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Wednesday, July 23, 2014

Rafael Rojas sobre Rolando Rodríguez y la historia oficial

La historia oficial es aquella que lee y narra el pasado en busca de claves para la justificación histórica del estado. Esa historia tiene muy poco que ver con el marxismo crítico y debe casi todas sus nociones a una idea excluyente y jerárquica de la nación. Historia oficial, por ejemplo, son los dos volúmenes de Cuba: la forja de una nación (1998) de Rolando Rodríguez, donde se sostiene que la Guerra de los Diez Años fue la “brasa” –Ramírez prefiere la cursi metáfora del “crisol”– en la que “cuajaron los fundamentos esenciales de la nación y la nacionalidad”.
   En esos libros, dedicados a Fidel Castro, entonces jefe del estado cubano, se presenta a la Cámara de Representantes en armas, a los camagüeyanos opuestos a Céspedes, al Pacto del Zanjón, al Partido Liberal Autonomista y a la intervención norteamericana de 1898 como conjuras contra la nación, no como fenómenos políticos de un permanente e inconcluso proceso de construcción nacional. En esos volúmenes, así como en el de Mildred de la Torre, El autonomismo en Cuba 1878-1898 (1997), una buena investigación que, en sus dos últimos capítulos –“La autonomía contra la nación cubana'' y “La respuesta de la nación cubana al autonomismo”– deriva hacia la historia oficial, se sostiene que el autonomismo fue una corriente “antinacional”.
   Historia oficial es también el más reciente libro de Rolando Rodríguez, Cuba: las máscaras y las sombras (2007), dos tomos en los que se reescribe, desde el punto de vista “revolucionario”, la historia de la primera ocupación norteamericana y los inicios de la república. Dedicado a Raúl Castro, el nuevo jefe de Estado, este libro reitera la manida idea de que con la intervención norteamericana de 1898, como veinte años atrás con el Pacto del Zanjón, el curso natural –o sea, “revolucionario”– de la historia cubana fue interrumpido y sobrevino un período “antinacional”, de medio siglo, que felizmente culminó en enero del 59. Los libros de De la Torre y Rodríguez no son malos: son buenos libros de historia oficial.

(Qué es la historia oficial. El Nuevo Herald, abril 2009)

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