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Monday, October 31, 2016

Ernesto Hernández Busto vs. Rafael Rojas (3)

Rafael Rojas ha publicado en su blog una reseña del último libro de Duanel Díaz, Palabras del trasfondo. Dice varias veces que se trata de un libro indispensable (cosa que yo también opino), pero expone varios reparos reveladores. Para empezar, le parece “vehemente” y demasiado tajante en su anticastrismo: “En varios momentos del libro se tiene la impresión de que, para él, el valor literario de una novela o un poemario está determinado por su mayor o menor anticastrismo.”
   Esto es una simplificación grosera —de Rojas. Para entender bien esta reseña, uno debe haber leído el libro de Duanel, sobre todos las páginas (86-90) en las que polemiza con el propio Rojas a propósito del significado de un poema de Eliseo Diego, “Pequeña historia de Cuba”, [y del poema “Cuba”]. Allí Díaz demuestra fehacientemente que ese poema acaba con una pregunta retórica que Rojas ha querido convertir, un poco a la cañona, en interrogación inquietante o ambigua.
   Después de leer a Díaz, que desgrana con cuidado el texto (y el contexto), a mí me parece bastante obvio que ese poema de Diego intenta justificar, en realidad, la violencia revolucionaria, como un elemento necesario y hasta creador. No sé hasta que punto sea esto un “pecado” en un escritor (en definitiva, esa posición no está muy alejada, a mi juicio, de aquel “cement of blood” del Vespers de W. H. Auden, y cualquier pretensión mitológica ha convocado siempre un elogio simbólico de la violencia) pero lo que sí me parece ridículo es tratar de negar la evidencia ideológica en nombre de la crítica literaria o de una supuesta ambiguedad —que Rojas extiende, además, ¡a un poema de Antón Arrufat sobre Playa Girón!
   Llevada por una incomprensible prudencia, la posición de Rojas sería, más o menos, la que resume esta cita:
   “La obra intelectual de escritores e historiadores, bajo un totalitarismo, no se puede reducir al testimonio de adhesión al régimen. Ese testimonio no debe ser ocultado a conveniencia, pero sí podría colocarse junto a las distancias que, en dado caso, asume un escritor. Si no quiere caer en la misma confusión totalitaria entre literatura e ideología, la crítica debe estar tan atenta a la conexión como a la desconexión entre ambas esferas.”
   En este extraño espacio de “indecidibles” literarios bendecido por un academicismo deslavazado, la objetividad radicaría en poner una de cal junto a otra de arena, y el crítico debería comportarse como esos periodistas que creen que ser objetivos es recoger dos opiniones contrarias sobre un mismo hecho. Lo cual resulta aquí doblemente ajeno, puesto que ni Rojas ni Duanel Díaz hacen crítica literaria en el sentido más estrecho de la palabra, sino crítica literaria en tanto crítica de la ideología, o ensayos de historia intelectual. Desde ese punto de vista, las conclusiones de Duanel en su último libro parecen más acertadas y mucho mejor sustentadas que las de Rojas.
   Lo que hace realmente indispensable Palabras del trasfondo es que muestra la conexión entre literatura y castrismo bajo una luz objetiva, lejos de falsas ambiguedades críticas y con muchas evidencias que Rojas, lamentablemente, no conoce o ha preferido pasar por alto en sus propios libros sobre este tema.

(Rafael Rojas reseña a Duanel Díaz. Blog Penúltimos Días, noviembre 2009)

Friday, October 28, 2016

Gilberto Padilla Cárdenas vs. las antologías

Se me ocurre una sola razón para publicar antologías en Cuba: la polémica. En un país donde la literatura es algo que hay que resucitar a diario, hacer una compilatoria —no importa el tema— es un modo más o menos seguro de conseguir algo de revuelo mediático y romper la inercia insular. (Las antologías son “máquinas de hacer prensa”, decía Fogwill.)
   Desde aquel disparate intitulado La generación de los años 50  (Letras Cubanas, 1984) —donde Luis Suardiaz & David Chericián cambiaron a Roberto Friol por Frank País y a Heberto Padilla por Raúl Gómez García, es decir: poetas por patriotas— hay una larga tradición nacional donde las antologías son bombas de racimo en una guerrilla literaria que ha dejado mutilados y muertos en el camino. Escenarios de DotA. Porque hasta la más académica de las compilaciones (pienso en aquellos tomos de Leonardo Sarría, Golpes de agua, sobre la poesía cubana de tema religioso) ha provocado alguna que otra herida en la piel de los autores nacionales. Sin ir más lejos, el poeta Oscar Cruz —gestor de The Cuban Team: los once poetas cubanos— recibía hace un par de meses una florida réplica escrita por Yoandy Cabrera. Varias razones motivaban la ira de Cabrera —“el uso de los artículos determinados (the y los) en el título […] del ejemplar en cuestión”; la autoinclusión de Oscar Cruz “dentro del team con plena consciencia de ser parte de lo que él llama ‘coalición’”; un error de cálculo en la página 9; que Oscar Cruz no explicara o, mejor dicho, no explicara suficientemente bien, según Cabrera, su criterio de selección; que pueda interpretarse que “Oscar Cruz es hoy a la poesía cubana lo que Leo Messi al Barça”—, pero es una ira algo aleccionadora del espíritu del género, las ronchas en la piel sensible de turno. Una dermatitis de contacto.
   Por otro lado, dejando los conflictos aparte, se trata de una curiosa —y algo torpe, a ratos— tradición nacional: nuestras mejores antologías literarias son aquellas que hacen de sus imperfecciones un ejercicio de estilo, capturando estados de ánimos, consignando errores o vanidades y valentías para la posteridad. Hay de todo en eso. Efectos diversos: la voluntad generacional y marketinera de Orlando Luis Pardo Lazo en Cuban in Splinters (O/R Books, 2014); la minuciosa territorialidad de Como raíles de punta (Sed de Belleza, 2012), de Caridad Tamayo, donde el mapa es más importante que el territorio; el karma de superarse a sí mismos de ciertos escritores autocanonizados en Mañana hablarán de nosotros (Dos Bigotes, 2015); el infiernillo provinciano de El sol eterno. Antología de jóvenes poetas holguineros (Ediciones La Luz, 2009), y un largo y generoso etcétera.
   Cada uno de esos textos es una foto sacada a un presente de nuestra literatura. Ahí están sus vicios desechables, flaquezas, mezquindades y horrores. Sus modas. Sus guerras. Sus preferencias sexuales. Están los ejercicios de sobrevivencia, las lecturas del día, las poses y mohines de nuestro pensamiento, de nuestra ficción y poesía. Pero también está otra idea de que las buenas antologías son escrituras sin escritura por parte de los antologadores. Porque no hay nada más osado que escribir una novela o un poemario con la literatura de los otros. ¿Acaso no fue eso lo que hizo Jorge Luis Arcos con la poesía de José Kozer en No buscan reflejarse (Letras Cubanas, 2001)? Hay cierto morbo en eso. Los buenos antologadores son así, gente que es capaz de cortar y pegar la obra ajena como si fuera propia, buscando hilos, oscureciendo e iluminando sentidos, trazando conspiraciones y descubriendo secretos. Armando complots, en suma. (“A un hipotético coleccionista de narrativa cubana contemporánea, ¿qué piezas deberíamos descubrirle? O mejor dicho: ¿hacia qué clase de textos podríamos llevarlo, como se lleva una presa al desfiladero?”, se pregunta Jorge Enrique Lage en La zona & la mezcla, una excelente antología de “novela corta de autor” cubana.) Gente que simplemente supera su silencio con la voz de los otros, que hace de sus obsesiones un kit para armar. Y esa, por cierto, no es una mala consigna y tiene de algo de cuentapropista, de hazlo tú mismo.
Las antologías son como departamentos de solteros: las medias al lado del teclado, la cama sin hacer, las cazuelas mugrientas; uno conoce la intimidad del compilador. Su relojería.
   El desierto bibliográfico cubano está plagado de antologías, compilaciones que mueren y son reemplazadas de inmediato, como si fueran las mascotas que nunca tuvimos. Otros tenían dálmatas o hamsters mientras que nosotros teníamos antologías: una sucesión larguísima de libros (Jorge Luis Arcos llegó a contabilizar nada menos que treinta antologías de poetas cubanos entre 1994 y 1999) que durante más de cincuenta años no cesó, porque, en parte eran, siguen siendo, el regalo preferido de un padre pobre que no sabía qué carajos regalarle a un país de hijos sumamente difíciles de regalar. Así, hay antologías cubanas que son guías telefónicas (pienso enAnuario 1994. Narrativa). Otras que son muestrarios: cuatro blancos, tres negros, un pinareño, dos gays, un travesti, un comunista. Antologías teñidas (Poetas de color, de Francisco Calcagno). Antologías que han desarrollado vida inteligente, con autores democráticamente elegidos por sufragio (El martillo y la hoz y otros cuentos, de Rafael “Isliada” Grillo). Antologías sobre gordas (Ni más ni menos gorda, de Teresa Medina). Antologías superlativas (Los últimos serán los primeros. Antología de los novísimos cuentistas cubanos, de Salvador Redonet). Antologías político-administrativas. Programáticas. Homoeróticas. Antologías cyberpunks. Y mientras escribo esto, recuerdo una página de Meditraiciones, de Jesús David Curbelo: “me he enterado de que están preparando una antología de poetas con trastornos cardiovasculares, la cual, sin duda, inaugurará la escuela poscardiópata en la poesía cubana”.
   Pero digan lo que digan, una buena antología —como la mentada La zona & la mezcla, de Jorge Enrique Lage— siempre es arbitraria e inútil. Un tipo de libro insatisfactorio por excelencia. Siempre irónico. Lleno de errores, de olvidos, de presencias injustificadas. “Una antología”, dice Lage, “si es algo, es la necesidad inmediata de otra antología. Otros autores, otras historias. Otras lecturas”. Tiene razón. Pero una buena antología es también otra cosa: un golpe contra el canon, contra las buenas conciencias de la literatura cubana, esforzadas como están por mantener la cosmética estúpida de nuestro país.

(Talco. Hipermedia Magazine, abril 2016)

Thursday, October 27, 2016

Leopoldo Lezama Contreras vs. Pedro Juan Gutiérrez

El caso de Pedro Juan Gutiérrez es distinto. Su visión es pesimista y ácida, sus personajes oscuros, quejumbrosos, y viven la dura vida cotidiana de la Cuba de los años noventa. Hasta ahí bien. El problema con Pedro Juan es su actitud política mal asumida y mal aplicada ante los mismos problemas que desarrolla Eliseo. Aunque no se pueden negar sus méritos literarios, la facilidad de crear buenas historias al interior de esa Habana “negra”, nos da la impresión de que el escritor de la Trilogía sucia se valúa en parte por su literatura, pero también por la actitud que toma frente a los problemas de su país. Habíamos dicho que cuando asuntos de orden político se manejan con soltura y sin tanto rigor dentro de la órbita literaria, corren el riesgo de no ser tan legítimas a falta de reflexión y de sustento. En realidad, nos gusta el Pedro Juan que hace una serie de relatos perversos teniendo de telón de fondo la atmósfera dura de los años noventa en Cuba. Literariamente logra salir a flote, ya que es capaz de crear historias de la Habana sucia, la Habana derruida, la violencia, la prostitución, las mujeres sin empleo que terminan jineteando en los sitios turísticos, la droga, la burocracia, la represión, la mentira, el hartazgo de un país donde nada funciona, donde todo está derrumbándose, pudriéndose. Ahora bien, si tomamos al pie de la letra lo que dice Pedro Juan de Cuba, lo primero que nos viene a la mente es, sin duda, qué hace viviendo al interior de la isla. Sin embargo, nosotros leemos literariamente la Trilogía sucia y nos satisface; el problema es que Pedro Juan hace también una crítica explícita y abierta al sistema cubano, es decir, suelta una serie de opiniones políticas, pero en este caso sin ningún sustento, sin respeto alguno, entrando en un ambiente de escisión, lo que obliga a puntualizar algunos asuntos de su libro.
Acaso, el de Pedro Juan hubiera sido un excelente libro de relatos eróticos, si se hubiera concentrado en la elaboración y desarrollo de sus historias perversas. En ese terreno, Pedro Juan tiene la suficiente inventiva y calidad para mantener episodios y episodios de amantes, ex amantes, ex-ex amantes que mal viven en lo que a su juicio es la peor Cuba de la historia. Así, nos hemos divertido con la historia de un hombre que “templa” con una mujer distinta cada semana, que consigue ron y cigarros quién sabe de dónde, que se las ingenia para vivir como un cuasi-beatneak en un país del tercer mundo. Nos hemos divertido con las historias secretas de esa Habana sucia: drogadictos, asesinos, psicópatas…un hombre sin piernas que antes fue un superman con un pene de treinta centímetros que cada noche eyaculaba ante un público que en su primera fila tenía una multitud de homosexuales aventándole dinero. Ese es el Pedro Juan que nos satisface: el que hace pequeñas historias llenas de humor negro, llenas de sarcasmo, de ironía, de irreverencia, de talento literario. No nos llena tanto, en cambio, el Pedro Juan que subordina sus historias a sus opiniones políticas, el que inventa el relato de una viejecita que se murió de espanto cuando se cayó el muro de su casa porque el gobierno no invirtió en el cuidado de sus edificios; o aquella otra del hombre al que le censuraron unas fotos eróticas, cosa que empujó a que su hijo se arrojara a las drogas, o la del homosexual que se suicidó porque no lo aceptaba la sociedad…actos que serían más verosímiles si no estuviera uno pensando en los conflictos que Pedro Juan trae con el sistema. Hay, pues, una subordinación de sus temas a lo político, cosa molesta, ya que hubiera sido más sencillo que expusiera de manera directa lo que piensa de Cuba. ¿De quién es entonces la censura?
   Entonces queda un discurso que no acaba de consolidarse como una gran narrativa, y que tampoco llega a ser una crítica analítica, fundamentada. En Pedro Juan no hay reflexión: hay una “tira mierda” por todas partes, no hay análisis, y sólo se escuchan quejas y quejas, que lo hacen adoptar esa vieja actitud del mártir, del que se otorga valor por estar en contra de lo establecido. Pedro Juan quiere ser un escritor maldito en la Habana de pleno fin de siglo XX, pero eso sólo le incumbe a él: a nosotros nos interesa su literatura y lo que ella ofrece. Y entonces el vagabundeo de sus personajes, sus prácticas libertinas, su actitud rebelde ante el infierno en el que viven, quiere construir la imagen de un héroe anti dogmático y libre, héroe que se regodea en lo grotesco, y que demuestra lo que pasa en su país.

(Cuba. Tonalidades de la disidencia. Revista Círculo de Poesía, noviembre 2010)

Wednesday, October 26, 2016

Juan Abreu sobre su exilio

Nací, como saben, en una isla del Caribe. Deseo afirmar en primer lugar, categóricamente, que salir de esa isla es lo mejor que me ha pasado en la vida. Una absoluta bendición.
   Hay toda una literatura trágica sobre el Exilio, la nostalgia de la tierra que nos vio nacer, etcétera. Mi amigo el escritor Reinaldo Arenas llegó a decir que después de haber salido de la tierra que lo vio nacer se convirtió en un fantasma. En una especie de alma en pena.
   Yo lo traté bastante en Estados Unidos y nunca me pareció un alma en pena.
   Pasé en la isla los primeros veintiocho años de mi existencia.
   ¿Qué puedo decir de ese sitio que sirva para ilustrar, de alguna manera, mi relación con él?
   Veamos. En la isla donde nací hay unos árboles llamados palmas. A los poetas de la isla les encantan. Se ha escrito mucho sobre las palmas. Un poeta muy mencionado en la isla las llamó “novias que esperan”. Otro, menos mencionado, delante de las cataratas del Niágara –¡delante de las cataratas del Niágara!–, escribió que no podía dejar de pensar “en las palmas deliciosas”.
   Pero esas no son las mayores tonterías que se han escrito sobre las palmas. Vean esto:

   De pie sobre nuestro suelo
   Simbolizas la Victoria;
   Y cuando el ala ilusoria
   Del aire ante ti suspira
   Cada penca es una lira
   Que canta tu eterna gloria.

   Las palmas, verdaderamente, son espantosas.
   Uno ve sus troncos flacos, grises y aburridos en el horizonte, coronados por un penacho reseco y cundido de insectos, de cagadas de pájaros, y piensa indefectiblemente: qué feas.
   Al margen de inspirar a los poetas de la isla, las palmas no sirven para nada. Bueno… sirven para construir bohíos. ¿Han entrado alguna vez en un bohío? No se los recomiendo. Son sitios donde, en cuanto te descuidas, te cae un alacrán en la cabeza.
   Y ya que estoy dentro del bohío: les presento a la tinaja. Una cosa de barro. Allí se almacena agua para beber. Muchos habitantes de la isla afirman tranquilamente que el agua de tinaja es mejor que la de cualquier nevera.
(…)
   El mismo poeta muy mencionado, al que aludí antes, también dijo: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”. Una total sandez.
   Una sandez muy peligrosa, además. Es el tipo de sandez que exalta el esperpento cavernícola llamado Nación. Lo que indefectiblemente lleva a la violencia y a la estrechez intelectual.
   A mí todo esto me parece bárbaro, incivilizado. Es el tipo de pensamiento, de doctrina tribal que ha hundido la cultura de la isla donde nací en un triste clima de miseria espiritual. Miseria espiritual que permite hablar a un intelectual de la isla, sin el menor pudor, de “socialismo con swing”; como si fueran una gracia cincuenta años de dictadura, la tragedia de millones de familias separadas, el horror del presidio político, miles de fusilados y decenas de miles de ahogados en el mar tratando de escapar de ese paraíso que lo único que necesita es… ahora lo sabemos… un poco de “swing”.
   Es decir, que les pongan una guaracha de los Van Van a los presos políticos entre paliza y paliza.
   Exilio, esa es una palabrita venenosa.
   Tan venenosa como la palabrita Patria.
   Yo no me considero un exiliado, me considero un hombre libre en el paisaje del mundo.
   Si me hubiera quedado en la isla donde nací, en ese entorno empobrecedor, hoy sería otra persona, peor sin duda.
   El entorno es muy importante. Lo cambia a uno. No se han cantado lo suficiente las virtudes humanistas del agua corriente, los supermercados abastecidos, el transporte puntual y la electricidad ininterrumpida.
   Verdaderas fuentes de humanidad.
   El entorno es muy importante.
   Lo hace a uno mejor persona.
   Les pondré un ejemplo. Al llegar a Barcelona trabajé como lector en una editorial. Un trabajo muy mal pagado. Leía manuscritos y escribía informes de lectura. Cierto día llegó a mis manos la novela de un escritor de la isla. La novela me pareció interesante.     Recomendé su publicación. El editor confirmó que mi opinión fue decisiva. La novela se publicó. Poco después vino el autor a Barcelona a presentar su libro y coincidimos en una comida. Yo sabía quién era él y él sabía quién era yo, en el áspero marco de la política de la isla. Yo recomendé su novela. Él, en cuanto llegó a la isla, escribió el correspondiente informe sobre su encuentro conmigo. Dos o tres días después de su regreso atacaron mi ordenador cientos de virus informáticos que pusieron en grave peligro mi trabajo de años.
(…)
   ¿Y qué decir de cómo ha influido la lejanía de la isla en mi literatura?
   Esa lejanía ha sido decisiva para mi trabajo.
   ¿Por qué? Muy sencillo: porque lejos de la isla donde nací soy libre.
   SOY UN ESCRITOR LIBRE.
   Y trato desesperadamente de que mi obra lo deje muy claro.
   Esa libertad es la que nos hace diferentes del escritor que solicita a su Amo, atildado, comedido, un poco de “dictadura con swing”.
   He recorrido San Francisco, Miami, Nueva York, París, Roma, Florencia, Tokio y Berlín siempre feliz de haber salido de la isla donde nací. Muy feliz.
   Sobre todo feliz de no ver ni una palma.
   Sólo puedo pensar en algo más horripilante que una palma: la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
   Vivir lejos de la isla donde nací ha sido y es algo extraordinario, nutriente (en tonos los sentidos), maravilloso. Si creyera en Dios, estaría siempre agradeciéndole haber salido de allí.
(…)

(Un fausto evento. Blog Penúltimos Días, abril 2008)

Tuesday, October 25, 2016

Ricardo Luis Hernández Otero vs. Jorge Camacho en defensa de un cuento supuestamente martiano (2)

En su reciente y brevísimo artículo negador de la paternidad martiana del cuento “Irma”, reconocida por mí y por el Centro de Estudios Martianos desde el año 2000, el profesor Jorge Camacho, de la Universidad de Columbia en Carolina del Sur, ha realizado una labor que desdice mucho de su condición de académico, de su polémica bibliografía y de su dedicación —que no vamos a juzgar ni calificar aquí— al estudio de la obra y el pensamiento de José Martí.
   Con una ligereza extrema impropia en un profesional de su fuste, no solo intenta desautorizar a un especialista que durante un cuarto de siglo trató de buscar pruebas suficientes para demostrar la paternidad martiana del cuento en cuestión y que mientras no las consiguió se abstuvo de publicar sus conclusiones, sino que también la emprende contra la institución cubana —el Centro de Estudios Martianos— que puso “por todo lo alto esta investigación” cuando, una vez obtenidos y dados a conocer los elementos probatorios de esa paternidad en su Anuario, incorporó el cuento a la edición crítica de las Obras completas de Martí a su cargo. Y hasta parece haberle molestado que Encuentro en la red publicara, en su momento (momento que, recuerdo, ocurrió hace ya más de quince años), “la noticia del supuesto hallazgo”. ¿Por qué semejante reacción a estas alturas? Me lo pregunto y se lo pregunto a Jorge Camacho. ¿Cuándo entró en contacto él con el libro de Santiago Pérez Triana en que éste, mientras no se demuestre lo contrario con pruebas fehacientes que Camacho no ha aportado, “plagió” a Martí al incluir a “Irma” como cuento suyo en sus Reminiscencias tudescas (1902), siete años después de que Martí hubiese caído en combate en Dos Ríos, o sea, cuando no podía defenderse de semejante tropelía del colombiano? ¿Conoce el académico Camacho las estrechas relaciones de colaboración entre Martí y Pérez Triana en la New York de la década de 1880 que tal vez ayudarían a aclarar más el asunto? Son algunas de las preguntas que me hago y le paso a Camacho para que las responda si lo estima pertinente, en esta u otra publicación.
   Mi intención en estos apuntes que desearía realmente breves (no como las siete amplias páginas en que resumí mis criterios demostrativos de la paternidad martiana de “Irma” en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, y que Camacho califica de “breve nota”), es no solo exigirle a Camacho, con pleno derecho porque mi trayectoria profesional como académico cubano ha sido puesta por él, públicamente, en entredicho, una aclaración y/o rectificación de sus escamoteadoras y manipuladoras interpretaciones de las pruebas aportadas por mí y asumidas por el Centro de Estudios Martianos en torno a la autoría martiana del cuento “Irma”.
   Comencemos por aclarar que las llamadas por Camacho en su nota “razones” ofrecidas por mí no eran tales, sino aspectos de la “conclusión principal” de los apuntes en que se presentaba el cuento y que él mutila a su antojo para “arrimar la brasa a su caldero”. Veamos. Al referirse al primero de esos aspectos limita lo expresado a la idea de que Martí residía desde hacía varios años en New York, y omite que allí “desarrollaba una intensa actividad literaria, periodística y político-revolucionaria”; en cuanto al segundo, silencia igualmente la parte final, donde se afirmaba, sobre las relaciones entre Martí y el director de La Lotería, que el primero “finalmente parece haber[lo] exonerado de culpas [en 1887] en torno a su actuación en los sucesos del 27 de noviembre”; en el tercero suprime otra vez el final, donde se manifestaba, respecto de otro texto martiano aparecido en La Lotería (1888), que este salió “mutilado en la parte en que criticaba males sociales” [es decir, Triay sabía bien quién era Martí y qué podía o no publicar en su revista, en medio de la censura que sufría la prensa entonces]; y por último, tras repetir lo ya expresado en la presentación en cuanto a su no inclusión en las Obras completas, se lleva de un plumazo lo que seguía: “sino que se ha[bía] obviado en cuantos estudios sobre su producción narrativa se han hecho hasta el presente [entiéndase, 2000], sin que se hayan aportado elementos para esta desatención”.
   Hasta esta parte de la nota de presentación en el Anuario del Centro de Estudios Martianos llegó Camacho en su intencionada desinformación a los lectores de CUBAENCUENTRO. Pero, y he aquí una evidente y burda manipulación suya, no incluye, porque echaría [y echa] por tierra su desvirtuadora hipótesis de que el cuento es de la autoría de Santiago Pérez Triana, lo manifestado en aquella presentación en el sentido de que “en la primera página del ejemplar [del diario bonaerense La Nación donde Martí colaboraba asiduamente desde hacía varios años] del 20 de diciembre de 1884, aparecía ‘Irma’, con la indicación al pie ‘Nueva York, noviembre de 1884’ y firmado con las iniciales ‘J. M.’.” El hallazgo no lo realicé yo, sino el investigador del Centro de Estudios Martianos Ibrahim Hidalgo de Paz. Pero esta resultó ser, precisamente, la prueba que por veinticinco años estuve tratando de hallar. Entonces no hubo duda para nadie de que el cuento pertenecía a nuestro José Martí y que debía ser yo quien lo presentara a los lectores del Anuario del Centro de Estudios Martianos. En aras de no hacer más extensas estas notas omito aquí interrogantes que entonces dejé planteadas para indagaciones futuras.
   Ante dos publicaciones de sitios tan distantes como Buenos Aires (1884) y La Habana (1885) en que apareció el cuento con las iniciales y el nombre completo de José Martí, respectivamente, y en ambas con la indicación “Nueva York”, ¿qué elementos puede aportar Camacho para negar esa paternidad y atribuírsela al hoy prácticamente desconocido colombiano Santiago Pérez Triana? ¿Que “Lo único que falta en la versión que se le atribuye a Martí es el primer párrafo del cuento, la cita en alemán que lo encabeza y algunas[destacado por mí. R.L.H.O.] frases que están modificadas”, según manifiesta él? ¿Por qué no se le ha ocurrido al académico de la Universidad de Columbia (Carolina del Sur) plantear lo contrario, o sea, que tal vez Pérez Triana conoció el cuento de Martí en alguna de las dos versiones hasta el momento localizadas (aunque no dudamos que pueda haber sido en alguna otra), consideró que se avenía con los propósitos de sus “Reminiscencias tudescas” (y además le aportaba otro tono al volumen porque su protagonista era la única mujer frente a los hombres de las seis restantes. No por gusto le cedió el primer lugar en la colección), lo tomó y le hizo, entre otras muchas (no “algunas frases”, como afirma Camacho) modificaciones, aquella que ubicó la acción en un lugar bien conocido por él (Leipzig, donde había estudiado) y no en la imprecisa “ciudad del norte de Alemania” del original martiano?
   O sea, hablando del modo más claro posible, Pérez Triana “adornó” el cuento de Martí para que su plagio —porque, al menos para mí, no hay duda de que se trata de esto—quedara oculto. Recuérdese que el libro de Pérez Triana fue editado en 1902, o sea, siete años después de la muerte de Martí. Mientras el académico Jorge Camacho u otro investigador no encuentre ese cuento “Irma” firmado por Santiago Pérez Triana en una publicación de fecha anterior a las de las versiones firmadas por José Martí en La Nación y en La Lotería, el cuento debe ser considerado de José Martí.
   No parece serio, menos en un académico con varios libros publicados, tergiversar las ideas de un colega de profesión, ocultar elementos probatorios de sus aseveraciones, escamotear, a los ejecutivos y lectores de la publicación en que expone sus criterios, algunas informaciones de las fuentes negadas que, ciertamente, contradicen de modo claro sus planteos. Tergiversa mis ideas Camacho también cuando expone, por ejemplo, que yo me había preguntado en mi dilatada investigación en torno al cuento si Martí habría ido a estudiar a Alemania, cuando en realidad expresé en mi presentación que había realizado “averiguaciones sobre una posible visita de Martí a Alemania”.
   Como quiera que Camacho utiliza a su favor valoraciones de Juan Valera en su prólogo a Reminiscencias tudescas, que no voy a comentar en ningún sentido por no parecerme pertinente y acorde a mis objetivos en estos apuntes, y aunque al inicio prometí brevedad, no puedo obviar citar in extenso la parte de mi presentación en que reflejaba los modestos primeros resultados de mi indagación (que Camacho ni siquiera menciona) para “tratar de ubicar a ‘Irma’ en el contexto de la narrativa hispanoamericana y contrastar sus rasgos definidores con textos narrativos tempranos de otros escritores modernistas”. Decía allí:

   […] Martí, al igual que otros modernistas como Darío —cuyo primer cuento se tituló precisamente “A las orillas del Rhin” (1885 también, varios meses después de haber aparecido en La Lotería el que nos ocupa, que sería el segundo cuento de Martí publicado: el primero fue “Hora de lluvia”, aparecido anónimamente en Revista Universal de México el 17 de octubre de 1875, pero indudablemente suyo por las razones aducidas por el Centro de Estudios Martianos al darlo a conocer en su Anuario, en 1981)—, ubica esta narración en Alemania; pero su cuento, a diferencia del de Darío —que es una especie de leyenda medieval sobre amores frustrados (consumados después de la muerte casi simultánea de los enamorados: familias en discordia), castillos, secuestro, en un lenguaje nada coloquial— ofrece una historia del presente del narrador-personaje, también con amores no consumados (¿rechazo en este caso a la mezcla de dos civilizaciones tan diferentes ya para él?), pero por razones distintas, y en la que ambos personajes andan en busca de un ideal artístico que creen se encuentra en Alemania. En el cuento de Martí, además, Alemania, sus paisajes y personalidades artísticas son sólo el marco, el ambiente, pero la anécdota podría situarse en cualquier otro lugar del orbe.
   Al referirse a “Hora de lluvia”, Luis Toledo Sande ha señalado algo que podemos ampliar para la posible caracterización de “Irma” como cuento modernista:
   “Todo el texto alcanza una autonomía y una legitimidad literarias que lo sitúan entre las obras iniciadoras del cuento moderno en Hispanoamérica, las cuales [...] no acudían ya a pretexto alguno para justificar su derecho a existir. Desde entonces, además, la individualidad del autor se sentiría con poder para figurar en un plano a todas luces preponderante, y para hacer uso de esa prerrogativa sin disimulo alguno. (V. José Martí, con el remo de proa, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1990, p. 228)”.
   A diferencia también de Darío, que en este cuento inicial al menos (aunque también en otros), utiliza a menudo un lenguaje arcaizante y denota una voluntad de imitar el laísmo y el leísmo españoles (V. R. Lida: Letras hispánicas, 1958, p. 242), así como un procedimiento de enmarcación y articulación (más frecuente en su producción narrativa total), en el de Martí el lenguaje es claro, con presencia de algunos giros y expresiones al parecer muy suyas (aunque sin llegar a la sintaxis característica de su prosa periodística, de gran complejidad y novedad), sin muestras del laísmo y el leísmo hispanos, descripciones precisas del entorno físico donde se desarrolla la acción y de aquel de donde provienen los protagonistas, con elementos de crítica, en especial para el de Irma, o sea, América del Norte: “lugar de su nacimiento, cruzado de ferrocarriles y cubierto de edificios monótonos en su modernismo.”
   En ninguna de las dos narraciones que contrastamos se perciben diáfanamente las voces de sus autores, pero ambas ofrecen destellos en frases y en temas y enfoques que habrán de aparecer (o ya aparecían en el caso de Martí: “veníamos de las lejanas comarcas americanas, en donde la humanidad es nueva y la tradición escasa”, “teníamos en nuestros ojos el reflejo postrero de los soles hundidos, y la fe en el día venidero; todos los tintes del crepúsculo, todas las luces de la aurora”, por ejemplo) más adelante en sus restantes textos en prosa o en verso.

   Para concluir quisiera expresar que lamento verme envuelto en esta polémica y no poder acudir ahora a los materiales originales de la investigación, conservados en mis archivos personales en La Habana, por hallarme desde hace varias semanas en Estados Unidos, visitando algunas universidades para realizar presentaciones sobre otros novedosos hallazgos en torno a José Martí, obtenidos tras intensas búsquedas diarias en publicaciones periódicas cubanas de la década de 1880 existentes en bibliotecas de La Habana, trabajo desarrollado sin el apoyo logístico y tecnológico de que se dispone acá. Lamento asimismo tener que refutar públicamente las inaceptables e infundadas afirmaciones y suposiciones de Jorge Camacho sobre la indiscutible paternidad martiana del cuento “Irma” y denunciar sus escamoteos y manipulaciones, su atrevido “ordeno y mando” a los actuales editores de las Obras completas de Martí [léase Centro de Estudios Martianos] para que “retiren [a ‘Irma’] de sus páginas y nunca más vuelvan a mencionar su nombre”, así como sus expresiones francamente ofensivas hacia personas e instituciones que, como él, se esfuerzan día a día por alcanzar un más pleno conocimiento del quehacer y del decir de nuestro Apóstol. Disentir, colega Camacho, es ciertamente sano y productivo, tonifica el espíritu, ayuda a expandir el saber; pero solo cuando la discrepancia parte de criterios bien fundamentados y se despliega con rigor y honestidad intelectuales.

(Escamoteo y manipulación en “Historia de un error”. Cubaencuentro, mayo 2016)

Monday, October 24, 2016

Enrique del Risco vs. “Viajes de Miguel Luna”, de Abel Prieto

Doce años es menos que nada, es un suspiro en marcha atrás. Eso lo confirma el ministro Abel Prieto que, sin darnos tiempo a recuperarnos de El vuelo del gato (1999) -porque no alcanza tiempo en esta vida, y eso incluye a la de Esteban Montejo o la de Matusalén, para sobreponerse a un libro así- da a la imprenta Los viajes de Miguel Luna, su temida nueva novela. Si hay dos cosas a las que Abel Prieto ha dedicado sus desvelos durante los últimos veinte años es a convencernos de que en Cuba no se discrimina a ningún artista por pensar diferente y de que debajo de la melena del ministro se esconde un escritor. Puestos a comparar lo primero es casi más creíble que lo segundo. Y eso hace que su reincidencia y alevosía sea más inexplicable. Lo único que se me ocurre es que Prieto trata de justificar como escritor su autoridad como ministro. Si su misión durante tres lustros de ministerio* ha sido decidir qué es cultura cubana y qué es bazofia desechable con su escritura trata de convencernos que su trabajo de catalogación y eliminación de desechos no es obra de un funcionario sino de un colega más que sabe lo que está haciendo. Y en ese aspecto es convincente: si de experiencia productiva se trata poca gente le puede disputar al ministro su autoridad en determinar qué no es literatura. O la honestidad de además de ofrecer buenos ejemplos de mala literatura (para instruir a las nuevas generaciones por supuesto) tiene el valor de estamparle su firma.
   Pero dejemos al autor y ocupémonos por un instante de la obra. Según Prensa Latina este nuevo reto a nuestro concepto de verosimilitud narra un viaje “desde la occidental provincia de Pinar del Río a La Habana y de allí a la imaginaria República Socialista Popular Democrática Obrero-Agrícola-Pastoril de Mulgavia" aunque en la nota no se aclara quién firmó el permiso de viaje. "Memorable", "casi un milagro literario", “de notable efecto" por su "desmesura pantagruélica", "eficaz”, "magistral", "excepcional", "hilarante", "de inventiva y cromatismo” son los comentarios que le han dedicado sus subalternos al ministro que aprueba sus nóminas y firma sus permisos de viaje. Es lo que en cualquier otro lugar del mundo le llamarían conflicto de intereses pero ya se sabe que en Cuba los conflictos se resuelven a favor de los intereses de los ministros o de su inmediato superior.
   Por si pareciera poco se anuncia que Prieto contó con un equipo de asesores para escribir la novela compuesto nada menos que por Amaury Pérez, Ambrosio Fornet y Marilyn Bobes. ¿Qué no sería capaz de hacer el ministro con el respaldo de un cantautor, un escritor en ciernes de ochenta años y una compañera de oficina? Porque todo parece poco para un libro que viene acompañado con 52 dibujos del ministro -posiblemente elaborados durante sus frecuentes reuniones- y que en la presentación contó con el acompañamiento al piano de Frank Fernández. Con todo un ministerio a su disposición esperamos que en su gira mundial de promoción el novelista por partida doble cuente con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, el Ballet Nacional de Cuba y el Circo Nacional o en su defecto el Consejo Nacional de la UNEAC. Ya se sabe que con tal de promover la cultura el ministerio que preside no escatima recursos. Si hay que ahorrar algo que sea talento pues ya se sabe lo peligrosos que se han puesto los ladrones de cerebros y Prieto siempre ha tratado de evitar que codicien el suyo.
   Todo apunta a que la publicación de este libro se convertirá en un campeonato del adjetivo elogioso y desvergonzado, en un torneo de guataqueo -como no lo vio la ANAP en sus mejores tiempos- que rivalice con el que ya provocó su anterior novela. Y como dijo el también crítico literario Mario Moreno ahí está el detalle. Porque si según sus críticos El vuelo del gato dejaba chiquita a la Ilíada que comparen a esta con Los viajes de Gulliver da para sospechar que todavía es peor que la primera. Si a mí, uno de los cuatro lectores que ha tenido El vuelo del gato no vinculado laboral o espiritualmente al Ministerio de Cultura, la lectura de la primogénita del ministro me había hecho abominar cada uno de los minutos que pasé siguiendo las incidencias de Freddy Mamoncillo y Marco Aurelio ¿qué puedo esperar de los viajes de este Miguel Gulliver?

(El viaje del ministro Luna. Blog Enrisco, febrero 2012)

Friday, October 21, 2016

Eliades Acosta vs. Haroldo Dilla (3)

Ya en República Dominicana, Haroldo Dilla se recicló, sacudiéndose las últimas plumas de pavorreal burocrático, pero manteniendo y acrecentando su malevolencia congénita. ¿Cómo sino explicar que cobrase por adelantado al Archivo General de la Nación, RD$80,000, por preparar una exposición sobre Haití y la frontera, que nunca llegó a entregar? Quien me comentó lo sucedido, persona que tuvo relación directa con el caso, lo recuerda como “un canalla”.
   Pero este dechado de probidad, que vive dando lecciones de pulcritud al prójimo y sermonea inmisericordemente a los revolucionarios del planeta sobre cómo ha de ser la revolución popular; que pontifica sin parar sobre el socialismo del que hace mucho renegó, olvidando sus tiempos de autor de manuales doctrinarios sobre el Materialismo Histórico (lo que por cierto, no figura en la bibliografía autorizada que él mismo publica, con jabonosa mano); que alababa la participación popular en Cuba en su libro de 1993, y batía palmas por la democracia cubana ante la agresividad del gobierno norteamericano, en su libro de 1996, no pudo hallar mejor nicho en el mercado de la apostasía que transfigurase en un risible ángel vengador de la izquierda mundial, arremetiendo contra la Revolución, a la que antes jurase amor eterno, y coincidiendo (¡oh, qué extraordinaria casualidad!) con lo peor del pensamiento de la contra ilustrada Cuba, y sus dadivosos arropadores del Norte.
   Nada nuevo bajo el sol. Desde tiempos de la Guerra Fría, los equipos norteamericanos encargados de lo que George Kennan calificó como “guerra política encubierta”, comprobaron que acarrear para ese propósito a resentidos, defenestrados, desertores y apóstatas era mucho más rentable y eficaz que hacerlo con pensadores y escribanos de la derecha hidrófoba. La Directiva de Inteligencia 13 NSC, del 19 de enero de 1950, del Consejo de Seguridad de Estados Unidos, no en vano llevaba un título más que elocuente: “Uso de los desertores soviéticos y de los países satélites fuera de nuestras fronteras”.
   No olvidemos que desde el interior de estos círculos de “disidentes de izquierda” el sistema fabricó al movimiento neoconservador norteamericano, tropa de choque cuasi fascista, clan de poder político endogámico que acompañó en sus agresiones a Reagan y a los Bush, y al que la humanidad deberá “agradecer”, por carambola, la debacle de Afganistán, Libia, Siria e Iraq, y esa metástasis monstruosa que es ISIS.
   Para apuntalar a este nuevo personaje, Dilla ha asumido con esmero, retornando a su sueño dorado de ser la viuda de Robespierre de la perestroika criolla, la fabricación de un irreprochable pedigree izquierdista, y se pasa la vida metiendo cabeza, e intentando hacerse notar como vocero de una tercera línea, una supuesta opción socialista-democrática en la política cubana. Para su desgracia, pocos lo toman en serio, y cuando alguien acepta polemizar con él, como hizo Carlos Alberto Montaner, es para burlarse de sus ínfulas catequizadoras y balbuceos.
   Desde hace mucho Dilla ha sido plantado por sus mentores en el frente contra la Revolución cubana, pero también contra la bolivariana, y todas las fuerzas y movimientos políticos que intenten cambiar, en la práctica y no de boquilla, la injusticia social reinante, y acometer la tarea titánica, no de salón, de construir sociedades más humanas. Su misión incluye, por supuesto, a las fuerzas y figuras políticas dominicanas, especialmente a aquellas que se destaquen por su apoyo y solidaridad con Cuba y Venezuela.

(Haroldo Dilla y el duro otoño de las comadrejas. 7 días, mayo 2016)

Thursday, October 20, 2016

La Jiribilla vs. todo el mundo

El Nuevo Herald, el vocero más fiel de la facción ultraderechista de Miami,  cuenta en su equipo con los principales redactores y colaboradores de  Encuentro de la Cultura Cubana y de Encuentro en la Red. Muchos de los textos publicados en este periódico aparecen reproducidos frecuentemente en ambas versiones.  Parte de los colaboradores de estos tres medios coincide con los de la Revista Hispano Cubana, vocero de la Fundación Hispano Cubana, entidad que se creó en 1996, en Madrid  —el mismo año en que nació Encuentro—, ante la presencia de conocidas figuras de la contrarrevolución, como Carlos Alberto Montaner; el  entonces presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, Jorge Más Canosa, y de importantes dirigentes del Partido Popular de España, actualmente en el poder.
   La Revista Hispano Cubana tiene la misma configuración que su homóloga Encuentro: lanzar acusaciones contra Cuba procedentes de cualquier fuente, publicar trabajos tergiversadores sobre la realidad nacional, incitar a la «transición» y especular tendenciosamente sobre el futuro de Cuba.
   Tanto en la Revista Hispano Cubana, como en Encuentro, han aparecido simultáneamente anuncios pagados por el Ministerio de Cultura de España, cuya titular es la esposa de Guillermo Gortázar, presidente de la Fundación Hispano Cubana.   Desde La Habana envían sus escritos a ambas revistas los asalariados de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba (SINA).
(...)
   De esta manera, Radio Martí, El Nuevo Herald, la Revista Hispano Cubana y Encuentrono cesan de intercambiarse elogios y reiterar coordinadamente los mismos temas, elaborando  una especie de tejido que pone una vez  más en evidencia sus conexiones con los propósitos propagandísticos en contra de la Revolución.
   En este orgánico «encuentro» entre medios de difusión con objetivos y fuentes de financiamiento   comunes, los nombres de sus colaboradores se desplazan del uno al otro y reinciden lo mismo en el papel, que en el éter y en las autopistas electrónicas:Alejandro Armengol, José Abreu Felipe, Enrique Patterson y Rafael Rojas, colaboran tanto en El Nuevo Herald, como en  las dos versiones de Encuentro;  Pío E. Serrano y Manuel Díaz Martínez fueron fundadores de Encuentro y pertenecen al consejo editorial de la Revista Hispano Cubana; participan también en el equipo de colaboradores de ambas revistas, Ramón Fernández Larrea, Emilio Ichikawa, Mario Guillot, Felipe Lázaro, Víctor Batista, Madeline Cámara, Wilfredo Cancio Isla y Vicente Echerri; desde Cuba envían sus escritos a esas  publicaciones, instrumentos de la SINA como  Raúl Rivero, Tania Quintero,  Iván García, Manuel Vázquez Portal,  Claudia Márquez  y Oscar Espinosa Chepe; estos mismos asalariados colaboran en Radio Martí, al igual que lo hacen los redactores de Encuentro, Pío E. Serrano (corresponsal de la emisora en España ), Emilio Ichikawa, Alejandro Armengol, Enrique Patterson y Alejandro Ríos.
   En resumen, Encuentro,  en sus versiones impresa y digital, lo mismo que Radio Martí,El Nuevo Herald y la Revista Hispano Cubana, responden íntegramente a los intereses del Gobierno de Estados Unidos y del núcleo ultraderechista de Miami, y todas repiten los esquemas propagandísticos, la agenda y las prioridades  políticas de sus mentores.

(Encuentro total. La Jiribilla, abril 2002)

Wednesday, October 19, 2016

Jesús Díaz vs. Ediciones El Puente

P:¿Cómo definiría usted su generación?

R: Simplemente no la definiría. No está estructurada. Desde luego, tampoco ha comenzado a perfilarse de forma homogénea. Su primera manifestación de grupo fue la editorial El Puente, empollada por la fracción más disoluta y negativa, de la generación actuante. Hay que recalcar esto último, en general eran malos como artistas. 

(Respuesta a Encuesta sobre las generaciones. La Gaceta de Cuba, mayo 1966)

Tuesday, October 18, 2016

Luis Cino vs. Pablo Armando Fernández

Alguna vez Guillermo Cabrera Infante calificó a  Pablo Armando Fernández como “un poeta menor”. Habría que ver qué calificación le hubiera dado de leer “Héroes inmarcesibles” y “Números reveladores”, los dos poemas  para Fidel que añadió Pablo Armando a su crónica en La Jiribilla con motivo del cumpleaños del Comandante.
   Donde hay casi tantos  poetas menores y francamente malos como guatacas, Pablo Armando, que es un hombre agradecido, tiene atenuantes para los adulones versitos y su fidelidad fidelista.
   El poeta lamenta no haber tenido con Fidel Castro “una amistad en el sentido de compartir el tiempo que para eso se necesita”, pero no fue necesario. El Jefe perdonó las debilidades e indignidades de sus tiempos en Lunes de Revolución. Aquellos pecadillos -y otros que no vienen al caso- le costaron ser marcado y condenado al ostracismo durante el quinquenio gris y un poco más allá. Pero andando el tiempo y grande que es esta revolución, Pablo Armando fue rehabilitado, recibió el Premio Nacional de Literatura y la correspondiente pensión en divisas. Y lo que es más: el Comandante le celebró por todo lo alto su cumpleaños 60.
   En su amorosa crónica de La Jiribilla, el poeta recuerda que el  homenaje se debió a la mediación de Miguel Barnet, Celestina de cake y velitas, durante una recepción del Premio Casa de las Américas en el Palacio de las Convenciones, en 1990.
   Ya para entonces, el Máximo Líder sólo reprochaba a Pablo Armando que tomara siempre Johnny Walker en vez de whisky  cubano. Falta no tan grave y que incluso podía servir -junto con el buen inglés que domina- para reforzar su atención a las personalidades yanquis en plan de turismo político en Cuba.
   El cumpleaños se lo celebraron poco después, con bastante whisky y todo lo demás, en el Palacio de las Convenciones. Según el poeta: “fue una fiesta bellísima”. Refiere que cuando el Comandante le preguntó cómo se sentía, le contestó: “soy el hombre más feliz de la Tierra, usted es el que debería tener un cumpleaños como este, pero no tiene un Fidel Castro que se lo haga”.
   Pero como aduladores tiene bastantes, en 1996, Barnet, quien parece disfrutar mucho las fiestas de cumpleaños cuando son de altura, propuso celebrar el cumpleaños 70 del Comandante en casa de Pablo Armando Fernández. Ni decir que el autor de “Los niños se despiden” acogió la idea con entusiasmo.
   No imaginen que fue una fiesta con todos los hierros. Modestos que son ellos, fue más bien un motivito. Hace años habló de aquel cumpleaños en el programa Mesa Redonda el hoy defenestrado Felipe Pérez Roque, que fue invitado a la fiesta porque  por entonces era “el que mejor interpretaba el pensamiento de Fidel”.
   Según Pérez Roque, que no disimulaba su desprecio por el pueblo, especialmente si era de piel oscura, cuando llegaron a casa de Pablo Armando había un apagón y en la calle estaban paradas “unas negras gordas”. El agasajado y sus invitados celebraron con un cake, croquetas, y siempre según Felipito, “ron del malo, de ese que venden en la bodega”.
   El Comandante, luego de compartir un rato con sus amigos, partió raudo porque lo  esperaban a cenar. Como Pablo Armando Fernández estaba sin whisky y producto del apagón tampoco tenía los cubitos de hielo con que aprendió a beberlo en New York, se quedó con las ganas de declamar ante su amado líder los poemas que había preparado para la ocasión. Tal vez sean las mismas rimas, infumables y vomitivas, que 15 años después publicó en La Jiribilla con motivo del cumpleaños del Máximo Líder. No sé qué hubiera dicho Cabrera Infante. Prefiero no imaginarlo.
   Por mi parte, me ofendería si alguien me dedicara semejantes versitos. Lo tomaría como una burla. No sé si el Comandante, que debe estar acostumbrado a las guataquerías, perdone los versitos de Pablo Armando. La poesía no debe ser el fuerte del Líder. Pero, hombre de experiencia, debe saber que a veces en los lances amorosos, el exceso de entusiasmo puede provocar disfunciones y otros desastrosos resultados. También a los poetas. Por muy fieles que sean.

(Los versitos de la fidelidad fidelista de Pablo Armando. Cubanet, septiembre 2011)

Monday, October 17, 2016

Guillermo Rodríguez Rivera explica una crítica negativa suya a la poesía de Lina de Feria

Yo no tengo en mi vida, que se va haciendo larga, demasiados actos de los que arrepentirme, pero te voy a contar uno.
   A propósito del Festival de la Juventud que se celebró en La Habana, escribí un artículo sobre la que era entonces la joven poesía cubana. Allí, despachaba sin muchos miramientos, la de Lina de Feria. Esa valoración era malintencionada, pero además era tonta, porque le reprochaba no ser capaz de expresar la revolución a una escritora que nunca había escrito poesía política.
   Con razón, Arturo Arango me lo echó en cara años después, aunque desde que apareció lo hizo el maestro Eliseo.
   ¿Por qué di esa opinión? Pues porque en el malhadado I Congreso Nacional de Educación y Cultura, Armando Quesada, dirigente de la UJC y director de El Caimán Barbudo, me acusó de contrarrevolucionario. Ello motivó que la Universidad de la Habana constituyera un tribunal para juzgarme y eventualmente separarme de mi puesto de trabajo. Era 1971 y se inauguraba el Quinquenio Gris.
   Para fundamentar por escrito la acusación que había proclamado de viva voz en el congreso, Quesada colocó el nombre de Lina de Feria entre las personas que avalaban ese criterio. La acusación era falsa, como lo era el supuesto aval de Lina. Años después ella me dijo que Quesada había usado su nombre porque ella era entonces la jefa de redacción del Caimán… y su subordinada. Poco después, Lina fue cesanteada y excluida de la vida cultural. Tanto que, en 1977, Norberto Codina seleccionó una antología de Poesía joven, que prologó Arturo Arango y publicó Pluma en Ristre. Allí se excluía la poesía de Lina de Feria, seguramente obedeciendo la interdicción que pesaba sobre ella.
   Hay épocas difíciles, a veces hay muy malos momentos en la cultura, y no creo que valga la pena empezar a pasar todas las cuentas, mucho menos para desacreditar a un valor incuestionable de Cuba como es Nicolás Guillén. Hay un proverbio chino que me gusta recordar: “un combatiente con defectos, es siempre un combatiente; una mosca sin defectos, no es más que una mosca perfecta”.

(Carta publicada en la red, mayo 2014)

Friday, October 14, 2016

Roberto Manzano vs. la crítica contemporánea de poesía

Como no hay crítica de poesía en Cuba, todo puede suceder, y sucede. Y los poetas saben que uno tiene dos deberes en cuanto artista: primero, crear, crear, crear; luego, gestionar lo creado, para que se incorpore realmente al mundo que vivimos.
   Si hubiera crítica verdadera, de la buena, el riesgo sería menor, pues habría un ojo agudo y honrado juzgando los empeños, acomodando las miradas, preparando los deslindes, alzando las jerarquías.
   Pero la que hay, la escasa que hay, está bajo sospecha: es saludo de amigos, de compañeros de generación, de cofrades estéticos, de anotadores emergentes de los nuevos postulados.
   Y aquellos que muchos consideran críticos de poesía, que se pueden contar con los dedos, no lo son en buen castellano, sino investigadores atentos de lo ya sancionado, que tienen sus parcelas de gusto y sus nóminas inamovibles.
   Y ya los poetas han aprendido mucho, no sólo de literatura, de lo que es obligatorio saber hasta lo infinito, sino de la vida literaria, que es saber de vida o muerte, pues si no se tienen los ojos abiertos puede perderse íntegramente una vocación.
   Siempre fue la propia creación material ineludible de escritura, pero hoy, dadas estas circunstancias dramáticas del entorno social de la expresión, la literatura se mira el ombligo con suma frecuencia. Ya no basta intuir y cantar, sino que hay que saber para empujar la intuición hacia delante.
   Y ciertos teóricos literarios, o de la cultura en sentido general, parecen proveer el pensamiento que muchos poetas no son capaces de generar en la modelación de su propio mundo, con lo que la carreta ha adelantado a los bueyes.
   Los poetas legítimos pueden apoyarse en ese humus, por supuesto, y es muy productivo hacerlo, pero las demandas pujantes de su mundo interior les dictan profusamente las coordenadas de su ideología estética.
   Ha de decirse otra peculiaridad de nuestro entorno poético, y es cómo se han teñido axiológicamente determinados instrumentos, castrando la mirada y creando espejismos que impiden valorar con justicia.
   En toda buena aula de poesía (que es necesario que también las haya, es obvio) se sabe que existen el verso pautado, el verso libre, el fraseo, la prosa poética, la línea textual donde ya reina lo reconstructivo y lo llamado experimental…
   Y algunos confunden esto con un vector de progreso artístico. Es como si de una modalidad a otra se fuese siendo más poeta, más moderno, más genuinamente explorador.
   Hay conciencias estéticas, sobre todo en aquellas en que la farándula desempeña un papel importante, y en las que ese simulacro del arte que es ese tipo de vida constituye un espacio altamente legitimador, en las que una décima o un soneto pueden ser vistos como entes retrasados y abominables.

(El sentido de atormentarse. Prólogo a “Atormentado de sentido”, de Ronel González Sánchez, 2007)

Thursday, October 13, 2016

Nicolás Aguila vs. Wendy Guerra

“Intentar derrocar con violencia un sistema que hemos construido nosotros mismos sería muy incoherente”. Eso ha afirmado la inefable Wendy Guerra con motivo de la presentación de su libro ‘Domingo de Revolución’. Y yo me quedo a cuadros. ¿Cómo es posible que una escritora nacida en 1970 —cuando ya todo en Cuba estaba destruido y no había nada que construir como no fueran más cárceles y las ergástulas conocidas como ‘escuelas en el campo’— se responsabilice graciosamente con la implantación del totalitarismo en esa isla desdichada?
   Yo mismo, que tenía siete años en 1959, nada tengo que ver con el desastre castrista. Como tampoco mis mayores, mis vecinos o ninguna persona que conozca, aunque hayan sido revolucionarios o fidelistas. Si algo se le puede excusar al pueblo de Cuba —sin por ello olvidar su pasmosa pasividad y capacidad de aguante— es el no haber votado nunca por ninguno de los dos Castro, ni por el comunismo, a diferencia de Venezuela, en elecciones u otro tipo de consulta popular que puedan calificarse de mínimamente libres.
Fidel Castro no contó absolutamente con nadie— ni siquiera con sus ministros y colaboradores cercanos, a no ser un reducido grupo formado por los más radicales entre los radicales— para imprimirle un rumbo comunista a su revolución. Fue una decisión suya y solo suya, totalmente suya y nada más que suya. Si él no hubiese deseado copiar el modelo soviético al pie de la letra, nadie se le hubiera opuesto y lo habrían aplaudido igualmente a rabiar. Y quizás otro gallo nos hubiera cantado.
   Por otro lado, en Cuba no se construyó ningún nuevo sistema que merezca tal nombre, como afirma la narradora con frívola complicidad. Allá se destruyó hasta el mínimo detalle el sistema que existía antes y que, sin ser perfecto, funcionaba razonablemente bien. En su lugar se sistematizó el caos económico-administrativo, junto con el odio envidioso y la represión más brutal. De ahí que el empleo de la violencia para derribar ese régimen tenga plena justificación.
   La resistencia contra cualquier tiranía está histórica y moralmente justificada. Otra cosa es que, en la situación cubana actual, la lucha armada no resulte factible. En ese país no hay ni donde comprar una escopeta marca U (de esas que usaban en tiempos de mi niñez para cazar codornices y palomas rabiches). Y el que la conserve de antes, escondida en un clóset de tarecos viejos inservibles (en Cuba se guardan hasta los envases desechables), no tendría donde comprar la munición.
   Es que ni siquiera serviría la carabina de Ambrosio, el famoso bandolero sevillano, porque este, en vez de utilizar pólvora, cargaba el arma con cañamones (un alimento para pájaros que en la Cuba del eterno no-hay se encuentra solo en la shopping de los ornitólogos y espiritistas autorizados).
   Wendy Guerra podrá cambiarse el apellido y el nombre para renombrarse Irene de la Paz, y nada logra con ello. En Cuba no se permite ni siquiera el irenismo (pacifismo a ultranza) si es contrario a la línea del castrismo.

(La inefable Wendy. Neo Club Press, abril 2016)

Wednesday, October 12, 2016

Juan Carlos Castillón vs. René Vázquez Díaz

La precondición básica para que a uno le guste “La isla del Cundeamor” es no haber vivido en Miami y estar decidido a reducir esa ciudad y sus pobladores a una serie de esquemas, casualmente castristas, en los que todos los miamenses son malos.
   Yo no creo que sólo haya dos tipos de cubanos. He tenido muchos amigos cubanos a lo largo de mi vida, he hablado con ellos de libros, me han enseñado la historia de su país –cada cual la suya porque en el exilio al contrario que en Cuba sí hay diversidad de opiniones y la Cuba que recuerda Márquez Sterling no es la que recuerda Duarte Oropesa o la que reconstruye Levi Marrero–, me han invitado a sus casas y me he sentido con ellos como en familia. Tengo más libros de historia de Cuba que de historia de España en mi biblioteca y conozco personalmente más autores del exilio que autores españoles…
   Precisamente por eso me irrita un libro como el comentado, en el que SI que sólo hay dos clases de cubanos: los fieles a los ideales de una revolución de la que el autor en su momento también desertó, y los malos que son todos los demás. Te lo resumiré: en este libro no hay más buenos que los de izquierdas, si un personaje es negativo es que además es de derechas… sin excepción. Y eso alcanza a comunidades enteras: todos los vietnamitas son heroicos, sin excepciones, como todos los exiliados son egoístas, de nuevo sin excepciones, y todas las mujeres son objeto de conquista.
   Por lo demás, insisto en que el conocimiento de RVD de lo que es Miami es parcial y sectario y su libro además de exhibir muchas opiniones que no comparto –pero cada cual es libre de opinar como quiera– tiene errores de bulto que podrían haberse resuelto con algo tan sencillo como acudir a una hemeroteca.

(Comentario en la red, diciembre 2011)

Tuesday, October 11, 2016

Enrique del Risco sobre Silvestre de Balboa

Aún así con esto no se agota el recurso de ocultar intereses concretos tras entidades mayores y más prestigiosas. Pienso en el propio poeta-escribano y las circunstancias que lo llevaron a escribir su poema. ¿Por qué no lo escribió cuando aún estaban frescos los acontecimientos o mucho tiempo después cuando éstos amenazaran ser disueltos por el olvido? ¿Por qué lo hizo meses después de que todos los pobladores acusados de contrabando se habían beneficiado con el indulto real? ¿Por qué este intento de legitimación colectiva llegaba tarde? Entre los pocos datos que conocemos del poeta hay uno muy significativo: luego de ocho años de ostentar el codiciado puesto de escribano de Puerto Príncipe, justo en los días en que se daba a la tarea de perpetuar los acontecimientos bayameses, Balboa estaba en peligro de perder dicho puesto. ¿La causa? A la corona le parecía sospechoso el escaso precio que había pagado Balboa por un empleo ofrecido en pública subasta. No creo descaminado suponer que el poema estaba marcado por la necesidad de demostrar sus capacidades en un campo familiar al de la escribanía: el de la escritura de poesía. Su destinatario y supuesto protagonista era alguien -el obispo- que podía interceder ante las autoridades y dar fe de su valía. Parte de quienes entonan los cantos de alabanza al poema son los mismos que garantizan en otro documento su suficiencia como escribano. En cualquier caso llegaría tarde su esfuerzo poético pues el 22 de febrero de 1608 en Sevilla se decretaba el cese de Balboa como escribano. Para quienes gusten de finales felices sepan que en 1621 fue reintegrado a su puesto (Garcia del Pino.137) Ya para entonces Silvestre de Balboa no sólo era el futuro fundador de la futura literatura cubana. También había fundado en los escuetos márgenes de la isla la figura del escritor, ese ser cuya existencia parece ligada a la salvación de la memoria colectiva cuando en realidad sólo intenta salvarse a sí mismo.

(El escribano paciente. Publicado en la red, octubre 2008)

Friday, October 7, 2016

Luis E. Alvarez sobre “La zafra” de Agustín Acosta

Se diría que el poemario tiene dos mitades: la primera, hasta el Canto XI, que resulta un fresco estremecedor y, en lo esencial, certero, del devenir histórico de la Cuba azucarera hasta los años veinte de la pasada centuria, realizado con un aliento a la vez épico y lírico. La segunda, a partir del Canto XII, consiste en una serie de juicios y advertencias del poeta en relación con las causas —en lo esencial, psicológicas— que han producido el estado lamentable del agro nacional; entre ellos se incluyen razones tan peregrinas, como que la penetración del capital extranjero en los campos de la isla se debe… ¡al hábito campesino de jugar a los gallos! Agrava esta dirección empequeñecida que toma el libro, la actitud de dómine del sujeto lírico, que da lecciones al campesino —(Y mi voz tiene algo de la voz del profeta)”—. Lo inconveniente del tono asumido, la exageración absolutizadora de la importancia de ciertos rasgos de la psicología social campesina en la época, disminuyen la eficacia del retrato de costumbres que, ciertamente, resultan negativas. Tales errores de Acosta incluso dificultan percibir aciertos en la identificación de fenómenos, como el del desdibujamiento gradual de rasgos de idiosincrasia cultural, por efecto de un contacto deformante y una actitud entreguista hacia culturas foráneas, asumidas como modelos de eficacia y éxito, actitud esterilizante que es denunciada en versos como: “Ahora vives del préstamo. Hasta el yarey cubano / trocóse en tu cabeza en sombrero tejano”. Asimismo, el modo en que se formula la crítica, la debilita, incluso cuando el poeta denuncia mecanismos esenciales de la politiquería instaurada en el país, cuya proyección discursiva se basa en la adulación de un pueblo al cual estos mismos políticos desprecian…

(Ochenta y cinco años de La Zafra de Agustín Acosta. Cubaliteraria, septiembre 2011)

Thursday, October 6, 2016

Haroldo Dilla vs. Eliades Acosta (2)

Como parte de sus contactos con el gobierno cubano, Mejía ha designado como Coordinador Técnico de una denominada Comisión de Integración a Eliades Acosta, una de las figuras más connotadas en la represión contra los intelectuales críticos en Cuba y artífice de varios actos represivos en eventos internacionales, como ocurrió en la Feria del Libro de Guadalajara. Defenestrado en Cuba por su pobre desempeño funcionarial, Acosta no encontró mejor opción que radicarse en República Dominicana donde el Archivo General de la Nación lo arropó y lo puso a hilvanar algunos relatos históricos sobre la lucha contra la dictadura de Trujillo. Desde aquí, desde sus picoteos en FUNGLODE, y al calor de la embajada cubana, Acosta fue haciendo una relación estrecha con Mejía.
   Ahora este personaje aparece como funcionario del estado dominicano en un área que desconoce -de relaciones internacionales solo tiene a su haber algunos folletines antimperialistas sin valor teórico alguno- y fiel escudero de Miguel Mejía quien, con toda seguridad, hace con esto otro favor al gobierno cubano.
   ¿Cuanto le pagan a Miguel Mejía, a Eliades Acosta y a toda la corte que empieza a aglomerarse en ese ministerio inútil que duplica funciones? ¿Cuanto nos cuesta la infecunda carrera política de gente como Miguel Mejía?
   No pregunto, obviamente, quien les paga. Les paga la sociedad dominicana, la misma que carece de servicios elementales, cuyos niños mueren en los hospitales, cuyos maestros ganan salarios de miseria, y cuyas mujeres son super-explotadas en las extensas zonas francas por salarios miserables.
   Les pagamos nosotros.

(Miguel Mejía y la lumpen-izquierda dominicana.7 días, mayo 2016)

Wednesday, October 5, 2016

Carlos Victoria logra elogiar “La nada cotidiana”, de Zoé Valdés

Hay una literatura que podría llamarse de urgencia, en la que el escritor se siente apremiado a relatar sucesos que para él (o ella) tienen una extrema importancia, porque han marcado y cambiado su vida. Se trata de una literatura de tono confesional, narrada en primera persona, que sin ser estrictamente testimonial puede tomarse como una ficción autobiográfica.
   Este género (porque de alguna forma lo es), en el que predomina una voz desafiante, no se detiene en cuestiones de estilo, y parece desmentir el postulado de que la escritura, y muy en especial la novela, es el resultado de un arduo proceso de reflexión, revisión y depuración.
   El lenguaje de esta narrativa puede ser tosco, pero nunca pasivo; el impudor, incluso el desparpajo, nutren e impulsan el caótico relato, pues pocas veces puede esperarse de estos libros escritos febrilmente un argumento sólido y bien elaborado.
(…)
   Los peligros del género son evidentes: lo acechan de continuo la falta de rigor, los tonos estridentes e incluso la incoherencia. Muchos escritores para los que el lenguaje es un culto sagrado se rebelan ante lo que ellos ven como un ataque a su oficio, adquirido con penosos desvelos.
(…)
   Por ser auténtica, esa ferocidad que recorre las páginas de la novela de Zoé Valdés convence y sobresalta; ese resentimiento, esa desfachatez, esa burla grosera y ponzoñosa se vuelven parte esencial de la sustancia; transforman sus defectos en virtudes.

(El ser cubano y la nada. Encuentro de la cultura cubana, No 1, 1996)