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Tuesday, December 31, 2013

Ernesto Hernández Busto vs. Cintio Vitier

Cintio Vitier no consiguió ir más allá del Estado. Toda su obra reciente tiene la desagradable carga de la santurronería y la falsificación. En los últimos tiempos lo mismo le mandaba un mensaje a Fidel Castro alabando su “extraordinaria obra cultural y educativa” que dedicaba una serie de sonetos a los Cinco Espías. Firmaba cualquier carta que le mandara la UNEAC. Ignoraba a sus viejos amigos. El resultado es una necrológica oficial donde consta que “entregó su talento y su voz a los nuevos tiempos de la patria”.
   Siempre gozó de cierto crédito, no sólo por su profunda erudición en asuntos cubanos, sino por su habilidad para evitar asuntos escabrosos. Pero hizo declaraciones lamentables sobre la realidad que padecían —y padecen— los cubanos. En algún momento debe haber vislumbrado que el camino de la duda y la crítica no lo conduciría más allá del escolio literario. Un origenista no podía resignarse a entrar en los anales del canon como un simple crítico literario. Así que se dedicó a venerar la Poesía y a dar forma a una suerte de teleología que acabó sirviendo de material para círculos de estudio.
   Sin embargo, la influencia puramente intelectual de Vitier se ha debilitado en los últimos años. Hay numerosos episodios del “ajuste de cuentas” de los nuevos críticos cubanos, más o menos descarnados, pero, a mi juicio, más interesantes que la veneración indiferente que se le ha dedicado en los salones de la isla, donde sus escasos discípulos incurren a menudo en la ñoñería y la ridiculez de asumir como propio un conservadurismo prestado. La “isla infinita” convertida en el telón que oculta la isla real.
   No puede decirse que Vitier sea completamente ajeno a este destino. Lo más triste que puede hacer un crítico literario es renunciar a su condición, humillarse ante la historia, subsumir la literatura, renunciar a sus dotes para confiar su trabajo a otros actores. Por miedo o por convicción, eso fue lo que hizo Cintio Vitier. En una encuesta de La Gaceta de Cuba (julio de 1969), recogida luego en Crítica cubana, cuando se le pregunta por la crítica en Cuba, Vitier afirma que en Cuba “buena parte de la creación producida desde el 59 se resuelve en crítica del pasado y que el proceso revolucionario (incluso respecto de sí mismo) es de esencia crítica”. Para cerrar luego con una frase que suena como su terrible y verdadera necrológica como intelectual: “Sumidos vitalmente en ella, es natural que la crítica exclusivamente literaria o artística pase a un segundo plano”.

(Cintio Vitier: una meditación fúnebre. Blog Penúltimos Días, octubre 2009)

Monday, December 30, 2013

Lisandro Otero vs. Guillermo Cabrera Infante

Cabría preguntarse dónde y cómo fue colmándose ese pozo insondable del resentimiento de Guillermo Cabrera Infante. ¿Comenzó, quizás, en la loma de Gibara, antigua provincia de Oriente, en el rincón que fue su cuna, donde vivían los desventurados y míseros? Desde su desmantelado infortunio veía las casas de los ricos allá abajo, junto al nivel del mar, abanicadas por la brisa. Cabrera Infante inició allí un trauma de rebelde sin causa y generó un ambicioso anhelo de saltar de clase. Hizo rápido el camino desde sus privaciones extremas a la bien pagada opulencia de los traidores. Pudo haber repetido el idealista señalamiento de Scott Fitzgerald a Hemingway: "los muy ricos son diferentes a nosotros", disuelto por la seca aspereza hemingweyana: "sí, tienen más dinero". En su caso se añadía otro trauma más: habría deseado nacer con la piel blanca y los ojos azules de los privilegiados muchachos burgueses que jugaban junto al mar de Gibara, pero las marcas de su mestizaje las sintió como latigazos infamantes.
   Un amigo le preguntó una vez por qué no utilizaba más, en sus cuentos, las experiencias de su estrecho inicio, y él respondió que la miseria dejaba un sedimento tal de amargura que no era buena siquiera para la literatura. No es la misma respuesta que habrían dado Erskine Caldwell, Rulfo, Gorki o Theodore Dreiser. En realidad, Cabrera Infante no estaba expresando su concepción de la literatura sino su codicia desmedida que ya comenzaba a manifestarse. Los días de Gibara tuvieron su final y la familia llegó a La Habana. Ha confesado que fue en un día de julio de 1941 cuando se mudaron a una cuartería, conventillo o solar de la calle Zulueta 408. De aquellas miasmas irrespirables de su pobreza se escapaba hacia un mundo de iridiscencia artificial, en las lentejuelas de los cabarés y las sórdidas amistades alcohólicas. Ese fue el germen de su fascinación con una óptica distorsionada de aquella Habana de bares, burdeles, celestinas y traficantes de la cual guarda aún una profunda nostalgia y ha dejado huella de indeleble melancolía en cuanta página escribe.
   En La Habana Cabrera Infante fue corrector de pruebas y luego crítico de cine con el seudónimo de Caín, estupendamente escogido, dada su idiosincrasia. Fue un crítico irracional, extravagante y arbitrario que lejos de orientar al público se esmeraba en lanzar los fuegos artificiales de una erudición postiza. Cabrera había ascendido de corrector a crítico entonando cánticos de alabanza a las narraciones de Antonio Ortega, un exiliado español que fue director de la revista Carteles. Ortega hizo también a Cabrera Infante su secretario privado. Juntos pasaban largas noches en dulces conciliábulos mientras Caín le inventaba virtudes a la torpe prosa del español. En algún momento pensó que la pornografía podía ser un lucrativo negocio y Caín se inició en el género con un cuento de abundantes obscenidades que quizás podía traerle la prosperidad. Lo que le aportó fue la cárcel pues fue conducido ante el inflexible juez Mendizábal acusado de ofensas a la moral pública.
   En calidad de crítico de cine fue enrolado en una maratónica excursión de invitados a Nueva York por Mike Todd a la premiere del filme La vuelta al mundo en 80 días. De aquel periplo glamoroso retornó más fascinado que nunca con la frivolidad y el cosmopolitismo como un lechuguino de aldea mareado con el encumbramiento ajeno: ya era el palurdo con ínfulas. El salto de la loma de Gibara a Manhattan fue de difícil asimilación. A su regreso confesó a cuantos quisieron escucharlo que no podría ya vivir sin la burguesía que embellecía el mundo con sus supercarreteras, sus supermercados, sus superiluminaciones.
   Cabrera Infante iba alcanzando las típicas ambiciones del pequeño burgués: logró adquirir un auto convertible, un modelo feo y aporreado, pero era un descapotable, ¡al fin!, como el que poseían los blancos muchachos de sociedad. Alcanzó incluso cierta aceptación como cronista farandulero, que invariablemente hacía publicar desnudos junto a sus crónicas para atraer lectores. Y mientras los cielos se le abrían y un rayo de luz le iba a mostrar el rostro de Dios, llegó la Revolución y la escala de ambiciones que había construido se desplomó, en medio de una gran conmoción que él no podía comprender.
   Es probable que Cabrera Infante hubiese desaparecido muy rápidamente en el torbellino revolucionario de 1959; quizás se hubiese marchado del país en las primeras semanas después de la fuga de Batista de no ser por un antiguo amigo: Carlos Franqui, periodista que guardaba profundos resentimientos contra el viejo Partido Socialista Popular del cual había sido expulsado. Franqui había logrado subir a la Sierra Maestra durante la insurrección y con el triunfo de enero bajó revestido de autoridad política. Pretendió controlar omnímodamente la cultura en la nueva situación social que se estructuraba en Cuba. Desde el periódico Revolución, al cual se vio destinado, maniobró para situar a su protegido Cabrera Infante en la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación. Los viejos compinches se unieron en su ambicioso proyecto de dominar el establecimiento cultural. Cabrera duró poco en el Ministerio de Educación; su carácter ácido, irritante y hosco provocó su fracaso en aquellas funciones y fue despedido rápidamente.
   Caín siempre fue un hombre de una escandalosa desinformación sobre problemas económicos e históricos. Mientras se atragantaba leyendo a William Faulkner -a quien plagiaba desembozadamente-, no podía dominar el análisis político. Siempre fue hedonista antes que racional: vivía por los sentidos y las emociones antes que por el juicio y el examen; era más intuitivo que deductivo. Marx y Engels sólo le servían para hacer chascarrillos y trabalenguas; Hegel era para él sólo un motivo de broma y equívoco. Con este lastre y sus pocas velas, es lógico que diese tropezones en un período de intensas conmociones sociales. En realidad, conocía mucho mejor la última moda veraniega que se usaba en Taormina que los índices de analfabetismo de Bolivia.
   En aquellos tiempos no cesaba de hacerse pasar por un superradical. Gracias a la presiones de Franqui, Caín logró ser incluido en la delegación que acompañó a Fidel Castro en sus viajes por América Latina y Estados Unidos en 1959. Muchos lo recuerdan todavía en aquel avión disfrazado de jacobino, acercándose a los nuevos gobernantes para aconsejarles que se prohibiera la entrada en Cuba de ciertos libros, que se evitara la discusión de ciertas corrientes filosóficas y salpicando su diálogo con frases de Saint Just.
   Uno de los primeros organismos culturales que se creó después del 59 fue el Instituto del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC) y allí también intentó Caín introducirse para saciar su apetito de poder. Alentó pugnas, introdujo rivalidades, pretendió el control del incipiente organismo y su gestión fue disolvente y estéril porque intentó convertir la base potencial del nuevo cine en un feudo personal. De allí también fue expulsado para que el organismo recuperara su salud.
   En abril de 1959 Franqui y Cabrera Infante fundaron el magazine Lunes de Revolución, como un suplemento cultural del periódico, y pronto se convirtió en un azote de la cultura cubana. Todo aquel que no se sometiese a las pretensiones hegemónicas de Caín era zarandeado. José Lezama Lima se vio brutalmente embestido. José Ardévol y sus seguidores también sufrieron acometidas. Ardévol había sido un pionero en la introducción de técnicas novedosas de composición y un maestro en la continuación de las tradiciones musicales cubanas. También poseía un pecado imperdonable: había sido generoso en sus limosnas a Cabrera Infante, quien en más de una ocasión sació su estómago vacío en casa del maestro catalán posando como admirativo aprendiz de arte. Muchos intelectuales que no eran revolucionarios, pero que tampoco se oponían a la Revolución, fueron ofendidos por Caín en su desaforado intento de hacer carrera con su extremismo.
   Pero las cosas iban cambiando en Cuba. Los viejos enemigos de Franqui, en el antiguo Partido Socialista, se acercaban peligrosamente al poder y a Caín se le ocurrió un excelente ardid para dificultarles el camino: resucitó el fantasma del estalinismo, se erigió en campeón de la libertad amenazada; nada podía hacerle perder el monopolio omnipotente que pretendía instaurar. Fabricó un incidente para causar alarma entre los intelectuales con un documental intrascedente, titulado PM, que mostraba a cierto lumpen en sus diversiones nocturnas. Fue tal su atizamiento de las dudas que fueron necesarios varios diálogos en la Biblioteca Nacional para lograr alguna certidumbre en el próximo devenir.
   Lunes tuvo algunas virtudes, alentadas por otros intelectuales que también contribuían a su elaboración, pero Caín impulsó el esnobismo y sustituyó la transculturación por el mimetismo. En lugar de servir una puesta al día de la esclerótica cultura heredada dedicó parte de sus energías al ataque festinado, la tontería exótica, la crítica caprichosa. Si se analiza el papel de anteriores publicaciones cubanas como la Revista de Avance, Social, Orígenes y podemos remontarnos hasta Cuba Contemporánea y la Revista Bimestre Cubana, casi todas han servido al desarrollo social en tanto que Caín intentó que Lunes fuese la primera revista cultural que sirviese de dique a un río desbordado para servir su afán caudillista.
   En noviembre de 1961 desapareció el suplemento y con él se eclipsó la última base de poder que le restaba. Con él naufragó su avidez maniobrera, su calculadora apetencia de convertirse en el mandarín supremo de la cultura cubana. Franqui obtuvo que se le enviase de agregado cultural a la embajada cubana en Bruselas. Con motivo del fallecimiento de su madre, Cabrera Infante retornó a Cuba en 1965, por escaso tiempo, y él, que se había criado en la miserable loma de Gibara, súbitamente descubrió el subdesarrollo y se espantó porque el Malecón estaba despintado y porque en los jardines del antiguo barrio aristocrático del Vedado colgaban ubérrimos racimos de platanos en lugar de florecer las rosas. Confesó esta letanía esteticista al diario Primera Plana de Buenos Aires, y a quienes la leyeron -no sólo en Cuba- su voz sonó tan desubicada como la de María Antonieta reclamando su polvera el 14 de julio. Parecía el listado de quejas de un señorito al que no dejan dormir en una mañana de domingo. Recuerdo la estupefacción, expresada por escrito, de David Viñas, Manuel Rojas y Rodolfo Walsh ante tanta frivolidad inconsistente.
   Se marchó del país decidido a seguir el rentable camino de los apóstatas, de someterse a la nueva Roma que le pagaría magníficamente su traición. Su alejamiento de su raíz le agudizó un desequilibrio mental que desde mucho antes se venía manifestando. Fueron necesarios múltiples electro-shocks, pero ni siquiera con eso se le extirpaba su obsesiva malevolencia. Siguió entrometiéndose en la vida privada de muchos con una anonadante falta de escrúpulos y una demostrable mendacidad. Continuó injuriando y caricaturizando a Lezama, a Calvert Casey, a Virgilio Piñera, que había sido su cercano colaborador.
   Entretanto la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos lanzó otra de sus empresas para influir en el área cultural, la revista Mundo Nuevo, y Cabrera Infante no sólo se convirtió en uno de sus asiduos colaboradores sino que en el número 14 de la publicación apareció como su corresponsal en Londres. A partir de ahí comenzó una inexplicable, poderosa, irresistible ascensión hasta elevarlo a niveles propagandísticos similares a los de un detergente o un cantante de rock. Su objetivo había sido logrado aunque el costo fuese fáustico. Disfrazado de actor secundario en un filme de la serie de Charlie Chan: diminutas gafas oscuras, chorreado bigote asiático y aire de bilioso enigmático, Caín comenzó a recorrer el mundo aupado por sus poderosos promotores; se sintió realizado, podía pontificar. Para él Nicolás Guillén no era más que un redactor de letras de canciones a quien "las hordas del Partido Comunista" habían convertido en gran poeta. Afirmaba que Claude Couffon renegaba en privado de Guillén, invirtiendo los elogios que hacía en público. Hasta llegó a asegurar que Couffon había falseado los términos de una entrevista que le hiciera. Alejo Carpentier era, según Caín, el "pájarobobo de la literatura cubana" y solamente había sido publicado y elogiado en Francia gracias a su vieja amistad con Raymond Queneau. Labrador Ruiz y Enrique Serpa, escribió en sus cartas, no eran más que mediocres zurcidores de esperpentos. Se mofaba de Severo Sarduy llamándole "La Grande Severine", por un restaurante homónimo que existía en París. De su amigo Juan Goytisolo afirmaba que su publicación en Gallimard se debía a su relación amorosa con la poderosa editora de esa casa, Monique Lange,ya que la prosa de Juanito era bastante chata. Sobre las visitas de Graham Greene y Jean Paul Sartre a Cuba decía: "esas gentes visitan cualquier cosa con tal de tener un tema de qué hablar".
   En enero de 1971 sostuvimos un encuentro del Consejo de la Revista de la Casa de las Américas con Cortázar, Vargas Llosa, Benedetti, David Viñas y Emmanuel Carballo, entre otros. Durante cuatro días intercambiamos opiniones que por momentos se hicieron muy antagónicas. Cortázar informó del proyecto de revista que se llamaría Libre. Se había discutido durante un encuentro en su casa de Avignon. Recuerdo el énfasis que puso Julio Cortázar al negarse a la participación de Cabrera Infante en aquella empresa. Rechazaba su enconada agresividad; ya era ampliamente conocido el alcance ponzoñoso de su resentimiento.Las novelas de Cabrera Infante están compuestas de narraciones truncas, prosa inconclusa sazonada con ejercicios de pastiche, parodias acrobáticas, laberintos innecesarios, pésima sintaxis, supercherías, comadreos de aldea, bromas escuchadas. De no ser por los poderosos intereses que lo protegen sería un mediocre crítico de cine en Aberdeen, quizás en Manchester. Porque no ha logrado comprender que su acumulación verbosa y deshumanizada no es verdadera literatura, que la pedantería sólo revela al meteco inculto; que las piruetas de léxico y el humor de segunda mano fueron utilizados mucho mejor que él por Jardiel Poncela y W. Fernández Flores y que James Joyce es diferente a Gómez de la Serna porque poseyó una concepción del mundo y del lenguaje.
   Todas las modas son perecederas; los únicos libros que perduran son los que se hacen con autenticidad humanística y de eso hay poco en sus fuegos de artificio que lo han conducido a la desintegración creativa. De ejercicios de estilo está lleno el desván de la literatura. Cabrera Infante no escapará al olvido en que se sumergerá la mayor parte de su obra cuando queden atrás en la historia las pugnas políticas que le han servido de trampolín. Ese será el final de su aventura.

(La casta de Caín. La Gaceta de Cuba, junio 1994)

Friday, December 27, 2013

Jorge Luis Arcos vs. Antonio José Ponte

Resulta patético el gesto de quien quiere mofarse del otro, por la sencilla razón de no compartir sus ideas o su estilo de vida o la calidad de un destino diferente; afán negador contra un texto que se propone ofrecer el testimonio de una intensa aventura del espíritu ya cumplida. Pero no hay dudas de que cada quien tiene el derecho de hacer la lectura que quiera o la que sencillamente sea capaz de hacer. Pero las lecturas deberían hacerse –al menos ese es mi criterio personal– para comprender aun lo diferente, en aras de la objetividad del conocimiento, y no para negar “alegremente” lo que no compartimos. Una cosa es no compartir un proyecto de vida, una poética, una estética, una aventura del espíritu, y afirmar, a la vez, ideas y actitudes diferentes, y otra es hacer tan evidente el propósito de negar, a través de la mofa, al otro.

(Veleidad de un estilo. La Gaceta de Cuba, abril 1998)

Thursday, December 26, 2013

Elizabeth Burgos vs. “Dulces guerreros cubanos”, de Norberto Fuentes

Una ojeada a los reportajes escritos por Norberto Fuentes demuestra su fascinación por la guerra, los guerreros, y la Seguridad del Estado y «sus soldados del silencio» personificados en el libro por Tony de la Guardia, a quien le está consagrado gran parte de éste, cuya foto aparece en la portada en plena faena de combate y cuya biografía, parece, se proponía escribir con la anuencia del propio Tony. La fascinación, el amor narcisista que ejercía la personalidad de Tony de la Guardia en Norberto Fuentes es una de las claves de la obra. Es el intersticio que deja entrever la dimensión íntima de su fascinación por los guerreros y el papel de cortesano que Fuentes detentaba en el entorno de la casta. Pese a demostrar de pasada ciertos reproches acusando de traición a Patricio y a Tony de la Guardia, sin aclarar la causa, no hay duda de que sentía una verdadera fascinación «ante el joven hermoso y hasta tierno, que venía de los dominios de la muerte, fue algo que el Brother (se trata del propio Norberto Fuentes) disfrutó (...) Endurecido y curado por la sal de la guerra pero consciente de ser hermoso y que aquella tarde hizo, típico en él, un ligero gesto con la comisura de sus labios, abajo y hacia atrás (...)» (p. 438)
   En un ir y venir de reflejos de imágenes, de desplazamientos de un espejo al otro, de situaciones apenas esbozadas, a medida que narra su relación con Tony de la Guardia, va también delineando su papel de cortesano, el cual no está exento de esa adulación que busca provocar en el interlocutor una situación regresiva, que lo disponga a brindarse, a la entrega, a la confidencia. Norberto Fuentes dice que había un problema en el sistema de comunicación de ambos, y es que Tony estaba convencido de que, además de ser «los más brother del mundo, él (Tony) era también una especie de héroe de uso particular mío» (...) «no todos los ciudadanos disponían de un héroe para su uso particular y lustre.»
   Norberto Fuentes no parece haber ocupado otro cargo que el de simple cortesano durante el período en que transcurre su narración. No parece que detentara ningún cargo en particular. Los privilegios de los que gozaba prove nían de sus relaciones con miembros de la casta: las migajas que les caen a los cortesanos son proporcionales al grado de privilegios que detentan los monarcas. Le regalaban dólares; era el encargado de guardarles los maletines; se refiere a un maletín que contenía medio millón de dólares, otro contenía los consabidos Rolex y otros artefactos. Nunca explica ni de dónde provenía ni de quién era, ni para qué, ni tampoco qué hizo con él famoso maletín. Frecuentaba el gimnasio de la casta, lugar privilegiado para los chismes; cuando lo llamaban de alguna oficina, él se encontraba en la cama con alguna mujer. No tenía ocupación. Tenía disponibilidad de tiempo.
   No es nueva la necesidad de complementariedad que existe entre las monarquías y los cortesanos; ya Castiglione se ocupó del asunto en el siglo XVI —y la relación de complicidad y de seducción del autor con la aristocracia de los señores de la guerra es parte de esa dinámica. Relación especular en la que cada uno refleja la imagen del otro —de hombres que sólo pueden amar a su propia imagen, por lo tanto sólo aman a su semejante masculino— alimentada por un narcisismo, que al igual que el que le da origen al nombre, los ahogará en las aguas de su propia imagen, o en la tibieza de su propia sangre, como fue el caso de Antonio de La Guardia y de Arnaldo Ochoa.
   De allí que la asociación que hacían los griegos del guerrero con la femineidad no sea arbitraria. Una legislación de la Grecia antigua,5 prescribía inscribir sobre las tumbas el nombre de quienes no habían muerto en el campo de batalla, y de las mujeres que no habían muerto de parto. El esfuerzo del parto era asimilado al esfuerzo del combate guerrero. Ambos eran considerados como esfuerzos físicos dignos de recibir el nombre de ponos; término que designa el dolor del parto. El ponos es también lo que el muchacho debe aprender a soportar para aprender a ser un hombre. El parto vendría a ser entonces para la mujer una prueba viril y, a la inversa, la guerra sería entonces para los hombres la manera de vivir su parte de femineidad: guerra y femineidad conformarían una díada complementaria. Curiosa asimilación, que tal vez contenga la clave del origen de la guerra y de la fascinación que ésta ejerce en los hombres. El narcisismo, ese enamoramiento consigo mismo, se le suele adjudicar a las mujeres, sin embargo, el sustrato del universo del guerrero es la fascinación por sí mismo, porque su cuerpo es la fuente de su performance. Cada uno es el espejo del otro. Los guerreros se aman entre sí, porque en el otro encuentran a su igual; la repetición de su propia imagen. No es propiamente un deseo homosexual, sino un enamoramiento de sí mismo. No es casual la preferencia que parece cultivar Norberto Fuentes por ciertas practicas sexuales. Su narcisismo le da preferencia a indagar una dimensión del cuerpo femenino, pues él sólo conoce un único conducto corporal que se proyecta en el interior del vientre: el suyo. El reconocimiento de la vagina equivaldría a admitir la existencia del Otro, y eso, para un narciso, significa la caída en el abismo: el abandono de sí mismo. Como le sucederá, si es que no le ha sucedido ya, cuando se percate de que «ese músculo que nunca le falla» está supeditado a la producción de ciertas hormonas la cual tiene una duración limitada en el tiempo.
   Numerosas y concordantes han sido las reacciones relativas a la obra de Fuentes por su falta de escrúpulos relativos a la intimidad sexual, por la ausencia de ética, por su cinismo, su falta de fidelidad hacia sus amigos, y al hecho de no expresar el menor amago de arrepentimiento de su parte. ¿Pero acaso podía actuar de otra forma quien ha sido producto y formado parte de una casta que se rige por normas extrañas a la ética y al escrúpulo moral y que siempre ha vivido fuera de la ley? Pese a todo lo que calla en su libro, Norberto Fuentes no parece querer demostrar lo contrario. Su propósito parece ser más bien mostrar, precisamente, el grado de bajeza moral y ética de la casta y de la corte que la rodea, incluyéndose a sí mismo.

(Señores de la guerra, Encuentro de la cultura cubana, No. 18, 2000)

Wednesday, December 25, 2013

Belkis Cuza Malé vs. Reina María Rodríguez

En uno de esos textos escritos desde Cuba, Reina María Rodríguez, “la chica de la azotea”, dice que Heberto Padilla pidió volver a Cuba varias veces y siempre le fue negado el permiso. Si eso hubiera sido verdad se estaría hablando de algo que no critico, pues los cubanos exiliados han estado viajando a Cuba desde 1978, pero no fue así en el caso de Heberto, quien nunca pidió tal permiso. De sobra sabía lo que aquello significaría para él: un juego político que no le interesaba. Al contrario, Reina María Rodríguez fue la emisaria que intentó “seducir” a Heberto con la idea de que debería visitar Cuba. A partir de aquel congreso en Suecia no se cansó de jugar el juego que a todas luces le había asignado la Seguridad del Estado. Fue ella la que hizo gestiones, alentada por la Cantante, un siniestro personaje que merodeaba entonces a Heberto. De sobra sé que todos y cada uno de esos escritores oficiales mantienen estrecho contacto con los agentes de la Seguridad. Y no estoy hablando por boca de ganso. En la propia sede de la UNEAC, mientras trabajaba allí en la redacción de La Gaceta de Cuba, en 1975, yo y todos los demás fuimos conminados a asistir a un homenaje a los oficiales que “atendían” a los escritores y artistas. Y cuál no sería mi sorpresa al descubrir que todos los presentes saludaban con abrazos y guiños a “su pareja''.
   Reina María Rodríguez ha ganado dos veces el Premio Casa de las Américas, ha publicado toda su obra en Cuba, ha viajado sin parar, incluso a Estados Unidos, y su azotea es más popular que la conocida casa de Marina en La Habana de los cincuenta. Heberto Padilla está muerto y no puede desmentir a Reina María Rodríguez, pero yo no me voy a quedar callada ahora, cuando veo cómo pretenden seguir ensuciando su memoria. Porque ir a Cuba en las circunstancias que ''la chica de la azotea'' buscaba era una entrega al régimen que lo humilló y encarceló. No fue la primera vez que Heberto recibió emisarios desde Cuba intentando el chantaje emocional. Que cada uno diga lo que quiera acerca de Luis Pavor y sus compinches. Buen modo de conocer por dónde van los truenos y quién es quién allá, aquí y acullá, en ese “exilio de terciopelo”.

(Guayabitos en la azotea, Linden Lane Magazine, 2007)

Tuesday, December 24, 2013

Roberto González Echevarría vs. “La ninfa inconstante” y Guillermo Cabrera Infante

En este contexto, La ninfa inconstante es una obra menor, precisamente por las debilidades de que se acusa el narrador: la pirotecnia verbal, que casi siempre se queda en fuegos de artificio, y el patético dejar caer nombres, que revela una cultura hecha de lugares comunes donde no se ha asumido lo sustancial de los autores citados, que no son más que autoridades barajadas para impresionar al ignorante, pero que a mí me suenan a los desplantes de un autodidacta con una cultura prendida con alfileres (de ser esto un autorretrato crítico, es excesivamente severo). Todo ese andamiaje lingüístico, que es la firma de Cabrera Infante, llega a aburrir, aunque no a abrumar, como en otras obras suyas.
   Pero La ninfa inconstante tiene dos virtudes ausentes de la obra anterior del autor: un argumento coherente y cierto lirismo. Los libros de Cabrera Infante estaban compuestos de fragmentos ensamblados como una especie de collage. Algunos eran simplemente recopilaciones de textos diversos, como Exorcismos de esti(l)o, mientras que otros, como Ella cantaba boleros, eran trozos refritos de libros anteriores. Tres tristes tigres, libro al que, en mi opinión, le sobran como cien páginas, consistía en secciones de distintos relatos que se reflejan unos a otros, y a veces se cruzan siguiendo el procedimiento fílmico del montaje. La Habana para un infante difunto carece de forma o argumento, la única posible unidad es la que le da la educación del protagonista.

(Constancias e inconstancias de la ninfa, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 51/52, 2009)

Monday, December 23, 2013

Angel Santiesteban vs. Ernesto Pérez Chang

P. Chang sabe que el pelotón de escritores más jóvenes viene pedaleando fuerte. Que pujan, nos fuerzan a pedalear el doble, y en esa carrera, al parecer, él se ha lastimado el músculo de una pierna. Y la fuga de ira (perreta), la descarga contra el fundador de esa pujanza, del máximo propulsor de ese pelotón que, a decir verdad, no deja espacio para nadie:  son como el comején, se lo comen todo, o lo que es lo mismo, se ganan todos los premios. Hace poco para “vacilar” a Heras, le dije: “Ya es tiempo de que pares esto, ¿a dónde nos quieres llevar? Ahorita no hay nada para mi generación”. Y un poco en serio, y otro poco en broma, aunque en el fondo también un poco alarmado, estaba confirmando una gran realidad. Pero no se puede tapar el sol con un dedo. ¡Cuántos jurados se equivocan al entregarles los premios! Al parecer se dejan llevar por la intensa promoción mediática que recibe el Centro de Heras, empezando… por el propio P. Chang, que los ha premiado en numerosas ocasiones.
   ¿Qué sabe P. Chang del Centro Onelio, de sus objetivos, su programa, sus resultados, como no sean los chismes y comadreos de pasillos a los cuales sirve de mimética caja de resonancia?
   Y como nada sabe, se pone a afirmar tonterías, como decir que es un taller con “molde de yeso”, ignorando que allí se entregan, estudian y analizan profundamente textos de autores de todas las escuelas, tendencias, estilos, lenguajes, realistas y fantásticos, modernos y posmodernos, y donde cada alumno escribe sobre cualquier tema y se adscribe a la tendencia literaria que le da su real gana… detalles de los que el mismo P. Chang ha sido involuntario testigo, lo cual hace más contradictorias sus afirmaciones, sobre todo cuando como jurado ha premiado a los ex alumnos del Centro: Orlando Luis Pardo, Jorge Enrique Lage, Demis Menéndez y Yordanka Almaguer, escritores que ni remotamente escriben con el estilo del Chino Heras, ni son  “quiroguianos hasta el suicidio”, o “adoradores de Hemingway”.

(Siempre puntual, con el peor de los ciegos, Cubaliteraria, mayo 2006)

Friday, December 20, 2013

Juan Abreu vs. Guillermo Rodríguez Rivera

Señor Rivera, hablamos de una cultura en la que la entrada y salida del país es usada por la policía como arma de disuasión contra la crítica. Política que crea una casta de escritores previlegiados, que a cambio de permisos de salida, se callan la boca y adoptan una actitud sumisa respecto a la falta de libertad imperante. Política que, además, impide regresar a su país a cualquier creador crítico del sistema. No mencionaré el lamentable espectáculo de una cultura que acorraló y apaleó a artistas y escritores cuando los vergonzosos acontecimientos del Mariel, que viví en carne propia, por considerarlo redundante. ¿Se puede pasar de puntillas sobre todo esto, como pretenden algunos? No lo creo. Nuestra salud espiritual, nuestro futuro, depende de ello. ¿Qué cultura es esa que deporta escritores, los censura, los hace vivir en un clima de miedo y envilecimiento? La respuesta es simple, señor Rivera: una cultura que ofrece un espectáculo lamentable.

(Un espectáculo lamentable, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 21/22, 2001)

Thursday, December 19, 2013

Gerardo Muñoz vs. Guillermo Cabrera Infante

Hay algo en la prosa de Guillermo Cabrera Infante que me es profundamente reprobable: aquello que Enrico Mario Santí, volviendo sobre la etimología cubana, ha denominado como el estilo de la "jodedera". Desde los títulos (Vidas para-lelas, Tristes tigres, Mea Cuba…) hay un continuo donaire por la confusión, y por el irrespeto al lector con la palabra. A diferencia de Joyce, con quien injustamente se le ha comparado, Cabrera Infante no más que un creador del lenguaje polisémico en términos de forma, quien se conformó por la diseminación de los juegos "nacionales" de la cubanidad; su error fue, como el de tantos otros, pensar que lo cubano era un lenguaje y que la nación era una escritura. No por esto niego que haya tenido innumerables aciertos, ya que las probabilidades son favorables si se ha tenido alguna vez el bloque de Infantería en las manos. Del mismo modo, no dudo tampoco que Cabrera Infante haya sido – o siga siendo, un autor para muchos lectores, aunque para mí, ese don ha sido negado: no soy yo descrea de la prosa de Cabrera Infante, es que la prosa de Cabrera Infante descree en mí. Presiento otro deslinde en su obra: si alguna vez el erotismo henchido, lo banal, la "jodedera", funcionó para contrarrestar y oponer el poder, es poco confiable que estas estrategias funcionen con el mismo énfasis y propósito que alguna vez pudo destruir a los patriarcas del poder, no en balde en nuestro presente, podemos decir que Cabrera Infante es el benefactor de la prosa chabacana que se hace desde la isla y desde el exilio. En la ejecución de renovar el erotismo, la escritura ha patinado con las fronteras de la peor ficción pornográfica junto a la mala escritura, y la comercialización de lo soez.

(Guillermo Cabrera Infante frente a la crítica. Blog Puente Ecfrático, noviembre 2009)

Wednesday, December 18, 2013

Raúl Hernández Novás vs. Carilda Oliver Labra

Oh Carilda! Te vi, no muy serena,
nerviosa al celebrar tu cumpleaños;
se ve que amontonar 60 años
te desordena, amor, te desordena!

Mas veo que tu rostro no es el mismo
¡Oh ilustre matancera sensitiva!:
junto a los años te ha caído arriba
la obesidad, con el sedentarismo…

Pasaron ya los años de alegría
en que la juventud sonríe y canta,
y estás más cerca de la tumba fría...

Por eso es que te pido ¡oh diva santa!
que no muestre, como antes, tu poesía
todo lo que hay Al Sur de tu garganta!

(Carilda cumple sesenta. Blog Efory Atocha, octubre 2007)

Tuesday, December 17, 2013

José Lezama Lima sobre la Revista de Avance

Gran parte de su epístola está recorrida por el pro domo suo; muestra usted el orgullo de su ciudad intelectual y enarca la Revista de Avance. Leí sus páginas en mi juventud y las repaso hoy que su fineza y tratamiento me obligan a un colmo de sinceridad. Me pareció siempre un brac-a-brac, producto tal vez de las opuestas sensibilidades de sus directores. Alternaban allí poetas neoclásicos de México con delirantes hirsutos de Chile o Perú; se carecía de una línea sensible o de una proyección. Sus cualidades eran, como usted subraya, de polémica crítica, mas, no de creación y comunicación de un júbilo en sus cuadros de escritores. En sus viñetistas y pintores se confundían Valls, Segura, Gattorno, y Víctor Manuel, propiciando una confusión de actitudes y de valoraciones. Ninguna traducción de Valéry, Claudel, Supervielle, Eliot, o los grandes poetas de aquellos momentos, que serían después de todos los momentos. Hasta Alberto Insúa irrumpía en algunas de sus páginas. Perdóneme usted esta total discrepancia, pero a su sinceridad he querido oponer la mía, cosa de que al final los dos quedemos en paz... al menos con nuestra conciencia crítica. Es innegable que usted manifiesta un sentimiento delicado al amar aún tan apasionadamente esa obra de su juventud.

(Respuesta y nuevas interrogantes. Carta abierta a Jorge Mañach. Bohemia, octubre 1949)

Monday, December 16, 2013

Jorge Ángel Hernández Pérez vs. “La fiesta vigilada”, de Antonio José Ponte

Bajo esta norma de narcisismo reflejo en la escritura aparece La Habana en La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte. Rasgo tal no es en absoluto nuevo en este libro, sino que constituye un tópico ad hoc de narradores que han hecho de las circunstancias de sitio de la isla de Cuba su fórmula arquetípica. El sinflictivismo —la ausencia de conflicto humano interior, desde el ser humano mismo y para el individuo— que produjo la entusiasta corriente que abrazó el realismo socialista, se retraduce en esta tendencia bajo la variante de una dirección político-ideológica de oposición y absoluta culpa del sistema. Es tema que, al estar erizado de las púas extremistas ideológicas, ha quedado sin acercamientos inteligentes y profundos. La escritura de esta obra específica se presenta para hacerse ver como salvada por sí misma, relente de imágenes captadas por un lente neutral. Y en ese empeño, la perspectiva de neutro meridiano sufre un efecto de giro, al pie de cada circunstancia, mientras el lente focaliza a toda costa las marcas traumáticas que la Revolución Cubana ha dejado en la Historia profunda. El testigo, en tanto parte de una parte del juego, define su objetivo antes de asumir el discurso literario. No descubre al andar de la escritura y arrastrando cultura, sino que elige los marcos en exploración y cumple, fiel, las consecuencias ideológicas a las que fuga lo descrito una y otra vez.

(La fiesta vigilada: arqueología de la máscara. La Jiribilla, septiembre 2007)

Friday, December 13, 2013

Francis Sánchez vs. Luis Manuel Pérez Boitel

¿No habría manera de salvar un poquito de diversidad en este "quinquenio" soñado a lo Boitel, para la poesía y la cubanidad y la autenticidad de tantos compromisos individuales posibles? ¿A cuántos más hay que seguir dejando fuera? ¿No será que todas las banderas del oportunismo y el reduccionismo ideológico de Pavón pueden ser aún desplegadas por ciertas manos?  (…) Boitel hace, precisamente desde una posición oficialista, en defensa de las instituciones que yo aparentemente no critico sino que "traiciono", un ataque descalificante al estilo de los usualmente reservados en nuestros predios para "traidores", como si alguna vez yo hubiese firmado un contrato por el precio de mi alma y ahora lo hubiese roto, habla incluso de la línea entre los que se van y los que se quedan, es como si ya me quisiera dejar precisamente "afuera" y sin llave.

(correo publicado, 2007)

Thursday, December 12, 2013

Cintio Vitier vs. “Poesía y Prosa”, de Virgilio Piñera

Sería totalmente ocioso ejercer frente a este libro el oficio, siempre triste, del cazador de influencias. Las influencias aquí son tan visibles, y en cierto modo ingenuo tan agresivas, que no parece sensato atribuir al autor el ánimo de ocultarlas. Antes bien, lo decisivo para nosotros es el hecho de que, exista o no esa pretensión, nos luce cada vez más impresionantemente influido por su propia voz. Claro que se trata de una voz que ha de salir, para que alguien la escuche por lo menos como señal confusa, de lo vano y cóncavo de una máscara, de un resonador, no de un pecho desahogado y libre; pero esa oquedad y falsía responde sobre todo a la condición y exigencia de lo que debe testificar, que no es un paisaje, ni una soledad, ni siquiera un abismo, sino, rigurosamente, un vacío. Llamamos aquí vacío al reverso humano de la nada, pues en ésta palpita siempre una significación divina, ya sea la nada como pecado (no ser del mal) o la nada como anegamiento del místico en su arrebato de plenitud, o incluso la nada mágica de la extrañeza y angustia del mundo, en que a veces residimos y que no podemos saber a qué alude. Pero sin duda -lo sabemos por su íntima forma interrogante-, alude. Lo propio del vacío, sin embargo, es no aludir a nada, ni, en última instancia, a la nada misma, pero entendida aquí no como Pecado, ni como Inefable, ni como Ser Que No Es, sino en cuanto rigurosa categorización del vacío de un mundo en que las cosas y las criaturas están y nada más sobre una superficie siniestra de trivialidad, armando el espantoso y vacuo disparate que lo absorbe todo. "Un mundo", en fin, "como hecho sin calificativos", viene a decirnos Piñera, quien demuestra siempre una conciencia implacable de su asunto. Por eso, en el momento de la invocación, cuando pudiéramos esperar para nuestra asfixia la apertura del llanto, se cierra así calladamente el anillo: "tenga piedad de nosotros la nada."
   Ahora bien, ese mundo como un ojo vaciado, en que se borra el pecado y no se insinúa la melancolía, en que sólo es posible invocar a la todopoderosa nada inmanente, no es por lo mismo ni siquiera un mundo de desesperación o caótico. Frente a los poemas que tan ceñidamente lo reflejan, hemos creído sorprender el secreto de aquel alarido cerebral y graduado con la sangre impávida, que es la característica constante, desde Las furias, en la escritura sucesiva de Piñera. No hay aquí absolutamente, para nosotros, desesperación ni caos. Por el contrario, lo que hay es un mundo al que, dicho sea con valentía y tosquedad, se ha sustraído el verbo. Esto implica la imposibilidad tanto de la esperanza como de la desesperanza, de la creación como del caos; y la profunda frecuencia de lo cursi. Porque, en efecto, "cursi es todo sentimiento no compartido", según la frase genial que hallamos en una página de Gómez de la Serna, y allí donde la gracia del Verbo abandona a la palabra humana, ésta sólo puede reiterar el propio vacío, que no es una tiniebla ni un dolor, sino una incomunicabilidad radical en cuyo seno persistirán los perfiles formales del universo, pero desustanciados, grotescos, reducidos a un simulacro sin locura ni contorno. La criatura destinada a expresar ese alucinante infierno cuya esencia consiste en ser todo superficie, tendrá que aparecernos disfrazada de tantas desesperaciones ajenas como le sea imperioso utilizar. Pero aunque no lo sepa o no lo quiera estará sirviendo de catarsis a la realidad, estará expulsando por su voz ese veneno del vacío que amenaza el corazón de nuestra vida.

(Tomado de Crítica 2. La Habana 2001)

Wednesday, December 11, 2013

Ernesto Hernández Busto sobre Guillermo Cabrera Infante

Hace algunos años que Guillermo Cabrera Infante practica el mismo deporte editorial: el reciclaje de sus libros, la recomposición en nuevos fragmentos y disposiciones. Desde Holy Smoke (1985) la novela que escribió en inglés, Cabrera ha publicado Mea Cuba, antología de sus artículos; Delito por bailar el chachachá (que incluye dos relatos ya publicados, y otro inédito); Mi música extremada, donde se reúnen fragmentos en los que habla de música; y ahora Ella cantaba boleros, la suma del último capitulo de La Habana para un infante difunto con un extracto de Tres tristes tigres más un colofón, “Metafinal”, que había sido eliminado de ésta novela por afán de simetría, según aclara el propio autor en un “prólogo nocturno”.
   Es decir, desde 1985 Cabrera Infante se ha antologado, ha escrito un cuento y ahora desempolva un final olvidado. Más el arte (a veces no muy sutil) de la combinatoria. Puede argumentarse que para un escritor cuyo tono dominante siempre ha sido la parodia, la cita y el pastiche, es absolutamente legitimo el deseo de dictar su propia metaliteratura. Pero ¿hasta qué punto se trata de la voluntad del autor y no de una estrategia editorial para ganar nuevos lectores en detrimento del espíritu conservador con el cual sus fieles atesoramos los libros originales? Estrategia equivocada, a mi entender, porque sospecho que el nuevo lector, virgen en “cainología”, que ahora lea “La amazona”, no va a ir tras La Habana… y quien repase ágilmente las aventuras de la Gorda Estrella se podrá sentir disculpado a la hora de leer Tres tristes tigres.

(Revista Vuelta, reproducido en la red)

Tuesday, December 10, 2013

Carlos Alberto Montaner vs. Arturo López-Levi

Es una lástima que los años de formación académica norteamericana no le hayan servido al señor López-Calleja para saber que el respeto por el pensamiento ajeno no significa la sujeción incondicional a todas sus ideas o propuestas, aunque disculpo su opinión porque me figuro que son las viejas secuelas que le quedan de cuando aplaudía sin chistar cualquier estupidez proferida por el dictador cubano, como me cuentan quienes entonces fueron sus compañeros de estudio y recuerdan su encendida militancia.

(El académico que escribía como un funcionario, Web Misceláneas de Cuba, julio 2009)

Monday, December 9, 2013

Ramón Fernández-Larrea vs. el Che Guevara, la cultura oficial, Alejo Carpentier…

Hasta el Ché Guevara, equivocado como casi siempre, y en ese afán desquiciado de protagonismo e intolerancia personal, marcó profundamente más las culpas cuando quiso opinar sobre cultura en el socialismo, y meterse donde nadie lo llamaba. Él escribió esa cosa tan atroz, El socialismo y el hombre en Cuba, que ha mutilado a mucha gente y le dio armas justificantes a todos los cazadores de brujas. El Ché dijo que "El pecado original de los intelectuales cubanos es que no son auténticamente revolucionarios", y estoy citando de memoria. Esa frase, que es soberbia, machista, excluyente, estalinista hasta el tuétano, y, para decirlo en argentino moderno "de una boludez " impresionante, fue faro para toda una política de aplastamiento de la cultura. Esa frase y la otra imbecilidad que dijo Fidel Castro en la Biblioteca Nacional armaron la larga noche de los cuchillos largos que parió al Congreso Nacional de Cultura de 1971. Ese cuchillo le cercenó la garganta a Lezama, Eliseo, a homosexuales, cristianos, negros creyentes, abakuás, a Cabrera Infante, Sarduy, y por supuesto, a toda la parte anterior formada por Lidia Cabrera, Mañach, Labrador Ruíz. Escritores y pensadores que se fueron. Y lo más jodido es que armó los barrotes para los que veníamos. Y en la punta de la piragua quedaron los que vivían en Cuba pero habían estudiado en Universidades norteamericanas o francesas. Fue horrible. Muchos de ellos, algunos de gran talento, perdieron tiempo e inteligencia vistiéndose de milicianos y payasos, o escribiendo tonterías épicas, con tal de que no les pusieran la sucia bota de los bárbaros en la cabeza. Hasta Alejo Carpentier dejó de escribir cosas coherentes, porque su almita temblorosa se la regaló al máximo líder. Una transacción bastante ridícula para seguir respirando en París. Dicen que yo fui uno de los primeros rebeldes de eso que llaman mi generación. No me lo propuse así. También creí que la obra era buena. Porque la obra es buena sobre el papel, o al menos hermosa. Pero, como decía Gutiérrez Alea, la puesta en escena ha sido un asco.

(Ramón Fernández-Larrea: en la punta de la espada [entrevista]. Cubaencuentro, 2001)

Friday, December 6, 2013

Servando González vs. Jesús Díaz y Encuentro

En ningún momento ha pasado por mi mente que todos los autores que han colaborado con Encuentro, o que todos aquellos que han trabajado en su redacción, hayan sido agentes del castrismo. La mayoría son intelectuales honestos a quienes respeto, y algunos de ellos son mis amigos personales. Si mi teoría es cierta, es muy probable que tan sólo Jesús Díaz, y tal vez unos pocos de sus colaboradores más allegados, hayan sido parte del plan. De la misma forma, es casi seguro que muy pocas personas en el gobierno castrista conocen de la existencia de Operación Encuentro. Las operaciones de contrainteligencia se caracterizan por el más absoluto secreto, pues cualquier indiscreción puede comprometerlas. La compartimentación y la necesidad de saber (need to know) son aspectos esenciales de la profesión.

(El extraño encuentro de Jesús Díaz con la muerte, Cubanet, Mayo 2002)

Thursday, December 5, 2013

Heriberto Hernández Medina vs. José Kozer

El caso que nos ocupa, salvo raras excepciones, goza la gracia de figurar en todas estas cartografías, con el valor agregado de cierto ingrediente mítico, aportado por la magnificación de elementos, tal vez intrascendentes, como la ascendencia judía o la supuesta compulsión grafómana del autor y su minuciosa contabilidad de ella.
   No hay en este punto una razón que pueda impedir a alguien interesado en la literatura cubana, sentir el impulso irrefrenable de leer a Kozer. Pero resta el último, y quizás el más importante paso, para situar a un autor en el más cálido sitio de nuestro estante emocional. Sentarse ante el libro, uno de ellos, cualquiera.
   En recientes conversaciones con algunos amigos han surgido algunas frases, que recuerdo en tono de broma, pero que no están desprovistas de cierta seriedad, en tanto cuestionamientos del mito urbano, que pocos han leído y todos aceptan, tal vez por ello:
   ¿Alguien le ha hecho una auditoría al libro de asiento de textos escritos por el poeta?
   ¿Se trata de un gran poeta, un renovador, o de un curioso caso de marketing?
   ¿Es un producto de la poca seriedad, la indolencia o el impresionismo de la crítica literaria cubana?

(La crítica y los riesgos de la mitificación. Blog La Primera Palabra, octubre 2010)

Wednesday, December 4, 2013

Pablo de Cuba Soria vs. Heberto Padilla (2)

Pero le traicionó su propio límite. Buena parte de El justo tiempo humano y Fuera del juego y El hombre junto al mar recuerdan el pasaje homérico donde al de tremolante casco ya no le asisten los dioses. Los huéspedes inquietantes, como gusta decir a Sloterdijk, lo habían abandonado. Lo otro, lo tristemente conocido a partir de 1967, es el mugriento empapelado con que nos cubre la Historia. De ahí que en mi artículo señalé: "su personalidad fue inferior a los torpes designios de la Historia. Fue incapaz de dominar sus experiencias; dejó que su vida precediera a su destino literario".
   Al mulo de Lezama hay que comérselo, engullirlo hasta el eructo. Al novelista de En mi jardín pastan los héroes no le fueron concedidos, finalmente, tales dones. En un poema atendible de Fuera del juego —A J. L. L—, luego de un comenzar emotivo: "Hace algún tiempo / como un muchacho enfurecido frente a sus manos atareadas /en poner trampas / para que nadie se acercara [...]", tropezamos con el cierre malogrado, cursi, precisamente sentimental: "¿Y qué pude hacer yo, / si en su casa de vidrio de colores / hasta el cielo de Cuba lo apoyaba?". Padilla no alcanzó, a través de su literatura (lo demás es anécdota, derrota), a decirle a Lezama lo que Pound a Whitman: "I make a pact with you, Walt Whitman— / I have detested you long enough […] Now is a time for carving. We have one sap and one root —Let there be commerce between us". Joyce necesitó demasiada bilis para emular a Shakespeare. La bronca poética de Padilla tenía que ser hasta sus últimas consecuencias contra Lezama, la tradición toda, y no contra cantores y oradores de tribunas. Le asistía replantear hasta lo inusitado la tradición poética cubana, de la lengua.

(La incapacidad de patear círculos, Cubaencuentro, julio 2007)

Tuesday, December 3, 2013

Fidel Díaz Castro vs. “El abrigo de aire”, de Antonio José Ponte

Ponte intenta rebajar la condición de escritor de Martí, escamotearle su jerarquía literaria e igualarlo a un conjunto indistinto de autores; achacarle una enfermiza pasión estilística, y convertir en algo negativo el concepto del deber que sostiene su vida y su obra. Trata de empequeñecerlo como ser humano, de presentarlo como un personaje melodramático, depresivo, apocado, excéntrico e histriónico. Su intención es aún más indignante al atribuirle ciertas obsesiones asociadas a la complacencia en el dolor. Arremete así contra la densidad de su personalidad e intenta diluir su imagen y su legado en el aire, desintegrarlos en la nada. Esta engañosa maniobra es en el fondo una embestida contra el concepto martiano de Patria, contra su idea de Cuba.

(Pero los dientes no hincan en la luz. Reproducido en La Habana Elegante, segunda época)

Monday, December 2, 2013

Cintio Vitier vs. “La isla en peso”, de Virgilio Piñera (2)

La vieja mirada del autoexotismo, regresiva siempre en nuestra poesía, prolifera aquí con el apoyo de un resentimiento cultural que no existió nunca en las dignas y libres transmutaciones de lo cubano. Trópico de inocencia pervertida, huit clos insular radicalmente agnóstico, tierra sin infierno ni paraíso, en el sitio de la cultura se entronizan los rituales mágicos, y en lugar del conocimiento, el acto sexual. Pero ni siquiera los valores de la carnalidad sobreviven, porque los copuladores son imágenes vacías, contornos de sombras. Retórica, pulpa, abundancia podrida, lepra del ser, caos sin virginidad, espantosa existencia sin esencia. Es obvio en el tono y la tesis de este poema el influjo de visiones que, como las de Aimé Césaire en Retorno al país natal, de ningún modo pueden correspondernos. Nuestra sangre, nuestra sensibilidad, nuestra historia, como hemos visto en este Curso, nos impulsan por caminos muy distintos. Considero que este testimonio de la isla está falseado.

(Lo cubano en la poesía, La Habana 1958)