Asistí a la conferencia de Miguel Barnet por una razón personal: durante un tiempo, en Cuba, nos unió una íntima amistad. Miguel habló de las religiones africanas y tuvo que reconocer la existencia de Lydia Cabrera –de no haberlo hecho, no hubiese podido reconocer su propia existencia, ya que, él se alimenta (y viaja) gracias a la obra de Lydia Cabrera. De todos modos, la Universidad de Nueva York parece que prefiere las copias en lugar de los originales, aún cuando estos estén más cercanos ... ¿ Ironía? ¿Estupidez? ¿O algo peor por parte de la Universidad de Nueva York?
Antes de la conferencia, Miguel Barnet me insinuó que no le hiciese preguntas conflictivas. –“No me hagas preguntas malas” – No pude menos que sonreirme. Una terrible barrera nos separaba. Yo era ya un hombre libre, y Miguel, acosado por Sandra Levison, de la cual él mismo en Cuba se cuidaba a la vez que se veía obligado a recibirla, apenas si podía abrir la boca. Ahora yo mismo comprobaba lo que Miguel me había confesado en Cuba no hace tantos años: “Cuídate de Sandra Levison es capitana de la Seguridad del Estado”... Comprendí que de aquella amistad nuestra ya sólo quedaba un cadáver. Un hombre lleno de miedo vigilado por la policía secreta, aterrorizado hasta el punto de casi no poder saludar a un amigo; en tanto que yo era libre y podía decir y hacer lo que quisiera, él tendría que redactar un informe sobre todos sus pasos en el extranjero.
(Dudoso homenaje, Revista Mariel #1, 1983)
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