Otra de las «virtudes» de esta edición es que deja fuera la primera obra de Piñera: Clamor en el penal (con un título que parece sacado de alguna película de Juan Orol) y En esa helada zona, escrita después de Electra Garrigó; textos que hubieran servido para entrever los caminos que la-oscura-cabeza-negadora, como le gustaba decir a Lezama, intentaba antes de piezas como Jesús, El flaco y el gordo y El no...
Tampoco se incorpora lo que el mismo Rine Leal, antologador y compilador de esta selección, llamó hace más de una década Teatro inconcluso, libro que trajo a flote una serie de mentalidades que, sin duda, ayudaron a pensar el espacio Virgilio (espacio que se ha ido rellenando con el tiempo) y aportaron bocetos tan atendibles como ¿Un pico, o una pala? o Las siameses, para sólo citar las más delirantes.
Por cierto, a través de la introducción nos enteramos que los años de muerte-en-vida para Piñera, aproximadamente del 70 al 79, fecha en que murió biológicamente, y en los que fue reducido al más perverso de los anonimatos —no se le permitió publicar, ni viajar y, para colmo, la ley 1249 castigaba con nueve años «la ostentación pública de homosexualidad»—, fueron años pastorales. Virgilio, como buen viejito, «se negaba a la jubilación», escribe Leal, y repartía su tiempo —parece decir— entre amigos, traducciones de libros y partidas de canasta. Algo casi idílico si la realidad, por desgracia, no hubiera funcionado como una aplanadora.
¿Es posible, entonces, un Teatro Completo tan incompleto? ¿Una broma, más allá de la posibilidad de volver a leer a Piñera, tan perversamente colosal?
No, y, evidentemente, sólo en un país con tan alta concentración de poder, me gustaría pensar también, de culpa, donde todo tiene que funcionar dentro de una fuerza despótica, esa esencia de ferretería tan propia al imaginario de Virgilio tiene que limitarse a las pequeñas censuras, a los escamoteos policíacos. Asumirlo completo sería imposible. Hay demasiada ficción contra-Estado, desparpajo e intrascendencia en su obra. Demasiada parte falsa. Y ya sabemos que los regímenes «serios» no se pueden permitir ciertas cosas. De lo contrario, la literatura, más que panfleto, sería, en algunos lugares, sólo literatura.
(La Parte Falsa, Encuentro de la cultura cubana, No. 36, 2005)
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