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Friday, September 11, 2015

Andrés Reynaldo vs. la poesía cubana y su crítica (Vitier, García Marruz…)

La crisis de la poesía cubana debe mucho, a mi juicio, a estos factores:
   1) Mediocridad del entorno crítico. Tanto en la isla como en MIami (el polo libre de la cultura cubana) la crítica es cenacular, frívola y, con frecuencia, inculta.
   2) Imposibilidad de reconocer los valores de la alta cultura. Esto viene de finales del siglo XIX. El ensayo de Jorge Mañach, casi a un siglo de distancia, sigue siendo lo más esclarecedor que se ha escrito sobre el tema.
   3) Sublimación acrítica del elemento autóctono. Obedece a una idea dieciochesca de la identidad nacional. Aquí hay mayor intención política que literaria. Un género de garibaldismo literario, aferrado a unos tópicos. Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier, es la piedra de toque de ese edificio que tratamos de construir a partir del techo. Un postulado parroquial que ha limitado el vuelo de muchos poetas con talento y le ha venido de perillas a la oficialidad castrista. En la misma obra de Vitier y de su esposa, Fina García Marruz, brillan esos defectos.
   4) Incultura de los poetas, a secas. Cuando el creador carece de referencias, dominio técnico, profundidad de la mirada, en fin, conocimiento poético, no le queda más remedio que hablar de su estrecha inmediatez.
   5) Dos aclaraciones:
   a) La dictadura es culpable de perseguir a los poetas, no de su mediocridad y cobardía. En la Rusia soviética, con régimen similar, hubo unos poetas de rango universal: Brodsky, Ajmátova. Eso se debe a la resistencia de su propia tradición y, sobre todo, a la madurez de su identidad nacional. Nuestra tradición es endeble. Nuestra identidad, incompleta. Estas carencias hay que verlas como unas características muy comprensibles y no como una maldición. Los australianos tampoco tienen una tradición poética que valga la pena. Lo importante, lo saludable, está en que ellos lo saben.
   b) Cuando Alfredo [Triff] habla del yoísmo no se refiere al uso de la primera persona del singular ni a la premisa antropocéntrica. Tampoco es un ataque a la lírica. Alfredo critica la reiteración narcisista, empobrecedora y asfixiantemente autorreferencial de un yo minúsculo, trivial, reacio a la sustancia, en suma, subdesarrollado. Es la diferencia, digamos, entre Lord Byron y Víctor Casaus.

(Comentario publicado en la red, junio 2011)

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