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Monday, November 30, 2020

Rafael Rojas sobre Roberto Fernández Retamar

A partir de mediados de los años 60, Ia poesía de Roberto Fernández Retamar, a medida que se subordinaba más y más al poder, fue perdiendo calidad. Ahí están los poemas revolucionarios y pro soviéticos, hoy intrascendemes o rebasados por Ia estética y Ia historia, de Que veremos arder (1970), de Cuaderno paralelo (1973) y de Circunstancia de poesía (1974). Hay, sin embargo, un momento previo a esa burda politización de la poesía en el que Ia lírica de Fernández Retamar ofrece lo mejor de sí. Me refiero al cuaderno Historia antigua (1964), publicado por su amigo Fayad Jamís en Ia editorial La Tertulia y donde poemas como “Arte Poética” se internan en una honda reflexión sobre el acto de Ia escritura, sin otro horizonte valorativo que no sea Ia voluntad, a veces débil, de desentrañiar el misterio de Ia diversidad del mundo.

   Nunca, sin embargo, aquella recurrencia al duelo del sobreviviente, a Ia documentación de Ia culpa del letrado, abandonó Ia poesía de Fernández Retamar. Ahí están los conocidos versos “usted tenía razón, Tallet, somos hombres de transición: sólo los muertos no son hombres de transición” y tantos otros de los años 70 para dar fe de aquel malestar bajo Ia condición del intelectual revolucionario. Habrá que esperar hasta fines de los 80, o más claramente, hasta mediados de los 90, para que Ia poesía de Fernández Retamar recupere un poco, sólo un poco, aquel tono elegiaco y sutil de los años 50. Algunos poemas de Cosas del corazón (1997) y de Aquí (1998) escenifican, como ha señalado Jorge Luis Arcos, una vuelta a Ia mejor tradición de Ia poesía histórica cubana e hispanoamericana, donde el vaivén entre “nostalgia” y “esperanza” producen un discurso sobre “relatividad del conocimiento histórico” desde una “perspectiva poética de lo temporal”.

(Tumbas sin sosiego, Anagrama, 2016)

Monday, November 23, 2020

Fermín Gabor vs. “Antón Arrufat. Autorretrato sin enmiendas”, de Carlos Espinosa (2)

"Volviendo a mis hábitos como escritor, no reescribo", declara Antón Arrufat a Carlos Espinosa Domínguez.

   Ah, qué bien. Estamos en una página crucial del recién aparecido "Antón Arrufat. Autorretrato sin enmiendas" (Los Libros de las Cuatro Estaciones, Kansas, 2020).

   Antón Arrufat, que vio salir de un prostíbulo a Jorge Mañach y supo de labios de una prostituta lo que Mañach hizo con ella allá adentro, parece dispuesto a confesar lo que él hace cuando se queda a solas y escribe.

   "De hacerlo", dice del reescribir, "habría recibido ya muchos premios y estaría camino del Nobel".

   Creo que este es un momento perfecto para aclarar que tanto las frases elegidas de las prosas de Leonardo Padura y Senel Paz publicadas aquí como esta frase arrufatiana que acabo de teclear, son exactas y verdaderas. Invención de esos autores a los que les han sido adjudicadas y de ningún modo invención mía.

   Corte al Paseo del Prado. Exterior, día. Caminan dos escritores, uno anciano y el otro maduro. Van de la estatua de Manuel de la Cruz a la estatua de Juan Clemente Zenea o viceversa. Pasan entre leones. El anciano es Arrufat. El maduro, Senel Paz. Los llamaremos (por títulos de sus libros) Pequeñacosa y Niñoaquel.

   Van Pequeñacosa y Niñoaquel por el Paseo del Prado. Laureles y leones. Laureles, que con sus hojas se tejen las coronas del triunfo. Leones, que así trata la lengua inglesa a las grandes figuras literarias. Pequeñacosa, Niñoaquel, laureles y leones.

   Hablan de la gloria y Pequeñacosa suelta: "Vargas Llosa caminaba conmigo por La Habana. Vino cuatro o cinco veces y paseábamos juntos".

   Fue por los años en que él hacía la revista "Casa".

   "Y ya tú ves", agrega, "él es Premio Nobel y yo no".

   Eso está en este libro del cual hablo. No le he añadido nada, lo refiero casi con las mismas palabras, con idéntica lógica. Pequeñacosa cree que la gloria se pega de andar juntos, que el Nobel es el coronavirus.

   En respuesta, Niñoaquel mira muy serio a su interlocutor y le pregunta cuántas novelas ha publicado Mario Vargas Llosa.

   Bufido de guagua que abre la del medio, y también la de atrás, como respuesta.

   Y Niñoaquel pregunta a Pequeñacosa cuántas novelas tiene escritas él.

   Alza este último los dedos en V como solía alzarlos Churchill.

   "Con dos novelas no se puede ganar el Nobel", lo disuade Niñoaquel. "Vargas Llosa se ha dedicado a trabajar y nosotros no".

   Volver de Manuel de la Cruz a Juan Clemente Zenea o de Juan Clemente Zenea a Manuel de la Cruz es una las tareas más extenuantes que habrá podido imponerse este par de humanos bajo el peso de sus haraganerías sin reconocimiento.

   Eduardo Abela los coge a los dos y los hace Bobo y Sobrino en ese mismo paseo. (Eh, eh, Bobo y Sobrino no es mal nombre para una empresa comercial.) Carlos Espinosa Domínguez, sin nada de Abela, habrá transcrito la anécdota con total seriedad.

   Se toma tan en serio su trabajo Espinosa Domínguez que inicia el libro con este aviso: "Este libro que ahora ve la luz viene a integrar, de modo natural y orgánico, una trilogía con dos anteriores que he publicado, 'Cercanía de Lezama Lima' (1986) y 'Virgilio Piñera en persona' (2003)".

   No sé de qué forma natural y orgánica un escritor como Antón Arrufat, reescriba o no reescriba, puede colocarse en interés público a continuación de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, protagonistas de dos volúmenes que agradecemos a Espinosa Domínguez. Ha de ser que cuando el pedal de la máquina de coser coge carrera, da igual coser un bajo más. Es Singer y la máquina canta.

   Pero si lo que Carlos Espinosa Domínguez quiere es seguir tirándose en chivichana por la escalera del Capitolio, que no lo deje en trilogía y vaya a tetra. Que la cultura cubana anda necesitada de un libro donde Ambrosio Fornet revele cuáles son sus hábitos de escritura y confiese si reescribe.

   Y si escribe.

   Ambrosio Fornet fue más amigo de Vargas Llosa que Arrufat, y estuvo más expuesto al contagio del Nobel. Ese libro en el cual le hablaría a Espinosa Domínguez de su vida y obra va a ser apasionante. Desde ya cuenten con mi lectura.

(Publicado en Facebook, marzo 2020)

Thursday, November 19, 2020

Manuel Sosa sobre la Generación del 80

Lo más prudente era concentrarlo todo en la arrancada. Saber mover la primera pieza, luego de un período formativo o de incubación que no desdeñaba lo verboso, algo de ilustración y mucho de fagocitosis. Sería difícil superar el estreno, pero ya estaba el nombre inscrito y no importaba alargar esa fama provinciana, reciclar el repertorio, acomodarse en cualquier antología. Nadie imaginaba entonces el peso que iba a adquirir la Circunstancia, ni el castigo o provecho que de ella emanaría. Ni que su descripción final iba a ser resumida en cuatro palabras: conformidad, oportunismo, destierro, suicidio.

(Método ochentista, publicado en la red, diciembre 2019)

Monday, November 16, 2020

Enrique del Risco vs. Leonardo Padura

En entrevista a dúo con Mauricio Vicent, el Compay Segundo de la corresponsalía extranjera en Cuba, Padura se hace una buena pregunta ("la pregunta debiera ser por qué alguien se va de su país"). Pero la respuesta que se da él mismo no cuestiona -como cabría esperar- las razones por las que alguien se ve obligado a irse de su país sino la decisión de irse de un lugar mayormente invivible. La razón que ofrece Padura es un delicioso extracto de la que llamo "ideología del boniato", esa que esgrime la gente que apenas pasan de ser raíz, con ese apego literal a la tierra. "Más si ese alguien es un escritor, específicamente un novelista que se alimenta de su realidad para crear su obra”. Y así, con esa frase Padura intenta borrar tres milenios de literatura y exilios. Como si la única materia literaria posible la ofreciera la tierra que te vio nacer. Como si solo se pudiera escribir sobre esa tierra por el procedimiento de no alejarse nunca de ella. Pero ya se ha visto que esas creencias hace rato que se han arraigado en los tubérculos patrios.

(Publicado en Facebook, agosto 2020)

Thursday, November 12, 2020

René Depestre vs. Nicolás Guillén (2)

Later, Guillen condemned my behavior. He told me, "You sawed off the branch you were sitting on! Castro saw you, his brother too! They saw you defending an hijo de la gran puta!" Guillen didn't like Padilla either, because Guillen didn't appreciate criticism of the regime. Guillen said, "These people, they risked their hide in the Sierra Maestra. They took risks, they waged war. The rest of us intellectuals, we were in Paris, in Buenos Aires, we didn't do anything. We didn't have the cojones to take action like these young men, so we should just keep our mouths shut!" I didn't agree with this theory, that we had to keep our mouths shut because the men who took power were men of action, that we had nothing to say. But Guillen was Machiavellian: "You have to be clever, you lacked political talent! I thought you had more finesse." In other words, he defended the socialista realpolitik, like many people who had served Stalin and others. For me, if there's something about which I cannot be reproached, it's that I never walked the walk of Stalinist realpolitik. From the moment I knew about them I said no. I'm Haitian after all, so I had my own little tradition of rebellion, my cimarrón tradition.

(¿Un cubano más? An Interview with René Depestre about his Cuban Experience. Afro-Hispanic Review, Fall 2015)

Monday, November 9, 2020

Ibrahim Hernández Oramas sobre Antón Arrufat

Cuando pienso en la primera vez que escuché de Antón Arrufat me viene a la mente un reportaje de televisión. Creo recordar, una casa colonial, dispuesta en mi recuerdo de todos los objetos y fetiches que presumiblemente rodean la vida de un escritor. Al centro de la imagen, el personaje en cuestión, que habla de las costumbres de su escritura, de cómo tecleaba de pie (no sé si la práctica era real o producto de una confusión en mi reminiscencia del suceso, pues el sujeto del ensayo sobre Dulce María Loynaz se sienta a teclear, y el de ensayos posteriores ya escribe, suponemos algo deslumbrado, ante una pantalla digital) en una máquina de escribir (ahora sé japonesa, según el mismo texto). De la misma manera, creo oír, no sé si me traiciona el recuerdo, desde su voz algo sobreexpuesta, la advertencia de que el hábito parte de una imitación o un homenaje al gran escritor francés Víctor Hugo, y nada tiene que ver, por supuesto, con el insufrible norteamericano Hemingway.

   Y así, en Antón Arrufat, como si toda voluntad estilística, trazado de genealogías o flujo discursivo, estuvieran irremisiblemente enmarcados en el devenir de un programa televiso de gusto dudoso, cualquier amago de agudeza o boutade, cualquier modulación de intensidad por la escritura, parecen diluirse en fragmentos de una egolatría rayana en lo bucólico, en un diálogo con la tradición literaria, y con la imagen que se hace de sí mismo dentro de esta, a veces excesivamente maquillado, pasado por talco, artificial y un tanto ridículo: como de merienda en jardín rococó.

(El método Sainte-Beuve de Antón Arrufat. Diario de Cuba, julio 2016)

Thursday, November 5, 2020

Joaquín Gálvez vs. la UNEAC (2)

Llama la atención que todas las nombradas generaciones literarias cubanas, a partir de 1959, provienen de la UNEAC o la cultura oficial. Con excepción del Grupo El Puente, aniquilado en los albores de la Revolución, y la Generación del Mariel, que se formó en el exilio a causa de un suceso histórico y que la conforman escritores que fueron marginados por el régimen cubano, los demás escritores que no se integraron a la filas de la UNEAC, o que no publicaron en Cuba, quedaron desclasados generacionalmente; es decir, fuera de los parámetros de estudios literarios con que se suele nombrar a los escritores cubanos dentro del ámbito oficial de la literatura cubana, incluso desde territorio exiliar. Llama también la atención esa tendencia viciosa de clasificar la obra de los escritores por generaciones ateniéndose al grupo y obviando al individuo y su libre albedrío creativo. “Si cada inglés es una isla, cada cubano es un rebaño”, diría Borges en este caso. Sin duda, existe no una, sino varias generaciones de desclasados literarios cubanos acorde a las categorizaciones oficialistas y sus paladines en ambas orillas.

(Publicado en Facebook, agosto 2020)

Monday, November 2, 2020

Juan Abreu vs. Reinaldo García Ramos, Ana María Simo, René Cifuentes

He rechazado algunas entrevistas recientemente, sabía que tendría que hablar de Mariel (revista, generación, etcétera) y el tema me aburre, me tiene harto. No pensaba volver a tratar el asunto. Pero. Leo una entrevista con García Ramos. Y hay que puntualizar algunas cosas. Marcia Morgado fue fundamental para la revista Mariel, por su experiencia como editora y por su capacidad de trabajo. La revista se hacía en la sala de su casa. Ayudó en la distribución, dice García Ramos, sí, en eso también. Ana María Simó, santocielo. Por lo que recuerdo la señora o señorita Simó era una lesbiana grave, engolada, a la que apenas se le entendía nada de lo que hablaba. No digamos ya de lo que escribía. Era compinche (o algo por el estilo) de García Ramos, y ese fue el único motivo por el que tuvo algo que ver, muy poco, con la revista. ¿René Cifuentes? Cifuentes era la loquita bonita del momento, nada más. García Ramos quería llevarse la revista a NY para hacer galones de intelectual, ya que hasta su salida de Cuba lo único que había sido era un burócrata de la dictadura. García Ramos despreciaba Miami e iba de marquesa intelectual newyorkina en esa época. Esa fue más o menos la cuestión. Marcia se enfadó, como era lógico, yo más bien me sentí aliviado. A fin de cuentas, el trabajo lo hacíamos nosotros, en Miami, Luis de la Paz ayudaba, Carlos Victoria a veces aparecía. Marcia no fue el detonante del fin de la revista, el detonante fue que en NY ya nadie quería trabajar en la revista. Se habían dado cuenta de que el juguetito daba mucho trabajo. Y en cuanto a Reinaldo, durante el proceso, hizo de veleta y de intrigante, cosa que disfrutaba, y al final se cansó de hacerlo todo él solo. Y, por último, no olvidemos que el “amparo” de Florencio García Cisneros, era pagado. Reinaldo le pagaba los números de su revistica cuando publicaba textos de marielitos. En fin, lo mejor es que García Ramos no revuelva más esa mierda. Dice García Ramos que su memoria funciona como un mecanismo de defensa. Será porque lo necesita.

(Blog Emanaciones, junio 2020)