Publicada
en saludo al 25 aniversario de la revolución, la antología de la generación de
los cincuenta es uno de los textos más infestados de ideología que la historia
de la literatura cubana recuerde. A mí siempre me ha parecido una suerte de
montaje generacional, de entelequia: un libro de ocasión con una carga de
oportunismo notable. En el prólogo, escrito por Eduardo López Morales, se elogiaba
el incremento de la producción artística en las provincias (como si de una
cosecha de papas se tratara), se enfatizaba la correlación dialéctica entre
nueva técnica y espíritu nuevo (cualquier cosa que esto signifique), se
subrayaba la pertenencia de los poetas al pueblo trabajador y uniformado, se
empalmaba, a fin de cuentas, vanguardia política y vanguardia literaria. El
tono de la antología debe ser leído en relación a sus intertextos: la diatriba El socialismo y el hombre en Cuba y, en
general, toda la atmósfera antiintelectual de la época. Leída en estos
términos, La generación de los años
cincuenta puede considerarse una especie de tributo al poder, de expiación
de ese pecado original, una capitulación en toda regla.
Friol comenta que la enemistad de uno de los
antologadores le valió la exclusión, pero, ese mismo carácter reconcentrado y,
como tú dices, singular, de su obra, esa relación oblicua y de vínculos que no
se pueden atajar en la superficie tanto con Orígenes como con la generación de los
cincuenta, hacen de su poética algo muy difícil de sistematizar, de asimilar a
la norma, y más si se trata de asimilarse al tipo de operación ideológica y de
legitimación que pretendían los autores de la antología. Esta es una cuestión
que analizo con detenimiento en el libro.
Esa exclusión le debe haber parecido a Friol
un gesto más de esa indiferencia con que la industria editorial y la maquinaria
ideológica del campo intelectual premiaban su obra. Hay que tener en cuenta
que, luego de su primer cuaderno, Alción al fuego, publicado en 1968, pese a
que se mantiene escribiendo y enviando manuscritos durante todo ese tiempo,
Friol no ve publicado libro suyo en Cuba hasta 1988, cuatro años después de que
apareciese esta antología.Visto con cierto cinismo retrospectivo, aunque fueron
años de su vida muy complicados, ese ostracismo puede haberle salvado de
participar de la adscripción y el entusiasmo que tan magros resultados
transpiró en la escritura de sus contemporáneos. Al menos sí se libró, con
seguridad, de figurar en la que puede ser la reunión más insulsa de poetas y
poemas cubanos: una antología que incluye los poemas adolescentes de algunos
mártires de la lucha contra Batista, los poemas infames del funcionario Luis
Pavón (junto a, por cierto, los poemas de algunos de los damnificados por su
labor de funcionario), los poemas mediocres de poetas mediocres como Alberto
Rocasolano, Domingo Alfonso, Carilda Oliver o César López, etc. Una antología
que recoge, además, los momentos más bochornosos de algunos poetas que tuvieron
luego momentos mucho más atendibles. Recuerdo, por ejemplo, un poema de Rafael
Alcides que equiparaba la idea de soledad y ausencia del amante con la imagen
de un blúmer rosado abandonado dentro de un escaparate.
(Friol contra los cincuenta. Entrevista a
Ibrahim Hernández Oramas. El Nuevo Herald, marzo 2019)