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Monday, March 30, 2020

Javier Marimón vs. la Generación 0


Así en seco yo no me leería un ensayo sobre la Generación Cero (si es que por fin eso existe) ni amarrado; primero, porque excepto algún que otro nombre este grupo generacional really really (2 veces) sucks poéticamente hablando, y luego porque la crítica cubana se baja con esos bodrios filológicos aburridos que no hay quien se espante. Como grupo generacional estimo que solo es merecedor de un párrafo, uno breve, para decir que en Cuba existe o existió un grupo tal de personas que escribían lo que ellos pensaban que era poesía, pero en verdad no iba por ahí la cosa. Diablos, a mí me daría verguenza que me asociaran a este grupo, pero ese soy yo, parece que a la gente le gusta eso de pertenecer.

(publicado en la red, diciembre 2019)

Thursday, March 26, 2020

Fermín Gabor vs. Luis Manuel Pérez Boitel


¿Qué tiene que hacer sin falta un entrevistador de poetas del diario "Granma"? Vióse recientemente en el caso de Lina de Feria y lo vemos hoy que entrevistan a Luis Manuel Pérez Boitel, Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2020: sea cual sea el poeta a preguntar, el entrevistador tiene que comportarse como un funcionario de la Oficina del Carné de Identidad.
   Así, Lina dijo que no podría respirar (no ya escribir) fuera de Cuba. Y Pérez Boitel se explaya acerca de lo que significa escribir en Remedios.
   La poesía, según la entiende "Granma", tiene el mismo problema de fijador de los perfumes Suchel, que te mueves un poco, le manoteas a alguien en una cola, y se te acabó el perfume en la muñeca, detrás de las orejas, en la nuca, en el ombligo y sea cuál sea la salva parte en que se te ocurra embadurnarte de Suchel.
   O sea, que si Lina de Feria se sale de la patria, está acabada como poeta. Y es un milagro que un poeta como Boitel perviva en Remedios. La poesía, según la entiende "Granma", ha de estar dentro de unos determinados límites. Regulada.
   Pero, ¿qué clase de poeta es Pérez Boitel? Un acumulador de premios, podría decirse a juzgar por su historial. Aunque, curiosamente, parece tener más guara con los jurados de concursos que con los antologadores de poesía cubana. Pues lo premian y lo premian, pero lo antologan poco o poquísimo o nada.
   Aunque no es la pregunta por sus premios la que me hago, sino por su poesía. Y, puesto a ver poemas suyos, hay que decir que Luis Manuel Pérez Boitel es un poeta boronilla. Su poesía es lo que queda en el fondo del cartucho una vez que el cartucho ha sido atacado bravamente.
   Boronilla de tortica, no de Morón, sino de Remedios.
   Puesto que ayer, en ocasión del cumpleaños 97 de la diva, asistíamos al espectáculo de una Rosita Fornés yeyé, démonos hoy el lujo de ver a un Pérez Boitel no menos yeyé, de la Generación Cero, según afirma en un poema que ha intitulado (porque los poetas boronillas no titulan, sino que intitulan): "Al estilo de un poeta de la Generación Cero".
   ¡Ponme la música, Valentín! Y así dicen, sin más, sus dos primeros versos:
   "Salgo con el farol y escucho atento a los que silban./ Me parece bucólico descubrir al papirriqui que se esconde".
   Papiriqui bucólico: esto es, sin dudas, de lo mejor que ha escrito Pérez Boitel. Y para que no se crea que lo estoy beneficiando, abajo va el enlace donde pueden encontrarse ese y otros poemas más de este vate boronilla.
   "Granma", como sabemos, es periódico que no da mala noticias, periódico serio, periódico calmante. Tan calmante "Granma" es, que la gente suele limpiarse con sus hojas el único lugar donde no se echa perfume de Suchel. Sin embargo, la edición de hoy trae una de las noticias más desoladoras que haya podido leerse en mucho tiempo.
Más que desoladora, amenazante.
   Pérez Boitel, entrevistado, ha dicho: "Tengo casi como 30 poemarios y unos diez libros más inéditos".
   ¡Madrecita del Papirriqui Verbo Encarnado, la que le espera a esos lectores suyos!

(Publicado en Facebook, febrero 2020)

Friday, March 20, 2020

Lezama y Retamar (anécdotas)


Al principio de la Revolución —llamémosla así— Roberto suspendió sus hasta entonces muy frecuentes visitas a Lezama, y de pronto reapareció luego de meses de ausencia, pero vestido de miliciano y tocado con una airosa boina verde olivo. Después de conversar y actualizarse en noticias mutuas, Retamar le mostró sus últimos poemas, que entonces distaban mucho de aquellos otros que solía compartir antes de 1959 en las tertulias del Grupo Orígenes, donde era considerado “el niño prodigio”, y los cuales estaban permeados de intimismo existencialista y “trascendentalismo” como él mismo los llamó en su juvenil —y todavía significativo— ensayo La poesía contemporánea en Cuba (1954).
   Los nuevos poemas que compartió con El Gordo de Trocadero hablaban, muy por el contrario, de milicianos, zafras, bayonetas, balas, granadas, fusiles, batallas… Después de escucharlos, Lezama —supongo que luego de dejar escapar una espesa bocanada de humo de su habano— dijo: “Bobby, esos poemas que traes muestran dos cosas; por una parte, recuerdan algo de la poesía trovadoresca de la corte de Leonor de Aquitania y también cierta poesía amatoria galaico-castellana del siglo XIV, como la de Macías “El Enamorado”… Pero, además, se aprecia que están escritos bajo los efectos del oporto…” Contaba el propio Lezama, apenas aguantando la risa, que Bobby le respondió: “Caramba, Lezama, no conozco bien esa poesía provenzal y no he leído nada de Macías, pero sí le puedo asegurar que nunca he tomado vino de oporto”. “No, Bobby, no —le contestó implacable— no me refiero al oporto que se bebe, sino al oportunismo, muchacho…” Cierta o no, Lezama contaba esa anécdota a quien quisiera escucharla, con algunas variantes y florilegios añadidos según la ocasión.
   Contaba que después de mucho tiempo de evitarlo y eludir un encuentro por ser considerado como “políticamente poco confiable”, finalmente un día se tropezaron en una recepción y, para su sorpresa, Retamar se dirigió resueltamente hacia él atravesando la espesa multitud, y lo estrechó con un fuerte y efusivo abrazo. Cuando se separaron y Retamar se alejó para continuar su ronda de saludos, Lezama comentó traviesamente con su acompañante: “Seguramente ya debo haber mejorado mi reputación política, porque Bobby se ha atrevido a abrazarme en público…”.
   También en La Habana de los 80 corría un chiste —por supuesto, anónimo y susurrado— sobre Retamar: “Él ha sido el único que ha unido a toda la intelectualidad cubana… Todos quieren arrastrarlo por la calle… Pero, al mismo tiempo, los ha dividido… Porque unos quieren arrastrarlo por la Avenida G y los otros por la Calle Tercera…”.

(Anécdotas contadas por Alejandro González Acosta en Roberto Fernández Retamar: el escritor demediado. Cubaencuentro, septiembre 2019)

Wednesday, March 18, 2020

Antonio Rodríguez Salvador ilustra cómo atacar a un articulista (Antonio José Ponte) sin decir nada


Me acabo de leer un artículo en Diario de Cuba, ejemplarmente escrito para servir de modelo en un seminario sobre falacias. ¿Cuántas contiene?: ¿Quince? ¡Veinte! El autor logra, incluso, construir hasta trans y metafalacias, algo en verdad asombroso, tal es su maestría en el derroche de recursos propios de la manipulación y la mentira.
   Naturalmente, ya sabemos que a la teoría siempre le cuesta su trabajo llevarse bien con la práctica; de modo que tomar acápites de un manual, para con ellos construir un centón, nunca será tarea sencilla. Hago la salvedad, porque si bien el texto logra convencer en substanciales aspectos como son la puntuación y el tamaño, una mirada voluntariosa pudiese ponerle peros en otros de menor importancia, tal es el caso del plano ideotemático.
   Alguno de ellos quizá sea el haber descuidado a Borges. Con la evidente intención de dar coherencia al texto —y entre los diversos temas posibles— el autor Antonio José Ponte, escoge la denostación. Es obvio, sin embargo, que al bucear en tan espinoso campo, omite ciertas recomendaciones borgeanas descritas en el memorable ensayo “El arte de injuriar”. Sobre todo olvida una de carácter estratégico, y cito: “El agresor sabe que el agredido será él, y que cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocada en su contra, según la honesta prevención de los vigilantes de Scotland Yard”.
   Desde luego, habríamos de recordar que Antonio José Ponte es codirector de Diario de Cuba. Lógico entonces que quiera dar clases prácticas de desinformación y manipulación mediática a sus colaboradores, a la vez de rematar por sí mismo un contenido. Y claro que también pudo haber usado un seudónimo, pero ya sabemos cuán ardua es la competencia entre los proyectos presupuestados por la NED, amén de que en tal mercado suelen cotizarse más aquellos textos claramente denotativos, libres de impurezas creativas y estilísticas, y hay momentos históricos en que conviene predicar con el ejemplo.
   Pero si bien lo antedicho obra a su favor —la necesidad de usar un lenguaje raso, por su mayor rentabilidad— también al dar la cara asume un grave riesgo: recordemos que él no es un árido funcionario cualquiera, sino un destacado ensayista, según nos asegura su biografía en Wikipedia.
   Quiero decir, si Wikipedia afirma que uno es un destacado ensayista, y por demás poeta, esto constituye una pesada carga. No solo el repertorio lingüístico se te reducirá bastante y, entre otros registros, se te negará el propio de la taberna o el solar, sino que también será necesario enmascarar la falacia con referencias y datos, cuyas cotas de recelo no sean elevadas. Para el renombrado ensayista, la conjetura y el embuste tienen límites; suponiendo, incluso, que en el fondo sea un tahúr, paradójicamente estaría obligado a un ejercicio de creatividad intelectual para no parecerlo. A riesgo de ser explicativo, aquí parece oportuno citar a un maestro del periodismo. Según Tucholvsky, la ventaja de ser inteligente es que así resulta más fácil pasar por tonto; lo contrario, es más difícil.
   Ilustro con un ejemplo tomado al azar. Se empeña en mostrarnos que cierto funcionario cubano es un corrupto, dado que su hija ha viajado alguna vez al extranjero. Por elementales razones técnicas, Ponte no explica quién la invitó, ni tampoco la razón del viaje ni de dónde salieron los dineros: ya sabemos que explicar demasiado es error común en los engañadores inexpertos. ¿Entonces cómo resolver la aparente contradicción?
   Sí, porque siempre habrá un lector puntilloso, de esos que jamás entienden la caótica logística de la lógica, y este muy bien pudiera preguntarse: ¿Cómo a un ensayista de renombre se le va a escapar el dato elemental de que en el periodo 2013-2018, por motivos personales, viajaron al exterior tres millones cuatrocientos mil cubanos?
   O quizá peor: que de pronto aparezca el benemérito de los lectores capciosos y pregunte: ¿Acaso Ponte nos está diciendo que ninguno más de esos millones de viajeros eran hijos de funcionarios? ¿Qué un hijo de funcionario debe carecer de libre albedrío? ¿Qué no tienen derecho a buscar alternativas amistosas, económicas o lo que sea por sí mismos, sino que están obligados a recibir manutención y sufrir eterno control paterno?...
   ¿Cómo resolver el dilema? Asombra la simplicidad del procedimiento, el cual consiste en negar lo que hasta hoy se ha teorizado sobre el signo lingüístico. Les llegó su hora, Peirce y Saussure, pues en lo adelante la palabra expresará única y exclusivamente lo que su dueño quiso expresar. No serán aceptados ni hermeneutas ni malentendidos. O sea, a tono con la ideología que defiende, Ponte parece decir: Estimado lector, mi palabra es propiedad privada; aquí ofrezco un significado puro, sin las indeseables tiranías socialistas de los contextos.
   Es lo que yo digo que dice, y no lo que cualquiera dirá que diría, y esto no es un decir. El aparente retruécano pudiera explicarse con el origen de la palabra texto, la cual proviene del latín textus, tejido. O sea, nadie compra una sábana o una colcha de trapear para luego leerlas; desde el punto de vista estructural, lo que importa es cómo ambas piezas fueron entretejidas.
   Quiero decir, a este ensayista de renombre habría de glosársele, sobre todo, echando mano a herramientas meta-ultra-posestructuralistas, porque en él los sentidos no son rectos. Su pensamiento enrumba felizmente hacia la inmensidad del mito, la alegoría, los tesoros de la tradición, y esto lo hace con una mirada sinuosa.
   Por eso, al deslizar un razonamiento propio de la Edad Media —o quizá de la sharia más prístina—sutilmente nos ha transportado al origen del pensamiento patriarcal, lo cual sienta las bases para el admirable salto cualitativo. Como en esa época el padre ejercía un poder absoluto sobre cada miembro de la familia, esto permite realizar una muy efectiva actualización del Génesis, para que entonces ocurra una suerte de pecado original en reversa. O sea, en este curioso post-Origenno será el neo-Adán quien se coma el Fruto del Bien y el Mal; ello ahora será tarea de su hija, con lo cual la culpa será asignada con carácter retroactivo.
   Ciertamente, estamos aquí en presencia de una transfalacia de indudable interés didáctico, la cual no solo cumple con creces su tarea puntual, sino que además abre campos para futuras investigaciones. Además, que en tres párrafos no se pruebe nada, no es importante para la teoría de la desinformación, en todo caso sería un mérito. Por eso aquí Antonio José Ponte se dedica a hilvanar una falacia típica tras otra. Por ejemplo, una de ellas es la llamada del “Franco tirador”, la cual consiste en tirar un bala a cualquier parte de la pared, y luego pintar un blanco alrededor del agujero. Así el tirador puede decirnos: Qué clase de puntería tengo; donde pongo el ojo, pongo la bala.
   Otra, es la contextomía o amputación del contexto. Que el tiempo pase y con este se trasformen las diversas circunstancias, nunca será importante para el manipulador. De tal modo, para mostrar la ineficiencia y mala voluntad de cierto funcionario cubano actual, se toman un par de ejemplos cuestionables ocurridos cincuenta o sesenta años atrás, sin importar que dicho funcionario fuera entonces muy pequeño o no hubiera nacido.
   Tal razonamiento, también implica una curiosa y muy relativa interpretación de la Teoría de la Relatividad de Einstein: relativización doble por aquello de si no quieres caldo... Se le conoce como Falacia del Psicólogo, y consiste en asumir la experiencia subjetiva como la verdadera naturaleza del evento. Esto, que durante muchísimos siglos hizo posible que el Sol girase alrededor de la Tierra —o que la Tierra fuera plana, dada la apariencia del fenómeno— ahora prueba que el pensamiento del autor permanece virgen en el pasado.
   Si antes vimos cómo nos daba una posmoderna interpretación del Génesis, de pronto ahora vemos cómo se nos ofrece una visión post-hinduista del mundo. O sea, el mantener intacta la mente en el pasado, a la vez que el cuerpo migra hasta el presente, constituye, sin dudas, un tremendo ejercicio de reencarnación incompleta.
   Por último, y si bien lo hace como al descuido, en su texto también aborda un asunto de creciente inquietud: el de la censura artística y la libertad de expresión. Como buen articulista, no desperdicia oportunidades, y se revela como alguien comprometido con la realidad que vive. Hábilmente aprovecha que el objetivo de su texto es no decir, para de ese modo decirnos algo que no parezca dicho. Así evade la censura, al tiempo que la denuncia.
   En efecto, y como consecuencia de la llamada Ley Mordaza, en su entorno ya son varias las personas que han sido encarceladas por emitir un tuit, cantar una canción o pintar un grafiti. Según datos del Ministerio del Interior de España, hasta marzo de 2018, en ese país se habían impuesto más de 285 000 multas por sobrepasar marcos de opinión.
   En fin, salvo en esa ligera —y bien justificada— digresión, son abundantes las falacias empleadas por el autor, lo cual demuestra su extraordinario dominio del tema. Podemos identificar la de muchas preguntas, la del falso dilema, la del historiador, de la prueba anecdótica, del apostador, o la muy eficaz, conocida como efecto de encuadre.
   ¿Quiere usted ver el resultado que se logra con la adecuada utilización del efecto de encuadre? Es fácil. Por ejemplo, busque la persona más limpia que conozca, tírele una foto desde un milímetro de distancia, y luego cuénteme lo que ve.
   Reitero, según hemos visto el objetivo de Ponte no era opinar; solo llevar a la práctica, con fines didácticos, cierta metodología, y esto lo hace de manera brillante. Y, ciertamente, a pesar de su descuido borgeano, tampoco se le debe tachar de haber ignorado a los clásicos. Shakespeare dijo: “Las palabras están llenas de falsedad o de arte”. El arte, según hemos visto, le hubiera resultado un grave impedimento.

(Ensayo crítico sobre un artículo en Diario de Cuba. La Jiribilla, septiembre 2019)

Monday, March 16, 2020

Juan Abreu vs. Leonardo Padura y Abilio Estévez


Por truculencias del azar veo una foto de la fiesta del cincuenta aniversario de Tusquets la editorial. Llama mi atención en la foto (de familia podría decirse) Almudena Grandes cual paquebote escorado instalada entre los cubanos Padura y Estévez, escritores adscritos al cubaneo el costumbrismo el isleñismo y al meneo de culo nostálgico sin comparar a Padura que es una sucia y típica excrecencia del castrismo con Estévez que no es lo mismo que Padura, creo, aunque nunca he sabido francamente lo que Estévez es. Cuando quiero pensar en algo grotesco pienso en Almudena Grandes y cuando quiero pensar en escritorzuelos abyectos pienso en Padura y en Estévez nunca pienso la verdad.

(publicado en la red, agosto 2019)

Friday, March 13, 2020

Orlando Luis Pardo Lazo sobre Gilberto Padilla Cárdenas


Las metaforitas animales están agotadas desde Diáspora(s) y la juancarlosfloridad. Gilberto Padilla tiene que parar. Llegó tarde a todo. No pudo poner una sola acción, sólo palabras. All talk, no action (diría el míocid Donald J. Trump). Entendemos su soledad. Es garcíamarquiana y pázica (y amanerada). Pero no estamos para él, ni tampoco para sus reciclajes de acontecimientos que no vivió en tiempo y forma, excepto como parodia cultural. No lo queremos, porque él no sabe querer, porque él no es la esperanza del mundo. En más de un sentido (y esto no es una crítica sino un encomio, un reconcomio), Padilla es el Amaury Pérez Vidal de la escritura en la Cuba del siglo XXI: porta la razón, pero única y exclusivamente la razón. Y razón sin corazón es carencia constitucional. Ya no estamos allí, nunca estuvimos. Lo proteico y lo prometeico lo espanta. Yo hice un huraco. Si los espectadores no lo habitaron, peor para ellos. Pero el huraco sigue siendo el huraco y yo digo heroicamente hipostasiando.

(publicado en la red, diciembre 2019)

Monday, March 9, 2020

Rogelio Llópis Fuentes vs. “Tres tristes tigres”, de Guillermo Cabrera Infante


En último análisis, Tres tristes tigres no puede tomarse más que como una novela sobre los ocios y sobre las aventuras y enredos eróticos del periodista o crítico de cine Silvestre, el actor de televisión Arsenio Cué, el fotógrafo Códac y el mulato bongosero Eribó, durante un período que tiene todas las trazas expresas a la vez que tácitas de corresponder -si bien carece por completo de sus convulsiones históricas- a las postrimerías del régimen de batista. No obstante su condición de personaje de galería, La estrella tiene más vida que todos los demás personajes juntos de la novela, y ninguno puede competir con Bustrófedon en cuanto a proyección fantástica. Los pasajes elegíacos que a Cabrara Infante le inspira la muerte de ambos personajes constituyen momentos memorables. Las diferentes versiones del mismo cuento que ha ideado para “Los visitantes” llegan a abrumar al lector, no menos que el cúmulo de giros, frases y citas en inglés, que tanto aquí como en “Bachata”, campean por sus respetos.
   La sección del libro en que hace su aparición La Estrella es a mi modo de ver el logro más acabado de la narrativa de Cabrera Infante.
   Por lo que respecta a su composición, Tres tristes tigres pone al descubierto, en primer lugar, la malicia literaria de su autor. A una pregunta del novelista español Corrales Egea, en la entrevista publicada en el número 17-18 de la revista Casa, Cabrera Infante responde como sigue: “Sí, estoy trabajando (con rapidez y facilidad y con ganas) en un libro de cuentos, unidos orgánicamente no sólo por el título, sino por una pequeña y desmesurada astucia técnica: están escritos todos en primera persona”. Huelga consignar que el libro al que se refiere el entrevistado es Tres tristes tigres. En otra parte de la entrevista dice: “Formalmente, el libro es un experimento con el habla del cubano”. La ejecución de la novela demuestra que el autor no se ha apartado sensiblemente de sus anunciados procedimientos técnicos. En mi opinión, el experto manejo artístico del habla cubana empequeñece y opaca cualquier otro logro. Pese a todos los hábiles artificios de Cabrera Infante, la novela se resiente de falta de unidad, de desarticulaciones con cierto tufo a estrafalario cajón de sastre. Hasta la página 204, repito, entronca grosso modo con Así en la paz como en la guerra, después predomina la visión y la tónica estilísticas de “retrato del crítico cuando caín”, que vale tanto como decir: la indesmayable influencia de S. J. Perelman.
   Si en algo se parece Tres tristes tigres a Así en la paz como en la guerra es en el cometido estético que se proponen llenar las viñetas. En la novela entrañan revelaciones de carácter generalmente patético hechas al psiquiatra por jóvenes pacientes del sexo femenino; en el libro de cuentos versan sobre la lucha contra Batista y figuran antepuestas a cada uno de los cuentos, que, casi en su totalidad, se hallan insertos en un ámbito de paz civil. En la novela, a diferencia de lo que sucede en el libro de cuentos, el contrapunto no salta a la vista; varias viñetas se quedan cortas en contenido patético, o lo que es peor, lo distorsionan o malogran, y por consiguiente son ahogadas en el contexto o caudal narrativo propiamente dicho, empeñado con invariable tenacidad en pulsar la cuerda humorística.
   Demos por descontado que dicha novela, al rehuir o no poder plasmar un significado de conjunto, válido para la experiencia humana que recrea, entronque con la “antinovela norteamericana”, tal como es definida por Truman Capote, Norman Mailer, Susan Sontag o Norman Podhoretz. Tres tristes tigres es el antípoda de lo que estos narradores y críticos tienen por una antinovela. Su enfoque no es periodístico, y el compromiso ningún papel compone en ella. Por otro lado, la antinovela norteamericana busca su significado en el reportaje interpretativo, o simplemente se propone no tener más significado que el que establezcan los hechos narrados, mientras que el precario o amorfo significado que se desprende de la novela que aquí se comenta, arranca a mi parecer como una sola pieza del esfuerzo creador de la imaginación. En este punto, han sentado plaza los desdoblamientos, los descoyuntamientos o desarticulaciones.
   Ya que a lo largo de toda la novela se ha cargado la mano tan descomedidamente del lado del humorismo, a nadie debe sorprender que su contenido emocional arroje un saldo de liviandades. Un humorista norteamericano desconocido fuera de su país (no creo que haya gozado en vida de notoriedad internacional), Franklyn P. Adams, nacido en 1881, consignó en una de sus tantas crónicas periodísticas que alcanzan un nivel antológico, que el escritor debe valorar más la emoción que el sentido del humor, y que el conflicto entre lo uno y lo otro era cosa frecuente. Para mí, la ausencia de un contenido de ponderable envergadura en el orden de la experiencia humana, excluye en Tres tristes tigres toda posibilidad de arte simbólico o de cualquier otro arte, salvo, desde luego, el mimético en su más ostensible, completa y provechosa acepción.
   Al ceñirse a pintar con largo aliento y vivos colores el clima bachatero, así como las peripecias funambulescas de la vida habanera de los años 50, gozada o entendida como parranda, Cabrera Infante implícitamente destierra de su novela todo simbolismo capaz de trascender los hechos narrados. Entre otras particularidades, buen número de las cuales ya han sido tocadas aquí, las intermitentes y por lo general espumeantes tiradas poéticas y el persistente y llamativo humor “perelmanesco”, compensan con creces tal inexpresividad.

(Algunos tics de T.T.T. Revista Término, No. 4, verano 1983)

Wednesday, March 4, 2020

Zoé Valdés vs. Roberto Fernández Retamar


Murió Roberto Fernández ’Reptamar’.
   En mi novela ‘Te di la vida entera’ lo rebauticé como Betamax.
   Mientras viví allá escribió que yo era una gran poeta. En cuanto me largué afirmó lo contrario.
   Creo que fue Pablo Neruda quien escribió aquel verso: “líbranos de retamares y traidores”. Muy merecido, por cierto.
   También me contó María Luisa, viuda de José Lezama Lima, que cuando Retamar le llevó unos poemas a Lezama para que los elogiara, Lezama muy serio le soltó aquello de que “de su poesía emanan unos efluvios de buen licor de Oporto...” Después cuando el otro se había ido se mataba de la risa con aquella carcajada que parecía que borboteaba: “¡...De Oporto, jojojojo, de Oportunismo, jojojojo...!”
   La última vez que lo vi fue durante el Período Especial, en la Óptica de Línea, llevaba los espejuelos de pasta empatados con esparadrapo, la libreta de racionamiento le sobresalía del bolsillo de atrás del pantalón mugroso, y caminaba dando tumbos de medio lado. En eso entró alguien vendiendo no sé qué en el mercado negro, y sin averiguar mucho el autor de ‘Calibán’ se lo arrebató al vendedor. Eran unas empanadas tiesas y verdosas por los costados. Allí mismo se las zampó con un hambre de mil demonios mientras luchaba con la dentadura postiza que le bailoteaba en la boca.
   RFR fue de los firmantes de la Carta a favor del fusilamiento por parte del régimen castrista de tres jóvenes negros en Cuba en el año 2003.
   Lloriqueen, ratas.

(publicado en la red, julio 2019)