De hecho, la UNEAC no ha dejado de aplicar ese principio represivo a lo largo de su historia como lo demuestran los casos de los escritores Heberto Padilla, Reinaldo Arenas y, más recientemente, Antonio José Ponte. Al igual que sus antecesores, el señor Barnet, desde su cargo de presidente de la UNEAC, ha ejercido activa y diligentemente como vocero de la dictadura más extensa del hemisferio. Su voz ha servido tanto para silenciar las cotidianas y reconocidas violaciones a los derechos humanos en Cuba como para justificar la represión de los que resisten los abusos del régimen. Hace menos de un año, la institución que el señor Barnet preside, en su afán de excusar al régimen cubano de la muerte de un disidente (reconocido como prisionero de conciencia por Amnistía Internacional) durante una huelga de hambre, lo tildó de delincuente común en un documento público.
(Blog Enrisco, febrero 2011)
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