Una querida profesora universitaria me enseñó, desde mis primeras incursiones en los cónclaves valorativos, que hay textos que no merecen opinión. Deduzco –por ende– que muchas actitudes del ser humano tampoco la merezcan. Partiendo de ese presupuesto, obedientemente, razoné la no necesidad de responderle a Jorge Luis Mederos su texto "De qué me quejo" (¿crónica, ensayo, testimonio, descarga, queja grafiada? No sé... dicha clasificación depende de las nomenclaturas de género de la revista Umbral, que determinó en qué sección incluirlo). Colegí –incluso–, que no me correspondía a mí el derecho a réplica alguna si tomaba en cuenta mi no adecuación a las "elitistas" clasificaciones que el autor postula para quienes pueden o deben responderle:
·El ejecutante que ha de responderle, lo hará por una orden dada por "alguien o alguiénes" y obedeciendo al interés por el dinero que percibirá por dicha respuesta, o en última instancia a las prebendas que dicha respuesta le garantizará. No me siento aludido.
· El proceder por él criticado remite solo a los talentosos, no se mide por el mismo rasero a los mediocres. Infiero por talentosos a sus compañeros de generación, aquellos que según él "se dividían en bandos, bandadas, tendencias, preferencias, ismos y amistades" y que ahora siente extraños por su dilución en un igualitarismo mercantil. No me incluyo.
Pero quizás por eso mismo pueda parecer más desprejuiciada mi reflexión y manifestar –yo sí– mis quejas al respecto.
¿De qué me quejo?:
·Me quejo de que Jorge Luis Mederos me recuerde su decoroso proceder ante el pago de la 35 por su texto al Che. Esas loables actitudes se guardan en la propia consciencia como una satisfacción nada exhibicionista. Por otra parte: si la figura del luchador argentino-cubano le parece nada negociable, no debió prestarse tampoco a competir en su nombre, a concursar con un texto a él dedicado, ni a percibir derechos o premios por semejante acto del espíritu. Si, como a los personajes de "Amistades Peligrosas" su admiración por la figura del guerrillero, le "era incontrolable", no era necesario que el texto resultante fuese puesto a prueba por juicios de valor. Alguien ha dicho que la verdadera poesía se escribe para leerla a los amigos por teléfono. Bien pudo proceder así.
· Me quejo de que se haya publicado un texto semejante en la revista Umbral, si tenemos en cuenta que deben aparecer allí propuestas contentivas del quehacer literario y cultural de la provincia, ensayos valorativos de esos propios quehaceres, o incluso textos de análisis que aporten soluciones a posibles desviaciones de lo que debió hacerse y no se hace por parte de ese gremio al que alude Mederos. Pero su descarga emotiva, no aporta una valoración más allá de la que su queja motiva, no demuestra en ningún momento cómo la presencia del dinero ha desvirtuado la calidad posible de lo creado por sus coetáneos o no.
· Me quejo de que Jorge Luis Mederos me recuerde que es un inadaptado. Generalmente los artistas, lo son, y si lo son de verdad difícilmente tiene consciencia de ello, cito no sé a Lina de Feria o Delfín Prats, por queridos, humildes y admirables.
· Me quejo del resentimiento que subyace en todo el texto: "se me hace difícil aceptar las noticias (...) sobre las últimas hazañas del gremio" (¿le molesta sólo que cobren o también que tengan éxito publicitario, premios, etc.?), "que esos puntapiés no comiencen entre nosotros mismos" (¿alude acaso a que el dinero, su leitmotiv quejoso, ha conllevado a discusiones, trampas, etc. entre los creadores?), "se nos vuelven extrañamente lejanos" (¿por cobrar una 35, o no más de 6000 pesos por los derechos de autor de un libro, o una 01 en la Casa de Cultura por dar un taller de apreciación? No: me parece que la lejanía que él con dolor advierte no es derivada de una bonanza económica, sino la del reconocimiento entre la comunidad interpretativa, haya sido obtenido por la vía que fuese, la merezca o no la persona ahora para él "lejana"), etc. Con semejantes subtextos nos da la impresión no ya de que, cómo él afirma, desee una máquina de tiempo para viajar al pasado, sino que más bien nos trasmite la seguridad de que se encuentra detenido en ese mismo pasado prístino e "incontaminado".
·Y me quejo finalmente, en este rápido mail, (que no pretende para nada aparecer publicado en revista alguna, pues no es su intención, ni su calidad escritural lo amerita), de que Mederos -tan príncipe del espíritu a todas luces- aun cuando "no pretende dialogar desde una cumbre espiritual ni mucho menos" me recuerde no ya que escribe sino que teclea, señal inequívoca de que lo hace desde una computadora que, sí es suya, no puede haberla obtenido con el humilde salario de un trabajador, ni siquiera con la suma de unos 5 jurados, unas 6 lecturas o el cúmulo de lecturas especializadas en el año, sino por el pago a su labor como artesano-artista, por la que según él "logró buenos dineros". Es que acaso es más espiritual la labor de un poeta que la de un ceramista, y por ello el segundo puede cobrar 150 o 300 pesos por un plato con motivos indígenas, o cerca de 5000 pesos por una docena de búcaros, fuentes, etc a ser entregadas como premio en un Festival, y el primero no debe cobrar 115.80 por leer 4 o 5 textos en sitio público. Entiendo que para hacer los platos se precisó buscar el barro, colorante, materiales, combustible para el horno y otro etc que no conozco bien y que implica esa labor artística, amén de esfuerzo físico, pero tenga en cuenta nuestro príncipe que para escribir los textos, el escritor no solo debió caer en trance o despersonalizarse, o aislarse egóticamente, sino también buscar el papel y conseguir donde mecanografiarlo, esto último si no tiene la fortuna de una Pentium con su impresora. ¿Hay tanta diferencia entre lo exigido a uno y otro príncipe del espíritu? Y a los príncipes pintores, escultores, actores, músicos, la exigencia de nuestro quejoso amigo no les va? Tamaño menosprecio o resta de valores para dichos actos creativos. Es decir sólo a los poetas o escritores en general, que al parecer son lo más grande del mundo, les está vedado el terreno de la ganancia.
(Me quejo de… Circulado por e-mail, 2008)