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Wednesday, August 12, 2015

Heberto Padilla vs. los escritores cubanos

Pensemos por un momento en las tareas que ha realizado nuestra Revolución, en las tareas que todos los sectores de nuestro país han venido realizando. Por ejemplo: las zafras del pueblo. ¿A cuántas zafras, ha cuántas ha asistido un número significativo de escritores? ¿A cuántas? ¡A ninguna!
   Se me dirá que el año pasado nos fuimos a la Zafra de los Diez Millones. Y responderé que sí, que fuimos. ¿Muchos? ¡No! Un número reducidísimo de escritores. Además, ¿en qué condiciones fuimos? Fue un plan de la COR nacional y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. ¿Qué se nos exigía? Convivir con nuestros campesinos y con nuestros trabajadores. No estábamos obligados ni a trabajar, ni a cortar caña, ni a escribir una línea; no estábamos obligados a nada, era un problema de conciencia personal. Tanto fue así, que regresaron muchos y nadie les ha pedido explicaciones de aquello.
   Y yo diría que ese fue uno de los esfuerzos más generosos que la Revolución ha realizado para acercar a nuestros escritores a la realidad viva de nuestro pueblo. Y diré, sin embargo, que fue la respuesta más triste que nuestros escritores dieron a esa generosa iniciativa. ¿Cuántos escritores fueron? Poquísimos. ¿Cuántos resistieron, estuvieron hasta el final de una zafra en la que no tenían que cortar caña ni escribir? ¿Cuántos se preocuparon por vivir las experiencias de nuestro pueblo? Ninguno, muy pocos, ¡muy pocos! Los más regresaron a los quince días, ninguno estuvo hasta el final, ¡ninguno!
   Esa es la experiencia que hemos dado.
   Por ejemplo, aquí está la administración de la Unión de Escritores, el compañero secretario del Sindicato. Saben cuántas dificultades supone movilizar a nuestros escritores para el trabajo voluntario. Y cuando asisten, es siempre el grupo más esforzado, el grupo reducidísimo, el grupo de siempre, el grupo más sacrificado, el grupo de esas excepciones que se pueden contar con los edos de la mano, que sirven justamente para ilustrar las excepciones; porque no sirven, no pueden servir, por su cuantía, para darle una categoría especial de una brigada millonaria a ninguna de las tareas que realizamos.
   Esa es la situación que confrontamos.
   Sin embargo, para exigir, para chismear, para protestar, para criticar, los primeros somos la mayoría de los escritores. Y es que, si nosotros nos analizamos sinceramente, si nos analizamos profundamente, si nosotros nos vemos como somos, veremos que las características fundamentales que nos definen son las del egoísmo, las de la suficiencia, las de la petulancia, las de la fatuidad que me definían a mí, que definen a la mayoría de los escritores, y por eso nos hace coincidir ideológicamente siempre, y muy poco en el sentimiento de la unidad y del trabajo común, solidarios en el pesimismo, en el desencanto, en el derrotismo, es decir, en la contrarrevolución. ¿Y unidos en qué? En el escepticismo, en la desunión, en el desamor, en el desafecto.

(Intervención en la UNEAC. Casa de las Américas, Nos. 65/66, 1971)

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