Los autores de Tras los pasos del cronista apelan a infiernillos de tertulia y habladurías de pasillo para revelar testimonios dudosos que hablan bastante mal de quien los refiere, tales como los chismes del cineasta Enrique Pineda Barnet acerca de que Cabrera Infante envidiaba su talento narrativo (¿?), Alfredo Guevara contando a su manera las querellas por la posesión de la cultura revolucionaria, o el poeta Pablo Armando Fernández insinuando que el Infante difunto siempre estuvo enamorado de él (y mal correspondido, no faltara más).
No hay que tener mucha imaginación para suponer cómo se sentiría Cabrera Infante, siempre tan orgulloso de estar prohibido en Cuba. Lo entiendo perfectamente. En su lugar, la presentación del libro donde pretenden perder sus pasos, y todo lo que siga, ahora que los comisarios pretenden que vuelven a la normalidad, lo tomaría, más que como un homenaje, como un agravio. Otro más.
(Tras los pasos de los saqueadores de tumbas. Cubanet, septiembre 2011)
No comments:
Post a Comment