De haber sido bailarín de profesión, lo suyo habría sido el danzón sin salir del ladrillito. Si artista plástico, algún conceptualismo que desaconsejara el caballete. Dedicado a diseñar edificios, la coartada de Mies van der Rohe: "Less is more". Como chef, la cocina al vacío. Modisto, la doctrina de Diana Vreeland en Harper's Bazaar: "La elegancia es negación". (No resulta díficil, dado lo poco practicado de su arte, imaginarle cualquier otro destino: Ambrosio es la cuquita perfecta.)
(…)
Desde hace varios años la consigna oficial privilegia el ahorro de papel: luego de un Jaime Sarusky, de una Graziella Pogolotti, de un Leonardo Acosta, de un Humberto Arenal, de un Luis Marré, premian a Pocho. No es descabellado suponer que la gente del Ministerio (no me refiero al de Cultura ni al del Interior, sino a la sinergia entre ambos) procura establecer una mitología del silencio.
No perdamos tiempo, pues, en disquisiciones (que si Sarusky no es mal periodista... que si Pogolotti fue excelente profe... que si Acosta tocaba la batería o el saxo... que si Arenal tiene una hija actriz... que si Marré fue interés erótico de Virgilio Piñera... que si Fornet es buen consejero editorial...). Preguntémonos, mejor, qué se ha premiado en la ausencia de obra del último galardonado. Preguntemos por le silence de Ambroise.
De entrada, queda descartada la hipótesis del estilismo y el rigor que castra. ¿Estilista él? Cualquier página suya podría publicarse como artículo de Pedro de la Hoz (por citar un ejemplo), sin que nada ocurriera. A nadie la daría un yeyo, ni siquiera a Pedro de la Hoz.
Tampoco es de creer que la mucha lectura le haya pasmado obra. Quien habla de lo muy leído que es Ambrosio no ha tenido nunca un modesto armarito con volúmenes ni gastó foto suya en carné de biblioteca. Fornet va por la vida tan apertrechado de lecturas como cualquier mortal puede estarlo de música: unos estribillos heredados de los padres, buena parte del cancionero de la edad pepilla y dos o tres éxitos posteriores escapados del cuarto de los hijos. Lo suyo es de temboteca: Flaubert, Faulkner, Carpentier, los muchachones del Boom, los becaditos Seneles, y paren de contar.
(La Lengua Suelta # 57. La Habana Elegante, segunda época)
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