía la confianza perdida y que el consenso se hacía posible de nuevo". No sólo el Quinquenio Gris y el pavonato han quedado atrás, sino que hasta descubrimos la posibilidad de celebrarlos: "los parametrados llevaron sus apelaciones hasta el Tribunal Supremo y éste dictaminó —caso histórico y sin precedentes—," comenta Ambrosio Fornet, "que la 'parametración' era una medida inconstitucional y que los reclamantes debían ser indemnizados". Además, el Quinquenio Gris "con su énfasis en lo didáctico, favoreció el desarrollo de la novela policíaca y la literatura para niños y adolescentes". Si la cuota de horror no fuera tan grande, uno podría darse el lujo de reír. Pasamos —por los corredores de las redadas de homosexuales y los procesos de parametración— de la persecusión policíaca a la novela policial. Es la Revolución Cubana anticipando la Reality TV. Este tránsito resulta particularmente revelador toda vez que al Fornet referirse a Padilla, también nos sale al paso el contubernio entre el policía y el escritor: "A cada rato oíamos decir que estaba muy activo como consultor espontáneo de diplomáticos y periodistas extranjeros de tránsito por La Habana, a los que instruía sobre los temas más disímiles". El imperfecto sugiere la llegada puntual de los informes, de los chismes, de las denuncias. Y añade: "Y un buen día de abril de 1971 nos llegaron rumores lamentables, que luego se confirmaron como hechos: que había estado preso —por tres semanas, según unos, por cinco, según otros…—; y que iba a hacer unas declaraciones públicas en la UNEAC". Entre aquello que "oíamos decir" y la fecha exacta de los rumores que llegan después, falta algo: ¿es que no se produjo ningún rumor en el momento mismo de la detención de Padilla? Y otra vez, ¿quiénes, qué compañeros eran los encargados de hacer llegar, trasmitir, propagar esos rumores? Pero, a pesar del carácter siniestro de estas memorias; a pesar de los horrores a los que alude Ambrosio Fornet, nada le provoca tanta repulsa como la censura a Ese sol del mundo moral, de Vitier, en 1974, hecho que llega a considerar como crimen "de lesa cultura y hasta de leso patriotismo".
   Hay algo, sin embargo, en que tenemos que darle en parte la razón a Ambrosio Fornet. Según él, "por fortuna" las Palabras a los intelectuales, "ha servido desde entonces —salvo durante el dramático interregno del pavonado— como principio rector de nuestra política cultural". No; esas Palabras han sido el "principio rector" de la política cultural cubana —y nótese el autoritarismo implícito en la noción de rector, que rige—, sin interrupción, desde el momento en que fueron dichas. Así nos explicamos que de aquel encuentro con los escritores e intelectuales cubanos, sólo nos hayan llegado —para no variar— las Palabras de Castro. El título incluso borra a esos mismos intelectuales y escritores como sujetos al inscribirlos como meros receptores, escuchas, de las Palabras a ellos dirigidos. Ambrosio Fornet llama "Filósofos del tiempo detenido o Egiptólogos de la Revolución cubana" a quienes en el extranjero, le preguntan "sobre hechos ocurridos hace treinta o cuarenta años, como si después del 'caso Padilla' o la salida de Arenas por Mariel no hubiera ocurrido nada en nuestro medio". No dice, se le olvida decirlo, que también esas preguntas se están haciendo ahora en Cuba. Prefiere ignorar también que hay quienes —como Reina María Rodríguez y Víctor Fowler al referirse a la desactivación de Ponte de la UNEAC— están preguntando por hechos ocurridos no treinta o cuarenta años atrás, sino más recientemente. Y siguiendo la propia lógica de Ambrosio Fornet, tendremos que suponer, entonces, que la aludida desactivación de Ponte —por no mencionar más que un ejemplo— tuvo lugar bajo el principio rector de las Palabras a los intelectuales. ¿O no? Finalmente, ¿qué habría que objetar o ridiculizar en los "Egiptólogos de la Revolución cubana"? Estudiar la egiptología de la Revolución Cubana ofrece, cuando menos, una ventaja: permite al menos hacernos una idea de cómo tienen lugar los procesos de momificación, y hasta incita el saqueo de las tumbas reales. Quizá sea eso lo que está en juego ahora: la protección de pirámides y mastabas.

(Una ponencia gris: las artes de embalsamador de Ambrosio Fornet. Encuentro en la red, Feb. 2007)

Thursday, November 13, 2014

Enrique Ubieta vs. Rafael Rojas (2)

Porque ser crítico, para Rojas, significa -él lo ha dicho, con ínfulas academicistas–, oponerse al discurso de legitimación del socialismo (que el lector no se confunda con el uso de palabras como “régimen” o “gobierno”). Un esfuerzo que conlleva aparejado otro de intención contraria: construir un discurso de legitimación para una posible neocolonia. Porque no se puede concebir en términos “modernos” -él lo sabe, y por eso vende de contrabando conceptos como “nacionalismo suave” o “autonomismo”–, un capitalismo diferente para una isla pobre situada a noventa millas del imperialismo hegemónico. Toda su obra es la construcción oficiosa, para no decir oficial, de un contradiscurso neocolonial plagado de oposiciones maniqueas, que persigue el debilitamiento de todas las resistencias teóricas e históricas que se oponen a ese proyecto. Bien, aceptemos que el discurso que legitima a la Revolución fortalece al Gobierno revolucionario; ¿a quién fortalece el discurso que legitima a la Contrarrevolución, sino a las trasnacionales que fueron nacionalizadas en 1959 y al imperialismo que las representa? El calificativo de “oficial” o de “oficialista” -más que como concepto académico, en sus textos funciona como estigma–, es muy inexacto, pero en cualquier caso habría que preguntar nuevamente, ¿con respecto a qué? Aceptar como discurso “crítico” aquel que defiende la doctrina neoliberal y neoconservadora (con Bush o sin él), es como aceptar como discurso contracultural la defensa de la Coca Cola y del “star system” de Hollywood. En el capitalismo, ¿ese no es un discurso “oficialista”?
   Nada de posturas ingenuas. Rojas sabe que la historia legitima o deslegitima cualquier doctrina política. Su obra es un ejemplo de sostenido esfuerzo legitimador del capitalismo. Por eso escamotea la verdadera contradicción, la que existe entre intelectuales revolucionarios e intelectuales contrarrevolucionarios. Y disfraza la intencionalidad política de sus textos bajo el dudoso manto de una “objetividad” o de un “cientificismo” en el que no cree. Para confundir y dividir, incluye en su catálogo a escritores revolucionarios que hablan de las hormigas o que aportan elementos que enriquecen la visión de una época (lo cual en ambos casos está bien), junto a otros francamente contrarrevolucionarios que intentan desmontar los argumentos históricos de la Revolución. No le interesa ni la verdad, ni la pluralidad: quiere arrinconar o desaparecer al Che Guevara, y sustituirlo por Márquez Sterling; a la “racionalidad utópica (revolucionaria) y premoderna” que incluye según su definición a Luz, Varela, Martí y Fidel, para sustituirla por “la racionalidad utilitaria (contrarrevolucionaria), moderna”, que empieza, también según su visión, por Arango y Parreño y termina en Montaner. Habla de “parcialidad” revolucionaria, para entronizar una parcialidad contrarrevolucionaria. Los intelectuales que defendemos la Revolución somos críticos por definición: críticos, en primer lugar, del sistema que impera hoy en el mundo y que ha llevado a la Humanidad a una crisis sin precedentes; críticos, en segundo lugar, de las imperfecciones de nuestra realidad, la única perfectible en ese mundo que previamente criticamos. Somos “oficialistas” de la contracultura revolucionaria en un mundo plagado de oficialistas de la cultura del poder trasnacional. No nos avergonzamos de ello. Pero debemos situar cada término en su lugar.

(Críticos y revolucionarios, Blog Cambios en Cuba, 2009)

Wednesday, November 12, 2014

Dean Luis Reyes vs. La Jiribilla, El Caimán Barbudo y Ernesto Pérez Castillo

La Jiribilla, El Caimán Barbudo, han cedido su razón de ser para prestarse a operaciones policiales, cuando se han prestado como tribunas no para las ideas en conflicto, sino para comisarios, represores y torturadores de almas, para oscuras conspiraciones que persiguen enlodar antes que hacer emerger la verdad compleja que surge de la confrontación. Supongamos que la necesidad de deslindar las asunciones políticas de algunos, de decretar su extirpación del campo intelectual nacional (léase, del oficialmente constituido, no del campo de la cultura, que opera por mecanismos diversos y de larga duración), justificase tales represalias públicas. Mas, ¿prestigia eso al campo intelectual que toma venganza? Y cuando se aplica a gente que vive en Cuba, que hace su trabajo dentro de los marcos (acaso no los oficiales, pero sí oficiosos) de la cultura cubana, ¿se gana algo? La propia Jiribilla ha sido escenario de tales abusos de poder en las Rouge; (para el que no hubo respuestas más que deslizar las supuestas disculpas de su autor) o en el reciente trapicheo en torno a Lina de Feria (¡verguenza!: coger para tales cosas a una mujer enferma) y su estancia en Estados Unidos. Ello es moneda corriente en espacios que se precian de acusar al "fascismo corriente". Que tienen el valor para hacer semejantes purgas pero no son capaces de publicar una línea sobre el tema intelectual del mes. Por cosas todavía menores se ha acusado a intelectuales cuya opinión se permite discrepar o salir en defensa de alguna postura no conveniada con esa microfacción. El propio Castillo pudo acusarme de varias cosas años atrás, en las páginas de la revista villaclareña Umbral, partiendo de dos errores que cometí en el citado de El hombre nuevo, de Ernesto Guevara (lo cual hacía en un texto a propósito de la influencia de aquella propuesta en la gestión del imaginario de mi generación, y del cual la revista publicó un fragmento). También entonces usaba como estrategia los links a palabras mías, en las que él suponía me contradecía, o mostraba la pata de "inquisidor". Para ello, invitaba a leer en un texto encontrable en la web cubana, titulado Arte es militancia, un sospechoso credo. El referido texto, publicado por Juventud Rebelde, era el resumen informativo de una sesión con Fidel del Consejo Ampliado de la UNEAC; su título, una síntesis del espíritu de las discusiones. Es decir, no se trataba de un artículo de opinión. Pero no le tembló la mano para manipular entonces. Igual recibió su respuesta, respuesta que los colegas de Umbral no publicaron.

(¿El que calla otorga?: Lecciones del pospavonato. Encuentro en la red, febrero 2007)

Tuesday, November 11, 2014

Gastón Baquero sobre la “Antología de la Poesía Cubana” (1937), y José María Chacón y Calvo

En cuanto a la Antología del 37 (o del 36, que fue cuando se hizo, no cuando se publicó) recuerdo que se le llamó “cajón de sastre”, por el enorme número de personas incluidas. Naturalmente, una antología así no puede ser sino un catálogo, y como tal, la Antología de Juan Ramón y Chacón y Calvo, fue útil. Yo no estoy en ella, o creo recordar que no estoy. No tengo el libro a mano. Se decía que ante ciertas críticas acerbas, Juan Ramón Jiménez explicaba, en privado, no en público, que toda la culpa era de Chacón y Calvo. Chacón era tan buena persona que no podía en modo alguno ser un crítico, lo que merece llamarse un crítico, que no es un malvado por fuerza, pero es alguien que debe tener el valor de enjuiciar con libertad y con objetividad, y de decir francamente lo que piensa, y sobre todo, por qué piensa y cree eso que dice.
   Chacón era una maravillosa persona como ser humano y como erudito. Pero como crítico era un desastre. Una vez le escuché responder a alguien que le reprochaba sus elogios excesivos a un verdadero matarife de la poesía: “¡Es tan buen hijo, es tan buen hijo!”. Juan Ramón confesaba que se sentía coeccionado por las recomendaciones de Chacón a la hora de seleccionar los poemas para la Antología. Suavemente, suasoriamente, Chacón acababa siempre por salirse con la suya, porque Juan Ramón estaba en situación de inferioridad: invitado, bien acogido, tratado por Chacón con enorme delicadeza y respeto, ¿qué iba a decir? Pero me consta que cargó con la Antología como una cruz, y que se ruborizaba de ella como de un delito monstruoso. No era para tanto. Pero un hombre tan exigente consigo mismo como Juan Ramón, que tenía además un ojo infalible para “ver” el poema, tenía que reaccionar forzosamente como una víctima ante las cataratas de la Antología.

(Entrevistas a Gastón Baquero, Editorial Betania, 1998)

Monday, November 10, 2014

Heriberto Hernández vs. “No hay que llorar”, de Arístides Vega Chapú

Arístides Vega es un gran amigo, parte de mí, un hermano. Por eso me siento libre de discrepar. Me envió el manuscrito de NO HAY QUE LLORAR (Ediciones La Memoria del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. La Habana, 2011) hace mucho tiempo y nunca le comenté nada sobre el libro. Tal vez fue el dolor que me causó leerlo, o la sospecha de que este proyecto suyo podría ser muy útil al régimen de Cuba cuando fuese preciso cerrar ese capítulo negro de nuestra historia. En ese momento no tenía título. El título me ha causado más dolor que el texto. Creo que es un libro valioso por razones muy diferentes.
   Deberíamos tenerlo a mano siempre. Cuando nos olvidemos de las miserias que vivimos, cuando se nos olviden las lágrimas amargas que nos anegaron el pecho reducidos a la condición de bestias por el hambre, cuando sucumbamos a la tentación de recordar selectivamente, podríamos releerlo. Podríamos recordar la bondad del llanto. Podríamos obviar ese título (que quiero interpretar como irónico, aunque probablemente no lo sea), y llorar un poco, que nunca hace mal.
   Sería como ofrendar unas cuantas lagrimas, agradecidos de no haber sido tocados por la supuesta “iluminación radiante” que emergió de la miseria de esta época. Pero, sobre todo, por no haber sido contaminados por la retórica deshumanizada que reduce a un intelectual al estado precario de decir (y peor aún, escribir) que del “tortuoso camino de esos años, de esos días terribles, henchidos de hambres y apagones, puede surgir, entonces, LA LUMINOSA LLAMA DE UN AMANECER en que hemos sido mejores y sinceros”.
   Es como decir que el holocausto fue en parte bueno porque se escribió el Diario de Ana Frank o se filmó Sophie's Choice. Qué importancia tiene que un turista perverso te humille si tu país, tu gobierno, tu “Gobernante” (vieron, no dije dictador) te ha reducido a la condición de un buhonero, una rata. Pero nuestro Virgilio (López Lemus) escribía y nadie podía iluminarnos el camino, de círculo en círculo, a través del infierno que vivimos. No es casual que sea Odette Alonso, uno de los pocos autores incluidos en el libro que hoy vive en el extranjero, la única que menciona la palabra “dignidad”. De eso se trataba. Matar nuestra dignidad por hambre, reducir a cero toda capacidad de cuestionamiento, toda voluntad de asociación, toda posibilidad de un copycat de la debacle en Rusia y Europa Central.
   De modo que responder a las preguntas de Viera es fácil. A quién le importa como lo pasaba la jerarquía nazi cuando ve las fotos de los campos de concentración de Theresienstadt o de Auschwitz-Birkenau. La segunda puede responderla este libro: un testimonio, un grupo de gente que habla de algo que pasó. Algo que además, si leemos el mensaje implícito en el titulo, “no hay que llorar”, porque (pueden tararearlo conmigo) “la vida (hoy, en Cuba) es un carnaval”. No, el “periodo especial” no es un intervalo de tiempo en que ocurrieron cosas que podemos testimoniar y borrón y cuenta nueva (léase hambre nueva). Es como los fusilamientos, las UMAP, “el pensamiento”, etc., una emfermedad que hizo metástasis y que morirá con nosotros.
   El pueblo judío no pierde oportunidad alguna de mostrar a sus hijos y al mundo las imágenes del horror. Los cubanos servimos en una bandeja el olvido, lo comemos y se lo ponemos en la mesa a nuestros hijos. “Fue terrible pero me hizo crecer, me hizo ser mejor”, dicen. ¿Socialismo con Swing? ¿Hambre sublime? ¿Precariedad Gozosa? ¿Mis hijos deben pasar hambre para que sean mejores? ¿Deben ser condenados a peores miserias para que sean mejores que nosotros?
   Racionalizar la miseria no puede conjurarla. Nos condenará a vivir en ella eternamente. Si ese es el saldo de estos testimonios, en que la mayoría se apresuran a cerrar su inventario de horrores con una línea en que concluyen cuan beneficioso fue para su crecimiento personal, hay demasiadas razones para estar llorando un tiempo largo, horas interminables.

(Un libro, un amigo y dos preguntas de F. L. Viera, Blog La Primera Palabra, enero 2012)

Friday, November 7, 2014

Angel Santiesteban vs. Ernesto Pérez Chang (2)

Este escritor Desleal, que se cansó de continuar en la nada sin que las autoridades lo tuvieran en cuenta, y que sólo con su tercer texto, todos atacando a otros escritores, en el que intenta defender lo indefendible, se ha convertido en un “delfín” del Instituto Cubano del Libro; quien rápidamente, ha comenzado a formar parte de las delegaciones culturales; también es autor de otro texto lamentable de hace un par de años, donde al final, se podía entrever que todo no era más que su protesta ante el olvido de su persona y su obra; y tampoco ninguna institución ni colega respondiera por sus palabras injuriosas y de ataque personal a otro escritor. Y cuando le preguntara la razón me dijo que lo hizo porque deseaba mover las estructuras, el pensamiento intelectual, lograr textos que eran comunes en gremios artísticos de otros países. Pero es evidente que ya el Desleal encontró el camino. Y de todas formas lo entiendo… Adelante, corred, que si yo pensara con el estómago, haría lo mismo: marcar con la oficialidad, como una forma de dejar bien claro que pueden continuar contando con él para sus viajes, en cualquier circunstancia. 

(Una respuesta necesaria. Blog Los hijos que nadie quiso, abril 2009)

Thursday, November 6, 2014

Zoé Valdés vs. Ernesto Hernández Busto

Empecemos por decir que conozco muy bien a Ernesto Hernández Busto, lo conozco mejor de lo que él me conoce a mí, a pesar de que tuvimos relaciones desde que eramos jóvenes, yo estaba en aquel momento en una posición ventajosa de fragilidad emocional, lo que hace de todo escritor verdadero un observador potencial. Ernesto Hernández Busto no tuvo en cuenta quién era yo, no le interesaba. Ni le intereso desde el punto de vista intelectual.
   Ernesto Hernández Busto, sin embargo, dice que él es modesto en su comprensión. Lo menos que es Ernesto Hernández Busto es modesto, y de comprender, pues bien, en más de una ocasión ha tenido que reconocer que le han pasado gato por liebre, y no precisamente personas que parecían leales a su trabajo, no digo ya respetuosas, lo que yo sí he sido, pese a su insoportable prepotencia y sus manías de grandeza.
   Yo he sido muy respetuosa, siempre, desde que lo conocí, de su trabajo. No ha sido así a la inversa. Lo que agradezco. Yo jamás cuadré en los ámbitos superintelectualoides de La Habana de los 80 ni de en la de los 90. Yo siempre actué sola, desde el punto de vista intelectual, y jamás me interesó participar en ningún grupo. Nunca necesité de Reina María Rodríguez, como algunos, para brillar, ni de ninguna cabeza líder de aquellos autodenominados ya de por sí líderes intelectuales, bastante provincianos, por cierto. Nunca me obnubiló el brillo, ni la literatura de salón, mucho menos de azotea. Yo iba a mi aire, y no cambiaba un domingo en La Tropical por un recital de poesía del último poeta a la moda de aquel círculo de engreídos

(Blog Zoé Valdés, enero 2011)

Wednesday, November 5, 2014

Juan Abreu sobre “Informe contra mí mismo”, de Eliseo Alberto

…el libro de Eliseo Alberto me parece útil y necesario, pero la obstinación de su autor en legitimar determinados aspectos de la dictadura de Fidel Castro, es una forma de justificarse a sí mismo y a su clase. El autor no consigue o no quiere comprender que todos fuimos víctimas, ellos y nosotros, pero no todos fuimos culpables. No logra comprender que la mejor forma de revisar el pasado es siendo lo que no nos permitían: libres, total y dolorosamente libres. Y esa libertad no admite camuflajes, ni autocompasión ni tabla rasa para esa etapa siniestra de la historia de nuestro país.

(Citado por Rafael Rojas en Los nudos de la memoria, Encuentro de la cultura cubana, No. 32, 2004)

Tuesday, November 4, 2014

Reinaldo Arenas vs. “Los dispositivos en la flor”, de Edmundo Desnoes

¿Por qué aparecen cinco discursos de Fidel Castro o aparecen antologadas Celia Sánchez, Haydée Santamaría y no aparece Virgilio? ¿Por qué no aparece tampoco Antón Arrufat? Virgilio no aparece porque le viene un poco a aguar la fiesta a Desnoes. Virgilio representa el miedo. Desde la Revolución hacia acá su obra está condicionada por el acoso, por la persecución; y la visión que quiere dar Desnoes es completamente partidista. Es una antología hecha con toda la astucia de un personaje ladino al servicio del Estado. Borra a Virgilio Piñera e incluye a otras figuras irrelevantes. Selecciona textos de Cabrera Infante y de Sarduy de la etapa en que no disienten de la Revolución. Si se quiere ser imparcial yo estoy de acuerdo en que se antologue incluso al mismo Castro, pero entonces usted tiene que poner también las cartas de Huber Matos desde la cárcel. Se admite que usted no quiera dar una antología exquisita con autores selectos, pero entonces incluya también a esos escritores que están escribiendo en Cuba casi en la piel y sacando clandestinamente a riesgo de sus vidas sus poemas. Decididamente la visión que quiere dar Desnoes de la Revolución es una visión partidista y oficial… Esa antología es una de las tantas infamias que la democracia permite y que los esbirros amparan y yo espero que algún día Desnoes pueda ocupar el sitio que le corresponde quizá con una biografía que se podría llamar “El redactor que llegó del calor”… ¿La publicaría las Ediciones del Norte?

(Rita Virginia Molinero entrevista a Reinaldo Arenas, Unomásuno, abril 1982)

Monday, November 3, 2014

Virgilio Piñera vs. Gastón Baquero (3)

En el campo literario, el papel del baquerista consiste en estar con Dios y con el Diablo. En el fondo es un canalla, pero se las arregla para pasar por persona decente. ¿Cómo efectúa tal operación? ¿Cómo esta doble vida puede mantenerse y hasta llevarse con un desenfado que raya en el descoco? Hasta la Revolución, en Cuba no existía ningún tipo de conciencia y mucho menos de convicción moral. La política significaba prebendas, neportismo, asalto a las arcas nacionales; el pueblo era el ciego instrumento o el engaño perpetuo para enriquecer a unos pocos. En cuanto al pensamiento, nada hemos visto tan bajo, tan sórdido, tan vendido. La consigna era ésta: “Elógiame, que yo te elogiaré”. Aunque uno se resista a creerlo, era en el campo literario donde podían hacerse las mayores vilezas. Para ello se partía de algo que ya se consideraba desde tiempo antes como axiomático: la literatura, no es nunca un compromiso; es más bien un juego o un pretexto para otros juegos más siniestros. En efecto, se jugaba todo: la condición de escritor (caso de Baquero), la propia estimación intelectual (caso de Ichaso), los escrúpulos morales (Fernando Ortiz, Medardo Vitier, Ramiro Guerra, José María Chacón y Calvo), la seriedad del crítico (Rafael Marquina). Y estos juegos alcanzaron una boga tan grande, se hicieron tantas jugadas sucias que la literatura terminó por ser poco menos que una piltrafa. Y no es que diez o doce escritores no estuvieran dedicados a escribir con la debida honestidad pero sus esfuerzos se perdían (por el momento) en el maremágnum del baquerismo. Buen ejemplo de lo que digo es la actitud de Baquero frente a la revista Orígenes, cuando ésta perdió la subvención oficial, y subsiguientemente el apoyo económico de Rodríguez Feo. Dejó sencillamente que se hundiera. Además, ¿qué valor moral podría tener para la gente de Orígenes el dinero de Baquero o una palabra de aliento, si al mismo tiempo él dedicaba en La Marina artículos encomiásticos a Leónidas Trujillo?

(El baquerismo literario, Revolución, Jul. 1959)