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Friday, November 29, 2013

Manuel Millor Díaz vs. Jorge Mañach

Mañach y los de su generación, constituyen hoy la tesis carcomida, y pútrida que se revuelca en sus últimos estertores. No importa que truene con los rayos de su negación. Ni con su actitud de incomprensión de mentalidad presuntamente ahíta de sabiduría se levante como un santo laico imponiendo como norma "su verdad" para señalar las fronteras de lo cierto y de lo falaz. Lo cierto es su derrumbe inevitable. Lo falaz es su empecinamiento en persistir. La fe y el ideario de los hombres de la Revista de Avance se ha derrumbado porque estos artífices de la pluma y el verbo han sido los grandes sofistas de la Revolución cubana. Nos enseñaron un lenguaje y un estilo nuevo. Pero nada más. Sobre su habilidad de alquimistas que todo lo tornaban en oro al contacto con su palabra tersa y cantarina y de su prosa embrujadora, se ha levantado el bostezo y la indiferencia del pueblo. Y ya hoy se lee una página de Mañach o se escucha una oración suya con la misma indiferencia que se asiste al cinematógrafo a presenciar un drama conmovedor. Al regreso nos hemos olvidado de todo. Es que, como muy certeramente dijo Lezama Lima, cambiaron la "fede por la sede".

(Sobre el diálogo Lezama-Mañach. Prensa Libre, octubre 1949)

Thursday, November 28, 2013

Emilio Bobadilla vs. Aniceto Valdivia

Personalmente Valdivia no me es antipático del todo, y le estoy agradecido por alabanzas que en otro tiempo escribió con motivo de mi personalidad humilde. He dicho, y no tengo empacho en repetirlo, que es hombre leído, si bien le sucede lo que á ciertos animales inferiores, que, á diferencia de los carnívoros, tragan mucha materia indigesta, según advierte Spencer; nada tonto, de los vulgares, porque hay el tonto literario, que es quizá el peor de los tontos.
   Valdivia carece de sentido crítico, y á veces de sentido común; juzga por impresiones, sin método; no sabe asociar las ideas; todo lo caldea con el fuego de su imaginación enferma.
   Hay en sus escritos dejos de lirismo hugoniano, hinchazones hidrópicas, salidas de tono, desplantes de epiléptico. Hay momentos en que parece un loco á quien se ha puesto una pluma en la mano mojada en sangre de tonina. A ratos, parece un Carlyle traducido y rebajado, sin el talento, ni sombra, del famoso historiador inglés.
   Su prosa churrigueresca y malsonante me produce el efecto de un gran collar de cuentas de vidrio multicolores, desgranado sobre un caldero viejo.

(Triquitraques, Madrid, 1892)

Wednesday, November 27, 2013

Antonio Rodríguez Salvador vs. Manuel Sosa

Esto último le pasa también a Manuel Sosa. Niega el tiempo, aunque no lo haga con la maestría de un Borges; menos aún con la ingeniosidad criolla de mis amigos bromistas. Años atrás escribió un libro titulado Saga del tiempo inasible, y por elemental secuela de la construcción gramatical no hay dudas que para él habrá cierta clase de tiempo que puede ser asible: quizá un par de meses que pueden guardarse de reserva en el bolsillo, o vaya usted a saber si un tiempo de reloj roto. En cualquier caso, si la combinación “tiempo inasible” no expresa una sosa redundancia, puede que entonces sea otro afeite para su ya un poco decrépita, aunque obstinada pubertad.

(Camino de la media rueda o saga del compañero Manuel Sosa, Cubaliteria, enero 2010)

Tuesday, November 26, 2013

Jesús Díaz vs. Jesús Orta Ruiz (El Indio Naborí)

¿Es revolucionaria una buena parte de la literatura soviética —Chapaiev, La Joven Guardia— que a pesar de tratar en todas sus páginas el tema de la Revolución quedarán en la historia como ejemplo de mala literatura? Y en Cuba, ¿son ejemplos de literatura revolucionaria las décimas del Indio Naborí, o las cuartetas de Martín Proletario? ¿Puede el socialismo aceptar que la antigüedad quede representada en la historia literaria por La Ilíada, la edad media por El Cantar de Mío Cid, el capitalismo por La Montaña Mágica, y quedar él representado por una literatura reducida a la consigna?
(…)
   Es necesario que esa obra, para ser considerada obra de arte lo sea efectivamente, y el arte tiene sus leyes, y estas son rígidas. Las décimas del Indio Naborí, o las cuartetas de Martín Proletario a las que me referí anteriormente pueden, en el mejor de los casos, tener una muy relativa eficacia política inmediata, pero no son arte, no pueden ser ejemplo de literatura revolucionaria. La propaganda política puede y debe servise de algunas formas artísticas, esto es lícito y necesario, pero confundir la propaganda con el arte, o reducir la función del arte revolucionario a la del cartel, es inaceptable.

(Publicado en Bohemia, 1966)

Monday, November 25, 2013

Fermín Gabor vs. Cintio Vitier

Algunas de sus páginas ensayísticas (hasta un par de libros enteros, con todos sus empecinamientos y patinazos) soportan bien la relectura, y puede que resulten deslumbrantes para quien hoy las lea por primera vez. Y yo reservaría igual suerte para algunos de sus poemas, aunque adivino la disuasiones que tendría que oír.
   Disuasión primera: la poeta es su mujer, Fina García Marruz, no él.
   Disuasión segunda: los poetas de verdad de ese grupo son Gastón Baquero, José Lezama Lima, Eliseo Diego, la ya aludida señora, Virgilio Piñera, y hasta Octavio Smith y Ángel Gaztelu si la cosa apura. Pero él no.
   Disuasión tercera: fue, más que nada, un antologador de poesía.
   Disuasión cuarta: demasiado crítico para ser poeta.
   Y así, por el estilo.
   Como si la poesía tocara a uno por núcleo familiar. Como si en la guagua de Orígenes no pudiera empujar uno más, aunque viaje colgado. Como si el raciocionio no trajese su poesía gélida. Como si no existiera la poesía pujona, que habla de lo difícil que es ser poesía. Como si sólo hubiera lo confesional del corazón, y quedase vetado lo no menos confesional de la inteligencia...
   Sus novelas, ejem, toso, trago agua, miro el reloj, le hago un cuidado lazo a cada uno de mis tacos y, ya que ando por allá abajo: fue calcañal de índigena lo que escribió como narrativa. Bagazo en salsa esas novelas suyas. ¡Y cómo se dolió de no ser considerado narrador!
(…)
   Los buenos ensayos y poemas de Cintio Vitier fueron compuestos bajo el gobierno de Tacón. Ya podría creerse él que iba matando canallas con su cañón de futuro, que cabalgaba sobre una palma escrita: lo cierto es que llevaba muerto por lo menos cuatro décadas. (Valga una datación aproximada: Crítica sucesiva incluye, en 1971, las que debieron ser sus últimas lecturas contemporáneas de peso. Luego, mucho Cardenal. Mucho Nicaragua me duele por aquí, Nicaragua me duele por allá. Mucha teología de la liberación, consomé de sotana guerrillera. Y José Martí como joker de la baraja.)
   Se podrá estar en desacuerdo con lo dicho hasta aquí, pero nadie me discutirá que, en las últimas décadas, cuando sonaba el nombre de Cintio Vitier era menos por sus páginas que por sus barrabasadas. Y, como no pienso malgastar la tarde (escribo en una tarde otoñal y húngara) trayendo a cuento cada uno de esos momentos bochornosos, me pondré a antologarlos.
   Suya fue la ocurrencia, puntual para la conmemoración del cincuentenario de Orígenes, de relacionar el cierre de la revista con el asalto al cuartel Moncada. Vitier aseguró ante las cámaras televisivas que después de Orígenes no podía venir sino el ataque al cuartel de Santiago. Conectaditos ambos actos como si se tratara del cambio de estrategia de un grupo clandestino que pasaba de la edición de una revista a la violencia de las ametralladoras. (Quien comprara por entonces el último número de Orígenes recibía, como artículo convoyado, un brazalete del Movimiento 26 de Julio. Los torturadores de Batista no se ponían de acuerdo: según unos, el cabecilla de aquel ataque respondía al nombre de José Castro Ruz, mientras que otros traían a colación a Fidel Lezama Lima.)
   Metido en el agua jabonosa del cincuentenario origenista, Cintio Vitier jugó otra vez con las causalidades. Sin que se le amotinase la crencha ni alforcita de su guayabera se torciera, fumigó la tesis de que los escritores del grupo Orígenes (él y su esposa entre ellos) eran los presocráticos del Sócrates que fue José Martí.
   ¡Aúpa y papaúpa!
   Posaba Vitier de presocrático cuando, en verdad, era previllapólico. Pues, mucho antes de que Nitza lanzara al mundo la receta de croqueta de gofio, él solo, sin la ayuda de Margot, se había inventado ya sus buenas variantes del arroz con mango histórico. (El juego de la chapita fue su fuerte. Si bien una curiosa modalidad de ese pasatiempo, en donde la presteza de mano conseguía que, por cada ocasión destapada, apareciese el grupo Orígenes.)
   A raíz de la estampida de balseros de 1994, se bajó con el sucusucú de que aquellos muchachos fugabánse en balsas (no en alas) por no haber leído a Martí como era debido. De los mayores no dijo ni pío, quizás debido a su imposible reeducación. Pero los jóvenes, esos jóvenes, ¿cómo después de haber leído al Apóstol eran capaces de abandonar la Patria? Lo que faltaba allí era una buena edición de las Escenas Norteamericanas. Porque si esos jóvenes las hubieran leído, no sé, no podrían salir...
   Una vez más, el autor de Ese sol del mundo moral daba muestras de su tremenda agudeza ante la realidad. Demostraba su profunda comprensión del espíritu del Apóstol al brindarle a éste el papel de guardafronteras: yugo, más que estrella.
   Una década más tarde, en abril de 2003, Vitier volvió a exhibir su inteligencia fronteriza. Ocupábase otra vez de fugados, lució firmeza de inquisidor ante quienes pretendían escapar, y ningún prurito le impidió plantar su firma en la carta pública que abogaba por el fusilamiento de tres jóvenes y el encarcelamiento de setenta y cinco disidentes.

(La lengua suelta # 56, La habana Elegante, segunda época)

Friday, November 22, 2013

Manuel Sosa vs. Encuentro

Los que hemos publicado en Encuentro sabemos que sus filtros son caprichosos. Y hemos podido comprobar que todo lo que venga de la isla tiene prioridad, sea cual sea el atuendo.
   También sé que algunos colaboradores habituales lo piensan dos veces antes de enviarles un artículo. Y que otros no envían por principio, al alegar que el sitio se ha convertido en una sociedad exclusiva, donde no entran ciertos nombres.
(…)
   Lo que más nos preocupa a los asiduos del diario electrónico: cada vez toma menos tiempo leer su página. Como nos ocurría con el Granma. Se abría, se le echaba una ojeada por encima, nos deteníamos en un espacio específico, dos o tres minutos, y ya.
   Soy defensor de Encuentro, de la necesidad que tenemos del portal, del diario y la revista. Y creo que va siendo hora de que se haga verdaderamente representativo, por mucho que les cueste y les pese. O todo el mundo va a terminar con un blog a cuestas, que es el castigo mayor que se pueda concebir.

(Los filtros de Encuentro. Blog La Finca de Sosa, marzo 2007)

Thursday, November 21, 2013

Jorge Salcedo vs. Eliades Acosta Matos

Eliades Acosta Matos,
un hombre de pensamiento
oficial, de gran talento
policial, marxista innato,
reformador del castrato
en castrismo, bailador
social, buen historiador
de historias, crítico impar,
se va a Madrid a salvar
los logros del logrador.

(Blog Salcedo Diario, Jul. 2008)

Wednesday, November 20, 2013

Guillermo Cabrera Infante vs. Edmundo Desnoes

Entre las “aventuras sigilosas” de Lezama está su encuentro con un efebo escribano que los años transformarían en un mal aprendiz de comisario cultural y al que una efímera fama como novelista revolucionario (según ciertos críticos cubanizados) otorgó un nombre y una atención que no merecía. No voy a nombrarlo pero sí quiero contar una de sus primeras salidas oportunistas. Este novelista cuando joven (ya entonces era ambicioso y ambiguo) se acercó adulador a Lezama, quien quedó prendado de su belleza. Es verdad que era falso pero era bello. Alto, esbelto, rubio, de ojos asombrosamente azules, y Lezama, al revés de Virgilio, siempre se dejó admirar por jóvenes bien dotados, mirándolos tal vez como posibles amantes o como futuros discípulos. Un día Lezama llevó al efeboliterario, recién conocido, a una reunión en la finca frutal de un mecenas literario, entonces un poderoso periodista, enérgico y agresivo y rico y no el pobre exilado ecuánime que es Hoy . Era un antiguo colaborador de Orígenes y protector de Lezama. Parecía que el orgulloso poeta no necesitaba padrinos pero siempre estuvo a su merced y los tuvo todopoderosos, innúmeros.
   En la reunión el escritor, el efebo o lo que fuera entonces se sentó a los pies de Lezama, atento al amigo rumor del poeta. En un momento que se quedaron solos, recostado contra las robustas rodillas de Lezama, le dijo: “¡Qué manos más bellas tiene usted, Maestro!” Lezama, que nunca tuvo nada bello, entendió que el elogio a sus morcilludas manos era más bien un avance y decidió invitar a su adulador amigo a dar una vuelta entre la aireada arboleda. En un rincón recoleto Lezama trató (como contó el escritor) de besar los labios de su compañía, que sintió una súbita repulsión incoercible. Es posible que sucediera así pero era un sucedido íntimo. Al poco tiempo este efebo escritor se las arregló para editar una revista efímera en que publicó un cuento que se llamaba “El hombre gordo”. Aquí relataba el incidente, añadiendo a la repulsión física bastante náusea literaria (el existencialismo estaba entonces de moda) y aunque no decía nombres la descripción de Lezama era exacta. Pero no contento con la publicación, el libelista hizo llegar un ejemplar de la revista a Lezama. Tal vez Lezama se sintió herido pero sus gritos fueron como siempre literarios. Sabiendo que el escritor efebo estaba viviendo en casa de un pintor tan chino como mulato y tan talentoso como malévolo, publicó en un próximo número de Orígenes la primera entrega de una novela en clave, verdadera román a Klee, en que describía cómo una blonda criatura púber vivía con un pintor malayo y por las noches del vientre del pintor asiático se desprendía un gusano —que hurgaba en el cuerpo casi albino del huésped para introducirse obsceno. Tal vez ambas historias sean apócrifas pero lo que queda Hoy es la mala literatura de “El hombre gordo” contra la prosa poderosa del relato del pintor malayo, su gusano insidioso y el efebo penetrado, hecho nubil de noche. De ese infierno íntimo surgió público Paradiso.

(Vidas para leerlas, Alfaguara, 1998)

Tuesday, November 19, 2013

Norge Espinosa sobre “Lo cubano en la poesía”, de Cintio Vitier

Lo cubano en la poesía, coincidamos, es un libro imprescindible. Como tal, se le ha manipulado de los modos más diversos. Hoy, el poeta y ensayista que lo firma insiste en presentar esas páginas como una suerte de premonición de lo que Cuba sería después de 1959. A esa lectura caprichosa se han enfrentado varias voces. Mi generación ha querido desmantelar su afán político, insistiendo en el modo en que, además, Vitier se aparta de aquellos autores que no comprende, o de quienes se siente distanciado. Pobres son, por ello, las páginas de un libro que se supuso en sí mismo tan abarcador e integrador de todas las formas y fórmulas de lo cubano, en las que Vitier manifiesta su desconcierto o desdén ante lo que la Avellaneda, Virgilio Piñera o Dulce María Loynaz ofrecen a ese margen. La primera porque, a pesar de esa pieza excepcional que es su soneto Al partir, no le ofrece «una captación íntima, por humilde que sea», de lo cubano. Piñera, por razones que hoy entendemos como de mezquindad, critica: la importancia que tiene La isla en peso debiera acallar esos párrafos que huelen más a riña callejera que a certeza literaria. Y respecto a la Loynaz, el crítico se limita a mencionarla... en una nota al pie.
   Coincidamos también en que determinados arrebatos verbales del libro ya nos son intolerables. Hundir a esos autores mencionados para levantar sonido y furia sobre otros no tan dotados, es un gesto que viene acompañado de expresiones que hoy ya no sostienen demasiada fuerza crítica. Para loar al padre Gaztelu, un poeta menor del grupo origenista, Vitier echa mano, por ejemplo, a los siguientes fraseos: «cándidos primores», «pintado gozo verbal», «su garza buida», «su lindo caracol». Es el mismo Gaztelu al cual Rodríguez Feo cenizó, espantado al leer aquella décima risible donde el cisne es comparado a un almohadón de pluma.

(Sobre Lo cubano en la poesía, Encuentro de la cultura cubana, No. 24, 2002)

Monday, November 18, 2013

Antonio José Ponte vs. “Das Kapital”, de C. A. Aguilera

Quienes desconozcan en otras literaturas ejemplos tan o más raros que los que C. A. Aguilera alcanza a mostrarnos, deben sentirse aterrados frente a un libro como éste. Es para esos lectores, para ese terror, que el libro se publica. A ellos les está dedicado.
   Recorrer los primeros poemas de su autor, leer su primer libro y asistir ahora a la aparición de Das Kapital ayudará a comprender por qué C. A Aguilera resulta ser, como él mismo supone y suponen sus comentaristas, un límite de la literatura cubana. Con él comienza a desaparecer (todo límite lleva un busto del dios Término) la poesía y empiezan para el lector las tierras bárbaras del desinterés y del aburrimiento.

(C.A. Aguilera en los límites, La Gaceta de Cuba)

Friday, November 15, 2013

Jorge Fornet sobre Wendy Guerra

Ya comenté en algún sitio, por ejemplo, la paradoja de que a muchos escritores se les reprocha estar plegados al mercado por eludir la "realidad" de sus países, mientras que a los cubanos se les reprocha lo mismo, exactamente por la razón inversa. Pero está claro que los riesgos de que el escritor sea influido negativamente por los intereses de los editores o agentes literarios están latentes. Me llama la atención, por ejemplo, el caso de la novela de Wendy Guerra Todos se van. Durante años Wendy estuvo trabajando en torno a la figura de Anais Nin y esta novela era, de hecho, parte de ese proyecto. Sin embargo, Wendy contó que en algún momento Carmen Balcells le había recomendado despojar el texto de la historia de Anais Nin y concentrarlo en la figura y el drama de ese personaje cercano a la autora. ¿Por qué? ¿Por qué Wendy debe renunciar a aquella historia y concentrarse en sí misma y en su entorno? No tenemos modo de saber si el consejo obedecía exclusivamente a factores literarios o si respondía a una idea preconcebida de lo que debe ser (y a lo que debe dedicarse) un autor cubano. Es probable que, efectivamente, la novela de Wendy haya mejorado, pero es improbable que un editor cubano hubiera hecho tal petición, lo que significa que, de haberse publicado aquí, estaríamos leyendo otro libro. 

(Jorge Fornet y el camino de los cuestionamientos, entrevista de Elizabeth Mirabal Llorens, La Jiribilla, No. 305, 2007)

Thursday, November 14, 2013

Alexis Romay vs. Abel Prieto

“Atendiendo a su experiencia”
(por ser dócil y discreto),
“liberaron” a Abel Prieto,
defensor de la incongruencia,
príncipe de la indolencia,
ya ex ministro de cultura,
funcionario de estatura
que cumplirá su tarea,
siempre y cuando esta no sea
escribir literatura.

Despedida (y reconocimiento) al que firmaba los permisos de salida (de escritores y artistas). Blog Belascoaín y Neptuno, Mar. 2012

Wednesday, November 13, 2013

Luis Manuel Pérez Boitel vs. Francis Sánchez

Créeme, con la misma sinceridad con la que una vez nos conocimos y nos hermanamos en la poesía y en la vida, que me pareció muy ridículo y trasnochado que emplazaras a un pequeño grupo de jóvenes que como yo, participábamos de un acontecimiento, de un gran homenaje a un hombre que para mí es la personalidad más emblemática de humanista de estos dos siglos a nivel mundial, realmente un homenaje donde un pequeño grupo de escritores y artistas pudimos participar, y llevar allí más que nuestra trayectoria personal, más que nuestro ego, el nivel de convocatoria que muchos integrantes de esta organización de vanguardia hoy tienen en ese amplio espacio que llamamos cultura nacional. Es lacerante que esas palabras vengan de ti, que bien conozco tu sensibilidad, tu poesía, incluso de tu protagonismo en la propia AHS, cuando ganaste la Beca Nacional de Pensamiento en 1999, y si repaso aún más, no es difícil admitir que la mayor parte de tu obra, y de tus lauros, los alcanzaste cuando formabas parte de esa organización. Razón suficiente para escribirte con estas palabras, agrupadas bajo la última frase que articulas en ese discurso tuyo.
   Y es que hace falta un poquito de vergüenza por nosotros mismos, por los que estamos acá, en este país-isla o isla-país, y hemos decidido hacer nuestras casas de algún modo, o instalarnos en algún pequeño sitio que pueda llamarse capital, provincia, municipio o batey. Lo importante sería, para los que piensan que si este país tuviera una marcha atrás, las cosas fueran tan claras como para perdonarnos porque puede pensar alguien que se ha quedado de algún lado de la isla —fuera de la historia— como tú apuntas, y va a recibir algún beneficio por ello, algún toque de suerte. Imposible. La suerte está echada, como sentenció César y la diferencia no existe a no ser los que están en el convivio de este tiempo en este país y los que por alguna razón ya no están en el país y es que esa otra diferencia no es el límite real quizás visible, ni la zona franca verdadera.

(correo publicado, 2007)

Tuesday, November 12, 2013

Ernesto Hernández Busto vs. Duanel Díaz (2)

Si yo fuera Duanel Díaz, protestaría porque esta polémica mía con Rojas no aparece citada en su omnisapiente ensayo Bloom, las tareas de la crítica cubana y los debates del canon cubensis. Lo acusaría de plagiar mi crítica al academicismo de ese libro de Rojas y lo mandaría, de paso, a leerse la Crítica del juicio, que al parecer sólo conoce de oídas. (Gracias a Duanel nos enteramos que el sentido kantiano de “valor estético” es “aquello que tiene su fin en sí mismo”).
   Si yo fuera Duanel Díaz, mostraría un poco más de prudencia y coherencia intelectual a la hora de defender la existencia de una rica polémica habanera sobre el canon literario sin citar referencias bibliográficas.
   Tampoco pondría a René Vázquez Díaz a la altura de Rolando Sánchez Mejías, en un sintomático y nada agonístico "todo vale". Aprendería a diferenciar entre “caudillismo” y “perspectiva romántica”, repasaría la afirmación de Hernández Busto sobre la manera en la que Cyril Connolly completa a Bloom, mejoraría un poco mi sintaxis, trataría de no mirar los libros de mis colegas con la lupa de una ridícula autosuficiencia.
   Si yo fuera Duanel Díaz me daría cuenta de que Antonio José Ponte no publica hoy en Cuba porque su crítica del nacionalismo origenista ha devenido crítica política, como se reconoce en el prólogo a El libro perdido de los origenistas. A pesar de que varios de esos ensayos, en efecto, se publicaron en revistas habaneras y se recogieron por la Editorial Vigía, esa antología, con prólogo y ensayo final es hoy impublicable en La Habana, como lo fue en su momento el ensayo de Sánchez Mejías Olvidar Orígenes.
   Si yo fuera Duanel Díaz, cuidaría los clichés del tipo "tapar el sol con un dedo", trataría de pensar sin los fórceps del academicismo y de escribir sin los peores tics retóricos de la “escuela del resentimiento”. Y por supuesto, si yo fuera Duanel Díaz disimularía mi malestar por una entrevista que no lo cita más que una vez.

(Hernández Busto sobre el comentario de Duanel II, Cubaencuentro, julio 2005)

Monday, November 11, 2013

Osvaldo Navarro vs. Emilio Ichiwaka

Creo, sinceramente, que tu crítica, en términos teóricos, se resiente en algo fundamental: refiere el testimonio y la memoria como si fueran un método literario. El testimonio, en los años 60 del siglo pasado, en Cuba y en ciertos sectores literarios de América Latina, se entendió más bien como un género, tanto que la Casa de las América(s) lo incluyó como tal en sus concursos anuales. Para mí, en los contados casos en que sobrepasó la chatura y las torpezas de escritores aficionados, y fue, incluso, más allá del buen periodismo, se convirtió en una variante de la novela, cuyo género, según Bajtin, por ser el único realmente nuevo, está todavía en evolución, y admite cualquier tipo de modalidad experimental; incluso, el uso de recursos como la historiografía y el ensayo. La memoria, por su parte, es algo consustancial, no sólo a la literatura, sino al hombre mismo. La tendencia memoriosa de la novela cubana de los períodos revolucionario y posrevolucionario se debe, a mi modo de ver, a que sus autores, por haber tenido experiencias vivenciales extremas en un momento histórico de suprema complejidad, sintieron la necesidad de dejar constancia y de fijar algunas coordenadas que sirvieran de guía a todos los que, una y otra vez, en el futuro, volverán a los hechos, para sacar conclusiones acerca de lo que sucedió en realidad.
(…)
   Según desprendo de tus opiniones, Hijos de Saturno es una novela fallida, a la que sólo le reconoces la creación de tres caracteres: los padres del protagonista principal y Magdalena Chamizo-Engracia Lecrec. Le reconoces un uso “conveniente” del idioma español, aunque no sé a qué te refieres cuando afirmas que los “españolismos” adulteran el alcance de algunas frases. En este sentido debo recordarte que el español en que se expresa el comandante Eustaquio de la Peña es una ficción literaria, que no sería tan ajeno al ceceo con que se expresa, digamos, Juan Almeida, un comandante real, autor de canciones famosas, quien, en su afán por parecer culto, pronuncia corazón con zeta y todo.
   ¿Cómo es posible, Emilio, que en una novela tan defectuosa como la que presentas en tu crítica puedas hallar un momento narrativo “a la altura de José Donoso” y una décima que es “una de la composiciones de amor más hermosas de nuestra literatura”?
   Tampoco me explico por qué un cubano tan entrañable como tú, no percibas el humor y la ironía con que concebí la realidad en ciertas partes de la novela. Fallé de veras si tú, como lector, no ves, por ejemplo, que, cuando hago mi propia crítica, me estoy burlando de los gacetilleros literarios cubanos, tan propensos a repetir lo que dicen otros más autorizados o, simplemente, lo que dicen otros. Escribí que era una novela con rasgos de posmodernidad como pude haber dicho que era una descarga, no al estilo del jazz soneado o el son jazzeado de Cachao, sino en el otro, ése en que los cubanos solemos desprendernos de nuestras angustias y nuestras desesperanzas, para tormento de quienes nos oyen o nos leen. Dediqué 16 años a escribir Hijos de Saturno. Por eso, tal vez, otros se me adelantaron en determinados temas. Pero estoy tranquilo. No soy un novelista profesional, sino un intruso, que no vive de lo que escribe, ni vive para escribir, aunque sé que mi única posible virtud como escribidor está en decir bien (españolismos aparte) lo que quiero decir.

(Homenaje: Una carta de Osvaldo Navarro, Blog Emilio Ichikawa, diciembre 2008)

Friday, November 8, 2013

Fermín Gabor vs. César López y la Generación del Cincuenta

Padecedor de súbita ceguera, el maestro César López también se ha largado de ferias con una maleta de viajante. (No agobiaré al lector con el inventario de tal valija. Sólo en una generación como la del Cincuenta puede figurar con protagonismo un poeta tan pésimo como ese César López.) Lo mismo que Reynaldo González, atravesó por una etapa de rechazo a dirigentes culturales. Juró no hollar nunca más los jardines de 17 y H, promesa cumplida por algún tiempo. Aunque, igualito a González, ha vuelto decidido a robarse el show.
  Contempóraneo del nacimiento de la televisión, mitad Tongolele y mitad Gina Cabrera, César López parece dotado lo mismo para el cabaret que para el drama. Heberto Padilla lo apodó “La Mamboleta Trágica”, y el nombrete es extendible a la generación en pleno. 
   César López ha sacado de su vuelta al redil favores no sólo para él, sino para la familia. Pues La Gaceta de Cuba, publicación avara en todo lo que pueda entenderse como protagonismo, ha concedido columna fija a Adriana López Labourdette, hija suya residente en el extranjero. (Obedeciendo a cuáles méritos tal vez ni lo tengan claro en la redacción de la revista. Sin obra conocida por estos horizontes y emplazada en belvedere de tan pocas novedades como una ciudad suiza, las columnas de la damita López no ofrecen mérito alguno.) 
   Pero a lo que sí hay que reconocer brillantez es a la tesis lanzada por su padre acerca de cuál ha sido la misión histórica de la Generación del Cincuenta. Sostiene López que las generaciones que le siguen tendrían que agradecer a la suya el haber servido de escudo, de cortina rompevientos, de dique. Pues llovieron los golpes, se nubló el cielo, menudearon los rayos (a algunos los malpartió), ellos resistieron, pasó la tormenta, y han conseguido saludar a este sol que brilla para todos, nuevo sol del mundo moral. 
   Sostiene López que los escritores de la Generación del Cincuenta arrostraron sufrimientos en nombre del género humano, y si ahora fiestean también lo hacen en beneficio del prójimo. Se han hecho oficialistas para librar a los más jóvenes de la terrible carga de sonreír y dar la mano. Aquellos que gozan de tiempo para leer y escribir, los que habitan este hermoso presente preñado de promesas, viven encaramados sobre los hombros de ellos, escritores mayores. Como chivo expiatorio, la Generación del Cincuenta detenta el disparo de whisky y la bofetada del jamón. 
   Una tesis así resulta ser variación sobre el viejo poema de Roberto Fernández Retamar que preguntaba, recién triunfada la revolu, a quiénes debían los sobrevivientes la sobrevida. Acomplejados por no haber entrado en la acción, pandilla de no asaltantes del cuartel Moncada, otros habían peleado en lugar de ellos, para ellos. Y ahora, en reversión del poemilla retamariano, resultaban ser ellos los asaltantes, los del comando guerrillero, y otros les adeudaban la sobrevida. 
   Lo que no queda claro es cómo, si atravesaron tantas vicisitudes para que éstas no se repitieran, pueden figurar ahora como cúmbilas de los que castigan, como cómplices del rayo que no cesa. 
   Al parecer aquí reside el punto más flaco del posible mesianismo de la Generación del Cincuenta y lamentamos tener que contradecir el único rasgo de inteligencia que nos ha llegado desde César López. (Ofrecemos disculpas a él, a su generación y a su hija, a los vecinos del CDR número 97 “Hermenegildo Morejón”, así como saludamos al colectivo de trabajadores de la fábrica “Nubladores del Mañana” que ha cumplido y sobrecumplido sus metas productivas.) Pero si la Generación del Cincuenta ha tenido alguna misión, ésta sólo ha consistido en apagar el mayor número de luces y encender la menor cantidad posible. 

(La lengua suelta # 15, La Habana Elegante, segunda época)

Thursday, November 7, 2013

Guillermo Cabrera Infante vs. Alejo Carpentier

Carpentier colaboró con un tirano mayor, Fidel Castro, en un juego de simulaciones: Carpentier no era ni nunca había sido revolucionario, Castro no era ni nunca había sido comunista. Alejo fue obediente y hasta sumiso en el Consejo Nacional de Cultura, en la Unión de Escritores (de la que era vicepresidente vitalicio), en la Imprenta Nacional y último hasta lo último en la embajada de Cuba en París. Antes fue un correo del zar.
   Ocurrió cuando Mario Vargas Llosa ganó en 1967 el premio venezolano de novela Rómulo Gallegos. Mario se dejó chantajear por otro tránsfuga, Edmundo Desnoes, de oportuna visita en Londres. Desnoes convenció a Mario para que redactara un cable, transmitido por la agencia cubana de noticias Prensa Latina, pero dirigido a molestar a los gobernantes venezolanos, enfrascados en una guerra cruenta contra la guerrilla de origen cubano. Complacía así a Haydée Santamaría, la papisa de la Casa de las Américas. Cuando Mario, que vivía muy cerca, me contó lo que había hecho, le dije que había un refrán popular cubano que era toda una sabiduría: “Cuando te tocan el culo una vez y lo admites te lo tocarán tres”.
   Entra Carpentier desde Francia. Alejo llamó a Mario y le dijo que quería verlo personalmente, vendría a Londres y lo llamaría. Vino y llamó. Quería que se reunieran en un restaurant de Knightsbridge. (Patricia Llosa me lo señaló un día: “En esa terraza tuvo Mario su entrevista con Alejo”.) Alejo era ahora un hombre con una misión. (Recuerden que éste es el escritor altanero, elitista y aspirante al premio Nobel de Literatura.) La misión de Alejo era de recadero con ribetes de espía. En el restaurant vacío después del almuerzo, Alejo le dijo a Mario que traía un mensaje de Haydée Santamaría, que lo saludaba como un verdadero revolucionario. Lo menos que quiere un escritor es que lo confundan con lo que no es, pero Alejo hablaba ahora de escritor a escritor. Lo que era una falsedad. Haydée quería que Mario donara, públicamente, su premio (unos 30.000 bolívares: Alejo, ducho en aritmética venezolana, calculó que eran unos 25.000 dólares) a la guerrilla. La Casa de las Américas {es decir el Gobierno de Castro, que pagaba siempre a los diplomáticos a través del Narodny Bank ruso), le devolvería a Mario esa misma cantidad a razón de mil dólares mensuales, que le traería Alejo en persona. (Alejo completó la transacción pidiendo al camarero más cercano un brandy, en francés SVP.) La proposición cayó, al revés de las palabras en el Zohar que tanto admiraba Carpentier, en el vacío. Mario sería un ingenuo político pero no era tonto. Aceptar la oferta que podía rechazar significaba convertirse, de hecho, en un agente cubano, pagado por el Gobierno de Castro desde París a través del Narodny Bank. Mario dijo redondamente que no, y ahí comenzaron sus dificultades con el Gobierno cubano. Culminaron en 1971 cuando Haydée Santamaría lo acusó de negarse a ayudar a la lucha del pueblo venezolano (léase la guerrilla castrista) para comprarse una casa en un barrio de ricos en Lima.
   Este y otros recados (a la prensa, al pueblo de Francia) tuvo que aceptar hacerlos Alejo Carpentier. Era además de recadero de Castro repartidor de habanos por todo París: casi el lechero de Alquízar de nuevo. Una vez traía personalmente una caja de habanos a Sartre y el filósofo que fumaba se negó a recibirlo: comenzaba a caer en tanta desgracia como el régimen que representaba. En otra ocasión tropezaron Sartre y su carnal Simone en la Rué Bonaparte y Alejo tuvo que dar media vuelta, caminar de prisa y hasta correr perseguido por el dúo que gritaba al unísono a Alejo: “Voyou! Vieux con! Dégueulasse!”

(Vidas para leerlas, Alfaguara, 1998)

Wednesday, November 6, 2013

Emilio Bobadilla vs. Julián del Casal

Casal es un decadentista… traducido. Aspira á una especie de nirvana, y para ello recurre á la morfina, que está muy de moda hoy en París, como estuvo el vinagre en el furor del romanticismo.
   Creo que Millaud ha escrito sobre los efectos que produce la morfina en los parisienses. ¿A qué ese prurito de imitar lo que está fuera de nuestro medio? Que Casal sea pesimista, bueno. Pesimista se es en Cuba como en Italia. Es un modo de ver la vida como cualquier otro. Pero que hable de lo que no ha visto y se haga lenguas de lo que no conoce… sino por los libros, no me parece bien.

(Triquitraques, Madrid 1892)

Tuesday, November 5, 2013

Luis Ortega vs. Jorge Mañach

Cuando Mañach dice no entiendo está poniendo sobre el tapete, con una sinceridad admirable una confesión de aniquilamiento.
   No puede entender, esto es, se ha aniquilado porque anda demasiado entreverado, demasiado asenderado. Mañach ha sido siempre un escritor. Pero además ha sido político, orador de barricada, periodista, profesor, congresista, ministro, etc. Él y todos los que ayudaron a componer esa especie de generación literaria han abarcado todas las ramas del saber y del hacer. Se forjaron en el puro quehacer de la cultura, pero la revolución los lanzó al pasquín callejero. Luego han vivido angustiosamente tras la conquista del poder. De pueblo en pueblo, de barrio en barrio han ido mendigando el voto.
   Y Mañach es el tipo de ejemplar de aquella hornada intelectual. Es el más puro, el más limpio, el más admirable. Y por eso en él la caída es más dura y la confesión íntima más angustiada. Ha caído de lo más alto.

(Una generación que se rinde. Prensa Libre, octubre 1949)

Monday, November 4, 2013

Pío E. Serrano vs. Abel Prieto

De Abel Prieto, ministro de Cultura cubano, siempre tuve la impresión de que su vertiginoso ascenso al poder había sido un mal menor en ese lúgubre fin de fiesta en que el régimen cubano consume sus últimos años. La incapacidad de cada uno de los funcionarios que lo precedieron en el cargo permitía pensar que la presencia de un joven cuadro, proveniente de una generación caracterizada por su inconformismo y su proclividad si no a la rebelión al menos a la práctica de un arte provocativo ajeno a cualquier lectura épica de la historia fuese capaz de aligerar la vida cultural del país del malestar continuo que lo fatigaba. Me comentaban sus amigos tempranos de su rechazo a las viejas formas y fórmulas, su tolerancia ante la discrepancia, su calculado desenfado ante las jerarquías, su natural abierto y dialogante. Algunos, incluso, me aseguraban de su gestión personal para lograr sus salidas del país sin mayores represalias. La actuación de Abel Prieto parecía expresar la conducta de un tímido hereje.
   Con toda seguridad todo ello es cierto. Sin embargo, Abel Prieto, ministro de Cultura de Cuba, desembarca en Madrid con lo que presumo la peor de sus máscaras. El ministro que pasa por tolerante en Cuba, asume de manera airada y descompuesta un torvo lenguaje policiaco. Se refiere a figuras tan eminentes de las letras cubanas como Gastón Baquero, Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante o Zoé Valdés como sólo la penumbra, la sordidez y la soledad de la ergástula permiten al carcelero. Abominables le resultan al ministro de Cultura de Cuba un puñado de escritores cuyo máximo inconveniente consiste en descreer de la militante fe que el ministro viene a predicar y en la que dice creer. Ni tolerancia ni convincentes razonamientos críticos esgrime Abel Prieto hacia esos otros cubanos generadores también de cultura cubana; sólo el escarnio, la ignominia, la abominación. Razones insuficientes para un ministro de Cultura con el aval que parecía tener el señor Prieto.
   No se puede defender la justicia y la verdad con el empleo ininterrumpido de la violencia, de la infamia y de la injusticia. Debería saberlo el ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto. Bajo su máscara para la exportación de funcionario leal al poder total, el ministro se ha creído en la obligación de poner en práctica uno de los procedimientos favoritos del régimen para borrar toda fisura, en palabras de Camus: “Se rebaja en primer lugar al espíritu más elevado al rango del espíritu más bajo mediante la técnica policial de la amalgama”. Hay que suprimir, raer la huella de cualquier disidencia, y cuando no es posible, abominar de ella.
   Confieso que escribo estas líneas con desconsuelo. Habría preferido no escribirlas, sostener la vaga ilusión de que un hombre comprometido con el error, pero decoroso, soñaba en su interior, el más secreto de sus interiores, con una futura convivencia en la discrepancia, una futura nación lejos de la unanimidad y de la intolerancia. Un pesado desaliento me invade. Me siento perplejo ¿Dónde la verdad de Abel Prieto? ¿Dónde la máscara? ¿Víctima o verdugo?

(Las abominaciones de Abel Prieto, Revista Hispano Cubana, No. 9, 2001)

Friday, November 1, 2013

Roberto Agramonte vs. “Biología de la democracia”, de Alberto Lamar Schweyer

No es Lamar escritor que levante humo de redomas en lo tocante a determinaciones conceptuales, ni que ponga su fe en materias adjetivas e indiferentes, pero tampoco a pesar de sus largos estudios, dota los conceptos de cabal concienciosidad, ni elabora las ideas con penetrante fundamentación, pues a veces quiere aplicar al arbitrio un concepto general de la ciencia a un fenómeno particular de Indoamérica, empresa en la cual su advertida pluma no siempre gana pasos de gloria.

(Citado por Adis Barrio en su prólogo a La roca de Patmos, Letras Cubanas, 2010)