Total Pageviews

Friday, July 13, 2018

Ernesto Hernández Busto vs. Juan Manuel Tabío

Sólo un crítico o ensayista flojo (y perdone el airado repetidor que insista en mi juicio de valor) es capaz de sostener sin sonrojo que la Austria de la que habla Bernhard es una especie de pretexto estilístico para su humorismo nihilista, o que la Francia de la que opina Bloy es otro más entre sus “rasgos de estilo”. Ese concepto de “estilo” es inane. Y esa idea de la literatura es poco menos que ridícula. Hay un mundo allá afuera, me temo, aunque los devotos del estilo no quieran verlo. En su ficción Bernhard habla de su porción de mundo, y en sus “libelos” Bloy disecciona el suyo. Sobre LGV habría mucho que hablar, pero no creo que tenga sentido polemizar con gente que opina que cualquier asomo prescriptivo, propio de toda crítica, remite de inmediato a “Verde Olivo”.
(…)
Pero ya Tabío no necesita “traductor” ni “embajadores”: él mismo ha ripostado en Rialta diciendo que no hemos leído a Blanchot y excluyendo la ideología de una limitada noción de estilo. Caricatura tras caricatura, cuesta polemizar: nadie, tampoco Duanel, ha querido “subordinar el sentido de la obra, o su condición de legibilidad, a la naturaleza ideológica de un régimen político”, como asegura Tabío. Pero es obvio que los juicios sobre la tradición y la sociedad cubana que Lorenzo escribió en Los años de Orígenes y en El arte de perder no son puros ejercicios de estilo y es perfectamente posible (incluso necesario, diría yo, atendiendo a cierta lógica de nuestro “campo literario”) entenderlos más allá de la acrítica aceptación y reverencia que nuestro “estilólogo blanchotiano” parece recomendar.
   El nihilismo de Lorenzo, su torturada búsqueda de una salida que le permitiera desviarse del origenismo, y hasta ciertas anécdotas vitales lo llevaron a interesantes excesos: su distancia con Baquero o con Lydia Cabrera (en su reveladora entrevista para Exilio) revelan que, en cierto momento, Lorenzo suscribió visiones más propias de la “crítica revolucionaria” que de un representante de la República de las Letras. No es algo exclusivo de LGV: lo hizo Casey también en un ensayo sobre el XIX y Piñera, varias veces. Esos gestos críticos, y esa distancia con la República, fueron muy interesantes, y yo diría que incluso necesarios para compensar ciertos excesos. Pero implicaron también una visión un tanto limitada que sería bueno analizar en profundidad, porque tiene, por cierto, mucha relación con las soluciones literarias (ah, de pronto salta la liebre del estilo) que Lorenzo fue encontrando.
  La idea de una ficción no narrativa (descubrimiento de Raymond Roussel al cual, por cierto, no eran ajenos los origenistas) no es algo de lo que haya que excluir a la fuerza referencias sociales o “ideológicas”, si bien es obvio que el hecho literario va siempre más allá de ellas. El problema de Tabío es que está todavía en esa fase del joven crítico donde se cree que un autor o referencia crítica tiene la Verdad en la mano, y entonces adopta la ridícula pose de arrojar esos nombres como si fueran guantes a sus lectores y posibles objetores. Una soberbia un tanto provinciana que, esperemos se le pase pronto para que siga leyendo con provecho a Lorenzo, Blanchot y tantos otros.

(Comentarios publicados en la red, noviembre y diciembre 2017)

No comments:

Post a Comment