Malabaristas
de la metáfora cuando se trata de hablar de sus genitales.
Aparentemente
crudos y directos solo cuando se expresan en los límites de lo poético más
convencional. Límites que, pareciera, ellos mismos rompen.
Prologantes
y antologantes de su propia poesía.
Catalogados
por sus amiguetes critiquísimos como los guapos de la lírica cubensis.
Les
escriben el prólogo de sus vidas y terminan preservando todo el descolocado
valor genitalérrimo solo para los versos irreverentísimos que escribirán en el
futuro.
O
para el cajón convencional de lo poético. ¿No lo habían roto?
Superpolitiquísimos
en sus versos, mas descartan un prólogo por alusión política.
Política
y poética... Y ¿crítica y política?
Parece
que la libertad de expresión solo tiene sentido para ellos en el juego erecto y
ambiguo de sus poemetos.
Falsos
clandestinos que se acaban de derramar sobre sí y sus metafóricos genitales de
yeso la caldera de sangre de cerdo.
En
el presente, ante el valor del verso nunca escrito, la cosa sigue estando,
también para los guapos de la poesía cubana, entre el aplauso y la censura.
(publicado
en la red, enero 2020)
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