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Friday, June 6, 2014

Carlos Ripoll vs. “Diccionario del pensamiento martiano”, de Ramiro Valdés Galarraga

Agotada, o al menos reducida aquella “ofensiva revolucionaria” que quiso convertir a Martí en un precursor del marxismo-leninismo, ante el fracaso de la torpe falsificación que llevó a tantos disparates, los esbirros a cargo de la cultura en Cuba parecen haber decidido una nueva estrategia para limitar el alcance de Martí y preferir en su estudio las más inofensivas trivialidades, y diluir lo que más les molesta de su doctrina en torrentes de palabras sin contenido ideológico.
   Habían pasado los tiempos de aquella afirmación de Marinello en la que, escondiendo lo dicho años antes por él, de que Martí había sido “un gran fracasado”, y que lo correcto era “dar la espalda de una vez a sus doctrinas” ya que sus ideas no podían “servir más que como trampolín de oportunistas”, escribió en el “Prólogo” de las Obras Completas, en 1963: “La postura martiana empalma con toda transformación igualitaria y es un antecedente poderoso y legítimo de nuestra etapa socialista”. Habían pasado los tiempos en que José Antonio Portuondo afirmaba que Martí y Lenin coincidían “en la organización celular” del Partido Revolucionario Cubano y del Partido Comunista, en el llamado “centralismo democrático” que excluía el multipartidismo. Habían pasado los tiempos en que Fidel Castro afirmaba que las relaciones entre Martí y Carlos Baliño (antes de que se descubriera que entonces Baliño era un fervoroso anarquista) simbolizaba “la conexión directa entre el Partido Revolucionario Cubano, de Martí, y el primer Partido Comunista de Cuba”. Habían pasado los tiempos en que Armando Hart, como Ministro de Educación, le impuso al Centro de Estudios Martianos la tarea de “exponer, con información y datos concretos, los lazos que unen el movimiento democrático revolucionario del Maestro con el ideario socialista de Marx, Engels y Lenin”. Habían pasado los tiempos en que Roberto Fernández Retamar, con un poeta ucraniano, llegó a imaginar a Martí cargando en el hombro a Fidel Castro como si fuera “Ismaelillo”. Habían pasado los tiempos en que Cintio Vitier veía en el “julio y enero” de Martí, de sus Versos Sencillos, el anuncio del 26 de julio, del ataque al Cuartel Moncada, y del primero de enero de 1959, del triunfo de la revolución. Habían pasado los tiempos en que los marxistas de Cuba, ante el colapso del comunismo, en 1992 se vieron obligados a incluir en la Constitución de 1976 el nombre de Martí: donde antes citaban sólo a Marx y a Engels, y afirmaban estar “guiados por la doctrina victoriosa del marxismo-leninismo”, después dijeron “estar guiados por el ideario de José Martí”; y en el Artículo Quinto, donde decían que el Partido Comunista era nada más ni menos, que “marxista-leninista” lo cambiaron para que dijera que era “martiano y marxista-leninista”. Habían pasado los tiempos, en fin, de esas mentiras, falsificaciones y torpezas, y de otras semejantes, con sus correspondientes fracasos, y entraron en la etapa actual de trivialidades y diluciones para dejar del mensaje de Martí sólo lo que menos perjudica sus intereses, o esconderlo.
   La falta de honradez intelectual llega en el autor de este Diccionario del pensamiento martiano a extremos de difícil disculpa. Como de Martí lo que prefieren hoy los que gobiernan en Cuba es su postura antiimperialista, también para así esconder las ideas de Martí sobre la libertad, la justicia, la política, los derechos humanos, entre otras vertientes de su doctrina (…)

(Martí secreto, Web de Carlos Ripoll)

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