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Friday, May 25, 2018

Alejandro González Acosta sobre Leonardo Padura

Mucha gente está equivocada con Leonardo Padura: realmente, más que un novelista, él es un cuentapropista de la literatura. Hace lo suyo individualmente, paga su gabela y sigue trabajando. No es un producto genuino y total del régimen cubano, que lo mastica, pero no lo traga plácidamente. Tampoco es una sublimación residual del exilio, donde muchos le exigen más intransigencia y definición, acorde con estos tiempos tan conflictivos. A veces sospecho que algunos —o muchos— funcionarios cubanos respirarían complacidos si Padura se quedara definitivamente en uno de sus viajes: “Por fin salimos de él”, dirían con un suspiro de alivio. Pero mientras, lo utilizan lo mejor que pueden y él se deja. No es la oveja de blanca pureza ideológica de la manada, pero todavía no llega a ser tampoco la negra francamente opositora que desentona del níveo rebaño, aunque a veces el pelaje se le oscurece un poco, quizá a pesar de él mismo, con alusiones truncas, evocaciones conflictivas y alguna ironía. Recibe palos de uno y otro lado, porque, además de críticas severas y justas, la envidia cubana florece como la verdolaga lo mismo en Hialeah que en Mantilla.

(Las “pauras” de Padura [I]. Cubaencuentro, marzo 2018)

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