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Friday, May 18, 2018

Manuel Díaz Martínez vs. Waldo Leyva

Pero la dictadura me tenía preparada una despedida especial, sin las patadas en la puerta, el altoparlante largando injurias, las pedradas en las persianas ni la comparsa barriotera del “acto de repudio” clásico, lo cual es de agradecer. El domingo 23 de febrero del 92, el día anterior al de mi partida, en el suplemento de cultura de Juventud Rebelde (periódico de la Unión de Jóvenes Comunistas), apareció un artículo titulado “Puente de plata”, que cubría más de una página del suplemento. Junto a alabanzas como “un buen poeta, un hombre de innegable talento, que contaba con prestigio y reconocimiento intelectual”, “para admitirlo en su seno, la Academia Cubana de la Lengua debe haber tenido en cuenta sus buenos versos, que sin duda son la mayoría”, etcétera, con las que se busca impresionar bien al lector para que no dude en acoger como cierta, justa y equilibrada la aviesa imagen que de mi vida y milagros le ofrece, el articulista, Waldo Leyva Portal, se burla con acierto —con una sorna que sin duda parte de sus propios e inconfesados desengaños— de mis juveniles ardores comunistas. Donde se muestra chapucero es en las mentiras que se atreve a decir, confiado en la impunidad que supone el absoluto control que ejerce sobre la prensa la dictadura que le ordenó infamarme. Antes de ese artículo no pensé jamás que mi obra fuera tan meticulosamente leída ni que sería objeto alguna vez de un elogio tan alto. Después de la devoción de un lector, el odio de una dictadura es el mejor premio a que pueda aspirar un poeta.

(Sólo un leve rasguño en la solapa. Logroño, 2002)

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