Además de los milicianos del Escambray, Norberto Fuentes se ocupó de la estancia habanera de Hemingway, reportó las campañas africanas de sus cúmbilas, escribió palabras para un folleto publicitario de Rolex (Dulces guerreros cubanos) donde los modelos fotografiados fueron el general Ochoa y los hermanos La Guardia. Compiló borracheras junto a Castro Chico, y compuso una autobiografía del hermano mayor de éste.
Quiso ser, aunque le falló el tiro, la Gertrude Stein de Alice C. Toklas. Con la Autobiografía del general Franco de Manuel Vázquez Montalbán delante, aunque armado de una exaltación erótica inencontrable en ese modelo, compuso una autobiografía del paquete testicular enarbolable. (Creo recordar que contiene un fragmento centrado en los genitales del Comandante en Jefe.) Y es perfectamente comprensible su hábito de hablar de sí en tercera persona, pues la primera quedaba reservada para El Caballo.
Incluso hundido entre la mayimbería, habría cabido para Fuentes la alegación de infiltrado, de espía de la escritura. De no ser, claro, por su admiración por los jefangos, que aún le dura y que lo hace, antes que escritor disidente, un disidente de la literatura. Disidente también de la primera persona del singular, procuró ser considerado uno más entre los militares alcoholizados. Intentó borrarse dentro de aquella pandilla, se hizo de un Rolex y de un Lada de múltiples antenas. Y, ahora que dejan de estar de moda sus viejos camaradas de parranda y lo que se lleva en la mayoría de las redacciones son los huelguistas de hambre y las esposas de prisioneros, posa de disidente, alardea de ser el único, se erige en padre de toda saga. (El tiempo está buenísimo para hacerse la víctima, para cobrar el lustre de los perseguidos.)
Sin embargo, no abjura de su vida de favorito. A diferencia de Zoé Valdés, que integró otro séquito ñángara y se obstina en negar su pasado oficialista, Norberto Fuentes escoge ser, a la vez, favorito y disidente. Lo cual no constituye un imposible desde que existe, con prosapia extensa, la figura del bufón.
(La Lengua suelta # 60. La Habana Elegante, segunda época)
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