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Thursday, April 30, 2015

Roberto Madrigal sobre “Buscando a Caín”, de Carlos Velazco y Elizabeth Mirabal / vs. Abilio Estévez

Si bien el texto es interesante e imprescindible, hay una omisión que no puedo dejar de mencionar. Al libro lo recorre el hecho de que Caín y Cabrera Infante fueron una ausencia criminal en la cultura cubana de este último medio siglo, pero nadie se atreve a decir con precisión a que se debió. No hay mención ni consideración sobre la política cultural del gobierno ni sobre lo orgánico que esta censura resultaba al proyecto. No soy ingenuo y sé que evitar ese tema debe ser parte del “pacto” por lo cual los organismos que rigen la cultura y la censura en Cuba permitieron la publicación de estos materiales. Velazco, como funcionario él mismo, ya que es el jefe de redacción de la revista Unión debe saberlo muy bien y también conoce los trucos para vadear esos obstáculos. Pero un libro que comienza con la “Advertencia”: La posibilidad latente de que se pierda el pasado, la muerte de los lugares, los objetos, las personas, no hace descabellada la suposición de que todo esto que nos contaron y lo que prefirieron callar, por muy verídico y apegado a la realidad que haya querido ser, algún día podrá leerse como una ficción, hace más obvia esa omisión. Cuando algo o alguien se rescata, se debe ser consecuente y decir de dónde se rescata.
   Peor aún en este caso me parece la introducción de Abilio Estévez, titulada “Testimonio en/desde la ficción”, en la cual este asunto ni se esboza.  Me sorprende esto en un escritor que hace tiempo vive en el exilio y que ha expresado posiciones muy interesantes y valientes. ¿Para qué se prestó a escribir esta introducción si conocía de las limitaciones que se le imponían? O es que se las impuso a sí mismo quizá para recuperar su voz y su sitio en el panteón de la literatura cubana oficializada y no tener que esperar a la muerte para que se le rescate. En realidad, Estévez perdió una gran oportunidad de decir lo que ha dicho muchas veces, o de simplemente negarse a participar. Su introducción no aporta nada al texto y solamente resulta en un apoyo a un proyecto que va más allá de su control y probablemente del de los autores del libro.

(Un texto imprescindible, una omisión imperdonable. Blog Diletante Sin Causa, junio de 2013)

Wednesday, April 29, 2015

Juan Orlando Pérez vs. la literatura cubana y Leonardo Padura

Leonardo Padura, el más laborioso de los escritores cubanos, ha dicho recientemente que el período especial, ese estado de calamidad nacional en que hemos vivido desde 1990, provocó, además de hambre y trece millones de exiliados, un boom de la literatura cubana. Padura debe saber lo que dice:  quizás haya visto, guardadas en las gavetas de sus amigos y sus discípulos, novelas inéditas que, de publicarse, conquistarían para Cuba Nobel y Cervantes.  Pero si uno va a La Habana, y recorre las paupérrimas librerías de la capital, no encontrará ninguna de las novelas del supuesto boom cubano. Encontrará raquíticas novelitas locales y poemarios de tono y altura denodadamente provincianos, cubiertos de polvo y aburrimiento. Uno diría que esos volúmenes han sido publicados por un malévolo Gran Editor que hubiera querido cogerse para sí, y no compartir con el público, los libros de más mérito, esas novelas brillantísimas de las que habla Padura, y solo ha dado a los sufridos lectores  cubanos los libros que ni él mismo jamás abriría.
   Si Padura tuviera razón, y tal boom hubiera ocurrido, no sería tan difícil enumerar las mejores novelas cubanas de los últimos veinte años. No es que no haya algunas de mérito e interés literario,  escritas en Cuba o en cualquier otro manicomio. Se podrían aquí mencionar títulos, pero ninguno de ellos, ni siquiera los del catálogo del propio Padura, justificaría la idea de que el período especial, haciendo excepción con la literatura, destruyó todo lo demás en Cuba, y dejó a nuestros escritores indemnes. Padura parece creer que el éxito comercial y literario de sus recientes novelas, es prueba suficiente de que la literatura cubana “ha ganado un espacio suficiente para que casi todo sea publicado en la isla”, incluyendo libros como “El hombre que amaba los perros”, su novela sobre Trotsky, de la que él habla como si fuera “El Archipiélago Gulag” de nuestra época. “El hombre que amaba los perros”, que no se puede comprar en La Habana porque no hay librería que todavía tenga un ejemplar, es, no hay que negarlo, un libro interesante, incluso importante. Padura no es un gran estilista, pero es un estupendo contador de historias. Su novela es ingeniosa y consistentemente entretenida. Pero es difícil entender por qué él pensaba, cuando la escribía, que no se la publicarían en Cuba. No solo se la publicaron, sino que un jurado del Ministerio de Cultura le dio, como recompensa, el Premio Nacional de Literatura del 2012. “El hombre que amaba los perros”, después de todo, es sobre la muerte de Trotsky, no sobre la de Camilo Cienfuegos. ¿Por qué habría de vetarla el Gran Editor, si, diligentemente, “El hombre que amaba los perros” cumple el requisito literario más riguroso que todavía se le exige a cualquier nuevo libro en Cuba, no atacar frontalmente, no irrespetar, no desaceptar con claridad y contundencia la legitimidad de los gobernantes del país, su derecho al poder, y el uso que han hecho, infinitamente, de él? La novela de Padura, como otros de sus libros, como sus viejas crónicas periodísticas, es, cuando más atrevida, apenas sugerente, tangencial, alusiva, el narrador deja que sea el lector el que haga cuentas, dos más dos y dos más cuatro, pero a él nadie podría condenarlo de haber escrito un estentóreo “¡Abajo Fidel!”, cosa que no ha sido nunca su intención o su deseo, o algo que esté en el rango de sus habilidades o su valor. Un libro, a la postre, tan mesurado, aunque, admitámoslo, tan instructivo, como “El hombre que amaba los perros”, no prueba que haya en la literatura cubana vigor, ambición, genio y sentido del deber, más bien todo lo contrario. El exagerado interés provocado por ese libro solo muestra qué poco más tienen los lectores cubanos que leer, qué ansiosos están de nuestros sus escritores nos den algo que nos sacuda, y si es posible, sacuda también al país, que falta le hace.
   Padura, en suma, se equivoca, aunque quizás el equivocado sea yo. A lo mejor, en diez o quince años, salen de las gavetas todas las novelas y poemas jamás publicados, y veamos qué maravillosos escritores desconocidos prefirieron hundirse en el anonimato que aceptar la norma intelectual y política impuesta por las editoriales cubanas, y también por las extranjeras, que tampoco andan buscando entre nosotros al nuevo Lezama, sino a la nueva Zoé Valdés. Debe haber en La Habana, o en Placetas, o en Banes, o  todavía en la maleta de un recién llegado a Madrid o México, algunos majestuosos libros inéditos, que nunca verán la luz mientras Raúl Castro sea dueño de las imprentas de Cuba. Es muy probable que alguno de los nuestros haya escrito un libro comparable, sino en mérito, en suerte,  a “Vida y Destino”, la rabiosa novela de Vassily Grossman sobre el estalinismo que fue publicada en Rusia veinticuatro años después de la muerte de su autor, o a “Maurice”, la viril historia de amor que E. M. Forster escribió antes de la Primera Guerra Mundial y que solo se publicó en Inglaterra en 1971, después de la despenalización de la homosexualidad. De momento, desgraciadamente, no se puede calificar a ninguno de los libros cubanos publicados en las dos últimas décadas de obra maestra, y si se les compara con las novelas y poemas de décadas anteriores, el panorama parece aún más descorazonador. Hace cincuenta años, teníamos, escribiendo a la vez, en Cuba o en cualquier otra prisión, a Lezama, Carpentier, Guillén, Piñera, Baquero, Sarduy, Loynaz, Vitier, Diego, Cabrera Infante, Vieta, Labrador Ruiz, Novás Calvo, Padilla, el muy joven Arenas. Hoy, los tenemos buenos, capaces, pero no tantos, no tanto. Cada año, el jurado del Premio Nacional de Literatura tiene que esforzarse más para encontrar alguien que lo merezca. Padura lo merecía, aunque sea todavía un hombre joven, y quizás le queden por escribir algunas novelas aún mejores que “El hombre que amaba los perros”. No se me ocurre a quién podrían darle el premio el año que viene.

(El Gran Editor. Blog Juan Sin Nada, junio 2013)

Tuesday, April 28, 2015

Jorge Salcedo vs. Emilio Ichikawa

Bueno, mi estimado Ichikawa, despreocúpese usted. Yo no soy profesor, yo no soy académico. Tampoco lo es Alexis Romay, hasta donde conozco. Lamento si algún texto mío le ha dado esa impresión. Fuera de Cuba he trabajado como reportero, editor, diseñador, fotógrafo, director creativo, en periódicos, editoriales y agencias de publicidad, pero nunca en la academia. Se lo digo sin pizca de anti-intelectualismo, sin menosprecio alguno por la universidad. He escrito algunos artículos, algunos libros de poemas, cuando he sentido la necesidad. Y eso es todo. Si Ud. desea avanzar su carrera en la academia, si siente alguna amenaza por el escalafón, mire hacia otra parte. Pero sobre todo, infórmese. Información es poder.

(Ichikawa, Yoani y la convivencia cubana, Blog Salcedo Diario, marzo 2013)

Monday, April 27, 2015

Fermín Gabor vs. Zoé Valdés (3)

La Zoé Valdés de aquella época estaba escarmentada ya, conocía el paño y nadie iba a hacerle un cuento. Y, como conocía el paño, estaba escarmentada y nadie le hacía un cuento, concluyó que el mejor modo de combatir la ignominia era metiéndose de lleno en ella, haciendo carrera de funcionaria y participando en cuanto sarao y recepción se le abriese por delante. Porque la zorra sabe muchas cosas, el erizo una sola y grande, y lo que Zoé Valdés supiera por entonces, mucho o uno, le valía para besar a Alfredo Guevara y a su perrito cada mañana.
   Al perrito de Alfredo, que es descendiente de un perrito que tuvo Charles Chaplin.
   En algunas noticias biográficas consta que Zoé Valdés trabajó como documentalista en la delegación cubana ante la UNESCO, en París, y en la oficina cultural de la Misión de Cuba en esa misma ciudad, entre 1984 y 1988. Ella lo recuerda en su blog (4 de junio de 2009) disculpándose: "no tenía para nada un cargo importante, era un sencilla recortapapeles, mal pagada, y peor considerada; pero eso me sirvió para observar, y por aquel momento, callar". Es decir, trabajó entre el personal diplomático en París con el fin de observar y confesarlo todo mucho más tarde. Por eso, cuando concluyó el matrimonio que la había llevado a la capital francesa en el séquito de Alfredo Guevara, casóse con otro miembro del séquito. Con tal de continuar su acopio de testimonios.
   Vinieron, después de aquellos años parisinos, los fusilamientos de generales. Vinieron sus años de subdirectora de la revista y las muchas recepciones del Festival de Cine Latinoamericano. (Sería interesante examinar la colección de Cine Cubano y los textos que publicara allí.) Recibió ella el premio de guión de ese festival, y llegó, finalmente, la hora de emigrar junto a su esposo y su pequeña hija.
   Vladimir Nabokov, quien también escapó de una revolución, tituló a sus memorias Speak, Memory. En caso de intentar alguna vez un libro parecido, Zoé Valdés podría titular el suyo Aguanta, memoria. Pues no hay más que ver cómo cuenta las circunstancias de esa salida del país.
   De una entrevista publicada en La Vanguardia, de Barcelona, el 21 de noviembre de 2004, cito el momento de la aduana habanera: "Iba con mi hija, que tenía un año y medio. El oficial no me la dejaba pasar. En ese momento, alguien se puso a cantar La Macarena. [...] Y todo el mundo se puso a cantar y a bailar: se armó tal juerga que, en medio del jaleo, el oficial nos dejó pasar".
   Esta versión confirma la que diera, para ese mismo diario, el 11 de agosto de 2001: "Iba con mi hija de un año y medio y no la dejaban salir. Alguien se puso a cantar La Macarena en el aeropuerto y se armó tal juerga que el oficial me dejó pasar".
   Las palabras son casi las mismas, como en las mentiras ensayadas cuidadosamente. ¿Acaso su hija de año y medio no tenía permiso de salida? ¿Sus padres se presentaron en aduana a la espera de un milagro de la Virgen de la Macarena? No sé de cuál película de Bollywood sale esta escena en la que suena un tema popular y hasta los cancerberos de la aduana bailan y descuidan su trabajo. Quizás Zoé Valdés intentaba contar, a través del mito de Los del Río, el mito de Orfeo. (¡Lo que hubiera sido aquello de sonar Livin' La Vida Loca!) Uno lee esta guayabonga y enseguida se pregunta qué cubano que haya atravesado aquellas puertas va a creérsela... Es la falta de fricciones. La ausencia de fricciones en la que allá vivía le ha permitido imaginar que todo alcanzaba a resolverse con una rumbita. Que, al final, Los del Río estarían siempre ahí para arreglar las cosas. El dúo Los del Río: Alfredo y Guevara.
   La edición del 8-15 de enero de 2009 de El Cultural, suplemento de El Mundo, publica un recuento de cómo le premiaron su primer libro de poemas. No aburriré a mis lectores con otra tanda de tupes, valga sólo esta frase donde, mientras le entregan el premio, la susodicha descubre en qué clase de concurso se ha metido: "Ahí fue donde me enteré que el premio, además de los mexicanos, lo auspiciaba una Radio, la radio salvadoreña de los guerrilleros del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí. Fue de ese modo que sin ser militante comunista ni tener nada que ver con la política..."
   ¡Sácale brillo al piso, Teresa!
   Muchas otras historias de Aguanta, memoria podría enumerar aquí. Pues gran parte del corto talento imaginativo de Zoé Valdés se le va en mercurocromo y curitas para inventarse heridas del régimen comunista.

(La lengua suelta # 58. La Habana Elegante, segunda época)

Friday, April 24, 2015

Manuel Sosa vs. Luis Pavón y José Martínez Matos

Los hubo peores que Luis Pavón, pero pocos dejaron un testimonio tan explícito de su condición miserable. Por ejemplo, casi nadie menciona a José Martínez Matos, delator y testigo en procesos penales contra otros escritores, y cuyo nombre aparece incidentalmente en algún documento de ignominia. Pero al comisario Pavón es fácil ilustrarlo, pues cada artículo suyo (publicados en la revista Verde Olivo, usando el seudónimo “Leopoldo Ávila”) ha sido archivado y expuesto por gente memoriosa, que se sirve de ellos para demostrar los límites a que llegaba el estalinismo cultural de entonces.

(Luis Pavón: queda escrito. Blog Penúltimos Días, mayo 2013)

Thursday, April 23, 2015

Jorge Luis Arcos vs. Pablo de Cuba Soria (defendiendo a Heberto Padilla)

Las tesis de Pablo de Cuba Soria son esquemáticamente las siguientes: pondera la poesía de Padilla en El justo tiempo humano, sobre todo dos poemas clásicos, "En la muerte de William Blake" y "Dones", aunque, como advierte Ernesto Hernández Busto, olvida comentar otros textos, típicos de la utopía revolucionaria. En contraste con los poemas nombrados, lamenta la excesiva politización de un libro como Fuera del juego, y, finalmente, ve una caída en los últimos textos de Padilla, de Un hombre junto al mar
   Creo que si algo tiene de falible el texto de Pablo de Cuba es la ausencia de matices, por lo que su crítica deviene muy categórica y, como resultado, mina parte de la verdad de los enunciados generales. Es engañoso a veces, aunque acaso inevitable, realizar una lectura cronológica de un poeta. Cuando el poeta muere y se cierra su obra, lo que queda es su saldo creador más significativo, más allá de su cronología e, incluso, de concurrentes lecturas generacionales, también, hasta cierto punto, inevitables. Por encima del interés biográfico, de las precisiones contextuales, de las explicaciones generacionales, quedan (o no) ciertamente aquellos textos que, como dijera Borges, sucesivas generaciones de lectores continúan leyendo con inocultable fervor y que, por ello, devienen clásicos, canónicos, etcétera.

(La eternidad ante la crítica. Cubaencuentro, julio 2007)

Wednesday, April 22, 2015

Pablo Díaz Espí y Antonio José Ponte se separan de Cubaencuentro

Desde el 7 de octubre pasado nuestro equipo de redacción y el de la revista impresa quedaron sin vínculo laboral con la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana. Sólo el trabajo realizado de forma voluntaria por todo el equipo periodístico ha hecho posible la aparición diaria de Cubaencuentro desde entonces. Y a este esfuerzo se han sumado muchos de nuestros colaboradores, entregando sus textos sin recibir honorarios a cambio.
Creemos que un proyecto como éste sólo puede continuar exitosamente desde otro modelo de gestión. Y, puesto que Cubaencuentro pertenece legalmente a la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana, realizamos incontables gestiones ante la presidencia de dicha asociación para continuarlo de manera independiente.
   Tales gestiones han resultado infructuosas, pese a nuestra voluntad de alcanzar un acuerdo legal. Ante esta situación, nos vemos obligados a interrumpir definitivamente nuestro trabajo en este portal. El equipo completo de este diario y parte del consejo de la revista Encuentro de la Cultura Cubana inicia un nuevo proyecto, sin relación alguna con la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana.

(A nuestros lectores. Cubaencuentro, diciembre 2009)

Tuesday, April 21, 2015

Heberto Padilla pasa lista: Belkis Cuza Malé, Pablo Armando Fernández, César López, José Yanes, Norberto Fuentes, Manuel Díaz Martínez, Lezama Lima, David Buzzi...

Yo estoy seguro de que si yo me levantara aquí ahora y yo señalara los nombres de muchos de los compañeros que iban camino de esa misma situación, esos compañeros serían incapaces de contradecirme, porque esos compañeros saben que estoy diciendo la verdad; porque no sería ni revolucionario de su parte —si es que no han sido detenidos ni lo serán, y porque lo mismo se deben sentir más revolucionarios de lo que yo fui— el desmentirme aquí.
   Porque si yo mencionara, por ejemplo, ahora, a mi propia mujer, Belkis, que tanto ha sufrido con todo esto, y le dijese, como le podría decir, cuánto grado de amargura, de desafecto y de resentimiento ella ha acumulado inexplicablemente durante estos años, en que yo también por una serie de mis defectos de mi carácter la he hecho sufrir, ella sería incapaz de ponerse de pie y desmentirme. Porque ella sabe que yo estoy diciendo la verdad.
   Y lo mismo podría decir de un amigo entrañable, de un amigo que tanto calor de hogar me ha prestado en los últimos tiempos, de un amigo que tantas cosas positivas ha hecho por la Revolución en otros momentos, pero que últimamente se ha mostrado amargado, desafecto, enfermo y triste y por lo mismo  contrarrevolucionario, como es Pablo Armando Fernández. Y yo sé que Pablo Armando, qué está aquí, sería incapaz de levantarse y desmentirme, porque Pablo sabe que muchas veces hemos hablado de estos temas y Pablo se ha mostrado muy triste en relación con la Revolución. Y yo no admitiría, no podría admitirlo, no comprendería que fuera honesto de su parte el que Pablo se parase aquí y me dijese que hay justificaciones para su actitud.
   Y lo mismo, compañeros, podría decir de otro querido amigo como es César López, a quien yo admiro y respeto, que escribió un hermosísimo libro, queridísimo y respetadísimo, que tuvo una mención en la Casa de las Américas, como es El primer libro de la ciudad. Pero es que César López ha hecho conmigo análisis derrotistas, análisis negativos de la Revolución. ¡Qué va a pararse César a contradecirme! Se pondría de pie para decirme que tengo la razón. Además, César López ha llevado a la poesía también esa épica de la derrota. Ha hecho en su último libro una épica de la derrota, de una serie de etapas que la Revolución en su madurez revolucionaria ha sido la primera en superar. César ha retenido los momentos desagradables y los ha puesto en su libro; libro que ha enviado a España antes de que se publicase en Cuba, como es lo correcto, como debe ser la moral de nuestros escritores revolucionarios: publicar antes en nuestra patria y después mandar afuera. Porque es que hay muchos intereses, y en esos intereses intervienen muchos matices no siempre positivos. Y César mandó su libro fuera. Yo mismo hice una nota a José Agustín Goytisolo sobre ese libro. Y yo sé que César, estoy convencido, convencidísimo, de que César López es un compañero honrado, honesto, que sabe que hay que rectificar esa conducta. Estoy convencidísimo que César... ¡qué va a pararse César López a contradecirme! César López se pararía en este momento, se pondría de pie para decirme que tengo la razón. Lo mismo que digo de César lo puedo decir de muchos otros amigos en quienes pensaba, en quienes pensaba, compañeros, porque tuve muchos días, muchísimos, porque los días son largos en un mes. Muchos días para pensar, compañeros. Lo mismo pensaba no sólo en César, pensaba en los más jóvenes, en aquellos escritores que tenían doce o trece años cuando llega la Revolución; escritores jóvenes a quienes la Revolución se lo ha dado todo.
   Por ejemplo, yo pensaba —y voy a decir aquí su nombre, porque le tengo un gran cariño y porque sé que sería incapaz tampoco de contradecirme—, yo pensaba en cuánto se diferencia la poesía de José Yanes, que todos conocemos, de hace dos años, del último José Yanes que todos hemos oído en los últimos poemas, de cuánto se diferencia. Porque Yanes, el poeta que escribió aquel poema a su madre porque se había ido de Cuba a los Estados Unidos, y era un poema lleno de desgarramiento, pues José Yanes reaparecía con una poesía indigna de su edad y de su época, una poesía derrotista, una poesía parecida a la de César también, parecida a la mía, por la misma línea enferma, por la misma línea en que quieren convertir en desgarramiento de lo histórico lo que no es más que un desafecto, compañeros, porque primero hay que hacer la historia y después escribir su comentario.
   Yo pensaba en Yanes y yo sabía, yo estaba convencido... Porque yo decía: qué lástima no poder ir ahora y decirle: ¿Tú no te das cuenta, Yanes? ¿Tú no comprendes que la Revolución a ti te lo ha dado todo? ¿Tú no te das cuenta de que esa poesía no te corresponde, que esa poesía es de un viejo viejísimo? Porque hay viejos con años juveniles —como decía Marinello hablando de Enrique González Martínez en sus ochenta años juveniles. No se daba cuenta, no se daba cuenta Yanes, ese muchacho formidable, inteligente, sensible, que estaba escribiendo una poesía que no se correspondía con él, el joven pobre que había vivido en el barrio de Pocitos, el joven que tiene un dignísimo empleo en La Gaceta de Cuba, a quien la Revolución le ha proporcionado los bienes materiales que tiene —que los tiene—, que tiene un empleo, que escribe, que hace su literatura, que tiene una esposa formidable, inteligente, una doctora en medicina que puede ayudarle a rectificar. Yo me preguntaba: ¿No se da cuenta? Y yo decía: ¡Sí, sí! ¡Sí se va a dar cuenta! ¡Sí, yo quiero hablar! Yo pedía a la Revolución que me dejara hablar, yo necesitaba hablar, yo necesitaba que mi experiencia fuera más allá de mi persona, que esto fuese compartido por aquellos que iban camino de mi propio camino, que buscaban objetivos iguales a los míos, que querían beneficiarse de la Revolución para obtener notoriedad.
   Y yo pensaba en otro joven, en un joven de un talento excepcional, un joven al que quiero mucho y que siempre me ha profesado afecto, que me ha dicho que me tiene afecto y que me admira; en un joven que ha tenido las oportunidades que muy pocos jóvenes de su edad tuvieron; en un joven que conoció de cerca, que tocó de cerca uno de los momentos más serios y más profundos y más ejemplares de nuestra Revolución: la lucha contra bandidos. Yo pensaba en Norberto, en Norberto Fuentes, que acabo de ver hace un momento, no lo había podido ver antes; lo llamé a su casa, pero sonaba el timbre y no respondía nadie.
   Y yo pensaba en Norberto, pensaba mucho en Norberto. ¿Y saben por qué? Yo pensaba en Norberto porque Norberto tuvo una experiencia intelectual y política extraordinaria. Era muy joven en el año 1962 o 1961, sumamente joven. Porque Norberto había hablado conmigo de esa experiencia, con pasión de esa experiencia; y porque yo sentía, recordaba yo allí donde estaba, en Seguridad, cuánta diferencia había entre los cuentos apasionados y llenos de cariño de Norberto por los combatientes revolucionarios, cuánta diferencia había con sus actitudes personales, con las opiniones que él y yo habíamos compartido tanto; él, que había vivido tan estrechamente unido a la Seguridad del Estado; él, en quien la Seguridad del Estado había depositado una confianza absoluta, a quien el organismo de la Seguridad del Estado le había puesto archivos para que hiciese la épica de aquellos soldados que habían combatido las bandas de mercenarios que habían asesinado alfabetizadores y familias enteras de campesinos.
   Y decía: no es justo, por ejemplo; no es justo, no puede ser justo, que Norberto y yo coincidamos tan amargamente en la práctica diaria de la Revolución, cuando él tiene esta experiencia extraordinaria que yo no he tenido.
   Y yo decía: si yo pudiera ir y ver ahora, en este momento, a Norberto; si yo pudiera hablarle. Y este era justamente el motor de mi interés, el interés máximo, la insistencia constante en que se me diera esta oportunidad de hablar con mis amigos escritores, de ver estos jóvenes, pensando en gente del valor extraordinario de Norberto, en un hombre que podía poner justamente su estilo conciso, breve, apto para una épica extraordinaria al servicio de nuestra Revolución; en un joven como este que pensaba, sin embargo, que, no sé, la Revolución había construido una especie de maquinaria especial contra él, contra nosotros, para devorarnos, que hablamos tantas veces de esto. Y yo recuerdo que justamente estuvimos un día antes de mi detención juntos, hablando siempre sobre temas en que la Seguridad aparecía como la gente que nos iba a devorar.
   Ah, yo sé perfectamente que Norberto Fuentes se para aquí y sería más feroz que yo en su crítica de esas posiciones, y que sería mucho más brillante en definir las mías, y que sería mucho más lúcido en compartir hoy conmigo la esperanza y el entusiasmo —como lo fuimos ayer en compartir el pesimismo, el derrotismo y el espíritu enemigo de la Revolución—. Y yo sé además que él puede darle a nuestra literatura páginas hermosísimas, y yo sé que él no me va a desmentir de ninguna manera; porque no podría hacerlo, no sería honrado, no sería revolucionario de su parte; él no podría encontrar las justificaciones que muchas veces nos dimos mutuamente de que si no se discutía con nosotros. No, no, eso es injustificable. Nosotros no podemos de ningún modo justificarnos diciendo que el Comité Central nos tiene que llamar para discutir a nosotros. Si somos revolucionarios y lo sentimos, tenemos que estar ahí, al pie de nuestras responsabilidades. Y él ha hecho muchos servicios utilísimos al periodismo nacional y ha dado páginas hermosísimas además a la literatura cubana, y le va a seguir dando esas páginas hermosas. Y si antes se inspiró en un escritor ruso como era babel, yo sé que en el futuro se inspirará más en la vida; y en vez de vivir otra historia, como me decía —no me decía, pero yo sabía, sentía que me decía— Norberto en ealgún momento, en vez de haber vivido otra historia va a vivir su historia, en vez de vivir a Babel va a vivir su experiencia.
   Porque hemos hablado de su última novela, que no prospera, novela en la cual siente inquietud él, novela en la que dice que todavía no acaba de encontrar su forma. Y yo me decía: ¿Y no será esto una exigencia moral, una forma o réplica profunda de su organismo que le dice que, no sé, que de algún modo tiene que replantearse los problemas? Y me decía: ¡Sí!
   Compañeros, la Revolución no podía, no podía tolerar esta situación; yo lo comprendo. Yo he discutido, he hablado días y días, he argumentado con todas las argucias de la palabrería; pero ese cúmulo de mis errores tiene que tener un valor, tiene que tenerlo, tiene que tener un valor ejemplarizante para cada uno de nosotros.
   Yo, por ejemplo, pensaba, recordaba a Manuel Díaz Martínez, y yo decía: cuando muchos jóvenes era políticamente indiferentes, Manuel Díaz Martínez era un militante convencido y radical. Yo decía: ¿cómo es posible que Manuel Díaz Martínez, a quien tanto admiro, a quien tanta amistad debo, a quien tantas muestras de solidaridad tengo que agradecer, cómo es posible que Díaz Martínez se dé a este tipo de actitud desafecta, triste, amargada? Yo sé que esta experiencia mía, compañeros, va a servir de ejemplo, tiene que servir de ejemplo a todos los demás. Yo sé, por ejemplo... No sé si está aquí, pero me atrevo aquí a mencionar su nombre con todo el respeto que merece su obra, con todo el respeto que merece su conducta en tantos planos, con todo el respeto que me merece su persona; yo sé que puedo mencionar a José Lezama Lima. Lo puedo mencionar por una simple razón: la Revolución Cubana le ha editado a Lezama este año dos libros hermosísimamente impresos.
   Pero los juicios de Lezama no han sido siempre justos con la Revolución Cubana. Y todos estos juicios, compañeros, todas estas actitudes y estas actividades a que yo me refiero, son muy conocidas, y además muy conocidas en todos los sitios, y además muy conocidas en Seguridad del Estado. Yo no estoy dando noticias aquí a nadie, y mucho menos a Seguridad del Estado; esas actitudes las conoce la Seguridad del Estado, esas opiniones dichas entre cubanos y extranjeros, opiniones que van más allá de la opinión en sí, opiniones que constituyen todo un punto de vista que instrumenta análisis de libros que después difaman a la Revolución sobre la base de apoyarse en juicios de escritores connotados.
   Yo me decía: Lezama no es justo y no ha sido justo, en mis conversaciones con él, en conversaciones que ha tenido delante de mí con otros escritores extranjeros, no ha sido justo con la Revolución. Ahora, yo estoy convencido de que Lezama sería capaz de venir aquí a decirlo, a reconocerlo; estoy convencido, porque Lezama es un hombre de una honestidad extraordinaria, de una capacidad de rectificación sin medida. Y Lezama sería capaz de venir aquí y decirlo, y decir: sí, chico, tú tienes razón; y la única justificación posible es la rectificación de nuestra conducta.
   Porque, ¿cómo se puede explicar que una Revolución cuyos principios sean el marxismo-leninismo, cómo se puede explicar sino por la amplitud de criterios, por la comprensión extraordinaria que esa Revolución tiene, que publique justamente una obra como la de Lezama, que se apoya en otras concepciones políticas, filosóficas, en otros intereses?
   Yo pensaba en todos estos compañeros. Y además, pensaba mucho allí, mucho, en Seguridad, en esa celda, en esa celda que no era una celda precisamente sombría donde los soldados apenas respondían lacónicamente a nuestras preocupaciones, a nuestras llamadas —como me había dicho el compañero Buzzi, a quien no veo por aquí. ¿Está aquí? Ah, sí, allí está el compañero Buzzi. Y digo esto, y hablo de Buzzi, que si no me quiero referir a sus actitudes es porque Buzzi ha tenido su dolor, y yo no quiero ni agregar aquí ningún dolor al que ya tuvo, y porque sé que él estaba preocupado mientras yo hablaba de que fuese a mencionar su nombre; porque Buzzi es uno de los hombres que más me ha visitado en los últimos tiempos, y es uno de los hombres que cumplió su condena muy bien, es uno de los hombres que estuvo en la Seguridad del Estado. Y yo no vi aquella atmósfera que él me decía. Yo vi compañeros, yo vi soldados cubanos, de nuestro pueblo, cumpliendo cabalmente con su responsabilidad, con un afecto, con un sentido de humanidad, con una constancia en su preocupación por cada uno de nosotros, que era una sanción constante a mi callada previa, anterior y constante.
   Y yo me decía: ¡qué cosa más increíble! Si yo le dijera esto a Buzzi, yo estoy seguro que Buzzi sería el hombre que primero sacaría provecho, el que más urgentemente se pondría a rectificar con mi experiencia; porque Buzzi, meses después de que cumpliera su sanción, obtuvo una mención en La Casa de las Américas —cosa que no impidió la Revolución—, y además de obtener la mención fue publicada su novela, con críticas muy positivas de escritores revolucionarios y de escritores extranjeros, en las Ediciones Unión. Y además, la Revolución no impidió que Buzzi fuera Premio Nacional de Novela, y además no impidió tampoco la Seguridad del Estado que fuese a la Unión Soviética.
   Y yo sé que él, yo sé no, estoy más que convencido de que la actitud de Buzzi en este momento es la de César, es la que vi que fue la de Norberto, es la que sé que es de Pablo Armando, es la de Belkis, es la de Lezama, es la de Manuel Díaz Martínez: es la convicción de que no podemos seguir por este camino y de que tenemos que rectificar esta conducta.

(Intervención en la UNEAC. Casa de las Américas, Nos. 65/66, 1971)

Monday, April 20, 2015

José Antonio Portuondo sobre José Soler Puig

Yo quisiera poner un ejemplo que, por nuestro, nos ha de llegar más cerca. En los comienzos de nuestra producción literaria, posterior al triunfo de la Revolución, apareció un escritor con una novela que es, sin duda alguna, la novela que, hasta ahora, ha logrado la mejor expresión de la nueva concepción de la realidad, por lo menos de la nueva visión de la cosas, y fue Bertillón 166, de José Soler Puig. Después de esta novela, premiada, con entera justicia, por la Casa de las Américas, José Soler Puig ha continuado publicando cuentos y, a comienzos de este año, se concedió mención a un libro suyo de cuentos. Yo creo que no estoy agrediendo al compañero Soler Puig, a quien estimo mucho, si digo que esos cuentos son notablemente inferiores a su novela primera. Y ¿por qué es esto? Yo estimo, y no estoy queriendo con esto decir que sea la causa única y definitiva, que nosotros cometimos un grave error con el compañero Soler Puig, porque lo que hicimos de inmediato fue sustraerlo a su medio, arrancarlo de raíz de la provincia que había nutrido su primera novela y situarlo en La Habana, en un medio esencialmente intelectual, donde las preocupaciones centrales del escritor no fueron ya la realidad de su pueblo, sino una serie de problemas y especulaciones intelectuales, muy interesantes, pero que no tienen absolutamente nada que ver con su creación. Es decir, que si nosotros hubiéramos logrado que el compañero Soler Puig se dedicara, por ejemplo, a comprar para el INRA, se metiera en el interior de su pueblo, viviera las realidades de su tiempo, nos hubiera dado ya una segunda novela infinitamente superior a la primera.

(Informe al Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Memorias del Congreso, Ediciones Unión, 1961)

Friday, April 17, 2015

Roberto Bolaño vs. Norberto Fuentes

Norberto Fuentes, y ésta es una de las rarezas del libro, no oculta que ha sido uno de los privilegiados de la revolución. Se pavonea con un Rolex por las calles de La Habana y nos cuenta esa curiosa costumbre, entre los mandos, de tener todo por duplicado: dos Rolex, dos casas, dos mujeres. También habla de las cárceles y de las guerras del régimen, un régimen que él defendía con ardor guerrero hasta que las cosas se le pusieron malas. Es como si Raúl Castro hoy se exiliara en Miami y escribiera un libro lamentándose de las injusticias cometidas por su hermano en cuarenta años de dictadura. Norberto Fuentes, sin embargo, fue un escritor de cierto talento y eso aún persiste, una sombra apenas de lo que fue o pudo ser, pero allí está. Y se nota. No pide perdón. La revolución cubana aparece en sus páginas tal como es: una película de gansters rodada en el trópico. Y en esa película de gansters Norberto Fuentes cree tener un papel importante, cuando en realidad sólo ha sido uno de los bufones del amo y nada más. El experto oficial en Hemingway intenta en su exilio norteamericano escribir como Hemingway, pero no lo consigue. Sus páginas hablan de la indignidad y la vergüenza y su escritura rezuma indignidad y vergüenza. Lejos están las fiestas y el poder. Lejos están los paseos por La Habana a bordo de su Lada soviético trucado.
   Norberto Fuentes ya no es un escritor, es un alma en pena.

(Entre paréntesis. Anagrama, Barcelona, 2004)

Thursday, April 16, 2015

Samuel Trigueros vs. Luis Manuel Pérez Boitel

Manuel, ¿Ya viste las paredes de Tegucigalpa cargadas de graffitis rebeldes, esa poesía a la que temen los potentados y sus lacayos? ¿Alguien te ha contado la masacre física, económica, cultural, espiritual que el pueblo hondureño sufre bajo el peso de una dictadura disfrazada de democracia? ¿Te ha indicado Rigoberto Paredes qué canales ver, qué radios escuchar, qué diarios leer para que tu descocada cabecita conozca in situ el registro de la represión nuestra de cada día, servida por policías, militares, paramilitares, funcionarios, pastores al servicio del Lobo, sancerdotes (sí, no es un gazapo, dije “san-cerdotes”) y empresarios que no se cansan de robar lo que legítimamente nos pertenece? Son esos “cuerpos de seguridad” los que estarán atentos, vigilantes, para que ningún vándalo poeta resistente se atreva a perjudicar tu numen ni tu estampa; son esos funcionarios los que te sentarán —sin faltar la escolta del jurado— en sus sillas de escarnecedores para el flashazo de la prensa, el archivo municipal y más de algún cariñoso álbum personal; son esos pastores y sancerdotes los que bendecirán tu paso por esta tierra de cuaresma; son esos empresarios los que sumaron migajas para reunir los cinco mil dólares que deducirán de sus falsos reportes financieros y con los que pondrás baldosas relucientes y una nueva cadenita para descargar tus excretas en tu baño de Villa Clara.
   Yo me pregunto y te pregunto, Boitel ¿Qué sostiene tu palabra? ¿Con quiénes hace causa común? ¿Con los humillados de la tierra o con quienes reparten muerte y la barnizan de poesía? La poesía, Boitel, no es esa escalera de huesos inocentes hincada en medio de la sangre de los mártires y por la cual pretendes ascender a la alcoba de los poderosos, donde no hay más que sodomía y sombra. Para nosotros, poetas, hombres y mujeres hondureños que resistimos el embate del imperio y su barbarie, nuestra palabra no tiene precio y es nuestra máquina de guerra contra las inequidades. Así fue también para José Martí, para Roque Dalton… ¿Recordás el Festival de Poesía El turno del ofendido, donde nos encontramos y me dedicaste uno de tus libros: “Para Samuel, esta Sagrada estación, … por tu pueblo heroico”? ¿De dónde salen esas palabras tuyas? ¿Son nada más un camuflaje necesario para asistir a festivales donde se canta y se construye la libertad de los oprimidos? ¿A qué acciones legales o gestos poéticos te has unido en defensa de, por ejemplo, los cinco hermanos cubanos presos en cárceles estadounidenses? ¿Ya leíste los poemas del libro “Un lugar de retiro”, de Tony Guerrero? Seguramente no valen cinco mil dólares. Valen lo que la poesía —como la expresión más elevada de la evolución humana— expresa en términos de dignidad, de construcción de libertad más allá de los muros y los centinelas, de resistencia contra el asecho de la muerte; y para eso no hay trueque posible.
¿Qué por qué te decimos todo esto? Porque es la manera en que entendemos y creímos que entendías la poesía como oficio de vida, en contra de los asesinos y los enterradores, de quienes recibirás ese premio a la veleidad, al vacío, a la ignominia, al blanqueo de una realidad mortal patrocinada por quienes te darán esos cinco mil dólares.

(Carta abierta a Luis Manuel Pérez Boitel. Blog Poetas del Grado Cero, abril 2011)

Wednesday, April 15, 2015

Virgilio Piñera vs. Orígenes y José Rodríguez Feo

Por dos veces, ustedes (Orígenes) se han molestado para molestarme pidiéndome colaboración. Las dos veces lo han hecho con grandes demostraciones y me han ofrecido las más bellas seguridades. Las dos veces —y parece un juego de locos— han postergado mi envío porque sí; sin razón suficiente, ya que no se puede llamar razón al hecho de paginación del número (como ayer se lo expresara usted a Galán tratando inútilmente de justificar sus ukases) pues mi envío era muy anterior, por ejemplo, al del poeta norteamericano autor de “A Word with Rodríguez Feo”, y que este poeta (yo digo el norteamericano) puede aparecer perfectamente en el número de verano a fin de cometer el delito de lesa cultura con mi colaboración, repito, pedida y repedida por ustedes.
   Yo no pretendo, como vociferó histéricamente el joven Feo anoche en su casa “dictarle normas como colaborador a Orígenes…” No. Lo que yo defiendo es algo infinitamente más sutil y serio que toda esa dialéctica de burgués bien alimentado. Defiendo el principio de respeto mutuo, de cumplimiento a todo trance de la palabra empeñada. Pienso, que en último extremo, poco me importa si publico o no en Orígenes como en las VVV, porque lo que me debe importar es ese hecho impresionante de haber realizado la obra misma. Si Orígenes se produce a base de movimientos tácticos, de estériles niaseries (Rodríguez Feo tirando todo por la borda a fin de que su nombre quede inmortalizado por gracia de “A Word with Rodríguez Feo”) no me importa. Usted dice que usted es el gran cocinero intelectual de Orígenes y que los ingredientes que allí se cuecen sólo entran al fuego sólo después de sus labios decir sí. Pero parece que no es así tan absolutamente cuando el joven Feo tiene el poder por su dinero de darse el lujo de publicar “A Word with Rodríguez Feo”, dejándolo a usted en ridículo, que se acercó a natalio Galán, una noche, humildemente a pedirle mi colaboració para este número extraordinario de Orígenes y que le diera todas las seguridades de que iban mis poemas a ser publicados en dicho número.
   Es por todo esto que el entendimiento se me hace aguas pensando a qué pueda deberse un juego tan sucio y tan inútil. Si como es cierto Orígenes es la mejor revista de arte y literatura de Cuba (la jerarquía es difícil de establecer ya que es la única) y como usted dice es honor publicar en ella, debería consecuentemente concederle al honor y al compromiso entre gens de lettre la misma manga que le concede a la letra impresa, ¡ay! Que no es ni con mucho lo que constituye la verdadera cultura del hombre. No Lezama, a base de jueguitos tácticos, de doradas postergaciones pero postergaciones al fin y al cabo no publicaré jamás en Orígenes (la mejor revista de Cuba) por la misma razón que jamás publicaré en Zig-Zag. Está claro que la mejor revista de Cuba y el chispeante semanario coinciden en un punto: en el de la volubilidad y venialidad. Y si se me quiere demostrar lo contrario no se me envíe una respuesta apasionada o se me rodee de ese otro gran chantaje que es un silencio bien organizado. Publíquense sí mis poemas, pedidos por usted para este número. No sería una humillación. Sería sencillamente un cumplimiento de la palabra empeñada.

(Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978, Ediciones Unión 2011)

Tuesday, April 14, 2015

Elsa Rossell vs. “King of Cuba”, de Cristina García

La novela King of Cuba de la novelista cubano-americana Cristina García no es mala ni buena sino más bien todo lo contrario.
   Los personajes de caricatura en su obra habrían hecho una excelente farsa teatral.
   La literatura postmoderna les ha llamado “literatura de fronteras”, “literatura del borde” o “del margen” a las obras de personas que nacen en un país pero tienen ascendencia directa de otro país; yo prefiero llamarla “literatura con guión” (México-americana, italo-americana, etc.) y “literatura traducida” porque casi todos los escritores de la literatura hispano-americana que escriben en inglés han nacido en Estados Unidos y sus referentes sobre sus países de origen son narrados por otros; los autores tienen solo un conocimiento de segunda mano… con los consiguientes entuertos y datos falsos; un ejemplo terrible en King… es el infamante pasaje donde una Dama de Blanco se da candela.
(…)
   Lo primero que cabe preguntarse es cuál es el público lector para el que la autora escribió este libro. La literatura latina escrita en inglés usa términos en español, pero con destreza literaria se logra que el público angloparlante entienda la expresión, por el contexto o por una referencia posterior en donde está el significado en inglés. Importantes expresiones o figuras literarias en King… están solo en español y no comunican en inglés. ¿Será que la autora en realidad está escribiendo para los emigrados cubanos? La fábula, un tirano cubano viejo y otro cubano viejo del exilio recalcitrante no es muy interesante que digamos sino al lector ligado de alguna manera a los grupos fundamentalistas de la diáspora; para los que en Miami had a victory parade prepared to march down Calle Ocho a la muerte de Castro.
(...)
   El libro fue escrito en tiempo récord; se sabe porque en el mismo ya se hace referencia a la moringa, una senilidad de Castro relativamente reciente. Solo genios como Lope de Vega y los repentistas pueden crear obras de arte de ahora para ahorita.
(...)
   Hay personajes secundarios, “Fernando” (Raúl Castro) y otros; todos tan de cartón como los protagonistas y no vale la pena extenderse en ellos.
   La literatura y el teatro cubano-americano escritos en inglés tienen obras de gran calidad y unos cuantos premios internacionales… lástima que Cuba tenga un monarca absoluto y que alguien haga una caricatura mala del King of Cuba.

(“Rey de Cuba”. Cubaencuentro, junio 2013)

Monday, April 13, 2015

Fermín Gabor vs. Zoé Valdés (2)

La invitación que El País hiciera a Yoani Sánchez debió producir en su competidor, el diario El Mundo, parecido deseo: el de contar con una comentarista criolla. ¿Era, en diversa interpretación, la misma pieza: La Bella Cubana de Joseíto White ? En cualquier caso, El Mundo contrató a Wendy Guerra para que abriese blog en sus predios a partir de septiembre. Y, no más anunciado esto, comenzó el remake del gran filme de Nicholas Ray. Pues, sulfurosa por la oportunidad que se le abría a la joven novelista residente en La Habana, Zoé Valdés cargaba sus cartucheras y adoptaba las furias de Mercedes McCambridge.
   Llamadas telefónicas suyas intentaron inflamar los más altos despachos del diario madrileño. Como tantas veces en su exitosa carrera, Madame Valdés recurrió a la difamación: acusó a Wendy Guerra de acostarse con Gabriel García Márquez («qué buen tema para su blog », debieron pensar los de El Mundo), la acusó de agente del G-2, la acusó de haberse ganado el Premio Bruguera, la acusó de vivir en La Habana…
   Mercedes McCambridge poliforma, recientemente saltó a la prensa su enfrentamiento con Ileana de la Guardia. Pero ninguno de sus enfrentamientos supera al que establece ella consigo misma. Y no se trata solamente de su pasado, qué va. The best is yet to come. Lo peorcito suyo no es propiamente el pasado, sino el futuro que se truca desde ya.
   No hay más que leer su último bodrio para darse cuenta de ello. La ficción Fidel lo tituló, cuando debió ponerle La ficción Valdés. Caben en esas páginas los consabidos tupes sobre su biografía (me refiero a la de ella), y caben asimismo sus pretensiones de ser considerada a la altura de Guillermo Cabrera Infante y de Reinaldo Arenas. ¡Pobrecita, ni ella misma consigue creérselo !
   Prueba de esa profunda desconfianza suya es el oeste que arma en cuanto algún escritor o escritora cubana se alza con premio o libro u oferta de trabajo. Wendy Guerra abre blog y el mundo de Zoé Valdés tiembla, peligra, se viene abajo. Ante la más mínima prueba de existencia aportada por los otros, Madame Valdés pierde exclusividad, se diluye, no existe. Fidelina Castro de la literatura, ella tiene que brillar a costa de la eliminación de contrincantes. Y hablo de eliminarlos, no mediante el poderío de una obra, sino mediante presiones telefónicas y difamaciones. (Más artista, Cabrera Infante podía ser igual de macartista.)
   Zoé Valdés ha abusado de su biografía hasta el punto de jurarse sitio grande en lo venidero. (Tendrá que armarse de la misma paciencia mostrada por las protagonistas piratas de una de sus novelas quienes, desembarcadas, tuvieron que esperar un siglo o casi un siglo hasta que Cienfuegos viniese a ser fundada.)
   Zoé Valdés se cree tan sol del mundo moral que acusa de comuñanga recortero a todo aquel que intente aproximarse a sus logros. A juicio suyo, Pedro Juan Gutiérrez salió de un taller literario de Villa Marista para aguarle a ella la fiesta, para pisarle la sombra. Y no hace mucho acusaba a no sé quién de querer colarse en Gallimard, donde publica ella.
   Y antes Alejo Carpentier, me temo.
   Y antes Lydia Cabrera…
   Pero Zoé Valdés siente placer en creerse que sus competidores descubrieron la importancia de Gallimard desde que ella entró allí. (Ay, cómo deber haber gozado esta muchacha paseando por La Habana los trapos conseguidos en la Embajada de Cuba en París.)
   Raro entonces que, con tanto prurito de originalidad, no se lo haya pensado dos veces antes de elegir el tema de su más reciente libro. Porque, en cuanto a ficción y a Fidel, un compatriota suyo tenía ya la delantera. Me refiero, por supuesto, a Norberto Fuentes. Creánme que es una lástima que nuestra Mercedes McCambridge no vaya a acusarlo de colársele en la cola. Lástima lastimosa y lamentable. Porque, incluso en sus delirios que no la dejan distinguir verdades de mentiras, Zoé Valdés ha de sospechar lo inane de acusar a Norberto Fuentes de segurability.

(La lengua suelta # 52. La Habana Elegante, segunda época)

Friday, April 10, 2015

Belkis Cuza Malé vs. Francisco Morán, Lourdes Gil y Encuentro

En primer término, la nota de prensa —aún con el cuerpo insepulto de Heberto— donde se decía que el poeta había estado haciendo gestiones para regresar a Cuba. Luego, la aparición del número de La Habana Elegante dedicado a Heberto, donde inescrupulosamente se apropian de su obra sin solicitar permiso alguno, y su director, Francisco Morán, entrevista a la mujer que ahora trata de convencernos que amó al poeta. Para los que no conozcan esta triste historia sirva de recordatorio la forma en que Heberto murió en Alabama, solo, absolutamente solo, como lo había estado siempre en estos años finales.
(…)
   Por extraño que parezca, desde el mismo día de la muerte de Heberto, he visto crecer ante mis ojos un nuevo fenómeno: el de la calumnia. La vocera ha sido siempre la misma señora de esta historia, pero todo parece indicar que el amo es otro. Nadie que no estuviese apoyado por fuerzas superiores, sería capaz de enfrentar un proceso de difamación tan costoso como peligroso para la reputación de los involucrados. No soy yo ahora la que acusa a la señora Lourdes Gil de difamación, es ella la que tras poner las cartas sobre la mesa, la que tras reiterar en su entrevista en La Habana Elegante, que Heberto estaba haciendo gestiones para volver a Cuba a un acto de restitución, está diciendo muy a las claras lo que oculta.
   ¿Se trata —me pregunto—, de las maquinaciones de una mujer que quiere vivir de la fama del hombre que en vida maltrató, o se trata de toda una campaña de descrédito no sólo de mi persona, sino de la del propio Heberto Padilla? El Gobierno de Cuba, la tiranía castrista, ha estado acosándome desde la muerte de Heberto, como lo hizo en Cuba a partir del Caso Padilla, cuando a fin de eliminarme del panorama literario y político de Heberto, no paró en sus intentos por desprestigiarme.
   Prueba de esto es ese amañado número de La Habana Elegante con la autocrítica de Heberto, donde se eliminan todos los párrafos en que me menciona, así como la entrevista en la que Lourdes Gil recurre a la más vil difamación y a la mentira. Incluso, inventa un "torturado amor", pues, según ella, estaban siendo perseguidos por todos nosotros, sus ex esposas y sus hijos, quienes les grabábamos todas las conversaciones. Llega incluso a decir que Heberto vino engañado a Texas porque se le dijo que su hijo había tenido un grave accidente. Cuando en realidad, fue Heberto quien llamó y pidió venir, quien se brindó a dar una conferencia aquí en Fort Worth, en La Casa Azul: Centro Cultural Cubano, y que en su momento no sólo se anunció en el Internet, sino en los medios de prensa. Y que resultó ser, por paradojas del destino, la última que dictaría.
   Tras su aporte a ese número de La Habana Elegante, en el cual el director le agradece su colaboración especial, porque sin ella hubiera sido imposible realizarlo, Lourdes se asocia a la profesora Patricia Pardiñas Barnes en la creación del Coloquio 2001 que ahora se celebra, y que en un gesto de descortesía sin nombre, no invita a ningún miembro de la familia Padilla, ni siquiera a las veladas artísticas y sociales.
   En medio de la preparación de este coloquio, la revista Encuentro, a cargo de Jesús Díaz, uno de los invitados al mismo, en su número de Invierno del 2001, publica otra de las hazañas de Lourdes Gil: un "homenaje" a Heberto Padilla, con textos, entre unos pocos, del propio poeta y de "la cantante" (como ya han comenzado a llamarla algunos, por ser también el nombre de una artista del género). Tiene no sólo la osadía de publicar un texto apócrifo de Heberto, como son esas supuestas memorias del exilio, que dice escribió junto a ella. Heberto no escribía nada desde hacía muchos años, desde los años primeros de Princeton. Y, por supuesto, mucho menos un texto torpe como ése, lleno de mentiras, injurias contra mí, datos, nombres y fechas que no concuerdan en espacio ni tiempo. La señora se ha dedicado a reeditar otros textos, a los que ha interpolado esas calumnias puestas ahora en boca de Heberto, cuando en realidad es ella la que piensa así. Tengo la certeza de que esta mujer miente intencionalmente y la emplazo a que haga público dicho texto.
   Denuncio, pues, a la opinión pública, este nuevo Caso Padilla, porque esta vez es el gobierno de Cuba, el verdadero amo, quien intenta hacer aparecer a Heberto como un marxistoide, un izquierdista que detestaba al exilio, a su familia y a Belkis Cuza Malé. Quiero que Lourdes Gil muestre la copia original de esas "memorias del exilio" de Heberto, pues a mí no me puede engañar. Es notoria su deshonestidad, el ardid que usó, al otro día de su muerte, para apoderarse del pasaporte de Heberto, su certificado de ciudadanía, e incluso una tarjeta de crédito a nombre de mi hijo que le había entregado yo durante su estancia aquí en mi casa. En todos los sitios se hacía pasar como su esposa, y tengo pruebas de cómo manipulaba los asuntos de éste durante su breve estancia en el College of Columbia, en Georgia, las cartas falsas que escribía a nombre suyo, así como la invención de todo tipo de artimañanas para rodearse de escritores y artistas célebres.
(…)
   Un día, Jesús Arboleya, quien entonces fungía al frente del departamento de prensa y propaganda en la Misión de Cuba ante las Naciones Unidas, me llamó para ofrecerme la lista de unos ciento cincuenta profesores, académicos, artistas y escritores cubano-americanos pro castristas, con los que Cuba deseaba que yo me relacionara. En esa lista, me recalcó en especial los nombres de dos mujeres: Lourdes Gil y otra persona, y me pidió en especial que no dejara de ponerme en contacto con Lourdes, una poetisa que el año anterior (1978) había ido a Cuba como invitada al Festival de la Juventud (evento internacional comunista que ese año se celebró en La Habana). No pasaron muchos días sin que Lourdes y una amiga, acompañadas de un poeta puertorriqueño de nombre Orlando, aparecieran por casa en Elizabeth, New Jersey. Traían incluso un hermoso cake de fresas comprado, dijeron, en la terminal de trenes de New York.
   Así conocí a la misma que hoy calumnia a diestra y siniestra en cuanta publicación encuentra, y no tiene reparos en presentar al poeta de Fuera del Juego como un grotesco personaje, lanzando improperios contra su esposa de treinta años y madre de su hijo, y gestionando una visita a la Isla, en busca de perdón. ¿No les suena demasiado raro todo esto?
   A mí, que he vivido de cerca las malévolas campañas de la Seguridad del Estado, que en Cuba no se cansó de intentar aplastarnos, y que ahora está usando las propias instituciones del exilio contra la imagen del hombre que generó el primer y gran brote de disidencia de los intelectuales cubanos, nada puede extrañarme ya. Hoy es ese acto en la Universidad de Miami, el "homenaje" de la revista Encuentro, las calumnias y la apropiación ilegal de los poemas por La Habana Elegante, el anuncio de la publicación de otros textos apócrifos del poeta (sin la autorización de la familia). Mañana, ¿qué?

(¿Fuera del juego? La Nueva Cuba, abril 2001)

Thursday, April 9, 2015

Norge Espinosa vs. Luis Pavón (2)

Su poesía es hoy ilegible e inmencionable, aunque tal vez suene más digna traducida al eslavo, si recordamos que entre sus condecoraciones, Pavón ostentaba la Orden Cirilo y Metodio. Sus artículos en la prensa, una invitación al peor olvido, al tiempo que ejemplares muestras de la intolerancia que primó en nuestra prensa durante un buen tiempo, dejando secuelas que siguen dejándose ver aún hoy, de vez en vez.
   En una antología preparada por Luis Suardíaz, David Chericián y Eduardo López Morales, puede encontrarse su rostro, emparedado entre versos de Roberto Fernández Retamar y José Martínez Matos, en el mismo tomo donde algunas de sus víctimas eran devueltas a la luz como parte de una generación que en realidad no fue nunca tal.
   Recuerdo otra foto suya, en la cual aparece junto a Alfredo Guevara en el entierro de Bola de Nieve, que había fallecido repentinamente en México. Era 1971 y Pavón empezaba a disfrutar de su poder ante el CNC. Funcionario y enterrador, debió haber sentido un alivio profundo ante el cadáver del escandaloso piano man. Uno menos, se habrá dicho, al frente de aquel cortejo literalmente fúnebre.
   Hablé con Luis Pavón Tamayo, según creo recordar, solamente una vez. Por teléfono. Había dictado ya mi conferencia, y con los materiales que la alimentaron, me di cuenta de que tenía que ir aún más profundo en el tema. Un libro, me dije, hay en todo esto, y aún estoy dándole vueltas a esos testimonios de quienes sintieron la grisura de aquella época en carne propia. Quise, sin embargo, escuchar tantas voces como me fuera posible antes de entrar en semejante empresa. Y así como hablé y entrevisté a Ramiro Guerra, Ingrid González, Antón Arrufat, Armando Suárez del Villar, José Milián, Iván Tenorio y muchos otros, me pregunté qué podría contarme Luis Pavón acerca de ese tiempo.
   Procuré su número, lo llamé. Ya le habían advertido. Repitió a través del cable la pantomima que el programa de televisión quiso hacernos creer. Apeló a su vejez, a su enfermedad, para negarse delicadamente a una entrevista. No iba, como sí hizo Julio Dávalos, a revelarme otras aristas del asunto. Acaso, mientras hablábamos, se habrá encogido en su sillón, para simular con mayor credibilidad el papel del anciano mártir. Un viejo pánico, como aquellos que Virgilio Piñera imaginó en una obra que presagiaba el silencio y el terror de sus días finales.
   No hubo pues entrevista. No creo que hubiera sacado mucho de ella. Pero a fuerza de ser justos, sentí que tenía al menos que intentarlo. Desaparecen archivos, se soplan las cenizas, se borran diarios y páginas que otros dictan desde el reverso opaco de los espejos que vieron lo que no quisiéramos tal vez saber, y así se va desmantelando cierto costado de la Historia. Mueren algunos personajes de esta otra obra, y con ellos algún matiz, un claroscuro, un índice de verdad, así sea corrompida, se nos escapa en el empeño de reconstruir las claves de un error. Qué me hubiera revelado ante la noticia que me empuja estas líneas, por ejemplo, el mismísimo Suárez del Villar, desaparecido ya hace casi un año. Para imaginar esa respuesta, seguiré persistiendo en los capítulos de mi libro.
   Murió Luis Pavón, y La Habana lo despide con un golpe de llovizna. A estas alturas, no encuentro en la prensa nacional noticia de su deceso. Me gustará ver si se le recuerda y cómo. De qué manera a una persona que no tenía ya ni peso, ni obra, ni nombre, se le dice adiós. Alguno de sus viejos colegas: esos otros comisarios grises y mal sobrevivientes, midiendo el tiempo que pueda quedarle en este mundo a partir de la desaparición de quien fuera un soldado tan enérgico en el cumplimiento de su fatal misión, tal vez le dedique un instante de silencio. Probablemente menos de un minuto: el tiempo que en la lluvia media entre uno y otro relámpago.

(Luis Pavón Tamayo: Sinfonía en gris menor. Diario de Cuba, mayo 2013)

Wednesday, April 8, 2015

Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí) vs. Jesús Díaz

No esperé que levantaras tu voz, desdeñosa, poniendo mi caso como centro de toda la problemática intelectual de Cuba.
   De tu coraje juvenil y revolucionario yo esperaba, en realida, una denuncia valiente a tantos problemas que afectan el mundo de nuestra cultura, y que van creciendo por día. Pero tú quisiste cerrar los ojos ante ese dilema, y disparar contra el punto que te pareció más débil y que si no es el más brillante tampoco es el más oscuro.
   Tú eres un joven valioso, con 24 años, viviendo en una sociedad que te abre todos los horizontes, por lo que no tendrás que forjar tu cultura contra viento y marea, a fuego y sangre, como algunos artistas del pueblo que teníamos que dejar de comprar un pantalón para comprar un libro, y hemos llegado a esta alta hora de la Patria sangrando.
   Para acabar de diamantar tu vida, sólo tienes que cuidar celosamente el no ser injusto en ningún momento. La injusticia afea a los hombres.
   Mira, a los veinticuatro años se puede ser genial en cualquiera de las manifestaciones del arte, pero un crítico cabal… difícilmente. En esta edad, la pasión puede enturbiar los cristales de la realidad, y el crítico debe ser sereno y consecuente. No hay tampoco en ese pedazo de tiempo azul una visión de conjunto de la vida y todas sus manifestaciones, para poder enjuiciar una obra, cuyos ángulos pueden ser muy diversos. Además, por mucho que se haya estudiado, no es posible a un hombre de 24 años tener acumulados los conocimientos suficientes para emitir aseveraciones absolutas.
(…)
   Comienzas tu crítica planteando la necesidad de que surja un Homero capaz de cantar las grandezas de la Revolución, en lo cual coincidimos. Seguidamente, con marcado desprecio, afirmas que ése no puedo ser yo. Debo preguntarte: ¿Y acaso lo pretendo? ¿Soy yo el único, entre tantos buenos y malos, que no puede serlo?
   Más adelante, descargas furiosamente contra las décimas, indiscutible vehículo expresivo de nuestros campos, y te eriges en enemigo implacable del canto popular.
   Y no sabes, ¡oh, Jesús!, que para que surja ese Homero que tú reclamas, hay que estimular y multiplicar la presencia de los jugalres, pues sin juglaría no puede haber Homero. Homero es la culminación de una larguísima secuencia de poetas populares.
   ¿Quién será el Homero de Cuba? El gran poeta futuro que sepa recoger, depurar y organizar la centenaria obra poética del pueblo, en una síntesis feliz, que no sería otra cosa que la epopeya de la Patria.
   He ahí la base indispensable para que surja Homero. Y tú quieres, de un golpe, con la misma ira de los trovadores cortesanos contra los juglares, hacer desaparecer esa base, creyendo que puedes encontrarla en Londres, en Nueva York, en París o en alguna de esas forzosas originalidades.
   Quero recordarte que los trovadores cortesanos y los sabihondos de la clerecía se superestimaban y sentían un desprecio infinito por la juglaría que, humilde y calladamente, estaba creando las modernas lenguas literarias y los dialectos, donde luego cantarían grandes genios españoles, franceses, italianos y de Latinoamérica.
   ¿No te parece, mi buen Jesús, que un pobre diablo que te hable de estas cosas, que pueda señalarte tamaña contradicción, no es guajiro cimarrón que tú te has imaginado, cantando silvestremente y sin ton ni son?
   Tu desdén nace en la estampa previa que tienes de mi persona, en el recuerdo estorbante de mi procedencia de la juglaría campesina, en la esquivez al primitivismo de mi seudónimo, todo lo cual influye en tu estado de ánimo para verme como un irresponsable, como un guajiro intruso que planta sus botas enfangadas en el Palacio de las Bellas Artes.
   Yo lo sé y simplemente me sonrío.
   Si hay algo que no te perdono es que me hayas obligado, desde el olimpo de tu desdén, a hablar de mí, cuando hay tantas cosas importantes de que hablar.

(Respuesta fraternal a Jesús Díaz. Bohemia, agosto 1966)

Tuesday, April 7, 2015

Alfredo Triff vs. la poesía cubana

poeta no soy, pero disfruto del buen verso. confieso que detesto la poesía cubana. no como arte, sino como masturbación mental. admiro a muchos poetas cubanos que hacen buena poesía. pero hay tantos mediocres. y sí, hay insoportables poetas cubanos.
   ¿qué los aqueja?  el yoísmo.
   la poesía cubana es pleamar solipsista disparando yoes al universo. por supuesto, el yoísmo tiene su historia. está el yo tajante que golpea, el yo casi infantil, el yo agarrado a cuanto fenómeno le sea posible. yo que se multiplica exponencialmente en todo. yo implacable que termina cosificándolo todo.
   ¿cómo?
   es obvio que yo no puede saciarse de sí. de ahí que ese presentarse y re-presentarse continuamente en eventos y situaciones que llamamos poesía no pueda resumirlo. yo es incapaz de alcanzar su problema fundamental que le queda siempre detrasí. yo es un reflejo, no una sustancia. por eso deberá repetirse infinitamente para al fin y al cabo, no encontrarse. entre tanto, un universo de cosas permanece invisible.
   yo es incapaz de prestarles atención. solo uno en el universo: el yo mónada.

(el lastre yoísta en la poesía cubana. Blog Tumiami, Jun. 2011)

Monday, April 6, 2015

Reinaldo Arenas vs. Pablo Armando Fernández y Miguel Barnet

¿Quiénes eran aquellos horribles maricones de cuerpos elefantiásicos? ¿Quiénes eran aquellos traidores viles que habían logrado infiltrarse en el cogollito de Olga Andreu? Es hora pues de que digamos sus nombres. Eran la Paula Amanda (alias Luis Fernanda) y la Miguel Barniz. Eran, y guárdense esos nombres en su memoria, dos de los más fieles confidentes de Fifo, a quien veneraban no sólo políticamente, sino también físicamente.
   Pues bien, en cuanto la regia Piñera terminó su lectura magistral, los maricones informantes lo abrazaron, lo felicitaron llorando y patieron a toda velocidad cada una por rumbo distinto (pues se trataban de informantes supersecretos) hacia la puerta especial que comunicaba con el Jardín de las Computadoras, situado a un costado superior del palacio fifal. Ambos maricones, grabadora en mano, se encontraron frente a frente junto a la puerta oficial. Cada uno de los informantes enrojeció de furia al pensar que el otro podría entregar primero el informe. Al mismo tiempo que las dos locas golpeaban desesperadas la puerta oficial con una mano  en la que sostenían la grabadora, con la otra se arañaban, intentaban sacarse los ojos , se tiraban de sus inmensas lenguas, se retorcían las orejas; todo eso mientras se impartían repetidas patadas en sus vastos vientres. En un momento dado, la furia de la Paula Amanda fue tan terrible que agarró a la Barniz por su larguísima cabellera y de un tirón la dejó calva, quedándose así el pájaro para el resto de sus días (cualquier otra versión sobre la calvicie de ese monstruo es falsa). Pero la Barniz, aullando de dolor por la pérdida de su cuero cabelludo, maniobró con tal furia su garfio libre que sin dejar de tocar a la puerta especial le arrancó a la Paula Amanda todo el mentón (desde entonces este maricón ostenta unas largas barbas blancas, dizque en homenaje a Fifo, pero en realidad lo que hace es cubrirse la terrible deformación causada por la Barniz). Las locas sangrantes seguían armando tal alboroto que por último la puerta especial se abrió y en ella apareció el mismo Fifo en persona rodeado por su escolta regia. Las dos locas se tiraron de rodillas ante Fifo y comenzaron a lamerle las botas a la vez que, alzando las manos, le entregaban las grabadoras mientras entre ellas se propinaban terribles patadas. Fifo ordenó a sus escoltas que las separaran e inmediatamente escuchó el contenido de ambas grabadoras. Magnánimo, postuló:
   –Ambos informes son idénticos y me han sido suministrados al mismo tiempo, de modo que sólo uno de ellos se le entregará a las computadoras. Pero los nombres de ustedes dos quedarán en el registro secreto como si el informe hubiese sido elevado por ambos. En cuanto a la Gran Medalla Patria, no se preocupen que ambos la recibirán el día de la gran fiesta precarnaval en homenaje a mis cincuenta años en el poder. Esa mima noche —y aquí se dirigió a su regia escolta— quiero que me liquiden a Virgilio. Pero óiganlo bien: quiero un trabajo limpio y silencioso, nada de estruendo ni ametrallamientos, como han hecho ustedes en Miami contra mis enemigos. Aquí hay que ser más cautelosos porque tenemos menos aliados. Así pues, quiero que ese hijo de puta muera como de una muerte natural y discreta (un infarto, tal vez un suicidio) que pase inadvertida entre el barullo del carnaval, del cual yo seré su alma y centro. Y en cuanto a ustedes —y aquí se volvió a dirigir a las locas sangrantes y arrobadas—, marchaos y seguid trabajando en la sombra, como verdaderos héroes y hormiguitas.

(El color del verano. Tusquets, 1999)