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Thursday, April 2, 2020

Antonio José Ponte vs. Pablo Armando Fernández y Ambrosio Fornet


Pablo Armando Fernández es el ejemplo de un escritor censurado que, levantada su prohibición, muestra haber aprendido la lección de servilismo. No es un ideólogo ni un escritor atendible y su única contribución a esa formación del espíritu revolucionario por el que usted me pregunta sería figurar como un cortesano notable. Equivale a uno de aquellos escritores soviéticos con residencia en un moderno edificio moscovita, automóvil, dacha y vacaciones en el Mar Negro, todo ello proporcionado por el régimen.
   Ambrosio Fornet, a quien le han adjudicado una especialización bastante infundada en la narrativa cubana, anunció durante décadas el nacimiento de «la novela de la revolución». Ése fue su modo de servir a las autoridades y la cultura oficial. Su olfato de crítico literario, el que pueda tener, le avisaba de que tal novela vendría, y él estaría allí, en su puesto de partero. Sería el primero en saludarla. ¿No es ése el sueño más preciado para un crítico literario, asistir al nacimiento de un gran fenómeno que hubiera pronosticado?
   Sin embargo, Fornet se mostró como un pésimo pronosticador. Ya Miguel Barnet, dirigiéndose en un poema a Ernesto «Che» Guevara, había escrito: «No es que quiera darte / pluma por pistola, / pero el poeta eres tú». Pablo Milanés había retomado estos versos en una canción suya, y podrían citarse textos por el estilo de Roberto Fernández Retamar y de Cintio Vitier. En ese discurso de las armas y las letras, no sólo salían ganando los hombres de armas, sino que los letrados les cedían también la oportunidad de la escritura.
   ¿Qué era entonces eso de una novela de la revolución? Cualquier intento de escribirla no podría apartarse un ápice de la historia oficial. Un narrador metido en esa tarea no tendría margen ninguno, pues únicamente le correspondería confirmar a Fidel Castro. Y es que la novela de la revolución sólo podía escribirla el líder de la revolución. O, aun peor, la novela de la revolución era Fidel Castro.
   Ambrosio Fornet pedía un imposible: una obra de ficción plena de valores literarios que viniera a confirmar la ortodoxia revolucionaria. No me extraña que no alcanzara a saludarla. Tampoco me extraña que él terminara trasladando su curiosidad hacia las obras de algunos escritores exiliados. De exiliados que no cuestionan la legitimidad del régimen al cual él sirve.

(“El único conflicto: pasar de no escribir a escribir”, entrevista. Cuadernos Hispanoamericanos, febrero 2020)

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