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Tuesday, March 31, 2015

Rufo Caballero sobre Antón Arrufat

La crítica no es buena o mala en la medida en que halague o ataque, sino en razón de la envergadura de su lucidez y su fundamentación; de su esclarecimiento de fenómenos. Una cultura no se hace del oficio de demoler, sino del arte de conformar; de articular un cuerpo de explicaciones del mundo. Ese tipo de cabildeo en pos de la trituración, que fascina a Arrufat (hay que leerle los ojos, cuando se avista la sola posibilidad de la devaluación del otro), es por otra parte propio de un mundo ajeno al refinamiento cultural y la distinción del diálogo. En otras partes un intelectual quiere ofrecer otra interpretación sobre un fenómeno que antes ha ocupado a un colega, y por lo general resuelve la oposición con una nota al pie, en donde se deja fe de que fulano de tal ha ofrecido otras respuestas a un asunto similar... Pero aquí no, la miseria genera miseria, se arma el sal-pa'-fuera a la más mínima oportunidad, y la ira se echa a rodar como el más asolador de los ciclones tropicales. Todo esto hace parte abundosa de la felicidad de Antón Arrufat (y no sólo, pero a otros los conozco menos) y, muy lejos de la pretendida diversidad de criterios, produce un estancamiento de la frondosidad, la naturalidad y la riqueza genuina con que debe fluir la cultura. Porque la lucidez es hija, queramos que no, de la meditación calma; en lo que el insulto viene de las hormonas y del talante. Una cosa es el nervio y el pulso de la escritura; el vigor, la intensidad de cuanto se escribe, y otra la fogosidad enceguecedora que el odio y el insulto reportan. Total, pasan los meses, y un buen día Arrufat se levanta menos divo, te dice que "nada de eso tuvo la menor importancia": ha sido feliz con el insulto pasajero como con el orgasmo fugaz; su credo de demolición, un extraño "ethos" que vive como patología, ha triunfado siquiera en el viento.

(La miseria. Carta abierta a Jorge Luis Arcos y Enrique Saínz, Unión)

Monday, March 30, 2015

Fermín Gabor vs. Lina de Feria

Lina de Feria habló. Y es preciso reconocer que lo hizo bien. No se empeñó en retoques autobiográficos, no mostró foto suya como alzada del Escambray ni sostuvo haber bordado la bandera de “La Rosa Blanca”. Casi no soltó mentira, apenas cargó de guayabas las entrevistas que le hicieran.
   Y digo casi y apenas porque, interrogada acerca de las razones de su exilio, confesó haber salido de Cuba para que su último libro alcanzara edición. Lina se sumaba de ese modo a la secta de los creyentes en el Libro, comulgaba con la idea de que un manojo de páginas dotadas de lomo y cubierta es capaz de poner en jaque a las autoridades cubiches (el finado Cabrera Infante militó también en dicha secta, en la célula “Libros por leche condensada”).
   Y no es que haya faltado razón a quienes sostienen tal idea, sino que la han perdido bastante desde que se entendió en Cuba que es mejor publicar con sordina que censurar abiertamente. Así, el trabajo de los comisarios políticos ha recorrido entre nosotros un camino variado. Si un día los tropiezos de Heberto Padilla vinieron a concentrarse en un libro y éste fue impreso con carta-prólogo donde la UNEAC se lavaba las manos, luego tal clase de fenómeno no volvió a producirse. Y para el caso en que ocurriera algún desliz (también los censores cometen sus erratas), la hoguera siempre estuvo a punto.
   Que del fuego logran siempre salvarse algunos ejemplares, fue hecho en el que terminaron por reparar los censores. Que el escritor con obra prohibida gana cierta aureola, también fue notado por ellos. De manera que en lo adelante decidieron obviar hoguera y aureola. Nada de cartas-prólogos que afamaran ovejas negras. Menos gasto de combustible en incendio de libros. Y menos gasto de electricidad, papel y tinta a la hora de imprimir largas tiradas. Lo óptimo al tratar con títulos líosos era portarse como si la hoguera inquisitorial ya hubiese sido celebrada. ¿Para qué imprimir mil ejemplares de una obra que luego quedaría reducida cuando más a una docena de copias? ¡Mejor publicar solamente esa docena!
   Puesta a disposición del público dentro de la Feria Internacional del Libro, la tal docenita se perdería. Sería una gota en el océano, una aguja en medio del revolico de paja, un mirlo blanco en la nieve. Bien concertado el momento de su presentación, temprano en la mañana y lo más cerca del pabellón infantil, podría contarse con la complicidad de camellos y de payasos.
   No existiría segunda ocasión para tal libro: mejor darle la reputación del agotamiento instantáneo que la de pieza de escándalo. (Con el fin de desmentir ciertas sospechas serían enviados unos cuantos ejemplares a las tiendas de frontera, vendidos allí en dinero de turistas.) Lo declaran los archivos del sector editorial: mientras el contrato de un Angel Augier o una Nancy Morejón (las dos nulidades a quienes dedican este año la feria) lleva inscripta una cifra elevada en la casilla que especifica el monto de la edición, otros contratos llevan en el apartado “Tirada” la siguiente anotación hecha con pulso firme: “A mondongo”.
   Pese a lo anterior, Lina de Feria ha vuelto (tan pronto que no alcanzó a publicar afuera el libro que la desvelaba) y va a recibir de las autoridades el más cariñoso trato. La publicarán en tirada no menos copiosa que las de Angel Augier o Nancy Morejón (las dos nulidades a quienes dedican este año la feria). Y poco importan los reproches políticos vertidos por ella en esas páginas: regresada al país, su crítica tiene la consistencia de un algodón de azúcar. 
   Habrán de prometerle el Premio Nacional de Literatura (podrán hasta dárselo), mismo lauro del cual Lina dijera tantas frases desdeñosas durante su breve exilio. Será incluida en el séquito de vejetes que acompaña a los mayimbes en giras nacionales, le entregarán tierrita mensual para que vaya tirando, la gardeará el Departamento de Atención a Personalidades... 

(La lengua suelta # 30. La Habana elegante, segunda época)

Friday, March 27, 2015

Luis Cino vs. Abel Prieto

Pelado de frente y melenudo por detrás, cincuentón y eterno adolescente, ministro y escritor, moderado y ortodoxo, canónico y herético, amable y enérgico, civil y militar, culto y popular, rígido y flexible, liberal e intolerante. Las dos mitades del ministro, siempre en esquizoide lucha, deben hacerle las cosas más difíciles aún.

(Abel Prieto y Caín Rivero, Cubanet, May. 2005)

Thursday, March 26, 2015

Iván de la Nuez sobre Norberto Fuentes y sus “Dulces guerreros cubanos”

El libro se inscribe dentro de una eclosión de memorias cubanas, posteriores a la brecha abierta por Reinaldo Arenas, y a la que han continuado —desde diversas experiencias con respecto al poder— escritores como Eliseo Alberto, Juan Abreu, o Lisandro Otero, o protagonistas directos de la guerrilla y otros actos armados (como Benigno, sobreviviente del grupo del Che en Bolivia, y Jorge Masetti). Norberto Fuentes podría leerse como una mezcla de estas dos variantes, dado que se trata de un escritor que además está inmerso en actos de espionaje desde los que narra, y a veces comparte, las batallas de sus admirados guerreros. A diferencia de Benigno o Masetti, Fuentes es un escritor bregado. Y a diferencia de ellos, no hay en Fuentes acto alguno de contrición o autocrítica. Él no parece reprobar la pena de muerte sino la pena de muerte de sus amigos.
   Así como no se decepciona de la Revolución hasta que su grupo no pierde el poder y, en varios casos, la vida. Al respecto, basta ver una foto del autor armado, frente a un angolano de la UNITA, y a pie de página se nos dice —sin el menor remordimiento— que éste pronto será ejecutado. ¿Por el propio autor? La literatura latinoamericana tiene el dudoso honor de haber construido un género literario llamado la novela del dictador.
   Algo de esta fascinación aparece en Fuentes, quien, implícitamente, posee una admiración desmedida hacia el prototipo del caudillo. Al punto de que la grandeza de estos soldados cubanos es medida aquí por el hecho de que sólo pueden ser derrotados por el más grande de todos: Fidel Castro. Este libro —narrado, eso sí, con la pericia de
un escritor dotado y un periodista curtido— es otro puntillazo a un país del que hoy se ha hecho rentable su desplome.
   Y parece anunciarnos que además del glamour tropical de sus palmeras, sus mulatas y la salsa, ahora también podemos disfrutar el de sus generales.

(Todos los hombres del escritor. Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, primavera-verano, 2000)

Wednesday, March 25, 2015

José Prats Sariol vs. poesía cubana actual (2)

Como este apunte no pretende ser costumbrista, sino flecha de crítica literaria, me limito a sus efectos en poemas, cuentos, novelas, ensayos; aunque en entrevistas y memorias quizás se justifique un poco. La risa que como primera reacción causa, se convierte en sospecha —no siempre certeza— de mediocridad.
   Pasa de psicopatología —en sus múltiples variaciones—  a texto fallido, que pretendió ser literatura, connotar. Resbala en el fango ególatra, se encharca en la feria de las vanidades, se ensucia de arrogancia. Y Mimí Yoyó, para colmo, ni cuenta se da. Cree que el escaparate de su abuela en el antiguo Central Delicias va a ser de universal interés, y dedica un capítulo de su novela a describirnos —muy lejos del embrujo de Marcel Proust en sus descripciones— hasta un par de medias que la pobre mujer tejió a su nieto.
   Un santiaguero —víctima del mismo virus— no se quedó atrás para ofrecerse de somnífero, cuando en una novela dedicó no sé cuántas páginas —no sé, porque ahí la dejé— a una conversación sobre la relevancia de su obra en un café chino, junto a amanuenses adoradores de Alá a la puesta del sol.
   No creo que Pascal tuviera razón cuando afirmó que el yo es odioso. Cioran lo caracterizó muy bien. La seguridad en uno mismo, la satisfacción ante algún reconocimiento, por supuesto que alienta, anima... Pero a los Mimí Yoyó los encabrita y dispara. Así como a los que luchan por lo que llaman "llegar", "ser reconocidos", "famosos". Unos y otros caen por el mismo precipicio, que mientras no trasciende a sus obras, aunque resulta la mayoría de las veces cargante, uno lo excusa porque el enfermo es talentoso, pero tuvo una recaída, y qué se le va a hacer, el pobre.
   Porque hay escritores de obras relevantes que —una pena— han sido víctimas de su ego. Menos mal que sin afectar la calidad expresiva, como se dice de Juan Ramón Jiménez, aunque lo demuestra en su polémica con Luis Cernuda.
   Últimamente —también aquí en DIARIO DE CUBA— he leído poemas infectados de Mimí Yoyó.  No siempre, desde luego, he podido llegar al verso final. Algunos de firmas conocidas dan la impresión de que el autor ha confundido lo elemental: no se escribe sobre vivencias, el acto de escribir es una vivencia otra, que transforma su motivo temático, que vale por cómo lo dice. Nada más.
   ¿A quién le puede interesar una carnicería en Lawton si una larga enumeración, más bien un inventario, agrede la inteligencia, al carecer de curvas ascendentes o descendentes o mixtas, imprescindibles en el tan difícil recurso retórico de enumerar, para colmo gastado por el coloquialismo para oligofrénicos de Ernesto Cardenal?
   Y así... Son, se llaman, "líricos". El ego —es patético— los engulle hasta escupirlos. Declaran que son "autobiográficos", pero no se descargan en Facebook, con lo que pasarían inadvertidos. O en chateo con los parientes y amigos. Ah, no. Creen perpetuarse.
   Defienden que se basan en hechos "reales". "Tenía que escribirlo porque me sucedió", le oí a uno en Miami, en el casi desatendido Centro Cultural Español. Por urbanidad no le contesté que me daba igual, que yo no era historiador ni sociólogo, ni multiculturalista ni psiquiatra; apenas un lector de literatura "creativa" —sin que el adjetivo me guste—-, no de documentos, evidencias judiciales, actas de confesiones, defunciones.
   Lo peor es que se trata de una raza insumergible, con sus propias asociaciones de bombos mutuos, que ni medita en lo efímero, en el "polvo" que la herejía de Quevedo quiso "enamorado". Llamarse "poeta" o "escritor" les pone la piel de gallina. Y de nuevo empiezan las toneladas de anécdotas personales, triviales, tontas, cursis... Creen —ya en el delirio— que esperan por ellos.
   Por lo general, estos pacientes ven el acto de escribir como un trabajo fatigoso, no como un placer similar a un buen acto sexual, del que uno puede salir tan feliz como fatigado, sin ni siquiera esperar el aplauso de la pareja, aunque siempre estimula. Lo ven laboralmente, hacia el pago por la mercancía, que desde luego nunca va a ser tan premiada como una zona de su cerebro les indica. Para ellos la enferma mental fue Emily Dickinson —el más grande poeta en lengua inglesa del siglo XIX— porque dedicó sus poemas a las plantas de su pequeño jardín en Amherst y ni siquiera se preocupó de titularlos.
   Por lo general, los Mimí Yoyó suelen subestimar a los demás. Este síntoma los acompaña, es parte de su desafuero egoísta. Recuerdo, y otros asistentes deben recordarlo, a un discreto poeta cubano que, como la fiesta coincidía con el merecido Premio Juan Rulfo a Eliseo Diego, llegó a decir que se trataba de un poeta de segunda fila. No me pude aguantar y le pregunté: "¿Y si Eliseo Diego es de segunda, donde estarás tú?"
   Fanáticos de su ego —id y alter ego van de regalo en el mismo paquete—, llegan a creer trascendente hasta el revoltillo del almuerzo. Tema que enseguida les inspira versos de calidad inefable —hacen un gesto con la mano como si tirarán un beso al público—, admiten los más astutos bajando la cabeza. "El modo en que yo bato las claras con las yemas"... "Yo no sueno el tenedor"... "Yo les echo leche".... "Yo" y "yo".   
   Parte de enfermedad, parte de ignorancia, no saben que la primera persona del singular es la más difícil de adoptar con éxito artístico en cualquier género.  Tampoco que muchas veces los elogian para no leerlos. Ni que a sus espaldas ríen, porque a alguien —malévolos siempre sobran— se le ocurrió encasquetarle el viejo apodo, de exactitud fenomenológica.

(Mimí Yoyó. Diario de Cuba, noviembre 2014)

Tuesday, March 24, 2015

Manuel Díaz Martínez vs. Leopoldo Avila

En noviembre de aquel año, 1968, un fantasma apareció en las páginas de Verde Olivo. ¿Quién era Leopoldo Ávila? Nadie lo sabía. Aún hay conjeturas sobre la identidad del amanuense que se ocultaba tras ese seudónimo (la más insistente señala a Luis Pavón, entonces pendolista de Raúl Castro), aunque la voz que le dictaba, que es lo importante, fue reconocida en el acto como la del máximo poder. El ectoplasma en cuestión pronto hizo célebres sus ataques personales y sus monsergas doctrinarias sembradas de anatemas y con fuerte olor a proletkult y Santo Oficio. Leopoldo Ávila firmó artículos rabiosos contra Padilla, Virgilio Piñera, Antón Arrufat, Rogelio Llopis, Cabrera Infante... En algunas de sus diatribas no falta el anatema de homosexual. Pocas veces fue objetivo, como cuando me calificó de autor irrelevante dentro de la narrativa cubana. Su bilis fundamentalista lo desborda cuando viene a decir lo mismo de Piñera y Cabrera Infante.
   El artículo de Leopoldo Ávila “Sobre algunas corrientes de la crítica y la literatura en Cuba” se publicó en Verde Olivo el 24 de noviembre de aquel año. Era la sinopsis del dogma gubernamental sobre la literatura y, en consecuencia, la horma para los escritores cubanos. En él se concretaba circunstanciadamente el impreciso apotegma cesáreo “Dentro de la revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho”. Gracias a este artículo los escritores de la isla supimos, por fin, qué era lo que desde la ventana de Castro se veía dentro de la revolución y qué afuera. Debimos agradecer que se nos facilitara este plano de áreas minadas. A pesar del carácter programático del texto, el más pretencioso de los que nos asestó, la gaseiforme entidad predicadora hizo espacio en él para meter capirotazos nominales: “Cabrera [Infante] es un tallador de la CIA. Con Severo Sarduy y Adrián García [Hernández] trazan desde el extranjero el camino de la traición...”

(El caso Padilla: crimen y castigo. Encuentro de la cultura cubana, Nos. 4/5, primavera-verano, 1997)

Monday, March 23, 2015

(Luis Rogelio Nogueras) vs. Alejo Carpentier

Anuncia el cementerio de La Habana
que deben apurarse para ver
el cadáver de Alejo Carpentier:
¡Vuelve a París la próxima semana!

(Citado por Jesús Díaz, en Las palabras perdidas, Anagrama 1996)

Friday, March 20, 2015

Emilio Ichikawa vs. “Vestido de novia” de Norge Espinosa

Son peligrosamente corruptoras y destructivas muchas de las genuflexiones que una crítica de arte impune en la isla ha hecho sobre el poema “Vestido de novia”, de Norge Espinosa, al que le atribuyen no sé cuántas primacías en una pretendida historia de la “literatura gay” que acaso exista como un objeto cultural con textura propia.

(Corrupción y crítica de arte, Blog Emilio Ichikawa, mayo 2013)

Thursday, March 19, 2015

Antonio José Ponte vs. Víctor Fowler

Carne y huesos: se trata de un pacto orgánico, visceral. Salvaje (es de suponer que no por sus connotaciones de barbarie) por lo incontrolable o indominado. Salvaje de tan reconcentradamente natural, y así se acoge a legitimación inapelable: es un pacto anterior a cualquier gesto de cultura. Salvaje por irracional. No importa entonces cuánto pueda ocurrir, nada afectará la incondicionalidad de ese pacto.
   En el recuento de la política del régimen hacia la población negra existen para Fowler adelantos y olvidos, nunca represión. Menciona varios episodios de discriminación (institucionales los del período republicano, a título de individuos en el presente), y arguye: "Ser negro de la Revolución es pasar todo eso, y más, y seguir confiando y esperando, convencido de que —a pesar de sus innúmeros defectos— ningún otro proyecto de país ha sido (ni será) tal inclusivo con negros y —en general— con 'muertos de hambre históricos', negros y blancos, como este".
   La preposición en esta frase —"Ser negro de la Revolución"— no ha sido desmentida como errata y, hasta donde sé, parece no haber escandalizado a nadie. A juicio de Fowler, se era negro en los tiempos coloniales y republicanos, pero a partir de 1959 es necesaria otra preposición, que denote pertenencia. Y aunque las autoridades sufran de olvidos, se es de ellas, se pertenece a ellas igual que los esclavos pertenecían a sus dueños. (La excusa de que la Revolución es más que Fidel y Raúl Castro y un partido único no tiene base en la práctica. De modo que ser negro de la Revolución es ser negro de los hermanos Castro.)
   Víctor Fowler propone una esclavitud arrebatadora, apasionante, de telenovela. Igual que en las telenovelas, el amor se jura eterno y la presciencia del articulista le permite augurar que ningún proyecto político podrá ser más inclusivo o avanzado que el que hoy existe. Los negros son del régimen, y es del régimen todo el futuro. O por lo menos, cualquier futuro sin un régimen así sería decadencia.

(¿’Ser negro de la Revolución’? Diario de Cuba, mayo 2013)

Wednesday, March 18, 2015

Belkis Cuza Malé vs. Norberto Fuentes

Dicen que los escritores sólo escriben un libro. Si es así, Norberto Fuentes no ha dejado de añadirle capítulos a su Condenados de Condado. Desde que a finales de los 60 publicó sus cuentos a lo Issac Babel —el extraordinario escritor ruso víctima de Stalin—, Norberto se empeña en contarnos un pasado de la Cuba castrista que él ayudó a mitificar, y lo que es más grave, a tergiversar.
   Los alzados en el Escambray contra la revolución fueron coloreados por el periodista devenido cuentista (en toda la extensión de la palabra) y transformados en grupos de bandidos contrarrevolucionarios. Esa fue la imagen con que el gobierno castrista quiso anular y empequeñecer a los campesinos que se alzaban en las montañas del Escambray, y que fueron cazados y sentenciados a morir en el paredón, o en el mejor de los casos condenados a largas sentencias; y pueblos enteros desaparecidos y trasladados al extremo más occidental de la isla.
   Lo que se conoció como "la lucha contra bandidos'', fue una hazaña "epopéyica'' de la revolución cubana, en la que Norberto Fuentes no sólo participó como espectador —en calidad de "corresponsal de guerra''—, sino que la convirtió en materia de sus relatos babelianos. Lo feo, lo turbio, lo grotesco de estos cuentos es el distanciamiento entre el autor y los que terminan también siendo sus víctimas, al igual que de las fuerzas represivas del gobierno. Porque para el autor, como para el científico con el bisturí, la fascinación por el tumor borra cualquier otra imagen, incluyendo la del sufrimiento del enfermo. De modo que a este "corresponsal de guerra'' —que ha soñado siempre con ser Hemingway— lo apasionan las hazañas de los "cazabandidos'' (tropas especiales castristas), y la "heroicidad'' de los oficiales de esas operaciones de limpieza de la zona, en el Escambray y luego en Africa.
   Hace días murió en La Habana el general de división Raúl Menéndez Tomassevich, uno de los famosos "cazabandidos'' del Escambray, amigo querido de Fuentes, y en los 80 al frente de sus tropas en Angola. De la campaña del Escambray nuestro "corresponsal de guerra'' se marchó, décadas después, al Africa, a ver cómo peleaban los cubanitos y se comían a los angoleños que luchaban contra el comunismo. "Los veteranos del Escambray'' seguían llamándole Tomás a su jefe de entonces, apunta Norberto esta semana en un artículo en el periódico Hoy de Nueva York, donde cuenta su frustración por haber perdido su estatus de "corresponsal de guerra'' y otros privilegios.
   Uno se maravilla de que alguien que formó tanto escándalo para que lo salvaran de las garras de Castro añore los tiempos en que era acólito de estos "cazabandidos'' que, como el recién fallecido Tomassevich, le arrancan lágrimas, "en este exilio mío'' —según confiesa.

(Oración por un bandido. El Nuevo Herald, agosto 2001)

Tuesday, March 17, 2015

Heberto Padilla vs. El Caimán Barbudo

El extenso alegato que la redacción de El Caimán Barbudo enfrentó a mi breve nota a propósito de Pasión de Urbino, revela entre otras cosas, un aspecto sorprendente de nuestra vida cultural. Ya no basta con tener una opinión, expresarla y hacerse reposnable de ella.
   Ahora hay que escribir lo que desea o espera la redacción. Y si voy a guiarme por las otras opiniones publicadas en la encuesta, significa que debí moverme entre las medias tintas y el ditirambo. Únicamente así puedo imaginar que la redacción diga que “sólo la respuesta de Heberto Padilla no se ajusta a lo pedido”. El que me haya leído pudo comprobar que yo agoté y hasta trascendí “lo pedido”, pero en ningún momento lo soslayé. Si comparé la novela de Cabrera Infante con la de Otero fue para ilustrar, mediante un ejemplo indiscutible, casi escolar, las diferencias que existen entre el talento literario y la ramplonería.
   Pero aún admitiendo que mi respuesta no se ajustara a lo pedido, ¿por qué la redacción no me lo dijo? Tengo excelentes relaciones personales con sus integrantes. De muchos he recibido muestras reiteradas de aprecio intelectual. El hecho mismo de haber solicitado mi opinión para la encuesta es otra prueba. Les he estado viendo casi a diario desde que les entregué mi nota. ¿Por qué prefirieron esperar hasta su publicación para enterarme de que no les complacía, de que no se ajustaba a lo pedido? Yo no la envié a una agencia de noticias extranjera; ni siquiera me referí a su contenido en la entrevista televisada que me hizo —a raíz de su publicación— la emisora BBC, de Londres. Yo la entregué personalmente a un órgano revolucionario de nuestra juventud que hubiera podido discutirla conmigo, someterla a una discusión revolucionaria. Pero esta discusión se llevó a cabo, lamentablemente, con la presencia de todo el mundo menos la mía, se llevó a cabo con el inexplicable propósito de elaborar una respuesta colectiva de la redacción como si estuviera frente a ese tipo de intelectual trágico descrito por Hegel, que no entiende las exigencias de un proceso revolucionario. Adoptaron el tono y el estilo del que piensa que toda actitud crítica conduce hoy a la vacilación y el egoísmo: es decir, a la contrarrevolución. Si este ha sido criterio de alguien, lo invito a que espere sentado.
(...)
   A nadie se le puede ocurrir que escribir una breve nota crítica sirva para enseñarles a los nuevos caimanes lo que es tener coraje. ¡Pero si todos los días se ejerce aquí la crítica más abierta y sin temor alguno!
   No, yo no tengo que enseñarles a estos nuevos caimanes lo que es tener coraje, porque no estoy escribiendo con la moral del perseguido en una sociedad de explotadores, sino ejerciendo un deber y un derecho.

(Respuesta a la redacción saliente de Heberto Padilla. En Fuera del juego, edición conmemorativa, Ediciones Universal, 1998)

Monday, March 16, 2015

Fermín Gabor vs. Graziella Pogolotti

Gente cercana a la doctora Pogolotti alaba su sentido de la prudencia y de la justicia, virtudes ambas que la han hecho valiosa consejera de las autoridades culturales. (Entre sus condecoraciones, Pogolotti atesora la Orden Félix Varela que confiere el Consejo de Estado de la República de Cuba.) Quienes la estiman aseguran que esa labor de consegliera es más que suficiente para explicar el galardón literario que le han dado.
   Entiéndase entonces que el Premio Nacional de Literatura favorece a la opacidad sobre la brillantez: Graziella Pogolotti lo recibe por eminencia gris. No por una obra literaria, sino por un puñado de consejos políticos derramados a lo largo del camino.
   Y, de querer esculpir un buen insomnio, puede el lector imaginar qué clase de confesiones habrá escuchado esa mujer durante décadas, qué alacranes vivos le habrán llevado a su despacho de vicepresidenta de la UNEAC. E imaginad también las maquiavélicas (con perdón de Maquiavelo) recomendaciones que habrá hecho ella.

(La lengua suelta # 29. La Habana Elegante, segunda época)

Friday, March 13, 2015

Luis Cino sobre Eduardo Heras León

Este año, para el Premio Nacional de Literatura estaba nominado el poeta Delfín Prats, pero se lo concedieron a Eduardo Heras León.
   Ambos fueron víctimas de los inquisidores durante el Decenio Gris: Delfín Prats por el poemario Lenguaje de mudos, y Heras León por Pasos en la hierba.
   El Premio Nacional de Literatura se ha convertido en una especie de demorado desagravio oficial para algunos de los represaliados y condenados al ostracismo de ayer. Solo que los comisarios tienen sus preferidos a la hora de las rehabilitaciones. Heras León es uno de ellos, y ahora le tocó su turno. De algo le valió no haberse cansado de proclamar que es un escritor revolucionario.
   Heras pertenece a la “generación de la lealtad”, categoría cuasi filosófica inventada por Aurelio Alonso para intentar embellecer el sacrificio de las ilusiones de intelectuales atenazados entre el espanto y la obediencia.
   En mayo de 1971, en el número 46 de El Caimán Barbudo, una nota de resonancias inquisitoriales anunciaba la expulsión de Heras León del consejo de redacción de la revista debido a “las connotaciones de criticismo tendencioso que, amparado en pretendidas posiciones revolucionarias, se evidencian en su libro”.
   El libro en cuestión era “Pasos en la hierba”, hoy considerado junto a “Condenados de Condado” de Norberto Fuentes, y “Los años duros” de Jesús Díaz, clásicos de la llamada “narrativa de la violencia revolucionaria”.
   La edición que hizo Casa de las Américas de “Pasos en la hierba” fue recogida con premura por los comisarios y sus secuaces, y convertida en pulpa.
   Heras León, un idealista ex artillero con buenas dotes de narrador, fue otro más de los que no atinó a distinguir los tenues y volátiles límites del arte dentro de la revolución.
   Sus crudos relatos de la guerra en el Escambray le costaron a Heras ir a parar a una fábrica metalúrgica. Allí tendría que demostrar proletariamente su fidelidad a la revolución. Y entrarle de lleno al más puro realismo socialista con bodrios como Acero.
   “Pasos en la hierba” no se volvió a editar hasta el año 2006.   La imagen de la portada evocaba a otro represaliado, el pintor Servando Cabrera. En la presentación del libro, Heras León sólo atinó a alzar un ejemplar y gritar “gané”.
   Casi nueve años después, confiados de su prudencia y lealtad, los comisarios le han concedido el más importante premio literario de la cultura oficial. Sin exigirle los mea culpas que entonó durante demasiado tiempo. Ya no necesitan flagelaciones ni penitencias. Ahora que “los errores” ya están superados y perdonados -sin que los victimarios pidieran perdón- se puede hablar de incomprensiones, y sin precisar nombres, culpar a extremistas, burócratas y perseguidores de la cultura…Después de todo, según ellos, ya muchos de los inquisidores no están aquí, porque están muertos o fueron a buscar refugio en los acogedores brazos del enemigo. Y de quienes daban las órdenes, ni pío.
   Víctimas ha habido muchas, pero no todas tienen la fidelidad masoquista del Chino Heras y otros similares que afirman que fueron y son revolucionarios. De ahí el premio, que viene a ser la consagración de su rehabilitación.

(La consagración de un rehabilitado. Cubanet, enero 2015)

De tan acostumbrado a resignarse, a Delfín Prats no debe haberle molestado más de la cuenta que desecharan su nominación para el Premio Nacional de Literatura y se lo concedieran a Eduardo Heras León.
   De algún modo tenían que compensar a Heras por la homérica y gástrica tarea de antologar las decimas que escribió Antonio Guerrero en la cárcel, algo que vale mucho más para los comisarios que su buen desempeño al frente del Taller de Narrativa “Onelio Jorge Cardoso”, y ni hablar de “Pasos en la hierba”, que todavía debe causar ronchas a algunos chapeadores anticulturales.

(Delfín Prats: el silencio corrosivo. Cubanet, enero 2015)

Thursday, March 12, 2015

Camilo Venegas vs. Rafael Hernández

Como siente que se está quedando afuera, que comienza a ser ignorado, reacciona de la peor manera: descalifica, insulta, reprime. Usa las armas preferidas del Estado al que representa. Por eso suena tan descarado cuando le achaca a otros los términos que lo definen a él: provocación, intolerancia y extremismo.
   Llamar moscas a algunos cubanos que ponen por escrito lo que piensan, porque no lo hacen de una única manera, delata al represor que se encubre en el académico. Pero, sobre todo, demuestra su total falta de independencia, porque se ve en la necesidad de hablar por el régimen que le paga y subvenciona sus publicaciones.

(Rafael Hernández, el intermediario, Blog El Fogonero, marzo 2013)

Wednesday, March 11, 2015

La UNEAC vs. Manuel Díaz Martínez

Manuel Díaz Martínez: El pasado 15 de junio, el Consejo Nacional Ampliado de la UNEAC, en cumplimiento de lo establecido en el artículo 27, inciso ch), de nuestros Estatutos, acordó por unanimidad expulsar de nuestra organización a aquellos miembros que, luego de conocerse el papel de la CIA en la gestación y promoción de la llamada “Declaración de Intelectuales Cubanos”, se mantuvieran vinculados a esta maniobra. Como usted se encuentra entre los señalados por el acuerdo del Consejo Nacional de la UNEAC nos vemos en el deber de comunicarle que queda expulsado de nuestra organización.

(Citado en: La carta de los diez. Encuentro de la cultura cubana, No. 2, otoño, 1996)

Tuesday, March 10, 2015

Alan West vs. Guillermo Cabrera Infante

Confieso que empecé a leer a Guillermo Cabrera Infante no sólo para conocer el mundo de mis padres en Cuba, sino también lo que les rodeaba y no conocía. Luego intervinieron otros motivos que todavía no dejan de conmoverme: un amor a la palabra, un embeleso con el cine, pasiones políticas. Me intriga su facilidad en cruzar y deshacer los géneros (literarios, claro) con asombrosa picardía. Pero Caín cansa. La fatiga que induce en parte se debe a sus obsesiones: Cuba, sexo, Fidel aunque no siempre en ese orden; a su retórica de roña, y tal vez a su inimitable y corrosiva monomanía (personal y política). El autor diría que Cuba es eso, una repetición alucinante de unos pocos temas o realidades. No importa. Al escritor le corresponde que sus obsesiones despierten no sólo interés sino fascinación en sus lectores. Autor obsesivo por excelencia, Virgilio Piñera nos legó una obra que produce en el lector una especie de delirio de persecución, y, como dice María Zambrano, cuando nacen/aparecen los dioses hay una persecución del hombre. (Tal vez para ambos ese perseguidor es el dios de la literatura). Cabrera tiene su lugar en las letras cubanas asegurado hace tiempo, pero su producción en los últimos diecisiete años deja mucho que desear. Desde el coco rallado de Tres Tristes Tigres (TTT) ha venido el disco rayado de Mea Cuba. Su Delito por bailar el Chachachá, con tres relatos, recicla dos cuentos de hace veinte y treinta y cinco años respectivamente. Esta queja no es agravio ni regaño sino lamento sobre un autor cuya obra he admirado toda mi vida. Mientras más se le ha alejado de la isla, mayor ha sido la pérdida de amplitud en visión y creación.

(La implacable energía de Caín. Encuentro de la cultura cubana, No. 2, otoño, 1996)

Monday, March 9, 2015

Rafael Rojas vs. Roberto Fernández Retamar

Roberto Fernández Retamar, como su maestro Vitier y tantos otros intelectuales valiosos de la segunda mitad del siglo XX cubano, entregó su literatura a una Revolución que, honestamente, creyó justa. Cuando constató que bajo esa Revolución actuaba un régimen unipersonal y totalitario, que aspiraba a regir por largo tiempo la nación cubana, no se atrevió a oponerse. No se atrevió porque ya para entonces estaba demasiado involucrado y comprometido con la deriva autoritaria en que cayó dicho régimen desde fines de los 60 o porque creía, sinceramente, que la falta de libertades públicas era el precio a pagar por la preservación de la soberanía y la profundización de la justicia social. Ahora, desaparecido el bloque soviético y puesto en evidencia que en Cuba aquella “soberanía” no es más que la fachada de un funcional diferendo con Estados Unidos y que aquella “justicia social” no puede realizarse, ante todo, por el hecho de que la economía está subordinada a la prioridad de la política -mantener intacto el régimen-, tampoco se atreve y liga para siempre su destino al del caudillo por quien sacrificó una vasta cultura.

(Roberto Fernández Retamar: las letras por las armas, Cubista, Otoño 2005)

Friday, March 6, 2015

Emilio Bobadilla vs. “Poetas famosos del siglo XIX”, de Enrique Piñeyro

El principal defecto que noto en el libro del Sr. Piñeyro es el de que carece de plan. Puede abrirse por cualquier parte; leerse á ratos sin temor de perder el hilo ó la conexión, porque no los hay. En él está de más la Introducción y lo que se refiere á la poesía del siglo XVII, por cuanto que no se relacionan ni tienen que ver maldita la cosa con lo que sigue. ¿A qué nos habla el Sr. Piñeyro de Shakespeare? ¿Qué coincidencias existen entre el dramaturgo inglés y los poetas líricos del siglo XIX? ¿Acaso el Sr. Piñeyro busca en el autor de Otelo la filiación de los poetas famosos de nuestra época? No dudo que haya relaciones entre Shakespeare y los grandes líricos modernos; pero el señor Piñeyro se las calla, no sé si porque no las encuentra ó porque realmente no las hay.
   ¿Qué consecuencias saca el Sr. Piñeyro de la independencia de los Estados Unidos y de la Revolución francesa aplicables á la poesía ó relacionadas con ella, en el capítulo que consagra á aquellos dos hechos históricos? Claro —ni se discute— que semejantes acaecimientos, que hicieron temblar la tierra, han influído poderosamente, no sólo en la poesía, sino en todas las esferas de la actividad humana; pero á juzgar por lo que nos dice el Sr. Piñeyro, á estas horas estaríamos todavía en ayunas respecto de las tales influencias, sobre todo, en la poesía lírica.
   El Sr. Piñeyro se ha dejado en el tintero á una infinidad de grandes poetas, extranjeros como españoles. ¿Por qué, en vez de hablarnos de Hugo, de Lamartine, de Goethe, á propósito de los cuales no ha habido literato en estado de canuto, ni alumno de retórica que no haya hecho sus primeras armas, no nos ha hablado de otros poetas, apenas desflorados por la crítica y muy merecedores de que se les estudie y se les dé á conocer? —El hablar de una cosa muy conocida, sin exponer nada nuevo, ya que no en las ideas, en la manera de encadenarlas y de expresarlas, me recuerda á aquel diputado que dijo: “He pedido la palabra para decir que estoy completamente de acuerdo con lo que ha manifestado su señoría. He dicho.”
   Después de lo que ha escrito Macaulay, por ejemplo, acerca de maquiavelo, escribir sobre el mismo asunto con la presunción de hacerlo mejor ó por lo menos igual, y no hacerlo ni por semejas, tengo para mí que es puro alarde de vanidad literaria. Porque no hay que olvidar que el libro del Sr. Piñeyro es un libro de grandes pretensiones en el cual se encuentra poco nuevo. Casi todo lo que dice el Sr. Piñeyro respecto de Musset, de Lamartine, de Hugo, está ya muy dicho. No quiero dar á entender con esto que el Sr. Piñeyro, al tratar (supongamos) de la vida de un poeta, por el prurito de decir cosas inauditas se ponga á inventar. Pero en la manera de in terpretar el genio de un poeta, de aquilatar sus escritos á la luz de observaciones propias, entiendo que se puede ser original, en cuanto cabe serlo en nuestros días. Taine, en sus críticas, emplea un procedimiento casi suyo; estudia la época, la vida de un autor; señala el puesto que le corresponde, las influencias que ha ejercido, la escuela á que pertenece, las causas á que obedece la tendencia de sus obras, etcétera. Véase su estudio sobre Balzac.
   De un libro que se titula Poetas famosos del siglo XIX, el lector tiene derecho á exigir algo más serio, más uniforme, más armonioso de lo que ha hecho el Sr. Piñeyro.

(Escaramuzas, Madrid 1888)

Thursday, March 5, 2015

Heriberto Hernández vs. José Kozer (2)

Ya en una ocasión me referí a Kozer como un mito urbano. Su insistencia indecente de andar abofeteándonos con la minuciosa contabilidad de su productividad poética (un poema cada 3.11 días, si aceptamos que sus chillidos al nacer fueron su primera manifestación lírica) impone que se le haga una auditoría seria. Su intolerancia, manifiesta en este artículo falaz y disparatado, nos concede al menos el derecho de mostrarnos incrédulos y exigirle que publique los facsimilares de sus libros de asiento. Hablamos, claro, de cantidad. De calidad no es tiempo aún, tratándose de una obra sujeta a cambios, “unos 8235 poemas” susceptibles de ser corregidos “a carta cabal", de ser mirados y remirados “desde una pugna acérrima con su ser y su imposición, sin ceder jamás un ápice a la facilidad, ni a la solución expedita y trillada”.
   ¡Menudo trabajo ha dejado —casi en su totalidad— para los años finales de su vida!

(Work in progress, Blog La Primera Palabra, diciembre 2010)

Wednesday, March 4, 2015

Zoé Valdés vs. Luis Ortega

No sólo se dedicó a hablar horrores de los escritores cubanos del exilio, además escribía cartas, junto a otro grupito de funestos mediocres -a la cabeza un librero de Nueva York-, al diario español El País, para que no publicaran nunca más a Guillermo Cabrera Infante. Y por supuesto, no logró lo que quería, por torpe y estúpido. Pero sobre todo, porque jamás hubiera podido pararse al lado del Premio Cervantes cubano, el autor de La Habana para un Infante Difunto.
   Ustedes se preguntarán por qué escribo esto entonces. Bien, me explico: Ya me estoy cansando de que cada vez que se muere una alimaña de éstas haya que leer mierdas como que fue un gran periodista y todo tipo de sandeces del mismo género. Luis Ortega fue una alimaña, basta; pero no fue ni es la única. Tiene unos cuantos alumnos que podrían aventajarlo, o que casi lo han superado ya.

(Luis Ortega. ¿Periodista? Blog Zoé Valdés, abril 2011)

Tuesday, March 3, 2015

Félix Luis Viera vs. Nicolás Guillén y la UNEAC

Los que vivimos esa época sabemos que la UNEAC —”el fantasma de 17 y H”, le decía yo— era un muy bien organizado bayú en el cual Nicolás Guillén se dedicaba entre otras cosas a criar gallos y la plebe mediocre que allí medraba—salvo honrosas excepciones, hay que decirlo— a autopromoverse y hablar mierda con los intelectuales extranjeros, y a mendigar viajes con estos.

(Recuerdos de un premio no otorgado, Cubaencuentro, abril 2013)

Monday, March 2, 2015

Fermín Gabor vs. Reynaldo González

Reynaldo González por esta vez, los festejos organizados en su natal provincia han rebasado todo lo ocurrido antes. Pues le ha tocado develar, en plena vida, una tarja que conmemora su venida al mundo. En Ciego de Ávila, en la fachada de la casa de su infancia. (El hotel “Pernik” de Holguín tiene una habitación donde cabe la gloria de Pablo Armando Fernández, lo mismo que la de Hemingway en el habanero “Ambos Mundos”.) 
   En varias comparecencias televisivas Reynaldo González ha pretendido que esa tarja recién develada cubra el territorio nacional. Llama ensayos a los artículos que ha escrito y, dotado en lo más mínimo para los primores de la lengua, se ha metido (como Rosita en traje de sirena o Carilda de geisha) en disfraz de clásico del Siglo de Oro con el fin de pujar una novela histórica. 
   Del mismo modo en que se saca de la casa la basura, saca un librito de sonetos eróticos. 
   Durante buen tiempo crítico del actual ministro de cultura, no más le aflojaron el premiete, Reynaldo González sigue y persigue al ministro por todas partes. Le ríe las gracias y los pujos indistintamente (Abel Prieto hace chistes con la misma frecuencia que un candidato presidencial norteamericano), le recoge el pelo, le alcanza las pastillitas. 
   González, lo mismo que Carilda, prefiere olvidar sus disgustos anteriores y se adentra en la fiesta. Pues andaba necesitado de tarja y de cariño. Fue gozador de buen destino juvenil para ser tronado luego, y ahora intenta retomar su juventud por cualquier medio, procura continuar carrera. Igual que el resto de sus compañeros de generación, reunidos en el proyecto “Buena Vida Social Club” que patrocina el Ministerio de Cultura.

(La lengua suelta # 15. La Habana Elegante, segunda época)