Pablo
Armando Fernández es el ejemplo de un escritor censurado que, levantada su
prohibición, muestra haber aprendido la lección de servilismo. No es un
ideólogo ni un escritor atendible y su única contribución a esa formación del
espíritu revolucionario por el que usted me pregunta sería figurar como un
cortesano notable. Equivale a uno de aquellos escritores soviéticos con
residencia en un moderno edificio moscovita, automóvil, dacha y vacaciones en
el Mar Negro, todo ello proporcionado por el régimen.
Ambrosio
Fornet, a quien le han adjudicado una especialización bastante infundada en la
narrativa cubana, anunció durante décadas el nacimiento de «la novela de la
revolución». Ése fue su modo de servir a las autoridades y la cultura oficial.
Su olfato de crítico literario, el que pueda tener, le avisaba de que tal
novela vendría, y él estaría allí, en su puesto de partero. Sería el primero en
saludarla. ¿No es ése el sueño más preciado para un crítico literario, asistir
al nacimiento de un gran fenómeno que hubiera pronosticado?
Sin embargo, Fornet se mostró como un pésimo
pronosticador. Ya Miguel Barnet, dirigiéndose en un poema a Ernesto «Che»
Guevara, había escrito: «No es que quiera darte / pluma por pistola, / pero el
poeta eres tú». Pablo Milanés había retomado estos versos en una canción suya,
y podrían citarse textos por el estilo de Roberto Fernández Retamar y de Cintio
Vitier. En ese discurso de las armas y las letras, no sólo salían ganando los
hombres de armas, sino que los letrados les cedían también la oportunidad de la
escritura.
¿Qué era entonces eso de una novela de la
revolución? Cualquier intento de escribirla no podría apartarse un ápice de la
historia oficial. Un narrador metido en esa tarea no tendría margen ninguno,
pues únicamente le correspondería confirmar a Fidel Castro. Y es que la novela
de la revolución sólo podía escribirla el líder de la revolución. O, aun peor,
la novela de la revolución era Fidel Castro.
Ambrosio Fornet pedía un imposible: una obra
de ficción plena de valores literarios que viniera a confirmar la ortodoxia
revolucionaria. No me extraña que no alcanzara a saludarla. Tampoco me extraña
que él terminara trasladando su curiosidad hacia las obras de algunos
escritores exiliados. De exiliados que no cuestionan la legitimidad del régimen
al cual él sirve.
(“El
único conflicto: pasar de no escribir a escribir”, entrevista. Cuadernos
Hispanoamericanos, febrero 2020)
No comments:
Post a Comment