Y no es solo por la densidad de injurias, impensables en un bibliotecario, gente siempre amable, paciente, y que obligaría a muchos del gremio al esfuerzo de olvidar ese texto en aras de preservar una tradición de la Biblioteca Cubana signada por la cortesía y la cordura. Es que en ese texto falla tanto la lógica de un pensamiento científico que no me resigno a creer que un hombre así, de su talla, pueda escribirlo. Aceptemos las injurias, está bien, pero lo menos que se le puede pedir a un científico social que injuria es que lo haga con argumentos, que demuestre algo.
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