El doctor Torrente es un orador sin rival en el concierto de todos los tribunos antiguos, modernos y de la época. Y si Guatemala no tiene el infortunio de que el doctor Torrente la abandone para regresar a su ínsula, nada costará ser literato y enseñar retórica y oratoria hasta a los jumentos, con otras mil ciencias y cosas que aquel titán de la sabiduría sabe de cuerito a cuerito y maneja bajo la pierna... Parece increíble, pero es necesario convencerse que el doctor Torrente está llamado a cambiar la faz de Guatemala como por encanto, con sólo su elocuencia y su didáctica, pues me aseguran que cuando en la cátedra perora a sus discípulos, es tal el timbre de su voz, que a cada vibración cae tierra de los tapanchos, se conmueven las bóvedas, tiemblan los vernegales, tambalean las pilastras, retumban las naves, oscilan las paredes, saltan el pavimento, cimientos, paredes, naves, pilares, pilastras, vernegales, bóveda y tapanchos, entran en disputas literarias en todos los idiomas y dialectos conocidos; tal es la expresiva claridad, hilación y orden con que aquel ciceroniano se explica.
(Citado en Martí en Guatemala [1953], de David Vela)
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