Total Pageviews

Monday, August 31, 2020

Roberto Madrigal vs. un documental sobre Lezama Lima

He repetido hasta el cansancio que no me atraen los documentales, ya que, salvo raras excepciones, todos están guiados por los objetivos del realizador, quien edita lo que recopila con el fin de probar su tesis. Por lo general me resultan predecibles, aunque siempre hay unos más predecibles que otros.

   A pesar de sus buenas intenciones, de cuyo lado estoy, el documental Letters to Eloise, de la realizadora cubanoamericana Adriana Bosch, es más de lo mismo. Supuestamente parte de las cartas que Lezama Lima escribió a su hermana Eloísa, quien partiera a un exilio temprano y que fueran publicadas por Verbum en 1998. Pero en realidad, al cabo de unos minutos, las cartas, leídas en inglés por el actor británico Alfred Molina, pasan a un segundo plano.

   El propósito del filme es demostrar la censura y ostracismo que padeció Lezama Lima por parte del gobierno cubano a través de sus esbirros culturales. Para ello utiliza mayormente el testimonio de varias cabezas parlantes, método trillado y convencional del género, intercalando a profesores y especialistas de las dos orillas principales de la cultura cubana. Unos con conocimiento personal de Lezama y otros, estudiosos dedicados a su obra. Bosch trata de balancear la presencia entre los de “aquí” y los de “allá” para supuestamente dar un equilibrio a las opiniones, aunque todos coinciden unánimemente en apoyar las metas de la directora.

   Los primeros cincuenta años de la vida de Lezama se diluyen en los primeros minutos del documental. Mayormente se refieren al personaje y no al ser humano, con algunas pinceladas de sobra conocidas de la vida familiar. Luego se concentra en su vida pública después del triunfo castrista.

   Entre los que tienen un conocimiento personal de Lezama, se encuentran José Prats Sariol, Jesús Barquet, Reynaldo González, Enrique Sainz y César López. Entre los que tienen conocimiento más bien libresco del autor, están Enrico Mario Santí, investigador de su obra, César Salgado y Lillian Guerra, especialistas en su obra, Roberto Méndez, encargado de la edición de 2010 de la valoración múltiple de la obra de Lezama, originalmente publicada en 1970, ambas a encomienda de la Casa de las Américas, Margarita Mateo, destacada crítica literaria residente en la Isla y Antonio José Ponte, quien se especializa más bien en el grupo Orígenes. Para reforzar las opiniones de los especialistas, se contó con la participación de Mario Vargas Llosa, quien conoció a Lezama y que se expresa de forma muy articulada, como siempre, señalando puntos importantes, pero sin aportar nada novedoso ni personal. También aparece el profesor Emilio Bejel.

   Muy poco de nuevo se “documenta” en esta obra. Se hubiera agradecido más presencia del testimonio personal de quienes lo trataron. Aparte de Cesar López, que parece más despistado que otra cosa, y de Emilio Bejel, que se limita a insustancialidades, el resto de los entrevistados está muy bien, con un discurso muy coherente, pero que resulta repetitivo. Demasiado homenaje, demasiada reverencia. No es culpa de ninguno de ellos, sino de la realizadora que impone los límites de la entrevista. Se extrañan testimonios como el que hace Eliseo Alberto en el documental En un rincón del alma.

   En general, no se detalla ninguna crítica directa de Lezama Lima contra el sistema. En las cartas, sus quejas se refieren al deterioro de la familia y a la escasez alimentaria que padecieron todos los cubanos en los momentos en que se escribían. Hay algunas en las cuales expresa su alegría por la publicación de Paradiso, añadiendo incluso que en ningún otro país del mundo se atreverían a publicar una novela de 600 páginas, así como el jolgorio ante la publicación de su poesía completa y la valoración múltiple, en el año 1970, en el cual probablemente se reunió por última vez con tantos amigos.

   El tema del homosexualismo de Lezama se limita a la recapitulación y reinterpretación del capítulo 8 de Paradiso, que alguien señala como su salida del clóset, pero no hay ninguna revelación acerca de su vida personal como homosexual. Su matrimonio con María Luisa, más que de conveniencia, se expone como una concesión al deber familiar, ya que su madre le insistió que lo hiciera.

   Son necesarios entonces los testimonios de los entrevistados para establecer su disidencia política, pero eso no es documento. La película se desvía hacia el caso Padilla, en el cual fue incriminado Lezama y de ahí sigue a la etapa final de su vida, en la cual fue abandonado por muchos a quienes creía eran sus amigos. Se destaca su participación en el jurado que premió al libro de poesía de Padilla en 1968 y en lo que me parece un disparate, la doctora Lillian Guerra, profesora de la Universidad de la Florida, dice que los jurados de los premios en Cuba los escogían los escritores, y que a Lezama lo escogieron por su audacia y honestidad. Discrepo de ello, en Cuba todo lo deciden los comisarios culturales, que precisamente son alérgicos a la audacia y la honestidad, lo que pasa es que no son infalibles.

   Al insistirse que Lezama hacía una literatura que no se ajustaba a los patrones revolucionarios, por elitista y refinada, por además reivindicar los valores tradicionales cristianos de la familia cubana, razón principal por la cual se le fue eliminando paulatinamente, se echa de menos una exploración del papel de las nuevas generaciones de escritores de aquel momento, quienes desde el punto de vista literario también rechazaban la obra de Lezama, y entre quienes se destacaban Padilla y José Baragaño. El primero redactó lo que según Cabrera Infante era un “salvaje ataque contra Lezama, que publiqué en el magazine [se refiere a Lunes de Revolución] que era casi una condena oficial no sólo a la persona sino al arte poético de Lezama. Cuando lo vi publicado, tuve la impresión de que se había soltado una jauría contra un hombre atado”.

   Lezama, en una salida aristocrática, muy a la altura de su persona y de su literatura nunca se dio públicamente por aludido, porque como continúa Cabrera Infante en Mea Cuba en una conferencia patrocinada por la propia revista Lunes de Revolución se limitó a decir refiriéndose oblicuamente al grupo que le atacaba: “…era propio de la juventud cometer excesos, la juventud literaria comete excesos literarios. Lezama era la personificación de la generosidad, en la literatura y en la vida, verboso tanto como generoso”.

   Las escenas recreadas dramáticamente no aportan mucho al documental, se mueven entre la cursilería y el melodramatismo, por suerte son breves. La repetición de la escena inicial de una joven Eloísa alejándose en medio de la lluvia, protegida por una sombrilla y un pañuelo en la cabeza, que mira por encima de su hombro con una sonrisa, mientras se escucha la hermosa, pero también melosa música compuesta por Arturo Sandoval, me parece un excesivo melado cinematográfico.

   En parte el documental está hecho con el público americano en mente y la reunión de opiniones y materiales resulta válida e importante para dar a conocer la obra del poeta más allá de las fronteras que físicamente apenas cruzó. Lezama Lima fue un grande de la literatura cubana que fue víctima de un proceso demoledor al cual inicialmente le dio la bienvenida pero que pronto terminó siendo implacable con él (y con muchos más). Pero en este documental, a pesar de que Lezama tuvo muchos enemigos que nunca se buscó, sitiado por muchas facciones, a quien probablemente mató la tristeza del abandono de sus colegas y la desintegración de su familia, la víctima está demasiado victimizada. El poeta merece admiración, no idolatría.

(El escritor sitiado. Cubaencuentro, mayo 2020)

Thursday, August 27, 2020

Joaquín Gálvez vs. la UNEAC

10 APORTES DE LA UNEAC A LA CULTURA CUBANA

1. Centralización de la cultura: el Estado decide por los escritores y artistas como patrocinador cultural lo que es política y estéticamente correcto.

2. Colectivización creativa: la estética, aunque la crean los escritores y artistas, el Estado la dictamina y controla acorde a sus intereses.

3. La vigilancia de creador a creador: creación del seguroso cultural.

4. Canon literario ortodoxo y homogenizante: preponderancia de una estética de la colectividad en detrimento de la individualidad e independencia del creador

5. Creación de una élite desde el poder: un grupo controla y decide quienes son los elegidos, como autoridad artística literaria de una institución del Estado, acorde a sus preferencias (de toda índole) e intereses. Reducción de la cultura cubana al ámbito oficialista por medio de categorizaciones (generaciones literarias, grupo o antología tal, etc).

6. Creación de revistas y editoriales que responden a un solo pensamiento político y estético

7. Dependencia del artista y escritor cubano a una institución que, dado sus mecanismos de poder, la consideran la máxima autoridad literaria para patentizar el valor de una obra, incluso desde el exilio o diáspora.

8. Censura permanente: “dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”. “La UNEAC tiene que combatir a los mercenarios culturales”.

9. Exclusión del artista y escritor no oficialista y exiliado que no comulga con los códigos impuestos por la cultura oficial cubana, incluso en revistas y editoriales de la diáspora que aún se alinean a canones provenientes de dicho oficialismo.

10- Autocensura: el miedo del intelectual cubano a decir lo que piensa en territorio libre y democrático por temor a ser aplastado por la exclusión y el olvido ante un grupo mayoritario de colegas obedientes que no quieren perder sus vinculos con el poder oficialista (o personalidades del mismo) y, por consiguiente, su status.

 (Publicado en Facebook, agosto 2020)

Monday, August 24, 2020

Roberto González Echevarría sobre Miguel Barnet

Escribí un ensayo sobre Biografía de un cimarrón, libro que admiro (casi) todo; y en 1978, cuando el Diálogo, me encontré con Miguel en una recepción de la UNEAC, de la cual todavía no era presidente. Nos llevamos bien y a él le encantaba mi ensayo. Él era, además, amigo de Lourdes Casal y algunos otros de Areíto. Miguel era entonces el escritor díscolo, atrevido, marginal, que había sobrevivido una década de ostracismo, en parte por ser homosexual. Resultaba atractivo en medio de la solemnidad de otros, como Roberto Fernández Retamar, cuya obra me pareció siempre insignificante (él se daba cuenta y yo lo traté siempre con alguna ironía). Miguel me citaba en Cuba, cosa que sólo Rogelio Rodríguez Coronel también hacía, y conocía a Severo Sarduy. En los noventa, cuando yo iba a Cuba para trabajar el libro de pelota, Miguel me hospedaba en el mismo edificio donde él vivía, al cruzar la calle de lo que había sido la CMQ y del Hilton, y consiguió que me dieran acceso a todo, incluso al Palmar del Junco, en Matanzas, el terreno donde la mitología nacional dice que se jugó el primer juego de béisbol en Cuba. En la Biblioteca Nacional siempre tuve a Araceli García Carranza, a quien adoro y que es el mejor bibliotecario y bibliógrafo que ha dado Cuba. Me di banquete con las publicaciones de la segunda mitad del siglo XIX, donde descubrí que la pelota y la literatura se desarrollaron juntas en la isla.

   Esa amistad con Miguel perduró hasta que salió mi libro sobre la pelota en 1999. Desde entonces no nos vemos y él se convirtió en un muy visible adepto del régimen. Salía en fotografías con Raúl Castro. Lo hicieron presidente de la UNEAC y hacía declaraciones oficiosas. Yo creo que llegué a conocer bien a Miguel y pienso que todo eso era de la boca para afuera, que a él sólo le interesa la política por lo que pueda darle. Hace unos pocos años me escribió diciéndome que tenía en la mano visas para mí e Isabel, mi mujer. Isabel había salido de Cuba a fines de los cuarenta y tenía una foto suya, de niña, sentada en el muro del malecón. Yo le había dicho a Miguel que quería llevarla allí y sacarle una foto. Pero el trato era que yo permitiera que mi ensayo sobre Biografía figurara como prólogo a unas obras completas suyas que la editorial Ayacucho de Venezuela iba a sacar. En seguida me escribió la editora venezolana pidiéndome el permiso y una breve biografía y bibliografía de Miguel. Le contesté que no lo iba a hacer, y a Miguel le expliqué que, aunque amigos, había grandes diferencias políticas entre nosotros. Lo que no le dije es que yo no le podía dar mi aval a toda su obra. De lo de las visas nunca supe más.

 (Entrevista con Roberto González Echevarría. Rialta Magazine, mayo 2020)

Thursday, August 20, 2020

Yoandy Cabrera vs. Nelson Simón (2)

No crea usted, estimado lector cubano, ni por asomo, que la conocida como psicóloga millonaria, Susely Morfa, está sola en sus disparates. No es ella la única que a gritos dice ser millonaria en un país donde el sueldo es más bien una bofetada mensual.

   Reproduzco algunas de las lindezas recientemente dichas por un REPUTADO poeta de la isla, hace unos añitos participante de la Feria de Miami y ahora devenido comisario de la UNEAC negador de todo lo que el ámbito cultural de Miami le haya brindado en el pasado. Dice el poeta aludido:

   "Qué manera de creer que todo el que sale de la isla sale de favor, que para hablar por teléfono o tener internet necesitas que te lo paguen desde fuera (...). En la isla vive mucha gente que no vive de pedir ni de favores, sino de su trabajo (...). No soy de los que viaja con dinerito ajeno".

   Y uno se imagina entonces al gran poeta reputado que dice estos disparates comprando su pasaje de ida y vuelta para Madrid, Italia, México y Miami, lugares que ha visitado en los últimos años, con su sueldo de comisario. Lo imagina también comprando un teléfono móvil (el que sea) en las tiendas de ETECSA.

   Mientras tanto, ETECSA se promociona pidiendo recargas desde el extranjero.

   Entonces uno se da cuenta de la cara de tabla que tiene el reputadísimo poeta devenido comisario cultural y que, si no fuera tan triste y vergonzoso todo, uno hasta se reiría.

(Publicado en Facebook, mayo 2020)

Monday, August 17, 2020

Antonio José Ponte vs. César López

Premio Nacional de Literatura desde 1999, toda su obra literaria es intransitable. No hay por dónde cogerla. En un universo confuciano, César López no tendría perdón del Cielo, dadas sus muestras de impiedad filial.

   La editorial española Sexto Piso publicó en 2016 la "Poesía Completa" de José Lezama Lima, y él fue el encargado de compilar, escribir un posfacio y hacerle notas al volumen. Son más de mil páginas detrás de una hermosa cubierta.

   Extrañamente, el último de los textos lezamianos que aparece en él no es un poema ni versa sobre poesía, sino sobre la figura del comandante Ernesto "Che" Guevara. César López debió incluirlo, no por necesidad operística lezamiana, sino por oportunismo propio.

   En tanto estudioso de la obra de Lezama Lima, a quien conoció y de quien se precia de haber sido amigo, tuvo la oportunidad de organizar una edición monumental y no se le ocurrió otro colofón que ese homenaje.

   Allí está, sin explicación del editor. Ese texto lezamiano obedece a unas simpatías políticas que, poco tiempo después de escrito, su autor difícilmente sostendría. López lo sabe bien, pero pasó por encima de ese y otros reparos, y cerró la suma poética lezamiana con un gesto de vasallaje.

   De milagro no pidió que pusieran un retrato del fotogénico comandante en la portada.

   Un amigo que hace poco visitó a César López en La Habana, creyó encontrarlo casi muerto. No le entendía nada de lo que mascullaba, aunque él siempre masculló y resultaban difíciles de comprender sus frases. Hablaba por alusiones, casi siempre utilizaba sobrenombres e intercalaba citas a tutiplén. Todo esto, que en otro habría resultado chispeante, era cansino en él. Como escuchar a una sobrecama de retazos.

   Pero hubo, me aseguró este amigo, un minuto en que la vida regresó a César López, y le brillaron los ojos malévolamente. Ese minuto fue cuando se habló mal de Antón Arrufat, y es que no hay nada como una vieja rivalidad para vivificarse un poco.

(Del "Diccionario de la Lengua Suelta", de Fermín Gabor, Renacimiento 2020)

Thursday, August 13, 2020

Gastón Baquero sobre Eliseo Diego, Fina García Marruz y Cintio Vitier

Éramos amigos. Ahora son lejanos. No he vuelto a verlos. Ahí están. Lo peor, para mí, es que conscientes de que están hacienda algo muy mal hecho, se han arropado nada menos que con Cristo y con Martí. Porque afirman ser católicos y martianos. Eso no se vale. Si dices: “Este señor, me parece una maravilla, y por eso estoy con él. Soy comunista”. Dilo y punto. Lo respeto. Pero tú no digas que lo haces por amor a Martí, porque eso es la antítesis absoluta. Martí no tiene nada que ver con el asunto. Son ellos, personas de su cultura, condición y espiritualidad, que para justificar lo injustificable, abrazan un “cristianismo martiano”. ¿Hasta cuándo van a jugar con eso?

(entrevista, en Dile que pienso en ella, de Nedda G. de Anhalt, Ediciones La Otra Cuba 1999)

Monday, August 10, 2020

Fermín Gabor vs. Leonardo Padura (2)

En la misma entrevista televisiva donde LEONARDO PADURA afirmó que la cifra de muertos cubanos en Angola había sido ridículamente baja y que la mayoría había muerto por enfermedades o por accidentes, el novelista le contó a su entrevistador Pablo Iglesias, actual vicepresidente segundo de España, cómo empezó a escribir.

   Fue relativamente tarde, al llegar a la universidad: "Y empecé a escribir, Pablo, por sentido competitivo. Como yo había jugado tanto béisbol y era tan competitivo, dije: 'Bueno, si estos escriben, yo también escribo. Y así fue que empecé a escribir" (minuto 8:53 de su entrevista televisiva)

   Esos a los que se refiere son sus compañeros de aula universitaria. Y si bien los caminos del Señor son indescifrables, los caminos del Compañero resultan ya inentendibles del todo. El joven Padura se metió en escritura como debió meterse a vanguardia en los trabajos voluntarios de su facultad: por emulación socialista.

   Es de suponer que, con ese afán competitivo aprendido en el diamante, a estas alturas sienta que los ha sobrepasado a todos, y que está llegando a Cabrera Infante o Carpentier.

   Creo conocer algunos de los nombres de esos compañeros universitarios suyos que escribían y que le dieron ese impulso mono-ve-mono-hace. Pero, cualesquiera que sean, han de tenerse bien merecido el aire de superioridad que él les dedica. Porque, si en vez de escribir, hubieran dedicado sus mejores ratos al tejido de macramé, el frustrado pelotero Leonardo Padura sería ahora un artesano tan chapucero como en su prosa, pero las hojas de los helechos colgados taparían buena parte del desastre del macramé del que cuelgan.

   No se vería tanto como en la página, que es una planicie delatora.

 (Publicado en Facebook, marzo 2020)

Thursday, August 6, 2020

Reinaldo García Ramos sobre la revista Mariel

Mira, yo creo que todas las revistas literarias tienen sus ciclos. Hasta los surrealistas se fajaron, que eran tan divinos y tan exquisitos. Problemas de personalidad, de división, malentendidos. Hubo confluencias hasta cierto punto, y después cada cual empezó a pensar distinto. Esto es anécdota y no sé si deba trascender, pero a lo mejor me muero esta noche y nadie sabe.

   Después del número 7, que estaba dedicado a la poesía, se estaba preparando un número dedicado a la mujer, y yo propongo que se le encargue a Ana María Simo, una persona a la que yo admiraba, de gran nivel intelectual, lesbiana. Y Juan Abreu en ese momento estaba viviendo con Marcia Morgado, que es un personaje un poco problemático, porque tenía una personalidad muy confrontacional, volvemos a lo mismo. Ella se sintió desplazada porque nos había ayudado mucho con la promoción de la revista.

   Yo creo que ese fue el detonante, porque empezó a dividir el cuerpo de los editores. Y Reinaldo que también era muy problemático, tenía sus cosas. Estoy escribiendo algo sobre Reinaldo por primera vez en mi vida. Reinaldo era una persona que se divertía con las cosas. Era una gente honesta con una identidad literaria y política muy fuerte, pero él se divertía con la vida, no tomaba las cosas demasiado en serio. Ni siquiera su enfermedad yo creo que la cogió muy en serio, aunque escribió ese libro de sus memorias. Que tampoco es un libro objetivo, como podrás imaginar, y hay también mucha fabulación.

   Reinaldo tenía una imaginación fabulosa, te sentabas a hablar con Reinaldo y te cagabas de la risa. Entonces Reinaldo vio todo aquello y empezó a intrigar todavía más. En el 85, que es cuando pasa todo esto, yo era periodista de Associated Press, era editor latinoamericano de Associated Press, entonces yo dije: si esto va a seguir a mí no me interesa. Otra cosa, yo quería tiempo para publicar mis libros. Las publicaciones se convierten en Frankenstein que terminan devorándote. Había un dilema: o hacía la revista o escribía mi obra. El mismo Reinaldo llegó a esa conclusión. Entonces se acordó hacer el número de Martí y cerrarla. Yo creo que estuvo bien, porque la revista cumplió un objetivo.

(La memoria es un mecanismo de defensa…, entrevista con Abel Sierra Madero, Hypermedia Magazine, junio 2020)

Monday, August 3, 2020

José Prats Sariol sobre “el cosquilleo narcisista”

Como parece estar de moda la literatura sobre lo que el mismo escritor está escribiendo, viene muy a cuento la satírica frase de Roland Barthes. En esta dirección no muy risueña  —dentro de la que se enzarza el cosquilleo narcisista— un amplio grupo de lectores especulamos que vivimos en una "época tautológica", caracterizada porque una rosa es una rosa, pero sin la belleza del énfasis expresivo.

   Para nosotros una aburrida reiteración hace trivial buena parte de lo que se escribe. Hoy la literatura sobre la literatura indica, más que en épocas anteriores y sin catastrofismos ni histerias virulentas, que muchos autores —más bien escribanos—demuestran no tener nada que decir. O muy poquito. O simplemente sandeces y lamentos, lloriqueos mediáticos.

   Al constatar que mucha escritura apenas logra la remisión a sí misma, también se observa —por elemental derivación lógica— un hiperbólico Yo-yo-mí como quebradiza confesión de titubeo. Avalancha que cae sobre todo entre autoproclamados poetas. Plaga que la facilidad para publicar ha vulgarizado como nunca antes por el globalizado planeta de coronavirus e internet. Al punto y aparte de que hay editores afirmando la existencia de más poetas que lectores de poemas.

   Los escritores locuaces, dentro del masivo fenómeno, dan la verdadera o falsa impresión de tener una personalidad extrovertida y de que se deslizan por el cosquilleo narcisista; con la resbaladiza cáscara de melocotón que Roland Barthes lanzara desde sus cursos universitarios, quizás le comentase a su amigo Severo Sarduy. Aunque no depende del temperamento: se puede ser reservado, guardar bajo un espeso silencio informaciones y opiniones, y a la vez tener un galopante Narciso desbocado por los pastos cerebrales. 

   Se sabe y se repite que los escritores que chapotean en lo autorreferencial son ridículos. No ejercen ninguna contención al ego, procuran hasta sacar cabeza en las fotos de grupo. No luchan por ser pudorosos. … Y muchos, hasta los menos burros, no se dan cuenta de su cosquilleo, de que se ofrecen como suculento manjar para el banquete de críticos lenguaraces. 

   Es increíble cómo se autoengañan al creer que cualquier anécdota personal puede despertar interés, que sus vidas —casi todas tan habituales como las de cualquier comedor de pizzas— van a abrir curiosidades, enigmas fascinantes a desentrañar por un público embelesado.

   Lo peor es que muchos de ellos saben que solo el modo en que se dice —el estilo— es el único que en literatura decide, aunque momentáneamente pueda ser de interés algún comestible achicharrado por la historia o por la trivialidad doméstica: el color de la caquita del hijo o el aburrido aniversario de la revolución cubana, recordar la natilla adornada con merengues por la abuela o el pomposo servilismo del Historiador de la Ciudad de La Habana, el primo machango que salió del closet con un clavel en la oreja o un decreto-ley represivo, la tajante tacañería del padre o la idiotez política de incontables influencers, bloggers y youtubers, ólogos y más ólogos… Tantos "especialistas" armados de insondables atrevimientos y productivas jugarretas, aplaudidos por masas de analfabetos funcionales.

   Pero esto es poco, pasaría por un comprensible modo de subsistir. Cuando se desencadena de verdad la tormenta de somníferos es al escribir sobre el acto de escribir, el trabajo que les cuesta escribir, lo que se piensa cuando se va o se termina de escribir… Y así hasta doblar por la esquina hacia un terraplén que conduce a un basurero lleno de palabras apolismadas, podridas de tanto golpearse unas a otras; inanes, que huelen a crípticos lingüistas franceses, a políticos populistas tabasqueños o catalanes.

   No hace falta ser un psiquiatra vienés para inferir que suele tratarse de gente vanidosa, engreída. La fatuidad no solo los hace ridículos sino tan risibles como grotescos. Recuerdo a un maduro poeta argentino, de Mar del Plata, que contrató un fotógrafo en Madrid para la presentación de su libro de poemas. Las instrucciones fueron precisas: ninguna foto de costado porque se le vería mucho la barriga, ni de arriba porque le clareaba el pelo en la cocorotina, ni mirando para el piso para que no lo acusaran de pesimista… Y así como quince indicaciones, cada una más hollywoodense, hasta la hilarante: "No cobras si me tiras un primer plano". Lo peor vino después, cuando cada poema que leyó estuvo acompañado de un ditirambo, de una detallada descripción de qué lo inspiró, de cómo lo escribió.

   Casi siempre estos especímenes "autorreferenciales" son fáciles víctimas del Poder. Su vanidad los vuelve frágiles. En La Habana de los 90, desolada por la ausencia de la ayuda que hasta entonces llegaba del "campo socialista" —entre croquetas de averigua, apagones cada noche y más represiones—, los caleseros culturales del Caballo —uno de los apodos de Fidel Castro— organizaron un maratón de lisonjas y apologías a ciertos —e inciertos— escritores disgustados con la crisis diaria. La celebración pública de sus cumpleaños, calzada con discursos, medallas y diplomas, harían sonrojarse a un negro mozambiqueño, a un oliváceo nepalés.

   Pronto aparecieron infinidad de textos donde el cosquilleo narcisista casi convierte en héroes a cualquier repentista que le hubiera dado por improvisar una temblorosa décima a la resistencia del pueblo, del que el vate formaba parte destacada. Y de nuevo apareció el mismo rasgo, la misma ridiculez: creerse que sus viditas humildes y sumisas habían escalado las Cumbres borrascosas como nuevas Emily Bronte.

   Por supuesto, según se espera, las asociaciones de bombos mutuos de inmediato hicieron sus acostumbradas cosechas. En las redes mediáticas cayeron unos cuantos adoradores de sus ombligos abombados con grotescas hernias académicas y no pocas úlceras trascendentales. Dignos de ser entrevistados por periodistas ignotos, ávidos de abandonar su anónimo correr, ilusionados con que el trampolín de algún escritor que haya obtenido uno de los tantos premios del torrente anual, también los promueva a ellos hacia un lago de lisonjas.

 (El cosquilleo narcisista. Diario de Cuba, mayo 2020)