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Monday, May 14, 2018

Alberto Garrandés vs. Antonio José Ponte (2)

¿Acaso demostró alguna vez, de veras, lo que dice de mí? Tengo cosas más importantes que hacer comparadas con esa bisutería efectista llamada A. J. Ponte, y, además, no quiero que él alimente su fuego con estas candelitas de andar por casa. Que se ponga a escribir de verdad, si es un escritor. Y solavaya: el día que yo escriba como él, me cuelgo de un árbol.

(…)

Al final uno cuenta sólo con aquellas personas que confían en uno y que son esas mismas en las que, a su vez, uno confía. No respondí la extraña carta (parecía escrita como para que también la leyeran otras personas, ¿como si se tratara de una pieza significativa dentro de esa trayectoria que él estaba fabricando para ponérsela como un disfraz?) que Ponte dejó encima de mi escritorio porque no merecía el esfuerzo. Y no respondí su ataque público porque no hizo falta. No había pasado ni media hora del suceso y ya recibía yo muestras de confusión y perplejidad y hasta de indignación por parte de escritores que se hacían una pregunta: ¿de dónde saca Ponte todo eso? Los días pasaron y mi compromiso contra la censura se acentuó (porque los intentos de censurar continuaron). Me da risa eso de que me llame comisario político, ¿quién se cree semejante tontería? Y no he elogiado la obra de Ponte (qué presunción más absurda), sólo indiqué que su intervención aquel día sobre Orígenes (una mera intervención), en el homenaje a la revista por sus 50 años, me parecía positiva… La capacidad de Ponte para desvirtuar hechos, mentir y disfrazar la realidad y armar conclusiones inverosímiles es, ciertamente, enorme. En esta serie de trabajos míos que, bajo el título “Oleaje de la memoria”, publica Hypermediamagazine, jamás me he disculpado. ¿Por qué? Porque no tengo que hacerlo. Hay que estar loco, o ser un murmurador siempre en escena (y sin salirse de su papel) para decir que censuré la novela de Atilio Caballero (y algunas otras, como sugiere Ponte), y que fui o soy aún un comisario político.

(…)

Las acusaciones de Ponte son tan insensatas y ridículas (llegan a ese extremo) que, la verdad, no vale la pena. Su grisura sí que espanta. Cada quién sabe de sus imposturas y Ponte es muy consciente de toda su tramoya y sus ardorosos hanky panky. Es un mal actor. Siempre supo que yo no era el censor. Siempre supo quién había arremetido contra la novela de Atilio Caballero. Pero necesitaba (y necesita todavía) que sea yo el blanco de su difamación. ¿Por qué se ha obstinado siempre en lo mismo? Porque cambiar sus puntos de vista le resulta inconveniente. Calla unas cosas y reafirma otras como si tal cosa. La oscuridad de su psiquis, si pudiera expresarme así, se conjuga muy bien con la oscuridad de su presunta ética. Hace 20 años orquestó su “protesta” contra la censura de un modo tan mezquino que siempre me dio pena. ¿Quería ser todo un personaje de la literatura, un escritor empuñando una especie de Excalibur? Resultó, eso sí, poco menos que un saltimbanqui. Pero ya sabemos que su espuria notoriedad se origina no en sus libros, sino en cositas como estos textos de ir y venir. De modo que pondré punto final. No quiero contribuir a encumbrar a ese actorcillo al que, ya me doy cuenta, ha de faltarle un tornillo.

(…)

Ponte, 20 años después, no hace más que constituirse en un penoso absurdo, un absurdo de escritor, un remedo de escritor. Dice que ni yo ni mi obra son interesantes… ¿Y eso qué? ¿Su opinión? Me tiene sin cuidado. Lo suyo es pelear, difamar e intentar imponer mentiras como verdades para que su circo crezca y se oiga. A mí jamás me gustó el circo, ni cuando era niño. Lo mío es hacer lo que me toca como escritor. Tengo pruebas de que lo que he hecho, lo he hecho bien, y en ocasiones muy bien, y no necesito decir por qué. En cambio, repito, 20 años más tarde Ponte continúa armando su tramoya para ocultar ese vacío de fiereza artística que hay en su obra, o el desinflamiento que ella padece. Yo, en cambio, no experimento nada de eso. Su inseguridad es vocinglera. Y no hay que hacerle el menor caso a alguien que sobrevive, como escritor, de manera tan penosa.

(Comentarios publicado en la red, agosto 2017)

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