Heriberto Hernández es uno de esos intelectuales que intenta colocar también la jugada de la “tontería investigativa”, de la “rectificación de errores”. Acaba de colgar en su blog, La Primera Palabra, toda una diatriba –Sobre la “premura” y el “retraso”: una rectificación-- para demeritar mi ensayo publicado en Neo Club Press, “Psicoanálisis vs poesía”. Desea demeritarlo porque él sabe, en el fondo, que su “poesía” es una larga imitación de ese proceder freudiano. Se siente aludido y desenmascarado.
Acude a rectificar una errata y a malentender los giros y alegorías del lenguaje para tapar su falsedad como poeta. Ya estoy viendo como este tipo de énfasis hace efecto en el trabajo intelectual. Ojalá Heriberto termine por comprender a Lawrence, que fue un gran poeta y cuyas novelas eróticas no estaban por apoyar la patología del sexo, las investigaciones de Freud, sino lo sublime, lo espiritual del sexo. Lawrence contrapuso al concepto freudiano de “patología sexual” el concepto de “sexo espiritual”. Desconociendo esto último, hay toda una poética como la de Heriberto, llena de patología sexual, de banalidad y de murmullo.
La psicología y el mensaje de Charlot son antifreudianos. He usado la imagen de Charlot sólo como un ejemplo, como una ficción. Pero gente como Heriberto, que se pasa la vida poniendo adoquines en forma recta, lineal, necesita de la literalidad.
Por favor, no me interpreten literalmente. Lo que importa no es si la carta de Freud existe o si Lawrence estuvo influenciado por el psicoanálisis. Importa el impulso poético del lenguaje. Importa que Heriberto trascienda todas esas sandeces que deja plasmadas en sus poemas. Si mi ensayo lo ha motivado a rectificar errores y a hacer ciertas aclaraciones infundadas contra toda prueba material es porque algo de mi poética ha caído sobre él. Lo ha movido del cliché del año que culmina. Algo parecido le sucedió a Mille allá por los años setenta.
(Heriberto Hernández o la tontería investigativa. Neo Club Press, enero 2012)
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