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Friday, February 27, 2015

Ramón Lobo vs. Jorge Angel Hernández Pérez

Durante la comida, en el Café de Oriente de Madrid, Elizalde desgrana las penurias tecnológicas con las que se enfrenta ("tardo seis horas en subir un vídeo a YouTube") y otras de la vida cotidiana de una madre de una hija de 16 años. (...)
   A su lado, un hombre de traje oscuro y antiguo, que se presenta como presidente de una asociación local de escritores, devora una pizza de quesos del país. La directora de Cubadebate le deja hablar cuando la conversación se empina. Es cuando ella aprovecha para comer. Tenía capricho de algún plato vasco en honor de su abuelo, pero se conforma con una sepia a la plancha.
   Cuando habla el hombre uno tiene la sensación de que es el encargado de que no surjan los grises, de que fluyan las palabras de siempre.
(...)
   Ya en los cafés (nadie probó dulce ni alcohol), el periodista se anima y cuenta algunos chistes cubanos cargados de disidencia. Ella sonríe tímidamente pero el hombre del traje contraataca con otros oficialistas que carecen de gracia. Recuerda a un alumno en la URSS en plena perestroika. El profesor de historia animó a su clase a salirse del carril doctrinal del PCUS en los exámenes. Todos hicieron un esfuerzo excepto el alumno. El profesor molesto con él, dijo: "¿Acaso no tiene ideas propias?". El chico respondió: "Sí, pero no estoy de acuerdo con ellas".

(“En Cuba tardo seis horas en subir un vídeo en YouTube”. (El País, mayo 2010)

Thursday, February 26, 2015

Víctor Fowler vs. Ernesto Pérez Castillo

Para ofrecer una descripción de las problemáticas pertinentes al tratamiento del racismo en su variante cubana escribe Pérez Castillo, en el artículo muy combativamente titulado Para los negros, la Revolución no ha terminado, ni para nadie de este lado, el siguiente párrafo en apariencia perfecto:
   “Si bien de pronto los negros tenían derecho a asistir a las mismas escuelas que los blancos, a acceder a los mismos empleos que los blancos, a compartir las mismas playas y el mismo sol sobre la arena que los blancos, lo grave, lo que nunca se les concedió de jure, para decirlo mal y rápido, fue el derecho a seguir cantando sus canciones, a seguir bailando sus pasiones, y a seguir orándole a sus divinidades. O sea, lo que nunca se debatió ni se planteó sobre el papel, en blanco y negro, fue el derecho de los negros a ser negros.”
   Pese al esfuerzo por demostrar solidaridad el fragmento es una monumental muestra de incomprensión del argumento que se intenta defender y contiene tres planteos horriblemente racistas. Lo primero a decir es que el párrafo opera sobre la idea de que hay un grupo subalterno (los negros) al cual un agente externo (innominado) tiene el derecho de permitirles que sigan “cantando sus canciones”, “bailando sus pasiones” y “orándole a sus divinidades”. En el contexto del párrafo dicho agente externo (al cual, por demás, los negros pasivamente parecer aceptar como gran juez), de estatura cuasi-divinal, no pueden sino ser el grupo de “los blancos” decidiendo destinos gracias al abanico de posibilidades sobre el otro que abre el detentar el poder político. Lo más increíble del aserto es que, de manera implícita, Pérez Castillo ha dicho lo que ni siquiera el Times abiertamente escribió: que el poder político ha sido consistentemente blanco.
   Además de ello, en una segunda muestra de racismo, el articulista ha construido –para ese grupo del cual se distancia- un catálogo de supuestos signos de identificación y pertenencia; según él esos, “los negros”, tienen “sus canciones”, “sus pasiones”, “sus dioses” y probablemente “sus bailes”. Pero ser negro es mucho más, incluso, que todo lo anterior, por tal motivo –desde el punto de vista del autor– ¿sería posible saber que significa la frase “el derecho de los negros a ser negros”? La simplificación aquí va acompañada de una visión exotizadora incapaz de manejar, dentro del conjunto, a aquellos negros que no tienen dioses, no bailan, ni cantan ni comparten secretas pasiones; es decir, un negro cuyo afrocentrismo esté fundado en otra cosa que la religión. A estas alturas del siglo XXI, además de Gobineau y Lombroso, ¿puede alguien explicarme cuáles son esas pasiones secretas que, al parecer, debo de tener como negro y que lamentablemente ignoro?
   Confieso que algo se me escapa y mi sentido del humor se contrae cuando la condición racial de individuos negros sirve para provocar sonrisas; en esta ocasión porque es de suponer que haya algún chiste oculto tras de la sorna en el siguiente fragmento de Pérez Castillo:
   “Zurbano es un negro muy pero que muy bien empoderado —le bastan le bastan unos pocos, para no decir pobres, ridículos ejemplos: los negros tienen las peores casas y por tanto no podrán hospedar a nadie ni aspirar a crear en ellas cafeterías ni restaurantes.”
   Puesto que no veo la gracia, imagino que Pérez Castillo no esté intentando sugerir que lo recién dicho es falso; o sea, ¿qué tienen las mejores casas, con la ventaja que ello representa? Claro, ahora entiendo el chiste (pero me gustaría escuchárselo contar en el barrio donde vivo, avecindado con Carraguao, el Pilar, Atarés y el Canal del Cerro). A lo mejor esos que viven en las casas malas también se ríen.

(Dolor, alegría y resistencia, La Jiribilla, abril 2013)

Wednesday, February 25, 2015

Ernesto Hernández Busto vs. Ediciones Universal

La librería que ahora quiebra siempre fue la caricatura de una verdadera librería de libros cubanos que nunca ha existido en la llamada “capital del exilio”. A pesar de los esfuerzos que hizo Juan Carlos Castillón durante la época en la que trabajó allí como librero, Salvat nunca ha tenido mucha idea de libros ni de qué es una librería como institución cultural. Se trata, para decirlo rápido, del raro caso de una editorial mantenida por un editor semianalfabeto, listo para publicar a cualquiera que tuviera la chequera pronta.
   Varios de los libros académicos que aparecen en su catálogo no son malos, y algunos de sus autores (los menos) han sido importantes. Pero incluso a los buenos les hizo pagar —en vez de pagarles. La Universal era como la famosa posada española de la que habla Dumas en uno de sus cuadernos de viaje, en la que podías comer de todo… lo que tú mismo llevases. Si el autor era un buen vendedor, vendía. Si sabía de corrección de galeradas o conocía a alguien que supiera corregir tenías un texto sin erratas. Si podía pagar una buena portada conseguía una buena portada; si no, era tristona y fea. Universal era una editorial sin editor y sin oficio, donde los errores eran habituales. Una buena antología de la literatura negra en América Latina se estropeó porque el editor no se molestó en corregir la portada y el subtítulo en vez de decir “Una antología de autores hispanos de origen africano” decía “Una antología de autores hispanos de origen hispano”. En su edición de un libro de Orestes Ferrara la foto de contraportada presentaba a éste, vestido de mambí, con el absurdo pie: “En Tampa a su llegada a Cuba”. La novela de Benigno Nieto, Los paraísos artificiales, en el lomo decía Los paraísos articiales. Uno de sus primeros libros salió con el título Los pobresitos pobres. Debió haber sido, por supuesto, “Los pobrecitos pobres” pero el editor tuvo la ocurrencia de solucionar la errata en portada con una banda superpuesta que decía “SON TAN POBRES QUE NO TIENEN NI ORTOGRAFÍA”. Tacañería con sentido del humor.
   Salvat continuó en el exilio la triste tradición cubana de la vanity press: casi nunca publicó a nadie que no pagase —excepto a Lydia Cabrera, creo. Sacó una gran historia de la arquitectura colonial, bien editada hasta donde llegaba la responsabilidad de los autores, que revisaron a fondo fotos y textos. Desgraciadamente, dejaron en manos del editor, los pies de foto, gracias a lo cual podemos ver fotos de la casa de los “marquezes” de Jaruco, más castizos de lo normal. Su edición de los poemas póstumos de Sarduy, Epitafios, con portada de Ramón Alejandro, ve saltar su numeración de forma inexplicable y siendo un libro de menos de 70 páginas la paginación llega hasta la 132.
   Son apenas algunos de los ejemplos que recuerdo. Cosas que le pasan a cualquiera, dirán quienes no saben mucho del arte de editar y ahora parecen dispuestos a convertir a Salvat en “víctima de las nuevas tecnologías que han provocado que descienda la lectura de los libros impresos” y a la Universal en un “bastión cultural”. Pero la verdad es que las Ediciones Universal son un compendio de chapucería, donde todo se hacía mal para abaratar costos y ganar hasta en lo mínimo. Lo dice alguien que se gastó bastante dinero en sus libros, y se tomaba el trabajo de leerlos. Creo que fue Juan Abreu quien lo retrató (en clave) en una de sus noveletas, donde lo llama “El Flaco” y alude a las condiciones leoninas de sus contratos (con cláusula para editar en Cuba “después de la liberación”).
   Ahora que la Universal se retira, a lo mejor Miami encuentra finalmente el espacio necesario para que aparezca una buena editorial cubana en el exilio, esa que los lectores de la comunidad se merecen.

(Cerró la Universal, Blog Penultimos Días, abril 2013)

Tuesday, February 24, 2015

Camilo Loret de Mola vs. Cintio Vitier y Fina García Marruz

Los vecinos ya saben que el Comandante viene. Esperan un rato y ven llegar sus carrozas negras. Se baja un señor envejecido, con un uniforme demasiado holgado: falta hombre. Los aduladores miran desencantados mientras otros, en la distancia, callan sus esperanzas.
   Con paso cansino entra Castro en la casa de Cintio Vitier. Viene a felicitarlo por un premio de consuelo, o por unos Cuadernos Martianos que nunca leerá. A falta de mejor escenario, para que los vecinos sean testigos de tanta bondad la puerta queda abierta.
   Fina García Marruz no deja hablar a su esposo, agradece la visita en nombre de ambos y le asegura al recién llegado cuánto se le quiere en esa casa, y cuánto están dispuestos a hacer y a dar.
   Cintio, en voz baja repite el final de cada frase de su esposa: “sí, a hacer”, “sí, a dar”.
   Se acaba la visita. El Comandante rechaza la ayuda que le brindan cuando empieza a incorporarse, ya casi lo logra, pero una frase de Fina interrumpe su lenta maniobra: “Comandante, Cintio quiere pedirle algo”. Y pide ella, señalando con el índice hacia el techo, mientras suelta unas frases quejosas: “No nos dejan concentrarnos”, “son terribles los vecinos”, “no vamos a poder seguir trabajando”.
   Cintio vuelve, como un eco: “sí, concentrarnos”, “sí, terribles”, “sí, trabajando”.
   El murmullo de los mirones impide escuchar la respuesta verdeolivo, pero las caras de felicidad de los viejitos dejan entrever que hay esperanza.
   Enseguida fuimos avisados, pero en ese afán de no esperar lo malo nos convencimos de que se llevarían a los viejitos del edificio, a una buena casa, con vista al mar y un salón de lectura.
   Por eso nos sorprendió tanto la orden de desalojo. La trajeron unos funcionarios que aseguraron cumplir con instrucciones venidas de “arriba”, pero no del Municipio. La cosa, en realidad, era de “abajo”, de la casa de aquellos dulces ancianitos de misa y rezo los domingos.
   El portero nos ayudó a mal acomodar nuestros bienes en los escalones de entrada al edificio. Yo subí a hablar con los poetas. Mi esperanza era que dos personas tan devotas, tan cultas, tan martianas, no podrían superar la imagen de dos niñas puesta de patitas en la calle. Con un poco de suerte, educación y mil disculpas, yo esperaba convencerlos para que enmendaran un daño que no habían calculado bien.
   Pero Fina, imperturbable, me aseguró que ellos nada tenían que ver con esa decisión, que eran incapaces de hacer una cosa como esa. Preferí no recordarle la puerta abierta y aquellos espectadores ocasionales que escucharon, a coro, su peor poesía. Tampoco tuve paciencia para atender al eco de Cintio o a sus gestos imitando el asombro de su esposa.

(Historia de familia, Blog Penúltimos Días, febrero 2008)

Monday, February 23, 2015

Antonio José Ponte vs. intelectuales de la isla

Igual que en la respuesta que Picasso diera a unos jerarcas nazis que le reprochaban el horror de un cuadro donde denunciaba la guerra, no son otros que ustedes, mayimbes, rancheadores, segurosos y trovadores cortesanos, los responsables y cómplices de que las cosas estén como estén. En lugar de sublevarlos la miseria y falta de libertad en que tantos cubanos viven, reservan ustedes su sentido del escándalo para unas líneas impresas. Pero tengan por seguro que cada vez les será más difícil evadir sus respectivas responsabilidades en tanta ineptitud, tanta bajeza y tanto crimen.

(Contra una partida de rancheadores, Diario de Cuba, abril 2013)

Friday, February 20, 2015

Rafael Rojas vs. Angel Guerra

Prefiero pasar de largo de la fábula de mal gusto y resonancia fascista de los “cóndores” (revolucionarios) y los “insectos” (contrarrevolucionarios), a costa del pobre José Martí, con que concluye el artículo. Pero no puedo dejar de señalar que la asimilación entre mis ideas y las del escritor y periodista cubano Carlos Alberto Montaner, de la que abusan Guerra y otros de la misma corriente política, es, cuando menos, imprecisa. Conozco y respeto a Montaner desde hace años pero ambos admitimos diferencias públicas en temas tan variados como el embargo comercial de Estados Unidos, las ideas, culturas y tradiciones de América Latina o el lugar de la experiencia socialista y revolucionaria en la historia de Cuba. 
   Aunque la caricatura de Guerra expone mejor sus limitaciones que las mías, la aprovecho para resumir, sobre todo ante los lectores de La Jornada que se asomen a esta polémica, algunas de mis ideas sobre Cuba que el periodista deliberadamente distorsiona. Es difícil para mí considerarme contrarrevolucionario por muchas razones que a Guerra, quien se empeña en monopolizar la voz de “la Revolución”, lo tendrán sin cuidado. La primera es que soy un producto de la experiencia revolucionaria: nací en la isla, en 1965, y me formé en las escuelas creadas por el sistema educativo socialista. Me gradué de la Universidad de La Habana, en 1990, en la carrera de filosofía marxista-leninista, con una tesis sobre la concepción materialista de la historia de Karl Marx.
   Pero, ante todo, no me considero contrarrevolucionario porque, como sostengo en mis libros El arte de la espera (1998), La política del adiós (2003) y La máquina del olvido (2013), pienso que la Revolución fue un fenómeno histórico circunscrito a los años 50, 60 y 70 del pasado siglo. Después de consumada la institucionalización del sistema político cubano, en 1976, con la Constitución de ese año, es difícil hablar de revolución como un proceso de cambio social, que destruye un antiguo régimen y crea un nuevo orden. Hablar de Revolución a partir de 1976 es posible si, como hace Guerra, se confunde la Revolución con el Estado, el gobierno o sus líderes, cuando no con la nación misma.
   Dado que en los libros mencionados y en diversos artículos he expresado críticas concretas al gobierno de la isla y al sistema político socialista, Guerra y quienes como él sacralizan la historia, asumen dichas críticas como “ataques a la Revolución”. A mí, por el contrario, me interesa historiar críticamente ese fenómeno fundamental del pasado cubano y latinoamericano, con el fin de avanzar en el conocimiento histórico y, también, de contribuir al establecimiento de relaciones más libres con el Estado cubano. Un Estado que, como he reiterado en esos mismos libros y artículos, entiendo como una entidad legítima que no debe ser removida por la fuerza sino transformada pacífica y soberanamente por una ciudadanía cada vez más plural, que no está equitativamente representada en sus instituciones.
   El término contrarrevolución posee un sentido destructivo y violento que no sólo no comparto sino que cuestiono con frecuencia. Siempre he defendido la necesidad de articular una oposición pacífica y legítima en Cuba, que deje atrás, de una vez y por todas, la política del embargo o cualquier forma de hostilidad internacional y que se independice de las agencias del gobierno de Estados Unidos, involucradas históricamente en la confrontación con La Habana. Remito al lector interesado en estas ideas sobre la construcción de una democracia soberana en Cuba a dos artículos publicados recientemente en la isla: “Diáspora, intelectuales y futuros de Cuba” (2011), en la revista Temas, y “El socialismo cubano y los derechos políticos” (2012), en Espacio Laical.
   Llama la atención que Guerra me atribuya un pensamiento “teleológico”, cuando uno de los argumentos centrales de mis libros de historia intelectual sobre Cuba –Isla sin fin (1998), Tumbas sin sosiego (2006), Motivos de Anteo (2008), El estante vacío (2009)- es la crítica a la teleología de la historia oficial nacionalista y socialista, que presenta todo el pasado de la isla como si hubiera sido providencialmente programado para producir la entrada de Fidel en La Habana, en enero de 1959, y para perpetuar la forma histórica del Estado fundado a partir de entonces. La crítica de esa teleología, no sólo en mis libros sino en buena parte de la nueva ensayística cubana de la isla o la diáspora –ver, por ejemplo, el catálogo de la editorial Colibrí, en Madrid–, es un llamado al abandono de la exclusión ideológica en nuestra cultura.
   Si a lo que Guerra se refiere con la torpe tautología del “deber ser teleológico” es a la propuesta de un futuro democrático para Cuba, entonces tendrá que reconocer que somos muchos –cada vez más– los que compartimos ese ideal. Un ideal que en mi caso jamás ha sido planteado en términos neoliberales, como asegura el periodista. Como el lector puede verificar fácilmente en esos libros y artículos, la democratización de la que hablo es un proceso de apertura de las instituciones actuales del socialismo cubano a la pluralidad real de la sociedad insular y diaspórica, que amplíe los derechos de asociación y expresión, sin deshacerse del rol social del Estado ni de la soberanía nacional.
   Que Guerra entienda eso como “cinismo y pragmatismo” o como “derecha nacional e internacional” ilustra muy bien el tipo de izquierda que él defiende. Una izquierda que sigue aferrada a las falsas antinomias de la Guerra Fría y que es incapaz de abandonar lastres del estalinismo como el partido único, el culto a la personalidad, el control gubernamental de la prensa o la descalificación y represión de toda disidencia. Una izquierda autoritaria que, ante el avance de las reformas emprendidas por el gobierno y demandadas por la sociedad civil, se atrinchera en una posición contrarreformista.

(Por una democracia soberana en Cuba, Blog Libros del Crepúsculo, abril 2013)

Thursday, February 19, 2015

Duanel Díaz vs. Viernes de Tribuna

Viernes de Tribuna, el suplemento cultural de Tribuna de La Habana durante los primeros años de la década de 1980, es un revelador documento de una depresión sin paralelos. Mientras la colección completa de Lunes requiere varios días, y hasta semanas, para ser repasada, la de aquel lamentable suplemento, último reducto del realismo socialista cubiche, que duró sin embargo más tiempo, se repasa en un solo día, si no en una tarde. Esto, que es sin dudas una ventaja para el investigador, ilustra bien la profunda contracción del mundo que se produjo en los setenta: de dieciséis páginas en 1959, pasamos a cuatro en 1980 y no, ciertamente, por escasez de papel. Es tan baja la calidad de las colaboraciones, tan anodino el diseño, tan monótonos los comentarios, tan irrespirable, en fin, el aire que transpiran esas páginas, que insuperablemente reflejan la decadencia de lo que viene a ser, de Lunes a Viernes, el proceso de la cultura cubana durante la dictadura castrista.

(Palabras del trasfondo, Editorial Colibrí, Madrid, 2010)

Wednesday, February 18, 2015

Guillermo Cabrera Infante vs. Gastón Baquero y Luis Ortega

Fue el poeta negro que introdujo, Esquilo tropical, la tragedia al traer al héroe condenado a la casa del futuro jefe, ahora sólo un aspirante a poeta laureado que quería verse publicado en las revistas más esotéricas de América. Con el tiempo, sin embargo, se haría periodista aduciendo que los poetas también comen. Cosa curiosa, el poeta negro, que tenía ambiciones de contarse entre los poetas herméticos, también se hizo periodista y llegó a ser, ironías isleñas, director del periódico más rancio, conservador y prestigioso de Cuba y terminó de consejero consultivo del dictador de turno —que era tan mulato como el poeta comunista.
   Fue bueno que ambos compañeros de cuarto supieran pronto que no tenían talento para la poesía, pero sí para las relaciones menos púdicas o más públicas: el periodismo sicofante con las prebendas más fáciles. Dejaron de escribir sonetos a las aplomas maternas, de grabar palabras eternas en la arena y escribieron en su lugar apostillas políticas con las que hicieron una veloz carrera hacia sus sespectivas metas —que eran una sola: esa sólida sinecura segura. Si algo mata más el talento que la envidia literaria es recordar el tiempo infeliz desde la gracia.
   Lo que trajo a casa el poeta negro fue un muchacho nada común. Era rubio, de ojos azules y además quería escribir. Pero no componía versos sino que escribía cuentos, poemas en prosa y narraciones —todo de una gran ingenuidad. Cuando el futuro jefe se miró, literalmente, en los ojos azules del recién venido, vio el mar. El muchacho de ojos azules miró al futuro jefe pero no vio en sus ojos negros el mal sino una intensidad nueva. Se enamoraron. El poeta negro comprendió que no tenía nada que hacer sino formar un triángulo en que no hay tres catetos posibles. Como había estudiado arquitectura sabía que estaba ante un triángulo que es una figura de fuerzas inestables. Se quedó viviendo con el jefe y su efebo, pero se retiró a su cuarto —que se hizo un espacio de repetidas masturbaciones. Después de cada eyaculación, el poeta negro, como era católico, se persignaba con la misma mano con que se había masturbado. A veces iba a confesarse con un padre poeta que era su confesor. Siempre recibía la absolución. Ya el poeta negro se había ido a ejercer el puesto de redactor jefe del periódico más católico —y también el más racista— de Cuba. Pero el poeta negro no veía ninguna incongruencia en su exaltación, sino que llamaba al diario Pan del Cielo.
(…)
   El hombre que fue jefe volvió a la superficie en Miami, el centro universal del exilio. Pero ya no es un exiliado como era cuando me visitó. En otro salto mortal viaja a Cuba y se abraza al Máximo Líder que le dice sin ironía: “Chico, los grandes periodistas nunca mueren”. Sólo se suicidan, digo yo, más de una vez. El futuro jefe rescatado de las aguas se presenta en Miami como un corajudo verbal y declara: “Yo no me vendo, yo me alquilo”. Este alquilón se cree, créanlo o no, una fuerza moral. Pero pocos cubanos que conozco tienen, o publican, una idea tan errónea de sí mismos. Había que haberlo visto en el patio de su casa de lo que se llama La Sagüesera y para él el centro de la gusanera ofreciendo máximas morales como si fuera un Sócrates que ha hurtado el cuerpo a la cicuta y no le debe un gallo a Esculapio. Sus visitantes lo oyen desgranar perlas políticas pero el otrora jefe no sabe que ellos saben la historia obscena de su vida y acogen sus aforismos con un grano de sal marina. El jefe es rencoroso y amargado y se dedica a la difamación. Pero ¿no será que desde entonces, desde aquella tarde en que fue salvado de las aguas por el lanchón de la basura, cumple cadena perpetua por asesinato en la cárcel que es su cuerpo?

(“Un jefe salvado de las aguas”. En: Todo está hecho con espejos. Alfaguara, 1999)

Tuesday, February 17, 2015

Norge Espinosa vs. Luis Pavón

Pavón, que en su entrevista parecía el buen señor mayor de la puerta de al lado, repasó sin detallar su carrera política al frente de un mundo cultural que por poco deshizo, obrando como un buen soldado bajo las órdenes de otros personajes a los cuales representó con mano dura. Al final de su programa, la voz de la locutora insistía en destacarlo como una figura a la que se le recordará por su condición de intelectual de infinito compromiso revolucionario. Si esa es la tónica que tendrá el programa, si esa es la línea de selección por la cual podremos saber o no quiénes merecen o no ser elegidos para alzarse ante el público televisivo como figuras de referencia, vale preguntarse por qué el organismo que produce esa clase de espacios no prefirió entrevistar a Roberto Fernández Retamar o Graciela Pogolotti, por poner sólo dos ejemplos de intelectuales que no sólo poseen una obra de muchísima mayor firmeza, merecedora del Premio Nacional de Literatura, y para los cuales el compromiso con la Revolución ha sabido resolverse en formas mucho más pródigas de lo que entendemos como cultura y diálogo. Claro que también valdría preguntarse por qué no pueden ser otros los invitados a Impronta. Por qué la selección, entre nosotros, para esos espacios, trae consigo una resaca que, a la vez que elige a unos, evidentemente impone a otros una cuota de silencio o invisibilidad rampante.
   La resurrección de estos cadáveres es un síntoma que, leído en secuencia, puede y debe provocar reflexiones e inquietud. Si la cultura cubana es consciente de su pasado y su tradición, si en verdad está apta para revisitarse y comprender lo que es, por encima de sus logros reales, no los triunfalistas, y los errores que la han traspasado; estas presencias no deben ser recibidas con indiferencia. Las víctimas de lo que, como mando de censura y parametración organizaron Serguera y Pavón, debieran sacudirse el polvo y el lodo que este regreso les echa encima, y levantarse con voz de alerta. Lo que implica el que tales nombres ocupen espacios principales de la televisión, ganen una atención y una promoción que otros de mucha mayor valía y trascendencia no poseen, es un signo grave que puede desatar otras preocupaciones. Repasar sin asomo de respeto el pasado cultural cubano, sin la debida delicadeza ni la conciencia real de lo que ahí se acumula; es lo que parecen introducir entre nosotros, como penosa actitud, estos acontecimientos. Espero que la vergüenza propia de quienes sufrieron esos desmanes se alce y no acalle la indignación que ha corrido por las calles habaneras, por la discreta ciudad letrada cubana, tras estas fantasmagorías que hemos debido ver, sintiendo el golpe de lo que se llama "pena ajena". Sería una actitud que dignificaría y nos recordaría el modo en que la cultura, para ser manipulada, debe ser ante todo un valor moral y de dignidad regeneradora. Teniendo en cuenta, sobre todo, que muchos de esos que fueron alejados de su quehacer durante el quinquenio gris bajo el mando de Serguera y Pavón, aún esperan una disculpa real y palpable por lo que debieron padecer.

(Circulado en la red, enero 2007)

Monday, February 16, 2015

Rogelio Llópis Fuentes vs. Norberto Fuentes

Transcurrieron los años 1975, 1976 y buena parte de 1977 sin saber yo exactamente qué agente o informante se entendía con mi caso, pero sí sabía que la red de acopio de información es tan vasta, activa y minuciosa que mis actos, mis maniobras para sobrevivir, mis opiniones y estados de ánimo no hubieran podido menos de dejar de contar con ojos y oídos oficiosos puestos en estado de alerta por la Seguridad. Pues ésta sólo se encontraba al acecho de una ocasión propicia para reanudar el contacto personal conmigo, y cuando hice unas declaraciones a la ABC News de la televisión estadounidense el 2 de septiembre de 1977 en la sede de la Embajada Suiza con motivo de la apertura de la Sección de Intereses de los EE.UU. en Cuba, reapareció en mi vida el puntual y acucioso agente en la persona de Norberto Fuentes, primo hermano mío que hasta el momento de su materialización ante mi mirar atónito jamás se había dado por enterado del parentesco.
   Desde entonces mi desmemoriado y recobrado primo fue todo memoria y solicitud; me frecuentaba con sus visitas al menos dos veces a la semana, sin importarle las reducidas dimensiones y el deprimente estado de mi vivienda. Quien todo se lo debía a la Seguridad todo debía hacerlo en cumplimiento de sus órdenes. Un mes antes de que las autoridades competentes se dignaran darnos la salida definitiva del país a mi esposa y a mí, Norbertico tornó a su primigenia falta de memoria. Suspendió de pronto sus visitas como  si nunca hubiera puesto los pies en aquella vivienda que llegó a parecerme inventada por el continuo acosamiento de la Seguridad para sacarme de quicio.
   Algunas de nuestra conversaciones Norbertico se las había llevado consigo, aprisionadas en su caja de resonancia: una grabadora a la que delataba el torpe tamaño, hecha un risible envoltorio en sus manos. No existen en el mundo envoltorios, por muy apta fachada que cuenten, capaces de disimular o escamotaer a la vista grabadoras tales. Yo procuraba escurrir los ojos; cada vez que los dejaba errar hacia la grabadora me afanaba en apartarlos de ella cuanto antes sin delatar mi sobresalto.
   Sin duda Norbertico me creyó tristemente carente de materia gris, pero la que él posee no anda muy abundante que digamos, por lo menos así lo demuestran aquellos envoltorios parlanchines con que rayando las tres o cuatro de la tarde se me aparecía con anonadante puntualidad para hacerme insólitas y sospechosas consultas literarias. Tal vez se hubiera propuesto volverle la vida a mi alicaído ego de escritor sepultado por un silenciamiento que iba convirtiéndose en inmemorial, muerto y enterrado por aquel tan inicuo como abyecto terrorismo intelectual de que era víctima. En mis rememoraciones de mi trato con Norbertico adquieren relieve las tantísimas preguntas que me hacía, a usanza de un intermitente interrogatorio, sobre la obra del célebre humorista norteamericano Robert Benchley, cuyas películas no me perdía cuando niño pero cuya obra desconocía a tal punto que me veía obligado a inventar conocimientos ante los cuales mi primo no hacía papel de primo; llegado el momento se las ingeniaba para pasar a otro tema de conversación. Ahora recapacito en que la Seguridad sabe todo lo que yo no sé sobre Robert Benchley, el escritor humorista.

(Testimonio de un apestado, Revista Mariel, No. 3, 1983)

Friday, February 13, 2015

Rufo Caballero vs. Duanel Díaz (2)

¿Conocen ustedes a alguien llamado Rufo Caballero? No podrían reconocerlo, porque no existe. Acaban de invisibilizarlo. Rufo Caballero no existe: todos sus libros son horrendos; sus artículos y ensayos, intransitables, al punto de que el ser a quien hemos cuando menos leído durante años, no existe. Es una invención de nuestro pesar.
   Un joven alquimista consiguió la desaparición, con un artículo imposible, titulado Las tres manías de Rufo Caballero.
   ¿Por qué imposible?
   Porque carece del menor matiz, porque la exasperación del articulista lo conduce a borrar cualquier proporción en el análisis, y porque sencillamente no puede existir alguien a quien no le alcance ninguna vida para pagar su necedad. Ah, cuánto tenemos que agradecer a esta nueva entidad reveladora, duende esclarecedor. Tal es el apremio por borrar a Rufo Caballero del mapa, de este mapa, que si en su primer artículo el duende reconocía -ciertamente muy de pasada-, un par de virtudes en el ensayista, ahora nos aclara, en un súbito de franqueza, que aquello era hipocresía. Que todos los campos del odio no bastan para castigar a la vergüenza de esta ínsula.
   En realidad me he divertido a mares con el texto del duende; siento que la definición de las tres manías le ha quedado estupenda. Y otra baza para su escozor: ninguna de las tres me molesta. He gozado con la gracia que sin duda tiene este muchacho para zaherir, para pretender el confinamiento a los campos del olvido. Es una pena que él nada decida, porque lo tiene todo muy claro. En su despedida pop, de un grotesco banal, entre carcajadas contenidas aguarda por esta respuesta: una carta sin la menor aspiración académica, en tanto el caso ha dejado de merecer toda gravedad, y porque el tiempo es oro.
   El duende termina su diatriba entre carcajadas retenidas, y el lector concluye con una sonrisa desplegada. ¿Por qué? Porque el artículo no logra el efecto acumulativo que pretende, demuele y demuele, y sin embargo en el resultado se transparenta que el propósito de descaracterizar pesa más que la argumentación.

(La miseria. Carta abierta a Jorge Luis Arcos y Enrique Saínz. Unión)

Thursday, February 12, 2015

Víctor Fowler vs. La Jiribilla

La actividad interesada de un titulista del New York Times (no importa si un vulgar malandrín con deseos de vender más ejemplares, un guardián de la doctrina que introduce en el texto ajeno su ideología personal o un alma solidaria con ese amplio sector al que se le llama los negros cubanos) ha provocado escándalo en aquella zona de la intelectualidad cubana que, de manera habitual, se dedica a los estudios sobre racialidad. La falta de ética que significa cambiar el sentido absoluto de una oración para convertirla en su contrario, no sólo ha rebajado al nivel del suelo el prestigio del mítico periódico, sino que expone el vientre de este tipo de periodismo: un simple libelo con dinero que presentó una tardía excusa formal por el procedimiento únicamente después de la democión de Zurbano de su antiguo puesto como director de la editorial de la Casa de las Américas.
   En Cuba, del lado opuesto de la ecuación y como en un alucinante juego de espejos, las cosas tampoco han ido mucho mejor; primero porque ante la publicación de un texto cuyo título fue considerado ofensivo (“Para los negros cubanos la Revolución aún no ha comenzado”) a nadie se le ocurrió cumplir con el más elemental principio periodístico que enseña a comprobar la noticia. Dicho de otro modo, a la violación de toda ética por parte del titulista del New York Times (quien falsificó el título (“Para los negros cubanos la Revolución aún no ha terminado”), la publicación cubana La Jiribilla responde con una nueva violación de la ética profesional al organizar o dar cabida a una batería de respuestas discursivas (artículos de 8 intelectuales cubanos) sin tan siquiera asegurarse de que la acusación respondía a motivos verdaderos.
   Desde este punto de vista duele tanto como horroriza pensar que (puesto que es algo que pudiera suceder a cualquiera) que hubiese bastado un telefonazo a Roberto Zurbano, autor del texto y –para colmo– colaborador de La Jiribilla misma, para matizar las respuestas. No sólo la publicación no consultó a Zurbano si era cierto o no lo aparecido en el periódico neoyorkino (en particular, el agresivo título), sino que tampoco lo hicieron los que escribieron en su contra, varios de ellos sus compañeros en la lucha contra el racismo en la Cuba de hoy.
   Puesto que, según lo anterior, esta historia comienza con la falsificación de una noticia (la del título) y termina con la ocultación de otra (la de la nota), las cosas suceden de modo que los contrarios se complementan para dañar la profesión del periodismo con resultados particularmente destructivos: ambos órganos de prensa actúan como libelos baratos que implícitamente propone que mentir, en pos de un objetivo ideológico, es una actitud correcta. Además de ello, para que la vergüenza sea todavía mayor, al pasar –en el plazo de horas- de compañeros de lucha de Zurbano a críticos acerbos (e incluso ofensivos) sin que haya mediado la más pequeña comunicación entre ellos (vuelvo a pensar en lo sencillo que hubiese sido rebajar la beligerancia con sólo preguntar a Zurbano si el título era realmente de él), los intelectuales que con tanta presteza le criticaron (en un desagradable bloque rápido) prácticamente han reducido a cero la credibilidad de esa misma lucha antirracista que, con manos en el fuego, juran defender porque no se puede ser un líder ético y no ético a la misma vez.

(Dolor, alegría y resistencia, La Jiribilla, abril 2013)

Wednesday, February 11, 2015

Leonardo Calvo Cárdenas vs. Esteban Morales

Cuando se unen la orfandad de argumentos, la ausencia de valor y honestidad para aceptar esa orfandad y además la necesidad imperiosa de impugnar a toda costa la opinión independiente, el ser humano se acerca irremediablemente al ridículo.
   Sin tiempo apenas para reflexionar y valorar profundamente los siempre atinados y meridianos planteamientos de Zurbano, varios intelectuales oficialistas salieron al paso del destacado crítico y ensayista, con una serie de desfasados planteamientos que provocan risa y pena al mismo tiempo.
   A la andanada de descalificaciones con que varios personeros intelectuales del gobierno bombardearon a Zurbano, se incorporó el profesor Esteban Morales, especialista en economía y política norteamericana, por muchos años funcionario académico oficialista e “invitado” de última hora al debate intelectual sobre la problemática racial, dentro de la cual asume, poco convincentes, poses de crítico radical, dirigidas todas a no admitir que rocen ni con el pétalo de una flor al gobierno cubano, responsable de los retrasos y desigualdades que hoy sufren los afrodescendientes en nuestra Isla.
   El Dr. Morales, al parecer presa de la premura y la desesperación que provoca ser apurado a responder lo que no tiene respuesta, dice y se contradice en su texto constantemente, para, después de una cansona perorata, llegar a la conclusión de que: “Ese lastre colonial esclavista, no fue posible borrarlo en los años de Revolución, a pesar de lo humanitaria y radical que esta haya podido ser. Es esta la explicación de muchas de las desigualdades y dificultades sociales que aún arrastramos y que la Revolución, iniciada en 1959, trataba de solucionar.”
   El Dr. Morales no fue capaz de darse cuenta de que es precisamente de eso de lo que habla Zurbano, pero además tampoco admite en qué medida han perjudicado la calidad de vida e inserción social de los afrodescendientes los diseños y dictados económicos del gobierno, los que, sin aportar soluciones viables a la crisis del modelo, profundizan las desventajas y desigualdades sufridas por este importante sector de la sociedad.
   El Dr. Morales y sus compañeros de la urgente cruzada anti Zurbano, insisten en argumentar solo a partir de lo que las autoridades han intentado, logrado o no logrado hacer en materia de igualdad socio-racial, dejando sin remedio a los ciudadanos en condición de objetos pasivos de la hegemonía omnipotente del poder absoluto.
   Tal posición refleja con total nitidez cuanta desconexión de la realidad y de las actuales tendencias de interrelación social padecen los gobernantes cubanos y sus voceros. No quieren, no pueden y no les conviene admitir que la modernidad, la prosperidad y la justicia se construyen sobre los cimientos de la independencia y el empoderamiento cívico, económico y cultural de los individuos y las colectividades.

(Todos contra Zurbano, Cubanet, abril 2013)

Tuesday, February 10, 2015

Marcelo Pogolotti sobre Mariano Aramburo

(...) venía de España con todo el empaque de los honores académicos que allí había recabado tras de cursar con brillantez derecho y filosofía en Zaragoza. Llegaba en 1899 en vísperas de cumplir los treinta, sintiéndose bien armado para conquistar una cátedra, sin que el éxito coronase, empero, tal empeño. Por lo demás, gran parte de su vida estaba condenada a la frustración, pese a la vastedad de los conocimientos que poseía. Manejaba con propiedad el lenguaje pero su prosa, bien que correcta, resultaba desabrida y tediosa. Pacato y conservador en extremo, no se hallaba en sincronía con el momento histórico. Por haber pasado el período de su formación intelectual en la Península mientras ésta se esforzaba por estrangular la rebelión cubana, el hijo de veterinario del ejército español nunca llegó a comprender de veras a su país natal.
   Así, sus disquisiciones metafísicas y ensayos jurídicos no pasan de ser abstracciones sutiles o eruditas carentes de sustancia vital, las cuales han caído en un olvido del que con toda seguridad no despertarán.

(La República al través de sus escritores, Editorial Letras Cubanas, 2002)

Monday, February 9, 2015

Fermín Gabor vs. Carilda Oliver Labra

La cabeza enfundada en unas pamelas negras de ala corta que la asemejan a San Juan Bosco, Carilda Oliver Labra atraviesa la isla porque le han dedicado la Feria del Libro de este año. Se presta, a su edad venerable, a recitar poemas de furor sexual. (Le quitan la temática del repellamiento chupachúvico y quedaría muy poco de su obra poética.)
   Ella forma, junto con Rosita Fornés, el dúo de rubias menos eróticas con que contaran los años cincuenta en Cuba. Y esa falta de fluído eléctrico las obliga, octogenarias ya, a vestirse de sirenas o a soltar kamasutradas. 
   Carilda, que es la que aquí nos interesa, se muerde el pelo en sus lecturas a la manera de una estampa erótica japonesa, hace de geisha jurásica. Las ferias del libro de todos los rincones del país la tienen como figura principal, y ella traslada ese honor a “los cinco héroes prisioneros del Imperio”, de quienes celebra sus bellezas viriles pues la vieja es capaz de untar de baba sexual cuánta cosa le pongan por delante.

(La lengua suelta # 15. La Habana Elegante, segunda época)

Friday, February 6, 2015

Reinaldo Arenas vs. Heberto Padilla

Esa ladilla pilla llamada puntilla que todo lo mancilla por una pesetilla, chilla y se humilla porque no brilla y huye y destruye porque no halla hoyo, valla, boya, bulla, bollo, bugabello, muelle, quilla o gran morcilla que la abollen y la embullen a boyar. Ella quiere ser estrella, ocupar una gran silla, ser del mundo maravilla y dirigir la tortilla; pero es sólo una putilla que ostenta grandes patillas y no puede escribir ni una cuartilla que no sea de pacotilla.

(El color del verano. Tusquets, 1999)

Thursday, February 5, 2015

Alejandro Armengol vs. Zoé Valdés (2)

Desde su llegada al exilio, Valdés se ha convertido en una repetidora de la ultraderecha anticastrista, como en Cuba fue una pregonera del régimen.
   Si escribir poemas en contra de Ronald Reagan (algo, por otra parte, no despreciable si fueran buenos) y estar en París a la diestra y siniestra de Alfredo Guevara son actos de disidencia, entonces Valdés merece un puesto. De lo contrario, continúa en la pequeña historia local de la infamia.

(La marioneta y los titiriteros. Cuaderno de Cuba, junio de 2010)

Wednesday, February 4, 2015

Esteban Morales vs. Roberto Zurbano

Bajo un título carente de rigor histórico y objetividad, Roberto Zurbano trata de caracterizar la situación de los negros en la Cuba de hoy. Como  evaluador crítico del tema que soy, podemos compartir algunas de sus aseveraciones, pero no en términos tan absolutos y mucho menos, con la carencia de objetividad con que estas se formulan. Tampoco las conclusiones a que  el autor arriba.
   Afirmar que “para los negros cubanos la Revolución no ha comenzado”, no se sostiene, ni aun dentro de la compleja realidad cubana de hoy. Verdadera encrucijada dentro de la cual el país trata de encontrar un modelo económico propio y sostenible, para no repetir los niveles de dependencia económica  que  soportó  por  tres ocasiones, en menos de un siglo. Durante el periodo final (1960-1991), que resultó ser el más provechoso para la Isla, el tiempo no alcanzó para superar definitivamente las realidades de un país subdesarrollado.
(...)
   Habría que ser poseedor de una ignorancia histórica extraordinaria para pensar que un cambio de liderazgo político en Cuba pudiera beneficiar a los negros. Un pensamiento como ese, solo puede provenir, como lo dice el titulo del artículo, de alguien que piense que “para los negros la Revolución cubana no ha comenzado aún”.

(La Revolución cubana comenzó en 1959, La Jiribilla, abril 2013)

Tuesday, February 3, 2015

Ernesto Morales vs. José Miguel Sánchez (Yoss)

Quienes probamos alguna vez con al menos uno de esa decena de libros publicados por José Miguel Sánchez Gómez, abdicamos muy pronto con una determinación que olía a Mark Twain: “Cualquier librero vacío es de por sí excelente por tal de no contener los libros de Yoss”.
   Eso lo sabíamos, lo decíamos, lo burlábamos, aquellos jóvenes creadores, lectores, artistas de pacotilla o de facto, faranduleros y casi siempre trova-rockeros, que leíamos hasta la guía telefónica cuando se acababa cualquier literatura que despilfarrar.
   Reírnos del Yoss, del egocentrismo injustificado del Yoss, de su personalidad nerviosa y pretendidamente auténtica, era una especie de deporte obligatorio entre los “alumnos” (a falta de un mejor término) del capitalino Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”.
   En ese entonces, aún no sabíamos cuán peligroso podría llegar a ser. Quizás habría que partir de ahí para entender qué grotesca motivación, qué oculta hediondez de occipital, pudo llevar a este artesano de la escritura a escribir semejante panfleto de maldad mal camuflada.
   José Miguel Sánchez Gómez tiene 44 años, 11 libros publicados, y ni un solo un lector. Ni uno solo. No conozco a  nadie que, si lo hace, confiese leer libros de Yoss. Y yo (como León Felipe) conozco a muchos lectores de muchas cosas. Incluso malas. He conocido lectores de Abel Prieto, por ejemplo. Pero no de Yoss.

(Diseccionando la garganta profunda del Yoss, Blog Café Fuerte, marzo 2013)

Monday, February 2, 2015

Haroldo Dilla vs. Eliades Acosta Matos

Un caso bien conocido es el de Eliades Acosta, un funcionario cubano que tuvo papeles muy destacados en la represión contra intelectuales cubanos, en su país o en terceros, desde sus altas posiciones al frente de la Biblioteca Nacional José Martí o desde una secretaría del Partido Comunista. A su haber, cuenta con la organización de francachelas represivas contra actividades públicas centradas en intelectuales oposicionistas o sobre temas cubanos que no se avenían con las políticas oficiales cubanas.
   Para hacerlo, Acosta ha utilizado el conocido recurso de las bandas de paleros que se agrupan en algunos llamados “comités de solidaridad con Cuba” y que boicotean agresivamente las actividades programadas. El caso más conocido —no el único— fue su participación en la feria del libro de Guadalajara en 2002. Allí organizó todo tipo de vandalismos contra los intelectuales cubanos críticos al régimen en la Isla, y en particular saboteó un panel en que prominentes figuras intelectuales continentales —como el muy marcado caso del izquierdista inclaudicable Roger Bartra— arrebatando los micrófonos a los ponentes, cerrando las puertas y reteniéndoles por más de media hora entre insultos y amenazas a cargo de grupos de fanáticos.
   Destituido de todos sus cargos en Cuba, Acosta no ha encontrado mejor consuelo que asentarse en nuestra media isla a la sombra del Archivo para investigar y escribir con verdadero fervor democrático contra la dictadura… de Trujillo.

(La “solidaridad” con Cuba y la indecencia política. Cubaencuentro, marzo 2014)