Porque es que el cuento que Zurbano cuenta yo ya me lo sé, y me lo han contado de lado y lado. Pero, cuando él pierde el pie, deja por completo de tocar el fondo y comienza a boquear desesperado es cuando, reconociendo primero la salud y la educación gratuita y luego la hornada de ingenieros y maestros y doctores que salieron de entre los negros, y también de entre los negros de mi barrio, da un salto de 40-50 años y descubre, ¡Oh!, que los negros frente a los cambios en la economía y en la vida cotidiana tras el gobierno de Raúl, están en desventaja.
Para demostrar su punto, a Zurbano, a quien The New York Times minimiza presentándolo apenitas como un “editor and publisher of the Casa de las Américas publishing house” y que en verdad es ni más ni menos que el Director del Fondo Editorial de esa institución que para las Américas y para el Caribe tanto y más ha dado, o en otras palabras: Zurbano es un negro muy pero que muy bien empoderado —le bastan unos pocos, para no decir pobres, ridículos ejemplos: los negros tienen las peores casas y por tanto no podrán hospedar a nadie ni aspirar a crear en ellas cafeterías ni restaurantes.
El caso es que reducir los cambios que los últimos años han traído para la Isla y su gente, a comprar un teléfono móvil o vender su auto (cosa que de momento muy pocos harán, ya sean negros o blancos) es trivializar mucho y con muy mala leche el montón de transformaciones justas casi todas y casi todas necesarias que el gobierno de Raúl ha implementado.
No sé, de verdad no sé, cuántos nuevos negocios de carácter privado son regenteados por negros, y quizá, no sé, tal vez es algo que Zurbano haya previamente estudiado. Pero tampoco sé cuántas de las hectáreas de tierras ociosas que han sido entregadas a particulares para hacerlas productivas, y que no menciona Zurbano, han ido a parar a negras manos. Tampoco creo que lo sepa Zurbano. Él se concentra por lo pronto en el tema de las casitas de alquiler y los pequeños restaurantes citadinos.
Al parecer, Zurbano acaba de descubrir con horror que, en los nacientes negocios particulares de la Isla, los negros tienen pocas oportunidades. Esto es, que en la mínima, estrechísima franja de capitalismo que descuella, los negros van en desventaja. O sea, generalizando, que en el capitalismo los negros son discriminados.
¡Felicidades Zurbano, has dado en el clavo! Tarde, pero vale tres.
Sinceramente, uno esperaba más. Del The New York Times y de Zurbano. Que encima, para decir lo suyo con ella o sin razón, no había que andarse refritando el verbo tan deslucido y añejo de nombrar a Fidel y a Raúl como “los Castro”, ni como otros tantos, tan en balde y tan copiando, apostarlo todo, de nuevo, otra vez y otra vez, al final de los Castro.
(Para los negros, la Revolución no ha terminado, ni para nadie de este lado, La Jiribilla, abril 2013)