Mañach como todos nuestros profesionales del intelecto, adolece de un cierto defectillo de vanidad. Les es más importante sobrenadar en la cultura que la cultura misma. Son como señoritos del arte. Lo fundamental es la exhibición. Ignoran la soledad. El modo como Mañach acomete los problemas, deja entrever siempre el rasgo característico de una generación que ha vivido volcada sobre los cargos públicos. Su mismo estilo es terso, elegante, distinguido, insincero. Nunca ahonda. Pero siempre se mantiene en el ápice del tema, en una pose algo circense.
(Coquetería intelectual. Prensa Libre, octubre 1949)
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