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Friday, March 15, 2019

Ibrahim Hernández Oramas vs. la antología "La generación de los años 50"

Publicada en saludo al 25 aniversario de la revolución, la antología de la generación de los cincuenta es uno de los textos más infestados de ideología que la historia de la literatura cubana recuerde. A mí siempre me ha parecido una suerte de montaje generacional, de entelequia: un libro de ocasión con una carga de oportunismo notable. En el prólogo, escrito por Eduardo López Morales, se elogiaba el incremento de la producción artística en las provincias (como si de una cosecha de papas se tratara), se enfatizaba la correlación dialéctica entre nueva técnica y espíritu nuevo (cualquier cosa que esto signifique), se subrayaba la pertenencia de los poetas al pueblo trabajador y uniformado, se empalmaba, a fin de cuentas, vanguardia política y vanguardia literaria. El tono de la antología debe ser leído en relación a sus intertextos: la diatriba El socialismo y el hombre en Cuba y, en general, toda la atmósfera antiintelectual de la época. Leída en estos términos, La generación de los años cincuenta puede considerarse una especie de tributo al poder, de expiación de ese pecado original, una capitulación en toda regla.
   Friol comenta que la enemistad de uno de los antologadores le valió la exclusión, pero, ese mismo carácter reconcentrado y, como tú dices, singular, de su obra, esa relación oblicua y de vínculos que no se pueden atajar en la superficie tanto con Orígenes como con la generación de los cincuenta, hacen de su poética algo muy difícil de sistematizar, de asimilar a la norma, y más si se trata de asimilarse al tipo de operación ideológica y de legitimación que pretendían los autores de la antología. Esta es una cuestión que analizo con detenimiento en el libro.
   Esa exclusión le debe haber parecido a Friol un gesto más de esa indiferencia con que la industria editorial y la maquinaria ideológica del campo intelectual premiaban su obra. Hay que tener en cuenta que, luego de su primer cuaderno, Alción al fuego, publicado en 1968, pese a que se mantiene escribiendo y enviando manuscritos durante todo ese tiempo, Friol no ve publicado libro suyo en Cuba hasta 1988, cuatro años después de que apareciese esta antología.Visto con cierto cinismo retrospectivo, aunque fueron años de su vida muy complicados, ese ostracismo puede haberle salvado de participar de la adscripción y el entusiasmo que tan magros resultados transpiró en la escritura de sus contemporáneos. Al menos sí se libró, con seguridad, de figurar en la que puede ser la reunión más insulsa de poetas y poemas cubanos: una antología que incluye los poemas adolescentes de algunos mártires de la lucha contra Batista, los poemas infames del funcionario Luis Pavón (junto a, por cierto, los poemas de algunos de los damnificados por su labor de funcionario), los poemas mediocres de poetas mediocres como Alberto Rocasolano, Domingo Alfonso, Carilda Oliver o César López, etc. Una antología que recoge, además, los momentos más bochornosos de algunos poetas que tuvieron luego momentos mucho más atendibles. Recuerdo, por ejemplo, un poema de Rafael Alcides que equiparaba la idea de soledad y ausencia del amante con la imagen de un blúmer rosado abandonado dentro de un escaparate.

(Friol contra los cincuenta. Entrevista a Ibrahim Hernández Oramas. El Nuevo Herald, marzo 2019)