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Thursday, January 21, 2021

Ana María Simo vs. El Caimán Barbudo y Jesús Díaz

El Caimán Barbudo fue el zarpazo de la contrarrevolución, que ya entonces no era ni “Revolución”. Su finalidad era prevenir el surgimiento de cualquier otro proyecto joven independiente que amenazara su hegemonía. Darle el golpe de gracia a El Puente y borrarlo de la historia no fue fin, sino medio. El Caimán Barbudo fue el anti-Puente oficial. En todo sentido: rígido, excluyente y caricaturesco. Sus fundadores eras hombres, heteros, pálidos, universitarios y conformistas.

   Yo había decidido irme del país poco antes de la polémica con Díaz. Me costó sangre, sudor y lágrimas conseguir el odioso “Permiso de salida”. Mi expediente “se perdió” varias veces durante más de año y medio de batalla. Esto era común en esos años, así que no sé si fue consecuencia de haber osado contradecir en público a Díaz, que era entonces el “golden boy” intelectual del régimen.

(Entrevista con Abel Sierra Madero. Hypermedia magazine, diciembre 2020)

Monday, January 11, 2021

Hypermedia Magazine explica por qué cancela una columna de Rafael Almanza

Mi querido y admirado Rafael Almanza, creo que, primero, esto debió ser una conversación privada, sostenida entre el editor de Hypermedia Magazine y usted. Una conversación así no debió trascender a la esfera pública.

   Pero ya que la ha hecho usted pública, yo voy a dar las razones.

   Desde enero, fecha en que iniciamos su columna Tiempo de palabra, nuestros lectores leyeron un total de 348.864 páginas; su columna Tiempo de palabra (como le comentó ayer el editor) solo representó el 0.64% de este total.

   Es decir, nuestros lectores no estaban conectando con su columna, seguramente, como bien sabe usted, porque los lectores se equivocan.

   Pero nosotros, desgraciadamente, como medio, tampoco podemos ir a contracorriente con menos del 1% de ratio de lectura.

   Como le decía y le reitero una vez más, este asunto nunca debió quedar abierto a los comentarios, pero cualquiera que haya dirigido una publicación, entenderá perfectamente de qué hablamos cuando hablamos del 0,64% de impacto de lectura tras el nombre de un autor.

   Seguramente la equivocación fue nuestra al pensar en que sus opiniones merecían una revista como Hypermedia Magazine, pero nos equivocamos.

   Por eso, la decisión tomada por el equipo de editores y que, una vez más, le recuerdo que le comunicamos en privado, como corresponde a las conversaciones de trabajo.

   Por lo demás, tiene aquí mi amistad y admiración. Como siempre.

(Comentario publicado en Facebook, septiembre 2020)

Thursday, January 7, 2021

Antonio José Ponte vs. Antón Arrufat

Cuando un escritor es censurado y castigado por un aparato estatal como el castrista, puede sacar lección de rebeldía, pero ese no es el caso de Arrufat. Puede sacar lección de miedo adentro, lo cual se corresponde más con él. O peor aun, lección de infamia, como la de burlarse de otras víctimas, poniéndose de parte de quienes castigan. Esto último le vi hacer, y fue lo que terminó con la amistad que tuvimos.

   Hubo en esa amistad libros prestados de su biblioteca, largas conversaciones sobre literatura, interrogaciones mías acerca de Virgilio Piñera y José Lezama Lima, y el descubrimiento de una persona solitaria y con cierta ternura, pese a su alardes de desapego y el cinismo de sus frases.

   Cuando cumplió 60 años, en mis palabras para el homenaje público, le reclamé una pequeña obra maestra en algún género, ya que los poetas sostenían que él era ensayista, los ensayistas lo tildaban de narrador, los narradores de dramaturgo, y así por el estilo, hasta no quedar género literario donde cupiera, y recibir únicamente credenciales de gran conversador.

   Una tarde, caminando por La Habana Vieja, me pidió que fuera su albacea literario, y le hice ver que él tenía una pareja de muchos años capaz de hacerse cargo, e incluso un amante escritor.

   Fue en casa de Jorge Ángel Pérez, reunidos varios escritores por la llegada de una antologadora española, donde lo escuché burlarse de las vejaciones a las que sometieron a otros. La antologadora comentó que Manuel Díaz Martínez acababa de publicar en España sus memorias, y se mostró interesada en saber si era cierto que él había sido expulsado del país. La reacción de Arrufat, el mayor en edad de los reunidos y el más comprometido con las instituciones, fue una negativa rotunda.

   Yo apunté que el diario oficialista "Juventud Rebelde" había publicado un artículo de Waldo Leyva empujando a Díaz Martínez al exilio.

   Volvió a mostrarse interesada la antologadora y preguntó por María Elena Cruz Varela, por el asalto a su casa y su encarcelamiento. Entonces la antigua víctima que era Antón Arrufat sacó toda la infamia que sus victimarios le enseñaran, y soltó: "Ay, pero si salió rosada y gordita de la cárcel…".

   Avisé al dueño de la casa que me marchaba, salí de allí sin despedirme del resto, y nunca más tuve trato con Arrufat, a pesar de sus más o menos excusas enviadas a través de terceras personas. El episodio, más que marcar el final de la amistad que tuvimos, revela su catadura moral.

   El ministro Abel Prieto, de quien él se considera amigo, procuró que su pieza teatral "Los siete contra Tebas" fuera estrenada. Era la obra por la que cayera en desgracia tres décadas antes.

   "Quiero quitarle a Antón su fama de disidente", comentó el ministro. Se echó a reír y él lo acompañó en sus risas.

   "Los dos nos reímos, porque de las humoradas que él decía yo me reía también, como él de las que decía yo", contó Arrufat al sitio digital "OnCuba". Quedaba agotada por decisión ministerial la leyenda de aquella obra maldita. Los espectadores habaneros pudieron comprobar que no era más que un Giraudoux desleído, otra pieza aburrida en la aburrida dramaturgia del autor.

   Premios, estrenos, ediciones y reediciones copan desde hace algunos años la vida de Antón Arrufat. Siempre que un entrevistador lo empuja a recordar sus años de ostracismo, él descarga de responsabilidad al sistema, culpa a funcionarios errados, y responsabiliza de su desgracia a los hermanos Raquel Revuelta y Vicente Revuelta. Gracias a semejantes maniobras, ha cumplido su sueño de vivir en una casa palaciega.

   Es un sueño recurrente de la Generación del 50, el de ser Dulce María Loynaz. Arrufat mudó sus pertenencias al "piano nobile" de una casona en Prado y Refugio, en cuyo piso bajo funciona (si es que funciona) el renacido Ateneo de La Habana, del cual lo nombraron director.

   Todo historia griega: Tebas estrenada acaba con su fama de disidente, y un ateneo le hace reanudar la carrera de funcionario que cortó Haydée Santamaría al echarlo de la revista "Casa". Se confabularon Abel Prieto y Eusebio Leal, Historiador de La Habana, para hacer feliz al viejo escritor.

   En la inauguración de la sede ateneísta y hogar arrufatiano, Leal declaró: "Me alegra mucho que haya sido posible restaurar la casa, en el Prado de La Habana que va lentamente recuperando su esplendor, en el Paseo de Martí, y que uno de los discípulos de Piñera —Antón Arrufat— esté presidiendo la segunda época del Ateneo de La Habana".

   Suena poco meritorio ser nombrado a los 80 años, no por obra propia, sino por un discipulado. Pero lo crucial para él habrá sido la casona y el puesto del que enorgullecerse.

   Decidido a agregar más títulos a su tarjeta de presentación, Arrufat se empeña en ser tomado por presidente del PEN Cuba, con el dramaturgo Reinaldo Montero como secretario general.

   Ni él ni Montero moverán un dedo por el escritor a quien la maquinaria del Estado desee aplastar, pero ambos garantizan que ninguna figura incómoda al oficialismo se apropie de ese espacio de reclamación y denuncia. Y, tal como le vi hacer a propósito de María Elena Cruz Varela, no es descabellado presumir que el Arrufat presidente del PEN Cuba alabará el buen color y el magnífico peso corporal de tal o más cual escritor, a quien la persecución le sienta tan bien como el luto a Electra.

   De cualquier violación que se presente, él hará una oportunidad para piropear a los victimarios que han sabido regalarle premios y honores y mansión. En cuanto a su literatura, nada de lo que ha publicado a partir de los 60 años alcanza a satisfacer la petición que entonces le hice.

(Del "Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)

Tuesday, January 5, 2021

Javier Marimón vs. Alpidio Alonso

Felices los pantalones

del cobarde Alpidio Alonso:

no se sienten apretados

en zona de los botones.

Se distiende en la mezclilla

cual secretaria de tela

en su tarea sonriente

de contestarle a la gente:

“Alpidio se encuentra ausente:

salió a buscar sus cojones”.

 

(Publicado en Facebook, noviembre 2020)

Friday, January 1, 2021

Fermín Gabor vs. Ambrosio Fornet y Jorge Fornet

Ambrosio Fornet y Jorge Fornet, padre e hijo, han querido resolver el Caso Padilla a la cañona. Son investigadores que hacen cambios en la escena del crimen con tal de que el modus operandi del criminal coincida con el que ellos traían pensado.

   Según averiguaciones suyas, antes de que Heberto Padilla se pusiera a hacer poemas moscovitas el horizonte habanero se encontraba completamente despejado, sin asomo de estalinismo.

   Fue Padilla, sostienen los investigadores Fornet y Fornet, quien vino a complicar las cosas, extrapolando experiencias soviéticas e importando a la isla mercancía averiada.

   Padilla era un exotista. Igual que un siglo antes lo había sido Julián del Casal. Importador de bibelots uno y de abedules el otro. De manera que si a Casal lo habían acusado de afrancesado, a Padilla lo acusaron de sovietizante. O mejor dicho, de estalinizador. Y así fue explicado su caso en la época en que lo detuvieron y estuvo recluido en Villa Marista bajo interrogatorio.

   Cuatro décadas más tarde, Ambrosio Fornet sostuvo que Padilla: "aun bajo el sol tropical se sentía asediado por los fantasmas del estalinismo" ("La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión", Centro Teórico-Cultural Criterio, La Habana, 2007).

   No es superfluo el detalle del sol tropical. De ese sol a plomo se valieron las denuncias de exotismo contra Casal, así que valdría también para denunciar el extraño comportamiento del poeta Heberto Padilla. No obstante, desde los experimentos ópticos de Eliseo Diego en la Calzada de Jesús del Monte es conocido el fenómeno de que la demasiada luz puede formar otras paredes con el polvo. Y para Padilla esas otras paredes coincidieron con las murallas rojas del Kremlin.

   En su libro "El 71. Anatomía de una crisis" (Letras Cubanas, La Habana, 2013), Jorge Fornet habla del Caso Padilla como si de una autoprofecía cumplida se tratara. Coincide el investigador hijo con el investigador padre en que la Cuba de la época no vivía bajo amenaza estalinista. Tal amenaza residía únicamente dentro de Padilla, quien a fuerza de imaginar un estalinismo insular en poemas y conversaciones con diplomáticos y visitantes extranjeros, consiguió que aquel estalinismo fructificara en Cuba.

   O sea, que el poeta resultó capaz de imponer sus fantasmas al Estado revolucionario. Es decir, que todo cuanto ocurrió después de su detención policial, la "autocrítica" y la férrea censura que se iniciara, emanó de Heberto Padilla y estaba concentrado en él. Fue Padilla quien forzó a sus represores, que no querían reprimirlo, a obrar en contra suya.

   Represores a su imán.

   Todo lo anterior conduce a una cuestión mayor, desatendida por los Fornet: la de cómo pudo una sola persona lograr cambios tan grandes en un régimen. O, dicho de otro modo, cómo fue capaz Heberto Padilla de convencer a las autoridades revolucionarias para que se comportaran tan soviéticamente con él y luego con la intelectualidad en pleno.

   Es indudable que un avezado comisario político, un buen perro de presa en su puesto, habría ordenado la detención, reclusión e interrogatorio en Villa Marista de Ambrosio Fornet y Jorge Fornet.

   También habría ordenado que ambos se autocriticaran en público por contrarrevolucionarios. Contrarrevolucionario el padre, contrarrevolucionario el hijo. Porque, con la excusa de exculpar de despotismo a las autoridades revolucionarias, tanto Ambrosio como Jorge ponían en entredicho la fuerza y convicción de esas autoridades, hasta el punto de pretender que un intelectual, no guerrillero, lograba imponerles sus lineamientos.

   ¿Cuál imagen creían Fornet padre y Fornet hijo que el Comandante en Jefe prefería que se diera de él? ¿La de un déspota o la de un mentepollo?

(Publicado en Facebook, marzo 2020)