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Friday, September 25, 2015

Reinaldo Arenas vs. Delfín Pratts

El teniente Gamboa insistía mucho en mi soledad, en que todos mis amigos me habían abandonado y nadie iba a hacer nada por mí. Insistía también en mis relaciones sexuales con Miguel Barniz. Al principio me preguntó cómo estaba mi amante y yo no sabía a quién se refería porque, en realidad, yo había tenido tantos que no podía saber de quién se trataba; entonces, me dijeron que se referían a Barniz y me preguntaron varias cosas acerca de él, incluso bastante íntimas. Siempre, aunque un individuo sea aliado de la Seguridad del Estado, ellos quieren tener todos los elementos posibles sobre esa persona para cuando caiga en desgracia o lo quieran eliminar. En aquel momento, yo no tenía nada que decir de Barniz.
   “¿Y las hermanas Brontë?”, me preguntó una tarde aquel oficial. En ese momento comprendí que una de las personas que había informado sobre mí, durante muchos años era Hiram Pratt; las hermanas Brontë eran los hermanos Abreu, y sólo Hiram Pratt sabía que yo les llamaba cariñosamente de ese modo. El teniente sabía de nuestras reuniones en el Parque Lenín y de nuestra amistad. No me sorprendió demasiado el hecho de que Hiram Pratt fuera un delator; después de vivir todos aquellos años bajo aquel régimen, había aprendido a comprender cómo la condición humana va desapareciendo en los hombres y el ser humano se va deteriorando para sobrevivir; la delación es algo que la inmensa mayoría de los cubanos practica diariamente.
   Supe, al salir de la cárcel, que Hiram Pratt, bajo presión de la Seguridad del Estado, había ido a visitar a casi todos mis amigos averiguando dónde yo estaba escondido, cuando estaba prófugo. También fue a ver a mi madre.
   La noche en que supe que Hiram era un delator, regresé a la celda bastante deprimido.

(Antes que anochezca, Tusquets, 1992)

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