Cuando el señor Callejas se acercó a mí —no fue a la inversa— llamó mi atención, porque su lenguaje evidenciaba una capacidad para la inteligencia; pero una capacidad no obliga a su ejercicio, y desde entonces le tiene que haber quedado claro que no me interesa, ni él ni el atajo de oportunistas y mediocres de que se rodea. Tanto criticar a los pajaritos azules por dedicarse al champú, para terminar haciendo lo mismo, las personas racionales se avergonzarían de semejante apoyo; lo peor es que lo arrastren a uno en ese estercolero en que depredan desconociendo todo límite, pensando que con proyectar en otros sus frustraciones y ansiedades logran transferírselas efectivamente. Callejas, enceguecido por la adulación oportunista se hace oportunista él mismo, y hoy se dedica a ofrecer dictados morales; y hasta es posible que haya caído en la ofensa con ánimo reconciliatorio, al pensar que uno se alegraría con la bendición hasta de un hipócrita vulgar y mediocre, hay un azno entre ellos que piensa así. El Sr. Callejas es libre como todo el mundo de revolcarse en ese estercolero, o en cualquier otro que escoja; sólo que no tiene mezclar a quien a bien ha tenido distanciarse de tanta mezquindad, la decencia es [aún] una virtud, y hace la diferencia.
(Velázquez Callejas en el fondo de la luz. Blog Dirty City, mayo 2012)
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