Zoé Valdés necesita darse una ducha de modestia; reflexionar un poco en lo que fue y analizar lo que es. Todo ese cotarro daría una imagen opaca, muy próxima a la nada o al vacío.
Ya sé que eso de la ficción no se le da nada bien, basta leer sus novelones, donde, más allá de orquestar una cascada de groserías sin término, el panfleto político asume el rol hasta hacerse bazofia.
No sé de dónde saca esas garras “políticas” y esos deseos de vengarse de todo lo que le huela a comunista, cuando hasta ayer, como se dice en la isla, "estuvo chupando de las tetas" del régimen. Ella sabe, y lo sabe bien, que si hubiera que tomar represalias, por alguna rara razón de la insensatez humana, a la hora de producirse un cambio en la isla hacia la democracia, ella sería una de las perjudicadas, porque, mucho que había que cuidarse de ella cuando andaba detrás de Silvio Rodríguez, de Manuel Pereira y Alfredo Guevara; cuando, además, sin ser nadie, sin haber realizado estudios, se embarcó para la embajada de Cuba en Francia y luego figuró en un cargo en la UNESCO representando al régimen y, más tarde, como subdirectora de la revista del ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica). ¿De cómo llegó hasta allí? Para los que hemos tenido que sufrir los desmanes del régimen no nos es difícil imaginarlo y saberlo.
(Zoé Valdés y la prueba del algodón. Xornal de Galicia, julio 2008)
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