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Monday, August 31, 2015

Noël Castillo vs. Jorge Luis Mederos

Una querida profesora universitaria me enseñó, desde mis primeras incursiones en los cónclaves valorativos, que hay textos que no merecen opinión. Deduzco –por ende– que muchas actitudes del ser humano tampoco la merezcan. Partiendo de ese presupuesto, obedientemente, razoné la no necesidad de responderle a Jorge Luis Mederos su texto "De qué me quejo" (¿crónica, ensayo, testimonio, descarga, queja grafiada? No sé...  dicha clasificación depende de las nomenclaturas de género de la revista Umbral, que determinó en qué sección incluirlo). Colegí –incluso–, que no me correspondía a mí el derecho a réplica alguna si tomaba en cuenta mi no adecuación a las "elitistas" clasificaciones que el autor postula para quienes pueden o deben responderle:

·El ejecutante que ha de responderle, lo hará por una orden dada por "alguien o alguiénes" y obedeciendo al interés por el dinero que percibirá por dicha respuesta, o en última instancia a las prebendas que dicha respuesta le garantizará. No me siento aludido.

· El proceder por él criticado remite solo a los talentosos, no se mide por el mismo rasero a los mediocres. Infiero por talentosos a sus compañeros de generación, aquellos que según él "se dividían en bandos, bandadas, tendencias, preferencias, ismos y amistades" y que ahora siente extraños por su dilución en un igualitarismo mercantil. No me incluyo.

   Pero quizás por eso mismo pueda parecer más desprejuiciada mi reflexión y manifestar –yo  sí– mis quejas al respecto.
   ¿De qué me quejo?:

·Me quejo de que Jorge Luis Mederos me recuerde su decoroso proceder ante el pago de la 35 por su texto al Che. Esas loables actitudes se guardan en la propia consciencia como una satisfacción nada exhibicionista. Por otra parte: si la figura del luchador argentino-cubano le parece nada negociable, no debió prestarse tampoco a competir en su nombre, a concursar con un texto a él dedicado, ni a percibir derechos o premios por semejante acto del espíritu. Si, como a los personajes de "Amistades Peligrosas" su admiración por la figura del guerrillero, le "era incontrolable", no era necesario que el texto resultante fuese puesto a prueba por juicios de valor. Alguien ha dicho que la verdadera poesía se escribe para leerla a los amigos por teléfono. Bien pudo proceder así.

· Me quejo de que se haya publicado un texto semejante en la revista Umbral, si tenemos en cuenta que deben aparecer allí propuestas contentivas del quehacer literario y cultural de la provincia, ensayos valorativos de esos propios quehaceres, o incluso textos de análisis que aporten soluciones a posibles desviaciones de lo que debió hacerse y no se hace por parte de ese gremio al que alude Mederos. Pero su descarga emotiva, no aporta una valoración más allá de la que su queja motiva, no demuestra en ningún momento cómo la presencia del dinero ha desvirtuado la calidad posible de lo creado por sus coetáneos o no.

· Me quejo de que Jorge Luis Mederos me recuerde que es un inadaptado. Generalmente los artistas, lo son, y si lo son de verdad difícilmente tiene consciencia de ello, cito no sé a Lina de Feria o Delfín Prats, por queridos, humildes  y admirables.

· Me quejo del resentimiento que subyace en todo el texto: "se me hace difícil aceptar las noticias (...) sobre las últimas hazañas del gremio" (¿le molesta sólo que cobren o también que tengan éxito publicitario, premios, etc.?), "que esos puntapiés no comiencen entre nosotros mismos" (¿alude acaso a que el dinero, su leitmotiv quejoso, ha conllevado a discusiones, trampas, etc. entre los creadores?), "se nos vuelven extrañamente lejanos" (¿por cobrar una 35, o no más de 6000 pesos por los derechos de autor de un libro, o una 01 en la Casa de Cultura por dar un taller de apreciación? No: me parece que la lejanía que él con dolor advierte no es derivada de una bonanza económica, sino la del reconocimiento entre la comunidad interpretativa, haya sido obtenido por la vía que fuese, la merezca o no la persona ahora para él "lejana"), etc. Con semejantes subtextos nos da la impresión no ya de que, cómo él afirma, desee una máquina de tiempo para viajar al pasado, sino que más bien nos trasmite la seguridad de que se encuentra detenido en ese mismo pasado prístino e "incontaminado".

·Y me quejo finalmente, en este rápido mail, (que no pretende para nada aparecer publicado en revista alguna, pues no es su intención, ni su calidad escritural lo amerita), de que Mederos -tan príncipe del espíritu a todas luces- aun cuando "no pretende dialogar desde una cumbre espiritual ni mucho menos" me recuerde no ya que escribe sino que teclea, señal inequívoca de que lo hace desde una computadora que, sí es suya, no puede haberla obtenido con el humilde salario de un trabajador, ni siquiera con la suma de unos 5 jurados, unas 6 lecturas o el cúmulo de lecturas especializadas en el año,  sino por el pago a su labor como artesano-artista, por la que según él "logró buenos dineros". Es que acaso es más espiritual la labor de un poeta que la de un ceramista, y por ello el segundo puede cobrar 150 o 300 pesos por un plato con motivos indígenas, o cerca de 5000 pesos por una docena de búcaros, fuentes, etc a ser entregadas como premio en un Festival,  y el primero no debe cobrar 115.80 por leer 4 o 5 textos en sitio público. Entiendo que para hacer los platos se precisó buscar el barro, colorante, materiales, combustible para el horno y otro etc que no conozco bien y que implica esa labor artística, amén de esfuerzo físico, pero tenga en cuenta nuestro príncipe que para escribir los textos, el escritor no solo debió caer en trance o despersonalizarse, o aislarse egóticamente, sino también buscar el papel y conseguir donde mecanografiarlo, esto último si no tiene la fortuna de una Pentium con su impresora. ¿Hay tanta diferencia entre lo exigido a uno y otro príncipe del espíritu? Y a los príncipes pintores, escultores, actores, músicos, la exigencia de nuestro quejoso amigo no les va? Tamaño menosprecio o resta de valores para dichos actos creativos. Es decir sólo a los poetas o escritores en general, que al parecer son lo más grande del mundo, les está vedado el terreno de la ganancia.

(Me quejo de… Circulado por e-mail, 2008)

Friday, August 7, 2015

Jorge Luis Mederos se queja

¿De qué entonces me quejo?, sería razonable preguntarse. Y aquí es donde viene en mi ayuda el refranero popular en cuanto a aquello de que no hay mejor cuña que la del mismo palo, o peor; en dependencia de los fines con que se utilice la cuña. Porque siempre, salvo muy indecorosas excepciones, cualquier diferendo entre artistas, antaño se convertía en algo de segunda importancia cuando el poder osaba mostrar su oreja peluda en el asunto (entiéndase como “Poder” toda entidad capacitada para hacernos la vida difícil). Qué bueno.
   Pero pasó el tiempo y pasó que ya no somos los mismos -¡viva la dialéctica! Pareciera que el espacio ganado redundaría en mejoramiento ético puesto que el escritor podría serlo sin tan cruento menoscabo a su economía: vivir haciendo lo que me gusta y que además me paguen con mediano decoro es bastante buen negocio. Lo dice alguien que en aquella época dura se dedicó a otros menesteres para subsistir logrando buenos dineros y muchas insatisfacciones personales. Como yo, otros se vieron precisados a hacer lo mismo y ocuparse de los más disímiles oficios para sobrevivir pero, más fuertes de espíritu, tuvieron a bien continuar su obra contra viento y marea y ahora, con toda justicia, comienzan a recibir los dividendos.
   La parte dolorosa del asunto llegó con la bonanza: aquellos vientecitos provocaron estos ciclones y ya todo, o casi todo, fue dinero. No digo que el obrero no sea digno de su salario, pero una dosis de sentido común nunca viene mal sobre todo al verdadero intelectual que se precie de serlo. En un príncipe del espíritu es inaceptable el comportamiento del bodeguero. Hace unos meses fui duramente criticado por más de uno y por más de dos miembros de la comunidad intelectual de Villa Clara a causa de... negarme a cobrar la lectura de un poema en conmemoración a la muerte de Ernesto Guevara; poema por el que, dicho sea de paso, ya me habían pagado su premio en el concurso CIUDAD DEL CHE y derechos de autor por su publicación en cierta antología. Confieso que al principio me sentí un poco aturdido y hasta con cierto complejo de culpa; porque si algún plan tengo en mente para lo que me resta de vida es no desentonar, ya bastante lo hice en el pasado; pero todo tiene sus límites. ¿Acaso puse, sin querer, en peligro la capacidad de subsistencia de alguien que no tiene otro recurso que la literatura para llevar sus frijoles a la mesa? Si este es el caso, les ruego me disculpen; pero también les ruego que no me embarquen en una aventura donde cada me pudiera ir convirtiendo en menos poeta y más mercachifle. Entiéndase que no intento dialogar desde una cumbre espiritual ni mucho menos porque el fariseísmo y yo tenemos muchas y muy antiguas diferencias.
   Y si esto fuera todo, vendría sobrando el motivo de esta escritura, como no sea, una vez más, que seguramente me la van a pagar. Se limitaría al episodio aislado de una situación aislada. Ningún derecho tendría, como no fuera la necesidad de oírme a mí mismo. Pero desgraciadamente no es así; lo que ocurrió conmigo es solo la punta del iceberg de una situación demasiado recurrente, demasiado triste y degradante que no tiene nada que ver con la conducta que un día imaginé, debería usufructuar cualquier artista que se respete a sí mismo. Meritorio y justo es que el creador de un producto artístico adquiera, por derecho de conquista, los dividendos merecidos para el sustento y que a la vez le permitan procurarse mejores condiciones para continuar su labor (¿recuerdan la vieja fórmula: Mercancía-Dinero-Mercancía?) Pero cuando se invierte la fórmula empiezan los problemas porque ya no sería el producto artístico el resultado del dinero, sino el dinero como resultante obligado del producto artístico; por tanto: rigor, selectividad y ética se convierten en una suerte de material desechable, molesto, y por demás prescindible… Perdono más, y comprendo, aunque parezca contradictorio, ese tipo de actitud en los mediocres; pero en los talentosos resulta imperdonable. Demasiado corrosiva es ya la realidad, el carne y manteca y muslo y contra muslo de cada día, para que el artista inserte la misma contraseña en su destino. Hay un momento en la vida de cada intelectual en que tiene obligatoriamente que cuestionarse si escribe para vivir o vive para escribir: “Isla Negra no es la solución” enunciaba Nicanor Parra hace aproximadamente medio siglo, y yo coincido con él. En otra parte escribió: Yo me gano la vida a puntapiés, y esa tampoco es la solución, por lo menos, no la que nos ha tocado en el aquí y el ahora... ¿Sería demasiado pedir que esos puntapiés no comiencen entre nosotros mismos?
   Por demás, advierto que piso terreno muy escabroso; el tema no está ni medianamente abordado a consecuencia y habría tela por donde cortar para muchísimo más. Al autor del presente se le quedan en el tintero (o en el teclado) un sinnúmero de elementos que deberían considerarse a la luz del sano juicio; del mismo sano juicio que me indica que esto es un artículo con sus características limitaciones de espacio. Entiéndase además, que no trato de hacer política o de predicar, trasnochadamente y en calzoncillos, una moral que a la postre me tiene sin cuidado. No busco aprobación, ni la necesito, de las “autoridades competentes”, que posiblemente ni entiendan de lo que estoy hablando. Pero duele, créanme, ver, palpar y sentir, cómo personas a las que uno ha respetado siempre, con las que ha compartido y hasta cierto punto, participado de sus éxitos y descalabros; del día a la mañana se nos vuelvan extrañamente lejanos por el sencillo motivo de que entre ambos se interponen un par de miserables prebendas. O yo estoy muy equivocado, o la miseria, que genera miseria, ha logrado entronizarse en demasiadas zonas prohibidas para un hipersensible majadero como yo. Definitivamente me está costando mucho trabajo vivir en estos tiempos donde, como bien dijera Corleone: “...no hay nada personal, sólo negocios”. Tal vez haciendo honor a esa misma filosofía, dentro de unas horas alguien o álguienes, den la orden de arremeter contra este artículo y su autor. Y no dudo que el ejecutante aparezca siempre que le paguen en dinero o en especies, claro está, la riposta. De ser así, no me voy a sentir ofendido: sé que no es nada personal, son problemas de negocios…
   El caso es que como ven, continúo siendo el inadaptado que pone la nota discordante. “Donde fueres, haz lo que vieres”, pero resulta que no me da la gana de adoptar las costumbres al uso, toda vez que ellas tropiezan con lo poquito que todavía me queda de persona decente. Porque si bien es cierto que a mis espaldas y por lo bajito se han dicho horrores en cuanto a mi “estúpida “ postura de no aceptar dinero por ciertas cosas, también es cierto que no han faltado otros que —también por lo bajito para no buscarse líos— me han felicitado.
   Ello me hace pensar que no vivo, como al principio imaginé tan pesimista, en un mundo carente de valores; los valores están y estarán porque son eternos, solo que para que existan valores es necesario su contrapartida. En dependencia del momento histórico unos prevalecen sobre otros y la persona que como yo no está en el lado donde se inclina la balanza, es un inadaptado. Entonces comienza a auto conmiserarse, a sentir que está necesitando una máquina del tiempo para volver al pasado, a decir que las cosas andan mal, muy mal, y qué sé yo cuántos disparates más.

(De qué me quejo. Revista Umbral, 2008)

Friday, May 15, 2015

Jorge Luis Mederos vs. Manuel Sosa

A la segunda FINCA que he tenido la posibilidad de acceder, el colimador cambia de objeto aunque no de objetivo: en esta ocasión la emprende con otro escritor que acaba de ganar la beca “Bolívar-Martí”,  bastante jugosa para nuestro limitado horizonte tercermundista; se trata de Jorge Ángel Hernández Pérez (H.P.) cuyo título, “Sentido intelectual en la era de la globalización mecánica”, no parece gustarle a Sosa (a mi tampoco por cierto)  pero resulta  que del ensayo solo conozco el título y eso no me autoriza, con responsabilidad, considerarlo bueno, regular o mediocre. Tendré una opinión formada cuando lo lea, si lo leo; por ahora lo único que se me ocurre es felicitar a H.P.; cualquier postura crítica que adoptara ante algo que aún desconozco se me antojaría muy cercana a la envidia por no haber tenido tan buena suerte. Y para desbordar, no se le ocurre otro elemento de “gancho” más grotesco que el ex-testículo herniado de Jorge Ángel (aquí le llamábamos “el güevo grande de H.P.”) sin que él se ofendiera nunca que yo sepa.
   Luego, como de pasada, para advertir que ya carece de límites, la emprende con Rogelio Riverón, Pedro Llanes y Alberto Sicilia, su coterráneo y amigo personal. ¡Bonita libertad esta que sin necesidad de enunciar un solo elemento de peso, ya sea literario o político, le permite calificar a cuatro intelectuales de bien ganado prestigio con el peyorativo “escritores reformados”! ¿Quién, se me ocurre ahora preguntar, ha reformado a su vez la mente de Sosa para que, recurriendo a su ingenio innato y a su talento de comunicador, se dedique a estas cosas?... Si el que escribe fuera capaz de utilizar su mismo e irresponsable discurso, afirmaría sin titubear: la mafia contrarrevolucionaria radicada en Miami.  Pero si mal no recuerdo, creo que fue Ghandi el que escribió “ojo por ojo y el mundo se quedará ciego”; así que de ningún modo me atrevería a tildar a Sosa de escritor a sueldo para difamar de sus iguales del otro lado del charco, a menos que tuviera pruebas irrefutables. No lo hago, porque quiero ejercer, con responsabilidad,  cualquier tipo de libertad que me sea dada.

(Escribir en libertad o libertad para escribir. Blog La Finca de Sosa, abril 2008)