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Thursday, October 31, 2013

Enrique Piñeyro vs. la Avellaneda

Había llegado a la Habana, no simplemente como cubana deseosa de visitar la patria mucho antes abandonada, ni tampoco a título único de gloriosa poetisa, sino como esposa del coronel don Domingo Verdugo, uno de los militares del séquito del general don Francisco Serrano, nuevo gobernador, superior de la isla; y Verdugo llegaba de antemano designado para algún cargo militar, para ser, como en efecto sucedió, uno de los pequeños sátrapas que ponían a la cabeza de las circunscripciones militares en que estaba dividido el país con objeto de sujetarlo mejor. Esta particularidad esencial entonces, en aquella tierra pésimamente gobernada, mantuvo alejados de la poetisa y su marido a muchos, principalmente entre los jóvenes aficionados a las letras, que no habían querido tomar parte activa en la proyectada apoteosis, aunque se abstenían de oponerse abiertamente a ella. Yo fui de ese número, y bien recuerdo que algunas de las veces en que vi a la Avellaneda pasar sentada en el “quitrín” abierto a la usanza del país, y al lado de su marido, sentía acudir a mi mente aquellos versos del Rimoroso de Berchet: “È la donna d’un nostro tiranno,/ È la sposa dell'uomo stranier”.

(Citado por Carlos Ripoll en su Web)

Wednesday, October 30, 2013

Amir Valle vs. Abel Prieto

¿Alguien cree, a estas alturas, en las palabras del ministro de cultura cuando asegura que “en Cuba no hay un solo libro censurado“? No pongo mis ejemplos, que desmienten tamaña mentira, pero puedo mencionar a unos cuantos de quienes están leyendo estas palabras. Y si no existe censura, qué impide divulgar y dar a conocer en Cuba esas obras fundamentales que hoy se escriben por cubanos en muchos sitios del mundo. ¿O es que debemos creer que, como Reinaldo Arenas o Cabrera Infante, todos han dicho que no quieren ser publicados hasta que haya cambios políticos en la isla?

(correo publicado, 2007)

Tuesday, October 29, 2013

Emilio Ichikawa sobre “Hijos de Saturno”, de Osvaldo Navarro

Técnicamente tiene que ver con esa narrativa testimonial, esa literatura de la memoria que tanto ha marcado la novela cubana de las últimas décadas. Navarro, poeta y periodista, encuentra en ese género un sitio cómodo desde el que emitir sus credos de artista; sin embargo, considero que es también un método creativo que lo aguanta demasiado; es decir, que limita el vuelo del verdadero artista. A diferencia de El Caballo de Mayaguara, cuyo personaje es diáfano, convicente, y que como libro emerge naturalmente de una época precisa y se inscribe con fuerza en otra hasta el punto de que toda la generación de los `80 le tiene al menos como un título familiar, el Comandante Eustaquio de Hijos de Saturno tiene demasiadas aristas “postmodernas”, regustos del momento que nos lo hacen más rebuscado que misterioso. De ninguna manera encantador. No importa que la novela sea de carácter testimonial: el encanto puede escasear también en el ámbito de lo real.

(Osvaldo Navarro: el derecho a mentarle la madre a los tomates, Web Emilio Ichikawa)

Monday, October 28, 2013

Leopoldo Ávila vs. “Dos viejos pánicos”, de Virgilio Piñera

Si uno se pregunta de dónde sale tanto miedo y trata de explicarse esta obra, teniendo en cuenta el medio social revolucionario en que se produce, no va a encontrar respuesta posible. Nada más lejos de la Revolución que esa atmósfera, sin salida posible, en que Virgilio Piñera ha volcado sus pánicos. La nueva sociedad no ha influido en la obra, no ha sido por lo menos, entendida, por un autor, que se aferra a viejas frustraciones que carecen de razón. Ni siquiera una ráfaga del mundo nuevo entra en el viejo mundo de Piñera. Su frustración se amarra de tal manera a sí misma que la obra resulta extemporánea, totalmente ajena a nosotros, extraña a esa manera de ser cubanos que Piñera ha defendido alguna vez como características de su teatro.
   Desde este punto de vista, parte hoy, como ayer, de una negación. Es curioso que Piñera, para quien se reclama el honor de haber hecho teatro absurdo antes que Ionesco, ahora repita lo que no es más que el reflejo artístico de una sociedad decadente en medio de nuestra sociedad. Por este camino sólo lograremos en arte el nivel de copiadores asombrados del último grito europeo y ofrecer el contradictorio espectáculo de una Nación en posiciones de vanguardia y un arte a la cola imitadora del arte del decadente capitalismo mundial.

(Dos viejos pánicos. Verde Olivo, octubre 1968. Visto en: La Habana Elegante, segunda época)

Friday, October 25, 2013

Guillermo Cabrera Infante vs. Nicolás Guillén

Pero si se lee un poema de Guillen de después de su conversión se ve cómo su arte se vuelve artesanía y su poesía deviene propaganda de partido. A veces suena como un alquilón de a diez la línea, como con su poema a Stalin (escrito durante las grandes purgas), en el que llega a emplear la santería (de la que no sabía nada) y a invocar los dioses afrocubanos como si fueran deidades dudosas:

¡Stalin, que te proteja Changó y te cuide Yemayá!

(Vidas para leerlas, Alfaguara, 1998)

Thursday, October 24, 2013

Fermín Gabor vs. “La noche de insomnio, Gertrudis Gómez de Avellaneda”, selección y prólogo de Antón Arrufat

De las fijaciones de textos ajenos realizadas por Arrufat tiene ya el lector algunas muestras. (Su edición de La carne de René, de Virgilio Piñera es conocida como El picadillo de Antón.) Verdadero especialista en reescribir maestros, quién sabe cuántas aportaciones suyas leemos como si fuesen poemas enteramente piñerianos. Y ahora sus desafueros filológicos lo han llevado a producir la que puede considerarse como edición más peregrina de La Peregrina. 
   Él consigna en nota inaugural que ha eliminado de los poemas todos aquellos versos que no le convencían, y en su lugar ha colocado hiladas de puntos suspensivos tal como acostumbraba a hacerse en vida de la poeta. Siglo XIX para una decisión y XX para otra, acto seguido reconoce la supresión de las mayúsculas que doña Gertrudis utilizaba al inicio de cada uno de sus versos. Y para rematar, elimina los signos de admiración tan abundosos en la poesía romántica. Por privilegiar la moderna lectura en voz baja, sostiene.
   En resumen, el cuarto de Tula le cogió candela. Porque no importa cuánto cariño haya dedicado en su prólogo Arrufat a la descuartizada de Puerto Príncipe, termina por tratarla como a histérica a quien se hace preciso controlar en enfásis, exclamaciones y momentos de desfallecimientos. Con mano de antologador le tapa la boca, y se ufana de ello como si estuviera coronándola en el Tacón. O dicho mejor aún: la corona a taconazos. 
   Promete salvarla de la polilla y la trata como a cucaracha. Arrufat deja para nosotros la mejor edición lobotomizada de Gertrudis Mucho-Hombre y nuestros académicos le estarán agrecidos por el churro. (Con tal de no dar golpe miran con buenos ojos las chapucerías del primero que pase.) 

(La lengua suelta # 15, La Habana Elegante, segunda época)

Wednesday, October 23, 2013

Guillermo Rodríguez Rivera vs. Antonio José Ponte

Ponte es uno de esos partidarios del pluralismo que pueden aplastar la posibilidad de opinar del “otro”. Tiene muy claras las opciones: o comisario político o gusano. Me imagino que el habrá hecho la opción no oficialista, “independiente”, pero permítaseme decir que yo no he sido nunca ninguna de las dos cosas aunque, acaso por ello produzca el rechazo de los fundamentalistas, y así como los comisarios me vieron como gusano, los gusanos me ven como comisario.
   Lo que ocurre es que buena parte de los comisarios que conocí y sufrí se han hecho gusanos, como es muy probable que algunos de los gusanos de hoy devengan marciales comisarios como se les brinde la oportunidad, porque gentes hay que no conocen aquello que los clásicos llamaban la aurea mediocritas. Y claro que existen los que desdeñan la oficialidad de los pobres pero se apuntan enseguida a la de los poderosos.
   Acaso por esa rigidez de pensamiento, nos concebía a los jóvenes escritores que hacíamos El Caimán Barbudo como sometidos a un juramento “militar o de partido”. Estoy seguro de que Ponte, en sus tiempos de estudiante de tecnología, vio demasiadas películas soviéticas de los años cuarenta.

(Un receptor y emisor oblicuo, Cubaencuentro, abril 2006)

Tuesday, October 22, 2013

José Álvarez Baragaño vs. los intelectuales “apolíticos”

Los intelectuales que mantenían el “apoliticismo” de la literatura, la irresponsabilidad de la poesía y la neutralidad del pensamiento, fueron siempre instrumentos conscientes o inconscientes de las fuerzas opresoras que la Revolución se ha encargado de destruir. Pero esa irresponsabilidad permanece, se pretende que hacer una declaración de “dientes para fuera” a favor de la Revolución, que escribir un artículo sobre la Reforma Agraria o la soberanía nacional, constituye una toma de conciencia del proceso político e histórico. No es así. Una toma de conciencia de nuestra encrucijada exigiría no solo una definición a favor de la Revolución, sino también inscribirse dentro de las angustiosas preguntas del hombre contemporáneo que el existencialismo, el surrealismo, el marxismo han utilizado, y que constituye su empuje revolucionario. Es un sueño pensar que partiendo de Santo Tomás y de Santa Teresa, de Maritain y Claudel se puede inscribir una conciencia revolucionaria en nuestro proceso literario. La Revolución tiene su fundamento en los pensadores revolucionarios y nada más.

(De la responsabilidad literaria, Lunes de Revolución, enero 1960)

Monday, October 21, 2013

(Luis Rogelio Nogueras) vs. Manuel Cofiño

Según viejas consejas de mujeres,
el famoso escritor Manuel Cofiño,
acostumbraba, de niño,
a escribir con su mierda en las paredes.

(Citado por Jesús Díaz en El fin de otra ilusión, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, 2000)

Friday, October 18, 2013

Jorge Mañach sobre los origenistas

Pero también puede muy bien ocurrir, amigo Lezama, que no sea tanto una limitación mía como una extralimitación de ustedes. También es posible que ustedes se hayan forjado un concepto de la poesía demasiado visceral, por decir así, demasiado como cosa de la mera entraña personal, ajena a la sensibilidad de los demás. De viejo es sabido que la poesía ha estado oscilando siempre entre el polo de la expresión y el de la comunicación, y que se ha acercado más al uno o al otro según el humor de los poetas y de los tiempos. Pero en todas las épocas, hasta esta que vivimos, el poeta se sintió en alguna medida obligado a hacer comunicable, en términos de la común experiencia y del común lenguaje, la sustancia misteriosa de sus sueños y las aventuras de su fantasía. Llevaría un espacio, del que ahora no dispongo, el exponer la explicación que me tengo hecha de por qué, a partir de la resaca romántica, el individualismo poético se ha ido exacerbando con el humor mayoritario de nuestro tiempo, hasta dar de sí esos excesos de expresión sibilina, en que el poeta se queda ya casi enteramente sólo con su misterio.

(El arcano de cierta poesía nueva. Carta abierta al poeta José Lezama Lima. Bohemia, septiembre 1949)

Thursday, October 17, 2013

Manuel Vázquez Portal vs. “el artista capataz”

De ese rejuego infernal brota el artista capataz, aunque no sea el artista más diestro, pero sí el más leal. Este artista capataz se torna correa transmisora de los designios del poder para el resto de los artistas. Lleva y trae. No puede otra cosa. Gira, según le impone la polea del poder. Han sido estos los sucesivos Pavones, aunque con otros apellidos, de la cultura cubana, y han ido creando sus propios sucesores. Con su flaco poder han repartido premios y lustres, y de Luises Pavones se ha transitado a Edeles Morales, sin que, en rizoma, nada cambie, ni pueda cambiar en el futuro de mantenerse tal situación. Ha de cambiar primero la relación gobierno artista para que cualquier debate en este sentido fructifique verdaderamente. Ha de ganar primero el pensador su libertad de pensamiento para que pueda decir el nombre de las cosas y defender su criterio sin miedo a represalias, represalias que, como ha demostrado esta casi media centuria, pueden tener muchas variantes. Un artista dependiente es un artista a medias. Un artista comprometido es un medioartista. Un artista capataz es un cínico.

(Nada de que pavo[nearse], Publicado en la red, Ene. 2007)

Wednesday, October 16, 2013

Ciriaco Sos vs. Julián del Casal (2)

El léxico de Casal es pobrísimo y no trata por medio alguno de enriquecerlo. Ha tomado cariño á media docena de palabras que cree de un efecto maravilloso, á ciertas frases de relumbrón y con ellas pretende manifestar todo lo que no siente. El que haya leido una de sus poesías ya sabe á que atenerse en cuanto á la forma de las demás, pues si en aquella por acaso no aparecen las brumas opalinas, las gasas opalinas, la blancura opalina, las copas opalinas, (copas, opas, ¡qué melodía!) saldrán á relucir de seguro, la estrella solitaria, para aconsonantar con plegaria ó visionaria, la luz febea, el aureo enjambre, el aureo dragón, las aureas siemprevivas, el aureo plumaje, el aureo globo esmaltado de esmeraldas, perlas, zafiros y ópalos, el aureo collar ornado de rubíes, el brazalete de oro constelado de diamantes, rubíes y zafiros, ¡una prendería!
   Esto trae como resultado inevitable el ridículo más espantoso.
   ¿Quién dejará de sonreir cuando lea como en Horidum Somnium, por ejemplo, tras la fría blancura del lecho, el fondo glacial, la fría tiniebla, el frio mortal, mis fríos despojos, de frío y de miedo, el frío silencio? Y cuenta que hago caso omiso de los desatinos con que acostumbra á rellenar sus estrofas el bardo decadente porque pienso tratar de ellos más adelante. Aquí diré, como de pasada, que he leido todas las poesías de Casal (más valiente que yo, ¡nadie!) y entre todas no hay una limpia de disparate.

(Julián del Casal ó Un falsario de la rima, Habana 1893)

Tuesday, October 15, 2013

Aurelio Mitjans vs. “Rumores del Hórmigo”, del Cucalambé

En la segunda parte, que comprende narraciones de amores y costumbres de los indios, jura El Cucalambé imitar a Fornaris; pero con menos instrucción y arte que su modelo, resulta más monótono al consumir sus fuerzas en el difícil género que emprende; la aglomeración de nombres del vocabulario siboney parece á ratos su exclusivo objeto, de donde resulta lógicamente la versificación pobre y cansada, llena de repeticiones de los mismos consonantes, de vocablos agudos y diptongos, que embarazando y preocupando al rimador, le impiden dar al fondo de su obra la frescura y espontaneidad que la poesía popular requiere. La tercera parte de los Rumores del Hórmigo es de versos festivos, para los cuales tuvo poca gracia el autor. Su empeño es, en esta parte, amontonar esdrújulos.

(Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba, La Habana, 1890)

Monday, October 14, 2013

Néstor Díaz de Villegas vs. “The Whole Island, Six Decades of Cuban Poetry”, de Mark Weiss

Olvidando por un instante que el mosaico de adoquines coloniales ha sido trocado, por arte de birlibirloque, en "chanchullos de narras indigentes", y dejando a un lado el hecho de que schemes of the penniless Chinese parece describir más bien el traicionero oficio del traductor —y que Miguel Barnet se lleva así su merecido— aún queda pendiente el reclamo de los poetas ausentes, raras veces reconocido en estas compilaciones sexagenarias, escritores tan disímiles como Arenas, Buesa, Pedro Campos, Severo Sarduy, René Ariza, Carlos Díaz Barrios o Pura del Prado. Es culpa, en parte, de las antologías, que se continúe propagando, por la boca de sus poetastros, la narrativa estándar revolucionaria —el glorioso crescendo que va de Baragaño a Branly a Arrufat a Barnet a Retamar a Pablo Armando— y que incluso se acate tácitamente el Index Auctorum et librorum prohibitorum de la UNEAC, o que cada nueva colección venga a ser una suerte de laúd de Premios David en el destierro.
   El principio de exclusión —con minúscula— obra aquí maravillas. Tal vez ni siquiera sea lícito juntar a quienes habían decidido autoexcluirse de la poética insular, sustraerse de una narrativa claustrofóbicamente cubana. Que tengan que verse arrinconados en otra redada academicista, trancados en el corral de lo políticamente correcto, debe dejarles un regusto agridulce en los picos de oro. El maniqueísmo ha sido interiorizado hasta el punto en que Mark Weiss decide incluir en los agradecimientos "a los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos por las políticas que hicieron necesaria [su] antología". Sólo entonces, al pie de la página 597, el traductor concede que su "necesidad" taxonómica responde a secretas ansiedades "políticas", y que otra vez las poéticas han sido traspapeladas en la confrontación con el eterno enemigo.

Friday, October 11, 2013

Gerardo Fernández Fe vs. Omar Pérez

¿Qué extraña simbiosis se habría producido en Omar Pérez para que después de proyectos político-intelectuales incómodos para el Poder, después de campos de trabajo (¿en Pinar del Río?, ¿recogiendo tomates?, no sé, mis referencias son brumosas: ¿sería preferible llamarlo "escuela al campo"?), después de alguna que otra estancia en el extranjero (Italia quizás) y ya sumergido en un fértil retiro espiritual, repito, qué extraña simbiosis pudo haber padecido (o gozado), qué rara luz haberlo iluminado para que ahora hable de "pretensiones mercenarias" en los colaboradores del susodicho libro, desconozca "las mentiras que nos vimos obligados a decir" y erija un discurso de Superman de la honestidad?
   Para mantener el equilibrio entre tradición y revolución, según Omar Pérez, se "requiere del intelectual un ejercicio imaginativo". Claro está, y este lo es. Invocar en un mismo acto al maestro Deshimaru, a Martí, a Lezama y a la Revolución cubana es a todas luces un complejo "ejercicio imaginativo".
   ¿Pretenderá Omar Pérez para el "día después" y como antes lo hiciera el maestro Deshimaru, "interpretar la conversación entre las montañas y relatarla a sus discípulos", según queda escrito ya no en su reseña sino en el texto con que participa en el libro? El simple hecho de considerar a los cubanos no como ciudadanos comunes, sino como discípulos es una evidencia de la interpretación fundamentalista de la vida social, política y hasta doméstica, de su trasmutación en religión, y en ello no dista para nada del espíritu revolucionario-religioso (Mesías incluido) en el que nos han educado (discípulos al fin) en estos últimos cuarenta años.
   ¿Estará ideando Omar Pérez un país futuro de cubanos "con la columna recta (...), las manos formando la mudra del universo, los ojos ni abiertos ni cerrados", cubanos a los que les sería aislado "el hemisferio izquierdo" del cerebro, el que "nos vincula al ámbito estrecho de lo personal, con sus cálculos de pérdida y ganancia, con su olvido de la poesía"? Al anhelar un estado total recto (¿estado rectal?) para nuestras columnas nos trae a la memoria los tantos proyectos de homogenización social y hasta cerebral de los que el siglo XX fue testigo. La idea ingenua de "no reprimir las ambiciones personales sino trasmutarlas en dones colectivos" recuerda aquella sentencia popular de que "de buenas intenciones está empedrado el camino del Infierno". 
   En su espiritualismo a ultranza, Omar y sus "maestros ambulantes" han olvidado la claridad de Fourier (otro proyectista del Futuro) cuando sentenciaba: "la gloria y la ciencia son muy deseables, sin duda, pero muy insuficientes cuando la fortuna no las acompaña". ¿Pretenderá Omar Pérez una Cuba futura de doce millones de discípulos, humildemente vestidos, en silencio, haciendo zazén, ajenos al dinero, a los frijoles y a los chocolatines suizos? ¿Será este entonces el "espíritu de renuncia" por el que aboga en la tercera columna de su reseña en UNION? No me cabe duda, y en este breve texto su tono es mas categórico al anunciar su posición de no abandonar ahora "el sueño de un mundo sin dinero y sin clases". (¡!) Y para ello, además de hacer zazén en silencio, estudia a sus "maestros ambulantes": Shakyamuni, Kosen Thibaut, Taisen Deshimaru y Ernesto Che Guevara. "¿Creen que vivo del alma?" -- le respondería una de las voces de "La Reunión", de Rolando Sánchez Mejías.
   Desde su vocabulario severamente encopetado, Omar Pérez no puede entender el modo en que los jóvenes rusos (también los cubanos!) salivaban ante las mangas raglán y los chocolatines suizos, según el ingenioso texto de José Manuel Prieto. No puede. Tanta severidad lo obnubila. No puede entender el gesto de Ponte ante un Sloppy Joe's y una ciudad olvidados por sus conquistadores. No puede entender que a su lado conviva, como queda en tu relato, una masa de individuos (súbditos díscolos, diría yo) "que no daría su vida, y mucho menos gustosa, en defensa de ninguna causa".
   Hay una frase de Prieto (José Manuel!) que es bastante explícita: "Puesto a escoger, el ruso bueno prefiere la consecución de la Verdad a un lavabo limpio, porque, ¿cómo darle importancia a un lavabo cuando está en juego la salvación del alma?" No cabe duda entonces de que a Omar Pérez  --que no es ruso, pero sí bueno--  no le interesa el lavabo ni los chocolatines suizos.
   Y es que este singular gesto de cubano bueno entronca con una tradición literaria y del espíritu que no por habernos legado mucho de lo mejor del siglo XX cubano, deja de ser conservadora y acomodaticia en términos políticos. Cuando elogia el espíritu de renuncia o cuando dibuja a Deshimaru, un monje con "un inmenso desinterés a cuestas", Omar Pérez procede a entroncar valores del budismo, ¡en Cuba!, con la "pobreza irradiante" enarbolada por sus otros padres espirituales; cuando critica la falta de fe en la razón poética y la ausencia de un impulso hacia la curación, dotes del mundo moderno y antípodas del espíritu zen ¿no entra acaso en paralelo, o mejor roza, abraza, la idea de redención a través del verbo poético, de la palabra?
   El neorigenismo de Omar Pérez es sorprendente, sobre todo, por su carácter convoyado (¿recuerdas aquellos regalos mixtos de los 80's?), por su hibridez con una religión oriental ajena a nuestros calores y por su carácter impronosticable para un escritor  --entonces enfant terrible-que leía a Elliot, traducía a John Donne y escribía excelentes artículos periodísticos sobre cine norteamericano. Ni siquiera Sarduy, con su excentricidad búdico-parisina, sus sesiones de escritura al arrebato, desnudo en su apartamento de Saint Leonard, puede compararse con este caso único en las letras cubanas. 
   ("Hay que ser Severo con Severo", escribe García Vega en alguna parte. ¿Y con Omar Pérez? --pregunto yo). 
   Su intolerancia y su afán moralizador alcanzan sus niveles más altos cuando en respuesta a Víctor Fowler el reseñista golpea el estrado y levanta el índice acusador de su mano derecha: "Que cada cual se haga responsable de sus propias mentiras y que en el silencio de la honestidad individual se pueda creer en lo posible de aquella digna creatividad que nunca culpabiliza las circunstancias". 
   Enredo y arenga de profesor de secundaria al que le han dedicado una caricatura en la pizarra.

(Carta de Gerardo Fernández Fe a la narradora Ena Lucía Portela sobre la antología Cuba y el día después, La Habana Elegante, segunda época)

Thursday, October 10, 2013

Emilio Ichikawa vs. “El hombre discursivo” de Antón Arrufat

Respecto a El hombre discursivo no hacen falta disculpas: basta leer la meditación inicial sobre la dualidad filosófica, la selección histórica de “pares” y el concepto de maniqueísmo que se propone para comprender que estamos en presencia de un lector ocasional de cuestiones de filosofía. La “posteridad” no es tan caprichosa como sospecha Arrufat y, si le viene (le será conferida sin dudas en algún ámbito), no lo hará envuelta en sedas filosóficas.
   El libro es una recopilación de notas y comunicaciones presentadas en diferentes eventos, la mayoría de ellas publicadas en México y Cuba, donde el autor deja constancia de su comprensión misionera del acto de escribir. Reducción intelectual que por alguna razón le enorgullece y de paso le libera de una inquietud cardinal: ¿qué puede contar un escritor cuya vida está centrada en escribir? Acaso escribir del escribir, hacer libros sobre otros libros. Pero esa hazaña, como decía Marguerite Yourcenar, no conduce a páginas decisivas.
   (…)
   Sin embargo, en El hombre discursivo lo confesional existe sólo como retórica, como marketing espiritual; al final casi nada nos dice Arrufat de sí mismo (en todo caso, no dice nada que nos conmueva y mucho menos que nos escandalice), no se arriesga y supongo que tiene sus justificaciones para ello. De política está eximido (el arte no es política, ¿o sí?); en cuanto al sexo, la religión y otras preferencias, dirá que se trata de su vida privada.
Hay más nobleza que sinceridad en El hombre discursivo, pero no es un libro falso, es un libro sinuoso. Se trata, como decía, de un libro sobre otros libros, de un escritor que escribe sobre otros escritores sin ser capaz de dejar una constancia personal que lo emancipe de los mismos dobleces que critica en la historia cubana.
   Entre sus temas ocultos, uno se agazapa tan reiteradamente que acaba por llamar la atención. Es verdaderamente sospechosa la insistencia de Arrufat en hacer explícito el lugar desde el que escribe, en certificar su “achantamiento” exiliar; se descubre demasiada afectación, a niveles de pose, por esa “permanencia en la isla”, en La Habana, en ese balconcito desde el que puede divisar las dos culturas y media de la habanidad.
   (…)
   No sé cómo se gestó esta recopilación de evasivas que es El hombre discursivo. En lo personal una pregunta me desvela: ¿qué puede llevar a un hombre tan simpático, tan temible en el uso de la ironía y casi un maestro en el empleo del sarcasmo, a publicar un manojo de trivialidades como estas que ahora posan, arrogantes y molestas, sobre los verdaderos tesoros de su memoria?

(Antón Arrufat y el hombre discursivo. Blog Penúltimos Días, enero 2007)

Tuesday, October 8, 2013

Antonio José Ponte vs. “La familia de Orígenes”, de Fina García Marruz

La familia de Orígenes es, por sus intenciones, un ensayo emparentado con piezas mayores como Lo cubano en la poesía de Cintio Vitier y La expresión americana de José Lezama Lima. No alcanza, sin embargo, la altura de éstas, ni la altura de otros ensayos de su autora. Su trazado resulta confuso y en ocasiones se pierde. (Martí es su más cara forma de discontinuidad). La búsqueda de un absoluto como es conectar la labor de Orígenes a la gestión emancipadora americana, la obliga a múltiples veleidades.
   El ensayo es, como todos sabemos, género para veleidades, pero puesto a leer hipótesis descabelladas, lo menos que el lector podía merecer era la lisonja de un estilo. Este libro no se la dará. La universidad lo desaconsejaría por indemostrado y al buen lector de ensayos, incrédulo de la matematicidad de las demostraciones, le resultarán poco atrayentes las cuestiones de rótulo que trata (vanguardismo, neobarroco, modernismo, origenismo, barroco de Indias…).
   La familia de Orígenes fue escrito para ser leído en un coloquio. Tal vez por eso su ambición abre tantos frentes que deja luego incumplidos. Fértil para propiciar la discusión oral, como libro le falta ser pensado a fondo, completado. “Estamos rodeados de demasiada real amenaza destructora, queriendo que desaparezcamos de la Tierra, para permitirnos el lujo de seguir jugando a las destrucciones letradas”, puede leer en él. A la luz de un Apocalipsis tal, muy pocos gestos humanos podrían encontrar justificación, poca justificación existe para un libro como éste. Porque, a pesar de lo que diga el ecumenismo de su autora (ya resultaba arduo hacer considerar al lector que el grupo Orígenes es una familia, para encima hacerle creer que una familia felizmente llevada), La familia de Orígenes es un libro empeñado en destrucciones letradas. Y para ser de esta clase, resulta una escaramuza fallida.

(Una familia tan tebana como cualquiera. La Gaceta de Cuba, abril 1998)

Monday, October 7, 2013

Belkis Cuza Malé vs. Abel Prieto

Para empezar, comencemos por el principio: el señor ministro de Cultura (oprimida y censurada) es también, recordémoslo, un escritor. Y ahora, con los privilegios que le otorga su alta posición en el gobierno castrista ha encontrado quién le publique su primera novela. ¿Cómo no se la van a publicar al señor ministro? A los que no les publican en las editoras españolas es a los escritores cubanos del exilio, porque esos sí que no van disfrazados de ministros de cultura, ni tienen padrinos. Además, los cubanos del exilio escriben casi siempre de los problemas que los aquejan, escriben de la tiranía que oprime a la isla, mientras que el ministro ha escrito una novela “apolítica”, que no tiene nada que ver con la revolución (es decir, con la opresión). Y además, si se da el caso de que a algún que otro escritor cubano del patio le publican su primera novela, no hay micrófonos, periódicos, pantallas de televisión para él. ¿A quién le importa lo que tiene que decir un escritor cubano exiliado y primerizo?. En cambio, todos han oído las ofensas del señor ministro. Las babozadas al estilo de Goebbels. Sólo le faltaba la pistola (que de seguro lleva escondida) para reafirmarnos lo que ya sabemos: que el ministro de Cultura de Castro es un terrorista de la cultura. Las suyas no son jamás preferencias literarias auténticas, porque el muy maligno sabe de sobra a quién citar. Y vaya usted a saber por qué los cita. ¡Solavaya!
   Pero cuando las opiniones literarias se convierten en insultos muy graves, todos sabemos también por qué ciertos escritores cubanos del exilio le dan tanta rabia al señor ministro. Me refiero a Guillermo Cabrera Infante, Zoé Valdés, Gastón Baquero y Heberto Padilla ¿Se hacen una idea?
   Quisiera referirme en particular a las cosas aberrantes que dice sobre Heberto Padilla. Hay que tener el alma muy sucia para que un ministro de Cultura se dedique a desprestigiar a un poeta al que su gobierno torturó física y psicológicamente, llevó al exilio, y cuya memoria debería al menos merecer respeto. Decir que “Padilla era un bufón que buscó la notoriedad jugando a ser un Evtuchenko aún no tolerado”, no sólo es una canallada, sino una prueba mayor de cinismo que casi no debe extrañarnos viniendo de semejante “ministro”. Pero lo que sí me interesa denunciar es la campaña de desprestigio que ha emprendido el gobierno cubano desde el día mismo del fallecimiento de Heberto. Se han valido de otros escritores —en apariencias no comprometidos con el régimen— para hacer creer que Padilla había pedido regresar a Cuba. ¿Estarán locos?, ¿regresar a qué, a pasearse por los corredores de la Unión de Escritores donde la Seguridad del Estado lo obligó a humillarse? No me extrañaría que alguna gente sin escrúpulos se hubiera atrevido a escribir una carta en su nombre e incluso falsificado su firma ¿De qué cosas no es capaz la Seguridad del Estado? Gente de la que participó en 1994 en la reunión de escritores cubanos de Estocolmo han dicho en La Habana que Heberto había pedido oficialmente regresar, y se lamentaban de que el gobierno no le hubiera aprobado la visa. Tema que también fue tratado por Abel Prieto, en un afán, por supuesto, de darle veracidad a la infamia.

(El poder sin gloria, Revista Hispano Cubana, No. 9, 2001)

Friday, October 4, 2013

Duanel Díaz vs. Ernesto Hernández Busto (2)

¿No implica el plagio, así sea a contrario, un tácito reconocimiento de la "autoridad indiscutible" de aquel cuyas palabras e ideas son suscritas al punto de ser tomadas y usadas como propias? La perspectiva de Hernández Busto es, pues, siempre la del plagiario. Mi señalamiento aboga, en cambio, por el diálogo crítico que constituye a todo debate legítimo.
   Intentando tapar el sol con un dedo, a todo lo largo de su réplica llena de malabarismos y ademanes paternalistas Hernández Busto se enreda visiblemente en nuevas contradicciones y falacias. Una cosa es, sin embargo, cierta: no se trata aquí de una polémica literaria, lo cual, a pesar de lo afirmado por él, de sobra había quedado claro en mi nota, en la que me limité a apuntar cuestiones de hecho y de ética. En su rápida refutación Hernández Busto manifiesta evidentemente un sentido bastante personal de lo obvio; ¿o será que la esteticista superstición del estilo que atraviesa sus ensayos lo lleva a situarse más allá del bien y del mal, esto es, más allá del hecho y del invento, de la cita (con o sin nota al pie) y del plagio mondo y lirondo?

(Duanel Díaz sobre la entrevista a Hernández Busto II, Cubaencuentro, julio 2005)

Thursday, October 3, 2013

Guillermo Vidal vs. farándula literaria

Muchos colegas de acá me dicen: si nos vamos para la capital le estuviéramos dando la vuelta al mundo, tendríamos dinero, conoceríamos a medio mundo, habríamos firmado contratos jugosos, estaríamos siempre en la tele, en las recepciones, tendríamos acceso a internet, etc.
   A veces me indigno.
   Me pregunto que coño hago aquí.
   Pero lo mío es escribir las novelas.
   Hay quienes escriben desde lugares desérticos, haciendas, estudios confortables, pero cada uno a lo suyo.
   Acaso hubiera deseado un mínimo de condiciones y un máximo de información.
   No tengo el menor deseo de ser los otros, si no fuera yo, estaría deseando serlo a pesar de todo.
   Escribo siempre lo que se me antoja, no tengo el menor interés de complacer a nadie, mucho menos a los que tienen el poder.
   Es por ello que pago mi precio sin quejarme, siempre será menor al de aquellos que se pliegan para dormir en paja caliente.
   Mis libros desaparecen demasiado pronto de las librerías y hasta se los roban de bibliotecas. Es mucho el placer que siento cuando estas cosas suceden. Acaso también alguien haga una fogata con una parte de mis libros y a nadie suele ocurrírsele una reedición. Sé muy bien que es parte del precio.
   Me digo que voy a esforzarme aun más por escribir una novela mejor.
   Mis colegas que duermen en paja caliente, suelen demostrarme que no soy como ellos y me alegro, me saludan y siguen su camino.
   Cada día escasean los amigos verdaderos.
   Un amigo verdadero es mejor que toda esa farándula que se forma en los corrillos literarios.
   No logro comprender el sentido de emulación de algunos de mis colegas y la manera de colarse para que los tomen en cuenta en antologías o periodizaciones literarias.
   Ahora todo el mundo habla de Dulce María Loynaz, pero durante muchísimo tiempo la ocultaron. Y también a Lezama. Y a Soler.
   Con Soler Puig porque amaba mucho a su Santiago.
   Y nunca se dejó de nadie.
   A uno se le muere la gente y eso va dejando un vacío.
   Ya no tenemos un Soler Puig al que le roncaban los cojones.
   No hay que lamentarse demasiado por ser de provincias si a uno también le roncan.

(Escribir en provincias, La Isla en peso, 2001)

Wednesday, October 2, 2013

Heberto Padilla vs. “Enemigo rumor”, de Lezama Lima (y Cintio Vitier)

Un día –en el año cuarenta y uno- cuando los viejos “terribles” de la retórica vanguardista liquidaban sus últimas armas apareció un libro que actualizaba los mismos vicios, Enemigo rumor de José Lezama Lima. No lo culpo de la desgracia de aquellos poemas desmañados, recargados, hechos de viejos cantos ultraístas, valerianos y gongorinos. Cada uno tiene sus limitaciones. Lo imperdonable es que un grupo de gentes aparentemente dotadas para la comprensión de lo poético, confundieran a tal punto la verdad de la poesía.En el año 1941 donde tan claro estaba el panorama universal de la poesía, Enemigo rumor es el salto cien años atrás, y toda la probable estética que se desprendía de sus páginas era la evidencia de que el autor de ellas no había entendido el fenómeno de la poesía contemporánea. Cuando uno repasa las páginas del libro se pregunta cómo es posible que un hombre que tenía detrás el dadaísmo y el surrealismo fuera capaz de incurrir en errores y confusiones tan elementales; pues por más que se esfuerce Cintio Vitier –el hombre que más ha contribuido a confundir la poesía cubana de los últimos tiempos- en demostrar que Orígenes representaba lo realmente distinto de nuestra poesía, cualquier desprevenido, el menos avisado, percibe los compromisos de grupo con la generación precedente; y, en justicia, lo realmente distinto de nuestra poesía lo constituyeron en su momento y a su modo Eugenio Florit, Emilio Ballagas, Mariano Brull, Félix Pita Rodríguez, Navarro Luna y otros, que a pesar de su atraso para incorporarse al movimiento de renovación, al lado de Agustín Acosta y de Pichardo Moya, parecen poetas esotéricos y terribles.

(La poesía en su lugar. Lunes de Revolución, diciembre 1959)

Tuesday, October 1, 2013

Ernesto Hernández Busto vs. “Ensayo cubano del siglo XX”, de Rafael Hernández y Rafael Rojas

Llegamos, entonces, al volumen de ensayos: un caso especial. Pues para Rafael Rojas no valen los reproches anteriores. Por su sagacidad como crítico de la cultura cubana, Rojas era la persona más indicada para hacer esta recopilación. Por razones que escapan a la comprensión de este reseñista, ha terminado firmando, junto al oficialísimo Rafael Hernández, un engendro cuestionable. Al intuir que algo huele mal en este asunto, el prólogo intenta descargarse, sin mucho éxito, de obligaciones canónicas y nos dice que estamos ante un simple "muestrario", más "poliédrico" que las otras dos antologías del ensayo en Cuba. Bajo el disfraz vergonzante de este esbozo canónico, persisten profundas dudas sobre los criterios de la selección. En primer lugar, lo que se entiende por ensayo, qué territorios abarca ese género en un país como Cuba, donde Montaigne se ve obligado a competir con el yo colectivo y las preocupaciones fundacionales. ¿Qué ha pasado con la experiencia introspectiva que define al género? La respuesta, de nuevo política, no aparece por ninguna parte. A cambio, se nos advierte que "no basta con saber escribir y entregar una reflexión personal". Y que "no todos los buenos narradores, poetas, filósofos, críticos artísticos o literarios, son capaces, más allá de su buena pluma o sus atinadas observaciones puntuales sobre una determinada obra, de conseguir originalidad y profundidad de ideas, o trascender más allá [sic] de un cuerpo doctrinal establecido". Zumbarán esas palabras en los oídos de quien esperaba una antología literaria. Y más cuando, tras lamentar las ausencias de Lamar Schweyer, Llés, Figueras, Piñera o Casey, hay que tragarse a Marinello, Portuondo o Mirta Aguirre.
   Se echa en falta que esta antología no haya copiado, por ejemplo, el modelo de The Best American Essays of the Century, donde Joyce Carol Oates repasa, año por año, un gran cúmulo de publicaciones y escoge sin descuidar la médula del género: la experiencia personal desplazada al terreno de una tradición (no necesariamente nacionalista) o a un campo de ideas (no necesariamente actuales). Comenzar con el elogio del "centauro de los géneros" para después entregarnos la suma de un percherón añoso con el pegaso Lezama parece más un travelling académico que una revisión intelectual. Tal vez este libro cumpla con "dar cuenta de la riqueza del proceso de las ideas en el campo de la cultura durante los últimos cien años". Pero es más discutible que muestre la espiral de nuestra ensayística, un proceso literario donde no vale considerar al periodismo campo de "lo episódico o lo efímero".
   Resalta, una vez más, el ninguneo de la última generación. De Rafael Hernández podía esperarse lo peor. Pero, ¿por qué Rojas se prestó para esta exclusión de sus cofrades, a quienes otras veces ha reconocido como intelectuales imprescindibles, o al menos originales? El caso, por ejemplo, de Iván de la Nuez. A pesar de mis distancias ideológicas con su obra, ésta tiene la indiscutible virtud de colocar la primera persona en el centro de la escritura y devolverle al ensayo cubano un territorio colonizado por el nacionalismo ramplón. Otra ausencia escandalosa: la de Antonio José Ponte, cuyo último libro de ensayos vale por todos los que ha publicado (y publicará) un crítico tan gris como Ambrosio Fornet. Incluso Fowler, a quien no se podrá acusar de tendencioso, denuncia lo que hay tras estas listas: "Es un error demasiado de bulto (y, en este caso, de una lastimosa trascendencia política) como para no suponer que se trata de una exclusión voluntaria y planificada. [...] Queda la sensación de que sólo el hecho de no ser textos 'correctos' justifica la elección."
   Como resultado de tantas ausencias y ambigüedades, la última parte de esta antología resulta una suma de despropósitos. ¿Quién ha escrito mejores ensayos literarios, Antón Arrufat o Luisa Campuzano? ¿Son canónicas las "miradas de género"? ¿Puede compensarse la ausencia de un texto como "Hacia una comprensión total del XIX" de Calvert Casey con la lectura marxistoide de Jorge Ibarra? Si en los predios de la crítica de arte se incluye a Mosquera, ¿por qué no figura Osvaldo Sánchez? ¿Dónde están los ensayos de Emma Álvarez Tabío, Emilio Ichikawa, Pedro Marqués de Armas, Rolando Sánchez Mejías y el propio Rafael Rojas?
   Alguien debería contestar estas preguntas, aunque sólo fuera para devolvernos la más elemental de las cronologías: un siglo que prescinda de límites políticos y no se abarate en lamentables amagos de teoría literaria.

(Un escándalo canónico, Letras Libres, marzo 2003)