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Thursday, August 25, 2016

Antonio José Ponte sobre el bostezo de Nancy Morejón

Podría decirse que el comisario a cargo de aquel caso seguía al pie de la letra varios de los poemas del libro perseguido. Delante de una asamblea de escritores, Padilla no hacía más que imitar el protocolo de los juicios que Stalin orquestara treinta y tantos años antes. Al menos así lo explicó el poeta al llegar al exilio: que no fue el miedo quien lo hiciera denunciar a otros, sino la necesidad de alertar al mundo mediante un acto fácilmente reconocible, imputable a un nuevo estalinismo. A fuerza de sobreactuar el guión que sus interrogadores le impusieran había conseguido subvertir ese guión, llevarlo al paroxismo, transformarlo en una sirena de alarma.
   Muchas veces me he preguntado hasta qué punto resulta plausible una coartada así. De ahí mi curiosidad por esa filmación, mi interés por calibrar al histrión Heberto Padilla. He leído su discurso de autoinculpación (se publicó enseguida), pero quisiera verlo y escuchárselo de viva voz. Hace dos años, un documental reveló un minúsculo fragmento de él, apenas dos minutos. En nítido blanco y negro, con el sonido en perfectas condiciones. "Compañeros", empieza Padilla, "desde anoche, a las doce y media más o menos, la dirección de la Revolución me puso en libertad, me ha dado la oportunidad de dirigirme a mis amigos y compañeros escritores sobre una serie de aspectos a los que seguidamente yo me voy a referir…"
   Luneta 1, escrito y dirigido por Rebeca Chávez, fue producido por el instituto cubano de cine. Alfredo Guevara ocupa la primera mitad del documental y durante media hora brinda su versión de esa y otras historias, rememora su carrera de appáratchik. Como en sus décadas de mandato sobre todo el cine, desde la producción hasta las salas, nadie lo contradice o lo cuestiona. Luego aparecen varios artistas e investigadores jóvenes, uno de ellos se refiere a Heberto Padilla y viene a propósito la cita de archivo. Según alcanza a verse, en aquella asamblea hubo al menos tres cámaras de cine. ¿Significa esto que pudiera conservarse más de un registro? Entre los escritores reunidos son reconocibles los jóvenes poetas Miguel Barnet y Nancy Morejón. Ella bosteza.
   La brevedad de ese fragmento no deja margen para hipótesis acerca de las intenciones de Padilla, de modo que me fijo en el bostezo de Nancy Morejón. ¿Cómo pudo alguien, en un momento así, apelar al sueño o al hambre? Supongo que bostezaría por mimetismo, igual a tantos animales que se camuflan para no ser cazados. Con ese bostezo desalentaba a Padilla, en caso de que él se dispusiera a mencionarla entre sus cómplices. Puesto que el último lugar donde bostezaríamos es en medio de un sueño, Nancy Morejón bostezaba para mantenerse fuera de aquella pesadilla. 
   Cuatro o cinco años antes la policía política había dispersado el grupo de escritores al que perteneciera. Clausuró la pequeña editorial fundada por ellos y envió a su director a un campo de trabajos forzados. Ella consiguió salvarse, pero incluso décadas después no había perdido el miedo a hablar en las asambleas, miedo a que la mandaran a callar recordándole su pertenencia al grupo El Puente: así lo reconoció en una entrevista.
   Barnet y Morejón, jóvenes en esas imágenes de archivo, ascendieron luego hasta ser los actuales presidente de la UNEAC y presidenta de la sección de escritores de dicha institución. (Otro modo de bostezar, aduciría ella, un seguro contra el antiguo miedo.)


(Padilla se autoinculpa y Nancy Morejón bosteza. Revista de Cultura Ñ. Buenos Aires, julio 2014)

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