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Tuesday, September 24, 2019

Duanel Díaz vs. “Plaza sitiada”, de Norberto Fuentes


La novedad del recuento de Fuentes consiste entonces en reivindicar, frente al tipo de cultura literaria que dentro de la revolución proponían Padilla o Ambrosio Fornet —una más ecuménica, donde cabían Kafka y Eliot (a propósito del cual, por cierto, Padilla polemizó con Carlos Rafael Rodríguez en la primera de las reuniones en la Biblioteca Nacional, en 1961)—, el canon de Verde Olivo. Al respecto, vale la pena detenerse en el capítulo 12, sobre el influjo de Los hombres de Panfilov y otros libros soviéticos de ese tipo en la Cuba de los sesenta. Fuentes recuerda que el libro de Alexander Bek, publicado en edición masiva de 100 000 ejemplares, es “uno de los más leídos de la historia de Cuba”, y echa mano del arsenal antintelectualista de Mella y Verde Olivo, llegando a lamentar que años después las ediciones de textos soviéticos se redujeran por causa del influjo de “la intelectualidad pequeñoburguesa cuando convirtieron las colecciones dedicadas a la publicación de obras extranjeras —Biblioteca del Pueblo y Colección Cocuyo— en una reserva existencialista” (p. 219). Como Cabrera Infante en “Somos actores de una historia increíble” (Revolución, 16 de enero de 1959), Fuentes opone a la novela de Proust la situación cubana, cuando los “cubanos estaban para las balas”. Pero Cabrera Infante se distanciaría de esos tempranos artículos suyos; Fuentes sigue recordando con nostalgia, como había hecho ya en 1970 en el prólogo a Cazabandido, la “época del heroísmo” donde se formó como periodista en la Lucha contra Bandidos.
   Norberto Fuentes reproduce, entonces, la vara de medir de las FAR, que se basaba en la contraposición entre la lucha revolucionaria y el mentidero literario, y en la absoluta prioridad de la primera. Es ese, después de todo, el contraste entre sí mismo y Padilla que él traza una y otra vez: “Yo estaba entrenado para la lucha revolucionaria y no para los corrillos literarios” (p. 489). Es también esa imagen de sí como combatiente lo que lo lleva acaso a titular Plaza sitiada a su libro, aun cuando él no escribe ya desde Cuba. Decidido a no dar un paso atrás, Norberto Fuentes se parapeta en su trinchera, desafiando ahora a todos aquellos que han reproducido la versión del caso Padilla que el poeta ofreció en sus memorias, artículos y entrevistas. Esta versión es bien conocida. Básicamente, dice que Fuentes, quien primero hizo autocrítica y al final volvió a tomar la palabra para desdecirse, era un agente de la Seguridad. De algún modo, su disonante intervención le habría dado mayores visos de veracidad a la farsa de esa noche. A este relato Norberto Fuentes propone otro donde Padilla queda como uno de los mayores cobardes de la historia de Cuba y él como un héroe. “Yo soy el único héroe literario de la historia de Cuba” (p. 524).
   Esta alta cota de heroísmo procede no solo de su actuación en la noche de autos, sino de su enfrentamiento con Fidel Castro, un enfrentamiento más o menos secreto, no ruidoso como el escándalo de Padilla, del que Fuentes sale “invicto”. El enfrentamiento empieza con la publicación de Condenados de Condado, y luego con una polémica en la revista Marcha donde un agente uruguayo de Castro se enfrentó a un discípulo de Ángel Rama. Y sigue en 1971, cuando en la UNEAC Norberto Fuentes se niega a aceptar que él ha tenido actitudes contrarrevolucionarias, y luego le comenta a un amigo “Yo lo que quiero es caer preso para convertirme en el Solzhenitzyn de Cuba”. Esta conversación llega a oídos de Fidel Castro, quien, en contra del criterio de la Seguridad, decide que “lo dejen en paz”, pues al fin y al cabo “él es el único hombre que hay ahí”. Es así como Fuentes, a sus ojos, le gana la batalla a “Fidel”. A partir de ahí desiste de toda ambición de disidencia: “no hice más que amarrarme a una invariable conducta de lealtad a toda prueba a los míos, y de un orgulloso compañerismo” (p. 501). Pavón y el Partido le pidieron que no escribiera y no escribió. Que se sumara y se sumó. Para 1975, su proyecto de libro sobre Hemingway en Cuba fue aprobado por el Buró Político. Este libro, que sería prologado por García Márquez, facilitaría su acercamiento a Castro; luego sigue su nombramiento como cronista de la guerra de Angola y su camaradería con los hermanos De la Guardia, la historia narrada en Dulces guerreros cubanos.
   Como aquel, Plaza sitiada es un libro exasperante: no se sabe dónde termina la ingenuidad y dónde empieza el cinismo. Pero los detalles sobre la vida de los hombres duros del Ministerio y de la guerra de Angola son mucho más suculentos que los que ahora ofrece Fuentes en su abigarrada versión del caso Padilla. Este libro, lleno de errores y repeticiones innecesarias, pudo tener muchas menos páginas. Basta echar un vistazo a las fotos, algunas de las cuales nada tienen que ver con el tema en cuestión: una foto de Fidel Castro con Sartre y Simone de Beauvoir en 1960, una de Guillermo Cabrera Infante con Marlon Brando en 1957…; fotos de las manos del propio Fuentes, cuando manipulaba una Colt en un cameo que hizo en una película de Oscar Valdés. Abundan, como era de esperarse, los retratos del autor, y los momentos, en los pies de foto, donde este habla de sí mismo en tercera persona. Por ejemplo, cuando a propósito de una fotografía de junio del 71 escribe que “durante muchos años él estará poseído por la idea de que su desafío a las autoridades y a Padilla estuvo sostenido por una presencia física equivalente a la innegable belleza de su rebeldía” (p. 339).
   Fuentes está convencido, además, de que Condenados de Condado es “el mejor libro de ficción que la Revolución Cubana ha producido hasta la fecha” (p. 77). Este libro se publica en 1968; Los años duros, de Jesús Díaz, que incluye tres cuentos sobre la lucha contra los alzados del Escambray, había salido en 1966; Tute de reyes, de Benítez Rojo, en 1967; Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas, también en 1967, pero esta cronología no alcanzaría a refutar la primacía atribuida por Fuentes a Condenados de Condado porque, según él, “Jesús [Díaz] nunca superó las fronteras de un realismo maniqueo y acartonado” (p. 226), y los de Arenas son “textos bastante mediocres” (p. 58). No solo estos; en las cuatro décadas posteriores al quinquenio gris no ha aparecido “ni una novelita de algún interés” (p. 527). La literatura cubana de los últimos cuarenta años es un paisaje “desértico, estéril”, donde solo brilla Condenados de Condado.
(…)
   Lo que hay aquí es, entonces, una suerte de bovarismo, un heroísmo de fantasía. Las fotos que acompañan Plaza sitiada son la mejor prueba de ello, y en ese sentido no son innecesarias, sino más bien reveladoras. No solo aquella, al comienzo, que muestra al joven periodista portando una ametralladora checa que él mismo, autodefinido como “la viva estampa del intelectual orgánico de la revolución”, aclara que está cargada porque hay bandidos por los alrededores. Sobre todo, las fotos de las manos durante el cameo que hizo con Alberto Mora en la película sobre Guiteras. De algún modo, ¿no viene esa imagen a traicionar que el heroísmo de que se presume aquí es un reenactment, una representación, un papel? El heroísmo que Norberto Fuentes opone a la supuesta cobardía de Padilla no es más que un heroísmo de postalita.

(Norberto Fuentes, Heberto Padilla y el heroísmo revolucionario. Hypermedia Magazine, octubre 2018)

Tuesday, September 17, 2019

Gustavo Pérez-Firmat vs. Leonardo Padura


No, Leonardo Padura no existe. Es una sombra proyectada sobre la pantalla de la conveniencia.
   Alguien habla (demasiado), alguien escribe y publica (demasiado), alguien da conferencias y entrevistas (demasiadas), pero nadie sabe quién es, tal vez ni siquiera él mismo.
   Habrá que preguntarle al Conde.

(Leonardo Padura, ente de ficción. Hypermedia Magazine, abril 2018)

Friday, September 13, 2019

Antonio José Ponte vs. Cintio Vitier y Fina García Marruz


   La primera vez que oí hablar en privado a Fina García Marruz, se largó, sin ton ni son, a defender a Lezama Lima de quienes lo acusaban de homosexual. Yo no había tocado para nada el tema, pero ella cogió cuerda automática. Al parecer no se había recuperado de haber leído o no haber leído por prohibición marital el capítulo octavo de Paradiso. Y, bueno, si empezaron ella y Vitier por no hacer preguntas, terminaron por no responder a mis saludos cuando coincidíamos.
(…)
   Cuando se celebró en La Habana el cincuentenario de la revista Orígenes me invitaron a ser uno de los expositores y me adjudicaron como tema a Gastón Baquero. Un año antes lo había visitado en Madrid, y él era uno de los origenistas exiliados de los que se iba a hablar por primera vez después de décadas de censura. Fue entonces que se me ocurrió cambiar y ocuparme de otro de esos exiliados, de Lorenzo García Vega. Cintio Vitier se me acercó, sumamente interesado. ¿Iba a hablar yo de la poesía de García Vega, tan particular como era? Le contesté que no y tuvo que alarmarlo saber que iba a centrarme en Los años de Orígenes.
   Vitier se me acercaba a hacer el trabajo de Seguridad del Estado. Más amablemente y menos escarmentador, por supuesto, pero le interesaba lo mismo que a los segurosos: que no se escuchara la versión de García Vega sobre Orígenes. Diputado oficialista como fue más tarde, se me acercó con el fin de modular la censura: estaba muy bien que se hablara de Lorenzo poeta, pero habría que pasar por alto aquel libro de memorias suyo, tan resentido y mentiroso.
   Tal como su esposa Fina García Marruz procuraba administrar la sexualidad de Lezama Lima, Vitier no se mostró dispuesto a transigir con ese costado de Lorenzo García Vega. En algo semejante había incurrido Lezama Lima cuando lanzó, en la “Oda a Julián del Casal”, su maldición de pirámide contra los investigadores de los papeles casalianos y se alegró de que ciertos textos publicados por Casal no fueran encontrados. Y lo mismo se halla en un Virgilio Piñera capaz de autocensurarse, no por razones literarias sino políticas, al compilar todo su teatro y dejar fuera su sátira anticomunista Los siervos.
   Vitier y García Marruz y Lezama Lima y Piñera son, cada uno de ellos en estos ejemplos, obstáculos para la transmisión. No es que les disguste tal o cual fenómeno, es que obran decididos para borrarlo. Igual que comisarios políticos, se muestran interesados en cebar la confusión y la desmemoria. Y, por citar un ejemplo origenista más, hay que ver el modo en que muchos de los que se ocupan de Baquero se detienen en la disyuntiva entre el poeta y el periodista. No es que tal disyuntiva sea falsa, pues así la sintieron ciertamente los origenistas, que en esto fueron más anticuados que Casal o Martí o Mañach o Novás Calvo, sino que donde dice periodista tendría que leerse miembro del Consejo Consultivo del golpista Fulgencio Batista, una vez clausurado el Congreso. Y del mismo que quien estudie Orígenes tiene que lidiar con el diputado castrista Cintio Vitier, tiene también que lidiar con el consejero dictatorial Gastón Baquero.

(El acento Ponte. Una conversación. Entrevista con Ibrahim Hernández Oramas. Rialta magazine, septiembre 2018)

Monday, September 9, 2019

Carlos Esquivel vs. Alejo Carpentier


Desde niño me dijeron que era un gran escritor y años después lo creí. Igual, a ratos, declinaba ligeramente (de) esa creencia. No tanto por cuestiones literarias, se intuye, aunque para algunos ahora mismo pudiera engrosar una lista de descreídos ramplones. No soporté en demasía su estilo, engolado y casposo, o que su alma se abrazara al espíritu de Fouché tropical.

Me gustó mucho El reino de este mundo, y un poco menos El siglo de las luces. El acoso resulta alto aperitivo. Los pasos perdidos es “los pasos ganados” (tan simple y tan poco emotiva mi distinción, aunque sí traspone tópicos elitistas que detesto).

Por cierto, es muy rara la supuesta novedad (expuesta, e impuesta, por varios), de su relato “Viaje a la semilla”. Por favor, revisar “El curioso caso de Benjamin Button”, cuento escrito por Francis Scott Key Fitzgerald, y convertido en película en el año 2008.

(De Cuba en peor (I). Hypermedia magazine, septiembre 2019)

Thursday, September 5, 2019

Néstor Díaz de Villegas vs. la UNEAC


Tenemos lo peorcito, la raspita, lo que canta y baila y recita y danza y escribe y pinta, reunido en un solo lugar, en una leonera que mete miedo. Sáquenlos a la luz, paséenlos por La Habana, sólo como experimento, sólo por probar, y ya verán. Expóngalos a la crítica, al tomatazo limpio. ¿Qué diría el que viera pasar en fila india a Kcho, Rosita, Sarah, Roberto, Alicia, Senel y Pedrito? Colmillos largos, dientes picados, artritis y osteoporosis fulminante. Reuma del ojo y arteriosclerosis del seso. Manos crispadas, pero siempre en alto, pidiendo la palabra que nunca llega, la palabra a los intelectuales.
   Pellejos cosidos al cráneo, culos que asoman por la golilla, papadas fofas y chochos remendados. Lo peor de nosotros, lo más rastrero, lo más grosero y lo más podrido. Un congreso de hueleculos, por fin. La UNEAC como excusado, como cloaca donde se ha quedado lo que no se fue. ¡Y con esto pretendemos emprender reformas! ¡Y con esto pretendemos levantar el bloqueo, llevar adelante las conquistas de la Revolución! Lage dice estar orgulloso, pero la gente se horrorizaría de tener delante esta canalla. ¿La conoce siquiera? ¿La ha visto junta? ¿Sabe de lo que es capaz? Se van a un teatro, y se reúnen tras bambalinas, eternos conspiradores. Tomaría una apatía y una amargura de ancianos, de desahuciados, para identificarse con ellos. No son aptos para menores. Ahí se celebra lo anti-natural, lo anti-cubano y lo anti-joven.
   Habría que ser un zombi para poder entrarle a Carilda, que va del brazo de Hart, o a Cheché, que trae la tapa de los sesos en una bandeja. Los fieles difuntos están más cerca de nuestros intelectuales que las putas que hacen la cola de la olla arrocera. ¿No anda por ahí Baragaño? Reinaldo Arenas lanzó un anatema contra toda esta basura. Pero Cintio y Fina son la pareja de novios de Pesadilla antes de Navidad. ¡Luisa Martínez Casado, si eres tú, habla, materialízate! ¡Estás intacta! ¿Lista para la rectificación de errores? ¿Y dónde están Sakuntala, Oliente Churre y Cherburgo? ¿Cómo? ¿Qué éste no es el prólogo de El color del verano? Lo peorcito de la media rueda. Lo que pinta, chivatea, recita, escribe y baila. ¿Existieron rastrapanzas así en el machadato? ¡Búsquenme uno! Muéstrenme un batistiano más mierda que Eusebio Leal, e ingresaré voluntariamente en la Villa Marista. ¿Gastón Baquero, Otto Meruelo? ¡Bah! Comparada a la UNEAC, Kuquine es un Vaticano. Imagínense a Olga y Tony cantando en Boniato. ¡Et tu, Moreira! Fabelo, está bien, pero tú, coño… ¿Y llegará el doctor Oscar Elías Biscet a extirparle el demonio a Nitza Agüero, a amarrarle las trompas a esta colmenita?

(La colmenita. Blog Penúltimos Días, abril 2008)

Tuesday, September 3, 2019

Zoé Valdés vs. Alejandro Armengol


El primer sujeto que empezó a usar mi nombre de manera impropia, pretendiendo imitar los célebres juegos de palabras del gran Guillermo Cabrera Infante (quien jamás soportó al sujeto de marras, por cierto), cambiando el Zoé por Soez, fue un gordo repugnante. Lo hizo en uno de sus vomitivos artículos en ese periodicucho que yo llamo el Granma del Norte, absolutamente penetrado por el castrismo y sus adláteres de periodistas. Al final, cerraba el artículo con un “Zoé Valdés es la Madonna de la literatura cubana”, comparándome con la cantante norteamericana, creyendo que con ello me hacía un daño irremediable. Resultó que, por el contrario, esa frase la retomó el New York Times, citando al periodicucho, e ignorando, por supuesto, el nombre del gordo lamenalgas, o sea, indicando que yo era o soy “la Madonna de la literatura cubana”. La frase la usaron a su vez mis editores norteamericanos para las cubiertas de mis primeros libros editados en Estados Unidos, lo que me hizo un enorme favor de venta. Un día fui a agradecerle irónicamente al obeso de sudor espeso cuyo nombre se presta también a nombretes innumerables, y al que a sus espaldas tratan de Gordo de Botero pueblerino en el mismo periodicucho, allá en Miami. Me acerqué a su escritorio, y el cobarde empezó a encogerse como una cucaracha acosada. No sabía ni dónde meterse, escondido debajo de su computadora.

(Zoé Valdés: Cuba nunca me ha abandonado, tampoco es una obsesión. Entrevista en "Árbol invertido", agosto 2019)