A las posiciones de vanguardia de la Revolución, al poderoso esfuerzo en la construcción del país que hace nuestro pueblo, no se corresponde una obra artística de pareja audacia. Sólo puede hasta ahora hablarse de algunos intentos por expresar la nueva realidad, así como de cierta tendencia a evadirla y aun falsificarla. En teatro, es sabido lo mal que andamos. Entre un Piñera que se repite hasta la monomanía y un Arrufat que repite a Piñera con mayores oscuridades, reticencias y anfibologías (por otra parte, tan transparentemente hostiles a la Revolución), nuestro teatro parece desembocar irremediablemente a la tontería.
(sin especificar, copia de impreso)
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