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Friday, July 29, 2016

Rafael E. Saumell vs. Abel Germán Díaz Castro

De entrada declaro y enfatizo que como cualquier lector considero que mis criterios no son infalibles, que aplaudo y promuevo la crítica discrepante siempre que esté consagrada a enriquecer las obras examinadas y que tenga lugar en un marco profesional y respetuoso. No soy miembro de ningún club de admiradores a ultranza de ningún escritor ni utilizo la crítica ni las polémicas para rendirle pleitesía a nadie. Tampoco me interesa caerles en dúo o en pandilla a los críticos que no comparten mis juicios de valor. Lamentablemente, en cuanto a Abel y a Marco Tulio tengo que confesar que sus motivaciones no son nada literarias. Más bien han actuado como escuderos de su causa favorita, y demostrado que están dispuestos a magullar a cualquier sospechoso de no comulgar con ellos.
   Cuando Amir me avisó que iba a publicar un trabajo adverso al mío lejos estaba de imaginar que al final serían dos, sin cortar la “Nota Editorial”. Naturalmente, los leí y releí, atento siempre a encontrar y aceptar observaciones pertinentes, bien fundamentadas y encaminadas a lograr una mejor apreciación de la obra en disputa. Para mi frustración, nada hallé de lo esperado. Entonces me pregunté muchas veces si acaso los antagonistas de referencia habrían leído de verdad el trabajo. Repito: me entusiasman las diferencias de valoración. Eso es lo saludable. Lo insano es polemizar mediante la deplorable manipulación de unas cuantas citas extraídas de su contexto para llegar a la conclusión interesada de que yo pretendí serrucharle el piso, de forma oblicua,  a la obra de Viera.
   Quien no haya leído lo que antes publiqué podría llevarse la impresión de que este servidor es un canalla. Aclaro lo siguiente: si quiero adelantar un juicio desfavorable de algún libro, lo hago honestamente, sin que falten la integridad, el tacto y el obligado rigor conceptual.  El archivo de esta revista contiene numerosas pruebas al respecto.
   Abel Germán me atribuye intenciones veladas, encaminadas a cuestionar la validez de su prólogo de la novela en cuestión y de los juicios de un grupo de reconocidos autores que, según la versión suya, están en pugna con mis supuestas descalificaciones. Es decir, me echa a los leones para que me descuarticen a zarpazos y a dentelladas, para aniquilarme, en suma, por unos pecados terribles que habría cometido. Los siguientes son los ejemplos que llamaron mi atención. a) A Saumell la novela le parece floja pero lo dice a la sordina; b) le irrita que aluda a dos referencias culturales que advierto en la novela. Sobre todo se encabrita cuando menciono al rey David que, según él, nunca ha ido a Santa Clara. Pobres poetas, escritores y creyentes de esa ciudad, digo yo de paso; c) “Saumell mata al mensajero”. Es decir, soy un homicida en sentido literal y figurado; d) Saumell [no el narrador] “cita y esquematiza a los personajes”; d) Me acusa de considerar la novela de Viera como aburrida, predecible y monótona, a pesar de que me señalo por las claras a la vida en la Santa Clara del narrador; e) mi preferida entre todas las metrallas que lanza: “Saumell se aplica en “reventar” o “destripar” la novela. [En otras palabras, le hice un mitin de repudio a la novela]. Por contar, cuenta hasta la frase con que Viera cierra el libro.” [Arruiné el final, qué barbaridad].
   Simple y sencillamente, invito a los interesados a leer mi trabajo y no a dejarse llevar por el listado de mentiras que acabo de reproducir. Realmente, el tono, la adulteración de la fuente sobre la que pretende basarse,  los dictámenes engañosos y torcidos empleados por Abel son deplorables y algunos delatan que hay una buena dosis de ignorancia y de veneno en los dardos lanzados contra “el profesor Saumell”. Resulta muy grave y constituye una inexcusable falta de respeto falsear y manipular ideas para enmascarar lo que en resumen son ataques personales gratuitos, inaceptables e imperdonables.

(Quieren bailar en casa del trompo: Respuesta a Abel Germán y Marco Tulio Aguilera. Revista Otro Lunes, # 39, enero 2016)

Thursday, July 28, 2016

Fermín Gabor vs. Senel Paz y Norberto Fuentes

A ver, ¿qué dice ese niño? ¿Qué es lo que dice?
   ¿Cómo que cuál niño? ¡El niño aquél!
   Se-nel-el-ni-ño-aquél. 
   ¿Qué dice Nené Senel? Repite conmigo, nené: ce-re-bro, ce-re-bro.
   Estaba en Roma el niño aquél, hablaba de su novela, de su novela, no con título de Amaury Pérez, no con título de Silvio Rodríguez, sino con título de Lenin y Marc Anthony. Hablaba C’est ne Pas de En el cielo con diamantes. Que era hablar del bloqueo provocado por su obra anterior.
   ¡La culpa de todo la tiene el bloqueo!
   Muy capaz se mostraba Senel de saltar de su bloqueo narrativo al criminal bloqueo que mantienen los Estados Unidos sobre el heroico pueblo cubano. Y no dio ese salto de puro milagro. Pero la amenaza imperialista no dejó de merodearlo, así que, refiriéndose a esta nueva obra suya, notificó a la prensa italiana que la había sentido en peligro. Pues muchas veces estuvo a punto de escribir el libro que querían sus lectores, y no el que guardaba él en su corazón.
   ¡Ay, Edmundo de Amicis! ¡Ay, Sánchez de Fuentes! ¡Ay, Instituto Nacional de Cardiología!
   La importancia del más reciente libro de Senel Paz puede medirse por la atención que ha recibido de parte de Norberto Fuentes. Fuentes, que no ha leído nada desde que en sus manos cayera Isaak Bábel, no tuvo más remedio que sentarse a recorrer En el cielo con diamantes. Encontró la novela bien escrita, incluso muy bien escrita (considérense, empero, sus pobres exigencias: “construir con firmeza tus párrafos e hilvanar las palabras sin ruidos”). La descubrió graciosa y, alguna vez, le arrancó carcajadas. Pero al final tuvo que reconocer que constituía “un objetivo literario mal construido” (ah, dialecto de los talleres literarios del Minín), y que escondía adentro, ahogado de tan escondido, “un excelente libro de memorias”. 
   Muy ridícula es la noveluca de Senel Paz, ni graciosa ni bien escrita. Pero aún más ridícula resulta la impostura con que la lee Fuentes, como si él hubiera sido líder de alguna campaña militar. Considerándose a sí mismo protagonista épico, Eneas y Virgilio a un mismo tiempo (Virgilio no es Piñera, Eneas no es el talludo amigo de Benitín), Norberto Fuentes suena más falso que ese falso a quien critica. 
   “Eran los niños a cuidar”, escribe de la generación de Senel Paz y de sus personajes. Y agrega: “Ellos retozaban alegremente con sus culitos y nosotros teníamos que estar dispuestos a dar la vida por defenderlos”. Pero, ¿cómo? ¿Arriesgó alguna vez su vida Norberto Fuentes? Y, si lo hizo, ¿fue por defender a otros, o por aventurerismo, narcisismo o carrera propia? Ahora resulta que el General Fuentes arriesgaba su vida por defender a jóvenes cubanos a los cuales ni siquiera conocía. (¿Atacaba alguien a esos jóvenes? El imperialismo yanqui, lobo feroz que bloquea a Cuba y bloquea las posibles novelas de Senel Paz, ¿sitiaba también las bequitas kubanisches?)
   La historia parece haber sido muy distinta a como la cuenta el falso militar a cargo de un kindergarten, el General Nana Fuentes. Pues mientras Senel y sus amiguitos retozaban alegremente con sus culitos, nada hacía él sino retozar alegremente en compañía de sus amiguitos militares de alta graduación. E importa poco si el culo (u otra zona erógena) iba incluido en tales retozos, pues no faltó en ellos la delectación en la machanguería de uniforme, y sale de aquellos goces una prosa que suspira por muñecas masculinas con Rolex. Existe pues un patético Paz (no Octavio) que necesita justificar revolucionariamente la mariconería, así como existe un patético Fuentes (no Carlos) que justifica con razones altruistas el alargamiento a placer de su Servicio Militar.
   Claro que, como el segundo afirmara, es imposible componer una épica con las boberías que repuja el niño aquél. Pero tampoco la alternativa de Norberto Fuentes da para mucho: cuatro o cinco antenas en un Lada. Y tan pobre como su imaginación es la disyuntiva que le impone al tainaje: “O eres la contrarrevolución, que en Cuba nunca ha logrado ningún producto literario, o te exaltas y asumes el proceso, la Revolución, con todos los hierros”.
   A estas alturas no vale la pena discutir su ecuación entre Revolu y “producto literario” (ah, dialecto de agromercado). Norberto Fuentes parece ser un ejemplar escapado del gabinete del doctor Mabuse Fornet. “La miríada de blindados y transportadores avanza hacia el combate”, metaforiza, “y las comadres, en la cuneta, ruborizadas y apenas contemplando”.
   Entre esas comadres apostadas a la orilla del camino, incluye él a Senel Paz.
   En uno de los primeros blindados y transportadores viaja, de uniforme militar, Norberto Fuentes. Es duro el hombre, es épico, es con todos los hierros.
   ¡A Norberto Fuentes hay que tocarle los cojones!
   Lástima que, de vez en cuando, lo delate la comadre que lleva adentro y elija, por ejemplo, un vocablo tan camafeado como “miríada”.

(La Lengua suelta # 45. La Habana Elegante, segunda época)

Wednesday, July 27, 2016

Orlando Luis Pardo Lazo vs. Lunes de Revolución

Para qué los cubanos del futuro leeríamos hoy a LUNES DE REVOLUCIÓN? Como manual del perfecto resentido? Por su diseño provincianamente importado? Para ver cuán miserables fuimos los cubanos en contra de los cubanos? Por vocación estilística de Edipo Rev? A falta de otro Lunes de Post-Revolución? Por claustrofobia de pavorreal que se abanica de tedio en las tardes? Propongo leer a Fulgencio Batista, que dejó manuales mucho más consistentes.

(Comentario en la red, febrero 2016)

Tuesday, July 26, 2016

Marco Tulio Aguilera vs. Rafael E. Saumell reseñando una novela de Félix Luis Viera

Rafael E. Saumell, quien según parece está ligado a la Sam Houston University,  y a quien no tengo el gusto o disgusto de conocer, publicó en la pasada edición de Otro Lunes una nota, tipo “ponencia para congreso”, sobre la novela El corazón del rey, del cubano Félix Luis Viera, una obra publicada en 2010  y que disfruté, leí y reseñé hace tal vez unos tres años. La médula de la reseña (y la médula de la novela) es presentada al inicio de la ponencia de esta forma:

   En medio  de una borrachera, Robertón, personaje medular en la novela de Viera, le aconseja a su joven discípulo de dieciocho años de edad: “Dedica tu vida a buscar el corazón del rey, búscalo siempre…que esa sea tu divisa: buscar y hallar el corazón del rey y tomarlo para ti… Si lo hallas habrás triunfado y triunfarás toda la vida…”

   Se trata básicamente del consejo de un viejo marginado, alcohólico, adúltero, violento, sin ocupación, un vividor que  ha fracasado en todos sus proyectos, un viejo que paradójicamente recomienda a un joven persistir en una especie de pureza de corazón: que no ceda a la maquinaria socialista cubana y que cumpla con su mandato interior.
   El reseñista acusa:

   Se podría llegar a la conclusión de que la novela de Viera puede ser catalogada como muy densa en materia política, que sobran algunos de los comentarios del narrador.

   Aparte de que la expresión “muy densa en materia política” es demasiado ambigua (supongo que se refiere al hecho de que se ocupa demasiado de temas políticos)¸ se acusa a la obra (y particularmente al narrador) de que se inmiscuye demasiado en la narración y le da un sesgo descaradamente anticubano: todo en la Cuba socialista es negativo (las escaseces, las filas, los discursos eternos de Fidel Castro, las guaguas destartaladas y los coches cayéndose a pedazos, las edificaciones leprosas, etc.). Se queja el reseñista de que en la novela todo (menos las mujeres y el alcohol) es deplorable; se queja de que no canta las alabanzas habituales a los logros (algunos evidentes, como la educación y la salud, si bien relativamente) del sistema.
   Afirmación que no es correcta. Al contrario: en la novela de Viera se presentan personajes que se oponen al régimen comunista pero también los que están a su favor. Hay defensores del sistema, creyentes en la utopía, que desgranan párrafos en ocasiones bastante convincentes. No es, por lo tanto, una obra maniquea: ni un alegato furibundo contra un régimen cuyas carencias ya se han señalado obstinadamente, ni un canto a un sistema que se ostenta idílico por encima de realidades más que contradictorias.
   En esta crítica, casi censura, se esconde, agazapada, una concepción limitada de la novela (por lo menos en los términos en que yo entiendo al objeto llamado novela). Es la idea de que la novela debe tener un equilibrio justo entre el bien y el mal, una adecuada corrección política, para que el lector tenga elementos suficientes para normar su criterio.

(Una especie de nueva picaresca cubana. Revista Otro Lunes # 39, enero  2016)

Monday, July 25, 2016

Reinaldo Arenas vs. Nicolás Guillén (2)

No te embulles ni te guilles, Guillén, ni mucho menos te engalles, porque no tienes agallas. ¡Calla! O como payador de talla entónale una loa a la papaya de Maya Plisezcaya hasta que te salgan callos. Respeta a tu ayo o te parte un rayo, porque el caballo sólo quiere grillos y si te las das de gallo te engrilla, te engulle o te corta el cuello mientras tú aplaudes tu “autodegüello”.

(El color del verano. Tusquets, 1999)

Friday, July 22, 2016

Alfredo Guevara vs. Lunes de Revolución

Lunes de Revolución, todo este grupo que no había participado en la insurrección, que no militaba en las organizaciones revolucionarias, de buenas a primeras se convirtió en todopoderoso, tanto porque tenía el periódico y la línea editorial de la Revolución y la Revolución hablaba por el periódico, como se hacen (sic) un magazine literario, ese magazine literario se convierte en la voz y la orientación de la Revolución en el campo de la literatura y de las artes. Ahora, si ustedes hacen lo mismo con las técnicas norteamericanas y estudian los números de Lunes de Revolución, y no sólo pensando en literatura, vean ustedes cómo se trata de destruir a Alejo Carpentier, cómo se ironiza a Alicia Alonso, cómo se juega a destruir a los artistas y escritores del grupo Orígenes. […] Cuando tienen en sus manos Lunes de Revolución, le abren fuego a los escritores católicos. Es decir, que paradójicamente fuimos los artistas y los escritores marxistas los que defendimos a los católicos; desde luego, sería una hipocresía decir aquí que la batalla que libramos nosotros contra Lunes de Revolución tenía por base la defensa de los escritores católicos; tuvo por base la defensa de nuestro derecho a exigir que los artistas combatientes tuviéramos al menos una participación, porque las cosas terminaron en la reunión de Fidel con los intelectuales, la constitución de la uneac, la fundación de La Gaceta y la disolución de Lunes de Revolución, pero lo que reclamamos nosotros, los que nos enfrentamos a Lunes de Revolución, no fue la disolución de Lunes de Revolución, sino la desautorización de Lunes de Revolución como vocero de la Revolución en el campo de la cultura.

(Testimonios. Transcripción publicada en Encuentro de la cultura cubana, No. 43, 2007)

Thursday, July 21, 2016

Enrique del Risco vs. Fernando Martínez Heredia y Eduardo Heras León

-Dirigió un departamento universitario que buscaba dar con la clave de un marxismo autóctono hasta que a las más altas esferas les resultaron incómodos sus intentos alquímicos: ya el marxismo estaba inventado y lo único que había que hacer era importarlo. Fue clausurada la revista que dirigía y el departamento arrasado por bulldozers. Un par de décadas estuvo dando tumbos en empleos oscuros hasta que los que lo defenestraron lo invitaron a que les echara una mano en remendar con parches nacionalistas la ideología anteriormente intocable. Diligente respondió al llamado. En el lugar donde antes estuvo el departamento que dirigió sigue habiendo un cráter inmenso.

-Escribió algún libro que resultó demasiado escandaloso por detalles que hoy parecerían risibles así que decidieron castigarlo enviándolo a una planta de fundición de acero o un almacén de libros, no queda claro del todo. Allí estuvo hasta que vinieron a rescatarlo más o menos los mismos que habían decidido que debía pasar por el proceso reeducativo. Lo importante es el entusiasmo con el que hoy afirma y firma que no hay nada mejor en este mundo que el sistema que ha conducido su vida con tanta autoridad y que quien contradice dicho sistema no puede ser otra cosa que un mercenario.

El sistema, si hay alguno, es golpear a todos por igual lo más duro que se pueda y luego esperar. Siempre habrá quienes opten por escapar y dedicarse a hacer denuncias que a muchos les parecerán increíbles. Pero otros resistirán las pruebas hasta que les llegue el momento de ser recuperados. No se podrán encontrar en el mundo servidores más fieles que esos.
   Moraleja: no siempre Saturno devora a sus hijos. A veces tras masticarlos un rato los escupe para entonces encontrarlos mucho más obedientes que al principio.

(Sistema. Blog Enrisco, enero 2011)

Wednesday, July 20, 2016

Abel Germán Díaz Castro vs. Rafael E. Saumell reseñando una novela de Félix Luis Viera

Después de leer y releer la nota publicada por OtroLunes en octubre de 2015 escrita por Rafael E. Saumell, profesor de la Sam Houston State University, bajo el título “Buscando al rey David en Santa Clara —Sobre la novela El corazón del rey, de Félix Luis Viera”, me sobrevino esta duda: ¿Un texto semejante le hace justicia a la obra y, sobre todo, a los lectores? A la obra, porque un crítico debe tratarla, aun cuando considere que es un adefesio, sin descuidar ciertas reglas, digamos, éticas o, si se prefiere, “técnicas”, de modo que le dé una oportunidad respecto a los lectores; a los lectores, porque estos deben recibir esa opinión con los datos estrictamente necesarios para demostrarla, esto es, dejando un margen para que aquellos se sientan inclinados a verificar en la obra misma las tesis planteadas. En ambos casos hablo de “respeto” —respeto, aclaro, en el sentido de la objetividad y de los presupuestos de información que debe tener el público (puesto que algo debe leer cuando lee la reseña misma), en ningún caso de “condescendencia” o de “reverencia” hacia uno ni hacia otro—.
   Lo primero que resulta evidente es que a Saumell le pareció floja la novela, o la entendió de un modo muy peculiar. Lo que no es pecado. El pecado, digamos intelectual, está (porque está) si acaso en el cómo lo expresa. Ya lo digo al principio. Pero ya que estamos, aprovecho la ocasión para discrepar también en esto y, claro, explicar dicha discrepancia. Veamos.
   Comienza así su nota:

   “En medio de una borrachera, Robertón, personaje medular en la novela de Viera, le aconseja a su joven discípulo de dieciocho años de edad y a quien llama “numantino”: “dedica tu vida a buscar el corazón del rey, búscalo siempre…que ésa sea tu divisa: buscar y hallar el corazón del rey y tomarlo para ti…Si lo hallas habrás triunfado y triunfarás toda la vida…” (411). (…) En dicha exhortación hay dos referencias culturales de notable importancia para comprender cuáles son los temas filosófico-morales subyacentes en esta novela: la primera relacionada con La Numancia de Miguel de Cervantes, la segunda con el rey David del Antiguo Testamento.”

   He aquí lo primero de ese “cómo” que considero necesario matizar. De dónde saca el crítico que el autor utiliza dichas “referencias culturales”, en especial la “bíblica”: ¿Del simple hecho de que se refiera al corazón del rey, aunque no mencione a David ni a ningún otro rey en particular, un genérico que más bien parece aludir al poder, a la fuerza, a la densidad “del corazón”, léase de los “sentimientos”? Sin duda se trata de una aportación muy imaginativa del crítico. Lo que no está mal, es su derecho; pero advierto que partir de esa premisa, a mi juicio falsa (al menos en parte, si le concedemos que la palabra “numantino” tiene, en efecto, la raíz semántica que dice), lo único que logra es condicionar su propio criterio y limitar las posibilidades o, mejor, las connotaciones de los temas filosófico-morales de la novela. Y me niego a pensar que eso estaba entre las intenciones del profesor.
   Sin embargo, más adelante escribe: Está claro que Robertón no le ha pedido que se mate —aquí insiste en la referencia a Numancia que, por supuesto, no tiene por qué remitirnos al drama cervantino y no directamente al hecho histórico que inspiró a Cervantes— . Su única alternativa radica en hallar y forjarse un corazón conforme a los dictados de su conciencia, que sea leal a los principios que el primero le enseña durante sus conversaciones o mediante esporádicas notas donde aquel le transmite sus doctrinas sobre lo humano y lo divino. ¿No contradice esto la tesis de esas referencias? Dicho así, es más exacto: indica algo que va más allá de la simple “resistencia” y el “sacrificio”; algo que nos sugiere más bien la sobrevivencia, la victoria del sujeto sobre la circunstancia, la confirmación del tan denostado “yo” en un medio donde se le intenta manipular y anular. Dicho así estaría bien si de todos modos no mediase la paradoja que introduce la imposición de las “referencias” en cuestión.
   Pero eso no es todo. Hay otra apreciación que me parece como mínimo polémica. La copio:

 Ninguno de los personajes le da tregua al lector para que éste pueda apreciar otra cosa que no sea leer las andanadas interminables que ellos arrojan contra el régimen. Lo que se discute sin cansancio es el lado invariablemente feo del país. Con ese tipo de trama y de concepción de los personajes, cualquier obra literaria corre el alto riesgo de ser considerada una tarea narrativa de mucha habladuría y de escasas acciones dramáticas.

   ¿Es así? No voy a orientar al posible lector hacia las zonas de la novela que desmienten totalmente esto, algo que podría hacer sin ninguna dificultad pues la leí con la suficiente atención como para poder escribir el prólogo con que fue publicada por Innovación Editorial Lagares de México en 2010. Podría hacerlo, pero prefiero (al contrario de lo que hace el crítico) alentarlo para que explore en el texto y encuentre por sí mismo el humor, el amor, el sexo, las emociones y los sueños de los personajes que nada tienen que ver con esas supuestas “andanadas interminables (…) contra el régimen”. De hecho la novela comienza con algo muy distinto que termina siendo, eso sí, medular en todo el libro. Pero incluso si tuviese razón, si realmente los personajes no dieran “tregua al lector”, ¿por qué eso convertiría la novela en “una tarea narrativa de mucha habladuría y de escasas acciones dramáticas”? Es más, ¿por qué, si vamos a hablar de buena literatura, tenemos que darle importancia a las “escenas dramáticas”? ¿Y por qué debe preocuparse nadie por esas “treguas”? Ya sé que las comparaciones son odiosas, pero las siguientes preguntas no pretenden comparar, simplemente las hago para negar el aserto: ¿Las tiene (en abundancia, quiero decir, y me refiero a las “acciones dramáticas”) el “Ulises”? ¿Las tiene “La montaña mágica”? Y, ¿por qué, salvo que estemos pensando en el execrable patrón de un best seller, las escenas tienen que ser sólo “dramáticas”? Y una última pregunta al margen: ¿O es que al crítico le molesta especialmente que (y cito) “Lo que se discute sin cansancio es el lado invariablemente feo del país”?
   Algo así sucede con el sentido de la siguiente expresión, muy relacionada con lo anterior:

   El lector no va a encontrar ninguna paz ni ningún relato paralelo que lo desvíe de la obsesión por la política que caracteriza la vida y la literatura cubana.

   No es que yo vaya a negar esa obsesión, es que Saumell, por decirlo con una frase hecha, mata al mensajero. Lo expresa como si no entendiera esa “vida cubana actual” que la “literatura cubana actual” refleja o, por  lo menos, como si desdeñara el nexo ineludible que las articula y, lógicamente, condiciona, si no en todos, sí en la mayoría de los casos. ¿Es que debemos tomar como un defecto de la “literatura cubana actual” que “la vida cubana actual” sea como es?
   Pero tengo que repetir en parte lo que adelanto en el párrafo anterior: Esto no parece referirse a “El corazón del rey”; en la novela de Viera no sucede así. “El corazón del rey” tiene realmente varias acciones o, para decirlo con las palabras del crítico, varios relatos paralelos. Varios. Para desmentirlo bastaría con leer numerosos capítulos eróticos o de amor o de borracheras, capítulos de simple reflexión no sólo política, o de  humor (no sólo político), capítulos que aparecen desde las primeras páginas. Por ejemplo —y lo siento, pero cambio de idea: esta vez sí “voy a orientar al posible lector y al propio Saumell hacia algunas de las zonas de la novela que desmienten esto”—, les remito, entre otros, a “la cola de las batidoras” (a partir de la p. 69); al capítulo donde se describe la reparación del televisor de la mujer inválida (p.107); o al que cuenta las peripecias para comprar productos en una farmacia (p. 119); o ese inolvidable en el que la Sama y el narrador van a cortar caña (p. 125); o a los que transcurren en el estadio de béisbol (p. 337 y 377). Advierto que Saumell menciona al vuelo algunos de estos pasajes (al menos dos: el del corte de caña y los del estadio de béisbol), pero no para examinar sus valores literarios, sino para remarcar sus “aristas ideológicas”, como si la calidad literaria fuese algo secundario y no lo fundamental, ignorando que escribe sobre una obra literaria de ficción, una novela, y no sobre un libro de opinión, de periodismo de investigación, de Historia o de “filosofía y moral”. Pero volvamos a lo que decíamos. ¿Será que, al hablarnos de la falta de paz el profesor se refiere a la “intensidad”, en el sentido que uno lo hace al hablar, p. ej., de Kafka, y lo hace, sin querer, de un modo despectivo? Y otra cosa: ¿quién dice que la “paz” sea un valor importante en literatura?
   Algo similar hace con los personajes que cita. Básicamente hace eso: los cita. Y los esquematiza: Sama: homosexual; Mercedes: antigua prostituta; Benito y Maritza: los integrados, etc. En ningún momento se detiene a analizar su condición de personajes. Es decir, su psicología, su modo de expresarse, cómo reaccionan, qué tal se mueven, qué credibilidad tienen en el “mundo” donde Viera los hace “vivir”… en fin, no nos dice algo que el autor de una reseña, una nota, incluso un ensayo, debe decir (so pena de escribir sobre otra cosa) referente a una obra de ficción. No, Saumell parece interesado sólo en una cosa: juzgar el contenido “ideológico” o “filosófico-moral” de lo que dicen y en quejarse de la supuesta desmesura con que lo hacen. En pocas palabras: Parece querer transmitirnos únicamente que le incomoda lo que expresan respecto de una realidad que, en cualquier caso, es primero que todo la realidad de la novela, y no —por decir algo— qué piensa del manejo que Viera hace del diálogo como técnica o “tipología textual”, que vendría más a cuento.
   En cambio, creo que de todas, esta idea que cito a continuación es una de las más reveladoras, si no la más. Dice:

No obstante, a esta objeción —se refiere a la cita anterior— podría responderse que la vida en Santa Clara es así de aburrida, predecible y monótona.

   No hace falta ser demasiado perspicaz para comprender que el crítico por fin encontró un modo “atenuado” y bastante redundante de decir lo que tenía en mente desde la primera línea: la historia de la novela de Viera (la novela en su conjunto) le parece “aburrida, predecible y monótona”, al menos tanto como la vida en Santa Clara. Pero eso es sólo un criterio. Conozco a mucha gente que se aburre oyendo a Bach, y no por ello debemos suponer que Bach sea aburrido. Por poner un ejemplo. Y por otro lado creo que de ningún modo la vida en Santa Clara resulta “aburrida, predecible  y monótona”. Al menos no en la Santa Clara de la novela. Todo lo contrario.
   Sin embargo, lo que realmente me animó a escribir este comentario no es eso (o sea, el hecho de que Saumell haya escrito una crítica que, hasta donde sé, ninguno de los que hasta ahora nos hemos ocupado de la novela, y que somos varios, compartimos). Lo que me animó realmente tiene que ver —como expreso al principio— con el descuido o el quebrantamiento de reglas, digamos, éticas o, si se prefiere, “técnicas” que rigen de algún modo el ejercicio de reseñar, comentar o criticar una obra. Por lo menos de una de esas reglas. Me refiero a la meticulosidad con que, casi capítulo a capítulo, Saumell se aplica en “reventar” o “destripar” la novela. Por contar, cuenta hasta la frase con que Viera cierra el libro. Y como si no fuera bastante sugiere incluso las posibles derivas que se deben imaginar en el espacio en blanco que sigue a esa frase, que ya es mucho decir.
   Así que no hay otra: tengo que terminar este comentario en el que me he hecho tantas preguntas, con más preguntas: ¿Por qué el profesor Rafael E. Saumell hace esto? Es decir, ¿por qué “cuenta” la novela hasta su última línea? ¿Acaso supone que nadie la entendería? ¿O quiere que no la lean?
   Si bien presumir que una crítica como esta —por negativa que sea y por más que “cuente” el argumento— pueda influir en la decisión de lectura de alguien, supone dudar de su inteligencia. Quiero decir, de la inteligencia de ese alguien. Y que conste: Yo no lo hago. Sé que aquellos que aún no han leído esta novela (El corazón del rey) lo harán con el mismo interés que suele despertar el conjunto de la obra de Félix Luis Viera, uno de nuestros grandes escritores, y sé que como siempre no serán defraudados. Si acaso se preguntarán, curiosos como yo, qué pudo animar realmente al profesor a escribir esta reseña. Después se encogerán de hombros y, al igual que a mí, la novela les dirá el resto.

(Nadie busca al rey David en Santa Clara. Revista Otro Lunes # 39, enero 2016)

Tuesday, July 19, 2016

Fermín Gabor vs. Teresa Melo

Un último texto despierta mi curiosidad. Las páginas de un artículo, aprisionadas entre dos lomos del montón de libros, me sacan la lengua. Su autora, Teresa Melo (Santiago de Cuba, 1961), cuenta en él sus impresiones de la recién concluida Feria del Libro de República Dominicana.
   Enviada especial de muchísimos eventos, Melo viajó esta vez en compañía del presidente de la UNEAC, Carlos Martí, del presidente de la Sección de Escritores de la UNEAC, Francisco López Sacha, y del director de la Biblioteca Nacional, Eliades Acosta. Y allá se sintió acogida por la multitud de banderas del stand cubano en la feria, por las canciones de Silvio Rodríguez, y por las asociaciones dominicanas de amistad con el socialismo cubinski.
   Ella asistía a la Feria con el pretexto de ofrecer una conferencia sobre los poetas cubanos de su generación. Su verdadero objetivo, sin embargo, consistió en enunciar esta verdad como un puño: “En Cuba sólo se censura lo que no tiene calidad literaria”. Y denostar un poco a Zoé Valdés, quien había estado también allí de conferencista,  y alrededor de la cual lanzaron sus ataques las mismas asociaciones de solidaridad que entregaban cariño a los cubanos llegados de la isla.
   Apoyándose en lo escrito por un periodista dominicano, Melo tilda a Valdés de escritora desconocida. La acusa de haber rebajado a política una cita dedicada a la literatura. Como si Teresa Melo fuese conocida... Como si no hubiese viajado a República Dominicana por razones políticas... (Política, ya se sabe, es todo lo reprobable en quienes no integran las delegaciones oficiales cubanas. Cultura, todo lo obrado por tales delegaciones, incluyendo sus tejemanejes políticos.)
   En su artículo publicado en La Jiribilla, la poetisa santiaguera carga contra el mercado editorial que dispone artefactos como los de Zoé Valdés (famosa novelista pésima, aunque autora de algunos poemas mejores que los de Melo), y compara la dignidad de las pequeñas editoriales con el desempeño del equipo cubano de béisbol en la reciente Copa del Mundo. (Llama la atención que quien critica el mercado literario vaya luego a procurarse piezas de convicción en el campo del deporte. El deporte, la competencia de la que alguien sale ganador, sirve en muchas ocasiones de modelo a quienes sostienen batallas de ideas. No entienden éstos que el arte, si tuviera que compararse con el deporte, sería competición de la cual sale perdedor todo participante.)

(La Lengua suelta # 32. La Habana Elegante, segunda época)

Monday, July 18, 2016

Jorge Camacho vs. Miguel Cabrera Peña

Creo que a estas alturas Cabrera debería reconocer sus errores y no dar tantas excusas. ¿Se ha escrito mucho sobre Martí? ¡Por supuesto! Pero eso no es una excusa para ignorar lo que han escrito otros sobre este tema o ningunear a unos críticos porque estamos en desacuerdo con ellos. Si él admira a Martí y quiere defenderlo contra quienes lo critican, pues que lo haga, pero que no espere que nosotros hagamos lo mismo. La Academia no es un lugar adonde se viene a rezar el credo nacionalista, ni a censurar un pensamiento que puede hacer cambiar de parecer a un grupo social determinado. Mucho menos si se nos quiere censurar invocando el “peligro más grave”. La Academia es un espacio de discusión, de respeto y reevaluación de todo lo que conocemos, y no nos vamos a intimidar porque alguien azuce un viejo fantasma contra nosotros. No tengo que decir tampoco que me creo que poseedor de la verdad. Ni Cabrera ni yo poseemos la verdad, ni hemos establecido la palabra definitiva sobre nada. La verdad cambia todos los días con nuevos descubrimientos e ideas, y nuestro trabajo es agregar un grano de arena en esa discusión. No tengo, por tanto, nada más que decir sobre su libro, y dejo a los otros lectores que den su opinión.

(“Como escribió un académico en los Estados Unidos”. Cubaencuentro, octubre 2015)

Friday, July 15, 2016

Juan Benet vs. José Lezama Lima

Ah, no, es que Lezama Lima es una fábrica de defectos. Primero, no tiene acento, no suena bien. Y luego, hay algo muy artificioso en Lezama; algo de reelaboración. Parece un escritor francés que complica a voluntad. Porque, realmente, el libro de Lezama es transparente, no es sugerente sino al revés; la palabra oculta la realiza en vez de sugerirla, en vez de trascenderla. Y las posiciones de Lezama tienen mucho de artificio montado, es fácil ver que lo narrado es en cierto modo banal; en cierto modo, recoge una tradición española y americana de profusión de lenguaje pero que no descansa demasiado sobre la realidad. Las aventuras del joven Cemí son las aventuras de Pipo y Pipa en el fondo. Al joven Cemí no le pasa nada en verdad. Tiene dos experiencias homosexuales y tres experiencias eróticas y dos literarias, pero no le pasa nada. Ni el mundo que nos pinta es demasiado misterioso… Comparen ustedes lo que le pasa al joven Cemí con lo que le ocurre al esclavo Ti Noël de Carpentier, con una riqueza y profundidad casi apuntadas, con una economía de gestos y de palabras; y en el otro, a base de tanto abigarramiento, ¿a qué llega en conclusión?, a que un día vio parir a su hermana, y otro día vio cómo unas negras bailaban detrás de un cañaveral, y otro día cómo se masturbaba un cura. Eso lo ha visto todo el mundo.

(Cartografía personal, Cuatro Ediciones, Valladolid, 1997. Visto en Neorrabioso Blog)

Thursday, July 14, 2016

Elena Garro vs. Alejo Carpentier

No me gustan los inventos literarios. Alejo Carpentier definió de maravilloso el realismo mágico de algunos de mis cuentos, pero él no me gusta, no sabía escribir en español, sabía escribir en francés. Y bien, él y yo nos conocimos en España en 1937 y se portó atento sólo que como escritor no me interesa.

(Entrevista en The Mexican Cultural Center, agosto 2014. Visto en Neorrabioso Blog)

Wednesday, July 13, 2016

Félix Luis Viera vs. Francisco López Sacha y la UNEAC

Francisco López Sacha siempre ha sido travieso. Se cuenta que aun durante su infancia allá, en Manzanillo, gustaba cambiar, con alevosía y ventaja, un papalote suyo que ya no volara, no funcionara bien, por otro flamante perteneciente a un niño más pequeño. Esto lo lograba mediante una labia espesa, como dicen; magna labia a tal punto que el chiquitín afectado por el trueque se iba a casa con la total seguridad de que el cambio lo había favorecido.
   Ya de grande, Sacha continuó por ese camino de diablillo juguetón (valga la redundancia). Ya de grande, escritor —cuentista bueno, crítico a veces veleidoso— y funcionario por tramos.
   Sobre todo, según mis experiencias y las de otros colegas, destaca lo de veleidoso —lo cual se inscribe perfectamente en el concepto de travieso— en lo que se refiere a sus trabajos de crítica literaria, sus periodizaciones del cuento o la novela cubanos, y aun de la poesía, si las circunstancias o alguien del Power se lo solicita.
   Ah, qué Sacha este. Lo hemos visto cambiar, en un breve período, sus opiniones sobre un autor, una obra, un cuento, un movimiento literario; cambiar a tal punto que si antes afirmó, digamos, “este texto es excelente”, ahora, de pronto, se desdice y asevera lo contrario.
   Son no más que travesuras. No es de mala fe. Él es así.
   Es diestro Sacha asimismo en guillotinar en algunos de sus trabajos de crítica literaria a un autor que antes reverenciara. Vaya..., que él puede dar a la luz un inventario de cuentistas o novelistas, y allí no está el tipo que antes, si nos atenemos a sus propios elogios, no podía faltar.
   Son travesuras.
   Igual de travieso resulta el manzanillero en eso que llaman “entusiasmo y júbilo revolucionario”. En ocasiones luce muy rojo; en otras, menos; y a veces, hasta medio rosadito.
   Así, tenemos que según la página web de la Biblioteca Nacional José Martí, Librínsula, en días pasados Francisco López Sacha fue tomado por un rapto punzó durante la celebración por el Aniversario 50 de la Creación del Premio UNEAC  de Literatura, evento que se llevó a cabo en la sede de esta organización.
   Dijo el manzanillero acerca del Premio UNEAC de Literatura:
   “Debemos sentirnos orgullosos de tener este premio, de haberlo defendido, de que sea resistente al tiempo, de que esté gobernado por una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central, quienes decidimos la actualidad de los premios y de las publicaciones. Este es un derecho que nos dio la cultura cubana y que nos dio la revolución».
   No lo tomen por oportunismo, nadie vaya a pensar que con esta alocución encendida, sesgada, anómala, el camarada Sacha comienza a crear las bases para que “los de más arriba” terminen por concederle un carguito sabroso que el travieso añora, o que esté asegurando el chico de Manzanillo el visto bueno de Los Jefes para revisitar ese vertedero imperial que resulta la ciudad de Miami, alberca de gusanos, basural de la escoria.
   Lo digo porque cualquiera podría replicarle al hijo de Manzanillo que bien sabe él que la UNEAC no es “una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central”, sino que es una organización bajo la égida salarial e ideológica del régimen, el cual, en verdad, es quien decide “la actualidad de los premios y de las publicaciones”. Y que ese “derecho que nos dio la cultura cubana y que nos dio la revolución”, termina en el mismo instante en que algún escritor o artista discrepe de la ideología imperante, impuesta.
   Ah..., qué Sacha este.
   Sin dudas, él está consciente de que “nosotros, los escritores y los artistas”[cubanos], son muchos más de los por él aludidos. Es decir, que allí, como suele decirse, no están todos los que son.
   Él lo sabe. Pero ya lo decíamos, es travieso.
   Tan travieso que en cualquier momento, nadie sabe, vira el rifle y pide que sean considerados por la UNEAC, como debe ser, porque también son cubanos, aquellos escritores y artistas residentes en el extranjero, o que termine para estos y para otros que están “dentro” la censura que, debemos suponer, según las palabras de Sacha, ha sido establecida por “una institución donde todavía somos nosotros, los escritores y los artistas, el gobierno central”.
   Nadie sabe. Creo que el travieso manzanillero sería capaz, en uno de sus sorpresivos golpes de dados, de abogar porque la naranja sea partida al medio. Como es lo justo.
   Esperemos. Esperemos a ver si se le ocurre esa travesura.

(El travieso Sacha. Cubaencuentro, enero 2016)

Tuesday, July 12, 2016

Miguel Cabrera Peña vs. Jorge Camacho (2)

En la primera respuesta a la crítica de Jorge Camacho demostré que es falsa su acusación en cuanto a que yo no lo cité en mi libro. Pero que lo haya citado diez veces no le alcanza a su “yo” insaciable. En el fondo, lo que le irrita es que el 99% de las ocasiones le enmiendo la plana. Este es el verdadero problema del profesor, quien parece decidido a hacerme pagar caro el atrevimiento. Por supuesto que es incapaz de ofrecer disculpas por la grave falsedad de su acusación.
   Pero además de no ofrecer disculpas tiene la soltura de insistir sobre lo mismo, y entonces afirma en su segunda aventura contra mi estudio: “no basta con citar a un crítico al final del libro en la bibliografía —aun si fuera 10 veces— ”. Probé que lo cité también en el cuerpo del texto, pero reduce el tema a la bibliografía.
   Con el asunto de las citas Camacho silencia algo que él sabe perfectamente, y es el dolor de cabeza universal que padecemos los académicos para no dilatar el número de referencias, al pie o al final, lo cual siempre interrumpe el proceso de pensamiento y resulta ingrato para la inmensa mayoría de los lectores. A lo anterior se añade la preocupación de aumentar la cifra de páginas en textos no pocas veces extensos. Existen editoriales que no publican libros con un número incluso pequeño de referencias.
(…)
   Sobre un tema del que ya he hablado, se pregunta el académico por qué no lo abordé antes que él. Está de nuevo equivocado. Cuando supe que existía Camacho ya yo tenía mi libro terminado e incluso lo había presentado a dos editoriales que lo rechazaron, precisamente por el elevado número de citas y por la extensión del volumen, aunque no descarto que además lo encontraran defectuoso. Lo que hice con la producción de Camacho y otros fue introducirla donde creí conveniente, como prueba tardía de las pifias de un sector que trabaja en la academia norteamericana. Le recalco a mi contradictor que este tema lo estudio desde hace veinte años.
   En mi primera respuesta le ofrecí al crítico unos diez temas para que demostrara quién los había abordado antes, ya que me acusa de repetidor. Sin embargo, guardó silencio. Para este profesor, todo aquel que no dedique su reflexión a desguazar a Martí será un repetidor y por tanto un mediocre.
   Y aquí termino. Si Camacho quiere continuar con sus venenos, silencios y distorsiones es su problema, pues continuará solo. Tengo cosas importantes que hacer.

(De venenos, silencios y amputaciones. Cubaencuentro, octubre 2015)

Monday, July 11, 2016

Pablo Neruda sobre Alejo Carpentier

Llegamos a París. Tomamos un departamento con Rafael Alberti y María Teresa León, su mujer en el Quai de l'Horloge, un barrio quieto y maravilloso. Frente a nosotros veía el Pont Neuf, la estatua de Henri IV y los pescadores que colgaban de todas las orillas del Sena. Detrás de nosotros quedaba la plaza Dauphine, nervaliana, con olor a follaje y restaurant. Allí vivía el escritor francés Alejo Carpentier, uno de los hombres más neutrales que he conocido. No se atrevía a opinar sobre nada, ni siquiera sobre los nazis que ya se le echaban encima a París como lobos hambrientos.

(Confieso que he vivido. Pehuén Editores, Santiago, 2005. Visto en Neorrabioso Blog)

Friday, July 8, 2016

Heberto Padilla vs. Lisandro Otero

Fui a los países escandinavos y socialistas, siempre trabajando para el gobierno revolucionario, volví a Cuba en el 66 y me pidieron una opinión sobre una novela que era muy mala, pero que estaba dentro del respaldo a la burocracia que había en Cuba, era de Lisandro Otero, que no tenía ningún don de escritor, pero era un burócrata de la cultura y tenía poder. Se hizo una encuesta en Tres generaciones, y yo salí del criterio general, objeté la calidad de la novela y mencioné la obra de Guillermo Cabrera Infante Tres tristes tigres que me había parecido muy buena y eso me acarreó dificultades.

(Entrevista, Periódico de Poesía, invierno 1994. Visto en Neorrabioso Blog)

Thursday, July 7, 2016

Juan Abreu vs. Norberto Fuentes

Entre museos, libre y elegantemente tumbado en el confortable lecho de un hotel en Gran Vía, leo una entrevista con Norberto Fuentes. Fuentes se cree un personaje porque medró algunos años a la sombra de su amo Fidel y se codeó con un grupo de matones chucheros, pero no es más que uno que aspiró a James Bond y apenas llegó a ser un arlequín bananero.
   Norberto Fuentes es el Hombre Nuevo Cubano. Grosero, chabacano, oportunista, bravucón, pero sobre todo es un hombre enamorado de Fidel Castro. Ha dedicado miles de páginas a tratar de ser Fidel Castro, sin éxito. ¿Qué mayor prueba de amor? Amor viril, supongo.

(Blog Emanaciones, noviembre 2015)

Wednesday, July 6, 2016

Roberto Madrigal vs. Leonardo Padura y Pedro Juan Gutiérrez

Por otra parte el flamante Premio Princesa de Asturias, Leonardo Padura, se presenta en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y dice que los problemas económicos han limitado la creatividad de los escritores cubanos. ¿Qué es lo que temen? ¿Qué se les acabe el salario de la UNEAC, que ya no resuelva casi nada? Buscan garantizar el apoyo institucional, al menos para buscarse los dólares en el extranjero. Padura y Pedro Juan Gutiérrez, quienes aseguran que jamás les han cambiado una coma en sus obras, no padecen de ese problema. Han reunido bastante dinero porque se les ha permitido publicar en el extranjero a cambio de decir sandeces como esas y otras más.

(La tozuda y morbosa vocación de servilismo de los intelectuales cubanos. Blog Diletante sin causa, diciembre 2015)

Tuesday, July 5, 2016

Enrique del Risco vs. Guillermo Rodríguez Rivera y Manuel Cofiño: socialistas y realistas

Hace un par de años Guillermo Rodríguez Rivera al ser entrevistado para La Jiribilla declaraba que “Aquí nunca hubo una expresión única que fuera la revolucionaria, cosa que sí pasó en Europa. Aunque el realismo socialista dio algunas cosas interesantes, pero solo cuando el autor lo eligió él mismo, porque todas las cosas impuestas son malas, pero en arte son terribles. En Cuba hubo gente que quiso imponerlo, que luchó por eso, pero jamás se impuso el realismo socialista como política oficial”. Y lo dice con propiedad porque él mismo hizo su novelita policiaca, “El cuarto círculo” haciendo uso de su libre albedrío. Y llegó un poco más lejos al enunciar los principios a partir de los cuales se debía escribir una novela policiaca socialista:

   1. El criminal no es el enemigo de una víctima personal, sino del Estado (...)
   2. (...) El investigador (...) forma parte de una policía eficaz, bien entrenada y bien equipada técnicamente, y se distingue por su ‘moral intachable’ que le gana la admiración y el respeto del pueblo cubano, a quien representa. (...) [El protagonista] se concentra tanto en seguir la pista del asesino, que no se menciona su esposa hasta la página 235 (la novela tiene 266 páginas). (...)
   3. El investigador cubano cuenta con la ayuda de los ciudadanos cubanos y, sobre todo, de los Comités de Defensa de la Revolución (...)
   4. (...) se subraya la importancia del trabajo de equipo en la sociedad socialista.(...)
   5. El propósito de la obra policíaca no es sólo divertir, sino también investigar las causas sociológicas y psicológicas del crimen.

   Otro novelista teórico del realismo socialista fue Manuel Cofiño, que en paz descanse quien también tuvo tiempo de escribir los principios en los que se había basado para escribir obras maestras como “La última mujer y el próximo combate”.

   -Concepción de un héroe positivo que resume en su trayectoria vital el compromiso del individuo con el proceso revolucionario desde adentro del mismo, en una marcada relación dialéctica entre individuo y sociedad. (…)
   -Caracterización tipológica de los personajes siguiendo el método realista, lo cual no excluye, todo lo contrario los conflictos propios del mundo exterior, pero se enfatizan aquellos que se afrontan en el contexto.
   –Confección novelesca ajena a la alegorización y mitificación de la realidad (…) para tender a un plano significacional directo, desprovisto de afanes ontologizantes acerca de “lo cubano”.
   -(…) Utilización de un lenguaje y de una estructura que posibilitan un mayor acceso a la comprensión de la obra. (…) Sobrio manejo de los recursos expresivos de la novela contemporánea (…) sin pretensiones experimentalistas.

   ¿Y a los que no les atraía el realismo socialista como Lezama o Piñera, a qué se dedicaban en los 70? Pues a escribir obras póstumas.

(El realismo socialista como trabajo voluntario. Blog Enrisco, mayo 2008)

Friday, July 1, 2016

Tirofijo vs. Baltasar Santiago Martín

Estimado Sr. Martín:
   Créanos usted que nuestro comentario es moderado, respetuoso, y en extremo animado de una sincera intención de no excedernos en cosas que no fuese estrictamente necesario señalar.
   Ante sucesos así sólo hay dos opciones: la primera seria obviarlos, como a tantos otros, que uno deja pasar porque no merecen nuestra atención. La segunda sería hacer una crítica mentirosa o complaciente, que en el fondo es una burla disfrazada de halago.
   La primera es la peor para el autor, ya que se siente como si no existiera, y frecuentemente te gana un enemigo eterno. La segunda (como la de Bernardo Dieguez) es tan horrible como la primera, pero a algunos les complace, y devuelven el favor, y se crea la cadena de clientelismo mentiroso en que se ha convertido la crítica de arte en “este pueblo”.
   Nosotros no creemos en ninguna de la dos. Creemos en decirle al autor lo que a nuestro juicio merece y por eso hemos recibido miles de maldiciones y una o dos palabras de agradecimiento. Nos basta.
   Fuimos a la presentación de su libro, no por usted, a quien no conocíamos, sino por el hecho de ser un autor publicado por Z.V. en una colección que ella avala con su nombre y que además, prologa y presenta en público. Del show de presentación ya manifestamos todo cuanto creemos merecía, y con razón me reclama usted no haber dedicado unas líneas al libro. En la nota final (y en letras chicas) tratamos de aclarar esto pero no fuimos muy explícitos, en un intento baldío de evitarnos decirle cosas más dolorosas. El libro, que leímos esa misma noche, intentado buscar un asidero para poder decir: “el show fue horrible, pero el libro vale la pena"; nos defraudó. No nos dio un sólo asidero. El concepto es fatal. Mezclar poesía, o lo que se supone que lo sea, con panfletos políticos (o sociales, o urbanísticos), es un despropósito o “un total contrasentido", como gusta usted decir. Fíjese que decimos “poesía” y no “poesía política", porque no creemos que la poesía tenga apellido. La poesía lo es o no, y esta (no porque aborde una temática específica) no lo es. No se acerca siquiera a serlo.
   Le hemos rastreado en la Web y hemos encontrado, gracias a dios, un elogio que hacerle. Tiene usted, ademas de un seudónimo (Baltasar Martín), que no le hace en ningún modo retorcido) como hemos podido apreciar en algunos de sus escritos, una especial sensibilidad y conocimientos, que exceden los nuestros, sobre danza. Eso no es despreciable y creo que usted no lo valora en su importancia. Nos agrada decírselo ya que otra cosa no podemos hacer, por ahora. Reciba usted el testimonio de nuestra especial consideración.

(Martín, perdido en el bosque. Blog Tirofijo, noviembre 2008)