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Thursday, October 29, 2020

Yoandy Cabrera vs. Editorial Hypermedia

La Editorial Hypermedia comenzó en 2013, en parte, con el dinero que Lidia López Padrón pagó por las ediciones de los libros de su hijo Félix Hangelini, asesinado en 2012 en México.

   Lidia confió en un proyecto que ni siquiera había comenzado entonces.

   Hoy, a 8 años de la muerte de Félix, sus libros no están ni por asomo en la página web de la editorial. Por suerte, siguen disponibles en Amazon, al menos hasta el momento que escribo este post.

   El proceso de edición con Hypermedia se extendió durante años y constituye hasta hoy la mayor decepción personal y profesional que he experimentado en mis 38 años de vida.

   Cuando por fin los ejemplares de Lidia, después de años de mentiras, estuvieron en sus manos, decidí que mi asunto con Hypermedia estaba completamente cerrado.

   Pero no puedo dejar de pensar, en otro aniversario de la muerte de mi amigo, en que sus libros, que su madre pagó a Hypermedia a un alto precio con el dinero del seguro de vida de su hijo asesinado, no aparecen ni siquiera en la web de la editorial, ni siquiera en honor a su memoria, ni siquiera porque fue Lidia, convencida por mí, la primera persona en el mundo que apostó (dinero incluido) por un proyecto que por entonces ni existía.

(Publicado en Facebook, junio 2020)

Monday, October 26, 2020

Antonio José Ponte vs. Alpidio Alonso

Muchos se preguntaron cómo era posible que este ser accediera al puesto de ministro de Cultura de la República de Cuba. ¿Quién iba a imaginarlo? Ni una versión ñángara del contubernio de brujas del acto primero de "Macbeth", las brujas echándole soya al picadillo de carne, bautizando el ron, y manejando diversas y variadas porquerías, hubiera dado a Alpidio Alonso, con esas iniciales de pila alcalina que se gasta, la profecía de su mandato.

   Y, en todo caso, Fernando Rojas cabalgaba junto a él, dispuesto a creerse que el puesto en la mayimbería iba a ser suyo.

   Gabor muestra a Alpidio Alonso desvelado por la lucha de símbolos, conocedor de que él y los suyos van perdiendo la batalla de ideas. Lo tiene crudo, pues sus antecesores se valieron del reparto de prebendas con las que él ya no cuenta. Le toca exigir fidelidad a pelo.

   Llegada la noticia de su nombramiento oficial, se dispararon las consultas acerca de su obra literaria y, cuando creíamos que no iba a aparecer contestación a tal enigma, fue hallada esta de Virgilio López Lemus: "Con un lenguaje ajeno a los vanos artificios, Alpidio Alonso se aproxima con absoluta certeza a las regiones poéticas más puras. Discurso íntimo, pero también abarcador y donde el amor tampoco falta, si bien quizás despojado de cualquier intención erotizante".

   Amor despojado de intención erotizante: creo que se trata de una buena fórmula para quien busca administrar, desde una alta oficina, la cultura y los símbolos de un país (...)

(Del "Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)

Thursday, October 22, 2020

Alberto Guerra Naranjo se poncha de nuevo, esta vez por culpa de Rogelio Riverón

En mi humilde opinión ya es hora de coger el toro por los cuernos. El importante Premio de Cuentos Julio Cortázar 2020 fue obtenido por el destacado escritor cubano Rogelio Riverón Morales, quien a su vez funge como Director de la Editorial Letras Cubanas, perteneciente al Instituto Cubano del Libro, institución que junto a Casa de las Américas, Centro Dulce María Loynaz y Embajada Argentina, auspician y coordinan dicho importante premio, siendo la Editorial Letras Cubanas la encargada de publicar en forma de libro al premiado (es decir, al propio RRM) y al resto de los escritores finalistas. Hablando en plata eso es lo que ha ocurrido y a mi juicio no debe ser. No se puede ser juez y parte; no se puede ser parte de las instituciones que organizan un certamen y luego ser el ganador de la otra parte que en mayoría participa. Lo siento mucho, pero ante este tipo de cosas, no puedo quedarme en silencio.

(Publicado en Facebook, septiembre 2020)

Monday, October 19, 2020

Fermín Gabor vs. Zoé Valdés (4)

"Hacía mucho tiempo que no estaba tan orgullosa de ti", dijo.

   Acto seguido le escuché un borboteo.

   "Llevabas mucho tiempo sin hacer algo que valiera de verdad la pena", agregó.

   "¿Qué estás tomando?"

   Porque hacía un ruido de cloaca.

   "Perdona, un batido de mamey. Empecé a tomarme el primer vaso y me acordé de que tenía que decírtelo."

   "¿Decirme qué?"

   "Lo orgullosa que estoy de lo que escribiste de Zoé Valdés."

   Los mameyes los había traído de Cuba.

   "Ay, si no hubiera alarma de coronavirus, te invitaba. Porque a este paso voy a tomarme yo sola toda la batidora".

   Estaba orgullosa de mí y del vaso medio lleno de la batidora.

   "¿Se puede saber qué hacía ella con ese parche en el ojo?", entró en materia. "Ridícula como es…"

   "Y la peluca", dije.

   "Bueno, lo de la peluca es más explicable."

   "¿Sí?"

   "¿Tú no la has visto bien?"

   Tomó otro sorbo y dijo algo acerca de un desplazamiento frontal con retractación de la línea de crecimiento y pérdida general de densidad capilar.

   "O sea, que está quedándose calva", traduje.

   En el cráneo de Zoé Valdés había una lucha de trincheras de la Primera Guerra Mundial donde las divisiones de la frente hacían retroceder la línea de crecimiento. No obstante, el color de su peluca habría sido el último que eligiría cualquiera que quisiera disimular la caída del pelo.

   "Tan patética… Y se pone a acusar de patetismo a otra. Calva, y habla de la calvicie de otro..."

   La Repugnantona estaba de un ánimo inmejorable. El batido de mamey le bajaba por el esófago que era una gloria.

   "No, no es patética", dijo como si el último sorbo le hubiera traído la iluminación, "es repugnante."

   Zoé Valdés era patética y capaz de llamar patética a otra. Iba camino a la calvicie y era capaz de hablar de calvos. La Repugnantona, a su vez, era capaz de llamar a alguien repugnante.

   Era el fin de los tiempos y el cielo de este día era color mamey.

   La voz del otro lado del teléfono me aconsejó que siguiera por ese camino, el de escribir en contra de aquella mediocre que se creía novelista, y que dejara de una vez en paz a Silvio y Pablo y Amaury y Padura.

   "Al fin y al cabo, te gusten o no, ellos tienen talento. Pero, ella, ¿qué talento tiene ella?"

   "No esperes que te responda esa pregunta sin haber tomado batido de mamey", le reproché.

   Suspiró. Era una pena que cuando más yo la enorgullecía hubiera leyes de encerramiento en las casas. Al vaso de la batidora, todavía lleno hasta un tercio, le corrían uno sudores fríos como si se hubiera contagiado del coronavirus.

   "¿Qué vas a hacer en estos días?", quiso saber.

   Le respondí que nada, que pasaría el tiempo.

   "Yo voy a volver a leerme la tetralogía de Mario Conde", anunció.

   "¿Qué es eso? ¿Padura?"

   "No empieces, que estamos hoy de lo más bien."

   "¿Y qué crees que hará ella?"

   "¿Quién? ¿Zoé Valdés? Disfrazarse. Se ha pasado toda la vida disfrazándose. Se disfrazó de no chusma para alternar con Alfredo Guevara y ahora se disfraza para que nadie se acuerde de con quiénes andaba disfrazada antes."

   Aquel batido de mamey era verdaderamente alucinógeno.

   "Oye, por curiosidad, ¿qué le pusiste al batido, además de mamey?"

   "¿Ella no se te pareció a la niña de 'El anillo', esa criatura asquerosa que sale de los televisores?"

   "¿Nada más que hielo y leche y azúcar?"

   "Y un par de quesocremas para terminar de espesarlo."

   Lo que se estaba bajando La Repugnantona era un cóctel para cosmonautas. Le quedaba un último vaso, iba a tomárselo, y yo prefería no estar al teléfono cuando aquello terminara de hacerle efecto.

   "Adiós", le dije.

   "Ve por la sombra."

 (Vuelve la Repugnantona. Publicado en Facebook, marzo 2020)

Thursday, October 15, 2020

Javier L. Mora sobre el Premio Nacional de Literatura

Cuando no se baraja el Premio Nacional de Literatura entre autores como Delfín Prats, Enrique Saínz, Soleida Ríos, Roberto Manzano o Víctor Fowler, y prefiere dárselo a notables investigadores y prestigiosos profesores de la academia, es porque —ya se sabe— los primeros abandonaron hace mucho el negocio de las letras, y se dedican desde entonces a cualquier cosa (plomería, carpintería, albañilería, etc.), menos a la literatura.

 ***

Cuando no se baraja el Premio Nacional de Literatura —allende el mar— entre autores como José Kozer, Roberto González Echevarría, Jorge Luis Arcos, Daína Chaviano, Antonio José Ponte, Rafael Rojas, etc., es porque estos escritores son esencialmente de Nepal, Centroeuropa, Escandinavia o Tierra del Fuego, que (by chance) escriben sobre Cuba… en español.

(Relativos [notas sobre literatura cubana I]. Hypermedia magazine, diciembre 2018)

Tuesday, October 13, 2020

Ernesto Santana sobre Eliseo Diego

A contrapelo de sus pecados, Eliseo es un poeta de innegable estatura y, si bien no murió en Cuba, sino en México, a donde escapó del horror de los años 90, es sabido que nunca renegó públicamente del régimen cubano, que, no obstante, por no confiar ciegamente en él, jamás le quitó un ojo de encima y le hizo demostrar su fidelidad en no pocas ocasiones.

   Como empezó a escribir en lo que consideraba el paraíso de su infancia, la escritura y la niñez serían siempre el sustento de su visión de la realidad. Por algo Eliseo se hizo pedagogo y, más allá de su propia obra, se convirtió en uno de los más dotados traductores de literatura infantil y juvenil en nuestra lengua.

   Pero las tertulias El Turco Sentado, en la calle Neptuno a inicios de los años 40, a las que asistía fascinado, lo llevaron a participar en la fundación del grupo Orígenes en 1944 y a compartir una aventura cultural que, pese a su elitismo y sus contradicciones, hizo a sus protagonistas merecedores de mejor destino en la pesadilla histórica que debieron afrontar.

   Desde la fácil posteridad, uno desearía que también hubieran elegido mejor a quién servían, pero no es tan simple juzgar la existencia de aquellos sobre los que el miedo, las dudas o las falsas convicciones cobran un peso decisivo en épocas cruciales. Como Eliseo.

   Por respeto a esas ataduras precisamente, Eliseo Alberto Diego no publicó hasta después de la muerte de su padre Informe contra mí mismo, un libro que ya tenía escrito en 1978 y donde cuenta cómo la Seguridad del Estado le pidió que espiara a su propia familia e informara de cuanto ocurriese allí, en un ámbito que pocos han sacralizado tanto como el autor de En las oscuras manos del olvido.

   La policía política sabía bien que al principio Eliseo Diego, como tantos, no era un apasionado del experimento revolucionario dictado por Fidel Castro y que, también como muchos, había preferido la opción de colaborar a la del castigo y la muerte civil. Pero advirtió también que, en lo profundo, el escritor no sentía orgullo de su rol y hasta llegó a verse a sí mismo como un azorado payaso. Algunos que lo conocieron mencionan su inocultable desprecio por la imagen que le devolvía el espejo.

   Ciertamente, Eliseo alzó su voz en defensa del castrismo incluso en momentos tan éticamente significativos como el caso Padilla, enfrentando a los intelectuales que criticaban aquel proceso burdamente estalinista.

   Sin embargo, la utopía colectiva impuesta y deshumanizadora no lo ilusionaba, según vemos en los versos donde confiesa su miedo por la actuación de las hormigas "que al ir vienen" y que "están donde van sin más preguntas". Aun así, Heberto Padilla lo retrató como un imitador de Jorge Luis Borges, "más opulento", y Virgilio Piñera no soportaba en él "el "estilo florcita": vaguedades y florituras; en suma, aburrimiento".

   Para otro origenista, Lorenzo García Vega, "ese asturiano cazurro que siempre fue Eliseo" había cometido "una desvergüenza total" con sus escritos "sobre la revolución castrista", pese a que en definitiva, "al pactar con Castro, el demonio bendito", todos ellos, y García Vega se incluía, habían seguido "lo que ya era un mito folletinesco: héroes católicos-románticos, videntes de cúpulas absurdas".

   Aunque no ignoraba todo eso, fue justamente Octavio Paz quien dejó dicho, en 1994 ante la fatal noticia, que "la muerte era lo único que faltaba a Eliseo Diego para convertirse en leyenda de la poesía latinoamericana". Y el mexicano sabía bien de lo que hablaba, seducido por algo que iba más allá del fraseo que saboreaba las palabras y la demorada respiración del verso del cubano.

   "Todo es al fin no más que un cuento mágico", creía Eliseo, pero el asunto era más complejo. Y muy trágico, porque el refugio de la escritura y de la infancia no lo salvó. Reinaldo Arenas dijo lúcidamente que "los regímenes autoritarios pueden destruir a los escritores de dos modos", con la persecución o con el pacto infame, y se preguntaba "dónde está la gran poesía de Eliseo Diego escrita en los años 40".

(El poeta y su circunstancia. 14ymedio, julio 2020)

Thursday, October 8, 2020

Armando Añel y el escritor “dócil”

Ayer tuve otra conversación “cultural” recurrente, con un amigo escritor para más señas. Volví a escuchar los mismos argumentos que tantos otros me han arrojado a la cara como un pañuelo de seda: “Aquello (Cuba) se abre si lo abrimos, así que cuando pase lo del coronavirus hay que ir y presentarse allí para que los cubanos descubran que no somos esa mafia de Miami con la que pretenden relacionarnos”. Lo miré una vez más asombrado y en eso su perro, que atravesaba casualmente la habitación, lamió uno de mis pies al descubierto.

   Han pasado casi 25 años, tal vez más, desde que el exministro de Cultura Abel Prieto, la UNEAC y sus peones comenzaron a implementar el cambio sin cambio en el terreno cultural, es decir, la apertura a ciertos temas y autores –sobre todo autores— antes prohibidos (o prohibitivos). En todo ese tiempo, Cuba ha seguido y sigue bajo la bota de una dictadura impresentable, camaleónica, mientras, para colmo, aparecen “como por encanto” decretos como el 349 y el 370. ¿Se requiere mayor prueba de que nada ha cambiado ni cambiará verdaderamente en Cuba con el castrismo? Eso le dije a mi amigo, que fingió no entender.

   Porque tras el argumento de que aquello solo se abrirá “por las buenas”, entre otras causas gracias a un “intercambio cultural” que ha mostrado hasta la saciedad su inoperancia, en realidad subyace un mecanismo psicológico justificativo a través del cual los artistas y escritores exiliados se dejan usar por el oficialismo “con la conciencia tranquila”. Y es humano. La gente necesita justificarse. En Cuba los recursos y las instituciones están en manos del castrismo y solo a través de ellos –piensan erróneamente mi amigo y muchos de sus colegas– es posible que un escritor cubano sea reconocido. ¿Y quién no necesita serlo? Hasta los animales. Hasta los perros. Acaricie usted a un perro y verá en su mirada agradecida los efectos del amaestramiento solícito. Mire cómo mueve la cola. No hay que asombrarse, ni indignarse, ni predisponerse contra nadie. Está en la naturaleza del mamífero.

   Intenté, por enésima vez, explicarle a mi amigo que solo apostándole masivamente a la cultura alternativa, apoyando a, e intercambiando con, los sujetos culturales de la sociedad civil independiente podremos contribuir a la liberación de Cuba. Que mientras sigamos entrando por el aro de las instituciones oficiales, por muy amables que parezcan sus representantes, por muy solícitos que se muestren con nosotros o ante nuestra obra –por mucho que nos permitan entrar y leer unos poemas o nos publiquen un librito–, seguiremos alimentando al camaleón del poder. Que lo probaba el hecho de que tras cerca de tres décadas de jugar con la cadena cultural los cubanos siguieran encadenados por el mono represor (tanto los de Cuba como los que necesitan que se les reconozca en Cuba). Pero él ya no me escuchaba. Continuaba enumerando “razones”.

   En eso volvió a entrar a la habitación su perro y descubrí, en la respetable mirada del animal, lo que tantas veces había intuido en la de su amo. Inmediatamente, sin solución de continuidad, la mascota defecó sobre la alfombra que encuadraba el centro de mesa, a escasos metros de donde mi amigo y yo conversábamos (es un decir). Ella también se cagaba en lo que yo decía.

(Fábula del perro y el mono. Puente a la Vista, junio 2020)

Monday, October 5, 2020

Francisco Morán vs. Gastón Baquero y Cintio Vitier (y su crítica a “La isla en peso” de Piñera)

¿Qué vemos en los dos, en Baquero y en Vitier? Lo primero es el racismo subyacente a ese rechazo radical del poema de Piñera, en tanto este transforma a Cuba, a los ojos de ellos, en la abyección misma. Lo abyecto es aquí lo antillano, que es el lugar de la barbarie y de la negritud. La “culpa” de Virgilio consiste, pues, en haber “anexado” a Cuba, en haberla enredada, conectada, “contaminada” a “una antillanía y una martiniquería que no nos expresan, que no nos pertenecen” (Baquero). Pero para poder entender la verdadera dimensión de ese racismo, hay que ver que la separación y la hostilidad hacia la negritud se fundan nada más y nada menos que en el excepcionalismo cubano. He aquí, en la República, vivo y actuante, el miedo a Haití del racismo colonial.

   En el caso de Vitier, su invocación “mi patria” deja al descubierto la entraña racista de la cubanidad. Esa “patria” ¿no es acaso la del esclavista José de la Luz y Caballero,” la de los esclavistas y racistas también Domingo del Monte y José Antonio Saco? ¿No es la misma que quiere canonizar a Félix Varela por, entre otros logros suyos, una propuesta abolicionista que él mismo se encargó de aclarar era para beneficiar a los criollos ricos? Vitier pone raya por medio entre la “pestilente roca” de La isla en peso – la “antillanía” y “martiniquería” a que se refiere Baquero – y SU PATRIA. Es decir, la patria de los Orígenes, del gran sol del Mundo Moral, la patria de los fundadores: la de los amos de esclavos, dueños de ingenios, enemigos de la trata cuando les convino, y siempre racistas. La “pestilencia” de la roca es el olor, el tufo amenazante, portador de enfermedades y virus; lo que a su vez exige una operación higienista que elimine ese foco de contagio amenazante. Vitier lo dice bien claro: en esa “roca pestilente” ni puede, ni quiere vivir. La roca apestosa, el negro, la vida de los solares y las cuarterías, son el AFUERA de la Isla, y de lo que hay que proteger su prístino, impoluto ADENTRO, que es el de la Patria. La pistola de Castro sobre la mesa en las reuniones de la Biblioteca Nacional marca la apasionada separación que querían Baquero y Vitier. Quedaban claras las opciones: Con la Patria, todo; Contra la patria, ninguna la roca pestilente.

(“¿El mismo pan terrible? República & Revolución”. Publicado en Facebook, julio 2020)


Thursday, October 1, 2020

Víctor Manuel Domínguez vs. la UNEAC y sus mafias literarias

El control general que establecen las autoridades cubanas sobre el sistema editorial, los espacios promocionales, las agendas de viaje y cuanto acontezca en el plano artístico-literario en Cuba, reúne a muchos escritores en una especie de mafia que algunos prefieren llamar clan, piña y otras definiciones que significan lo mismo: “Grupos de interés”.

   Aunados por amistad, afinidades estéticas, políticas, generacionales, raza, orientación sexual o sólo por acceder con ventajas a determinada oportunidad editorial, espacio de influencia o prevalencia en el enrarecido mercado literario cubano, los implicados en esta guerra de intereses defienden a como dé lugar los grupos elegidos para su realización personal.

   En un país donde todo se mide por el denominador común de la incondicionalidad al régimen, estos grupos, ungidos de cuantas artimañas les permiten dejar fuera o descalificar a los demás, conviven sin demostrarse pública animadversión, pero a solas se ponen zancadillas, sacan los trapos sucios y se valen de su espacio ganado a cualquier precio para que sus obras, estilos, formas y temas sean referentes literarios en la nación.

   Por eso es que las mafias literarias cubanas, más allá de sus ambiciones o su visión de la literatura nacional, se reparten el control, participan en la presentación de un libro y hasta comparten el jurado de un concurso que sabe de antemano quién ganará, u organizan una antología de cuentos o poemas donde aparecen integrantes de cada grupo a partes iguales, como un pacto de honor entre autores mediocres que velan por los intereses del clan.

   Desde hace años, y en los corrillos de amanuenses, arribistas, creídos y demás integrantes de las diversas tendencias literarias que recorren mojito en mano los jardines de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), entre otros sitios de interés cultural, surgen cuatro denominaciones para “caracterizar” a cada grupo en el abrevadero literario nacional.

   En la  primera, bautizada como Escuela del realismo “sociolista” (también llamado por sus rivales Pene Club), se agrupan machistas y egocéntricos que se autodenominan realistas, “ocupan puestos claves en revistas, editoriales e instituciones promocionales del país, y desprecian al resto de las modalidades de actualidad. Su tótem es Mario Vargas Llosa”.

   Por oposición natural, la segunda se denomina La mafia rosa, y la principal característica de sus correligionarios es la homosexualidad. Defienden la literatura fantástica y el absurdo y sus obras giran en torno al sujeto gay, en busca de un sitio en la sociedad. Se muestran beligerantes, hasta el escándalo, con su contraparte del Pene Club. Su ídolo es Virgilio Piñera.

   La tercera es denominada La colonia negra, porque “agrupa a los individuos de esta raza unidos para hacer valer sus derechos preteridos en una masa mestiza que anhela, a toda costa, pasar por aria, nórdica, eslava o latina, al decir de sus voceros”. Ejercen la literatura como una provocación conceptual, deconstructivista.  Su ángel tutelar es Severo Sarduy.

   En último lugar, La escuela de las mujeres, a quienes los del Pene Club llaman El Clítoris Hall, o Hell, debido a la veleidad de sus demandas, y a un feroz feminismo que preconiza el discurso genérico cual aparato para granjearse áreas de empuje sociocultural, y al ímpetu que emplean con tal de  lograr sus propósitos.  Su ídolo es Simone de Beauvoir.

   Estas y otras calificaciones escuchadas en tertulias, exposiciones y bares; o leídas en polémicas publicitadas en revistas literarias (Yoss), y libros como Cuestiones de agua y tierra (Jesús David Curbelo), nos muestran el panorama interior de una literatura excluyente, dividida y censurada que perdió su influencia en el acervo cultural de la nación.

(Cuba, la UNEAC y sus mafias literarias. Puente a la vista, agosto 2020)