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Friday, June 28, 2013

Virgilio Piñera vs. Jorge Mañach

Amigo Mañach, lo peor de las cosas es que nos gusten a pesar de ellas mismas. Un espíritu astuto diría que no, que lo mejor de las cosas es que nos gusten a pesar de ellas mismas. Pero no nos importan los espíritus astutos sino solamente los espíritus. Para usted es Poeta, nada más y no otra cosa, que “reticencia polémica un poco menuda” y “cuarzo y niebla”. Lo demás que usted añada es sólo pura cortesía; que no cuenta.
   Y un pequeño error de cálculo que ha sido la causa de todo esto. Quiero decir que yo envié Poeta al Mañach de la Revista de Avance, pero el envío me fue respondido por el Mañach de próximo ingreso en la Academia de Artes y Letras. Y como la existencia de este personaje último exige necesariamente la muerte del primero, me pregunto melancólicamente, si el destino del homme de lettres en Cuba sea el de sucesivas metamorfosis hacia un espécimen de simetría cada vez más opuesta a la de este puro hombre de letras. Porque es indudable que existe una profunda disociación entre aquella declaración contenida en el número inicial de la Revista de Avance y el juicio que usted ahora comporta sobre la declaración hecha en Poeta. Poseo la seguridad de que ese fallecido personaje no se habría escandalizado con la lectura de “Al levar el ancla” o con la “Terribilia Meditans”; y entre otras razones fundamentales porque no “llevaría en su bagaje la bandera blanca de las capitulaciones”.
   ¡Capitulaciones!... He aquí uno de los agudísimos problemas que cooperan a esa frustración antedicha. Yo no sé por qué causa (dejo esto al minucioso sociólogo) el hombre cubano (el americano en general) en llegando a un punto capitula; y comienzan entonces esos hombres sucesivos que no son ningún hombre y que implantan la confusión; que instauran la escuela del confusionismo.
   Sí, usted “se asusta a veces un poco de su propia herencia…” Pero, Mañach, es que en materia de sustos, de terrores la de nosotros tiene sobrados fundamentos para asustarse ate la franca capitulación de la generación anterior. Y sabe usted que no hay cosa más difícil para una generación que toparse con que la precedente ha capitulado. Y a nosotros —de quienes se dice que somos erizados puercoespines, supercríticos de todo—, ha tocado representar ese difícil papel de la rebeldía; del espíritu metódico y de intransigencia en un medio, que después de la seudo revolución machadista, sólo quería el pesebre y el conformismo en todos los órdenes y en todas las esferas.
   Esto nos ha traído graves reproches de los que nos sentimos satisfechos. Por ejemplo, los hechos a Poeta, recorren la gama más variada; ellos son la contrapartida al sentido de método, ordenación y jerarquía que caracterizan al cuaderno. ¡Y a esto llama usted así simplemente “cuarzo y niebla”! Pero no hay tal cuarzo ni tal niebla si yo sinceramente aviso de ciertos peligros en los cuales estamos a punto de caer o ya estamos cayendo; porque la peor de las morosas delectaciones es la originada precisamente en los grupos afines. Y esto, si no me equivoco se denominaría cristalización, y cristalización es muerte.
   Para salvarnos —en la medida que un hombre en Cuba pueda salvarse—, hemos tenido que suprimir toda amabilidad, pues, ¿no es cierto, por ejemplo, que el completo abandono del principio polémico y de jerarquía ha sido causa de la confusión y desorden literarios en que nos movemos? Y nosotros, ¿podíamos admitir que la jerarquía poética fuese mancillada? ¿Que esa relajada democratización en marcha inundase el predio de la recta poesía cubana? Sabe usted muy bien que hoy se escribe a cualquiera, titulado poeta porque sí, un ensayo de crítica aunque ello signifique la confusión. Denunciar estos hechos, ordenar el desorden; no pactar, no capitular; meterse de lleno en la obra es nuestra misión. La posteridad se encargará de confirmar o desmentir.
   Pero antes que la posteridad y para que ella posea material suficiente, deberá usted, Mañach, escribir de lleno ese “escandaloso” ensayo sobre “Lo poético irresponsable” al que —nunca lo dude— le haremos, naturalmente, todo el caso. Mientras, yo releeré su carta, que es un breve tratado de ironía beocia. Yo ruego a los dioses que el suyo próximo sea una muestra acabada de ironía ática. Usted decidirá.

(Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978, Ediciones Unión 2011)

Thursday, June 27, 2013

Manuel Sosa vs. Luis Manuel Pérez Boitel

Boitel no es solamente un bruñidor de flautines, sino que a ratos se presenta como heraldo de un mundo redimible, donde la sublimación de la Patria se impone a cualquier arte o destreza. De nada vale firmar versos, si nada hacemos para que la Patria termine de sacudirse la somnolencia de la medianía. Su pluma militante no vacila en despojarse de las praderas invisibles para fustigar a quienes profieran quejas u ocupen dudas en aquel territorio que busca la luz total. Cada vez que un versificador cubano se encabrita de esa manera, termina con un nombramiento de Poeta Nacional, o con una cartera tribunicia.

(Luis Manuel Pérez Boitel: el arpa con baño de oro, Blog La Finca de Sosa, 2007)

Wednesday, June 26, 2013

Lisandro Otero vs. Enrico Mario Santí

Repito la pregunta de Santí, pero refiriéndome a él mismo: ¿se le puede dar crédito a quien comete tantas deformaciones y calumnias, da oídos a tanta patraña, insidias, chismorreos e inexactitudes? Su escrito responde a una nueva campaña de descrédito pues se publicó en dos revistas, una chilena y otra mexicana, antes de aparecer en Encuentro. A la agresión del exilio uno el silencio interno: hasta donde sé ninguna publicación cubana ha divulgado una sola línea sobre la aparición de mis memorias.
   Si queremos ir preparando el terreno para una comprensión inteligente de lo ocurrido en los últimos cuarenta años de nuestra historia, debemos proceder con seriedad y negarnos a dar cabida a los textos injuriosos, imprecisos, que deforman la realidad y la acomodan a la intención hostil de quienes pretenden volver al pasado sin comprender el presente.

(Réplica, Encuentro de la cultura cubana, No. 18, 2000)

Tuesday, June 25, 2013

Rafael Rojas vs. Ernesto Hernández Busto

Soy de los que piensan, como Bloom o Steiner, que la excelencia en la cultura se alcanza por medio de una expresión refinada y no de una cuota de representación de ciertos sujetos sociales, por muy marginados o "incorrectos" que sean. Supongo, por ejemplo, que, según Hernández Busto, Nicolás Guillén es un autor "correcto" y José Lezama Lima un autor "incorrecto". A juzgar por el estado de la lectura de ambos en la actualidad, sostener eso es, por lo menos, controvertible. A mi modo de ver, cada uno tiene su lugar en la tradición cultural de la Isla y de Hispanoamérica, no porque uno fuera mulato y el otro blanco, sino porque ambos escribieron un excelente castellano.Lezama dejó estos versos: "el verdadero rey forma la estatua de humo/ para colocarla en el recodo más frío de la perfección". Y Guillén estos otros: "no puedo hablar, pero me gritan/ la noche, este misterio;/ no puedo hablar, pero me obligan/ el perfil de mi padre, su índice de recuerdo;/ no puedo hablar, pero me llaman/ su detenida voz y el sollozo del viento". Ambos fueron poetas, sólo que Lezama fue, además, un intelectual de largo aliento y ancho registro, un pensador de la literatura: condición que, a mi juicio, no lo hace más virtuoso como artista, sino más legible como autor de una poética.
   Hernández Busto inicia su reflexión con supuestos cuestionables. Dice que hoy el debate sobre las tensiones raciales está ausente en los medios intelectuales cubanos. Falso: en los últimos diez años ese ha sido uno de los temas más discutidos en la Isla y el exilio, como reacción al tabú impuesto por el ilusorio "fin de la discriminación racial" que pregona el gobierno de Fidel Castro. Que ni siquiera el "actual estado de la cuestión" es suficiente, dada la centralidad social de un tópico como ése, no lo niego. Dice también que, cuando alguna vez se debaten, los problemas raciales quedan circunscritos a la corrección política de la afrocuban culture. Incorrecto: hay muchos historiadores, dentro y fuera de los Estados Unidos, que han estudiado las fricciones raciales de nuestra cultura sin reducir sus argumentos a los emblemas de una identidad étnica afrocubana: Rafael Fermoselle, Rebeca Scott, Aline Helg, Alejandro de la Fuente, Ada Ferrer... Menciono a estos autores no con afán de autorización, ni por marcar territorios, ni por exhibicionismo —son bastante conocidos—, sino como evidencia de lo desacertados que suelen ser ciertos diagnósticos de la cultura, emitidos desde capillas sombrías que aborrecen las instituciones del saber.
   No soy un devoto del academicismo. En varias ocasiones he afirmado que deseo para Cuba un mundo intelectual menos escolástico, más abierto que el campus universitario norteamericano —por no hablar del español—, y que involucre a artistas, escritores, periodistas, empresarios, políticos y cualquier otro actor de la opinión pública. Pero también pienso que el medio académico, desde nuestra tradición colonial y republicana, forma parte de la cultura. Me temo que Hernández Busto, por el contrario, critica la academia de las ciencias sociales desconociéndola y, lo que es peor, despreciándola. Así, por ejemplo, descubre a estas alturas la crítica de la transculturación de Fernando Ortiz y de las metáforas del mestizaje, luego de tantos valiosos estudios —sobre todo, para aquellos interesados en la "cuestión racial" como él mismo— de Manuel Moreno Fraginals, Fernando Coronil, Antonio Benítez Rojo, Enrique Patterson, Gustavo Pérez-Firmat, Enrico Mario Santí, Román de la Campa, George Yúdice e, incluso, Peter Burke, el gran historiador de la cultura europea que, seguramente, le interesará por sus análisis del "arte de callar" en la época clásica.
   Afirmar que Guerra y Ortiz se quedan en una "sociología ingenua", después de lecturas tan arduas del Contrapunteo..., es un presumido desplante, una pedantería y hasta una incongruencia: ¿cuál es, según Hernández Busto, esa "ingenua sociología" mestiza de Guerra? Que yo sepa, desde Azúcar y población en las Antillas (1927) hasta Por las veredas del pasado (1957), Ramiro Guerra defendió, con la melancolía de quien conoce lo imposible, el idilio de una comunidad de pequeños propietarios criollos que, como la utopía blanca de Saco en el siglo XIX, se sentiría amenazada por la inmigración negra y mulata, desde África o las Antillas. En este sentido, Guerra, Lamar Schweyer —quien insinuó, por vía negativa, una doctrina del White Power cubano en La crisis del patriotismo— Ferrara, Gutiérrez, Rodríguez Embil y otros intelectuales machadistas le sirvirían, más que Lezama y Orbón, como ejemplos de una idea de la cultura cubana que es alérgica a cualquier enunciado negro, mulato o santero. Claro, a Hernández Busto no le atraen las ideas de la cultura cubana de un ensayista, próximo a las ciencias sociales, como Guerra o Lamar, Varona o Entralgo, Ortiz o Mañach, sino sólo los mitos de los poetas o, más bien, los mitos de un poeta: José Lezama Lima, el Único.
   Pero lo que no advierte Hernández Busto en todo su artículo es que su crítica, ahora sí ingenua, a la transculturación lo coloca en un punto muy cercano al multiculturalismo que él desea rechazar. Quien lea con cuidado el Contrapunteo... encontrará que, más que una teoría etnológica, lo que hay ahí es una teoría migratoria. Ortiz se esfuerza todo el tiempo por proponer un marco de integración cultural a todas las inmigraciones que han llegado a Cuba, desde la africana hasta la judía, pasando por la china y la polaca. Por eso su sofisticada antropología, publicada en el mismo año de la Constitución de 1940, es un correlato intelectual de ese modelo cívico republicano que avanzaba en la historia cubana, desde finales del siglo XIX. El quiebre de ese modelo es lo que propone actualmente la llamada "ciudadanía multicultural", fragmentada en identidades étnicas, religiosas, genéricas y sexuales, y a la cual pertenecen, en igualdad derechos estamentales, las prácticas y discursos "blancos" y "negros". Ante esa disyuntiva entre republicanismo y multiculturalismo, yo elijo una reformulación del primero, en la que la jerarquía de la tradición siga estando determinada, como quiere Claudio Magris, por la plasmación más o menos depurada de un espíritu y no por la representación de algún sujeto. ¿Qué elige Ernesto Hernández Busto?

(El negro problema de un blanco. Cubaencuentro, marzo. 2001)

Monday, June 24, 2013

El Viajero vs. “El príncipe jardinero y fingido Cloridano”, de Santiago Pita

Poseído de unas ideas tan brillantes ¿Qué juicio quería V. que formase de nuestro teatro actual la primera noche de mi arribo que me tocó ir a ver representar la famosa Comedia El príncipe jardinero y fingido Cloridano?  Considérelo V. mientras paso a hacerle una sencilla narración de lo acaecido. Es el caso que había ido yo a la comedia [con] un amigo que siempre me acompañó a iguales actos antes de mi partida. Notó la indisposición de mi semblante durante la representación, y cuando íbamos saliendo del Coliseo me dijo: a V. parece que no le ha gustado la comedia. Ni la comedia, ni los comediantes, le contesté, aquélla por disparatada e insolente, y esto (porque a excepción de uno en quien se dejan ver ciertos golpes de cómico) carecen de todos o los más requisitos que constituyen un buen comediante, y me ha dolido a la verdad gastar tres reales por estar incómodo. ¿Pero qué hemos de hacer, repuso mi amigo, si no hay otra cosa en que pasar el rato? Ya lo veo, le dije, pero podía el autor de las comedias ciñéndose al tiempo y al lugar, elegirlas arregladas, que al paso que nos divirtieran sacáramos algún fruto en orden a corregir nuestras costumbres. Bien veo, también me dirá V. que esto es pedir muchas cotufas en la Havana donde se hallan pocos que entiendan que quiere decir comedias arregladas, gustando los más de vuelos, tramoyas y lances inverosímiles: que serían unos panarras los cómicos si sacando mayor utilidad de representar a Juana la rabicortina, prefiriesen a las verdaderas comedias: Hacer que hacemos y al Señorito mimado.

(Papel Periódico de La Havana, julio 1791)

Friday, June 21, 2013

Fermín Gabor vs. Arturo Arango

Me acusa, a mí y a otros, de intolerante. Pero, ¿por qué buena razón dejar de atacar a un mazo de escritores oficialistas que ya cuentan en revistas y periódicos y noticieros y editoriales y oficinas con suficiente aplauso y vitoreo? ¿Hay que sumarse al coro de quienes los celebran? ¿Hay que callarse la boca o sudar fiebre por los pasillos roñosos donde circula el chisme? ¿Ser tolerante con la intolerancia política y la mediocridad literaria de quienes protagonizan la escena cultural cubana?
   Ya por el tobogán de las preguntas, ¿quién es verdaderamente Arturo Arango?
   Compartiré con mis lectores la mejor de mis hipótesis: hace unos años era el muy joven director de Casa, revista continental. Roberto Fernández Retamar era su jefe. Un buen día, con ganas de divertirse, de burlar la mediocridad de un periodista llamado Luis Sexto, el joven director confabulóse con algunos de sus subordinados y escondieron los rasgos del mediocre periodista bajo disfraces de payaso. Sacaron un número de la revista con retratos burlados de Luis Sexto.
   Lo escolar de la broma no tiene para mí reproche alguno (¿acaso aquí no las cometo igual?), sí lo insignificante de su elección. ¿Por qué en lugar de un idiota con nombre de rey no ocuparse de muñecón más alto? ¿Por qué no el jefe Retamar, por ejemplo? ¡En lugar de pieza mayor, bajarse con un periodista que nadie recuerda ya! Ubi sunt Ludovicus Sextus.
   No tardó mucho el burlado en reconocer bajo los payasescos rasgos los rasgos propios de su jeta, y exigió reparaciones a la ofensa, visitó a las autoridades pertinentes, hizo de la venganza punto de honra.
   Levantado el escándalo, el joven director de la revista Casa se mostró incapaz de reconocer su participación. Se engurruñó, escondióse, aclaró al jefe Retamar su desconocimiento de una jugarreta armada por subordinados suyos a sus espaldas.
   Pero aumentaron un poco la presión atmósferica y el joven director acabó por reconocer su parte en el complot. Lloró en la oficina del jefe (en la antesala, ya que no lo recibían) peticiones de misericordia. Haría lo que fuera necesario para recuperar la confianza traicionada por él. Se iba a Solentiname de monaguillo de Ernesto Cardenal, bordaría trajes típicos para Rigoberta Menchú.
   Y ahora ese lacrimoso que obrara encubiertamente, que dejara en la estacada a los suyos y mintiera a su propio jefe, es quien llama cobarde y amoral a todo el que se acoja a seudónimo o anonimato. Reencarnado desde hace años como jefe de redacción de La Gaceta de Cuba, asegura que no cometerá el pecado de la descalificación fácil: “evito escribir la palabra ‘cobardía’”. (Seguramente le traería recuerdos personales, remordimientos.)

(La Lengua Suelta # 18, La Habana Elegante, segunda época)

Thursday, June 20, 2013

Duanel Díaz vs. Eliseo Diego

El hecho de que, como este, “Pequeña historia de Cuba” no sea un poema demasiado referencial o explícito no lo “salva” en modo alguno de su contexto político. Su publicación en el número 67 de Casa de las Américas, donde aparece una declaración contra los críticos extranjeros que lamentan la farsesca confesión de Padilla, es significativa. No sólo porque Diego está entre los firmantes de ese documento, sino porque en el funesto período que inaugura entonces el Congreso de Educación y Cultura, mientras tantos escritores fueron marginados él gozó de favor oficial. Y parece difícil cuestionar la relación entre esa ventajosa situación —que incluye varios viajes a la Unión Soviética y otros países socialistas— y un poema como “Pequeña historia de Cuba”, donde los experimentos de ingeniería social comunista son el referente más estricto de los versos que rezan: “vivos, vivarachos de siempre, se acabó lo que se daba, ya no hay oro. / Porque no nos importa, porque es un sucio becerro y no nos da la gana”, como la zafra de los Diez Millones lo es de aquel otro que proclama que “no especulamos, de espejo a turbio espejo, ya infernalmente con la caña”.

(Límites del origenismo, Editorial Colibrí, Madrid, 2005)

Wednesday, June 19, 2013

Pablo de Cuba Soria vs. “Mi bandera”, de Bonifacio Byrne

Aquellos que crecimos por la década de 1980 en Cuba, recitamos con pueril fervor Mi bandera de Bonifacio Byrne. "¡Al volver de distante ribera,/ con el alma enlutada y sombría…". El matutino escolar resultaba el espacio ideal (Yo, que cursé la enseñanza primaria en el oriental Centro Escolar 26 de Julio, antiguo Cuartel Moncada, recuerdo cómo en la clase de Lectura nos teníamos que aprender el poema. Sí, y ante todo, era necesario darle una histérica entonación a la última estrofa: "Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día…". El texto de Byrne devenía, por obra y gracia de un sistema educacional "para el bien de todos" y de nuestra ingenuidad, el más sublime estado poético alcanzado por el hombre, el más alto ejemplo de patriotismo literario).
   Con el paso del tiempo me di cuenta (jodido sentimiento de desolación y estafa) que Mi bandera es tan sólo eso: un mediocre poema para recitar/gritar en matutinos escolares en Cuba.

(Donde Bonifacio Byrne lamenta su descendencia. Cubaencuentro, febrero 2005)

Monday, June 17, 2013

Martín González del Valle vs. José Fornaris (2)

Entre el fárrago de sus obras hay tal cual asomo de belleza que la casualidad y no el talento depositó, para hacer resaltar con más fuerza lo desbarajustado de ellas. Valióse de voces indias, pensando que era necesario ese ropaje para ser poeta popular. Quiso ser el Beranger cubano, y tropezó con su falta de aptitud, no acertando á hacer cosa de provecho. Brillante globo de jabón, que entretuvo por un momento la curiosidad de los chicos, y que al más ligero soplo de la crítica se deshizo, no dejando rastro de su paso.

(La poesía lírica en Cuba, Oviedo 1888)

Friday, June 14, 2013

Jorge Pomar vs. “Dulces guerreros cubanos”, de Norberto Fuentes

Norberto Fuentes sigue dando hasta el sol de hoy la impresión de no haber cortado su cordón umbilical con el régimen. La trama de Dulces guerreros... gira alrededor de una crónica de los últimos contactos del autor con Ochoa y los gemelos De la Guardia. Raro, cuando éstos ya se hallaban bajo estricta vigilancia. Fuentes, alega en el libro de manera inverosímil, les previene repetidas veces en vano acerca del inminente peligro que corren. Signo de interrogación seguido de signo de admiración: ¿cumplía órdenes superiores? ¿O acaso el alto mando lo dejaba lucirse para darles a los acosados una engañosa sensación de normalidad?
   Destaca su (frívola) amistad con ellos; se regodea en la descripción de las técnicas de acoso y vigilancia de que son objeto en los días previos al inicio de la Causa No. 1 de 1989; e insiste en la urgencia de hacer algo ante unos hombres que se saben atrapados en la trampa mortal que ellos mismos han tendido tantas veces a otros. No hay escape. A todas estas, hasta el lector más atento ignora por qué el propio Fuentes parece no sentirse nunca realmente en peligro.
   Alrededor de esa trama principal, y de los alardes sexuales del autor, giran un sinfín de relatos de segunda y tercera mano con la más insustancial y despectiva chismografía: Fidel, “un mal palo del carajo”. Raúl, un bastardo. Gabriel García Márquez, un vulgar correveidile de Fidel. Un dato superfluo, gratuitamente denigrante: Aliusha, una de las hijas del Che, es descrita como una ninfómana que se revuelca con amantes de ambos sexos por todas las camas de la Misión Cubana en Luanda.
   Los generales Ochoa y Cintra Frías, unos guajiros que de chicos se pasaban la vida fornicando con cabras y puercas como si fuesen mujeres. Lo cual, a juzgar por su autorretrato en el libro, el macho cabrío Fuentes hace a la inversa: él de adulto fornica con las mujeres como si fueran chivas y cerdas. Silvio Rodríguez, un tipo con cara de “perro apaleado” incapaz de “hacer vibrar” una vagina. ¿Cómo lo sabe? Y multitud de personajes menores mencionados con pelos y señales a quienes, venga o no venga a cuento, el autor se deleita en airearles los trapos sucios.
   En contraste, Fuentes, que cuando quiere jura y perjura, citando a troche y moche nombres y lugares para probar nimiedades y tópicos gastados, no aporta datos cuando describe hechos tan graves como la técnica favorita de asesinato a sangre fría de Camilo Cienfuegos, el mítico comandante misteriosamente desaparecido en un accidente aéreo en octubre de 1959 y deidad suprema en el sanctasanctórum de revolucionarios y contrarrevolucionarios. O cuando pinta a un general Ochoa descerrajando en persona (¿!) tiros de gracia en la cabeza de prisioneros angolanos interrogados. ¿Él estaba allí?
   Como testimonio factual Dulces guerreros... deja que desear por más de un concepto. Lo que debía ser un documento irrefutable y desgarrador, arrancado laboriosamente de los entresijos de la memoria de un autor que compartió cuchara con la élite del poder en Cuba, deviene de entrada en una inextricable amalgama de géneros literarios que van desde las referidas digresiones erótico-escatológicas, pasando por un extenso catálogo de vocablos y dicharachos cubanos (destinados al lector extranjero) hasta un empleo recurrente, extemporáneo, de la ficción novelesca.

(Dulces guerreros cubanos o la poética infalible del cinismo, Blog El Abicú Liberal, julio 2007)

Thursday, June 13, 2013

Ernesto Hernández Busto vs. “Poesía cubana del siglo XX”, de Jesús Barquet y Norberto Codina

A cambio de ilustres ausentes como Severo Sarduy, la recopilación de poesía nos regala una pléyade de poetisas de lírica deslavazada, titilantes en los cenáculos académicos del exilio. También está José Pérez Olivares, imitador de un libro de Eliseo Diego. Visto a vuelo de pájaro, este florilegio resulta el peor de los tres. Y la razón (o sinrazón) de ello es la más sencilla de las mencionadas: tanto Barquet como Codina son poetas mediocres, aquejados de tradicionalismo y miopía histórica. Ya lo hace notar Antonio José Ponte, uno de los excluidos, en su atendible carta de protesta: la obra poética de Codina (escasa y prescindible) no amerita su condición de juez; la de crítico literario no se encuentra por ninguna parte. El propio Ponte revela la extraña aritmética literaria del antologador: “Ha puesto diecitantos poemas (breves) de Boti por cinco o seis (largos) de Lezama. Desconfía de lo sucinto o hace equivaler cinco metros cuadrados de Boti a cinco metros cuadrados de Lezama. Y, con este ejemplo, ya está dicho casi todo acerca de su agudeza.” Agreguemos otro cálculo que compromete a Barquet: Lezama o Eliseo Diego tienen menos poemas incluidos que Rita Geada, de quien no me resisto a citar dos versos ejemplares: “Inusitadamente a Nueva Inglaterra he regresado / con el inquieto mar aún en las retinas.”

(Un escándalo canónico, Letras Libres, narzo 2003)

Wednesday, June 12, 2013

Antonio José Ponte vs. José Martí

Lo primero sería considerarlo un autor. Un autor como otros, uno más en el anaquel. Nada de libreros aparte, nada de puestos primordiales. Para ello la edición en obras completas es un tropiezo. Ellas solas desplazan demasiado volumen. Habría que procurarse una edición más ligera. Existe una en dos tomos en papel biblia, pero un Martí en papel biblia nos haría reincidir en la veneración seguramente. Así que lo mejor sería disponer de una antología en pocos tomos y de este modo quedan en el camino sus piezas de teatro, su novela: todo bien evitable.
   Una vez colocado entre los demás, es verdad que Martí resulta raro. Se ven raros sus tomos entre aquellos que leemos por placer. Se echa a ver enseguida que sus páginas han sido casi siempre lectura dictada por algún deber. Y más, se nota enseguida que el deber llena esas páginas completamente y las conforma, que esas páginas constituyen una continua llamada al deber. Que esta llamada tenga siempre el subterfugio de un estilo, no hay que dudarlo. Su autor padecía de estilismo a ultranza como puede verse. Creía que cuanto escribiera —literatura más o menos pura, periodismo neto, propaganda política... —, toda esa dispersión iría a concentrarse en un estilo, en el estilo de José Martí. Ese estilo es, por ejemplo, la única explicación a la presencia, dentro de sus obras completas, de las traducciones que hizo.

(El abrigo de aire, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, 2000)

Tuesday, June 11, 2013

Juan Abreu vs. Uva de Aragón y Miguel Barnet

Uva de Aragón, una vieja defensora de los restregueos “culturales” con la dictadura de los Castro, ha dicho que “en el ámbito cultural no se puede rechazar la invitación a Barnet”.
   Uva habla del esbirro Miguel Barnet como si hablara de Bambi, y hay que decirle que Barnet es, antes que un intelectual, un funcionario y un esbirro de la dictadura.
   ¿No se puede? ¿Por qué no se puede?
   Una Universidad puede, perfectamente, rechazar a un esbirro. Ya lo han hecho, ¿a cuantos intelectuales a sueldo de Pinochet o Videla invitó en su momento, la Universidad Internacional de La Florida?
   A propósito, recuerdo la batalla que tuvimos que dar (junto a los profesores Reinaldo Sánchez e Isabel Castellanos) para que aceptaran en la Universidad Internacional de la Florida… ¡a Reinaldo Arenas! ¿Qué argumentaron para rechazarlo? Ah, sí, que era un derechista. Vaya, vaya, filtros ideológicos en la Universidad. ¿Lo recuerda, señora Clavijo? Pues vea que yo no lo he olvidado.
   Lo cierto es que la señora Aragón y el Instituto que ella dirige en la Universidad Internacional de la Florida han demostrado una lamentable tendencia a revolcarse culturalmente con intelectuales castristas, es decir con esbirros del castrismo.
   Bueno, tampoco es nada raro. Miami es una ciudad invadida de forma escandalosa por agentes castristas y el trabajo de estos agentes lo impregna todo, y este todo incluye naturalmente la política de “intercambio cultural” con la dictadura. Es lo normal.
   Uva Clavijo puede traer a Barnet a Miami y comerse con él una cazuela de mofongo si eso la hace feliz. ¿A quién le importa?
   Pero que no diga que “no se puede rechazar” una invitación a Miguel Barnet. Claro que se puede. Para hacerlo lo único que hace falta es tener un poco de vergüenza.

(Blog Emanaciones)

Monday, June 10, 2013

Rolando Sánchez Mejías vs. los “realistas” cubanos

Los escritores "realistas" cubanos introdujeron en su estilo mecánico la realidad investida de Historia que se celebraba afuera: suponían que empleando las frases cortas de Hemingway, o dilapidando a los rudos cosacos de Babel en sus murumacas narrativas, la historia les daría el espaldarazo redentor. Y este fue su error: hacer de la realidad una extensión de la Historia.

(El arte de graznar, Diáspora[s], Nos. 7/8, 2002)

Friday, June 7, 2013

Orlando Luis Pardo Lazo vs. Alberto Acosta Pérez

Alberto Acosta hizo carrera sin proponérselo, ese fue tal vez su defecto capital como creador. Maestrías, posgrados, serie de conferencias, antologías, premios locales e internacionales, y una ristra de peligrosísimos paliativos que adormecen nuestra desesperación animal. Se empieza con una nimiedad mediática y, cuando vienes a darte cuenta, ya tienes un abultado curriculum vitae. Te convierten en un personajito querido de abrazos, giras y medallines, y, a la hora de pasar el pestillo de nuestro apartamento, ya no puedes patear ni media palabra más contra tu contexto, sea político o literario: ¿hay diferencias?
   Sobran floristerías en su obra, como todos saben. Pero toda lectura es, además de un error primigenio, un acto de fe al borde mismo de lo virginal. Así sigo leyendo en el 2012 a este poeta prescindible, como deben ser los poetas si no aspiran al cadalso de convertirse en canon. Lo leo como los que él y yo éramos veintitantos años atrás, cuando el país bullía de derrumbes para asaltar un futuro menos personalista y que al cabo nos momificó (es el precio patrio de la fidelidad).

(El poeta malo y la muerte, Diario de Cuba, enero de 2012)

Thursday, June 6, 2013

Nuncio Hernández Valle vs. "Lobas de mar", de Zoé Valdés

Consecuencias directas de la falta de información y de cultura general de esta autora son los anacronismos idiomáticos en los que incurren sus personajes. Cualquiera que haya leído literatura de los siglos XVII y XVIII —y no hablo sólo de novelas, sino también de crónicas de viajes, diarios y cartas—, adquiere un sentido de lo que pertenece o no al lenguaje habitual de una época. Pero el detector lingüístico falla por completo en el caso de Valdés. Existen razones históricas que imposibilitan la existencia de muchos giros idiomáticos en personajes que vivieron tres siglos atrás. En otros casos, las inexactitudes se deben al uso de cubanismos contemporáneos que no surgieron hasta bien entrado el siglo XIX o incluso el XX.
   Sea como sea, en medio de una novela de piratas resulta contraproducente topar con estos modismos: “en la calle y sin llavín” (p. 25); desconchiflados (p. 25); “allá tú con tu condena” (p. 27); “parándosele por gusto el mandado” (p. 36); “tenía noventa y nueve papeletas para un viaje irreversible” (p. 43); “se echó al pico a unas cuantas decenas de piratas” (p. 57); “duraba lo que un merengue a la puerta de un colegio” (p. 58. Nota: ni siquiera existían los colegios de asistencia masiva donde un vendedor callejero se hubiera detenido a vender sus dulces); “eso sí me vendría de perilla” (p. 67); “maciza como una lechona, o masúa, como dicen los isleños cienfuegueros” (p. 67. Nota: ya sabemos que los cienfuegueros no podían existir en esa época, así es que es dudoso que pudieran emplear ninguna frase típica de ellos); “ya verás lo que son cajitas de dulce guayaba” (p. 82. Nota: el dulce de guayaba no se embalaba en cajas en esa época, porque ni siquiera existía); “se desayunaba ahora con que…” (p. 88); “la sangre bombeó de nuevo a todo meter en sus arterias” (p. 89); “la cosa no anda buena” (p. 116); “embarajó confianzudo” (p. 139); “se hizo la muerta para ver qué entierro le hacían” (p. 154); “tono relambío” (p. 168); “pueda venir a hacerme un cuento chino” (p. 176. Nota: esa frase nace en Cuba después que llegan los primeros inmigrantes chinos a la isla, en la segunda mitad del s. XIX); “toda esa rebambaramba” (p. 177); “por mucho que Mary intentó dorarle la píldora” (p. 200)… Una vez más, recuerde el lector que estamos hablando de finales del siglo XVII y principios del XVIII.

(Lobas de mar, o sea, hablando boberías, reproducido por Rebelión, marzo 2004)

Wednesday, June 5, 2013

José Prats Sariol vs. poesía cubana actual

La confusión, alimentada por vanidades y soberbias pródigas en adjetivos espectaculares, ha roto los diques. Se evita distinguir, sobre todo entre los autores medianeros. El resultado es un bosque reseco donde apenas se ve un árbol sano.
   Y huele peor cuando los argumentos son exógenos: multiculturalismo, géneros discriminados, minorías, disidencias o aquiescencias políticas, topologías, afanes generacionales… Hasta he oído quien defiende a un “poeta” porque fuma marihuana o porque un tío lo violó cuando niño…
   Otros, más cultos, se esconden detrás del biombo deconstructivista, del relativismo como forma de la diversidad evaluativa, de la acusación de elitismo. Como si al lado de Martí y Casal se pudieran poner a los otros veinte poetas  —hoy serían dos mil— modernistas cubanos de fines del siglo XIX.
   El resultado está delante, entre reseñas laudatorias y silencios cómplices: cada día que pasa se publican más poemas, cada día que pasa se leen menos poemas. ¿Paradoja? ¡Qué va! A dos por medio no se distingue un mango de una piedra amarillenta.
   En la poesía cubana actual, como en la de cualquier otro país de habla hispana, el canon duerme. Sueña que al despertarse haya más lectores que poetas.
   Yo, por ahora, leo el primer verso. A veces llego al quinto. Por lo general paso la hoja, lo poncho a la papelera o cierro el blog. No hay tiempo para más.

(Poetas a dos por medio, Blog Emilio Ichikawa, agosto 2009)

Tuesday, June 4, 2013

Aurelio Alonso vs. Encuentro

Cómo englobarlos: pudiéramos llamarlos ex, a, post, o claudicantes, porque no nacieron de una confrontación directa con la Revolución. O sea, la contrarrevolución va cambiando de cara como va variando el origen de su membresía. Pienso que esto merece estudio y análisis, hoy vemos cómo todo ese grupo de cubanólogos, el que mencioné más arriba, los más veteranos, en los que vi posiciones desde el punto de vista académico más moderadas —no digo que desde el punto de vista político, pues Jorge Domínguez, por citar uno, sigue siendo un hombre muy vinculado a las posiciones del gobierno norteamericano—, o sea, el grupo que gira alrededor de la revista Cuban Studies, empieza a ser desplazado desde Madrid por Encuentro. Esta última empieza a nuclear a una nueva generación de contrarrevolucionarios formados después de la Revolución (Rafael Rojas, Iván de la Nuez, Zoe Valdés, ahora [Emilio] Ichikawa), es una nueva amalgama, que hace que dicha revista sea algo distinto de lo que supuestamente se propuso en un principio, porque de encuentro no tiene nada. Su posición es completamente sesgada.

(Revolución y Cultura, # 4, 2000)

Monday, June 3, 2013

José Lezama Lima sobre la Avellaneda

Y don Juan Valera llega su delirio a compararla nada menos que con la marquesa de Pescara, Vittoria Colonna, cuyos sonetos son verdaderamente prodigiosos. Esto revela el confusionismo crítico que había en esta época. Don Juan Valera la compara con Corina, con la marquesa de Pescara, con Santa Teresa. Pero todo eso es una falsa bengala, una falsa crítica de verbena, nada de eso es cierto. La marquesa de Pescara es superiorísima a la Avellaneda, en el dominio del idioma, en la perdurabilidad de sus recursos expresivos, en la gravedad de su arte.
   Hoy podemos llegar a la conclusión de que gran parte de la poesía de la Avellaneda ha sucumbido, y que su obra es en realidad un gran naufragio.
   ¿Algún día resurgirá la Avellaneda? Nosotros somos los primeros en dudarlo. Pero fue indudablemente una de las grandes personalidades del romanticismo en nuestro idioma; ya hoy apenas tiene lectores, pero su tremenda personalidad tendrá curiosos de sus pasiones, de su sinceridad, de la apasionada manera con que ofreció su alma desnuda.
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(Conferencia sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda. Fascinación de la memoria. Letras Cubanas, 1993)