Y después, en 1994, fue la partida; un acto que muchos todavía lamentamos. En la prensa de Miami se ha afirmado que quienes en Cuba se sorprendieron con ese paso —y «le dieron la espalda»— no entendían cómo Moreno había tomado una decisión que habría de cerrarle las puertas de tantas instituciones culturales en el mundo. Como si determinación semejante pudiese obedecer a criterios de mercadotecnia académica. La cuestión no era de cálculo, sino de sentimiento. Por ello, aun admitiendo de su parte posibles discrepancias y hasta contradicciones —respetables, aunque no siempre respetadas—, el absurdo nos parecía evidente. Lo que no alcanzamos a comprender quienes apreciábamos a Moreno —y continuaríamos tratándolo con el afecto que merecen su obra y su caracter—, lo que se nos hacía inaceptable, es que este gran historiador dejase a su país en crisis, para irse, a Miami, a echar su suerte con la descendencia —si no económica, ciertamente ideológica— de la sacarocracia cuya gestión histórica tan profundamente censurara.
La etapa final en la vida de Moreno no resulta especialmente fecunda en realizaciones científicas. Mal pudiera achacarse ello a circunstancias contextuales, pues a una edad tan avanzada se hace difícil concebir, y mucho más ejecutar, empresas intelectuales de envergadura. Un año después de marcharse al exilio, en 1995, se publica en Barcelona el que sería último de sus libros: Cuba/España España/Cuba. Historia común. No era este, como El ingenio, el producto de una investigación profunda y prolongada, sino más bien una suerte de balance de estudios y experiencias. En sus capítulos se plasman desde resultados parciales de la «Historia de la Cultura Cubana» que en los años ochenta emprendiera Moreno con los colaboradores de su cátedra en el Instituto Superior de Arte de La Habana, hasta datos preciosos, e incluso curiosidades, acopiados durante largos años de investigación. Se trata de un texto desigual —ya lo hemos dicho—, a mitad de camino entre el ensayo y la síntesis histórica, donde el autor entrelaza reflexiones profundas y anécdotas chispeantes, revaloriza procesos e ilumina páginas opacas en el pasado cubano... y también abjura de criterios por mucho tiempo sustentados. Pero, por encima de todo, esta obra postrera conserva el aliento vital, ese infatigable afán de renovación que alentó la trayectoria de aquel historiador magistral.
(Moreno; entre la historia y la leyenda, La Gaceta de Cuba, 2001)
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