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Wednesday, December 31, 2014

C. A. Aguilera sobre Orígenes y Lezama Lima

Para nosotros la mayor diferencia con Orígenes era conceptual e histórica. Ya que no entendíamos la literatura como la expresión de una nación o una genealogía político-social determinada. Además de que todas aquellas tesis de "lo cubano" ―forjadas sobre todo por Cintio Vitier― o de la Isla como un espacio privilegiado, tal y como creía Lezama, donde el gran fuego que vio desde su barco Colón constituiría un numen eterno y secreto, no solo nos parecían ridículas, sino retrógradas, y para mí especialmente delirantes.
   Ahora, no se puede negar que sobre todo Lezama, con todas sus cursilerías y delirios construyó una gran obra, y lo que es mejor, ese delirio le dio pie para conformar una de las cosas más grandes que ha creado cualquier autor en cualquier parte, su Sistema Poético. Un "coso" absurdo y esquizo, un monstruo, pero por eso mismo una maravilla, algo que ha dejado chiquitico todo, hasta a su propia poesía.

(“Un estilo es una manera de ser exacto”, entrevista, Diario de Cuba, febrero 2013)

Tuesday, December 30, 2014

Amir Valle vs. el silencio de escritores cubanos

Finalmente, es necesario que den una respuesta aquellos que han estado bien cerca de Ángel Santiesteban durante casi ya treinta años y que hoy están en puestos de poder o influencia o relaciones suficientes como para poder evitar que sea encarcelado ese mismo Angelito, el escritor, su “hermano” hasta hace poco, alguien con el que compartieron alegrías y tristezas, momentos terribles y de gloria. He jurado muchas veces no escribir en mis artículos críticos el nombre de ningún colega, de ningún amigo o antiguo amigo. Lo he cumplido, salvo en el caso de mis críticas públicas contra la inmoralidad del más inmoral y oportunista de los escritores cubanos: Miguel Barnet, quien también debería hacerse el favor de pronunciarse apoyando a ese Ángel Santiesteban que no por casualidad es miembro de la UNEAC, la institución que Barnet preside.  Pero ahora rompo ese juramento y, para citar sólo a quienes en Cuba sé que estuvieron hermanados con Ángel Santiesteban, pregunto: ¿dónde estás tú ahora, Abel Prieto, que tantas veces mencionaste a Ángel como el mejor cuentista de mi generación y, en dos ocasiones ante mí, elogiaste el gran ser humano que es?; ¿dónde estás ahora Eduardo Heras León, tú, que pasaste años enteros hablándonos de la necesidad de poner la ética y la verdad como única condición válida para alimentar nuestras vidas y nuestras obras con el sello de la autenticidad literaria y humana?; ¿dónde estás ahora Francisco López Sacha, tú, que sabes bien cuán limpio, cuan humilde, cuan grande es el corazón de Ángel Santiesteban? Puedo mencionar a otros, pero ahí lo dejo. Sólo bastaría que ustedes tres se sentaran a conversar (igual que en otras ocasiones se confabularon en acciones nobles e innobles y ahora más que uno de ustedes está al lado del dictador, tú, Abel) para evitar que lancen a Ángel Santiesteban detrás de las rejas. Sé que Ángel intentará convencerme de que no tienen otra opción que la de callar, mirar a otro lado, hacerse los sordos. Sé que los perdonará si no mueven ni un dedo a su favor, incluso en los momentos más difíciles de esa prisión que hoy amenaza su vida. Pero créanme todos, escritores, artistas, intelectuales de la isla o de otras partes, aludidos en estas palabras, si Ángel Santiesteban tiene que cumplir aunque sea un día de esa injusta condena debido al silencio por miedo o conveniencia, sé que siempre que piense en sus nombres, en sus carreras profesionales, en sus libros escritos y por escribir, encontraré como mi respuesta aquellas dignas palabras que el gran Eliseo Diego pronunció ante los desmanes que comenzaba a vivir la gente de nuestro pueblo a causa de la locura enfermiza de poder de esos mismos políticos que hoy desgobiernan a Cuba: “que los perdone Dios, yo no puedo”.

(Angel Santiesteban va a la cárcel y nadie dice nada, Blog Amir Valle, enero 2013)

Monday, December 29, 2014

Argelio Santiesteban vs. “Breve historia de Cuba”, de Jaime Suchlicki

Se dice –con toda la razón capaz de albergarse bajo la bóveda celeste– que la ignorancia es descocada, desaforadamente atrevida. Sí, la estulticia se muestra en cueros, desvergonzada, a calzón quitado.
   Esa idea me vino al occipucio cuando hojeaba el libro Breve historia de Cuba, de Jaime Suchlicki, publicado en la Florida.
   Los dislates, en este engendro infeliz, ya saltan a la vista cuando se pretende historiar los mismísimos días inaugurales. Nos dicen que, en 1492, “Cristóbal Colón descubrió y exploró a Cuba” (p. 229). Y los dos verbos contenidos en la declaración constituyen barbaridades que no absolvería ningún padre confesor.
   En primer lugar, desempolva el manido tópico del “Descubrimiento”. Ya Eduardo Galeano –con su deliciosa ironía– ha dicho que las legiones romanas, cuando arribaron a la península ibérica, no “descubrieron” esa área, pues ya estaba habitada. Y, que yo sepa, los mal llamados indocubanos eran gente, y no jutías ni almiquíes.
   Por otra parte, el Gran Almirante de la Mar Océana no “exploró” a Cuba en su incursión. Dio unas cuantas vueltecitas por la costa nororiental. Envió a tierra a una avanzadilla, primeros europeos que vieron fumar. Dijo aquello de “ninguna cosa tan fermosa vide”, cliché que repetiría en otros parajes, pues la riqueza literaria no era su fuerte. Plantó una cruz en Baracoa. Y se largó hacia Quisqueya. Pero el territorio del archipiélago permanecería inexplorado hasta muchas décadas tras el desembarco de Diego Velásquez.
   Estimados acompañantes en este accidentado viaje libresco: movámonos en el tiempo para saber que “bajo la administración de Carlos III (1759-1788) se convirtió en un monopolio del gobierno” la comercialización del tabaco (p. 22). Cualquier mediano conocedor del ayer cubano sabe que los vegueros protagonizaron, en la primera mitad de los 1700, varias asonadas, por el trato abusivo que sufrían bajo el estanco. Por lo que dice el libro, da la impresión de que a los isleños de Jesús del Monte no los ahorcaron por rebeldía, sino que su diversión preferida estribaba en balacearse al extremo de una soga. (El propio autor se contradice en la p. 36).
   El Papel Periódico de La Havana, que vio la luz en 1790, fue –nos revela Suchlicki– el “primer diario de Cuba” (p. 45). Para empezar, dos publicaciones periódicas le antecedieron: El Pensador y Gazeta. Además, El Papel jamás fue un diario, pues se inauguró como hebdomadario y después tuvo frecuencia bisemanal, nunca cotidiana.
   Ahora sí, sufridos lectores, han ustedes de ajustarse el cinturón de seguridad. Porque este pozo de ciencia nos pone al tanto de que Aponte no terminó con la cabeza sobre una pica, en la intersección de las calles hoy llamadas Reina y Belascoaín, sino que “liberó a los negros” (p. 230). (No comment!, como dicen los anglófonos cuando quieren guardar silencio).
   Desde la Península –ahora la floridana, no la ibérica– el enterado profesor Suchlicki nos hace saber que Juan Gualberto Gómez fue “un distinguido general negro de la guerra contra España” (p. 70). Y a eso sí que le zumba el proverbial merequetén.
   Hallamos en Juan Gualberto a una cúspide inconmensurable del civilismo independentista, lo que le valió dos estancias en el infierno de Ceuta. Fue enemigo jurado de la Enmienda Platt, del entreguista Estrada Palma, de José Miguel –la corrupción en dos patas–, de la hiena que se apellidó Machado.
   Pero bien lejos estuvo de ser un adalid guerrero. Su única participación bélica fue en el fallido Grito de Ibarra, que quizás durase unos diez minutos. Sospecho que jamás tuvo ni la mínima idea de cómo funcionaba un fusil de cerrojo, un bolt action, es decir, un mauser o un remington.
   Ah, pero el historiador miamense nos presenta a Juan Gualberto como si –por ejemplo– él hubiese capitaneado –y no Quintín Banderas– la aguerrida infantería oriental en la oleada invasora maceísta.
   El siglo XX no queda a salvo en cuanto a las meteduras de pata, en las cuales el doctor Suchlicki resulta un indiscutible perito ejecutor. Así, nos informa que la Primera Intervención se mantuvo durante “dos años” (p. 69). La más elemental aritmética de bodeguero permite saber que entre el momento en que se inaugura 1899 y el 20 de mayo de 1902 media un lapso temporal superior a los tres años y cuatro meses. Pero el autor tampoco es diestro en tan pedestre cómputo.
   ¿Qué más? Pues olvidaba decirles que Ramón Grau San Martín fue “un distinguido profesor de Filosofía” (p. 86), y nunca ejerció la docencia en Fisiología. (Estos desatinos… ¿tendrán alguna relación con el estrecho vínculo que Suchlicki mantiene con los Bacardí, y sus espirituosos productos?).
   Ya casi en nuestros días, Ricardo Bofill resulta investido como “vicerrector de la Universidad de La Habana” (p.244). Ese hijo de Madruga, en su trayectoria académica, tuvo como clímax el nombramiento de administrador del cine Actualidades, en la viejohabanera calle Zulueta.
   Dígase que sólo me he referido a dislates históricos. Pero, de la redacción, ni hablar. Esto parece escrito con el último tramo del intestino grueso.

(Originalmente publicado en El Caimán Barbudo, transcrito por Emilio Ichikawa Blog, marzo 2010)

Friday, December 26, 2014

José Prats Sariol sobre Fina García Marruz

Guardo un borroso recuerdo de la conferencia, yo apenas era un adolescente de 17 años. La aguda expositora estaba al cumplir en esos días de abril los 41. Releo para verificar —vivificar— el recuerdo. En efecto, no hay una sola mención en el texto a lo que se llama —y quizás aún existía— la "revolución cubana". Ni siquiera una alusión. Parece que tanto Cintio Vitier como Fina García Marruz, en ese entonces no mostraban aún su fanático apoyo al Gobierno, aunque buscaban algo en los hermanos Castro —ya declarados, aunque no realmente, marxistas-leninistas, ateos confesos— que tributara al romántico ideal martiano. Buscaban…
   "No se pierda de vista —decía Fina— que en Martí todo se tiñe de este fiero eticismo". ¿De qué se han teñido los políticos adictos al castrismo en las últimas cinco décadas? ¿Cuál tinte usan ahora, en 2013, los intelectuales cubanos que se muestran conformes con la perpetuación en el poder de una banda de políticos no solo ineptos, sino carentes de los más elementales escrúpulos?
   Pero la brillantez del análisis que entonces hizo Fina de los versos de Martí mantiene casi todo su esplendor, en la inteligente línea que aprendiera en los autores de la Escuela de Ginebra, sobre todo en Albert Béguin. Basta observar el modo en que rebate algunos juicios sobre la españolidad de su obra y algunos errores apreciativos, sobre todo, de los Versos sencillos. Basta con reflexionar cómo realiza el enlace entre el estudio estilístico y las referencias biográficas; y cuando demuestra que se tratan de "décimas truncas", para considerarlos lo más intenso de su poesía… El ensayo, sencillamente, se  mantiene  entre lo mejor de la crítica literaria hispanoamericana del pasado siglo.
   Lo que crea una penosa, atroz paradoja, cuando repasamos las ideas políticas que ella abrazaría —otra creencia— poco después. Porque resulta difícil suponer que un fuerte talento literario pueda a la vez sucumbir, no dar pie, ante un rudimentario bloque político, para colmo totalitario. Porque citar otros casos de filotiranismo en las principales lenguas occidentales, no le resta asombro a la paradoja.
   ¿Es la misma autora que años después se convertiría, hasta hoy, en una fanática de Fidel Castro, aún tras la humillación en 1971, cuando ella y Cintio Vitier fueron expulsados de la Sala Martí de la Biblioteca Nacional, por considerarlos —en plena sovietización— diversionistas ideológicos, enemigos de la visión materialista dialéctica del pensamiento cubano, de "ese sol del mundo moral" y de la historia del país?
   Ah, el "fiero eticismo" ha desaparecido, como aquel personaje de Proust, como "crear riqueza con la conciencia" y aquellos eslóganes de politiquería barata en los que se envolvieron para mantener el poder.

(¿Fiero eticismo?, Diario de Cuba, enero 2013)

Thursday, December 25, 2014

Carlos Velazco vs. Enrico Mario Santí

Pero no fue hasta ser recientemente asaeteados por Enrico Mario Santí, que hemos decidido decir “basta”, sin importarnos cuanto nos cueste. Más que nada, al comprobar la impunidad que sienten individuos como él, dedicados a perpetuar una ensoñación aberrada, asumiendo roles (que como toda interpretación, resulta actuación) en un drama que, atemperado por nuestro carácter nacional, tiene mucho de sainete.
(…)
   Una amiga escritora me aconsejó que en caso de contestarle a Enrico Mario Santí, concibiera una respuesta de “altura”. Pero después de acusárseme de agente de la Seguridad del Estado cubana, o cuando menos, de escritor al servicio de esta, y más aún, viniendo esto de un Santí, santo pontífice de la literatura cubana, debo por ende entonces asumir que soy yo un demonio. Y como demonio al fin, reclamo la parte que me corresponde, y no pueden exigírseme valores éticos que me han sido negados de antemano.
(…)
   Decir de las ventajas de Elizabeth Mirabal y mías a la hora de investigar en Cuba, por encima de las de Enrico Mario Santí en Estados Unidos, es cosa de risa. Ninguna de las hemerotecas cubanas que revisamos durante la tesis, entiéndase Instituto de Literatura y Lingüística y Biblioteca Nacional, contaba con la colección completa de las publicaciones que nos interesaban. No solo investigar en Cuba resulta arduo, por la carencia bibliográfica, por la limitada conectividad a internet, hay que preocuparse igualmente, o más, de qué manera llegas a la biblioteca, esperar que ese día haya electricidad y permanezca abierta. Un tránsito por el Purgatorio, y todo, para que al final ni siquiera tengamos la certeza de alcanzar el Paraíso, porque donde menos se le espera, aparece un Santí, envestido de legionario celestial portando su espada justiciera.

(Viejo jardín de las Delicias o Un tema para El Greco, Cubaencuentro, marzo 2012)

Wednesday, December 24, 2014

Jorge Pomar vs. María Elena Cruz Varela

En otras palabras, a María Elena Cruz Varela hay que rescatarla de las garras de su monumental ego. En busca de parabienes y aplausos baratos, la poetisa, otrora dueña de una de las metafóricas más originales de la literatura insular, se engaña a sí misma a sabiendas. Mujer talentosa pero de una ambición desmesurada, su afán de notoriedad a toda costa desvirtúa a ojos vistas aquella diáfana, candorosa idiosincrasia liberal que la llevará a desmarcarse con vertiginoso éxito del resto de los líderes opositores en el 91 y ganarse --a la par con el odio y acoso policial-- la admiración de urbe y orbe.
   Urge que alguien le aclare a que ese desbordamiento del yo lírico notorio en sus últimos textos está siempre irremediablemente fuera de contexto en la prosaica realidad política en la que ella intenta volver a sumergirse.

(A vueltas con la Carta de los Diez y Criterio Alternativo, Blog El Abicú Liberal, abril 2009)

Tuesday, December 23, 2014

Zoé Valdés vs. Richard Blanco

Richard Blanco es poeta desde hace dos o cuatro años, así lo declaró en varias entrevistas, o sea que empezó tarde y morón en la poesía. Cuando oigo a alguien afirmar que se ha convertido en poeta o en escritor, pero sobre todo en poeta, a edades tan tardías, recuerdo inevitablemente las palabras de una escritora que, como buena hija de un general mambí, jamás claudicó ante el castrismo ni ante nadie, Dulce María Loynaz, Premio Cervantes, cuando recalcaba que empezar a escribir poesía con más de treinta años era de una obscenidad insoportable, que la poesía se escribe de joven, o no se escribe. Pero ya ni siquiera ser joven significa lo que significaba antes, cuando todavía existía la poesía.
   El caso es que nos ha surgido un poeta cubanoamericano, quien por sus propias palabras fue “fabricado en Cuba, ensamblado en España, e importado a Estados Unidos”. Se crió con su madre y junto a una abuela que “hubiera preferido tener a una nieta puta que a un nieto maricón”, también con sus mismas palabras dichas a un periódico español y no en la sala de su casa. Cuando yo ‘escucho’ (perdón Fernando Vallejo, pero el “escucho” era necesario aquí) alardear en tan repetidas ocasiones a alguien en público de que es maricón, pues una de dos, o no lo es tanto, o se está avergonzando de serlo y trata de reafirmarlo de manera zoqueta, o es un vulgar, un soez. Reinaldo Arenas no decía que era maricón, lo era y punto, para poner un ejemplo. Yo suelo ser muy maricona, y muy puta (cada vez menos, lo que es una lástima), y no lo digo, lo soy y punto. En mi literatura soy muy puta, muy mujer y muy hombre, comme il se doit. En la vida real muy maricona.
   Pues Richard Blanco, poeta desde hace dos o cuatro años, con 44 años de edad, no para de soltar a los cuatro vientos que él es maricón, y todo se mueve alrededor de su mariconería. Pues al parecer, fue elegido para leer un extenso poema en la juramentación del presidente Barack Obama, no porque es cubano, no, sino porque es hispano, y tampoco porque sea poeta, eso no importa tanto puesto que su obra es desconocida hasta ahora, sino porque es un poeta maricón, es más, quito el poeta, ha sido elegido porque es un hispano maricón. Los clichés no son míos, son de los que lo eligieron. Aunque no solamente lo eligieron por esas nimias razones.

(La grandeza de Reinaldo Arenas, la vulgaridad de Richard Blanco, Blog Zoé Valdés, enero  2013)

Monday, December 22, 2014

Om Ulloa vs. José Martí

Y ahora me atrevo a deciros, con toda mi irreverencia yanqui, que Martí, ese dios poético cubano, fue un gran comemierda, el pobre, cubanamente hablando, a pesar de escribir más o menos bien, a pesar de estar en todas las antologías, a pesar de haber regresado para que lo tumbaran del caballo. A pesar de ser cubano. O Cubano, si quieren, con mayúscula. Esencia “de lo cubano”, para muchos.
   Cometo la gran blasfemia y digo que a pesar de sus berrinches patrióticos, sus panfletos, su bigote exagerado tanto como las barbas perennes de nuestra era heroica, Martí fue un comemierda más, como todos nosotros cubanos varios, debatiendo hoy como ayer, queriendo ser apóstoles, poetas, libertadores, héroes, siendo sólo carne y hueso, carne de cañón, desplomados versos sencillos. Nosotros los cubanos, que somos sólo fragmentos del exagerado épico “de lo cubano”, sólo versos mal compuestos de un poemita en prosa —eso sí, bien musicalizado y geográficamente mal ubicado. Y de ese poema somos el coro, “cubanos”, la palabra trisílaba que aún espera definición, waiting for us to name it together…

(De lo cubano, Blog Penúltimos Días, enero 2013)

Friday, December 19, 2014

Luis Cino vs. Raúl Capote

Capote, en un intento de revivir el realismo socialista en plena posmodernidad, propone crear héroes literarios tomados de la cotidianidad, como por ejemplo, los profesores emergentes. O un personaje como él mismo. Por lo pronto ya tiene un libro escrito sobre sus experiencias como agente. Por suerte para la literatura, advirtió que su publicación puede demorar muchísimo. Explica sin pudor alguno que tiene el libro reposando, “hasta que me digan que puedo publicarlo, si consideran que es literariamente valioso”.  No hizo falta que aclarara quienes hacen tales valoraciones. No deja de ser conveniente que alguien, aunque sea los jefazos de Seguridad del Estado —qué remedio, alguien tiene que hacerlo—, le baje los humos literarios a un escritor tan presuntuoso.

(Un escritor con un ego muy grande, Cubanet, agosto 2011)

Thursday, December 18, 2014

Antonio José Ponte vs. “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura

A semejanza de La novela de mi vida, El hombre que amaba a los perros termina por desestimar la propuesta geométrica que establece al inicio. La novela frustra un ejercicio de intersección que prometía ser excelente. En ese ejercicio, el asesino de Trostki se acerca a un desconocido, Iván Cárdenas, para confesarse. El encuentro ocurre en una playa habanera y supondría la intersección del estalinismo, que utilizó a Mercader como brazo armado, y del castrismo, que lo acoge como huésped. Pero Padura huye de una posibilidad así y, aunque menos torpemente que en su libro anterior, se apresura a desdibujarla. Intenta que esta pregunta de Trotski citada por él no haga metástasis en la revolución cubana: "¿la dictadura fue una necesidad histórica insoslayable, la única alternativa del sistema?".
   Concluida la novela sabemos por qué Trotski se estableció en México, por qué Stalin ordenó matar a Trotski, por qué Mercader hizo de esbirro, pero desconocemos las razones que llevaron a Mercader a Cuba. Y no es que la cuestión no aparezca en varios momentos, sino que aparece como pregunta retórica, que no aguarda respuesta. O más exactamente, como pregunta horrorizada de encontrar respuesta.
   Nada se conjetura acerca del acuerdo entre partidos comunistas que tuvo que existir para que Mercader fuese a La Habana en 1974. ¿Qué simpatía pudo despertar en las autoridades cubanas el asesino de Trotski para que terminaran facilitándole la vida, con chofer incluido, hasta su fallecimiento? ¿Qué complicidad con Moscú obligó al gobierno cubano a aceptar tal desecho radioactivo del estalinismo?
   A nada de esto contesta Padura. Nada de esto se pregunta en su novela. Pese a su fama de buen cronista periodístico, olvida hacer la averiguación primordial. Pese a su fama de novelista policíaco, se despreocupa del enigma.
   Luego del asesinato de Trotski, El hombre que amaba a los perros, bien estructurada hasta entonces, se lee como una sucesión de epílogos que la hacen perder brío. Los paseos moscovitas del viejo Mercader junto a su antiguo tutor de la inteligencia soviética producen diálogos de mala novela histórica. Ambos recuentan sus campañas como historiadores, no como antiguos participantes. El develamiento de la biografía de Mercader se hace rebuscadísimo al exigir, además de los encuentros con Iván Cárdenas, un libro recibido misteriosamente, un manuscrito de Mercader en herencia y un narrador emergente que lo refiera todo. A lo que habría que agregar la frustración de la vocación literaria de Iván Cárdenas.
   Porque, años antes de coincidir con el hombre que pasea a los borzois, Cárdenas sufrió un encontronazo con la censura política a propósito de su primer y único libro publicado. A causa de ello, abandonó la escritura, y esa vocación frustrada equivale en su biografía a la muerte en la de Trotski, al crimen en la de Mercader.
   Padura reserva para la narración de estos hechos el mismo tono lamentoso que puede encontrarse en La novela de mi vida o en la serie del investigador Mario Conde. Cuando trata de tiempos cubanos más o menos recientes, las formulaciones a medias, el temor a rastrear causas y el pánico a otorgar responsabilidades lo inclinan a crear un ambiente lastimero, de autoconmiseración general. Es el horror que no osa decir su nombre. Con tal de ahorrarse averiguaciones riesgosas sobre el mal, el novelista convierte en pobres diablos a todos sus personajes.
   Lo político resulta aclarable en La Habana de Tacón o en el Moscú de Stalin. En la Cuba posterior a 1959 esas aclaraciones se hacen hipocondría y meteorología. Algo anda mal, y habrá de ser cosa del metabolismo o del clima. La responsabilidad política se volatiliza (de ahí el huracán con que se inicia esta novela y los ciclones y tormentas de otras) o se encona: la úlcera de Mario Conde, la enfermedad terminal de la esposa de Iván Cárdenas… Chacharear con delectación de inválido sobre dolencias y corrientes de aire permite no caer en el diagnóstico, no enunciar las causas. Un hábito francamente contraproducente cuando el autor aspira a la novela de ideas.
   (La relación entre clima político y meteorológico circuló hace unos años como parlamento de una pasajera, anciana y negra, en una guagua de La Habana: "¡Qué calor hace en este gobierno!". Frase con equivalente en el refranero italiano: "Piove, porco goberno".)
   Igual que Trostki y que Mercader, Iván Cárdenas ha sido aplastado. Su caso, sin embargo, queda a medio investigar. Despierta interrogantes de poquísimo alcance, y ni siquiera el propio personaje parece sentir curiosidad por su vida. De manera que resulta depositario del secreto del anciano asesino y es incapaz de sacar de ese secreto las debidas conclusiones. No se atreve (varias veces alude al miedo) a extender hasta él mismo aquella historia.
   Ramón Mercader e Iván Cárdenas se cruzan defectuosamente, no por lo inverosímil que puedan parecer sus encuentros o la confesión que media entre ellos, sino por lo infecundo de sus resultados. Tal como hiciera ya en La novela de mi vida, Padura desvía la atención del problema esencial. Distrae a sus lectores con el escándalo de que en Cuba fue ocultada la terrible historia del comunismo, y deja incontado el escándalo de cuánto se repitió (y repite) allí esa misma historia.
   ¿Qué iba a hacer, si quería publicar su libro dentro del país, si quería cumplir el sueño de aquella tarde en la Feria? No era recomendable entonces que formulara preguntas incómodas (así y todo, la novela contiene varias), habría de ser cuidadoso en sus investigaciones.
   En tanto autor, Padura hizo algunas concesiones que le trajeron satisfacciones de distribuidor. Sacrificó expresividad literaria por dotar a su novela de una tranquilizante circulación nacional. Y después de traicionar a sabiendas la historia que contaba, pudo presumir de ello. Solamente así alcanza a entenderse su confianza en que "la forma en que estaba escribiendo este libro" le proporcionaría edición en el país.
   Sin embargo, podrá convenirse en que la novela habrá de ser útil a quienes desconozcan en Cuba la verdadera historia del comunismo soviético. Y el autor no habría podido alcanzar a ese público de no haber apaciguado (que no complacido) a los censores. Pero una justificación así podrá valer para sociólogos, no para la crítica que se muestre más interesada en la formación de un libro que en la formación de un público.
   En la nota de agradecimiento publicada al final de su novela, Leonardo Padura reconoció su intención de novelar cuán traicionada fue la gran utopía del siglo XX. Entendida de este modo, El hombre que amaba a los perros es la novela traicionada de una utopía traicionada.

(El asesino de Trotski, en una feria de La Habana, Diario de Cuba, marzo 2011)

Wednesday, December 17, 2014

Roberto González Echevarría vs. José Martí

El caso Martí es difícil para nosotros los cubanos. Martí no “viaja bien”, como se dice en inglés. He does not travel well. Su poesía, traducida, pierde el encanto de su sencillez y suena banal —me refiero a Versos Sencillos. Su prosa es tan retórica que, por lo menos en inglés, suena ampulosa y oratoria.

(“Martí no viaja bien en inglés”. Entrevista de Jorge Luis Arcos, Cubaencuentro, septiembre 2005)

Tuesday, December 16, 2014

Emilio Bobadilla vs. Enrique José Varona

D. Enrique José Varona (muy señor mío) es un crítico pedagógico. En lo que escribe se ve al dómine de antiparras y palmeta. Él no admite las apreciaciones de los demás, y habla con la suficiencia del maestro cuando se dirige al discípulo. Sus escritos no son malos; pero carecen de nervio y calor en la ejecución, de graciosidad y colorido en el estilo, de claridad y precisión en la idea y de elegancia y garbo en la frase. Se parecen á ciertas mujeres hermosas que no inspiran amor ni lujuria. —“Es guapa, dice usted, pero no me gusta, no tiene ángel.”— Su vocabulario es el de un expediente redactado por un oficinista que manosea libros de buena prosa castellana. No busquen ustedes, pues, en su prosa turbia y seca, ni desenfado, ni imágenes brillantes y audaces, ni movimientos desordenados. Como que Varona es un hombre eminentemente prosaico.
   Diríase de su prosa que es una mujer limpia, pero desabrida y tiesa y vestida á la antigua. No se crea que es todo casticidad lo que reluce. A pesar de sus pujos de purista, comete el Sr. varona galicismos y faltas de sintaxis como cualquier… Bofill.
   Anda siempre á vueltas con Cervantes, y se las da de lexicólogo y de gran conocedor de la filosofía. A menudo leo en las gacetillas de los periódicos habaneros cartas (que nadie me quita de la cabeza que son redactadas por el propio Varona, aunque firmadas por otro) en que se le consulta sobre si la palabra… quitrín, pongo de ejemplo, se deriva de catre ó de cama. Acto continuo toma la pluma y evacua la consulta, y todo para que se sepa que él es muy ducho en cuestiones etimológicas.
   La etimología es muy convencional, y eso se ve en las disputas que arman los etimólogos respecto del origen de una palabra. Quién dice que se deriva del latín, quién, del francés, éstos, del hebreo, aquéllos, del árabe. Resultado: que nadie sabe quién es la madre del cordero.
(…)
   A más de erudito, el Sr. Varona tiene sus ínfulas de poeta…bucólico. Es un versificador duro, tartajoso, sin estro ni fantasía; un poeta de la escuela de Cánovas, como quien dice. Presume de pintor de la naturaleza, que no conoce (como que se pasa lo más del año rastreando rancias etimologías, cuando no leyendo filósofos alemanes traducidos), y, á ratos, se permite sus desahogos subjetivos y canta, como cualquier sinsonte, tristezas que no siente, y si las siente no acierta á expresarlas, y torturas que como no sean las que pasa con los consonantes…
   En Cuba le tienen por una eminencia, y al paso que muchos, los más, se concretan á ensalzar á Montoro como orador á secas, cuando á más de orador es literato, de los de verdad, y filósofo que discurre con alteza (y cuenta que yo no estoy con su filosofía), al Sr. Varona, que es un expositor con cataratas de filosofía anubarrada, le ponen por las nubes en cuanto filósofo. Nuestro filósofo, le llaman. Sí, filósofo caribe.
   ¿Dónde está esa filosofía del Sr. Varona? Yo he leído sus Conferencias (paciencia se necesita) y, francamente, no he visto en ellas nada que revele á un filósofo, ni á un expositor siquiera.
   La primera cualidad del expositor es la claridad, y el Sr. varona peca de abstruso y revesado. Que es un hombre que sabe filosofía, no lo niego. La sabe: pero ¿dónde están esos ejércitos que veía D. Quijote? Manadas de ovejas, hombre, manadas de ovejas.

(Escaramuzas, Madrid 1888)

Monday, December 15, 2014

Manuel Sosa vs. la UNEAC

Me imagino que la UNEAC haya concebido un gradiente de valores que midan el nivel de indignidad de ciertos individuos. No sé, quizás usen un sistema de puntuación para determinar el rendimiento patriótico de los intelectuales. Teniendo en cuenta ese promedio, podrán saber quiénes son dignos, indignos o quiénes están a medio camino.
   Alguna vez le pregunté a una institución de la isla (una editorial provincial que rinde culto a la chapucería) cuál era el límite de perversidad que se aceptaba para que el autor se convirtiera en “impublicable”; y además si se tenía una categorización por países y grados de culpabilidad. No estaría mal conocer todos esos detalles, para no perjudicar a los pocos amigos con quienes mantenemos contacto habitual, acaso porque esa relación viola los parámetros mínimos de desmerecimiento que la UNEAC concede.
   En cuanto a los que no acumulen suficiente “espíritu de soberanía” en la isla, ya sabemos: la recomendación será evitarles, o cerrarles el paso. Para ellos se guardarán los calificativos menos ingeniosos y no por ello incontestables.
   La UNEAC, al igual que las demás instituciones, confiere un significado especial a esa soberanía que cuidan como culo virginal. Veamos: no contradecir a los uniformados, pedirles permiso para salir del país, acogerse al patronazgo de gobiernos fogosos y ridículos, viajar con pasaje prepagado, hacer circular los desatinos impresos de Nerón, hacer silencio ante el avasallamiento de sus colegas, participar en la euforia populista, propagar la exigua semiótica del Poder…
   Dama de compañía, chaperona, hada madrina: Miguel Barnet no quiere que sus párvulos se extravíen, y hace públicas sus recomendaciones. De tal modo, condena de antemano un posible himeneo antipatriótico y “rechaza la pretensión de legitimar una «sociedad civil» construida y financiada desde el exterior.”
   La UNEAC no quiere que los fuegos de artificio distraigan a la élite cultural, ni que sus cocientes de soberanía bajen a un punto vergonzoso e irreversible. Nadie como ellos para manejar conceptos y delimitaciones: quiénes pertenecen a la nación, quiénes no merecen integrarla. ¿Y alguien pondría en duda la experiencia etnográfica de Miguel Barnet para dirimir esas cuestiones?

(La UNEAC como dama de compañía, Blog La Finca de Sosa, 2008)

Friday, December 12, 2014

José Fornaris vs. La Avellaneda

Esa torcaz paloma dejó el nido
Cuando apenas sus alas se entreabrieron
Entre las plantas que nacer la vieron
Bajo la luz del trópico encendido.

Los campos exhalaron un gemido,
Los bosques a la par se estremecieron
Y las índicas palmas repitieron:
“¿A do se va volando? ¿Do se ha ido? “

 “A España”, dijo en su partida ufana,
Rompiendo el lazo del paterno yugo
Que la ligara a la región indiana.

Hoy vuelve a Cuba, pero a Dios le plugo
Que la ingrata torcaz camagüeyana
Tornara, esclava, en brazos de un verdugo.

(Citado por Carlos Ripoll en su Web)

Thursday, December 11, 2014

Jorge Mañach sobre “La roca de Patmos”, de Alberto Lamar Schweyer

Parecía inevitable que Alberto Lamar Schweyer nos diera algún día una novela. Toda su obra literaria llevaba ese rumbo. Se inició con ensayos de crítica y continuó con ensayos de sociología. Pero su crítica era más descriptiva que discernidora, y su sociología abundaba más en las intuiciones del novelista (y en sus imaginaciones) que en los análisis cabales y rigurosos del crítico social. El desborde de malicia imaginativa y verbal que todos le conocemos, la vocación periodística a que ha acabado de entregarse y hasta las tentaciones diplomáticas que le han rondado, eran también señales inequívocas de un gesto novelesco en él, de una codicia de las concreciones vitales, más bien que de las abstracciones intelectuales. Tras el reporter un poco apresurado y embrollado de las teorías, se veía venir a este reporter de vida. Y al fin apareció aquello. Porque, en efecto, esta breve novela de 200 páginas es una pequeña orgía de sociedad en el sentido minúsculo y croniquil, pero al través de la cual se quiere ver también el estremecimiento final, la agonía de liquidación, de la sociedad más grande que es Cuba toda, y de la aun mayor que es el régimen burgués. (…) Pero ni la novela de Lamar es obscena, ni toda inmoralidad consiste en descripciones escabrosas. La única inmoralidad que literariamente nos interesa es la verdadera; la de una actitud carente de ilusión y de criterio valorador frente a la vida, la de una actitud sin moral en el sentido casi militar de la palabra. En este sentido sí creo que La roca de Patmos es una novela tristemente inmoral. Es en efecto, la novela del derrotismo cubano.

(Citado por Adis Barrio en su prólogo a La roca de Patmos, Letras Cubanas, 2010)

Wednesday, December 10, 2014

Leopoldo Ávila vs. Guillermo Cabrera Infante y Lunes de Revolución

En 1959, por esa facultad trepadora ya ejercitada en Carteles, se hizo director del primer suplemento literario aparecido con posterioridad al triunfo de la Revolución, su famoso “Lunes”. Era lógico que muchos intelectuales, deseosos de incorporarse al quehacer revolucionario se acercaran a las páginas de esa publicación y era igualmente esperable que ésta despertara interés en el pueblo, ya que el suplemento iba de contrabando en el principal periódico de la Revolución en aquel momento. Sin embargo, pronto se vio y cada semana más claramente, que a Lunes no le quedaba de la Revolución más que las “R” que Cabrera colocaba en cada página, significativamente al revés. Lejos de ayudar al desarrollo de la cultura y el arte en nuestro pueblo, Cabrera se las arregló para crear una capilla de devotos a su persona, rodeados de una cortina de intrigas, ligerezas y maledicencias, que se identificabana entre sí, más que por sus supuestas virtudes literarias, por su conocida extravagancia. Cabrera hacía el magazine para él, no para el pueblo. Aunque en algunos números se publicaron artículos o poemas de gente no adscripta a la piña, en la generalidad de los casos ésta predominaba y aun dentro de ésta, el grado de incondicionalidad hacia el antiguo crítico de películas era determinante. Cabrera, en razón del semanario que dominaba, le hizo daño a la Revolución, engañándola, tratando de meter en nuestra cultura, primero que nadie —hay que reconocérselo— el liberalismo, la tontería, la superficialidad y el individualismo. Furiosamente sectario con su grupo, rechazaba con igual fuerza a un escritor de militancia antimperialista que a un poeta católico de “Orígenes”. Aunque “Lunes” a veces reviviera, en virtud del aliento vitalizador que alguien, a pesar y en contra de su director, lograra impartirle, el semanario desapareció dejando tras sí el agrio sabor de una frustración. Sin embargo, ya había servido para que se hicieran de “un nombre”, utilizando los recursos y la buena fe de la Revolución, gentes como Calvert Casey, Fausto Masó, el propio Cabrera y otros caínes por el estilo, sin otros méritos que los que ellos mismos se atribuían entre sí.

(Las respuestas de Caín. Verde Olivo, noviembre 1968)

Tuesday, December 9, 2014

Angel César Pintó Albiol vs. José Martí

Martí fue, tanto por el espíritu como por la clase social de donde procedía, un pequeño burgués. Filosóficamente, toda su obra está impregnada de un eclecticismo oportunista que lo conduce a estrepitosas contradicciones: llora con los pobres, pero no quiere que se acaben los pobres; ama hasta el delirio al hermano negro, por no va contra las causas que lo mantienen en su plano de inferioridad social; quiere una República ‘con todos y para [el bien de] todos, pero no quiere suprimir las clases sociales. Pero no sólo no quiere suprimirlas, sino que arremete contra los que lo pretenden...

(El pensamiento filosófico de José Martí y la revolución cubana [1946]. Citado por Carlos Ripoll)

Monday, December 8, 2014

Antonio José Ponte vs. “Virgilio Piñera, de vuelta y vuelta. Correspondencia 1932-1978” y Roberto Pérez León

Roberto Pérez León firma el prólogo de la correspondencia piñeriana, y en el prólogo se lee: “Mar es la posibilidad (gracia) de formar combinaciones deliciosas y disimuladas entre lo cierto y lo imposible. Combinaciones que podrían ser ciertas al ser imposibles por un lado y por otro imposibles por lo ciertas que se muestran cuando se entornan las persianas para que el aguacero no entre, y si entra, con natural jactancia o clave germinativa, se decide convertirlo en limonada de hondo conocimiento poético. La regalía de un aguacero sin necesidad de secularidades, entregas, misterios ni equilibrios de acumulaciones de inspiración. Simple, un aguacero simple y hermoso con goterones transfigurados en ángeles arrebatados por la gozadera de la mojazón.”
   Mar que es aguacero que es limonada que son ángeles: las efusiones continúan de esa manera durante varios párrafos. Pérez León concluye su prólogo sin ofrecer criterio alguno de editor, aunque tal vez no haya que atribuirle a él la preparación del volumen. Entonces, ¿quién ha juntado estas cartas?
   Una nota sin firma avisa que los originales fueron consultadas en archivos personales habaneros y bonaerenses, y muchos de ellos pasaron luego a colecciones de la Biblioteca Nacional de Cuba y de un par de universidades estadounidenses. ¿Cuáles universidades? ¿En cuáles archivos privados fueron consultadas? Dado lo esquivo de esta edición, parecería inapropiado exigir noticias del origen de cada una de sus piezas.
   Quienquiera que haya sido el compilador no muestra demasiadas intenciones de facilitar el camino a aquellos investigadores que vengan detrás de él. Incluso se ha esmerado en ponerle dificultades al simple lector, porque ninguna carta aclara quiénes son su destinatario y su remitente. “Querido amigo,” comienza una, sin fecha. ¿La escribió Piñera o la recibió él? En la siguiente página puede hallarse el remitente: Dulce María. Pero, ¿cuál Dulce María? Loynaz, suponemos, porque Dulce María Loynaz le había remitido una anterior. (El orden del epistolario es cronológico).
   Otra, firmada por Piñera el 13 de julio de 1948, va encabezada así: “Querido che.” El lector queda invitado a resolver el enigma de su destinatario. Deducimos que quien la recibiera perteneció al sexo masculino, era argentino y, por lo que se desprende del texto, había publicado una reseña de Ferdydurke en la revista habanera Orígenes. ¿Adolfo de Obieta, acaso?
   Junto al grueso de correspondencia escrita por Piñera, el volumen contiene muestras de Gombrowicz, Borges, Zambrano, Moreno Villa, Cortázar, Bianco, Barral, Rodríguez Feo y Vitier. Pero, dado lo ocurrido en el apartado de poesía, no ha de tratarse de un epistolario completo. (En los fondos de la Universidad de Princeton pueden examinarse cartas a Humberto Rodríguez Tomeu no recogidas aquí).
   Otra particularidad de este volumen es la profusión de erratas en los nombres citados. Honoger por Honegger, Anonilh por Anouilh, Paulhen por Paulhan, Bretón por Breton, Bernanós por Bernanos, Rosa Chanel por Rosa Chacel, y más. Curiosamente, la mayoría de ellos pertenece al ámbito francés, idioma que Piñera leía perfectamente y del cual tradujo tantos textos. Habrá entonces que achacar tantas erratas a la transcripción.

(Algo estúpido como la literatura, Diario de Cuba, septiembre 2012)

Friday, December 5, 2014

Jorge Angel Hernández Pérez vs. Heriberto Hernández Medina

(...) Félix Luis Viera, asume que la perspectiva general del libro, con el concurso de sus testimoniantes, se inclina a considerar algo valioso al Periodo Especial por el fruto creativo que de sus circunstancias brotó. Viera comienza por citar una frase de mi Prólogo, aunque habla de una Nota, lo cual me lleva a pensar que la ha tomado del blog Ogunguerrro y no precisamente de la edición del Centro Pablo. O sea, la perspectiva de que nos abocamos a esa situación porque las relaciones de intercambio comercial internacional que sostenían la economía cubana —en ese momento en vías de reorganización—, en contra de la gestión del Estado cubano y de su administración gubernamental, queda convertida por la interpretación en un “qué bueno que pasó”. Se trata de una respuesta de reflejo condicionado a un patrón de juicio que estigmatiza la culpabilidad del atraso económico cubano al punto de descargarlo sobre el Estado socialista, como Sistema de relaciones sociales, antes que sobre las prácticas de administración. Este cliché se desentiende de paso de un evento fundamental, real, vigente y creciente: el tenaz bloqueo económico, comercial y financiero que la administración estadounidense mantiene sobre Cuba.
   Que el Bloqueo se convierta en patente de justificación para prácticas ineficientes de administración y políticas improductivas no lo elimina, por cierto, sino que lo agudiza, como lo han demostrado las diversas administraciones de EEUU, con excepción de la de James Carter e incluyendo la igualmente cruda y cínica de Obama. Así, Cuba se veía en los años 90 sujeta de la brocha una vez que el socialismo europeo se había llevado la escalera. Lo imputable al Sistema es, precisamente, no haber sucumbido a la zanahoria del neoliberalismo, pero no el arribo del Periodo Especial en sí. Sin embargo, el patrón de juicio le imputa los problemas y, una vez que los sobrevivientes se avienen a contar su sobrevida —el Poeta Hernández Novás, entre otros, optó por la trágica retirada antes de continuar la prueba—, asocia individuos y Sistema en un bloque que obvia mucho de lo que el mismo libro cuenta.
   Y a esa nota se suma, en tono epigonal, otra del poeta y arquitecto Heriberto Hernández Medina, en su blog, en la cual coloca mi frase del Prólogo —ya citada por Viera— sin citar mi nombre ni ofrecer el hipervínculo que permita evaluar en equilibrio. ¿Se trata de una censura a la inversa, desde la otra orilla que de plena libertad de expresión se ufana? Comienza esta con una declaración de amistad, de hermandad, que se va a negar por sí misma en las siguientes oraciones. Y sustenta la tesis anteriormente planteada por Viera con una frase que explicita el tabú sobre el cual el patrón de juicio se construye: “como decir que el holocausto fue en parte bueno porque se escribió el Diario de Ana Frank o se filmó Sophie’s Choice”. Insiste además en la misma hipótesis de que el Periodo Especial fue una conspiración del Sistema —del Gobernante, dice, y aclara que no usa la palabra “dictador”— para matar la dignidad del cubano. Nada, que de tan malos, su propio piso se serruchan estos gobernantes cubanos.
   La verdad es que esta paranoia se diferencia poco de aquella que esgrimen los burócratas que piensan que se trata de un libro útil para sus enemigos. Hay dos extremos ciegos que se unen, negándose a destajo; extremos que, como la burocracia, ni se analizan ni se asumen como hechos concretos, solo se declaman. Mientras, el pensamiento y la conciencia intelectual de Vega Chapú no solo asumen el riesgo, sino que salvan con mucha dignidad, precisamente, el paso. No obstante, para Hernández Medina, ese amigo y hermano del alma queda sin remedio, y ¡públicamente!, acusado de llevar a cabo un proyecto muy útil al régimen cubano una vez que “fuera preciso cerrar ese capítulo negro de nuestra historia”.

(Amigo de qué, Blog Oggún Guerrero, enero 2012)

Thursday, December 4, 2014

Reinaldo Arenas sobre escritores informantes: José Martínez Matos, Reynaldo González y Miguel Barnet

En aquel atestado yo me di cuenta de que yo era para el gobierno uno de sus grandes enemigos, sencillamente porque yo había escrito una serie de novelas o de cuentos y los había publicado fuera de Cuba, o porque había escrito otros que, aunque no los había publicado, ellos sabían de su existencia. Lo más aterrador de aquel documento, desde luego redactado por la Seguridad del Estado, por el Ministerio del Interior, era que había una serie de informantes que firmaban aquello. Supuestamente ellos pensaron que yo no lo iba a leer. Esta gente que informaba sobre mí de la manera más terrible, diciendo que yo era un contrarrevolucionario terrible, un depravado, todas las cosas más exageradas, esa gente eran mis amigos, eran personas con las cuales yo trabajaba todos los días y que elogiaban incluso mi literatura, me invitaban a su casa a que yo les leyera parte de mis novelas. Puedo citar, por ejemplo, el caso de José Martínez Matos, que es un escritor bastante mediocre, pero que trabajaba conmigo allí en la UNEAC, o el caso de Reynaldo González y varios escritores así, que supuestamente eran mis amigos y a la vez informantes. Todo era una red realmente aterrorizante. Es el caso de Miguel Barnet, que también era uno de los informantes. Era terrible de pronto ver en aquel lugar, en aquel documento, que las personas que yo consideraba mis amigos eran mis peores enemigos.

(Entrevista de Jacobo Machover, en La memoria frente al poder, Publicacions Universidad de Valencia, 2001)

Wednesday, December 3, 2014

Ernesto Hernández Busto vs. Miguel Fernández y Emilio Ichikawa

Un adjetivo —“arriesgada”—, con el que califiqué aquí la tesis de Rafael Rojas en su último artículo sobre la Revolución cubana, le ha provocado a Miguel Arnaldo Fernández un total de 1700 palabras, repartidas en sendas entregas publicadas en el blog de Emilio Ichikawa. (Ignorando las reglas más elementales de la discusión intelectual, el dueño de ese blog se negó a publicar una breve réplica mía en el mismo sitio. Esa parcialidad es parte de lo que yo llamo “el síndrome del estreno”, y no voy a tomármela demasiado en serio, aunque alerto a quienes allí publican de que un día les podría pasar lo mismo: rabieta de propietario contra las buenas costumbres democráticas del gremio).
(…)
   En un gesto de simpático diletantismo historiográfico, Fernández & Ichikawa también mencionan el “empleo habitual en los círculos de Miami y Union City” del término en discordia. No parece argumento demasiado serio, pero es la agudización de esa tendencia de Ichikawa a malgastar buenas ideas o intuiciones brillantes revistiéndolas de cierta chabacanería epistémica o desaliño teórico, lo que si bien lo acerca saludablemente al cronista o historiador de las costumbres locales, lo separa definitivamente de la historia profesional. Ya Lucien Febvre se ocupó de decir que Michelet es un autor muy interesante, pero que de historiador hay poco en él. Usar lo de “yo tengo un primo que dice” o “aquí se comenta que” para dejar huella en los anales de las ciencias sociales es un método muy discutible, sobre todo en Miami o Union City, donde la gente dice cualquier cosa de cualquiera. En su mejor variante, eso sería periodismo, no historia.

(¿Guerra civil?, Blog Penúltimos Días, octubre 2008)

Tuesday, December 2, 2014

Luis Cino vs. la UNEAC

En realidad, en sus 50 años de existencia, la UNEAC tiene poco que exhibir que valga la pena. Y no es para menos. Medio siglo de aberrantes políticas culturales que se iniciaron con la advertencia del Máximo Líder a los creadores y artistas de que “contra la revolución, ningún derecho” han generado en Cuba un medio intelectual donde imperan el miedo, la simulación  el doble discurso y la desvergüenza.
   En su último congreso, de tantas quejas, pareció que se iba a acabar el mundo. Hasta se habló de racismo y se creó una comisión al efecto.  Nada para preocuparse. Oportunamente advirtieron desde las alturas que aquello no era la perestroika ni nada que  fuera un poco más allá de un rato de catarsis.
   Los salones, jardines y pasillos de la casona de la UNEAC en El Vedado han sido el escenario ideal para la envidia, los chismes  y las delaciones. También para los panfletos y las declaraciones  viles que se firman sin leer, con manos temblequeantes y cansadas de aplaudir.
   El régimen reclutó sus comisarios culturales entre oportunistas y mediocres para implementar sus políticas culturales, y  utilizarlos en el mangoneo de los jurados de los premios, las revistas, las editoriales, la radio, la TV y los viajes al exterior, en detrimento de sus naturales adversarios: las personas inteligentes.
   Pero también a  intelectuales talentosos  chantajeó o compró con premios nacionales para que olvidaran  el Decenio Gris y comprendieran la utilidad de esforzarse en aplaudir y firmar cuanto documento el régimen les ponga delante.
   Lo que debía ser un sindicato de escritores y artistas, funciona como todos los demás sindicatos del país: cumple precisas orientaciones “de arriba” a través de su presidente, el genuflexo Miguel Barnet,  y el ministro de Cultura Abel Prieto, pelado y con barba por delante, melenudo por detrás, moderado y ortodoxo, según las circunstancias.

(El medio siglo de la UNEAC, Cubanet, julio 2011)

Monday, December 1, 2014

Iosmar López vs. “Figuras de tormenta”, de Mario Martínez Sobrino

Figuras de tormenta es ciertamente una pieza en el paupérrimo entramado literario cubano. Y es otro descompuesto brochazo de una política cultural muy poco dialogante y autocrítica. Esa práctica conduce a legitimar obras de muy baja estofa, asépticas, personalizadas desde lo indescifrable, el quietismo o el vano intento de dar continuidad a poéticas que a menudo evaden los centros más arduos de una existencia difícil. Es lo que abunda hoy en librerías cubanas: variaciones esquizoides, palabrería huera, desangrada, que viene del aire y muere en él.
   Publicado en La Habana por la Editorial Letras Cubanas, Figuras de tormenta quiere ser, según la escueta, pero rotunda nota, “la revisión ética de la relación erótica y una personal postulación de una mística existencial”. Con eso tuvo suficiente, al parecer, el jurado para conceder a Martínez Sobrino el más codiciado galardón entre los poetas del hoy cubano. Pero sucede que al hojear el volumen de más de 70 páginas de oscuro papel gaceta, se encuentra el lector ante un rosario de pésimas elucubraciones que se alejan del rigor poético tanto como se aproximan al dislate sintáctico.

(Contra poesía, Revista Bifronte, No. 2, 2006)