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Monday, December 23, 2019

Antonio Villarruel vs. “Calibán”, de Roberto Fernández Retamar


“Calibán” apareció en un momento de durísimo disciplinamiento de artistas y pensadores cubanos, siempre según Rojas. Sin embargo, pese a la inmensa capacidad intelectual de su autor, el libro es un extraño amasijo de nativismo postcolonial con ataques personales a escritores y pensadores. Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes fueron pasados por las armas de la prosa de Fernández Retamar durante sus diversas ediciones. Pero “Calibán” no es un libro insólito por estas razones. Lo es porque ha sido uno de los artefactos ensayísticos más retocados de la literatura latinoamericana.
   Cuando era niño, en mi casa de Quito, había un ejemplar cubano que seguramente no superaba las setenta páginas. Muy distinto del musculoso tomo que encontré en el aeropuerto de La Habana, hace unos ocho años. Fernández Retamar retocaba su obra una y otra vez, dependiendo de las necesidades políticas del gobierno de su país y de las rencillas literarias en las que se inmiscuía. Una de las citas más célebres de “Calibán”, es, de hecho, el “mariposeo neobarthesiano de Severo Sarduy”, que delató, a él y su régimen, como una junta de homófobos ilustrados.
   A medida que Cuba se volvía una parodia de sí misma, Fernández Retamar retocaba su texto para volverlo contemporáneo, aunque el resultado fuera un collage de concordias contextuales. Hay “Calibanes” para todos los gustos: el de 1971 o los de 1987, 1991, 1992, 1993 o 1995, año a partir del que cae en un extraño olvido, tal vez provocado por su anacronismo en pleno Período Especial, que mataba de hambre a la población cubana, o porque sencillamente los estudios postcoloniales se volvieron trending topic para comprender la realidad latinoamericana. Por eso, es imposible afirmar que se leyó el “Calibán”. Podría decirse, más exactamente, que se leyó uno de los “Calibanes” disponibles.
   No es casual que el redescubrimiento de este libro fuera impulsado y legitimado por la universidad estadounidense. En 2003 apareció su versión definitiva, prologada por Fredric Jameson, uno de los teóricos más conocidos en el área de las humanidades anglosajonas. De esta versión hay, hasta donde sé, ediciones argentinas, cubanas y puertorriqueñas. Lo que comenzó como ensayo de revista cultural, terminó como una de las biblias de diversas generaciones de militantes de izquierda, cada cual con el ejemplar que más le convenía.
   Como gesto poético, el mismo año de la última reescritura de su libro más famoso, Fernández Retamar mandó fusilar a tres hombres acusados de robar una “Lanchita de Regla” con que pretendían llegar a los Estados Unidos. De otros gestos similares tiene llena la memoria el poeta y ensayista cubano Antonio José Ponte, quien me los contó detalladamente una más de sus tardes en el exilio.
   El mejor epitafio para esa embarcación de muchachos muertos es justamente un cuarteto que Fernández Retamar escribió en 1962, sin saber de la sentencia que saldría cuarenta años más tarde de su puño y letra: “Eres la forma de nuestra existencia/Eres en que nos afirmamos/Eres la hermosa, eres la inmensa caja/Donde irán a romperse nuestros huesos/ Para que siga haciéndose su rostro”.

(Roberto Fernández Retamar: Calibán en el paredón. La República, agosto 2019)

Tuesday, December 17, 2019

Gilberto Padilla Cárdenas sobre la Generación Cero


Pero fue debajo del mosquitero cuando me di cuenta de que para entender la lógica de las generaciones literarias en Cuba, lo más recomendable es olvidarse de todos esos libros insubrayables, de la catarata de antologías; incluso de José Antonio Portuondo (La historia y las generaciones), y ver Animal Planet.
   “¿Qué hacen esos murciélagos?”, pregunta la enfermera de turno, señalando dos animales que parecen estar besándose en una especie de parodia a lo Disney del cortejo humano.
   “Son murciélagos vampiros”, le digo como si estuviera entrecomillado, “uno de ellos está regurgitando sangre dentro de la garganta del otro”.
   “¡Aj! Ojalá no hubiera preguntado”.  
   “Cuando los murciélagos vampiros vuelven de una noche fuera”, dice la voz en off de Morgan Freeman desde el fondo del televisor, “el que ha tenido suerte comparte a veces su cena ambulante con los que están en ayunas. A primera vista parece altruismo, pero un murciélago ahíto solo comparte la sangre con otro con el que tiene un acuerdo recíproco para el caso de que las circunstancias se invirtieran, por lo que en realidad es una estrategia de supervivencia”.
   ¿Acaso no es esta la lógica de la Generación Cero? Ahmel Echevarría regurgitando sangre en la garganta de Dazra Novak; Orlando Luis Pardo Lazo regurgitando sangre sobre sí mismo; Legna Rodríguez Iglesias regurgitando sangre en la garganta de Jamila Medina; Jorge Enrique Lage regurgitando en la garganta de Osdany Morales; Raúl Flores en la garganta de Michel Encinosa; Lizabel Mónica en la garganta de Lia Villares; Oscar Cruz en la de José Ramón Sánchez, Abel Fernández-Larrea en la de…, y así sucesivamente como un poema de Gertrude Stein o un reguetón bellaco.
   (Esta columna no va de eso, pero qué jodido es ser murciélago: defecas bocabajo; solo puedes follar seis semanas al año; toda la colonia entra en celo al mismo tiempo; a las hembras solo les interesa una cosa: tu esperma. Tienen una especie de truco ginecológico para mantenerlo dentro de sus vísceras hasta el momento en que quieren quedarse preñadas. Entonces se van a una cueva semillero en algún lugar caliente —donde solo se permite la entrada a las hembras— para tener sus crías. Su índice de mortalidad infantil es una vergüenza).
   Apelar a la estrategia generacional —en un país que supone que cualquier manuscrito encontrado de Lezama, escrito cuando tenía 13 años, es más interesante que lo que sea que tú y tus amigos publiquen—, le ha dado resultado a esta (de)generación de autores.
   Algo tenían que inventarse, porque ya se sabe que las editoriales cubanas —pastoreadas por el Estado— hacen una especie de coaching insoportable, el coaching de un país que no deja de recordarte lo mal que está el resto del mundo. El Estado cubano es como ese coach motivacional que te dice: “Lo creas o no, eres un escritor con suerte. A tus treinta años te has librado de sufrir las consecuencias del capitalismo salvaje, del mercado, de los contratos denigrantes que firman miles de escritores, de tener dos y tres trabajos nada literarios para sobrevivir; a tus treinta años, además…”, y te sacan un montón de cosas absurdas: la necrofilia, hemorroides, el labio leporino… “Lo creas o no, eres un escritor con suerte porque te has librado de todas esas cosas que hacen a los escritores de otros países desdichados, insatisfechos, quebrados, desesperados…”, aunque no vacilas ni un instante en considerarte a ti mismo un tipo desdichado, insatisfecho, quebrado y desesperado…
   Por cierto, en el prólogo de Cuba in Splinters, Orlando Luis Pardo Lazo narra todo esto que ni Spielberg en Salvar al soldado Ryan.
   Fue debajo del mosquitero cuando me di cuenta de que muchos exponentes de la Generación Cero creen que tienen una obra, pero todo lo que tienen son currículos. Esto   —que sus currículos parecen expedientes de la EIDE Mártires de Barbados— lo pueden comprobar ustedes mismos: Primer Premio de Gimnasia Rítmica, Accésit de Ajedrez, Mención Especial en Nado Sincronizado…, leemos en los expedientes de los deportistas. Primer Premio de Poesía Corcel de Fuego, Accésit El dinosaurio, Mención Especial en el Concurso Internacional de Cartas de Amor Escribanía Dollz…, leemos en las hojas de vida de nuestros escritores.
   ¿Qué tiene que ver una mención en el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas con la literatura? Nada en absoluto.    
   Hablemos claro: en la nómina de la Generación Cero hay algunos autores —ya ni tan jóvenes ni tan “jóvenas”, como diría Nicolás Maduro— a los que, creo yo, parecía que les gustaba leer, y no sé por qué se impone que si te gusta leer tienes que escribir. ¿Qué relaciona una cosa con otra? A mí me encanta dormir y no por eso me pongo a hacer una cama.
   Cuánto se echa de menos en Cuba aquel concepto que acuñara Cyril Connolly en los años cuarenta del siglo XX: la menopausia del escritor. Era aquello de que un autor podía empezar con grandes ambiciones, con la aspiración atolondrada de hacerle sombra al mismísimo Shakespeare, pero que siempre llegaba un momento en el que tenía que reconocer que su talento no daba para más. Que la historia de la literatura cubana, por ejemplo, no va a cambiar por él.
   Se pueden leer muchos eufemismos sobre la Generación Cero: que si es una “literatura sin cualidades”, que si “nuevarrativa”, que si se trata de una “literatura menor”, de escritores “inadvertentes”, que lo suyo es “no mostrarse como inscripción sino como textualidad efímera”…, pero ¿a qué viene tanta levadura semántica? ¿Se puede reunir más épica de la nomenclatura (“cero”) en una sola palabra? O, dicho de otro modo: ¿se puede acertar más que con Generación Cero? A mí la etiqueta “Generación Cero” —alternativa apocopada del otrora “Generación Año Cero”— me pareció siempre algo más que una declaración de principios o de musculación, puede que sea incluso una petición de benevolencia.
   Seamos benévolos, porque que con la Generación Cero todo es literatura. Oye, ¡todo es literatura cubana! Mi iPhone es literatura, mi Instagram es literatura, mi teta y mi pubis depilado son literatura, mi pene es superliterario, mis preferencias sexuales son literatura, mi disidencia…
   Pero me desvío. Otro dato curioso sobre la tradición literaria cubana, que también aprendí de Animal Planet, es que los koalas recién nacidos se comen las heces de sus madres porque sus intestinos no están preparados para digerir las ramas del eucalipto; hasta que la bacteria que descompone el eucalipto no está firmemente instalada en el cuerpo del bebé, su madre le prepara potitos con su mierda. Es decir, que el koala se desarrolla y se prepara para enfrentarse a su nueva vida comiendo la mierda de su progenitora. No se me ocurre nada mejor para describir el presente de esta Generación en la Isla.
   Las próximas “Maquinaciones”, al igual que el libro de Mark Oliver Everett (Things the Grandchildren Should Know), estarán escritas en plan: “Cosas que los nietos deberían saber sobre la Generación Cero cubana”.
   Literatura —como dirían Residente & Bad Bunny— bien, bien bellacosa.

(La Generación Cero y la mierda de los koalas. Hypermedia Magazine, diciembre 2019)

Monday, December 9, 2019

Antonio José Ponte vs. Abel Prieto


Seré breve: el ministro Abel Prieto lideraba la batida. Le correspondía por ser ministro de Cultura, porque su sucesor en la presidencia de la Unión de Escritores no parecía estar a la altura y porque sus superiores del Ministerio del Interior esperaban por resultados. Añadir a esto la venganza personal, porque yo había publicado en el suplemento cultural del diario español ABC una reseña negativa sobre su primera novela, en la que él había puesto tantas esperanzas. Incluso llegué a burlarme del hecho de que él fuera ministro.
   Llegado el momento, me mandó un recado a través de conocidos comunes. Se lo dijo a varios, para que me llegara sin falta: “Díganle a Ponte que él no va a ser Brodsky.” No se trataba, como entendí enseguida, de que leyendo una biografía de Brodsky fuera a enterarme yo de lo que no iba a ocurrirme. Porque, ¿quién va a creer en la promesa de un esbirro? Era, simplemente, el modo que encontró él para bajarme los humos, para que, como se dice popularmente, no fuera a creerme cosas.
   Sin embargo, el ejemplo de Brodsky me sirvió de mucho, aunque no el Brodsky de la lección policial de Prieto. Me sirvió para evitar la vanagloria en que suelen caer quienes se sienten víctimas de un Estado, y para declinar la lástima que suele dedicarse a esas víctimas. Así que mejor hablar poco de todo esto. Lo cual vale también para la cuestión del exilio, del sentirse exiliado, etc. Lección aprendida en entrevistas a Brodsky y en testimonios sobre él: Solomon Volkov, Liudmila Stern, el volumen de conversaciones publicado por la Universidad de Misisipi…
   Claro que no fui Brodsky, y que lo que me ocurrió fue nada comparado con aquello por lo que él pasó, pero recibí una lección de Brodsky. Lección buscada por mí mismo y no por ninguna sugerencia de Abel Prieto, porque cuando nos referimos él y yo a Brodsky lo hacemos desde sentidos contrarios. Yo pienso en el Brodsky escritor, procesado judicialmente o no, perseguido o no, desterrado o no. Abel Prieto, en cambio, prefiere pensarlo tal como alcanzaban a pensarlo los esbirros de la Lubianka.
   Prieto no es ministro por el momento, aunque puede volver a serlo si sus jefes le silban. Ocupa ahora el puesto oficial de Niña de Guatemala, que antes ocupara el exministro Hart, y tiene la encomienda de enamorar de Martí a quien se le ponga por delante. Sin embargo, tal como dices, hay quienes empiezan a darse lengüetazos de gato a sí mismos con tal de limpiarse, y habrá que ver a dónde va a parar Abel Prieto en unos años. En cualquier caso, espero que sus obligaciones oficiales le dejen tiempo para continuar su carrera de novelista. Porque su primera novela era mala, la segunda (que también tuve el gusto de reseñar) era infame, y espero que siga avanzando por ese camino.

(El acento Ponte. Una conversación. Entrevista con Ibrahim Hernández Oramas. Rialta magazine, septiembre 2018)

Tuesday, December 3, 2019

Andrés Reynaldo vs. Leonardo Padura (3)


De hecho, Padura no improvisa. Su obra es un coherente esfuerzo para humanizar la figura del policía castrista y problematizar, a veces con tintes de folletín, la obvia interpretación de la destrucción de un país sometido a la opresión y la miseria por una familia y su mafia vasalla. El detective Mario Conde lleva casi 30 años sin encontrar al asesino del Estado de derecho.

(La ecuación de Padura. Diario de Cuba, agosto 2019)

Tuesday, November 26, 2019

Juan Abreu vs. Abilio Estévez (2)


Hay una generación de intelectuales cubanos (exagero) nacidos con la Revolución o educados en la cloaca revolucionaria cuyos cerebros están colonizados por la Revolución de la manera, por poner un ejemplo, en que el cerebro del pintor Novoa está colonizado por los soviéticos. A ver, lo diré otra vez. La llamada Revolución fue innecesaria, la República a pesar de sus defectos y latrocinios y crímenes, siempre menores comparados con los cometidos por la llamada Revolución, tenía recursos económicos, cívicos y morales para salir adelante. Lo digo porque me entero de un nuevo libro de Abilio Estévez, conocido escritor lírico-costumbrista cubano, que trata de los horrores de la dictadura de Gerardo Machado. Coño. Me digo. Retroceder tanto cuando tiene Estévez sesenta años de horrores castristas y de dictadura castrista (que, dicen, le pateó el culo al mismísimo Estévez por homosexual), ante sus narices. Pero. No. Machado. ¡El asno con garras! Siempre he pensado que lo que caracteriza a los escritores cubanos de la Revolución (algunos emigrantes o exiliados o lo que sean) es la cobardía el oportunismo el servilismo el engolamiento la tabarra filosófica ininteligible la fatuidad tribal la cagarruta lírica la mezquindad el pensamiento conga el culipandeo como ética y el esbirrismo sentimental, pero ahora compruebo que la colonización cerebral castrista también los define.
   Y ahora por favor que no me salga nadie con lo de la Patria a tomar por culo la Patria.

(Blog Emanaciones, septiembre 2019)

Thursday, November 21, 2019

Brian Ramírez Val vs. “La sabiduría de los caracoles...” de Natalia Bolívar Aróstegui


Este nuevo libro suyo pretende un bosquejo, para nada erudito, de las particularidades de los sistemas adivinatorios que componen, por excelencia, las tradicionales prácticas religiosas del imaginario cultural yoruba: el ifismo, sistema adivinatorio de los denominados babalawos; el diloggun (caracoles) y el obi (coco), estos últimos, más afines a los denominados babalochas, iyalochas (santeros/as) y el espiritismo.
   En tres capítulos pretende dilucidar las características estructurales en las que se sientan estos sistemas mágico-religiosos y, sobre todo, desentrañar sus exégesis durante los procesos de adivinación. ¿No hay en esto un suficiente material atractivo para el lector, a sabiendas de que, todo ese caudal informativo se tiene, todavía —o al menos por parte de los oficiantes-practicantes— como un conocimiento vedado al público aleyo (no practicante)?
   De cualquier manera, que el libro contenga informaciones que, de hecho, han sobrecogido a la comunidad religiosa practicante en Cuba, no es, a mi juicio, lo más importante. No encuentro motivos para el vituperio de sacerdotes de Ifá y babaloshas contra Bolívar, pues todo ese caudal de información supuestamente hermética es posible encontrarlo en libros fakes que hoy comercializan libreros particulares o en cualquier tiendecita de artículos religiosos de La Habana.
   Basta, además, con googlear en internet para que el lector encuentre millares de sitios donde encontrar textos de patakíes, el Dice Ifá, los tratados de santería, y el Afolabi o Libro de la Adivinación, ya al alcance de cualquier no iniciado.
   Lo que sí encuentro lamentable es que, tal como declara su autora, este libro no vaya más allá de una pretendida compilación. ¿No se ha enterado Bolívar de la innecesaria labor que, según dice, intenta "complementar", a propósito de su anterior, ya bastante lejano y obsoleto, Los orishas en Cuba? El más reciente libro suyo es un resumen inocuo y reproductivo de las letras, caminos, odduns y patakíes del ifismo, del diloggun y el obi, y ella ni siquiera se molesta en explicar, de manera científica, o al menos con el necesario andamiaje teórico, el contenido que divulga.
   Mucho se ha avanzado hoy día en el terreno de los Cultural Studies, sobre todo en el campo académico, y me temo que probablemente Bolívar tampoco esté enterada de que no son estos los tiempos de las compilaciones de una tradición oral conocida hasta el cansancio.

(Un libro de Natalia Bolívar que vuela y deja mucho que desear. Diario de Cuba, octubre 2019)

Monday, November 18, 2019

Antonio Rodríguez Salvador vs. Carlos Manuel Alvarez (defendiendo a Retamar)


Recuerdo que cierta polemista se ocupó de abundar atributos de su carrera como autor. Virtudes no precisamente relacionadas con la ficción literaria, sino con textos escritos en esa vertiente de la crónica y el reportaje que dan en llamar Periodismo narrativo.
   Hubo una época en que al Periodismo narrativo se le conocía como Nuevo periodismo, pero el tiempo no perdona y entonces se le cambió el nombre. Según estudiosos, dicha corriente surgió hace unos sesenta años con Rodolfo Walsh y Truman Capote; pero otros, con ojo chusco, apuntan que ya estaba presente en Herodoto, hace veinticinco siglos.
   O sea, el Nuevo periodismo es bastante viejo, pero la polemista me recomendó buscar los novedosos textos de Carlos Manuel, cosa que prometí y finalmente no hice. Sin embargo, un par de días atrás alguien compartió en Facebook un artículo suyo, y entonces me dije: Vaya, he aquí la promesa. Quiero decir, la promesa que hice de leer “la promesa”, y, con la esperanza de disfrutar un periodismo en cuerda literaria, di un clic sobre el vínculo que remitía al diario español El País.
   La buena narrativa tiene la virtud de sumergir al lector en los hechos; uno los vive, de algún modo también los reporta; pero seis párrafos después, no había elementos propios del género. ¿Dónde está el narrador?, me preguntaba.
   Sin narrador no hay periodismo narrativo, pero es que tampoco aparecían técnicas comunes hasta en novicios: ni una mudita espacial, ni una cajita china... Era la mirada del autor mondo y lirondo, sin dialogismo, a puro teque, y con un único propósito: hacernos creer que el recién fallecido intelectual cubano Roberto Fernández Retamar, es un “mal poeta”, un poeta que “no sirve” (sic).
   ¡Vaya estilo! ¡Vaya concepto! ¡Vaya lenguaje de cervecería aplicado a la crítica literaria! ¡Perdónalo, san Borges! Qué diría Alfonso Reyes.
   Pero bien, demos por válido su derecho a la rotundez; solo que ya sabemos por Aristóteles que en materia de argumentación no puede haber refutatio sin probatio. Y que, por Dios, quien ahora se adentra en la crítica literaria no fue vendido como fanático de graderías o portero de club nocturno, sino como promesa de la literatura latinoamericana, según cábalas de un jurado pitoniso.
   Uno espera que luego de esa tremenda afirmación venga la ciencia, sobre todo teniendo en cuenta que muchos académicos y renombrados críticos han fundamentado lo contrario. Hay suficiente literatura pasiva sobre la obra de Retamar, y gran parte de ella, la gran mayoría, lo ubica como uno de los grandes autores latinoamericanos.
   Pero no. Como Carlos Manuel es una promesa, al parecer no tiene por qué cumplir con normas elementales de la crítica literaria. Caso contrario dejaría de ser promesa: ¿Me explico? Vaya, ni acaso atender a reglas clásicas del acto expositivo del discurso, pues del exordium va directo al peroratio, sin atenerse a los beneficios del narratio y el argumentatio. O sea, considera que con el teque y la matraca es suficiente.
   Por usar su mismo recurso beisbolero, en la competencia entre literatura y trivialidad, hasta el noveno inning (perdón, párrafo) de su despacho tenemos el siguiente score: figuras de la dicción, cero; frases hechas, lugares comunes y argumentos ad hominem, once. Una paliza de la vulgaridad contra el arte.
   ¿Para quién escribe este muchacho? Por su lenguaje tabernario podemos conjeturar para quién lo hace. En materia de discurso, existen los llamados registros lingüísticos. Esto significa que un emisor habla de acuerdo con el contexto y el tipo de receptor. ¿Y quién sería ese receptor que a una “promesa de la literatura latinoamericana”, a un excelso prospecto del Periodismo narrativo, obliga a un lenguaje y unos modos de tan baja estofa?
(…)
   Roberto Fernández Retamar es un grande de la literatura porque ahí está su obra para probarlo. Carlos Manuel Álvarez, en cambio, es autor sin mayores méritos más allá de conjeturas y construcciones propias de lo mediático. Le queda muy grande Retamar, porque ya lo avisa un refrán relativo a las promesas: Vale más un “toma”, que diez “te daré”.
   Por último, a Carlos Manuel quizá le convendría entender algo: si su artículo no es ciento por ciento bodrio, si en algún momento contiene verdadera literatura, es porque allí cita varios versos escritos por Retamar. Debería agradecerle esto a Roberto.

(El agradecimiento que le debe a Retamar. La Jiribilla, Agosto 2019)

Wednesday, November 13, 2019

Jorge Angel Pérez vs. Teresa Melo


Esta mujer santiaguera que fue “bautizada” con el nombre de Teresa y con apellido Melo es, según el sitio digital Cubadebate, filósofa, aunque no hiciera otra cosa para acercarse a la filosofía que estar sentada en un aula universitaria en la que de vez en cuando examinaban sus saberes sobre filosofía. Yo desconozco sus calificaciones en esa materia, no sé cuál fue el tema de su tesis, pero sí estoy seguro de que jamás escribió, como sí hizo Kant, Crítica Del Juicio y tampoco Crítica De La Razón Pura.
   Dicen en Cubadebate que Teresa es filósofa, sin que antes pensaran que para otorgar tal “distinción” habría que escribir antes “Así hablaba Zaratustra” como hizo Nietzsche para que lo tildaran luego, con muchísima razón, de filósofo. Ella no se devanó los sesos escribiendo la “Fenomenología del espíritu” que consiguió que Hegel fuera imprescindible y muy nombrado siempre que de filosofía se trataba. En fin que hasta hoy no sabemos porque es considerada como filósofa, en una isla donde el calor enorme, el sol ardiente y la indigencia de nuestras mesas a la hora de las comidas, consiguieron que jamás nos naciera un gran filósofo.
   La filosofía no compagina con el calor, la filosofía se da mejor en la nieve que lleva al encierro y la quietud, pero aun así a ella la tildan de filósofa. ¡Cuánta irresponsabilidad Dios mío! ¡Cuánto descalabro! Teresa no es filósofa, ella solo escribió algunos libros de poemas prescindibles. Ella es una santiaguera que se aferró con fuerza a La Habana y que sufrió mucho cuando, y no sabemos por qué, prescindieron de su dirección de la revista Cúpulas que se hacía en el Instituto superior de arte, ISA. Guardo el recuerdo de aquellos días en los que se sujetó a esta ciudad y no quería volver a Santiago y se quejaba hasta el desfallecimiento porque prescindieron, los comunistas claro, de sus servicios como directora de Cúpulas. Recuerdo aquellos días en los que me visitaba con frecuencia en el solar, recuerdo cuánto quería quedarse en La Habana, y no irse a la heroica Santiago de Cuba.
   Y no se fue, permaneció por acá mucho tiempo más sin que hiciera el viaje a la “indómita” Santiago de Cuba. Y esa Teresa escribe ahora en el Granma, a ella, como a Miguel Barnet, le publican un “poema” en el diario del Partido Comunista de Cuba, aunque el periódico no tenga ninguna vocación por la poesía, y desconozco si “por ese enhebro ella cobra”. A Teresa le publican un poema que, según dice un joven amigo, es más “malo” que el de Miguel Barnet, y también le entregan una réplica del machete de Máximo Gómez, y por eso ella ataca y escribe Adentro/Afuera creyendo que hace versos con diatribas. Ella enfrenta a quienes, como ella, defienden a la “revolución” con los que no le hacen loas, y la juzgan.
  Teresa Melo supone que enfrenta al mal y que se sitúa en el “trono del bien”, sin darse cuenta que a ella no le toca ningún trono y que si le tocara, al menos en un juego, cuando en él se siente y mire arriba, descubrirá entonces la espada de Damocles y supondrá que se le viene encima, que si permanece debajo de ella podría caerle justo sobre la cabeza, y dividírsela en dos, y ya no importarán las diatribas que escribiera contra alguien que dice haber querido y que dejó de querer porque escogió un camino contrario al suyo.
   A esta “mujer con machete” le encantan las oposiciones, hacer notar a los contrarios después de situarse en el sitio más conveniente. Lo suyo es: “o adentro o afuera”, le encantan los divorcios, establecer distancias insalvables, atender a esas diferencias que subraya fervorosa. A ella le encanta la oposición, la blanda claro, esa que la lleva a enfrentar a la restauración de la “Sagrada familia” que casi fue devastada por las llamas, con la Amazonía asolada también por el fuego, sin que sea capaz de asumir que tan importante es el cielo como el suelo, sin notar que por tanto palabrerío soso únicamente recibió un comentario de un tal Vitico que dijo: “Muy bonito y profundo”; al parecer Vitico acababa de escuchar al Benny cantando: “pero qué bonito y sabroso bailan el mambo las mexicanas”.
   Esta señora debía apaciguar su espíritu, debía recordar que alguna vez dejó dejo de ser, y no por su voluntad, la directora de la revista Cúpulas, y que también podría quedar atrás su época de mujer con machete, que la espada de Damocles, esa que se empeña siempre en hacer advertencias, podía caerle encima si se mueve un poquitico, y de muy poco servirá que desenfunde su machete, porque la espada es implacable. Ella debería notar, leyéndose claro, que antes tuvo una escritura un poquitín más bondadosa, y que esas exaltaciones, esas bravuconerías “revolucionarias” que se empeñan en denostar, terminarán volviéndola más amarga de lo que ya es, y peor poeta, debí escribir poetisa.
   Ojalá que su intolerancia revolucionaria y partidista, que sus reclamos a los que no comulgan con ella y su revolución, se apacigüen un poco, que se ponga a escribir en paz, que reciba a la poesía y no a las tontas y ridículas diatribas que hoy le hacen rasguñar el papel y hasta su alma. Ella debería ocuparse en lo que realmente empaña a Cuba y a su gente, entender que el Granma no es lugar para la poesía y que lo que allí publica no son poemas. Esta señora debería entender que está propiciando el odio contra quienes, alguna vez, fueron sus colegas de aventura, que sus diatribas exaltan el odio y ponen, a algunos, en la cárcel. Alguien más debería recordarle…, y recordarla, y pensar que su voz es cada vez más grave, y eso no es bueno, que incluso la podría llevar a la afonía, y perder su voz para siempre. Pobre esta mujer que lo está perdiendo todo creyendo que está “adentro”, cuando en realidad está muy “afuera”, muy lejos de la verdad, y aunque parezca panfletario, de la justicia. Esta pobrecilla no volverá a encontrar el camino de la poesía, porque se convirtió en policía, infelizmente ella no comentará en el Granma que Díaz-Canel llegó al Palacio de las Convenciones con el discurso ya escrito, mucho antes de que los diputados se encerraran en las urnas a decidir quién sería el presidente de la república, sin que la “Asamblea nacional” lo hiciera público.

(Teresa Melo, de la poesía a la policía. Cubanet, octubre 2019)

Friday, November 8, 2019

Zoé Valdés vs. Wendy Guerra (4)


La Quendi Guarra escribió ese librito de mierda titulado 'Dopinga de Revolución', título que según ella homenajea a Lunes de Revolución, queriéndose arrimar a la figura de GCI, quien ni la conoció y si la hubiera conocido la habría despreciado con toda su alma, por enana tapiñada y crica salida del plato.
   Bien, en el libro dicen que cuenta (no leo sus fantocherías) que un actor de Hollywood, puertorriqueño, moreno, alto, se la singó en Cuba hasta casi violarla. Absolutamente todos los abogados y el equipo de Beneficio de la Yegua llamaron a la Agencia de Carmita Carmona Balcells y pidieron la retirada del libro, y pusieron como condición que no se pudiera publicar de nuevo si la autora no cambiaba uno por uno los detalles y datos del personaje que tanto se parecían a él. Dicen que retiraron la novela, ella cambió todo, y han vuelto a editarla. Ahora el personaje es bajito, sueco, aunque también actor de nombre impronunciable de esas películas suecas de las de ahora ... etcétera y demás...
   Sin embargo, ahora anda por Hollywood, que se cuide la mujer de Iñárritu.
   Por cierto, esta tiparraca está fajá con los títulos, porque ese del último: El Mercenario... que no sé qué más... es como para quitarle el único premiecito que se ha ganado. ¿Ganado?

(La esbirra que coleccionaba singantes. Publicado en la red, Agosto 2019)

Tuesday, November 5, 2019

Félix Luis Viera vs. Leonardo Padura


El escritor cubano Leonardo Padura (LP), residente en su país, ha visitado en días pasados  al expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien guarda prisión por delitos relacionados con sobornos y otros temas.
   Luego de su encuentro en la cárcel con Lula, LP ha hecho circular una declaración en la que expone entre otros criterios: “Desde el inicio de la causa penal contra el ex presidente Lula sospechábamos que se trataba de una estrategia diseñada para inhabilitar el acceso a la contienda electoral al más seguro candidato a la presidencia de Brasil en las elecciones de 2018”.
   Asimismo, avisa LP que el encarcelamiento y permanencia en la cárcel del expresidente brasileño “advierten a las claras que en Brasil se ha producido la ruptura de un sistema de Estado verdaderamente democrático”.
   Es decir, en Brasil no hay una “verdadera democracia”. Uno quisiera saber la opinión de Padura sobre la democracia en un país que le queda mucho más cerca y cuya dinámica él conoce perfectamente, puesto que allí habita: Cuba. ¿Hay elecciones libres en Cuba? ¿Existen más de un partido político? ¿No se hallan todos los medios de información en la nómina del Gobierno? ¿Hay libertad de opinión? ¿No existe la censura?
   Así, a los muchachos de Izquierda que han alabado la declaración de LP sobre el encarcelamiento de Lula, cabría preguntarles: ¿creen ustedes que en Cuba hay una democracia?
   Por otra parte, LP nos hace llegar una muy buena noticia: “he encontrado a un Lula animado, luchador, convencido de sus razones, dispuesto a permanecer en prisión hasta que pueda salir como un hombre libre. Y confiado en que tarde o temprano, la justicia jugará el papel que debe desempeñar”
   “La justicia”… De nuevo una pregunta parecida: ¿el señor LP se ha preocupado por averiguar si en su país existe Justicia?¿Hay justicia en Cuba?
   Y bueno, creo que el par de opiniones más lamentables de la declaración de Leonardo Padura —firmada en Curitiba el 15 de agosto de 2019— sobre el caso Lula, son las que expreso a continuación.
   “Pienso firmemente que en ningún país o bajo ningún sistema, una persona deba ser perseguida, criminalizada, atacada por sus posiciones políticas. Es un derecho universal del hombre tener libertad de opiniones políticas siempre y cuando esas acciones, ideas, posturas no generen manifestaciones de odio, xenofobia, discriminación o persecución de otros individuos”.
   Cualquiera pensaría que LP se refiere al régimen existente en Cuba; pero no: supongo que él alude a lo que ocurre en otros sitios lejos de la Isla. Puesto que en Cuba, debemos suponer, nadie es perseguido, “criminalizado por sus posiciones políticas” y allí se respeta el “derecho universal del hombre [de] tener libertad de opiniones políticas”.  
   Por otra parte, anuncia Leonardo Padura en su declaración la solidaridad con “todos los hombres y mujeres que en el mundo han sufrido y sufren persecución y acoso por defender sin violencia sus ideas sobre la sociedad y el mundo”.
   Así, ¿debemos pensar que el escritor cubano pronto se pondrá de parte de las Damas de Blanco, que salen a protestar llevando como única arma un gladiolo en alto, y resultan golpeadas, a veces salvajemente por las autoridades? ¿Se solidarizará con los cubanos que sufren en las mazmorras por el solo delito de discrepar, sin violencia, contra el régimen existente en la Isla? ¿Propondrá que, entre otros ajustes de la Justicia revolucionaria, el consulado cubano represente a todos los hijos de aquella tierra, no solo a sus afines, de modo que no suceda más que un cubano muera lejos, sin nadie que lo represente, sin bandera, sin patria? En su búsqueda de la Justicia, ¿LP se declarará a favor de aquellos hijos de Martí a los que el régimen les ha prohibido visitar la tierra donde nacieron, aun en los casos en que deban asistir a los funerales de su progenitora?
   En fin, ¿habrá poco, mucho, demasiado cinismo en la declaración de Leonardo Padura que nos ocupa?
   ¿Quién dice sí o no?

(Lula se siente animado. Neo Club Press, agosto 2019)

Monday, October 28, 2019

Antonio José Ponte vs. Lourdes González


Cacica editorial holguinera, González reconoce que practica, practicó y practicará la censura. "Desde que dirijo la editorial he censurado todo lo que como directora de una editorial debo censurar", contesta a una pregunta del entrevistador. "Sí, todo. Pero, además, eso jamás me ha quitado el sueño. Siempre he dormido muy bien, muy cansada, extenuada de un día fatigoso. No solo he censurado, sino que seguiré haciéndolo. Es una de mis labores".
   Y para dejar claro que se refería a la censura política, agrega: "También la mala calidad la he censurado siempre con mucho ahínco. Lo seguiré haciendo". Es decir, ella veta lo que haya que vetar por razones políticas y, como cualquier editor en cualquier editorial del mundo, vela por la calidad literaria.
   Durante décadas la censura de la literatura cubana descansó en su soberbia ideológica. Operaba con celo de utopista, en nombre de la sociedad futura que describían los discursos oficiales y que anunciaba la vulgata marxista-leninista. No ofrecía explicaciones, nadie llegaba a pedírselas, y apenas dejó ejemplos de comisarios políticos explayándose. Uno de ellos, de fines de los años 70, incluía a Alfredo Guevara declarando a jóvenes intelectuales de la llamada Comunidad Cubana en el Exterior los motivos para censurar a Virgilio Piñera.
   Con el paso del tiempo, fue perdiendo vigor ideológico y sus razones se redujeron a los de un achicador ante una vía de agua. Y si antes los comisarios no daban la cara, menos lo harían ahora, faltos de mística. Es por eso que resulta tan interesante, no solo que alguien reconozca hoy la práctica de la censura, sino que aporte argumentos para su legitimación. 
   Lourdes González combina sus servicios al oficialismo con un pequeño negocio propio. Tuvo una paladar y ahora renta una habitación de su casa. Es, además de comisaria política, cuentapropista. De sus negocios propios ha llevado y lleva cuentas, y le toca amarrarse a un presupuesto en la editorial que dirige. No es, por tanto, una desconocedora del funcionamiento empresarial. Conoce, al menos, rudimentos de economía, y su legitimación de la censura es economicista.
   "El libro en Cuba no es autofinanciado, es presupuestado. Son cosas que a la gente se le olvida", afirma.
   Si su frase sobre cuánto ha censurado y cuán dispuesta está a seguir censurando remite a la del comandante Ernesto "Che" Guevara sobre la persistencia de los fusilamientos, esta última recuerda aquel lema interno de una campaña electoral de Bill Clinton: "Es la economía, estúpido".
   González ha encontrado la raíz económica de la censura política. La gente no lo sabe o se le olvida, pero ella lo tiene claro. No del todo, sin embargo. Porque es de suponer que cuando habla de una actividad presupuestada estará refiriéndose a una actividad subvencionada, a la que la administración pública apoya con dinero pese a no ser negocio que arroje ganancias. Y si era eso lo que quería decir, esta es su lógica: el hecho de que la industria del libro en Cuba sea de propiedad estatal y el precio de los libros resulte barato por subvencionado, autoriza a prohibir obras y autores. El Estado lo paga todo y, por tanto, tiene todo el derecho a imponer las leyes del juego. Es la economía, estúpidos.
   De esta argumentación que gira alrededor de más o menos gratuidades, se ha abusado muchísimo a propósito de la salud pública y la educación. Es chantaje muy gastado ya. Y falso: supone que el Estado es quien crea la riqueza que luego distribuye, y pasa por alto las evidencias de que lo barato del libro va combinado con bajísimos sueldos, restricciones alimentarias, doble moneda, decrepitud de las ciudades, impuestos indirectos sobre artículos de primera necesidad, ventajismo cambiario, jubilaciones miserables y un largo etcétera de penurias.
   No es el Estado, sino la población, quien crea riqueza y quien permite crear riqueza a partir de la miseria en que vive. Es la población trabajadora, y no el Estado, quien asegura que el libro sea barato. Contrario a lo que Lourdes González sostiene, no es que exista censura porque el Estado tiene a su cargo la industria editorial, sino que el Estado se hizo cargo de la industria editorial para imponer totalmente la censura. Y veta autores y libros, no por imperativo económico, sino por la única legitimación con que cuenta, que es la fuerza bruta. Así, censura del mismo modo que se organizan actos de repudio, se arrastra a Damas de Blanco, se carga con los manifestantes LGBTI o se impide entrar al país a los cubanos que resultan incómodos. Por puro ejercicio del poder. Para no perderlo.
   El restaurante que alguna vez ella tuvo se llamó "Paradiso". Le puso así por la novela lezamiana. "Sigo siendo literaria incluso en mis negocios", se halaga a sí misma. Pero resulta tan literaria como esa moda oficialista que se cobija en autores antiguamente censurados y que da la medida del vacío ideológico en que esos comisarios se mueven. Faltos de leyendas propias, no tienen más alternativa que aprovechar la mansión y el prestigio de una Dulce María Loynaz, por ejemplo. O fundan un rincón de trovadores y, en lugar de homenajear la obra de Silvio Rodríguez u otro de sus músicos, lo bautizan como "El Patio de Baldovina", por la criada de una novela lezamiana. Únicamente así se explica la necesidad de incluir a Arenas y Cabrera Infante, magníficos escorias, en una antología del oficialismo.
   Se trata de coquetería de esbirros, encantados de tener sobre el buró el retrato de alguna antigua víctima famosa. Y no cabe duda de que, de exigirlo la ocasión, alguien como Lourdes González no habría tenido reparo en supliciar a ese mismo Lezama Lima que aprovechó y homenajeaba en su paladar. Habría bastado la coincidencia de un original de autor tan problemático, ciertas instrucciones llegadas desde instancias superiores (en el caso de Lezama Lima, desde Seguridad del Estado, como quedó demostrado en los archivos de la Stasi) y ella en tanto censora solícita. En su conducta se juntan varios tiempos: la comisaria y represora política y la pequeña emprendedora capitalista, la apelación a un gran escritor silenciado y el silenciamiento de otros escritores en nombre de ese mismo poder.
   Celebré hace dos años que fueran publicadas las memorias impostadas de Alberto Garrandés, y celebro que se publique esta entrevista de Lourdes González. Creo, sin embargo, que los lectores habríamos tenido más si Reynaldo Aguilera, el entrevistador, hubiera repreguntado. En cuanto a su entrevistada, a diferencia de un Garrandés a quien no tenía sentido pedirle nada, habría que pedirle a Lourdes González que vaya más lejos, hasta desechar esa coartada falsa y sentimental del sacrificio del Estado sostenedor del libro, y asuma que ella opera sin necesidad de coartada alguna. Que es criminal y punto.

(Lourdes González, censora y cuentapropista. Diario de Cuba, mayo 2019)

Tuesday, October 22, 2019

Rafael Rojas vs. Abel Prieto (defendiendo a Cabrera Infante)

La idea de cubanía de Fernando Ortiz no se puede abstraer de su propia ideología, que no era comunista, ni siquiera socialdemócrata, sino estrictamente liberal y republicana. La moral patriótica es un compromiso que, históricamente, puede manifestarse desde múltiples ideologías. De ahí que resulte forzado transferir el patriotismo de Ortiz a cualquier otro, mucho menos al tipo de patriotismo que Abel Prieto y los ideólogos oficiales de la isla quieren difundir en la Cuba del siglo XXI. Ese patriotismo, subordinado a una ideología de Estado que no es marxista, sino autoritaria, es el que opera como una verdadera castración o mutilación de la nacionalidad.
   Abel Prieto usa la letra de Ortiz, y de José Antonio Ramos —cónsul en Filadelfia, profesor de la Universidad de Pennsylvania, protestante, gran admirador de la cultura de Estados Unidos y autor de un todavía útil Panorama de la literatura norteamericana (1935) —, y de Elías Entralgo —seguidor del evolucionismo social de Enrique José Varona y defensor de la Constitución de 1940— para distorsionar su sentido. Así, amparado en la autoridad de tres intelectuales republicanos, decreta, una vez más, la expulsión de Guillermo Cabrera Infante de la cubanía.
   Dice Prieto que «Cabrera Infante era francamente anexionista de alma y pensamiento». Que en su libro Mea Cuba (1993) promovía la adoración por Estados Unidos, que se burlaba de José Martí, que odiaba a la nación cubana, aunque su literatura fuera «radicalmente cubana». En síntesis, lo que dice Prieto es que se puede ser esencialmente cubano en la escritura pero anticubano en la ideología. ¿De veras? ¿Y si fuera al revés? En ese caso, tal vez Prieto sería uno de los escritores emblemáticos de la literatura anticubana contemporánea: un ideólogo nacionalista con una prosa exógena.

(Cabrera Infante o la cubanía. Revista El Estornudo, septiembre 2019)

Wednesday, October 16, 2019

Michael H. Miranda sobre la “padurización”


Es muy probable que, en el terreno de la cultura, terminemos acogiendo a nuestro pesar el término “padurización” como etiqueta para los años finales del castrismo, esto es, la asimilación de un status quo donde prevalece la refracción de todo lo que un régimen ha tenido de represivo, totalitario y antidemocrático; la negación de esa faz convertida en antifaz. Así, el intento de normalización de Barack Obama encajaría a la perfección con esa posición del intelectual/escritor acomodado —el “ketman profesional” que describe Milosz— que desde adentro clama por una reforma muy maquillada para esconder toda la vergüenza cómplice bajo el lema de “aquí no ha pasado nada”.

(Texto incluido en El compañero que me atiende, Editorial Hypermedia 2017)

Friday, October 11, 2019

Juan Abreu vs. la Feria del Libro de Miami


Veo el programa de la Feria del Libro de Miami. El programa (en lo que a Cuba concierne) un programa de las dos orillas a la medida de Padura mensajero oficial del castrismo en la cárcel de Lula y en los salones miamenses. Poco a poco la Feria ha ido sucumbiendo a la marea de las dos orillas, de la reconciliación, del pasemos página, o dicho más claramente a la estrategia castrista de colonización. Colonizar Miami, la ciudad de sus víctimas y sus enemigos ha sido para el castrismo una operación crucial que ha rendido sustanciosos frutos. Miles de millones de dólares anuales ordeñados al exilio, por no hablar de lo más importante: la exportación del envilecimiento castrista a Miami. Queda poco ya sin colonizar y el ambiente es de resignación entre las víctimas y de desfachatez entre los triunfales y zafios invasores. No es que Miami fuese nunca una plaza cultural, pero era una plaza moral. Y en lo referente a la cultura, había gente seria, profesional, leída, que continuaba alimentando esa trama de belleza, honor e integridad a la que llamábamos cultura cubana. Hoy ya esa trama ha sido barrida por la vulgaridad castrista, como fue barrida de la isla, deliverada y brutalmente, desde los primeros años. El castrismo no es una ideología, es la zafiedad en el poder. Caen las últimas almenas y la alta Cuba que fue sólo sobrevive en la memoria y en la resistencia de los últimos cubanos libres. Cuando ellos mueran la luz de toda una época se apagará.

(Blog Emanaciones, octubre 2019)

Monday, October 7, 2019

Hypermedia magazine vs. editoriales cubanas

¿Por qué no se ha tomado ya la decisión de clausurar definitivamente las editoriales estatales cubanas que publican literatura cubana contemporánea?

¿No representaría un ahorro para el Estado? ¿Por qué seguir botando dinero de esa manera?

En serio, ¿qué está esperando Miguel Díaz-Canel? Si alguna vez dijo: “Total, todo el mundo censura”, ¿qué espera para decir: “Total, si el 90% de todo eso es mierda”?

¿Y, en ambos casos, no tendría toda la razón?

Unión, Letras Cubanas y compañía, ¿de verdad son sellos editoriales? ¿O no son más que un truco presupuestado para la inflación de egos, para la egoterapia?

En tiempos difíciles, ¿por qué subvencionar a los escritores locales, adultos, no discapacitados, que todavía se pueden buscar la vida? ¿No es mejor —concediendo que algo haya que publicar, para guardar las formas— publicar exclusivamente a los muertos?

¿Para cuándo el apocalipsis zombi en las editoriales estatales cubanas?

(Hypermedia interroga [X]. Hypermedia magazine, octubre 2019)

Wednesday, October 2, 2019

Carlos Manuel Álvarez vs. Roberto Fernández Retamar


   Con la noticia de su muerte, alguien me preguntó si por fin Retamar servía o no. Le dije, por decir, que pensara en un prospecto que nunca llegó a triunfar en Grandes Ligas y que, siendo beisbolista, pudiendo batear y fildear, aceptó el cargo de coach de tercera.
   Alguien que cumple órdenes, da señas constantemente y transmite las jugadas que piensa otro. Alguien que te indica cuándo tienes que frenar o cuándo puedes seguir, y alguien que, de más está decirlo, siempre mandó a frenar. Le gustaba que la gente estuviera quieta en base.
   Cuando yo llegué a La Habana, con dieciocho años, Casa de las Américas era un templo venerable, un gris edificio arte decó ubicado en Vedado, en calle 3ra y Avenida de los Presidentes. Justo al lado quedaba mi residencia universitaria, veinticuatro pisos de hambre y subversión.
   Todos los días, para llegar a mi cuarto, cortaba camino como tantos. En vez de tomar la acera, me metía por una especie de pasillo que atravesaba la entrada de Casa y miraba para adentro, buscando quién sabe qué.
   La primera vez que vi a Retamar fue en uno de esos peregrinajes de estudiante. Ya rondaba los ochenta, sus pasos eran cortos. Lo rodeaba una cohorte de empleados menores. Iba a montarse en un Lada, se lo llevaban a algún lugar.
   Yo quería con todas mis fuerzas convertirme en escritor. No había, desde luego, escrito nada, pero creía que pasar cada tarde por Casa de las Américas y encontrarme a veces con Retamar en mi camino ya me ayudaba un poco a serlo.
   Era una atmósfera sublimada que yo confundía doblemente. Primero porque la literatura no es algo que venga nunca desde afuera, y segundo porque en los años que yo estudié en La Habana –y así sigue siendo hasta hoy, y así era también desde mucho antes– no había nada que pudiera alejarte más de la literatura que Casa de las Américas.
   La última vez que vi a Retamar, si es que no se trataba de un fantasma, fue hace casi tres meses. Me habían invitado a la feria del libro de Santo Domingo. Entré a un restaurante y él estaba sentado en una de las mesas con más comensales. Fue una presencia incómoda, no me gusta estar en un lugar donde hay gente que trabaja para el estado cubano. Transpiran miedo, son recelosos, siempre tienen que cuidar sus palabras. Todo eso puede olerse si uno tiene el olfato indicado. Es como recordar cuál era tu olor años atrás.
   Salí de allí de inmediato. Retamar llevaba su boina distintiva, para mí ya un emblema del hombre pusilánime, del pensador castrado en buena medida por sí mismo.
   Hay en su obra un poema bisagra muy conocido. Se llama El otro (enero 1, 1959), y está escrito, naturalmente, en el punto de quiebre de la historia, justo en ese instante en que toda la materia nacional conocida hasta el momento está cerca de entrar para siempre en otra dimensión. «¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,/ sus huesos quedando en los míos,/ los ojos que le arrancaron, viendo/ por la mirada de mi cara/?», se lee ahí.
   Podemos detectar de dónde viene y adónde va Retamar. La contención del poeta letrado le sostiene todavía el pulso al estremecimiento épico, salva al verso de fracasar en la estridencia, pero todo eso va a desaparecer. Retamar va a traficar con el tono elegíaco, a corromperlo en el trasiego diario, convirtiendo su lírica, cargada de esperanza y porvenir, en un sitio de constante expiación cívica.
   En esa monografía programática, El socialismo y el hombre en Cuba, el Che Guevara le endilga a la vieja burguesía cubana una culpa original que Retamar, como hombre ampliamente formado bajo las reglas del viejo orden, va a padecer y a tratar de limpiar más que nadie.
   Hay entonces un punto de ironía y de justicia en el hecho de que en sus coloquiales poemas revolucionarios Retamar sea más burgués que nunca. Con las mismas manos relata su participación en la construcción de una escuela. Ahí cuenta que a pesar de ponerse lo que él entendía como ropas de trabajo, todavía los obreros le dijeron señor.
   Se trataba de un turista en el país del proletariado, alguien de paso que quería parecer cool, convertirse en unos más, y que no tenía la menor idea de cómo vestían los obreros. Es condescendiente y compasivo, ve en esos semejantes a buenos salvajes, y hay una representación primitiva de las acciones y las cosas («Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales», o «tomé el agua silvestre de los trabajadores»).
   En la revolución, la clase obrera es la nueva aristocracia social. En una actitud típicamente burguesa, Retamar quiere acceder ahí, quiere travestirse con ponderaciones y lisonjas y que lo acepten en la corte del yunque y el cultivo. Pero el único momento revolucionario es el momento pre-revolucionario, y el segundo de la transformación ya ha sucedido, el segundo verdaderamente luminoso está clausurado de modo definitivo para Retamar y los suyos.
   Como sujeto de su clase, Retamar quiere alargar un suceso al que llega, por fuerza, tarde, puesto que es condición dada de la burguesía llegar tarde a las revoluciones modernas. Ese alargamiento tozudo es trágico, inicia y justifica la deriva totalitaria.
   El único puesto que hay entonces para el burgués en el tejido social del nuevo orden no es un puesto de obrero, sino un buró de funcionario. Es lo máximo a que se puede aspirar, una recompensa que castiga. Con su chivo, su boina, su portafolio cargado de poemuchos y papeles administrativos, y su imbatible obediencia y sumisión, Retamar cumplió siempre a pie juntillas lo que la historia tenía deparado para él.
   Con las mismas manos es un poema de 1962. «Pasé por el que será el comedor escolar/ hoy sólo señalado por una zapata», dice su verso décimo. Tantos años después Retamar ha muerto, muchas vidas han pasado, ya no hay burgueses ni obreros, sino sobrevivientes, y ese comedor no ha sido construido todavía.

(Un turista en el país del proletariado. El País, julio 2019)

Tuesday, September 24, 2019

Duanel Díaz vs. “Plaza sitiada”, de Norberto Fuentes


La novedad del recuento de Fuentes consiste entonces en reivindicar, frente al tipo de cultura literaria que dentro de la revolución proponían Padilla o Ambrosio Fornet —una más ecuménica, donde cabían Kafka y Eliot (a propósito del cual, por cierto, Padilla polemizó con Carlos Rafael Rodríguez en la primera de las reuniones en la Biblioteca Nacional, en 1961)—, el canon de Verde Olivo. Al respecto, vale la pena detenerse en el capítulo 12, sobre el influjo de Los hombres de Panfilov y otros libros soviéticos de ese tipo en la Cuba de los sesenta. Fuentes recuerda que el libro de Alexander Bek, publicado en edición masiva de 100 000 ejemplares, es “uno de los más leídos de la historia de Cuba”, y echa mano del arsenal antintelectualista de Mella y Verde Olivo, llegando a lamentar que años después las ediciones de textos soviéticos se redujeran por causa del influjo de “la intelectualidad pequeñoburguesa cuando convirtieron las colecciones dedicadas a la publicación de obras extranjeras —Biblioteca del Pueblo y Colección Cocuyo— en una reserva existencialista” (p. 219). Como Cabrera Infante en “Somos actores de una historia increíble” (Revolución, 16 de enero de 1959), Fuentes opone a la novela de Proust la situación cubana, cuando los “cubanos estaban para las balas”. Pero Cabrera Infante se distanciaría de esos tempranos artículos suyos; Fuentes sigue recordando con nostalgia, como había hecho ya en 1970 en el prólogo a Cazabandido, la “época del heroísmo” donde se formó como periodista en la Lucha contra Bandidos.
   Norberto Fuentes reproduce, entonces, la vara de medir de las FAR, que se basaba en la contraposición entre la lucha revolucionaria y el mentidero literario, y en la absoluta prioridad de la primera. Es ese, después de todo, el contraste entre sí mismo y Padilla que él traza una y otra vez: “Yo estaba entrenado para la lucha revolucionaria y no para los corrillos literarios” (p. 489). Es también esa imagen de sí como combatiente lo que lo lleva acaso a titular Plaza sitiada a su libro, aun cuando él no escribe ya desde Cuba. Decidido a no dar un paso atrás, Norberto Fuentes se parapeta en su trinchera, desafiando ahora a todos aquellos que han reproducido la versión del caso Padilla que el poeta ofreció en sus memorias, artículos y entrevistas. Esta versión es bien conocida. Básicamente, dice que Fuentes, quien primero hizo autocrítica y al final volvió a tomar la palabra para desdecirse, era un agente de la Seguridad. De algún modo, su disonante intervención le habría dado mayores visos de veracidad a la farsa de esa noche. A este relato Norberto Fuentes propone otro donde Padilla queda como uno de los mayores cobardes de la historia de Cuba y él como un héroe. “Yo soy el único héroe literario de la historia de Cuba” (p. 524).
   Esta alta cota de heroísmo procede no solo de su actuación en la noche de autos, sino de su enfrentamiento con Fidel Castro, un enfrentamiento más o menos secreto, no ruidoso como el escándalo de Padilla, del que Fuentes sale “invicto”. El enfrentamiento empieza con la publicación de Condenados de Condado, y luego con una polémica en la revista Marcha donde un agente uruguayo de Castro se enfrentó a un discípulo de Ángel Rama. Y sigue en 1971, cuando en la UNEAC Norberto Fuentes se niega a aceptar que él ha tenido actitudes contrarrevolucionarias, y luego le comenta a un amigo “Yo lo que quiero es caer preso para convertirme en el Solzhenitzyn de Cuba”. Esta conversación llega a oídos de Fidel Castro, quien, en contra del criterio de la Seguridad, decide que “lo dejen en paz”, pues al fin y al cabo “él es el único hombre que hay ahí”. Es así como Fuentes, a sus ojos, le gana la batalla a “Fidel”. A partir de ahí desiste de toda ambición de disidencia: “no hice más que amarrarme a una invariable conducta de lealtad a toda prueba a los míos, y de un orgulloso compañerismo” (p. 501). Pavón y el Partido le pidieron que no escribiera y no escribió. Que se sumara y se sumó. Para 1975, su proyecto de libro sobre Hemingway en Cuba fue aprobado por el Buró Político. Este libro, que sería prologado por García Márquez, facilitaría su acercamiento a Castro; luego sigue su nombramiento como cronista de la guerra de Angola y su camaradería con los hermanos De la Guardia, la historia narrada en Dulces guerreros cubanos.
   Como aquel, Plaza sitiada es un libro exasperante: no se sabe dónde termina la ingenuidad y dónde empieza el cinismo. Pero los detalles sobre la vida de los hombres duros del Ministerio y de la guerra de Angola son mucho más suculentos que los que ahora ofrece Fuentes en su abigarrada versión del caso Padilla. Este libro, lleno de errores y repeticiones innecesarias, pudo tener muchas menos páginas. Basta echar un vistazo a las fotos, algunas de las cuales nada tienen que ver con el tema en cuestión: una foto de Fidel Castro con Sartre y Simone de Beauvoir en 1960, una de Guillermo Cabrera Infante con Marlon Brando en 1957…; fotos de las manos del propio Fuentes, cuando manipulaba una Colt en un cameo que hizo en una película de Oscar Valdés. Abundan, como era de esperarse, los retratos del autor, y los momentos, en los pies de foto, donde este habla de sí mismo en tercera persona. Por ejemplo, cuando a propósito de una fotografía de junio del 71 escribe que “durante muchos años él estará poseído por la idea de que su desafío a las autoridades y a Padilla estuvo sostenido por una presencia física equivalente a la innegable belleza de su rebeldía” (p. 339).
   Fuentes está convencido, además, de que Condenados de Condado es “el mejor libro de ficción que la Revolución Cubana ha producido hasta la fecha” (p. 77). Este libro se publica en 1968; Los años duros, de Jesús Díaz, que incluye tres cuentos sobre la lucha contra los alzados del Escambray, había salido en 1966; Tute de reyes, de Benítez Rojo, en 1967; Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas, también en 1967, pero esta cronología no alcanzaría a refutar la primacía atribuida por Fuentes a Condenados de Condado porque, según él, “Jesús [Díaz] nunca superó las fronteras de un realismo maniqueo y acartonado” (p. 226), y los de Arenas son “textos bastante mediocres” (p. 58). No solo estos; en las cuatro décadas posteriores al quinquenio gris no ha aparecido “ni una novelita de algún interés” (p. 527). La literatura cubana de los últimos cuarenta años es un paisaje “desértico, estéril”, donde solo brilla Condenados de Condado.
(…)
   Lo que hay aquí es, entonces, una suerte de bovarismo, un heroísmo de fantasía. Las fotos que acompañan Plaza sitiada son la mejor prueba de ello, y en ese sentido no son innecesarias, sino más bien reveladoras. No solo aquella, al comienzo, que muestra al joven periodista portando una ametralladora checa que él mismo, autodefinido como “la viva estampa del intelectual orgánico de la revolución”, aclara que está cargada porque hay bandidos por los alrededores. Sobre todo, las fotos de las manos durante el cameo que hizo con Alberto Mora en la película sobre Guiteras. De algún modo, ¿no viene esa imagen a traicionar que el heroísmo de que se presume aquí es un reenactment, una representación, un papel? El heroísmo que Norberto Fuentes opone a la supuesta cobardía de Padilla no es más que un heroísmo de postalita.

(Norberto Fuentes, Heberto Padilla y el heroísmo revolucionario. Hypermedia Magazine, octubre 2018)

Tuesday, September 17, 2019

Gustavo Pérez-Firmat vs. Leonardo Padura


No, Leonardo Padura no existe. Es una sombra proyectada sobre la pantalla de la conveniencia.
   Alguien habla (demasiado), alguien escribe y publica (demasiado), alguien da conferencias y entrevistas (demasiadas), pero nadie sabe quién es, tal vez ni siquiera él mismo.
   Habrá que preguntarle al Conde.

(Leonardo Padura, ente de ficción. Hypermedia Magazine, abril 2018)

Friday, September 13, 2019

Antonio José Ponte vs. Cintio Vitier y Fina García Marruz


   La primera vez que oí hablar en privado a Fina García Marruz, se largó, sin ton ni son, a defender a Lezama Lima de quienes lo acusaban de homosexual. Yo no había tocado para nada el tema, pero ella cogió cuerda automática. Al parecer no se había recuperado de haber leído o no haber leído por prohibición marital el capítulo octavo de Paradiso. Y, bueno, si empezaron ella y Vitier por no hacer preguntas, terminaron por no responder a mis saludos cuando coincidíamos.
(…)
   Cuando se celebró en La Habana el cincuentenario de la revista Orígenes me invitaron a ser uno de los expositores y me adjudicaron como tema a Gastón Baquero. Un año antes lo había visitado en Madrid, y él era uno de los origenistas exiliados de los que se iba a hablar por primera vez después de décadas de censura. Fue entonces que se me ocurrió cambiar y ocuparme de otro de esos exiliados, de Lorenzo García Vega. Cintio Vitier se me acercó, sumamente interesado. ¿Iba a hablar yo de la poesía de García Vega, tan particular como era? Le contesté que no y tuvo que alarmarlo saber que iba a centrarme en Los años de Orígenes.
   Vitier se me acercaba a hacer el trabajo de Seguridad del Estado. Más amablemente y menos escarmentador, por supuesto, pero le interesaba lo mismo que a los segurosos: que no se escuchara la versión de García Vega sobre Orígenes. Diputado oficialista como fue más tarde, se me acercó con el fin de modular la censura: estaba muy bien que se hablara de Lorenzo poeta, pero habría que pasar por alto aquel libro de memorias suyo, tan resentido y mentiroso.
   Tal como su esposa Fina García Marruz procuraba administrar la sexualidad de Lezama Lima, Vitier no se mostró dispuesto a transigir con ese costado de Lorenzo García Vega. En algo semejante había incurrido Lezama Lima cuando lanzó, en la “Oda a Julián del Casal”, su maldición de pirámide contra los investigadores de los papeles casalianos y se alegró de que ciertos textos publicados por Casal no fueran encontrados. Y lo mismo se halla en un Virgilio Piñera capaz de autocensurarse, no por razones literarias sino políticas, al compilar todo su teatro y dejar fuera su sátira anticomunista Los siervos.
   Vitier y García Marruz y Lezama Lima y Piñera son, cada uno de ellos en estos ejemplos, obstáculos para la transmisión. No es que les disguste tal o cual fenómeno, es que obran decididos para borrarlo. Igual que comisarios políticos, se muestran interesados en cebar la confusión y la desmemoria. Y, por citar un ejemplo origenista más, hay que ver el modo en que muchos de los que se ocupan de Baquero se detienen en la disyuntiva entre el poeta y el periodista. No es que tal disyuntiva sea falsa, pues así la sintieron ciertamente los origenistas, que en esto fueron más anticuados que Casal o Martí o Mañach o Novás Calvo, sino que donde dice periodista tendría que leerse miembro del Consejo Consultivo del golpista Fulgencio Batista, una vez clausurado el Congreso. Y del mismo que quien estudie Orígenes tiene que lidiar con el diputado castrista Cintio Vitier, tiene también que lidiar con el consejero dictatorial Gastón Baquero.

(El acento Ponte. Una conversación. Entrevista con Ibrahim Hernández Oramas. Rialta magazine, septiembre 2018)

Monday, September 9, 2019

Carlos Esquivel vs. Alejo Carpentier


Desde niño me dijeron que era un gran escritor y años después lo creí. Igual, a ratos, declinaba ligeramente (de) esa creencia. No tanto por cuestiones literarias, se intuye, aunque para algunos ahora mismo pudiera engrosar una lista de descreídos ramplones. No soporté en demasía su estilo, engolado y casposo, o que su alma se abrazara al espíritu de Fouché tropical.

Me gustó mucho El reino de este mundo, y un poco menos El siglo de las luces. El acoso resulta alto aperitivo. Los pasos perdidos es “los pasos ganados” (tan simple y tan poco emotiva mi distinción, aunque sí traspone tópicos elitistas que detesto).

Por cierto, es muy rara la supuesta novedad (expuesta, e impuesta, por varios), de su relato “Viaje a la semilla”. Por favor, revisar “El curioso caso de Benjamin Button”, cuento escrito por Francis Scott Key Fitzgerald, y convertido en película en el año 2008.

(De Cuba en peor (I). Hypermedia magazine, septiembre 2019)

Thursday, September 5, 2019

Néstor Díaz de Villegas vs. la UNEAC


Tenemos lo peorcito, la raspita, lo que canta y baila y recita y danza y escribe y pinta, reunido en un solo lugar, en una leonera que mete miedo. Sáquenlos a la luz, paséenlos por La Habana, sólo como experimento, sólo por probar, y ya verán. Expóngalos a la crítica, al tomatazo limpio. ¿Qué diría el que viera pasar en fila india a Kcho, Rosita, Sarah, Roberto, Alicia, Senel y Pedrito? Colmillos largos, dientes picados, artritis y osteoporosis fulminante. Reuma del ojo y arteriosclerosis del seso. Manos crispadas, pero siempre en alto, pidiendo la palabra que nunca llega, la palabra a los intelectuales.
   Pellejos cosidos al cráneo, culos que asoman por la golilla, papadas fofas y chochos remendados. Lo peor de nosotros, lo más rastrero, lo más grosero y lo más podrido. Un congreso de hueleculos, por fin. La UNEAC como excusado, como cloaca donde se ha quedado lo que no se fue. ¡Y con esto pretendemos emprender reformas! ¡Y con esto pretendemos levantar el bloqueo, llevar adelante las conquistas de la Revolución! Lage dice estar orgulloso, pero la gente se horrorizaría de tener delante esta canalla. ¿La conoce siquiera? ¿La ha visto junta? ¿Sabe de lo que es capaz? Se van a un teatro, y se reúnen tras bambalinas, eternos conspiradores. Tomaría una apatía y una amargura de ancianos, de desahuciados, para identificarse con ellos. No son aptos para menores. Ahí se celebra lo anti-natural, lo anti-cubano y lo anti-joven.
   Habría que ser un zombi para poder entrarle a Carilda, que va del brazo de Hart, o a Cheché, que trae la tapa de los sesos en una bandeja. Los fieles difuntos están más cerca de nuestros intelectuales que las putas que hacen la cola de la olla arrocera. ¿No anda por ahí Baragaño? Reinaldo Arenas lanzó un anatema contra toda esta basura. Pero Cintio y Fina son la pareja de novios de Pesadilla antes de Navidad. ¡Luisa Martínez Casado, si eres tú, habla, materialízate! ¡Estás intacta! ¿Lista para la rectificación de errores? ¿Y dónde están Sakuntala, Oliente Churre y Cherburgo? ¿Cómo? ¿Qué éste no es el prólogo de El color del verano? Lo peorcito de la media rueda. Lo que pinta, chivatea, recita, escribe y baila. ¿Existieron rastrapanzas así en el machadato? ¡Búsquenme uno! Muéstrenme un batistiano más mierda que Eusebio Leal, e ingresaré voluntariamente en la Villa Marista. ¿Gastón Baquero, Otto Meruelo? ¡Bah! Comparada a la UNEAC, Kuquine es un Vaticano. Imagínense a Olga y Tony cantando en Boniato. ¡Et tu, Moreira! Fabelo, está bien, pero tú, coño… ¿Y llegará el doctor Oscar Elías Biscet a extirparle el demonio a Nitza Agüero, a amarrarle las trompas a esta colmenita?

(La colmenita. Blog Penúltimos Días, abril 2008)

Tuesday, September 3, 2019

Zoé Valdés vs. Alejandro Armengol


El primer sujeto que empezó a usar mi nombre de manera impropia, pretendiendo imitar los célebres juegos de palabras del gran Guillermo Cabrera Infante (quien jamás soportó al sujeto de marras, por cierto), cambiando el Zoé por Soez, fue un gordo repugnante. Lo hizo en uno de sus vomitivos artículos en ese periodicucho que yo llamo el Granma del Norte, absolutamente penetrado por el castrismo y sus adláteres de periodistas. Al final, cerraba el artículo con un “Zoé Valdés es la Madonna de la literatura cubana”, comparándome con la cantante norteamericana, creyendo que con ello me hacía un daño irremediable. Resultó que, por el contrario, esa frase la retomó el New York Times, citando al periodicucho, e ignorando, por supuesto, el nombre del gordo lamenalgas, o sea, indicando que yo era o soy “la Madonna de la literatura cubana”. La frase la usaron a su vez mis editores norteamericanos para las cubiertas de mis primeros libros editados en Estados Unidos, lo que me hizo un enorme favor de venta. Un día fui a agradecerle irónicamente al obeso de sudor espeso cuyo nombre se presta también a nombretes innumerables, y al que a sus espaldas tratan de Gordo de Botero pueblerino en el mismo periodicucho, allá en Miami. Me acerqué a su escritorio, y el cobarde empezó a encogerse como una cucaracha acosada. No sabía ni dónde meterse, escondido debajo de su computadora.

(Zoé Valdés: Cuba nunca me ha abandonado, tampoco es una obsesión. Entrevista en "Árbol invertido", agosto 2019)